1. Preámbulo.
Durante muchos años el llamado Rey del
Terror, Stephen King (el “Tío Steve” para los amigos y/o seguidores acérrimos,
como este humilde servidor suyo) se dedicó casi en exclusiva a publicar sus
numerosas obras, entre cuentos, novelettes y novelas, en solitario. No obstante, en plena época de sus obras más
clásicas, años ochenta (bueno, también hay que considerar la década anterior),
se unió a su amigo y colega Peter Straub para escribir esa joyita de la
fantasía oscura juvenil (que no sé si estoy 100% en lo correcto para tildarla
de esa forma) que es El Talisman (1984). Pasaron años para que volviera nuestro autor
a cooperar con otro artista, en lo de escribir una nueva obra y ello fue una
vez más junto a Straub, con quien nos dio una obra aún más sorprendente, ya que
se trataba nada menos que de la continuación del libro recién mencionado,
retomando a su protagonista ahora adulto y más encima conectando la trama con
su saga de La Torre Oscura, que por aquellas fechas estaba por terminar
(si bien aún luego de sacar el séptimo tomo de los títulos centrales, publicó
dos piezas más de sus personajes); me estoy refiriendo a Casa Negra (2001).
Luego en 2005 se dio el gusto King de sacar
un libro sobre una de sus mayores pasiones, el beisbol, el cual redactó junto a
Stewart O'Nan, ¡Campeones mundiales al fin!: Cómo los Medias Rojas lograron ganar la
serie del 2004 (Faithful: Two Diehard Boston Red Sox Fans
Chronicle the Historic 2004 Season, 2005) y definitivamente el único
libro, hasta ahora, que no leería de mi autor favorito (en contra de lo que
pensaba antes, que de él me leería hasta la lista del supermercado y que para
nada me interesa un deporte que en Chile ni se juega, además de que me aburren
las actividades físicas de este tipo). En
2012 volvió a unirse con O´Nan, al coescribir un relato de ficción, al que
titularon Un Rostro en la Multitud, texto que se publicó originalmente de
forma electrónica.
A partir de entonces, parece que le tomó
el gusto a eso de cooperar de ese modo con algún colega suyo y siendo el
siguiente de sus compañeros de escritura, nada menos que su hijo Joe Hill, ya
convertido por sí mismo en un artista con fama, fortuna y talento propios; es
así que Throttle es una novela corta, coescrita por ambos para la
antología Él es Leyenda (2009) y en la cual varios autores consagrados de
la narrativa de terror y de ciencia ficción homenajearon al maestro Richard Matheson, al escribir historias inspiradas en varios de sus clásicos (luego esta
obra fue adaptada al cómic). Posteriormente
en 2012 sacaron En la Hierba Alta, un duro relato de horror sobrenatural que
fue adaptado el año pasado por Netflix, si bien con irregulares resultados.
Y al parecer le agradó bastante trabajar
con uno de sus hijos a ese nivel, puesto que en 2017 sacó una nueva novela,
esta vez realizada junto a su hijo Owen King y aunque este no célebre como Joe Hill (el cual, a
diferencia de Owen, decidió comenzar a publicar con pseudónimo para
demostrarles a otros su propio talento y alejarse de ese modo de la sombra de
su padre). Fue así que salió al mercado Bellas
Durmientes, que tuvo muy buena acogida (aunque no dejo de preguntarme,
si en realidad dicho libro fue algo proyectado para disparar la carrera de este
retoño suyo, hasta entonces conocido solo dentro de un pequeño círculo en su
país como escritor).
Y es ahora cuando llegamos al libro que
ahora nos reúne, La Caja de Botones de Gwendy (2017), una novela corta o
novelette coescrita junto a su amigo de años Richard Chizmar…
2. ¿Y quién es Richard Chizmar?
Tal como pasó con Owen King, quien sin
duda hoy le debe su fama mundial a su padre, sin dudas, hasta antes de la
publicación del libro que hoy revisamos solo los “Lectores Constantes” y
conocedores en profundidad de la vida y obra del Tío Steve, sabíamos sobre esta
persona. Y es que Richard Chizmar (Estados
Unidos, 1965) es el dueño de una pequeña, pero importante editorial gringa
especializada en sacar ediciones limitadas, de lujo y hermoseadas, de libros de
autores como Stephen King: o sea, obras de terror, entre novelas, antologías y
colecciones de cuentos de escritores contemporáneos, como clásicos. Se trata, además, de ediciones firmadas por
sus autores y numeradas, con ilustraciones exclusivas hechas por artistas de
renombre, encuadernadas y con otras características de lujo.
Como ya llevaba tiempo junto al resto de
su empresa, sacando estas versiones de lujo de los libros del Maestro del
Terror (uno de los principales nombres de su catálogo), era obvio que sus
relaciones comerciales tan estrechas, los acercaran a tener también una férrea
amistad. Por otro lado, su interés en la
narrativa de horror, también llevó a Chizmar a incursionar por su cuenta en la
narrativa, llevando a escribir varios cuentos y unas cuantas novelas que lo
hicieron reconocido por la crítica especializada, al punto de ganar varios
premios de rancia alcurnia, como el Mundial de Fantasía en dos ocasiones.
3. El argumento.
La novela nos lleva de nuevo a esa
mítica ciudad pequeña y donde está claro ese viejo adagio de “Pueblo chico,
infierno grande”, llamado Castle Rock; el mismo lugar donde King ha ambientado algunas
de sus obras clásicas más famosas, tales como La Zona Muerta y Cujo,
entre cuentos y novelas. Es así que
empezando la historia a finales de los setenta, nos cuenta las vicisitudes de
la pequeña de doce años Gwendy Peterson, una chica vivaz, pero acomplejada por
una al parecer incipiente gordura. Un
día la chica se encuentra con un misterioso hombre vestido de negro y con quien
temerosa, aunque intrigada, entabla conversación no habiendo nadie más a su
alrededor. El sujeto le regala una caja
muy especial, la cual entrega a su dueña unos regalos que ningún objeto “normal”
podría dar y de ese modo la vida de nuestra protagonista comienza a cambiar
considerablemente. Años pasan mientras
Gwendy tiene consigo ese artículo mágico, hasta los primeros años de su
adultez.
Detrás de esta historia emotiva e inquietante,
encontramos una honda reflexión acerca del poder que tienen los deseos, los
cuales muchas veces nos llevan a sacar a flote la oscuridad que habita en
nosotros y llevándonos a tomar las peores decisiones, por el hecho de albergar
con tantas ansias apetitos inconfesables.
La caja de botones de Gwendy es, entonces, una alegoría a los vicios
tales como la drogadicción y el alcohol, lo que bien se puede observar por la
dependencia a la que llega la muchacha. Se
habla de “premios” y/o satisfacciones que le otorga el susodicho objeto a la
protagonista, haciéndole la vida más fácil; no obstante, este artefacto tiene su
propia manera de cobrar los beneficios que da, tal como ocurre con las
mencionadas adicciones y otras. De igual
manera, podríamos hallar paralelos con el materialismo y la vanidad, por cuanto
la “dichosa” caja de botones acentúa en la joven estos rasgos y ello a medida
que va usándola con cierta constancia para conseguir sus beneficios.
Interesante, resulta ser que en ningún
momento Gwendy se vuelve una “mala persona”, al contrario, siempre mantiene
cierto grado de belleza interior; sin embargo, tal como queda demostrado a lo
largo del libro, lo que llega fácil, se va fácil y la única manera de que
nuestras posesiones tengan verdadero valor para uno y trascienda en nuestros
recuerdos, es si ellos son fruto de nuestro esfuerzo.
En efecto detrás de todo esto hay una
fuerte carga moral, donde la culpa y el arrepentimiento toman un papel determinante
en la trama, ya que como sucede en las obras más clásicas del género de terror,
nuestros actos traen consecuencias y ellas en este tipo de ficcione,s pueden
ser tanto o más pesadillescas que en la vida real. En cierto sentido, estamos frente a lo más
parecido a un cuento de hadas para adultos, puesto que todo comienza cuando
Gwendy aún es una niña pequeña; quien como muchas heroínas de los viejos
textos, recibe un regalo maravilloso, lo usa a su entera satisfacción y ello se
convierte en una razón para obtener una verdadera lección de vida (o un castigo,
si lo vemos de la manera menos amable.
Al final la moraleja no deja de estar presente, elemento primordial en
este tipo de obras, aunque tal vez nos falte en este caso la intervención de
las fuerzas del bien (que no olvidemos es una historia de terror).
La narración consigue mantenernos atentos
a todo lo que pasa y va a pasar y bien podría considerarse un retrato
costumbrista del cambio de las décadas de los setenta a los ochenta, visto a través
de una chiquilla, si no fuera porque detrás de sus alegrías y penas, está ese
elemento sobrenatural que en determinados momentos nos va a sorprender (y me
saco el sombrero, cuando los autores juegan con cierto famoso hecho fatídico de
la época, para relacionarlo con la historia que nos están contando). Por otro
lado, el verdadero horror solo llega a manifestarse cerca del final,
devolviéndonos al King que tanto amamos sus seguidores de tantos años y en lo
que Chizmar sabe adecuarse muy bien.
4. Regalitos
para el “Lector Constante”.
Aparte de que el argumento transcurra en
la citada ciudad de Castle Rock, debido a la época en la que sucede este, se
menciona a un recordado personaje de las historias de antaño de tal lugar, el
sheriff Bannerman; por otro lado, tenemos a un personaje de apellido Desjardin…¿Quizás
pariente de la amable profesora que aparece en Carrie?. Pero es en la figura de extraño hombre con el
que se encuentra la protagonista, Richard Farris, al cual podemos reconocer
nada menos como a un avatar de Randall Flagg, el villano arquetípico de las
novelas de Stephen King; recordemos que este tiene la capacidad de moverse
entre mundos, usando por lo general un nombre con las iniciales R y F (cabe
mencionar, además, que apareció por
primera vez en la versión original de The Stand- en español traducida como
La
Danza de la Muerte- y que luego lo usó King para sus novelas de La
Torre Oscura, como en su fantasía épica juvenil Los Ojos del Dragón). No obstante, esta versión de su antagonista
es al parecer bastante distinto a sus otras manifestaciones, puesto que su
conducta difiere mucho a como lo habíamos visto antes…Sin embargo, es mejor que
los conocedores de la bibliografía del Rey del Terror, que no han leído aún
este texto, lo descubran por su cuenta.
5. Para
terminar.
Cambié este libro por otro del mismo Tío
Steve, cuando me regalaron para mi último cumpleaños un título suyo que ya
tenía (eso sí, tuve que pagar una diferencia en dinero, aunque era poquita y
valía la pena el desembolso). No tenía
pensando leerlo aún, luego de que mi primera lectura literaria de este año fue
la Trilogía
de Bill Hodges, no obstante, una alumna escogió esta novelita como
lectura para el primer trabajo de este año y como no quería que me hiciera
spoilers, me dispuse a dedicarme a ella antes de recibir su trabajo.
Es cortita, de poco más de 170 páginas,
con letra grande y con ilustraciones en blanco y negro (aunque estas no me gustaron,
puesto que las encontré demasiado minimalistas y que no logran sintetizar los pasajes
del libro, pecando de “artísticas”). A
Chile llegó en una preciosa edición en tapa dura, con sobrecubierta y a precio
accesible.
Por otro lado, mi hizo interesarme en la
obra en solitario de Richard Chizmar y espero ojalá tener pronto la oportunidad
de leer algunas de esas historias… ¿Estará al menos un par de sus cuentos en
español?
Recién me enteré, investigando en
Internet, que Chizmar escribió una continuación y que se llama Gwendy´s
Magic Feather; a ver si llega por estos lares en la lengua de Cervantes
y pronto.
Ojalá se animen en adentrarse en las páginas
de este libro, que es fácil de llevar y yo lo dosifiqué en 3 noches más o menos,
menos de un par de horas por sesión, aprovechando la cuarentena del
Coronavirus, je.
Elwin... muy buen análisis, no tengo mucho más para agregar. Una novela corta y de lectura rápida, algo que a veces viene muy bien. Visto que la secuela está siendo publicada en varios países, es muy probable que llegue a publicarse en castellano. Y seguramente habrá un tercer libro, aunque todavía no sabemos si será King-Chizmar o solo Chizmar.
ResponderEliminarSaludos
RICARDO
¿Cuánto llevamos compartiendo nuestro aprecio por Steven King...unos veinte años? ¡Cómo pasa el tiempo! Y es que el Tío Steve (¡Larga vida al Rey!) no deja de sorprendernos con sus historias y es así como esta novelita vuelve a ser otra manifestación de su genialidad, sin menosprecio de Chizmar, y una razón de más para compartir con otr@s el gusto de su lectura.
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