1. Para empezar
Varios nombres se me vienen a la cabeza al respecto, de programas de televisión que adoraba, veía primero con mi familia en la tele que teníamos en el negocio de la casa (Bazar Three Roses se llamaba) y luego, años después, en mi propio cuarto, una vez que tuve mi aparato personal para ver pelis, series y producciones varias. Recuerdo con cariño y adolescente títulos de factura nacional, que crecí viendo feliz como Mundo (sobre divulgación científica y al que cada año se le agregaba a su título las dos últimas cifras de la temporada, o sea, Mundo 84, por ejemplo) La Tierra en que Vivimos (acerca de naturaleza, flora, fauna y los ecosistemas, de Sergio Nuño; que luego cuando comenzaron a salir las revistas- gratis con el diario La Tercera- coleccionaba y leía feliz, si hasta un álbum de láminas creo que tuvo), Informe Especial (reportajes de carácter nacional e internacional, sobre temas de índole polémica y preocupación social como guerras, narcotráfico y otros), Contacto (el cual, a diferencia del resto, era emitido los miércoles, con reportajes varios de tipo cultural, anecdóticos y de denuncia, que gracias a este conocí a mi querida Isabel Allende), Cinevideo (acerca de uno de mis temas favoritos: el séptimo arte) y El Mirador (reportajes sobre actualidad, algunos de índole bastante polémica y otros más de perfil curioso y que el único que recuerdo, porque me gustó mucho y hasta se lo mostré a mis alumnos, fue uno sobre Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad y Macondo).
Como ya estamos por terminar este 2024, un tiempo considerable ha pasado desde que emitían esos programas y los miraba ávido de aprender y de pasar el rato sanamente; tras terminar cada capítulo me sentía dichoso, con la certeza de ser menos ignorante. Todo esto se lo debía a aquellos que estaban detrás de tales producciones, quienes les dieron su sello característico y sin cuya presencia tales programas no habrían sido esas joyitas, que hoy en día recordamos con tanta nostalgia; eran verdaderas personalidades, muy apreciadas por lo que hacían, y por eso mismo cuando los perdimos. el mundo se nos hizo más chiquitito. El primero de ellos en irse fue Hernán Olguín, el periodista a cargo de Mundo, en el muy lejano 1987 (por donde vivo hay un colegio que lleva su nombre). El año pasado se fueron Alipio Vera, uno de los periodistas más reconocidos de Informe Especial (quien hacía reportajes muy osados, muchos de ellos en medio de conflictos bélicos), Augusto Góngora (el encantador creador y conductor de Cinevideo, de quien ya hablé en su momento) y Patricio Bañados (responsable de El Mirador, quien como el anterior fue una figura primordial en la defensa de la democracia y los derechos civiles) ... Así que harto nos tocó lamentar todas esas partidas.
Intro de Cinevideo (1993)
Muy ameno y para nada "intelectualoide", Antonio Skármeta siempre nos regalaba una sonrisa en sus intervenciones, como cuando entrevistaba a algún escritor o leía algún texto literario frente a las pantallas; era imposible no adorar a ese osito, que se había tomado la misión de acercar a la gente común, usando la "caja tonta", el ancho y bello mundo de las letras.
De sus primeras temporadas me gustaba cuando un trío o cuarteto de escritores nacionales criticaban libros recién salidos, los que estaban sobre una mesa amontonados (si no me equivoco) y sacaban al azar. Una vez le tocó ser comentado a mi querido Stephen King con su novela Dolores Claiborne; Faride Zerán minusvaloró al Tío Steve por ser bestseller y, en cambio, Darío Oses fue más justo y amplio de miras.
La última temporada (supongo fue esa ¿No?) estuvo dedicada a los grandes libros de la literatura chilena, con episodios centrados en una obra en concreto. Recuerdo el de Papelucho (serie de libros infantiles de Marcela Paz, que me inició en el amor por la narrativa), otro sobre Mala Onda (libro de Alberto Fuguet que lo di a leer varias veces en mis clases, así que este especial se los mostré a mis alumnos, que lo tenía grabado de la tele en VHS), Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada de Pablo Neruda y La Casa de los Espíritus (la querida novela de Isabel Allende que me releí el año pasado, ya que se la di como lectura domiciliaria a los chicos y como en YouTube encontré el episodio, se los proyecté en clases).
He aquí un capítulo entero, vean qué hermosa su segundo créditos de apertura
En 2002 Netflix hizo una nueva versión de Ardiente Paciencia, de coproducción chilena, pero no la he visto y solo la recuerdo ahora que escribo estas palabras.
Skármeta ha estado en buena parte de mi vida como docente, ya que en numerosas ocasiones he dado a mis estudiantes como lectura Ardiente Paciencia, libro que ha sido bien popular entre ellos gracias a su lenguaje "chileno" (harto garabateo y expresiones populares, más uso de refrenas famosos, entre otros interesantes aspectos lingüísticos), su famosa escena de sexo (por eso solo lo hago leer a chicos de cursos mayores) y su historia de amor inolvidable; también les he mostrado la cinta de Redford (que es preciosa) y un documental genial que venía en la edición en DVD.
A chicos más pequeños les di a leer su novela juvenil No Pasó Nada, que también me gusta demasiado, sobre un chico hijo de exiliados chilenos en Alemania (donde vivió como expatriado y luego regresó como diplomático); otro título suyo que ha sido un éxito entre mis estudiantes.
Hace dos años no más me leí de él su cuento El Ciclista de San Cristóbal, al que le tenía muchas ganas desde mi juventud; sin embargo, me aburrió y decepcionó. Mi encuentro con ese relato fue porque lo debía leer uno de los cursos que tenía a cargo, justamente mi jefatura de Tercero Medio y me vi forzado a preparar la evaluación sobre esa pieza.
El mismo año del que les hablé recién, en Taller de Literatura, con un par de alumnos hicimos un montaje de Ardiente Paciencia, que fue un éxito. Eso fue para la muestra teatral del colegio donde trabajaba. Solo presentamos la primera parte, que las alumnas que iban a salir en el resto de la obra faltaban mucho a los ensayos y para no volverme loco, pensando en que el resultado final sería un desastre, opté solo con mostrar lo que auguraba un buen resultado. En todo caso, fue un lindo recuerdo de mi trabajo como profesor y los chiquillos se lucieron.
Y que no se me olvide: También he visto con mis alumnos Ardiente Paciencia, interpretado por actores profesionales en vivo. Eso sí, fue hace mucho tiempo ya, en un establecimiento que ya no existe.
Un momento de antología