martes, 17 de junio de 2014

La Novela Policial Chilena Cosmopolita en “Boleros en la Habana” de Roberto Ampuero.


I- Sobre el autor.

    Roberto Ampuero (nacido en la ciudad de Valparaíso de Chile el 20 de febrero de 1953) es hoy en día uno de los escritores chilenos más leídos en el mundo, teniendo a su haber más de 10 libros, los que han sido traducidos a casi 10 lenguas diferentes (entre las que se encuentran el croata, el chino y el sueco, entre las más “exóticas”).  Su enorme talento y éxito de crítica, como entre su público, le han otorgado varios premios, como reconocimientos honoríficos. 
Roberto Ampuero.
    Su literatura en general se mueve entre la novela policial (con la cual cobró fama y fortuna) y una narrativa centrada en las relaciones de las parejas heterosexuales contemporáneas y sus conflictos, además de unos cuantos cuentos y otros géneros.  En  su infancia y adolescencia estudió en un colegio alemán, donde le tocó convivir junto a gente de varios lugares del mundo; luego como adulto radicó en numerosos países, algunos bastantes distintos entre sí…Todo ello llevó a que su narrativa se encontrara llena de los paisajes y culturas que llegó a conocer, al igual que de la gente con la cual compartió.  De este modo, las miles de páginas que ha escrito reflejan su paso por las dos Alemanias durante la existencia del Muro de Berlín, Cuba, México, Suecia y Estados Unidos.  Sus primeros viajes que lo convirtieron en ciudadano del mundo, fueron motivados tanto por su juventud, como por su militancia de izquierda, una vez que decidió autoexiliarse luego de que la dictadura de Pinochet se asentó en su país.  No obstante ya más adulto, desencantado de la ideología comunista, convertido en un profesional y flirteando con el pensamiento de derecha que heredó de su familia, vivió radicado en otros lugares; también regresó en más de una ocasión a su tierra natal, tras la vuelta de la democracia a Chile.

II- La novela “Boleros en la Habana”.

     Corresponde a la segunda obra de su ciclo dedicado al detective privado Cayetano Brulé, editándose en 1994 y siendo la segunda entrega tras su debut con ¿Quién Mató a Cristián Kustermann? de tan sólo el año anterior.  A la fecha, son 6 los libros del autor que giran en torno a las andanzas policiales de su particular protagonista. 
     Sin dar mayores detalles, que pudieran quitarle a un eventual nuevo lector el gusto de la sorpresa, su trama consiste en lo siguiente: Un cantante de boleros contacta a Cayetano Brulé para que resuelva el misterio de una maleta con muchísimo dinero que llegó a sus manos y cuyo origen el artista ignora por completo.  Ante los hechos increíbles que se van dando de forma rápida, una vez que el cantante comienza a despertar la inquietud de los involucrados, Brulé le recomienda esconderse nada menos que en Cuba, su país de origen, cambiando eso sí de identidad; por otro lado el detective cubano avecindado en Chile se dedica a investigar, hasta que descubre una serie de acciones criminales que llegan a involucrar nada menos que a un importante político nacional.  Sin decir más al respecto, su desenlace involucra más de una sorpresa, que a más de un lector le maravillarán.
     Al tratarse de una obra policial, en el libro aparecen varios arquetipos, temas y patrones propios del género.  En primer lugar se encuentra la inmensa carga de la crítica social y con la cual se denuncia en este caso la existencia de corrupción incluso en las más altas esferas.  Este elemento le otorga al texto, el carácter de ser un oscuro retrato de los primeros años del regreso a la democracia en Chile, tras el lapsus en el que estuvo sometido a los vejámenes del gobierno pinochetista; es así cómo en la novela es posible identificar sujetos de moral sospechosa o meramente turbios y que sin embargo viven amparados por cierta amnistía de parte del nuevo gobierno y que en algunos casos hace la vista gorda frente a una que otra irregularidad (dentro de esto destaca la figura de un agente de carabineros o de investigaciones, quien durante el régimen dictatorial realizó torturas a los opositores y que pese a todo sigue trabajando en lo suyo, cuando se supone que alguien de su calaña ya hace rato que debería haber sido ajusticiado).   Por otro lado en los capítulos que transcurren en Cuba, es posible identificar la ambigüedad del régimen de Castro, siendo sus ciudadanos comunes y corrientes los que pasan las penurias de su injusticia social, que supuestamente su marxismo ha abolido y al que en más de una ocasión un ex partidario como el mismísimo Ampuero ha denunciado en sus obras (si no, basta con leer su entretenidísima novela semiautobiográfica Nuestros Años Verde Olivo, color que remite al traje que usan los militantes del “presidente” caribeño).
   
Ilustración que representa al carismático protagonista.
Considerando todo lo anterior, en este título el escritor retrata la sociedad chilena de principios de los noventa, como por igual describe con lujo de detalles una cultura por completo diferente a ella, tal cual es la cubana; de este modo en el libro en cuestión es posible hacerse una imagen pintoresca y crítica sobre cómo ambas naciones y sociedades viven su día a día a finales del siglo XX.  Por otro lado, cabe fijarse en el hecho de que la idiosincrasia e historia de ambos pueblos hermanos si bien son tan diferentes, a la vez conservan uno que otro rasgo en común, como bien lo pueden ser sus personajes pintorescos, tan representativos de sus respectivas naciones (amén de las desigualdades sociales propias de estos países tercermundistas).
    Siguiendo en la misma línea de las convenciones propias del género policial, de las que se apropia a su manera el autor, sobresale la existencia de la femme fatale, que en el texto corresponde a una mujer que necesariamente sin ser malvada, con su presencia gatilla varias subtramas y tragedias entre más de un enamorado suyo; la fémina a su vez se convierte en un fiel reflejo de una que otra pauta de comportamiento habitual entre la gente de su cultura (como bien resulta ser el deseo inmenso de sobrevivencia, a toda costa en un mundo difícil).   También existe en Boleros en la Habana la habitual violencia en este tipo de obras, la que en todo caso no llega a ser tan explícita y gore como sucede entre otros cultores del género; no obstante, ésta no deja de otorgarle su impronta de peligro a los vericuetos por los que pasan los protagonistas (cuota esencial en toda obra policial que se precie de atenerse a sus reglas), así como de brindarle su aire de salvajismo a los protagonistas de la novela.  Por otro lado, el misterio y las vueltas de tuerca abundan en la trama, a tal punto que vez en que se desenreda un argumento o conflicto, aparece otro que lo complica todo.
    La novela cuenta además con la presencia de un sano humor, que le otorga a la lectura un plus más a la hora de evaluarla de forma positiva, con personajes llamativos y hasta entrañables (tal como resultan ser el mismo protagonista, Cayetano Brulé y su fiel ayudante, de quienes se hablará más adelante, además del cantante de boleros y los secundarios que van apareciendo a medida que el libro se desarrolla).  Dentro de lo que respecta a los entes de ficción que pululan a través de sus páginas, es posible evidenciar en ellos a muchos de los personajes populares y anónimos, que abundan por las calles de las ciudades en las que transcurre la obra (en especial la Habana en Cuba y Valparaíso en Chile). Todos ellos son gente común y corriente que pese a su aparente monotonía, poseen uno que otro rasgo en su personalidad que les otorga atractivo y que por eso tanto el narrador como el detective se detienen en dedicarles su tiempo.  Es así como se encuentran en el texto oficinistas, agentes de la policía, dueñas de casa, vecinos, artistas, obreros y muchos más que configuran el especial mundo narrativo de la novela.
    Otro aspecto a destacar, es la prosa con la que se encuentra escrita esta narración y que resulta ser bastante barroca en varios momentos, quizás como una técnica estilística usada a propósito por el escritor, para emular a sus colegas más clásicos.

III- Los personajes:

  • Cayetano Brulé: El más celebrado detective de las letras criollas es de origen cubano, si bien se vino a vivir a principios de los setenta en Chile, radicándose en la ciudad de Valparaíso y donde tiene tanto su vivienda, como su modesta oficina.  Es un hombre que durante los eventos de este libro está por sobre los cuarenta años de edad, de estatura baja y con serios problemas de sobrepeso, que además usa bigotes y hace rato se está quedando calvo.  Como buen cubano gusta mucho del mejor café y del tabaco, los que en un país como Chile no siempre puede obtener de la mejor calidad y más aún considerando sus constantes apuros económicos.  Quizás como una ironía de su propio autor (tan dado a crear en esta serie de novelas a personajes llamativos, que en algunos casos caen en lo esperpéntico), Cayetano Brulé consiguió su identidad de detective privado gracias a un curso por correspondencia y que “dictaba” una institución de dudosa reputación; es por esta misma razón que a diferencia de muchos de sus más sofisticados colegas de oficio, el cubano no sea poseedor de la postura gallarda de quienes le han precedido en este tipo de historias; no obstante sí comparte con ellos el ingenio y la personalidad chispeante, además de la valentía, características que resultan ser requisito para sobrevivir en su medio.  A su vez como ya lleva años en el último país del mundo, codeándose con su gente de la forma más íntima posible, ocupa como todo un nativo de la región su lenguaje al revés y al derecho, así como también conoce y maneja todas sus más mínimas costumbres.  Mantiene una relación amorosa libre, con la dueña de un particular prostíbulo.
  • Bernardo Susuki: Hijo de un marinero japonés y una chilena, en las novelas de la saga cumple el papel convencional del fiel ayudante y confidente del detective privado de turno.  A su vez es un hombre sencillo, quien profesa un gran respeto por su jefe, al que trata de “usted”, quien lo llama afectuosamente “chino” (término usado en Chile para designar a cualquier persona de origen oriental y/o con ojos rasgados, indistintamente de su nacionalidad).  Posee un amorío con la dueña de un servicio de empleadas domésticas; esta relación le sirve a su jefe para averiguar secretos importantes, de quienes usan los servicios de dicha oficina de colocación.
  • Plácido del Rosal: En apariencia es un insignificante hombrecito quien contrata a Cayetano, no obstante guarda para sí más de una sorpresa.  A su vez este sujeto de voz angelical, ha recorrido gran parte del continente gracias a su labor artística.  Su papel sirve además para mostrar al lector un mundo para muchos desconocido y que no deja de hacerse atractivo en la novela, el de los cantantes itinerantes de pequeños espectáculos musicales (labor que el escritor realiza con eficacia, a la hora de describirlo todo con gran viveza).
  • Paloma Matamoros: Exótica bailarina del exclusivo Tropicana, centro de eventos cubano al que sólo los extranjeros pueden acceder en el país (si bien sus empleados son lugareños que trabajan para el gobierno de Fidel).  Es una mujer de belleza increíble, que ha roto más de un corazón entre los hombres.  Oficia también de prostituta, situación que el autor no deja de ilustrar y que es tan típica en la isla, en especial entre quienes explotan sus encantos para conseguir los medios que escasean para el ciudadano común o en el mejor de los casos, conseguir que un extranjero se los lleve a otra parte (a su vez el personaje permite desarrollar el drama de los balseros, lo que corresponde a los disidentes cubanos que arriesgan su vida escapando a aguas internacionales y usando embarcaciones endebles de producción casera).  Siendo menor de edad se enamoró con locura de un militar ruso, a quien le entregó su virginidad y le dio un hijo, quien en todo caso no llegó a conocerlo, ya que no volvió de nuevo al país una vez que terminó su periodo allá.  Cuando conoce a Plácido, quien engancha de inmediato con ella, aprovecha la oportunidad de poder irse por fin de Cuba (lo que en todo caso no será tan fácil como ella cree).  Su nombre y apellido, que bien pueden corresponder a su pseudónimo artístico para despertar mayores pasiones entre su público masculino, no puede ser más simbólico en su configuración: puesto que nombre y apellido corresponden a cierta antítesis entre sí, al poner en una misma persona la candidez del ave que le da nombre, junto a la idea de la “devoradora” de hombres y/o “asesina” de pasiones.
  • Suizo: Atractivo y varonil hombre que contrasta por completo con la figura desgarbada de Plácido y el pachacho Brulé.  Trabaja para la gente que perdió el dinero que encontró el cantante y que lo envía en su búsqueda para recuperarlo.  Si bien  trabaja fuera de la ley, no es un hombre por completo violento y acostumbra a usar el diálogo antes de ocupar la fuerza bruta.  Su destino se cruza de la forma más sorprendente con la ninfa Paloma Matamoros.
  • Moshé Dayan: Su nombre es un claro ejemplo de intertextualidad y/u homenaje por parte del autor, ya que Ampuero lo sacó de un personaje público israelí, quien era tuerto como su símil literario.  En la novela corresponde a un lustrabotas callejero que sirve a Cayetano de informante, respecto a varias actividades ilegales o de difícil acceso, gracias a sus bien ubicados contactos.  El detective le paga por estos datos a este hombre tuerto de serias convicciones racistas y que aparece en varias de las novelas del ciclo de Brulé (otro elemento irónico en el libro, si se considera que el protagonista es de origen cubano, quien mantiene esta estrecha relación de servicios con el lustrabotas).[1]
 
Lustrabotas chileno (para que se hagan una mejor idea los
lectores extranjeros, acerca de estos populares personajes de mi país).


[1] En Chile corresponde este oficio a sujetos que en plena vía pública lustran el calzado de los transeúntes, usando un banquito donde se sientan sus clientes y a quienes por lo general ofrecen periódicos, además de amena conversación, para que se entretengan mientras le realizan su servicio y el que realizan de una forma verdaderamente profesional.

2 comentarios:

  1. Me gustó en gran medida la novela que leí de este personaje, "¿Quién mató a Cristián Kustermann?", y esta también me resulta muy atractiva. Sólo que comencé por la otra por ser la primera y querer seguir el orden. Es un personaje muy interesante por su carácter de antihéroe. Me recordó mucho a Pepe Carvalho, pero con su propia personalidad, y esa mirada irónica sobre la realidad de Iberoamérica.

    Es llamativa la figura del limpiabotas como informante. En las aventuras de Pepe Carvalho también tiene un confidente de esta profesión, "el Bromuro". Me resultó curioso que en tu país sigan siendo habituales los limpiabotas, Elwin. Aquí en España han desaparecido casi por completo. Antes eran muy comunes, tantos los callejeros como los que tenían unos pequeños locales con asientos. En A Coruña hubo un local así en el centro, pero desapareció cuando se jubiló su propietario. Hoy son testimoniales, como los afiladores. Un abrazo Elwin.

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    1. Estimado amigo Tomás, hace un tiempo atrás en tu texto dedicado a Roberto Ampuero, te escribí que al leerte me alentabas a retomar la obra de este escritor, que hace rato tenía olvidada (pues siempre es grato disfrutar de uno de nuestros autores predilectos). Lo que me cuentas en tu comentario acerca de que allá en tus tierras también existe este oficio, si bien veo casi desaparecido en la Madre Patria, me hace ver cómo en Chile nos mantenemos arraigados a recias tradiciones venidas del Viejo Mundo; y es que bien creo que como latinoamericanos debemos honrar tanto nuestra herencia indígenas como la europea ya que gracias al mestizaje somos lo que hemos llegado a ser y con orgullo, Es por esta razón que la literatura de Ampuero se convierte en un fiel testimonio del carácter intercultural de mi amado país.

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