En el año de 1982 la escritora
chilena hoy nacionalizada estadounidense, Isabel Allende, publicó su primera
novela llamada La Casa de los Espíritus; una obra de realismo mágico acerca de
una familia a lo largo de cuatro generaciones y con la cual la autora retrató
en parte la historia de su propio país durante los últimos cincuenta años, el
cual al momento de editarse este título, vivía bajo la represión de la
dictadura derechista de Augusto Pinochet.
El libro fue todo un éxito, debido también a sus carismáticos personajes (en
gran número, por cierto), quienes se convirtieron a su vez en parte de la
“marca narrativa” de su creadora, quien en su trabajo posterior demostraría ser
capaz de desarrollar otros personajes verdaderamente inolvidables. No obstante no faltaron las críticas
negativas a la artista en ciernes, en especial al hablarse de que su libro no
era más que una copia descarada del ya clásico Cien Años de Soledad de
Gabriel García Márquez (esto no sólo por atreverse a escribir el mismo tipo de
literatura que hizo famoso con su trabajo el colombiano, es decir, el realismo
mágico, sino que debido a varios otros elementos: como el hecho de que la
narración girara en torno a una familia a lo largo de décadas y paulatinamente
a sus propias vicisitudes se narraran los acontecimientos políticos del país; a
su vez a que también el libro tuviese un carácter cíclico, en cuanto a la
disposición de su trama en general y la relación entre su inicio y desenlace). No obstante Isabel Allende en más de una
ocasión afirmó que la génesis de su ópera prima se dio casi de forma espontánea
(debido a una larga carta dirigida a su abuelo muerto largo tiempo y que se fue
extendiendo y acomplejando más de la cuenta), de modo que ni siquiera tenía en
mente el famoso libro del Premio Nobel cuando estuvo redactando su propia obra
(en todo caso llama la atención que en determinado momento de La
Casa de los Espíritus, existe una interesante referencia implícita a Cien
Años de Soledad, cuando afirma uno de sus protagonistas que no le gusta
ponerle el mismo nombre a sus hijos, de entre los que hayan usado sus
antepasados, puesto que ello provocaba confusión; por ello, recordemos que en
el caso del libro de García Márquez se repiten los nombres a lo largo de la
cuantiosa descendencia de la dinastía de los Buendía). En todo caso con los años, Isabel Allende fue
publicando nuevos textos, los primeros de ellos siempre en la línea del
subgénero literario que la inspiró, hasta que en el año de 1994 apareció su
primer libro de memorias, Paula, correspondiente una vez más a
una epístola familiar que se transformó en una nueva novela, pero que en este
caso fue motivada por el dolor de tener gravemente enferma a su hija (la que finalmente
falleció de la dolencia que la tenía postrada); así fue cómo posteriormente la
labor artística de esta mujer tomó un nuevo rumbo, llegando ahora a escribir
novelas históricas, a la par que de vez en cuando sacaba un nuevo tomo de
memorias, aunque siempre en sus ficciones manteniendo elementos propios del
realismo mágico. Luego en el año de 2002
salió publicada su primera entrega de la trilogía a la que llamó posteriormente
Las
Memorias
del Águila y del Jaguar, una saga de aventuras con la cual la autora se
aventuró por primera vez a escribir narrativa juvenil y que le permitió obtener
nada menos que el Premio Hans Christian Anderson (y luego ser embajadora de
bueno voluntad al cumplirse los 200 años de su nacimiento). De este modo, con el pasar de los años, la
narradora chilena fue sacando más o menos un libro cada bienio…hasta que en el
transcurso del 2011 apareció a la fecha su penúltima novela: El
Cuaderno de Maya y con ello su escritura pasó a una nueva etapa y
evolución como a continuación se detallará.
Hasta su cuarto libro, Cuentos de Eva Luna, la mayor parte
de sus protagonistas eran mujeres, todas ellas féminas de fuerte carácter,
aventureras y de espíritu libre, las cuales correspondían de alguna forma a una
proyección de su misma autora; sin embargo estos relatos fueron la semilla del
siguiente paso en la literatura de esta artista, ya que el libro siguiente, El
Plan Infinito, poseía como protagonista principal a un hombre (no
obstante, no se puede olvidar que Esteban Trueba, el patriarca de su familia en
La
Casa de los Espíritus, es uno de los pilares en el que se sostiene
buena parte de la trama de esta obras; mientras tanto que en el caso de Eva
Luna la mitad de los capítulos tenían de protagonista a un varón);
además esta obra reciente se desarrollaba en Estados Unidos, a diferencia de su
obra anterior que transcurría en países latinoamericanos y que no venían a ser
otra cosa que una extrapolación de su país natal. Para cuando la Allende le dio forma a La
Ciudad de las Bestias, su primer título de la trilogía juvenil que
tantas satisfacciones le daría a ella como autora y al público ávido de sus historias
(además de ganarle recientes seguidores y en este caso de menor edad, con
respecto a lo acostumbrado), por primera vez sus fabulaciones se detuvieron en
el punto de vista de un infante: en este caso en una pareja de amigos, un niño
y una niña, en quienes depositó el mismo talante heroico de sus anteriores
creaciones. Así fue cómo la novelista
adecuó su lenguaje y dramatismo a la lectura propia de jóvenes lectores (no
obstante esto no significó una simplificación de su labor literaria, si no que
más bien fue otro ejercicio que luego le permitiría diversificar su trabajo, de
modo de demostrar a sus detractores su enorme talento para contar historias
diferentes y con sus propias atribuciones, sin caer además en el típico
estancamiento de muchos autores que sólo llegan a escribir lo mismo a lo largo
de sus publicaciones). Sin embargo en el
caso de El Cuaderno de Maya, la autora consiguió una proeza aún
más significativa a la hora de dar el siguiente paso en su evolución como
narradora: puesto que en esta ocasión la protagonista era una muchacha que
acababa de dejar la adolescencia (bastante tortuosa por cierto), quien a través
de su diario de vida va contándonos acerca de sí misma y la intimidad de cada
una de las personas que llegaron a formar parte de su círculo más cercano.
Narrado en primera persona, como sucede con Eva Luna, comparte con
este libro, la presencia de un sinnúmero de curiosos personajes, con los cuales
la protagonista va interactuando y de quienes entrega al lector sabrosa
información acerca de sus devenires; empero en este caso la relación acerca de
la vida de estos personajes es abordada de forma mucho más completa que en el
otro texto mencionado (lo que demuestra el crecimiento de la escritora, a la
hora de mejorar su capacidad para tratar diferentes subtramas en un único
texto). Es así cómo el contacto que
posee Maya con estos hombres y mujeres, resulta ser aún mucho más estrecho y
permanente. Además cada una de las
relaciones interpersonales que llega a formar le permiten como nunca crecer
espiritualmente, hasta llegar a conseguir bien avanzado el texto, la paz
interior que desde el comienzo la joven necesitaba, pero del que apenas
dimensionaba dicho vacío.
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Vista panorámica del bello archipiélago de Chiloé, lugar donde transcurre esta recomendable novela. |
Una vez más tal cual la conocida heroína llamada Eva Luna, Maya es
producto de una relación amorosa que en su origen resulta atractiva, tanto por
el carácter de sus padres, como por la historia personal de sus abuelos. En todo caso a diferencia de la contadora de
historias del tercer libro de Isabel Allende, Maya es una verdadera hija de su
tiempo y vive inserta en medio de un mundo tecnificado, en el cual a su vez los
peligros son otros, así cómo sus propias desventuras son provocadas por su
ineptitud (en contraste con Eva Luna, quien vive en medio de un país
conmocionado por otros avatares y cada desventura que le sucede es fruto del
azar y no de su debilidad humana). Es
así que desde el principio del libro sabemos que Maya, aún siendo tan joven,
debe escapar para salvaguardar su vida y es por esa razón que su sabia abuela
decide mandarla en avión al último rincón del mundo, desde su natal Berkeley,
en California (USA), hasta el archipiélago de Chiloé en Chile, o sea, al sur y
al otro extremo del planeta. Luego la
propia Maya en el cuaderno que le regala su “Nani”, como llama cariñosamente a
su abuela, se dedica a escribir por un lado para ordenar sus ideas, como además con el motivo de mirar
hacia atrás su propio pasado, de modo de enfrentar su futuro ahora que su vida
está por cambiar; a su vez gracias a su redacción es posible inmortalizar la
vida de los seres que en su corta, aunque intensa existencia, se han ido
convirtiendo en personas importantes para ella o con las cuales se ha cruzado durante
un tiempo a lo largo de su periplo vital.
Por otro lado, resulta significativo mencionar que este mismo texto
permite hacer un panorama más o menos esclarecedor acerca de los últimos
cuarenta años de la historia del país que vio nacer a su autora.
El viaje como vía de escape resulta ser un tópico recurrente en la
literatura a lo largo de los siglos, recogido a su vez por otras expresiones
artísticas preocupadas de contar historias para entretener a su destinatario,
denunciar crueles realidades y llevar también a su público a meditar respecto
sobre lo que se le está contando. En
este caso Maya debe escapar de sus enemigos, pero no hasta pasada la mitad del
libro que posee más de cuatrocientas páginas, uno recién sabe quiénes son y por
qué esta muchachita se ve enfrentada al destino de llegar como “autoexiliada” a
una tierra extraña (luego a medida que
va transcurriendo el argumento, nos podemos dar cuenta acerca de las similitudes
entre el propio desplazamiento físico de Maya, y la de otro personaje del
libro, quien por otras razones llegó a vivir al mismo sitio). La vida de Maya hasta el momento había
estado llena de vicisitudes, a tal punto que en más de una ocasión pisó fondo
(en algunas ocasiones fruto del infortunio y en otras producto de su propia
inmadurez). Por esta razón cuando llega
a su nuevo hogar, la joven se encuentra con un mundo por completo diferente a
lo conocido por ella: es un hábitat lleno de verdores, de silencios y donde
todo el mundo se conoce, donde algunas reglas de convivencia son algo
diferentes, pero en el cual siempre se
mantienen los valores de la fraternidad, la autenticidad y la
hospitalidad. Es así que tras el caos en
que estuvo sumida Maya, su llegada a este lugar le permitirá ir subsanando poco
a poco su espíritu quebrantado.
Cuando la narradora protagonista va describiendo el mundo de Chiloé y
sus islas, no es otra cosa que presentar la existencia de un mundo que aún se
mantiene virgen a su modo, respecto a las maravillas de sus tierras y gente;
éste sitio se contrapone a la realidad sofisticada, pero llena de vicios a la
vuelta de la esquina, en la que vivía no hasta hace mucho la joven
heroína. La inserción de Maya en el
territorio que la acoge, responde en parte a lo que se llama en literatura
clásica Beatus ille (dichoso aquél), o sea, la presentación de la vida
de un sujeto que ha conseguido pasar sus días en medio de un lugar ideal lejos
de la aparatosa ciudad y que gracias a
ello puede dedicarse a disfrutar en medio de la naturaleza; a su vez este mismo
sitio en el cual se haya “caída en gracia” la protagonista, es propio de otro
concepto tan caro a la literatura de antaño, el locus amoenus (lugar
ameno). Por ende, tanta beldad de
paisaje, como también en la compañía que llega a rodear a Maya, le permiten a ésta
reencontrar su centro del cual se había salido y por otro lado, hacer una oda a
la posibilidad de una vida sencilla y con fuertes raíces espirituales por sobre
la materialidad. De este modo lo que
salva a Maya no son ni su inteligencia, ni el poder del dinero, si no el amor
que en todo caso en ningún momento la dejó de rodear (pero el cual como ella
misma estaba cerrada para aceptar sus verdaderas necesidades, no pudo sacarla a
flote hasta que la misma Maya fue capaz de dar el primer paso).
Cuando Isabel Allende escribe este libro, lo hace como alguien que ya
lleva años sobre este planeta, siendo que además a lo largo de su vida ha
tenido que pasar por tantas aventuras y desventuras como cada uno de sus hijos
e hijas literarias. Al contar la
historia de Maya no lo hace como un adulto (que además hace rato ingresó en la
tercera edad) que mira la juventud como algo idealizado, ni mucho menos se
preocupa de sermonear acerca de las debilidades de la juventud, dándonos
“recetas” morales acerca de cómo debemos comportarnos si no queremos caer en el
“descenso a los Infiernos” al cual llega la protagonista; al contrario, ella le
da rienda suelta a su personaje y a su imaginación (apoyada por su propia
experiencia), para que actúe con naturalidad frente a cada uno de los sucesos
que le toca pasar, así como sucedería en la vida real con cualquier persona y
en especial con alguien con los mismos años que Maya.
Es en El Cuaderno de Maya que el tema del
dolor cobra vital importancia, en especial en cuanto a cómo los seres humanos
aprendemos a sobrellevarlo. De este modo
desde el personaje de Maya, vemos cómo el sentimiento de pérdida ante la
partida de un ser querido puede llegar a opacar nuestros corazones, hasta
hacernos cometer las más grandes estupideces con nosotros mismos; luego Maya
llega a conocer a otros sujetos, quienes han pasado por sus propios infortunios
y los que llegan a enseñarle que existen métodos mucho más nobles para
enfrentar nuestros demonios. De este
modo a lo largo del libro se van presentando varios “casos” en los cuales la
tragedia se ha hecho presente, no obstante gran parte de estos personajes ha
sido capaz de sacar fuerzas de sí mismos y lograr contrarrestar sus
golpes…llegando incluso a ser personas íntegras y felices.
El libro mantiene el interés de su autora por el realismo mágico, en
especial en lo que respecta a la estrecha relación de Maya con su abuelo. Si Isabel Allende ya había incursionado con
éxito en el género de la narrativa histórica (donde títulos suyos como La
Isla Bajo el Mar, Inés del Alma Mía, Hija
de la Fortuna y Retrato en Sepia sobresalen entre su
obra), en su trilogía de Las Memorias del Águila y del Jaguar se
aventuró en la fantasía (es más, en el primer tomo, La Ciudad de las Bestias,
incluso llegó a acercarse al terreno de la ciencia ficción), en el caso
concreto de esta novela, su penúltima obra a la fecha, se cruzó con otro género
histórico: el policial. Bien se puede
decir que de su osadía de darle otro rumbo en esta ocasión a su labor
literaria, salió victoriosa, puesto que introdujo una línea argumental dentro
de la complejidad de su narración central, la que le otorgaría hacia el
inesperado clímax del libro, uno de sus desenlaces más atractivos y
entretenidos de su historial literario. De
este modo en El Cuaderno de Maya se presenta un misterio que la protagonista
y los suyos deben resolver, con sus respectivos agregados de intriga,
investigaciones, sospechosos y toda la parafernalia propia de este
subgénero. A su vez no faltan en este
trabajo su habitual cuota de romance y buen humor; también la autora como nunca
incorpora a este libro suyo la descripción de hechos de gran crudeza, como
nunca antes había detallado, los que tienen que ver con el periodo más oscuro
de la vida de su protagonista. De este
modo, la novela en cuestión resulta ser un relato que en su conjunto se
encuentra lleno de distintas facetas a la hora de disfrutarlo y analizarlo.
El libro al ser una obra abordada desde el punto de vista de una joven
occidental del siglo XXI, se encuentra llena de referencias a la cultura
popular (lo que se llama intertextualidad). De este modo en el libro se mencionan
películas, personajes famosos actuales, libros de éxito como Harry
Potter y otros. Esta
característica que hace de la obra de arte un muestrario de la época y la
sociedad en la cual fue creada, es hoy en día un elemento habitual en las
expresiones artísticas contemporáneas; es así que quizás por primera vez a lo largo de su carrera literaria, Isabel
Allende incorpora en un escrito suyo estas intertextualidades (al menos en su
ficción, puesto que en sus libros de no ficción, es decir en sus memorias como
los ya mencionados Paula y Mi País Inventado, sí
existen estas referencias por razones obvias) y con ello acerca más al lector
de menor edad a sus narraciones (permitiendo además que sus personajes e
historias sean más inmediatos a estos y sean mucho más “reales” que en otros
casos).
Dentro de la misma intertextualidad, se encuentra una de corte más
“ideológica” por llamarlo de una forma; esto es cuando la autora, o más bien la
narradora, habla de la política chilena, ya sea en cuanto a lo ocurrido durante
la dictadura de Pinochet, como cuando también nombra a la entonces presidenta
del país, Michelle Bachelet, o como cuando menciona a Sebastián Piñera (figura
de la derecha, quien luego sería el siguiente mandatario nacional tras la
salida de Bachellet del gobierno). Es
así como se desprende de todo esto, la misma postura política de la escritora,
quien bien se sabe es de izquierda. Por
ende, al ser El Cuaderno de Maya una obra ambientada en la actualidad (y ser
a su vez una revisión desde el punto de vista de una joven, de la historia
reciente chilena, como de su particular idiosincrasia), la escritora aprovecha
de introducir su visión personal del proceso político de su país de origen.
A partir de sus libros Hija de la Fortuna y Retrato
en Sepia, Isabel Allende aprovechó su comunión con otros pueblos y
gentes de diferentes culturas y naciones, para introducir en sus trabajos a
personajes de distintas nacionalidades (no obstante ya en su tercera novela
destaca el árabe de buen corazón al que dedica varias páginas). Esta concepción cosmopolita del mundo, en la
cual una mujer como ella, quien vivió el exilio y luego emigró a diferentes
países hasta radicarse finalmente en Estados Unidos, es propia de los autores
nacionales que como ella se vieron obligados a dejar su patria y asentarse en
tierras foráneas. Lo anterior se puede
ver en el caso de escritores de hoy en día de gran renombre mundial, quienes
partieron de su país tras el Golpe Militar, como lo son los también chilenos Luis
Sepúlveda y Roberto Ampuero; ambos autores cuyos personajes provienen de
numerosas partes del orbe y se conjugan en una mezcla exótica de colores,
idiomas y costumbres.
Por último, el texto se encuentra dividido en capítulos que corresponden
a las cuatro estaciones del año, de modo
que debido a su estancia en Chiloé Maya Vidal logra subsanar sus heridas
emocionales y espirituales, gracias al apoyo de sus seres queridos y a la
solidaridad y confianza de la nueva gente que llega a conocer y a querer (llama
la atención todo lo que puede ocurrir en este periodo, tal
como se observa en el libro); no obstante el “tiempo del relato”, llega a
abarcar todo el pasado de la joven, llegando incluso a ir mucho más atrás
contándonos la historia de sus padres, abuelos y de buena parte de los otros
personajes que pululan en sus páginas.
Como la intención de este texto no es la de contar mayores detalles del
libro, deteniéndose sólo en algunos puntos de interés que quizás puedan motivar
a otras personas a leerlo, luego de demostrar su validez como lectura de peso,
a continuación se entregará una breve reseña de sus personajes (prescindiendo,
claro, de detenerse en su protagonista y de quien ya harto se ha comentado):
- Nidia: La encantadora abuela de Maya,
es su verdadero referente femenino y quien cumple su rol de madre, tras
haber sido abandonada Maya por su progenitora. Es una mujer de gran personalidad, fiel
creyente en la astrología y amante de los relatos policiales. Escapó de la dictadura de Pinochet
apenas ésta comenzó y así fue cómo llegó a vivir en Estados Unidos. Nidia es un personaje de rasgos
inolvidables, voluntariosa y con un gran poder para amar; no es la “abuela
perfecta” de la saga juvenil de la autora, pero es justamente en su
inmensa humanidad que la hace poseer tanto virtudes como defectos, que
está se hace entrañable para el lector.
- Paul: La persona más querida para
Maya, a quien considera su abuelo y llama Popo, no comparte la
misma sangre con ésta, puesto que fue el segundo marido de su abuela, pero
quien se convirtió en su principal figura masculina. De raza negra, es un connotado astrónomo
(he aquí un juego irónico de la escritora, al hacer que dos personas que
se supondría no congeniarían, una mujer de intereses astrológicos y
metafísicos bastante extrovertida por cierto y un hombre de mentalidad
científica e introvertido, lleguen a formar una pareja tan encantadora).
- Mike O´Kelly: De origen irlandés, pero
ciudadano estadounidense, es otro de los personajes más singulares de esta
novela. Este hombre que anda en
silla de ruedas, está lleno de energía y es el mejor amigo de Nidia (de
quien está enamorado en secreto, pese a que hay al menos una diferencia de
edad entre ambos de dos décadas).
Posee un centro de rehabilitación para adictos, el cual carece de
todo fin de lucro. Como Nidia, es
un fanático de los relatos policiales.
Fue apodado cariñosamente por Paul como Blanca Nieves,
debido a su blanca tez, sobrenombre usado con el mismo afecto por parte de
Maya para referirse a él.
- Brandon Leeman: Hombre
misterioso que dirige el tráfico de drogas en Las Vegas. Es un drogadicto de aspecto enfermizo,
quien en todo caso se nota alguien inteligente y de mentalidad
calculadora; pese a su faceta más temible, posee ciertos rasgos bondadosos. Durante una temporada se transforma en
el jefe de la protagonista, quien se convierte en una persona de confianza
para éste.
- Freddy: Niño
drogadicto de raza negra, a quien acoge Brandon y protege a su
manera. Posee un gran talento para
la música. Entabla una fuerte
amistad con Maya, a quien al menos en dos ocasiones le salva la vida,
razón por la cual la muchacha se siente agradecida para siempre con él.
- Oficial Arana: Hombre
apuesto y de apariencia gentil, a quien Maya conoce durante su trabajo
como “mula” (transportadora de droga).
Desde su primer encuentro con ésta, se muestra atento con ella y le
ofrece en más de una ocasión su ayuda; no obstante este agente de la ley
esconde un secreto que para más de uno será toda una sorpresa.
- Manuel Arias: El
amigo desde hace años de Nadia Vidal y a quien ésta no veía desde que
partió hacia el exilio, es un hombre mayor que vive solitariamente en
Chiloé y quien acoge en atención a Nadia a su nieta. Es un hombre culto de personalidad
introvertida, pero aún así muy querido entre su gente. En la isla trabaja recopilando
información sobre sus mitos, siendo que ha publicado ya más de un
libro. Su casa no posee puertas, ni
siquiera el baño y este detalle que en un principio le llama tanto la
atención a Maya, en un momento determinado del libro es explicado de la
forma más emotiva. Su convivencia
con Maya le cambia la vida, a tal punto de permitirle llegar a cierta
felicidad de la que antes se privó durante mucho tiempo. Manuel también posee más de un secreto
que poco a poco se irá develando en el libro.
- Blanca: Bella
profesora y directora del único colegio de la isla donde llegó a parar
Maya. Descendiente de alemanes, es
la única hija de uno de los hombres más ricos de la zona (siendo éste de
pensamiento derechista, pese a todo lo que sucedió tras el Golpe Militar
de Pinochet y su dictadura, se comportó como todo un caballero con sus
adversarios políticos, manteniendo su conducta bonachona hasta la
actualidad). Mantiene una relación
amorosa no materializada con Manuel, hasta que la llegada de Maya
interviene a favor de su realización.
Debido a un cáncer sufrió la extirpación de sus mamas, hecho que la
ha llevado a abrazar la vida como nunca, lo que contrasta con la actitud
más pasiva de Manuel, quien también tiene sobre su persona la sombra de
otro grave mal de salud (como se puede ver en estos dos casos, las
dolencias físicas de Manuel y Blanca, la relación entre Nidia y Paul, los
propios exilios de Maya y Manuel y otros aspectos más, en este libro
Isabel Allende construyó gran parte de su argumento en base a
paralelismos, característica que lejos enriquece esta obra).
- Daniel: Joven
mochilero de profesión psiquiatra, quien conoce a Maya cuando llega a la
isla y entabla con ella la primera relación sentimental de ésta (de hecho,
la muchacha queda por completo prendida de él). También de nacionalidad estadounidense, es
hijo de una familia “moderna” muy culta, la que ha influenciado bastante
en él, tal como sucedió con la misma Maya y su núcleo familiar.
- Olympia: Mujer negra de aspecto
maternal, quien es una de las personas que llega a cumplir un papel
fundamental dentro de la rehabilitación de Maya. Trabaja de enfermera. Posee un grupo religioso llamado Las
Viudas de Jesús, que se dedica a realizar actos misericordiosos y
a la oración. Maya la conoció en
Estados Unidos.
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La autora: Isabel Allende. |