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miércoles, 25 de junio de 2025

Mi vida contigo


Nota: Mucho de lo que aquí cuento ya lo hice hace años en un viejo post y solo al revisar este texto, luego de dedicarle horas y ya habiéndolo publicado, me doy cuenta de ello.  Pido disculpas por mi despiste y solicito véanlo como una segunda versión de mi tiempo pasado con Mario.  Gracias.

    Un bibliófilo, amante de la narrativa y/o persona culta que se precie de serlo, sin dudas que sabe algo sobre Mario Vargas Llosa.  El escritor peruano más importante de su país, quien junto a colegas suyos como Gabriel García Márquez (de quién era muy amigo, hasta que se peleó con este por una mujer, según dicen por ahí) formó parte del Boom Latinoamericano, que entre las décadas de los sesenta y los setenta popularizó la narrativa de esta parte del mundo e hizo que sus autores y  sus obras fuesen traducidas a un montón de lenguas, además de ganar fama y fortuna, sin olvidar el importante reconocimiento artístico de la crítica y de sus pares.  Debe saberse, además, que este tuvo una importante participación en la política, comenzando primero en el Partido Comunista y luego militando, nada menos, que en la Derecha (llegando incluso a ser candidato a presidente de su país por uno de sus partidos).  Y no es un dato menor, que entre el montón de galardones que recibió, se encuentra nada menos que el Premio Nobel de Literatura en 2010, conseguido ya bien avanzada su edad (o sea, tenía 74 años, típico de este reconocimiento, que acostumbra a llegar ya cuando sus elegidos están ya en el otoño de sus vidas, si bien Vargas Llosa publicó harto luego de recibirlo).
    El falleció 13 de abril de este año Mario Vargas Llosa, uno de esos tantos autores/escritores con los cuales tengo una gran deuda, la que abarca la mayor parte de mi vida; pues desde mi adolescencia, a comienzos de los años noventa, que sus novelas e historias han formado parte de mis recuerdos, gracias a la lectura de tales obras y que tantas satisfacciones me han dado (el placer propio de una buena historia).  Así que, al enterarme de su fallecimiento, imposible me fue no rememorar todos esos momentos en los que estuvo presente en mi vida, que son hartos; por eso mismo, no dudé en dedicarle estas memorias, como mi sentido homenaje a alguien a quien le debo tanto.


    Vargas Llosa forma parte de los escritores que me incentivaron el gusto por la lectura literaria, que comencé a gozar de sus textos bien joven y todo por iniciativa propia.   Si no me equivoco, estaba como en segundo medio (era 1991 en aquel entonces) cuando le escuché a mi profesora de Castellano hablar de él en una clase y de su novela La Ciudad y los Perros (una de las más famosas de este autor), cuyo discurso me hizo interesarme bastante al respecto.  Tiempo ha pasado ya desde aquel entonces, de modo que no recuerdo cómo por fin llegó a mis manos.  Cabe mencionar que por esos años los únicos libros a los que podía acceder eran los que me compraban mis papás (aquellos para el colegio y los que pedía de regalo para mi cumple y Navidad), que nadie tenía que me pudiese prestar literatura y la biblioteca de mi escuela era bien paupérrima (un cuarto bien chico, que solo años después, cuando ya estaba en la universidad, se volvió "decente").  Solo sé que como al año siguiente volví a disfrutar de ese texto, acerca de las atrocidades en una escuela militar para adolescentes, cuando la misma docente de la que les hablé, no los dio como lectura complementaria (a lo mejor solo le leí recién para el colegio, quién sabe).  Cabe mencionar que poco después me enteré de que tenía una película, la cual logré ver en VHS y lleno de altas expectativas; la decepción fue tremenda, que el filme me resultó demasiado tosco, simplificando mucho la historia y con una producción paupérrima (supongo que por algo es una cinta olvidada).
      En esos años, mi etapa escolar y buena parte de mi vida como universitario, participaba bastante en la Iglesia Católica (que dejé de ir no por crisis de fe, sino porque me dedico a otras cosas en vez del culto comunitario, como dormir hasta tarde los domingos, je).  Fue así como en una visita a la oficina del cura de la capilla a la que asistía, me encontré con Los Jefes y Los Cachorros, la única colección de cuentos de quien hoy, por fin, honro; en ella encontramos una estupenda novela corta, acerca de un grupo de amigos a lo largo de su crecimiento personal y unas cuantas historias que ni recuerdo (aunque me encantaron).  Era un adolescente y más faltaba "criterio", que ni dudé en preguntarle al padre si me regalaba su libro y para dicha mía el curita accedió a mi petición; me acabé el tomo en un santiamén (por esos años leía mucho y apenas hacía actividad física, así que engordé bastante... Y ahora leo harto también, pero no tanto como antes).


     Volví a disfrutar dos veces más el texto recién mencionado.  La última vez fue en calidad de profesor, que llegué a un colegio al mes y medio de comenzadas las clases; hubo un profe antes que yo, más joven, poco experimentado y que claramente no tenía idea de literatura juvenil y/o apta a las edades de los lectores.  Se lo dio a un octavo básico (chicos de entre 14 y 15 años); era un grupo pequeño, de niños muy inteligentes y bien portados, pero no estaban aptos para esos relatos.  Le dije a los chicos que les cambiaba dicho título, explicándoles por qué era conveniente; no obstante, prefirieron quedarse con el listado original... ¡Porque a una compañera le habían comprado TODOS los libros ya! Cuando llegó el momento de la prueba, o mejor dicho cuando a los muchachos les tocó leer el libro, me reconocieron que debieron haber aceptado mi recomendación... Así que Vargas Llosa me permitió demostrar que la experiencia y el conocimiento, nunca deben menospreciarse.  Por cierto: Una lástima que no haya incursionado más en el formato de las narraciones breves, no sé si porque no era lo suyo (falta de talento para ello o desinterés, esto último porque mucho autor Best Seller como él lo evita, por considero poco redituable) o porque simplemente no le daba la gana.
   Todavía era un escolar, cuando curioseando en la entonces minúscula y humilde biblioteca de mi colegio (ahora que la rememoró mejor, estaba como escondida y pasaba cerrada, que nadie la atendía), di con un ejemplar de Pantaleón y las Visitadoras.  Al ver tal título tan curioso, recordé que, en un teatro del Centro de Santiago, de niño vi el afiche de una versión teatral (se llamaba Sala El Ángel y también funcionaba como cine, donde años después en esa misma época, muy feliz, disfruté de Candyman y de Innocent Blood, en ocasiones distintas eso sí).  Supongo que era una de las pocas personas, en pedir prestados libros en el cole (el otro que recuerdo "saqué" de dicho lugar, fue Cuando Pilatos se opuso, de mi querido Hugo Correa) y eso que me hallaba en un establecimiento inmenso.  Como era un lector todavía inexperto, su comienzo con diálogos intercalados me costó un poco comprenderlo; no obstante, luego la novela me enganchó completamente.  En ella nos encontramos con Pantaleón Pantoja, un correcto militar peruano que crea un exclusivo servicio de prostituta, para atender a los soldados rasos, que, de no ser por sus chicas, en la selva seguirían volviéndose locos por la falta de mujeres. Con algo de humor y cierto surrealismo, el libro me hizo volar la imaginación, como solo los textos de Stephen King o similares me provocaban.



    Tengo al menos una anécdota que contar sobre este título: La primera vez que me leí este libro (lo he hecho tres veces en total), tras haber pedido la novela en aquella mino-biblioteca (luego mi papá me la compró, que también me la hicieron leer en clases, pues yo "convencía" a mis profes de agregar ciertas obras y autores a sus listados) una vez ensimismado en sus páginas, me hallaba sentado en uno de los puestos delanteros de una micro, de esas amarillas que habían antes (bus de locomoción colectiva para que me entiendan los no-chilenos).  Sus conductores eran bien brutos, buena parte de ellos, y trataban pésimo a los estudiantes, que me tocó vivirlo en persona por años y hasta discutir con dichos trogloditas; el tema es que aquella vez me sobresalté, cuando el chófer interrumpió mi lectura gritándome muy pesado:
 
   - ¡Da el asiento!
 
    Entonces un señor que iba acomodado a su lado, al parecer alguien de confianza suyo, dijo con uno tono muy comprensivo:
 
    - Le gusta leer.
 
    Me alegra que esa mafia de las micros amarillas se haya acabado, que ahora es norma atender bien a todos los pasajeros. claramente cavernícolas como ese no entienden cómo un buen libro puede cautivar te tanto.
   Ya estaba casi terminando mi pregrado, cuando estrenaron la segunda adaptación para el cine de Pantaleón y las Visitadoras (hay una BIEN antigua, que nadie la conoce).  Esta vez los peruanos se esmeraron en hacer una producción que le hiciera justicia al libro, una verdadera pieza de carácter internacional.  Llena de mujeres hermosas, que para nada iba a negar tanta belleza femenina, quedé prendado del enorme atractivo masculino de su protagonista (quien, como muchas de sus compañeras de rodaje, nos regala un inolvidable desnudo frontal).  Asistí al cine a disfrutarla y luego me la repetí varias veces, que la tuve en VHS Y DVD; ahora tengo muchas ganas de gozarla en mejor calidad, aunque me ha costado pillarla en Full HD.
   El siguiente texto que disfruté de Vargas Llosa, fue La Tía Julia y el Escribidor.  Supuestamente de carácter autobiográfico, aborda la juventud de nuestro novelista y sus experiencias junto a las dos personas que más lo marcaron, en tal época, para el resto de su existencia: Una atractiva mujer mayor con la que establece una relación amorosa (la Tía Julia) y un humilde autor de radioteatros (el Escribidor).  Respecto a este tomo, me encontraba haciendo uno de mis últimos ramos de mi licenciatura y pedagogía, me tocó realizar una clase didáctica para el profe y mis compañeros; entonces se me ocurrió tomar los "relatos enmarcados" que aparecen en el mentado libro y abreviarlos, dejándolos inconclusos como sucede en el tomo, para hacer que la audiencia les hiciera un final... El resultado fue satisfactorio y conseguí la nota máxima.


   Por cierto, volviendo atrás en el tiempo, una vez en la universidad cuando estaba en mi primer o segundo año (lo más probable es que era 1994, cuando estaba en Filosofía, que al año siguiente me cambié a Castellano) en un puestecito de venta de libros usados (de esas ventas informales que me encantan, en las que sobre un género o plástico los "caseros" ponen sus artículos a exhibición) tenían La Guerra del Fin del Mundo.  Era una edición económica, aunque no pirata (que me cargan y no las compro, por feas y mal hechas) y no dudé en adquirirla ¿Me van a creer que a la fecha aún no lo leo? Como justificación puedo decirles que, por un lado, se me olvida que tengo este libro y, por otro, no me atrae mucho la versión que poseo, que tal vez si me lo comprara en una de mejor papel (esta tiene hojas de papel romeo y la portada es genérica, cero arte y es que pertenece a una colección de literatura general) y más atractiva, de seguro me animaría a leerla de una vez (de hecho, ni siquiera sé de qué se trata, pues, más encima, no es un título muy divulgado de su autor).
    Hace unos veinte años, más o menos, llegó a los kioscos chilenos una preciosa colección en tapa dura de Vargas Llosa; tontamente solo compré cuatro títulos y ahora les hablaré algo de ellos.  El primero que me leí de estas adquisiciones, fue La Historia de Mayta, un libro que noveliza un curioso caso real de Perú, acerca de un quijotesco comunista y su fracasado intento de provocar una revolución marxista en su país (no recuerdo bien si por medios violentos).  El texto me gustó harto, pero a diferencia de los otros mencionados arriba, no llegó a fascinarme tanto (de hecho, solo recuerdo el detalle de que su protagonista era homosexual de closet, lo que me dejó con la sensación de que Vargas Llosa era homofóbico, porque se veía como una desviación la orientación del personaje, quien se avergonzaba de ello).
    El siguiente libro de la colección de los kioscos que me leí, fue La Fiesta del Chivo, una verdadera joya por donde se mire; les estoy hablando de una obra ambientada en República Dominicana, abordando la atroz dictadura militar de Derecha de Trujillo (pese a su cambio de orientación política, nuestro escritor no dejó de abrazar los valores universales humanistas).  Se trata de uno de sus trabajos más virtuosos, que me atrapó al mismo nivel de mis lecturas juveniles.  Más encima, tiene una adaptación al cine muy recomendable, en la que actúa la preciosa y bastante talentosa Isabella Rossellini, una de mis actrices favoritas (y musas de mis años mozos).  Esta es una de sus obras que le he dado a leer a mis estudiantes; justamente al respecto, el colega que escogió este texto para el Plan Lector del colegio, en el que trabajábamos juntos, al año siguiente de esa experiencia me contó que una ex alumna suya, se había comunicado con él y entre las cosas que le dijo fue que, pese a tratarse de un libro tan extenso, le había gustado mucho y le daba las gracias por presentárselo (me alegro por esto, que da gusto cuando como maestros conseguimos entusiasmar en la literatura a los jóvenes; empero, hoy en día no pondría este libro como lectura domiciliaria, pues en verdad es demasiado extenso para el colegio).


   El Paraíso en la otra Esquina, esta vez Vargas Llosa adentrándose más en el pasado con la narrativa histórica, fue otro de esos libros que pude saborear gracias a la mentada colección.  Solo recuerdo que trata acerca del pintor Paul Gauguin y su período final en una isla polinésica.  Sé que disfruté mucho de esta novela, si bien nada más puedo traer a colación suyo, que el resto lo tengo olvidado (no obstante, valoro que me haya dejado sensaciones de mucho deleite lector).
    El caso de La Casa Verde, que también lo conseguí en las mismas compras ya mencionadas, es distinto.  Resulta que esta pieza me aburrió tanto, que ni siquiera llegué a las 100 páginas, así que lo dejé de lado.  A ver si algún día le doy otra oportunidad.
   Pasó más de una década, si no me equivoco, cuando retomé a Vargas Llosa.  Un matrimonio amigo para un cumpleaños, me obsequió Travesuras de la Niña Mala, al cual le tenía muchas ganas, ya que había leído puras alabanzas al respecto.  Pero cuando me dispuse a adentrarme dentro de él, me di cuenta de que era una edición pirata y ya les he dicho que pienso sobre estos artículos (en cambio sí leo y compro libros usados, que desde niño me fascinan y más si son títulos descatalogados, que poseo muchos al respecto;) así que lo guardé cuidadosamente y luego se lo regalé a quien le daba lo mismo recibir un volumen en tales condiciones.  Poco después adquirí una versión en tapa dura, de esas mismas de los kioscos.  La espera valió la pena y fue mi primer y único post, hasta antes de este otro que ahora lees, dedicado a Vargas Llosa.  Como mi memoria es frágil, pese a ser mi novela más reciente suya, casi nada recuerdo al respecto; solo tengo la certeza de que trata sobre un amor tormentoso y una atractiva mujer que pasó por aberraciones sexuales, así como sé muy bien que la pasé estupendo con esta perla.
   Tengo pendiente en mi biblioteca (que ocupa un montón de muebles) tres títulos más suyos: Elogio a la Madrastra y uno del cual no recuerdo su nombre; el tercero es Conversación en la Catedral, el que deseaba conseguir y leer hace años.  Este último lo compré a un precio increíble y en una edición preciosa; lo que me llamó la atención de dicho volumen, es que dice en la tapa "Versión íntegra" (¿O será Edición completa"?), que me parece solo hace poco se publicó en tales condiciones (o sea que antes le faltaban páginas, tal vez por censura o considerarla demasiado grande como para imprimirla, tal como en su momento sucedió con The Stand, del Tío Steve).

Era Edición Definitiva lo que decía, je.

   Cuando salió la edición de la RAE conmemorativa del cuarto centenario de El Quijote de la Mancha, en un tomo bellísimo, no dudé en comprarla; en ella viene un ensayo de Vargas Llosa, hecho en especial para dicho ejemplar. Lo anterior era todo un plus a la hora de obtener tal versión; trabajo suyo que me agradó harto.  No hace mucho le di a leer ese ensayo a mi curso de Argumentación y tengo el recuerdo de haber trabajado con otro texto suyo, de similares características, en un anterior año para esa asignatura (aunque no me acuerdo de qué iba, je).
     Harto he escrito ya, que procuré revisar todas mis memorias sobre Vargas Llosa y, como bien pueden apreciarlo, en efecto me ha acompañado gran parte de mi vida (mucho más de la mitad de ella).  Ya es hora de despedirme, por ahora, que tengo otras elegías en prosa por realizar, pues mucha gente valiosa para mí se ha ido este año (incluso la madre y el padre de dos queridísimos amigos, gente amada a la que si conocí y con quienes compartí bellos momentos). Tempus fugit y el cauce de la vida con sus reglas intocables se hace evidente; por lo mismo, a disfrutar del tiempo con que contamos, aprovechando de hacer lo que más nos gusta, mientras se pueda y, de paso, honrando a nuestra manera a quienes nos regalaron su presencia (ya sea de manera física, como intelectual y espiritual).
    Gracias, Mario, por toda la belleza que nos has dado.

¡Qué guapo era este caballero!

sábado, 16 de diciembre de 2017

Disfrutar una vez más del talento de un maestro (segunda parte).



    Travesuras de la Niña Mala (2006) es la versión de Mario Vargas Llosa de lo que sería una novela romántica, no en el sentido de la literatura propia de la primera mitad del siglo XIX cultivada en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica en aquellos años (con personajes extremadamente sensibles), si no en cuanto a que aborda en su argumento el romance entre sus dos personajes principales.  En pocas palabras, trata acerca de la historia de amor entre dos personas que abarca nada menos que 4 décadas en sus vidas, a lo largo de un montón de ciudades en todo el mundo, el que como bien sucede en la vida real no las tiene fácil para que sus dos protagonistas puedan ser felices juntos.  De este modo en dicha obra, el autor aglutina varios elementos caros a su bibliografía: el melodrama heredado de las radionovelas que tanto le gustaban de joven (evidenciado a través de su libro autobiográfico ficcionado titulado como La Tía Julia y el Escribidor); la ambientación realista de sus historias poniendo énfasis en caracterizar el pasado inmediato; el tema del crecimiento personal a través de las vivencias y las personas que lo llegan a marcar a uno; y, por último, la valoración de la amistad como fuente inagotable de historias y pilar fundamental en la vida del ser humano.
     El libro comienza en los años de la adolescencia de su protagonista masculino.  En estas páginas se describe el despertar a la sexualidad en el entorno del entonces muchacho, que si bien estamos hablando de flirteos donde vale más el coqueteo que la consumación del acto sexual (claramente estamos hablando de otros tiempos),  si se trata de un cambio significativo a la hora de evidenciar el desarrollo emocional de quien despierta al interés por el otro género.  Es a partir de este momento que llega el gran amor de su vida, en la figura una chica experta en el engaño y la mentira, a la que pese a todo adora con todo su ser; con posterioridad tras el pasar de los años, en cada reencuentro, el protagonista masculino buscará conquistar su rebelde corazón, a lo largo de todo el tiempo en el que transcurre esta historia.

     “Entonces, la reconocí. Había cambiado mucho, por supuesto, sobre todo su manera de hablar, pero seguía manando de toda ella esa picardía que yo recordaba muy bien, algo atrevido, espontáneo y provocador, que si traslucía en su postura desafiante, el pechito y la cara adelantados, un pie algo atrás, el culito en alto, y una mirada burlona que dejaba a su interlocutor sin saber si hablaba en serio o bromeando. Era menuda, de pies y manos pequeños y unos cabellos, ahora negros en vez de claros, sujetos con una cinta, que le llegaban a los hombros. Y aquella miel oscura en sus pupilas.”

      Tal como dice el dicho, los opuestos se atraen, ya que los enamorados no pueden ser más diferentes entre sí, al punto de que mirado desde cierta perspectiva viene a ser el varón quién en realidad ama con todo su ser, mientras que la dama nunca llega a abrazar la entrega total por el otro.  En este sentido bien se podría decir que lo papeles se invierten en la obra, de lo que ante un visión sexista se esperaría de la supuesta conducta de cada género en un romance: Ya que acá es el varón el emocional y quien cede a los caprichos de su objeto amoroso, pese a que los acontecimientos nos dicen que no vale la pena amarla con tal intensidad; puesto que en cambio la fémina, se comporta como alguien  más bien pragmático y que utiliza a los hombres para escalar hacia su idea de la realización personal (en otras palabras, es lo que muchos llamarían una perra o una zorra, ya que al parecer es incapaz de corresponder a su “príncipe azul” y hace lo que quiere con él). En todo caso este tipo de personajes femeninos, que juegan con aquellos a los que seducen, es ya todo un leiv motiv en la literatura y claramente viene del Romanticismo, a través del estereotipo de la femme fatale (de hecho, tal como la palabra viene de un concepto francés, buena parte de la historia transcurre en Francia, específicamente en París, donde la Niña Mala hace y deshace a su antojo y luego lleva su juego a otras latitudes del mundo).


      Teniendo en cuenta que esta novela comienza en plenos años cincuenta, un periodo más o menos tranquilo para el convulso Perú, luego se traslada a la época de la Revolución Comunista y de los hippies en los sesenta, cuando los protagonistas están entrando en la segunda década de su vida.  Es aquí que el Vargas Llosa cronista de un periodo importante del pasado inmediato, nos transporta a este mundo lleno de contrastes, con sus ideologías rupturistas e idealismos.  Teniendo en cuenta que el propio autor en su juventud abrazó el marxismo y luego terminó por desencantarse de este (tal como nuestro escritor nacional Roberto Ampuero), no deja de faltar una mirada ácida hacia los defensores de todo esto; y sin embargo, aun así es capaz de entregarnos a uno de esos tantos personajes carismáticos heroicos a su manera, en la figura del amigo revolucionario que conoce en París el narrador-protagonista (siendo este el primero del importante desfile de amistades que le conoceremos, a lo largo de los distintas etapas de su vida que nos cuenta en estas páginas). 
     La historia de Perú, la misma patria del novelista (también con una destacada carrera política en dicha nación), también tiene su lugar en el texto.  Pues acá vamos conociendo los vaivenes por los que pasa el otrora poderoso imperio inca, ahora sometido a los avatares producidos por los poderes fácticos tal como bien ha pasado en muchos países latinoamericanos a partir de la segunda mitad del siglo XX.  Luego, se puede leer entre líneas la propia posición de Vargas Llosa frente al destino de su cuna y en especial con los hombres que han ostentado el control de la nación. 
     Cada capítulo de la novela hace referencia a la valiosa fraternidad que se describe en dichos apartados, siempre tratándose de una persona caracterizada como alguien diferente a quien le precedió y pese a todo verdaderos ejemplos de personas nobles y leales (a falta del amor de una mujer gentil, buenas son las amistades de gente notable).  Es así que luego del revolucionario, nos encontramos con un hippie artista (un pintor para ser más precisos) un intérprete políglota, un matrimonio con un hijo adoptado vietnamita supuestamente mudo y una bella muchacha diseñadora de escenarios para obras teatrales; a cada uno de ellos se le dedica un capítulo especial y en el que se profundiza en el papel de todos estos en la vida del eterno enamorado de la llamada Niña Mala, convirtiéndose sin dudas en parte esencial del crecimiento personal de este hombre.  Las 3 primeras relaciones amistosas terminan en tragedia, que buena parte de la novela está llena de ese tono doloroso propio de las grandes historias de amor que tanto quiso honrar Vargas Llosa; sin embargo, las dos últimas demuestran que en la vida también hay alegría, pese a las desdichas, puesto que el amor (que tiene muchas formas) siempre resulta ser mucho más poderoso que las barreras que nos ponemos a nosotros mismos y logra subsanar cualquier cosa.  
      Otro elemento destacable en la novela viene a ser su marcado erotismo, relacionado, por supuesto, con cada uno de los encuentros entre ambos amantes.  Por lo tanto la narración se detiene bastante en ello, algo que por lo que tengo entendido ya había estado presente en anteriores libros de su autor y que aún no leo, correspondientes a Elogio de la Madrastra (1988) y Los Cuadernos de Don Rigoberto (1997).  Y sin embargo, pese a la personalidad utilitarista de la mujer, queda claro que es través de su entrega al Niño Bueno, que se manifiesta incluso en la carnalidad del acto sexual su verdadero afecto hacia este.

      
        “Y, sin más, con la misma naturalidad con que hubiera encendido un cigarrillo, abrió las piernas y se tendió de espaldas, con un brazo sobre los ojos, en esa inmovilidad total, de concentración profunda en que, olvidándose de mí y del mundo circundante, acostumbraba sumirse a esperar su placer. Tardaba siempre mucho en excitarse y terminar, pero esa noche tardó todavía más que de costumbre, y, dos o tres veces, con la lengua acalambrada, debí parar unos instantes de besarla y sorberla. Cada vez, su mano me amonestaba, tirándome de los cabellos o pellizcándome la espalda. Al fin, la sentí moverse y oí ese ronroneo suavecito que parecía subirle a la boca desde el vientre, y sentí el encogimiento de sus miembros y su largo suspiro complacido. «Gracias, Ricardito», murmuró. Casi de inmediato, se quedó dormida. Yo estuve desvelado mucho rato, con una angustia que me estrujaba la garganta. Tuve un sueño difícil, con pesadillas que al día siguiente apenas recordaba.”

       Asimismo no se puede dejar de mencionar la presencia de un oscuro amante en la vida la Niña Mala, quien siguiendo los parámetros maniqueos es graficado como un ser repulsivo en todo orden (física, psicológica y espiritualmente).  No obstante una persona tan desbalanceada como la protagonista, en vez de aceptar el amor incondicional de su amante de años, opta por convertirse en una posesión más de este pelafustán; con ello se evidencia más sin duda aquello de que “El Corazón del hombre es un camino pedregoso”  (parte de un diálogo de la adaptación fílmica de Cementerio de Animales de Stephen King y que la verdad no sé si aparece como tal en la novela, que solo la leí de adolescente).  El descenso a los infiernos por el que pasa la dama recuerda al de las viejas historias grecolatinas, luego interviniendo su eterno amante, quien como el Orfeo del mito, baja al mundo de sus miserias para rescatarla.  La verdad es que la Niña Mala no es alguien malvado, pese a la forma de cómo utiliza y luego desecha a los que han caído en sus redes, pero teniendo en cuenta más que nunca estos antecedentes y lo que pasa luego de su “caída”, cuesta simpatizar con ella (conocida es la admiración del autor hacia la obra maestra de Gustave Flaubert, titulada Madame Bovary, a la que le dedicó un famoso ensayo; es así que se podría decir que Travesuras de la Niña Mala es su homenaje a esta obra más antigua, al convertir a su Niña Mala es una especie de encarnación de esta mujer materialista y egoísta).
      Tampoco se puede dejar de lado la relevancia que se le da en la novela a la familia, como otro importante cimiento en la vida de los seres humanos.  Ello se presenta a partir de figuras como la tía que acoge a tierna edad al protagonista, luego de la accidental muerte de sus padres; con posterioridad aparece un tío con el cual llega a entablar un estrecho lazo, ya en su adultez; y, por último, nos encontramos con la intervención de un sobrino, ahora en su madurez…Cada uno de estos les dan otra muestra al Niño Bueno, de que no está solo en el mundo.  De igual manera la familia compuesta por sus dos amigos y el niño mudo, dan otras muestras del poder que hay en tan importante institución, donde no es la sangre lo que une a la gente, sino que la devoción y la comunicación entre sus miembros.  Es por esto mismo, que cuando para impacto del narrador-protagonista y de los lectores aparece nada menos que el padre de la Niña Mala, queda claro que alguien sin raíces como ella, es obviamente alguien incompleto e infeliz.
        El emotivo final de esta obra es sin dudas memorable, quizás “cebollero”, aunque, sin dudas, va en consonancias con el tono melodramático con el que quiso insuflar a su novela Mario Vargas Llosa.




lunes, 11 de diciembre de 2017

Disfrutar una vez más del talento de un maestro (primera parte).

 

      Hace rato ya que tenía pendiente volver a leer a Mario Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura en 2010, más un montón de valiosos galardones a lo largo de todo el mundo). Importantísimo autor peruano del que desde adolescente vengo saboreando sus historias, cuando por puro gusto propio me leí por primera vez La Ciudad y los Perros a la tierna edad de 16 años (en aquel tiempo debido a sus sofisticadas técnicas narrativas me costó algo comprender el libro, pero aun así no cejé en terminármelo y al final igual pude gozar de mi lectura).  Ha pasado largo tiempo desde la última vez en que tomé una de sus ficciones, que fue justamente en el año de 2011, poco tiempo después de comenzar este blog y aunque mucho me gustó La Historia de Mayta, todavía no tenía la costumbre de escribir de todas las obras literarias que pasaban por mis manos.  No obstante sabía que algún día tendría que reencontrarme con Vargas Llosa y que por ello mismo me tocaba escribir primero acerca de su impresionante carrera…Y la verdad es que encontrarme con tamaño reto, de resumir en unos cuantos párrafos o líneas tantos títulos a su haber, me pareció una tarea casi imposible.  Al final he decidido remitirme solo a los títulos que le conozco mi propia experiencia, que no son tantos,  pese a lo que se esperaría de un lector como yo.
       Así que démosle no más:
       Fue de parte de mi profesora de castellano, cuando estaba en primero medio, que escuché por primera vez de este señor.  Tal como ya dije, comencé con la novela que le dio la fama y notoriedad, convirtiéndolo de inmediato en el exponente de su patria del llamado boom literario (despegue comercial y artístico de la literatura de esta parte del mundo, por lo general de tipo narrativo, en el mercado mundial y por tanto más allá de sus fronteras, surgido en plena década de los sesenta).  Fue así que con La Ciudad y los Perros (1963), me encontré con la historia de un grupo de adolescentes de un colegio militar, que se alejaba por completo de las narraciones juveniles más ligeras.  Pues este libro resulta ser una crítica ácida a la educación miliciana y a la desvalorización de la persona, en la que la institución pedagógica más que promover el desarrollo integral de sus miembros, los convierte en verdaderas bestias.  He ahí el nombre tan potente de este libro.  La leí en dos momentos diferentes, creo que la segunda vez cuando estaba en la universidad; no obstante me bastó aquella ocasión en mi adolescencia, como para que quisiera saber más de este caballero.  Tiempo después pude ver por fin la adaptación cinematográfica, que hicieron los mismos peruanos de tan magnífica obra, en 1985, a la que le tenía muchas ganas tras disfrutar tanto del libro; como en aquel tiempo aún era demasiado concreto y pensaba que las adaptaciones debían ser un calco exacto del material que las inspiró, me decepcioné bastante del resultado y la verdad es que en términos reales el filme no está considerado como la gran cosa.
       Estaba más o menos en segundo o tercer año de enseñanza media (lo que en otros países le llaman Secundaria), cuando en la entonces exigua biblioteca del colegio en el que estudiaba, intruseando para ver con qué joyita me encontraba para disfrutar, me encontré con Pantaleón y las Visitadoras (1973).  Su extraño nombre lo recordaba de una adaptación teatral que se estrenó en Chile a principios de los noventa y que en una de mis idas al centro al ver el cartel en la sala de teatro, me llamó mucho la atención… ¿De qué se tratará? me pregunté y solo cuando vine a tomar la novela vine a saber de su fabulosa historia: Pantaleón Pantoja es un destacado militar capaz de llevar a cabo con entera satisfacción las más increíbles peticiones de sus superiores, a quien ahora se le encarga crear nada menos que un servicio de prostitutas para atender a los soldados peruanos y que en la selva ha llegado a cometer grandes atrocidades, debido a su obligado celibato; con ello se busca frenar los incidentes.  Todo transcurre con una eficacia sorprendente, hasta que varios elementos inesperados traen como consecuencia la desgracia en la vida del eficiente castrense, además de provocar conflictos entre los uniformados y los civiles.  Una novela como esta que se mueve entre el melodrama, que juega con la realidad al tratar de manera muy especial el absurdo de muchas de sus situaciones, de inmediato se transformó en una de mis favoritas de su autor.  La habré leído también unas 2 veces y recuerdo que la primera vez en que lo hice, venía muy atento en una micro (nombre que le damos en Chile a los vehículos de locomoción colectiva), cuando el chofer del bus (otro término dado acá para estas máquinas) muy pesado me grita desde su puesto: “¡Dale el asiento a la señora, po´!”.  Yo iba tan ensimismado en mi lectura, que ni me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor y solo entonces tomé conciencia de mi entorno; entonces un señor muy amable intercedió por mí y le contestó al conductor, que como muchos de sus colegas de esos años eran muy groseros con los estudiantes: “Al joven le gusta leer” (o algo así).  En 1999 se estrenó la versión cinematográfica de la novela por parte del mismo cineasta que hizo La Ciudad y los Perros, aunque con mejores resultados; la película tuvo mucho éxito y a mí me encantó, habiéndola visto varias veces.  Posee excelentes actuaciones y un montón de mujeres hermosas y exuberantes que a más de alguien de seguro le provocaron una que otra fantasía; por otro lado, la belleza de su protagonista masculino (Salvador del Solar como Pantaleón, hoy en día nada menos que Ministro de Cultura en su país), contrasta lejos con los rasgos más toscos y poco atléticos de los soldados rasos, que se atendían con las beldades a cargo de “Pantita”.

                                                         
                                            Tráiler de filme Pantaleón y las Visitadoras.
      
     Mi siguiente lectura de una obra de Vargas Llosa fue con su única colección de cuentos a la fecha, también bastante célebre, Los Jefes y los Cachorros (1959).  Era mi primer año en la universidad, cuando estudiaba Filosofía.  En ese tiempo participaba activamente como miembro de la Pastoral Juvenil de la capilla donde iba a misa y un día conversando con el cura que trabajaba con nosotros, al ver su colección de libros me encontré con dicho volumen.  Movido por la osadía de la falta de etiqueta, propia de los jóvenes inexperimentados entre los que yo me encontraba en ese tiempo (¿Un eufemismo para referirse a mi poco tacto que sé aún poseo?), le dije al padre Jöel: “¿Me lo regala?”.  Pese al claro al abuso de confianza de mi parte, el buen hombre no dudó en consentirme como Hombre de Dios que era y así me vine a casa contentísimo con mi nueva posesión.  Compuesto por una novela corta, Los Cachorros, y 6 relatos breves que en un principio formaron parte de la colección titulada solo Los Jefes, lo habré disfrutado al menos unas 3 veces en mi vida.  La verdad es que de todos ellos, solo recuerdo la novela corta, que me impactó bastante, ya que solo contaba con 18 años cuando por primera vez me la devoré y aún me quedaba mucho por vivenciar.  Su argumento gira también en torno a un grupo de muchachos del exclusivo barrio de Chorrillos de Lima, Perú (en el que el mismo escritor pasó su infancia y juventud, luego ambientando varias de sus otras ficciones en tal lugar), a quienes vemos crecer en la medida de que van pasando de la juguetona infancia, a la adolescencia y por último a los primeros años de su vida adulta.  Estos son los testigos y narradores del descenso a los infiernos de uno de sus amigos, quien de pequeño fue mordido por un perro en sus partes pudendas, lo que le provocó tal trauma, que fue incapaz de desarrollarse como una persona plena, pese al apoyo de sus seres queridos.  Años después, ya convertido en todo un profesor, en un colegio en el que trabajaba llegué a realizar mi labor ya comenzadas hace poco más de un mes las clases, luego de que un colega abandonó dicha institución indignado por el bajo sueldo con el que le pagaban (en cambio para mí, ese año de 2008 fue uno de los mejores de mi vida, además de que conocí a uno de mis amigos más queridos, Luciano, a quien le hice clases en tal lugar) y al octavo básico que tenía a mi cargo le tuve que dar a leer tal libro; resulta que el maestro anterior, quien me quedaba claro no sabía mucho de literatura escolar y/o juvenil, les dio dentro de las lecturas mensuales ese título a niños pequeños y yo apenas supe de esto les dije a mis alumnos que no estaban en condiciones aún de leer una obra como esa; no obstante debido a una chica a la que ya le habían comprado todos los libros de ese año y a la porfía de sus compañeros, tuve que seguir el listado entregado por mi predecesor, en vez del cambio que hice en los otros cursos.  Cuando meses después llegó el momento de la evaluación y los niños tuvieron que leer el texto en cuestión, reconocieron que mi advertencia estaba más que justificada.  

     
     En los años de la universidad hice una amiga a la que tuve mucho cariño y a quien lamentablemente le perdí el rastro tras una desilusión con ella (no amorosa, aunque sí de lealtad).  Resulta que en clases a Cynthia le dieron como lectura domiciliaria La Tía Julia y el Escribidor (1977) y gracias a ello tras desocupar tal libro, no dudó en prestármelo. ¡Y vaya qué me encantó! Se supone que como muchas de sus ficciones, tiene un carácter autobiográfico, en cuyo caso aborda dos tipos de educación por las que pasa su protagonista: Por un lado la sentimental y/o erótica, debido a su romance con una mujer muchos años mayor que él, la mencionada tía Julia; y, por otro, su crecimiento como artista y escritor, tras conocer a un autor de folletines radiales que llega a tener gran influencia sobre él.  Es así que ambos aspectos de su vida lo llevan a convertirse en alguien integral, de modo que queda claro en sus páginas que somos la suma de las personas que han pasado por nuestra existencia y del legado que nos han dejado.  Asimismo, uno de los elementos más destacables de esta novela, viene a ser que incorpora el clásico recurso del relato enmarcado, consistente en el uso de narraciones independientes que se insertan dentro de la trama central, con otros personajes y estilos diversos; pues debe saberse que estas historias secundarias (muy entretenidas todas ellas), se supone pertenecen a los radioteatros escritor por el maestro del protagonista, las que en todo caso dejan en suspenso al lector, ya que no tienen desenlace (años después, en 1993, Vargas Llosa rescata a uno de sus personajes a través de su novela Lituma en los Andes).  Estaba casi terminando mis estudios en la universidad, cuando en el ramo de Literatura Hispanoamericana me pidieron crear una actividad lúdica con el que enseñar narrativa y hacerlo más encima de forma entretenida; fue así que se me ocurrió tomar de base los cuentos integrados en este libro, resumiéndolos e imitando su prosa, para que los participantes de la clases les hicieran sus propios finales.  Saqué aplausos y nota máxima y estuvo en dicha ocasión otra persona importante de mi pasado que tampoco está ahora conmigo, de otra carrera, quien posteriormente usó mis textos para una de sus propias clases. 
       La década pasada salió en los kioscos una hermosa colección de la bibliografía de Vargas Llosa en tapa dura y a un precio muy bueno.  Fue así que me compré 4 títulos de tal oferta, siendo el primero en leer El Paraíso en la otra esquina (2003).  Esta vez me encontré nada menos que con una novela de carácter histórico, alejada por completo de los escenarios peruanos, transcurriendo ella entre Europa y Tahití en el siglo XIX.  Tomando como protagonistas centrales al importante pintor francés Paul Gauguin y a la hija de este, una de las primeras mujeres obreras sindicalistas feministas, aborda desde la figura del artista y de alguien más práctico (y realista) como su descendiente, el tema de los sueños y la utopía, de manera de cómo esta se encuentra presente en la mente y el corazón de las personas, quienes luchan a su manera por llevarla a cabo.  Tras gozar esta obra, queda claro el tremendo trabajo de su escritor para representar de manera fiel a sus personajes, que existieron en verdad y que no son solo producto de su imaginación, sin dejar de renunciar a su afán de contar una buena historia (que sin dudas, además, nos puede llevar a más de una reflexión de por medio).
      También me compré La Casa Verde (1966), no obstante creo que no llegué más allá de las 100 páginas, pues hablando con sinceridad me aburrió, porque encontré su narrativa demasiado pesada con tanta descripción.  Quizás ahora estaría preparado para ella, aunque me esperaré al año que viene para darle una segunda oportunidad.  Nada recuerdo de qué se trata.
      Luego de alucinar con El Paraíso en la otra Esquina, me tocó la que sería sin dudas una de mis novelas predilectas de Vargas Llosa: La Fiesta del Chivo (2000).  Se trata de otra novela de corte histórico, si bien parte de su trama no ocurre en un pasado tan “lejano” como bien sucede en este tipo de obras, aunque sí describe con lujos de detalles una época y una sociedad de antaño: la del periodo dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo, a principios de los sesenta en República Dominicana.  El horror de su gobierno y el constante terror en el que vivieron sus ciudadanos sometidos a todo tipo de vejámenes, es retratado por el artista de tal manera que bien los lectores no dejan de impactarse ante la crudeza de sus páginas…Y sin embargo entre medio de todas estas miserias, nunca deja de estar presente el poder del amor y de la esperanza, pues por supuesto que alguien como el “Chivo” y sus secuaces tienen resistencia entre quienes defienden la justicia.  Por otro lado, el resto de la narración nos transporta al presente en el que fue publicada esta obra, cuando una de sus protagonistas regresa a su patria tras décadas de ausencia; a esta, Urania, la conocimos de niña como una de las tantas víctimas de las atrocidades de la dictadura y en los capítulos dedicados a su madurez, presenciamos el viaje interno por el que pasa para reconciliarse con su pasado y con ella misma.  En 2005 se estrenó una muy recomendable adaptación cinematográfica de este título, dirigida nada menos que por Luis Llosa, primo del novelista, que contó con la participación de actores internaciones de la talla de Isabella Rosellini; la cinta tal como la ya citada Pantaleón y las Visitadoras, resulta ser una muy buena traslación a la pantalla grande de un texto de este autor (y es una lástima que no hayan más interés por realizar filmes de este calibre, acerca de la bibliografía de Vargas Llosa).

                                                                             
                                                         Tráiler de La Fiesta del Chivo.

      La última novela que tuve el gusto de leer de nuestro querido Premio Nobel peruano de Literatura, antes de la que hoy me mueve a escribir estas palabras, corresponde a Historia de Mayta (1984), otra historia ambientada en el pasado cercano, precisamente en 1958, si bien en las tierras de Perú.  Como un trabajo previo a las sendas investigaciones realizadas para los dos libros ya comentados más arriba, acá nos encontramos con el trabajo de un Vargas Llosa más joven y que esta vez fue capaz de indagar en un desconocido episodio de la cronología de su país: el intento de un pequeño grupo de ideólogos comunistas peruanos, de llevar a cabo una revolución política de tipo soviética en pleno suelo inca.  La figura de su líder, Alejandro Mayta, un hombre que a simple vista se puede apreciar como alguien insignificante, es mostrada ante los lectores como un sujeto sensible y solitario, quien ante los vaivenes históricos termina por ser aplastado por fuerzas que lo superan.  Por cierto, me llamó la atención el hecho de que en esta obra, tal como en El Paraíso en la otra esquina, el autor abordara el tema de la homosexualidad de sus protagonistas, si bien en el caso de Mayta, ello fuese como algo culposo, lo que bien ayuda a retratar mejor la personalidad ambivalente del personaje.    


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