El pasado 17 este mes de mayo, a los 79 años,
nos dejó Vangelis y con él otro pedacito del ya viejo siglo XX se perdió, por
no mencionar todas las memorias que sus admiradores- como quien les habla- se
han visto marcadas por una pérdida tan grande.
Por mi parte, tenía todas mis esperanzas en que este 2022 sería mejor
que los dos primeros años de pandemia, pero aunque en muchos aspectos todavía
siento esperanzas al respecto, personalmente ha sido doloroso. Y es que por mi parte, Vangelis forma
parte esencial de mis recuerdos, desde temprana edad- plena adolescencia-
siendo parte de mi vida casi al nivel de Stephen King. Por ende, un artista, por mucho que no lo
hayas llegado a conocer en persona, puede influenciar en tu vida, tanto como
alguien que sí ha estado físicamente a tu lado por años.
Como en otras ocasiones, no les hablaré de
la carrera de este músico al que quiero homenajear, que para eso tienen
Wikipedia y un montón de páginas en Internet; en cambio, sí les hablaré de cómo
Vangelis ha formado parte esencial de mi persona.
Era el año 1992 y cursaba Tercero Medio,
cuando supe de la existencia de un programa llamado Música en 35
Milímetros, de la radio Futuro ("La radio de la Gran
Minoría", decía su lema en aquel entonces y con el cual me identifiqué;
que, por largo tiempo, hasta casi terminada mi educación universitaria, fui un
seguidor incondicional de la Futuro).
Era el segundo semestre de ese año y todavía no se cumplían los 500 años
del descubrimiento de América (ahora le llaman Encuentro de dos Mundos,
supuestamente para ser más políticamente correctos, lo que me parece más bien
un eufemismo), cuando aún no estrenaban 1492, el filme dirigido
por Ridley Scott sobre Cristóbal Colón y su cruzada personal para encontrar una
ruta más rápida a las llamadas Indias; así fue que en el mentado segmento
dominical, que se emitía a las 10 de la noche (¿O era a las 11?) emitieron su
banda sonora y fue la primera vez que escuché hablar de Vangelis, así como pude
apreciar de manera "consciente" sus composiciones, ya que era obvio
que en el pasado lo había hecho (ya me había visto Blade Runner, la cual me
gustó mucho desde un principio, el año anterior no más en la tele, donde
trabajó por primera vez con Scott).
Cuando el conductor, Cristian Landaeta (nunca olvidaré su nombre)
presentó al músico e hizo una completa introducción sobre su arte, quedé
fascinado y me prometí a mí mismo adentrarme en el resto de su labor. Sin embargo, fue su música hecha para el
susodicho filme, lo que con facilidad me conquistó y es que para entonces me
pareció que nunca antes había escuchado algo tan bello. Pasó más de un año para que recién pudiera
ver, y en el cine, la cinta que inspiró la que por años fue mi banda sonora
favorita. Una anécdota respecto a mi primer encuentro con Vangelis: el casete
que tenía dispuesto para grabar el programa, no alcanzó con todos los temas y
el penúltimo tema quedó incompleto; tuve que esperar a que repitieran al año
siguiente, en plenas vacaciones de verano, en lo mejor de 1992 de Música en 35
Milímetros, para conseguir toda la banda; así que me compré un casete de mayor
duración para remediar mi anterior problema.
Con posterioridad, aproveché todas las
ocasiones de la radio, ya sea por medio de la Futuro u otra como San Cristóbal
(que creo ya no existe) para conseguir más de sus discos (por medio de mis
grabaciones caseras, claro). Solo
gracias a mis profesores del colegio, a los que admiraba y quería con todo mi
ser, obtuve mis primeros casetes pirateados de Vangelis, sin que se escuchara
de vez en cuando el nombre de la radio de fondo; así fue cómo, a menos que me
equivoque, obtuve su banda sonora para Antartica (1983), una olvidada
película cuya música logró opacarla.
En la Futuro, en medio de la semana, daban
otros programas y de ese modo en el transcurso de 1993 pude saber de la música
pop de Vangelis, junto a su amigo Jon Anderson, puesto que emitieron un día su
cuarto disco juntos Page of Life (que por años juraba se llamaba Page
of Love, debido a mi pésimo inglés y que así lo había anotado en la
carátula y las etiquetas de mi grabación casera). Un día en el cole uno de mis profes, que se
convirtieron por años en mis amigos "adultos", me pidió una música
para un acto; "algo loco" me dijo y creo justo andaba con mi casette
de Page of Life; así que usaron su único tema completamente instrumental, que
fue un gusto casi orgásmico, escucharlo con los parlantes del gimnasio y
mientras todo el colegio veía una rara coreografía, interpretada por un
compañero de otro curso, quien corría por la cancha vestido con una máscara de
Freddy Krueger, al vaivén de Jon y Vangelis. Todavía, vez que escucho esas
canciones, me emociona la nostalgia y recuerdo con cariño ese último año de mi
vida como escolar, cuando mi mundo era
otro y todavía faltaba mucho para que saliera a flote mi verdadero yo.
Page of Life (1991)
Otro disco de Vangelis que conocí gracias a
la Futuro, fue Spiral (1977), de su etapa "oscura" en los años
70. Debo decirles que este me gusta
mucho, al punto de que su tema Himno al Hombre Desconocido, está
entre mis temas favoritos del griego.
Cabe mencionar, que también lo grabé en casete, la vez en que lo
emitieron.
Mis primeros casetes originales de Vangelis los recibí, a menos que me equivoque, la Navidad de 1992 y los pedí de regalo a mi papá y a mi mejor amiga, cuyo destino se cruzó con el mío desde mi más temprana infancia (o sea, de cuando estaba en Kinder). Como mis padres no tenían idea de mis gustos personales, salvo los nombres y títulos que me oían mencionar o lo que veíamos juntos en familia, ese año como en otras ocasiones, me dieron la plata para comprarme lo que quería y de ese modo me llevé de la hoy extinta Feria del Disco (¡Cuánto echo de menos sus locales, que marcaron casi los primeros cuarenta años de mi vida!) Themes (1989), uno de sus tantos recopilatorios y quizás el más famoso, con el que aluciné mucho. Por otro lado, Marta me obsequió la banda sonora de Carros de Fuego (1981), así que esa Navidad quedé muy contento y a cada rato escuchaba ambas cintas, que creo no tenía más originales que esos (el resto de la pura radio por el momento).
Unas navidades siguientes recibí para un “Amigo Secreto” de la casa – que al final todos sabíamos a quiénes les habíamos tocado- China (1979), el cual le pedí en exclusiva a mi cuñado para que no me diera algo que no fuese de mi agrado, je. Por esos años Fabián poseía un equipo maravilloso de sonido, así que puso el casete “a todo chancho” para escucharlo, aunque no completo, ya que no era del gusto de la familia (yo me tenía que conformar con mi humilde radiocasete de esos años… ¿O ya tenía mi primer equipo de alta fidelidad propio?).
Una vez arrendé en VHS una peli que solo vi una vez, pues era muy mala: Nosferatu en Venecia (1988). Se trata de un olvidable largometraje que pretendía, como muchas producciones italianas baratas, ser una secuela de un filme de culto (en este caso de la Nosferatu de Werner Herzog). Tenía al propio Klaus Kinski, estrella de la preciosa peli alemana de la que este bodrio quería usufructuar, repitiendo el papel de chupasangre y a otros artistas de la talla de Donald Pleasence y Christopher Plummer en pantalla, si bien nada de ello hacía valer la pena perder el tiempo con ella. No obstante, lo más llamativo, era que el letras grandes, dentro de los créditos de apertura, salía que la música había sido compuesta por nada menos que Vangelis. La verdad, es que los (ir) responsables de la peli tomaron, no sé sin con permiso o no y pagando derechos por ello, uno que otro tema del disco Máscara y el resto de la banda sonora lo completaron con un artista italiano, que pretendió imitar el estilo de Vangelis. Tiempo después, pude conseguirme el casete, aunque me falla la cabeza para tener clara certeza de en qué circunstancias me llegó este trabajo suyo que lo amo.
Mis primeros casetes originales de Vangelis los recibí, a menos que me equivoque, la Navidad de 1992 y los pedí de regalo a mi papá y a mi mejor amiga, cuyo destino se cruzó con el mío desde mi más temprana infancia (o sea, de cuando estaba en Kinder). Como mis padres no tenían idea de mis gustos personales, salvo los nombres y títulos que me oían mencionar o lo que veíamos juntos en familia, ese año como en otras ocasiones, me dieron la plata para comprarme lo que quería y de ese modo me llevé de la hoy extinta Feria del Disco (¡Cuánto echo de menos sus locales, que marcaron casi los primeros cuarenta años de mi vida!) Themes (1989), uno de sus tantos recopilatorios y quizás el más famoso, con el que aluciné mucho. Por otro lado, Marta me obsequió la banda sonora de Carros de Fuego (1981), así que esa Navidad quedé muy contento y a cada rato escuchaba ambas cintas, que creo no tenía más originales que esos (el resto de la pura radio por el momento).
Unas navidades siguientes recibí para un “Amigo Secreto” de la casa – que al final todos sabíamos a quiénes les habíamos tocado- China (1979), el cual le pedí en exclusiva a mi cuñado para que no me diera algo que no fuese de mi agrado, je. Por esos años Fabián poseía un equipo maravilloso de sonido, así que puso el casete “a todo chancho” para escucharlo, aunque no completo, ya que no era del gusto de la familia (yo me tenía que conformar con mi humilde radiocasete de esos años… ¿O ya tenía mi primer equipo de alta fidelidad propio?).
Una vez arrendé en VHS una peli que solo vi una vez, pues era muy mala: Nosferatu en Venecia (1988). Se trata de un olvidable largometraje que pretendía, como muchas producciones italianas baratas, ser una secuela de un filme de culto (en este caso de la Nosferatu de Werner Herzog). Tenía al propio Klaus Kinski, estrella de la preciosa peli alemana de la que este bodrio quería usufructuar, repitiendo el papel de chupasangre y a otros artistas de la talla de Donald Pleasence y Christopher Plummer en pantalla, si bien nada de ello hacía valer la pena perder el tiempo con ella. No obstante, lo más llamativo, era que el letras grandes, dentro de los créditos de apertura, salía que la música había sido compuesta por nada menos que Vangelis. La verdad, es que los (ir) responsables de la peli tomaron, no sé sin con permiso o no y pagando derechos por ello, uno que otro tema del disco Máscara y el resto de la banda sonora lo completaron con un artista italiano, que pretendió imitar el estilo de Vangelis. Tiempo después, pude conseguirme el casete, aunque me falla la cabeza para tener clara certeza de en qué circunstancias me llegó este trabajo suyo que lo amo.
Mask (1985)
Salvo la mencionada Marta, no tenía en aquellos últimos años de mi época de escolar, gente de mi edad con quiénes compartir muchos de mis gustos; así que tendría que esperar a 1994, cuando entrara a la Universidad, para conocer a amigos contemporáneos míos, entre los cuales encontraría almas afines (en el cole no me faltaban amistades, pero aun así era un ave raris, en el terreno intelectual). Así que era en mis profesores en quienes busqué un referente y entre ellos estaba Pabla, quien me hacía Castellano y a la consideraba casi una ídola. Pabla tenía (tiene, supongo) una sensibilidad que hasta antes de conocerla, nunca aprecié en persona alguna y en el transcurso de esa temporada, sufrió una depresión, debido a una desilusión amorosa (se enamoró de un colega, Pato, mi profe de Filosofía y al que también yo idolatraba, al punto de que le pedí fuese mi Padrino de Confirmación); ella era una mujer casada y con un hijo pequeño, no obstante, aun así enganchó con su "colemigo". Recuerdo que llovía a cántaros (¡Cuánto extraño el clima santiaguino, previo al cambio climático!) y mi profe estaba con licencia médica; pese a todo, la fui a ver a su casa, que por esos días estaba de santo y con una platita que tenía, más un dinero que me pasó Pato, le compré Festividades del Suelo (1984). Mi visita inesperada y la "atención" de parte de su amor imposible y este servidor, le dieron ánimo. Tiempo después, Pabla me prestó el casete, otro trabajo de Vangelis, que aunque raro por su carácter ambient, vez que lo escucho me pone melancólico.
En determinado momento de los noventa, cuando seguía en el cole, repitieron la teleserie mexicana Rosa Salvaje (1987-1988), que me gustaba harto y la disfrutaba con los míos en casa de lunes a viernes. La Verónica Castro la llevaba, je. Como yo ya tenía unos cuantos casetes en mi poder, los que oía seguido, no pudo pasar desapercibido que usaran como tema de un par de personajes en particular (era una pareja con un amor prohibido), el tema La Muerte del Mono de El Apocalipsis de los Animales (1973). Les quedaba bien su uso, en todo caso.
En la universidad conocí a César y me
enamoré a primera vista. Fue una relación que me marcó para siempre y me
redefinió por completo, aunque terminó mal y desde entonces me ha sido
imposible volver a sentir algo parecido.
Bueno... ¿Y qué tiene que ver esto con Vangelis? Pues, que así como
ambos crecimos juntos por 8 años sentimentalmente, yo por mi parte lo eduqué en
cuanto a música, cine y series de televisión se refiere; de ese modo, le
presenté a Vangelis y le grababa todo lo que me llegaba de él. Los primeros años de nuestra "ambigua
amistad" (se suponía éramos los mejores amigos, nos queríamos como
hermanos, pero eso era una venda para lo que en realidad había entre nosotros),
vez que pillaba algo que le gustara, se lo compraba y un ejemplo de ello, es
que en un local de otra cadena disquera que ya no existe, encontré en oferta See
yo later (198; así que compré una copia para César y otra para mí. Su sonrisa era para mí el mejor de los
regalos. Asimismo, para un cumpleaños,
César me regaló Ópera Salvaje (1979), una sorpresa que vez que la traigo
a mi memoria, me llena de dicha. Como
pueden comprobar, Vangelis está, de manera muy intrínseca, ligado a mi primer y
único amor de verdad... Me pregunto qué habrá pensado y sentido César, al
enterarse de la muerte del compositor.
Otro amigo de la universidad, William, quien tampoco sigue en mi vida, en ocasiones diferentes me regaló casetes originales de Vangelis, creo ambos para Navidad: Oceanic (1996) y El Greco (1998). Ahora que ha pasado tanto tiempo y soy menos ignorante, estoy seguro que William tenia espectro Autista, quizás Asperger, pues era muy especial y no dejaba de llamarnos la atención sus mañas; sin embargo, tampoco soy muy común que digamos y la pasaba muy bien en su compañía. Fui yo quién decidió alejarse de este amigo y todo fue porque William también era amigo de César (ambos éramos sus únicos cumpas, la verdad) y mantenían contacto, lo que me hacía sufrir tras mi rompimiento.
Mientras seguía todavía en la universidad, formé parte del primer fan club de Star Trek, junto al cual participé de varias actividades y donde conocí a amigos que todavía siguen conmigo, como Karla y Alejandro; el último mi querida versión chilensis de Daredevil, ya que es abogado... ¡Y ciego! Pues resulta que el buen Jano, como en esa época ya ganaba sus pesitos, me prestó varios Cds de música, que yo copiaba a casetes y luego cloné a CD, cuando la tecnología para hacerlo estuvo a disposición de uno. De ese modo, fui completando mi discografía de Vangelis y con la mejor calidad de sonido posible en aquel entonces.
De ese periodo universitario, recuerdo la publicidad en la tele cada ocasión en la que salía un nuevo disco de Vangelis y en especial de Voices (1995), que está entre mis predilectos, que también tuve primero solo gracias a la Futuro. Recuerdo que estaba obsesionado de comprármelo en CD y para mi segundo viaje a la playa con César, solo pensaba en que si me sobraba dinero del que llevaba, de más que podía adquirirlo (el precio, para ese ya lejano 1996 era de “5 luquitas”). Vangelis se había convertido, por din, en un artista que vendía bastante y era fácil encontrarse con gigantografías y carteles de sus nuevos discos en las tiendas del rubro.
El único cd original que logré tener en mi colección, es Albedo 0.39, uno de sus primeros trabajos y de cuando nuestro llorado músico, hacía composiciones experimentales y muy oscuras. De entre sus temas destaca Alpha, que de niño escuchaba con temor, al ser este parte de la banda sonora de Cosmos, el ya mítico programa de divulgación científica de Carl Sagan. Pude comprarme tal disco en oferta, en una pequeña tienda de San Diego, mientras paseaba por la famosa calle santiaguina dedicada a la venta de libros. Aquel día, en que me encontré con esa oportunidad, llegué muy feliz a mi casa con mi nueva adquisición, que era para mí algo muy significativo.
En 2001 me titulé como profesor. Para dar mi Examen de Grado, me compré un traje completo (tiempos en los que apreciaba vestir formal y más cuando se trataba de mi labor docente, que por años se suponía que así debíamos mostrarnos, ante nuestros alumnos y apoderados). Y entonces días previos a defender mi Memoria, sobre los Robots de Isaac Asimov, junto a mi amiga María Elena, estando en el Persa Bío-Bío, me encontré con el DVD de su concierto Mithoydea; ese fue el verdadero regalo, que me hice dicho mes y con el que festejé mi futuro triunfo, compartido con mi compañera Mary. Así que Vangelis estuvo conmigo en espíritu y pese a todo, una penita tenía en mi corazón, porque meses antes (en marzo de ese año), César renegó de mí, nunca leyó mi Memoria, de quien fue parte de la dedicatoria y tampoco pudo compartir conmigo, ese precioso espectáculo que era Mithoydea, así como tampoco me acompañó, cuando mi papá falleció en octubre de ese singular 2001.
En 2004 se estrenó Alexander y acudí al cine con mi comadrita Ledda, más por volver a ver en pantalla grande a Colin Farrell y a quien veníamos siguiendo juntos, porque era nuestro hombre ideal de ese entonces. Apenas comenzó la exhibición le dije:
- ¡Parece música de Vangelis!
Cuando terminó, que el filme era "ahí no más", me alegró darme cuenta de cómo se había afinado mi oído, puesto que en efecto no me equivocaba.
A principios de siglo conocí a Cristian Villagra, un amigo y vecino que se dedicaba, entre otras cosas, a vender "música pirata". Gracias a él completé mi colección también, en parte, que solo luego por medio de la magia de las descargas online y el MP3, conseguí los primeros discos de Vangelis (que, para ser sincero, no son muy de mi agrado) y los últimos, como el que ahora mismo escucho (Nocturne, su penúltima grabación, de 2019).
En más de una ocasión, usé algún que otro tema de Vangelis para una graduación de mis alumnos (nunca el famoso tema de 1492, que, aunque me gusta mucho, por años me parecía ya muy "trillado", o sea, utilizado demasiado).
A Vangelis se lo llevó el Covid-19, como a otros artistas queridos (el escritor Luis Sepúlveda, mi compatriota y el caricaturista Juan Giménez, fueron dos de los primeros famosos en sucumbir a este bicho desgraciado). No hayo la hora de que termine esta pandemia, que ha acabado con millones en el mundo, entre jóvenes y viejos, pero menos mal no ha matado a ningún ser querido "real" mío. No obstante, acá me encuentro despidiendo de una vez a Vangelis, al que no conocí en persona. Su muerte, no solo me hizo darme cuenta, una vez más, de lo frágiles que somos, sino que me hizo recordar todos estos episodios de mi vida, que miro con cariño y agradecido de que buena parte de su banda sonora, haya estado a cargo suyo.
Voices.