jueves, 29 de agosto de 2019

Otros 5 grandes miedos que he pasado en mi vida.




Nota: Lo que leerás ahora formaba parte originalmente de mi post N° 666, que me tocó celebrar tan solo este mes.  Como el texto me había quedado bastante extenso, decidí dividirlo en dos partes y he aquí por fin su conclusión.  Tal como dice su nombre, se trata de un recuento acerca de algunos de los momentos más tenebrosos por los que me ha tocado pasar; humildemente espero no darles la lata.

6. Ladrones en casa.

     No puedo pensar en la casa donde he vivido toda mi existencia, sin el local que tiene anexado y donde a lo largo de más de 4 décadas, creo, ha habido varios negocios, algunos de ellos pertenecientes a mis padres, otros a mis hermanos y a veces arrendados a un tercero.  Fue así que a principios de los noventa, más o menos entre 1991 y 1992 se puso acá un videoclub, algo que, como no, me alegró mucho.  Si mi memoria no me falla, eran las vacaciones de verano del 91, cuando desperté en la noche producto de la bulla que había en casa: ¡Habían entrado a robar al videoclub desde el techo! Habiendo tanto adulto en casa, todo el mundo estaba asustado, que igual estábamos protegidos, pero imagínense a los menores de edad ante tamaña situación y ambiente psicológico, que yo ya era un adolescente, aunque aún vivía en mi burbuja y me quedaba mucho por pasar.   Como nadie acá hizo de héroe, no quedó otra que llamar a Carabineros (nombre que le damos en Chile a la Policía), pero cuando se dieron cuenta los ladrones escaparon por arriba corriendo por los techos y con los agentes detrás de ello. 
      Ignoro cuánto tiempo pasó entre que empezó todo, llegaron los carabineros y los maleantes escaparon, pero sí ahora que miro todo desde la posición en que me encuentro considero que no fue para tanto, que igual los ladrones fueron unos tarados como para meterse de esa manera y creer que iban a conseguir salirse con su botín…Y sin embargo todos estábamos acá muertos de miedo.  Igual quedamos tan traumatizados, que por años vez que escuchábamos ruido arriba en el techo, se nos venía el corazón a la boca y salíamos al patio a echar un vistazo.


7. Congelado vivo.

     Luego de lo que conté más arriba, ya habrá quedado claro que la situación con los ladrones nos dejó en casa muy asustados, lo que incluía a la familia de mis hermanas Ana y Kika que vivían con sus respectivas familias atrás en la casa anexada detrás del patio (la primera de ella es la que se casó con Fabián, el hijo mayor del matrimonio que antes vivía al lado y que me socorrieron aquella vez que desperté solo en mitad de la noche).  Es así que este episodio tiene que ver, en parte, con ese temor que costó se nos quitara.
      Era el año de 1994, cuando estaba cursando mi primer año en la universidad en la carrera de Filosofía, que solo al año siguiente me cambié a Castellano.  Debió ser durante el mes de mayo o junio, cuando me tocó vivir mi primera “toma universitaria” producto de un paro y la que podía durar meses en la universidad estatal en la que estudié.   Así que yo mataba el tiempo leyendo y viendo películas, como series en casa.  Fue así que gracias a mis ahorros con el dinero que me daban mis padres, me compré la famosa antología Los Mitos de Cthulhu que sacó el estudioso Rafael Llopis, bajo el sello de la prestigiosa Alianza Editorial (creo que la primera empresa de nuestra lengua en sacar de forma crítica y seria la obra de Lovecraft y compañía) y me dispuse a leerlo a mis anchas. 
       Fue una noche en la cual todo estaba tranquilo acá y yo me encontraba en mi cuarto tendido cuan largo era sobre mi cama, disfrutando de ese tomo; tenía la puerta abierta para que entrara el calor de la estufa a parafina, que estaba fuera justo en la cocina-comedor y que daba con mis aposentos.  Me encontraba leyendo nada menos que La Sombra sobre Innsmouth, una de las obras maestras del llamado Soñador de Providence y para ambientarme tenía puesto en la radiocassettera música de algún filme de terror (que no recuerdo cuál).
       Debo volver a los efectos que nos provocó el intento de robo al videoclub y es que como mi cuarto colindaba con el cuarto matrimonial de mis padres, acostumbramos a tener entreabierta una puerta que había (y todavía sigue acá) entre ambos sitios.  Igual cuando me pasó lo que ahora mismo estoy por terminar de contar, tenía 18 años y si bien era un “adulto” en apariencia, en el fondo era un niño grande (que uno muchas veces no deja 100%  atrás a ese pequeño ¿No?)
     Y volviendo a mi lectura nocturna de los horrores lovecrafnianos, pues estaba muy sumido en ello cuando de repente escuché un ruido en el techo; casi de forma instintiva miré hacia afuera por la ventana que daba al patio y entonces vi suspendido en el aire una imagen más o menos humana y blanca…¡Traté de gritar y no pude! Mi cuerpo no reaccionaba, que apenas podía moverme y fue toda una proeza para mí levantarme e ir hacia la puerta que comunicaba ambos cuartos; solo gemidos podía salir de mi boca y así fue que desperté a mis papás que vieron todo aterrado y me preguntaron qué me pasaba.  Aún sin poder hablar les indiqué hacia el patio y allí estaba mi cuñado Fabián, muerto de la risa tras presenciar parte de mis reacciones, quién estaba detrás de la imagen que me había asustado; puesto que todo fue debido a que tras escuchar los típicos pasos de los gatos sobre el techo, salió al patio para tranquilizar a mi hermana y lo que yo vi fue cuando este se bajó de la pileta de la que ya les he contado, para luego saltar una vez comprobado que no había moros en la costa.  Al final todo había sido producto de mi imaginación febril y de la sugestión provocada por tan gran escritor.
     No puedo dejar de recordar este episodio con nostalgia, una época en la que aún estaba mi papá vivo y la vida era más sencilla para mí, que las únicas preocupaciones que tenía era sacarme buenas notas en la universidad.

8. Miedo en el cuerpo.

      De naturaleza soy miedoso y entre las cosas que me provocan espanto (o esa sensación de fragilidad ante la posibilidad de estar expuesto a ello) están los fantasmas, los demonios y los raptos extraterrestres…y por ello las historias que abordan estos temas me son tan atractivas, que me llegan hondo.  Fue así que el mismo año en que me pasó lo que les narré en el apartado anterior, también me compré Comunión de Whithley Strieber, autor al que solo conocía gracias a la revista Fangoria y sus alabanzas para  la novela de vampiros El Ansia escrita por este mismo. Tan solo la portada del libro en cuestión me atrapó de inmediato, que llevaba el dibujo de uno de esos alienígenas cabezones de ojos rasgados y el cual no se veía muy tierno, que digamos.
      Cuando me puse a leer el libro me atrapó de inmediato, que fue más o menos en septiembre y aún las noches eran heladas e ideales para las historias terroríficas.  El autor comienza su obra contándonos sus experiencias con los llamados “visitantes nocturnos”, todo de manera muy creíble y ante cada detalle que entregaba, me sumía más y más en los vericuetos de esa amenaza ante lo desconocido y la existencia de una inteligencia superior para nada benigna.   No fue difícil que el temor que se relataba en sus páginas, me recordara mis propios miedos desde muy pequeño y entonces no me atrevía a apagar la luz y entonces no se me ocurrió otra cosa, para tranquilizarme que… ¡Rezarme el Santo Rosario! Más de una vez tuve que recurrir a este procedimiento para poder dormirme tranquilo, que pocas veces una lectura me llevó a tales extremos de horror.
     Ya había contado esta historia por acá, aunque no podía dejar de agregarla a este particular listado de momentos más terroríficos de mi existencia.  Igual agregué uno que otro detalle, comparen ustedes entre un texto y otro.


9. Amilcar es mi salvador.

     Siguiendo con los extraterrestres, sus raptos y mi miedo al respecto, esto me sucedió más o menos por el 2010, cuando mi sobrinito Amilcar tenía alrededor de un año de edad.  Me conseguí en DVD una copia del filme Encuentros en la Cuarta Fase, que recordaba habían publicitado en mi país empapelando las calles con afiches.  No tenía idea de qué se trataba y apenas la puse en el equipo me alegró saber que era protagonizada por la hermosa Milla Jocovich, quien me fascina desde hace rato. 
    Al principio la Jocovich se interpreta a sí misma y explica de qué trata la trama: sobre un supuesto caso real de raptos extraterrestres, donde ella interpreta a la psicóloga que habría sufrido tales atentados.  A medida que la cinta fue avanzando, me fui sumiendo en una producción muy efectiva y que me hizo creer que lo que estaba viendo en verdad sucedió; más encima en determinado momento la trama se mezcla con otro de mis mayores temores, los demonios y la posesión diabólica.  Y para más impacto mío, en determinado momento el director y escritor del largometraje, Olatunde Osunsanmi, luego sale entrevistando a la víctima real de estos raptos.  Cabe mencionar que ver a la supuesta sobreviviente de todo esto y compararla con la dramatización hecha por la estrella hollywoodense, no puede ser más impactante; no obstante no quiero contar nada más sobre la trama, para que quienes no han visto este título lo descubran por sí mismos.
     ¿Y qué tiene que ver Amilcar con todo esto? Pues que en un principio comencé a ver la película solo en mi cuarto, pero en algunos momentos fui incapaz de seguir haciéndolo, que ya era de noche y tenía que ponerla en pausa para tranquilizarme, yéndome a donde el resto de la familia para charlar un rato y despejarme la cabeza de tanta escena espantosa; y como uno es masoquista y, pese a todo, me tenía intrigado esta obra, opté por llevarme a Amilcar que aún no sabía caminar para tenerlo abrazado mientras me acababa la película.  El entonces bebé no se dio ni cuenta, que se quedó dormido al rato, si bien su compañía me hizo sentirme mejor.


                                              Tráiler de la película arriba mencionada.

10. El edificio de los fantasmas.

     Esto me ocurrió durante el presente año, en plenas vacaciones de invierno.  La primera semana de esos días de descanso fui con mis amigos Ledda Gaete y Marcelo a Concepción, ciudad ubicada en el Sur con muchos atractivos turísticos.  Arrendamos juntos un departamentito en un moderno edificio que Marcelo se consiguió barato.  Creo que fue justo el segundo día de nuestra estancia allí, que el chofer de un Uber que tomamos nos dijo:

     - Ustedes van al edificio que no se cayó.
     - ¿Cómo es eso?
     - Que el lugar en el que se están alojando fue el único que quedó en pie, de unos cuantos que se cayeron para el terremoto de 2010.
     - ¡¿En serio?!
     - Claro, si al frente de ustedes hay uno construido sobre otro de los que se derrumbaron y al lado aún está sin ocupar el peladero que quedó del que se vino abajo en ese sitio.
     - Entonces por eso estaba tan barato el arriendo…
     - Por supuesto, que muchos de los del edificio donde ustedes están quedándose se asustaron pensando o bien que en otra oportunidad este se podía desmoronar también o que podían “penar”; así que si no vendieron a bajo precio sus departamentos, al menos decidieron arrendarlos.

      Esa noche estuve atento a cualquier cosa rara que pasara y eso que tras irme a dormir tan solo al ladito estaban mis compañeros de viaje.  Al otro día vimos efectivamente el sitio eriazo que estaba a nuestro lado, que me impresionó.  No me quise quedar solo en el departamento.  


sábado, 24 de agosto de 2019

¡Cómo pueden suceder tantas cosas en una sola temporada!


     La cuarta temporada del hoy ya mítico programa de televisión Gotham, puesto que lamentablemente finalizó este año y con una cortísima quinta temporada de solo 12 episodios (bueno, igual mucho más que esos paupérrimos 8 capítulos, con los que nos están acostumbrando otros shows), se exhibió entre el 21 de septiembre de 2017 y el 17 de mayo de 2018.  Con 22 episodios en total, como en años anteriores, se nos dio la oportunidad de seguir vislumbrando y disfrutando de esta tremenda adaptación del universo batmaniaco, para contar los orígenes de muchos de sus personajes y/o verlos en versiones más jóvenes, de supuestamente antes de sus aventuras en los cómics…Y la verdad es que tras ver y revisar esta cuarta temporada, para el fanático de dichas historias y más si se es amante de todo lo relacionado con Batman, es fácil que uno se encante con todas las sorpresas que se nos deparan.
     Mientras el seguidor está contemplándola y más tras acabarla, queda claro de que se trata de un programa de carácter coral, donde el protagonismo es compartido por un tremendo grupo de personajes, entre héroes y villanos.  Es así que una de sus grandes particularidades, es que hasta los “malos” nos llegan a simpatizar, quedando con ello de  manifiesto la idea de que luz y oscuridad, forman parte del alma humana: puesto que podemos encontrar que los mismos héroes pueden cometer errores tremendos, productos de sus propias pasiones y limitaciones, así como que los malhechores también pueden amar y tener actos de bondad.
    Por todo lo anterior, podemos dividir a los personajes principales en dos grandes grupos, si se les considera el papel que luego tendrían en el futuro dentro de las historietas: los defensores de la ley y/o los que se amparan en la legalidad y los infractores de esta.  En el primer equipo están James Gordon, su amigo Harvey Bullock y todo el resto de los policías de la ciudad, más Lucius Fox (que ahora trabaja para la policía y ya no para Empresas Wayne) y, como no, Bruce junto a Alfred Pennyworth; dentro de estos se encontraba hasta hace poco la doctora Leslie Thompkins, no obstante su vida toma tal vuelco en esta ocasión, que tal como la adolescente Selyna Kyle, (quien luego sería Gatúbela) comienza a moverse entre un extremo y otro.  Los otros siguen siendo los criminales que, pese a sus asesinatos, no pueden dejar de simpatizarnos: el Pingüino y el Acertijo, además de las femme fatales Barbara Kean y Tabitha Galavan, a quienes se suma Butch Gilzean; mención aparte merece la versión mucho más agradable de Victor Zsasz y que aun siendo un secundario, ha conseguido estatus de estrella dentro de los guiones.   En todo caso, nos volvemos a reencontrar con las excelentes versiones para la pantalla chica de Mister Freezer, Luciérnaga, el profesor Hugo Strange y el Sombrerero Loco.
     Puede llamar la atención el hecho de que para ser un programa tan violento y gore, que más encima se nutre de manera increíble de las viñetas deceístas, abunda el humor y que ayuda a que la trama, no se vuelva tan oscura y dramática como algunos de los mejores shows de Netflix marvelitas (como Daredevil o Jessica Jones); es así que se agradece esta dicotomía, que a veces raya en el absurdo, aunque no le quita potencia a las tremendas historias que se nos van contando.

     Dentro de todo lo que sucede en esta temporada, nos podemos deleitar con acontecimientos como:

1- Los primeros pasos de Bruce Wayne como justiciero, en una especie de primera versión de Batman.
2- El desarrollo del plan de Ras al Ghul para convertir a Bruce en su heredero, lo que se aleja de lo que esperábamos si nos atenemos a los cómics, el cual tiene impresionantes efectos en el millonario muchacho.
3- Los propios planes del mismo “Cabeza del Demonio” para con Gotham.
4- La aparición de nada menos que del Espantapájaros, sin dudas que uno de los mejores rivales del Caballero de la Noche.
5- La introducción del Profesor Pyg, otro tremendo villano y que nos regaló para la posteridad el eminente (y polémico) guionista Grant Morrison.
6- La nueva transformación de Ivy Pepper, ahora sí convertida en la mortal Hiedra Venenosa.
7- La llamada “Pax Penguina”, con el Pingüino como el mayor criminal de la ciudad…durante un periodo.
8- Una inesperada relación muy estrecha entre el Acertijo y Leslie.
9- La propia Leslie liderando el barrio más marginal de Gotham.
10-  El origen de nada menos que de Solomon Grundy, relacionado con un viejo y querido personaje entre los villanos del show.
11- Una alianza entre malvados y al más puro estilo de La Sociedad del Mal.
12- El regreso del antecedente del Guasón, que implica el descubrimiento de un hermano gemelo suyo y que nos dará nuevos momentos inolvidables.
13- El retorno de Barbara Kean (más hermosa, mala y loca que nunca), ahora con poderes y muy ligada a un famoso villano.
14- La introducción de la hasta el momento desconocida hija de Carmine Falcone, antiguo líder mafioso de la ciudad y que llega a esta para darnos muchas sorpresas.

     Todo esto y mucho más pasa, que más encima el final de temporada corresponde a la adaptación de una de las mejores sagas de Batman, que abarcó todo un año y se extendió a los personajes satélites suyos en sus propias colecciones: Tierra de Nadie.  Habrá que ver cómo continúan esto en la quinta y última temporada.

Solomon Grundy.

El Espantapájaros.
     Es cierto que todo lo concerniente a Batman da para tanto, que sin que este salga como tal (aunque sí Bruce Wayne menor de edad), puede permitir que salgan series como esta y sean todo un éxito (que cabe recordar está en producción una sobre la juventud de Alfred y está por estrenarse una dedicada a Batwoman); no obstante, bien habría sido genial que hubiesen extendido esta ficción a otros lugares famosos del universo DC, como la misma Metrópolis de Superman (que no es necesario salga este) y otras urbes; también se podría fantasear, con que al menos hubiese salido algún superhéroe clásico por ahí, al menos en sus primeros años como paladines, quizás los mismos miembros de la Sociedad de la Justicia ¿No?, que con tanto supervillano, necesario sería tener a sus contrapartidas.
     Por cierto, no deja de causarme gracia cómo el Departamento de Policía de Gotham, pese a estar tan lleno de agentes, una y otra vez es invadido por los maleantes; de igual manera, a estas alturas, el bueno y guapo de James Gordon parece que tuviera su propia habilidad extraordinaria de regeneración, que con tantas heridas que ha sufrido cuesta creer que al capítulo siguiente esté como si nada.
     No puedo terminar este post, sin decir que aunque encuentro un gran actor a Alexander Siddig y a quien conozco y tengo aprecio desde que hacía del doctor Julian Bashir, en Star Trek: Deep Space Nine, quien hace acá de Ras al Ghul, no me convence como tal… ¡Y es que es demasiado flaco y carece del imponente físico que este tiene y quien sí lejos mejor apareció en Batman Begins y en la tercera temporada de Arrow!
     Bueno, a ver cómo finaliza todo, que me tiene expectante el final del que hoy en día ha venido a agregarse a mis programas predilectos.  Apenas suba Netflix la quinta temporada, tendrán noticias mías al respecto.

¿Profesor Pyg, qué intenciones tienes con mi querido James Gordon?

miércoles, 21 de agosto de 2019

Mi amigo Cidroq.


      El pasado 18 de agosto se cumplió un año del fallecimiento de mi "cuate" Eduardo Romero, Cidroq en la blogósfera a través de su página El Cuchitril de Cidroq. Quería escribir estas palabras para que calzaran justo en su aniversario, pero solo ahora me pongo a dedicarle estas líneas. Desde que le hice mi más sentido homenaje, apenas me enteré de su partida, por lo menos en dos ocasiones distintas lo he mencionado en alguno de mis posts, si bien la verdad no pasa semana en que me acuerde de él (a principios de enero y a mediados de julio del presente año, estuve a punto de dedicarles mis comentarios sobre las dos últimas películas de Spider-Man, que como yo era un fervoroso spiderlover).
     Una vez estaba conversando vía chat con otro amigo bloguero, Roger Senra de Venezuela, y autor de Materia Oscura de la Mente, con quien inicié mi fraternidad a distancia en el mismo periodo que lo hice con Cidroq y le escribí:

      "Pienso en lo duro que debe ser, explicarle a dos niñas de alrededor de 5 y 9 años, sus hijas, que a su padre ya no volverán a verlo...Al menos en este plano".

     Y dejé abierta la pantalla de mi notebook, justo con el diálogo que incluía esas palabras. Cuando de repente mi sobrinito Amilcar, quien pasa tanto tiempo conmigo, me dijo con la voz cargada de emoción:

     - Tío, leí en el computador algo tuyo que no debía.
     - ¿Qué cosa?- Le pregunté, ya sospechando a qué se refería.
     - Eso de tu amigo que murió y sus hijas.

    No voy a negar que me enojé en mi fuero interior, que siempre le he dicho que no le corresponde meterse en cosas ajenas y de adulto. No obstante, lo que le dije fue lo siguiente:

     - Para que sepas cómo es la vida y aprendas a apreciar a tus padres.

     Seguro que fue duro, no obstante, es cierto eso de que no valoramos las bendiciones que se nos han dado hasta que las perdemos. En mi caso mi papá se fue cuando ya era un adulto y estaba sufriendo mucho con su enfermedad, como por igual nosotros, al pasar con él dicho Getsemaní; así que ya estaba maduro para aceptar su viaje de no retorno, que más encima murió literalmente en mis brazos y eso es algo que no se olvida, que de seguro muchos quisieran haberlo vivido junto a un ser querido, cuando abandona este mundo...Por eso mismo, ser tan pequeño e inocente al pasar por algo así, es algo que me duele de solo pensarlo.
     Creo de corazón que la única respuesta a cómo enfrentar algo así, acompañando a los pequeños que han pasado tamaña desgracia, es dándoles todo el amor posible. Es cierto que Eduardo fue un padre, un esposo, un hijo, un hermano y un amigo cariñoso; por eso mismo, aquellos que tuvieron la dicha de contar con alguien como él en su existencia, pueden dar testimonio de ello tomando su ejemplo amoroso. Veo las fotos de su familia posteriores a su deceso, gracias a la magia del Facebook y me doy cuenta de que a esas bellas niñas nunca les faltará el amor, que su padre sigue presente a través de la huella que dejó en quienes compartieron con él.
      Desde fines del mes pasado, que se me venía a la cabeza lo de cuándo era la fecha exacta del triste acontecimiento que nos vuelve a reunir. Podría decir, incluso, que estaba pensando PODEROSAMENTE en ello, en él y en su familia. Fue así que el viernes 2 de este agosto que ya está por terminar, me llegó una invitación de Facebook que venia nada menos que de México, la patria de mi compadre. No reconocí el nombre, Maru Hernández, ni a la niñita que salía en la foto de perfil y que de seguro no era la misma dueña (o dueño...que en Chile no usamos ese nombre o apodo, así que no tenía idea de su género) de la cuenta. Me propuse revisar al rato quién me había contactado, cuando me saludaron por el chat y entonces supe que quién me había contactado, era nada menos que la viuda de Cidroq.
    No creo en las simples casualidades y ante algo así con mayor razón veía detrás de esto, una prueba de lo que Gustav Carl Jung llamó como SINCRONICIDAD, que es una manera de nombrar de forma científica lo que para uno es mágico y para otros metafísico o propio de la intervención divina. Pudo haber sido en cualquier momento que Maru me escribiera, no obstante fue justo en ese periodo...y no saben cuánto me alegra que esto haya pasado.
     La mujer que conquistó el corazoncito de Eduardo y le dio dos hermosas hijas, debía ser también alguien especial, algo que pude comprobar con su gesto de nobleza al darse tiempo para mí, que solo soy un amigo distante de otra tierra y que nunca compartió en persona con su marido. Maru me dio las gracias por mi gesto del año pasado, algo que me emocionó mucho y más aún, hizo que regresara a casa agradeciendo a Dios tanta gente noble a mi alrededor, incluso al otro extremo del continente. Hablamos harto, que cada uno se desahogó a su manera, que por mi parte pude cumplir mi anhelo de manifestarle a la señora de mi amigo, cuánto lamento todo; pero además cuán dichoso me siento, por haber contado con la amistad de Cidroq.
     Así que no dedico este texto a Eduardo, quien desde el Cielo sabe que es valioso para mí, sino a su familia que le sobrevive como testimonio de que la vida sigue y lo mejor que podemos hacer para honrar a nuestros muertos es amarnos y luchar por un mundo mejor y ser felices.


La bella familia compuesta por Eduardo, su señora Maru y las niñas Xotli (la mayor) y Heidi (la menor).

domingo, 18 de agosto de 2019

¡Post número 666!


1. La génesis de todo.

      Planificando de antemano esta entrada, hace meses ya, me propuse escribir un texto que fuese especial y para ello se me ocurrieron varias alternativas, teniendo en cuenta el significado que tiene este número dentro de la cultura cristiana y de la cultura popular en general.  Obviamente se trata de un juego por mi parte, que para nada soy un satanista, sino que llegados a este punto me permito escribir algo relacionado con el terror (que en todo caso, harto tengo al respecto por acá, pero quería hacer algo diferente).   
     Dentro de las opciones que barajé, pensé hacer un repaso por algunas de las películas de miedo que más me han gustado y de las cuales nunca he dicho nada al respecto en este blog; también pensé hacer algo parecido, pero con las novelas o cuentos del género que de igual manera tienen un lugar primordial en mi corazón y memoria.  Por otro lado, como hace meses me puse en campaña para leer durante el resto del año, solo a autores nacionales y, luego, latinoamericanos, se me ocurrió dedicar este espacio a una antología de relatos chilenos de espanto que por años busqué, aparecida en plena década de los ochenta y que por fin pude conseguir el semestre pasado.  No obstante, ganó la idea de contar acerca de las experiencias más aterradoras que he tenido, que, menos mal, no son muchas y, mejor aún, no tienen que ver con el mundo sobrenatural (pues soy un miedoso y me alegro de no haber presenciado, hasta el momento, sucesos de este tipo); tampoco se trata de situaciones límites, como encontrarme en medio de un asalto violento o sufrir un accidente mortal, pero sí que en su momento la pasé mal.  Bueno, mejor ir directo al grano para  ver cómo me queda todo esto.


2. Escándalo en plena vía pública.

     Cuando era niño, mi papá y mi mamá solo me llevaron al cine en dos ocasiones y era ya un adulto, luego de que mi “taita” falleció que comencé a ir seguido a ver películas con mi mamá.  Es así que la primera vez que asistí con ambos a este espectáculo, fue para ver la versión de Disney de Alicia en el País de las Maravillas, que nunca antes había entrada a una de esas salas.  Debía haber tenido a lo más unos 5 años.
      Muy contento quedé con mi nueva experiencia, que desde pequeño me fascinaban estas historias.  Iba comentando el filme tomado de la mano por ambos lados de parte de mis padres, cuando pasamos por fuera de una carnicería y colgados sobre unas perchas, exhibidas afuera del local, se encontraban unas cabezas de chanchos.  En mi corta vida nunca había visto algo parecido, que tampoco conocía el campo.  El impacto fue muy grande para mí y me puse a gritar descontroladamente, por supuesto que también me puse a llorar.  De seguro no solo mis familiares desconocían lo que me pasaba, que la gente a mi alrededor debe haberse alarmado con ese niñito que estaba fuera de control.  Luego de que quedó claro el motivo de mi temor, tras indicar todo tiritón aquello que me provocó tanto terror, me taparon los ojos para seguir nuestro camino.  Se supone que luego debíamos volver a pasar por ahí (supongo para ir a esas “once completas” que nos servíamos en la tradicional pastelería San Camilo), así que les pedí a mis papás que me volvieran a cubrir los ojos.
      Hace rato ya que veo una cabeza de esas en una carnicería, me muero de risa y si estoy acompañado por mi mamá nos acordamos con gracia de este episodio infantil.


3. El circo del espanto.

     Toda mi educación escolar la tuve a solo cuadras de mi hogar y al menos los 3 primeros años fue en una escuelita muy pequeña, donde varios hermanos míos mayores también estudiaron: La Santa Margarita.  A este lugar me llevaba o bien mi mamá o mi papá o algunas de mis hermanas.  
      Debía estar entre los 5 y los 7 años de edad, que desde ya era un despistado y digo esto último, porque cuando estaba en las puertas del colegio vi que su fachada había “cambiado”, puesto que ahora tenía unos coloridos carteles con imágenes y yo ni idea tenía de lo que había pasado…Pues resulta que aquella vez teníamos una función de circo y yo nada sabía al respecto.  No recuerdo quién me llevó ese día, aunque sí estoy seguro que mi acompañante tenía conocimiento del show que se iba a llevar acabo. Pregunté qué estaba pasando y me dijeron que ese día teníamos circo.  Una imagen acaparó mi atención: la mujer de goma, donde se veía a una fémina en posturas contra natura; a ello se le sumaban los dibujos de los payasos, que me parecieron siniestros (supongo como un anticipo del famoso Pennywise, del libro de Stephen King It).   Fue imposible que me trataran de entusiasmar con golosinas y diversión, me resistí a entrar entre llanto, gritos y forcejeo.  Creo que para mí ver la escuelita así de transformada de la noche a la mañana, con una especie de carpa en su pequeño patio, fue demasiado, como si hubiese entrado a lo que luego conocería como La Dimensión Desconocida.


4. Solo en la noche.

     Lo más probable es que esta experiencia me haya pasado antes de la anterior e incluso de la primera que cuento en este listado y que debido a lo traumática que me haya significado, fuese aquella que me llevó a tenerle por años temor a la noche y a la oscuridad, así como a la soledad física. 
      Y todo lo anterior, porque siendo muy pequeño, desperté no sé a qué hora de la noche solo en casa, no recuerdo sin con las luces prendidas o en plenas tinieblas y al verme indefenso me puse a llorar con un miedo atroz, que no había quién velara por mí.  Tengo muy presente haberme subido a una silla, para abrir la puerta que daba al patio de mi casa y luego encaramarme a una especie de pileta que había (y aún existe en mi hogar), para encima de ella asomarme por la muralla que daba con la casa de mis vecinos.  Puede ser que la memoria me falle, pero comencé a llamar para “el lado” y de ese modo desperté a los vecinos que años después serían mis familiares políticos (ya que una de mis hermanas se casó con el hijo mayor), quienes sabían que el resto estaba donde mis abuelitos, que vivían a una cuadra y media; así que los fueron a buscar y de ese modo se les acabó la fiesta (¡Por irresponsables!) y yo pude quedarme tranquilo, que algo así es como para sentirse desvalido ¿No?
      Desde aquella vez nunca más me dejaron solo, hasta que ya pude valerme por mí mismo.


5. ¡El guarén del wáter!

     Yo era ya un preadolescente y debía tener cerca de unos 11 años de edad.  Eran vacaciones de verano y hacía mucho calor, no sé si durante enero o febrero. Aquella vez fui al baño a hacer mis necesidades y creo que escuché un chapoteo dentro de la taza, que me pareció no se trataba del producto de mi digestión y cuando me paré a limpiarme miré dentro del wáter (como le llamamos acá de manera informal a la taza de baño, por WC, o sea, Water Closet) vi que había vivito y coleando, creo que hasta saltando, una enorme rata (que en Chile son los guarenes, mientras que los roedores más pequeños son las lauchas).  Fue así que gritando de lo lindo, salí corriendo con los pantalones aún abajo y mostrando todas mis “vergüenzas”.  Lo que pasó después con el bicho lo ignoro.
     Pasaron años como para que no me asegurara antes de “sentarme en el trono”, de que no hubiera ningún visitante inesperado atento a morderme “ahí debajo”.


      Bueno, esto me quedó mucho más extenso de lo que me esperaba, que aún tengo 5 historias más de este tipo que contar y ya escribí.  Así que la segunda parte va para fines de mes ¿Les parece?

miércoles, 14 de agosto de 2019

Historia Real y Ficticia en una novela de Rivera Letelier.


1. El libro.

      En el transcurso de la primera mitad del siglo XX, apareció en Chile la figura del llamado Cristo del Elqui, un personaje curioso de connotaciones mesiánicas, que anduvo vagando por el país y dando su prédica religiosa, con lo que no le faltaron adeptos, ni detractores. Desconocido por muchos de sus compatriotas, el autor lo rescató del olvido con su curiosa estampa, para aprovechar de regresar al viejo mundo de la pampa salitrera (escenario y tema recurrente en su obra) y seguir con su presentación personal de la chilenidad.
     Publicada por primera vez en 2010 ganadora del primer lugar del Premio Alfaguara de Novela (en el que compitió usando un pseudónimo), no solo tiene de protagonista a este llamativo sujeto, sino que lo hace unirse a un personaje por completo de su creación: Madalena Mercado, en quien rescata a un leiv motiv tradicional en la literatura y al que ya había utilizado en su libro, tal vez más famoso (La Reina Isabel cantaba Rancheras), y que viene a ser nada menos que la prostituta de buen corazón.
      El texto abarca la llegada del coprotagonista masculino a la paupérrima oficina salitrera de La Piojo, lugar en el cual se encuentran muchos de los más humildes entre los calicheros y sus familias. Allí vive quien se supone tendría que ser su compañera ideal, para realizar su peregrinación evangelizadora, una extraña mezcla entre puta y beata devota de la Virgen del Carmen. Es así que el hombre debe hacer lo que pueda para convencerla de irse con él, pese a la resistencia de los solteros del lugar que la adoran y de otros pormenores a los que tendrá que enfrentarse.

2. Características de la novela.

      Como es habitual en la narrativa del autor, nos encontramos con la ambientación y descripción del mundo de las salitreras del norte de Chile, tan bien delineado por alguien que las conoció en carne propia durante su juventud. De este modo sus personajes típicos, entre trabajadores, dueñas de casa, comerciantes, gringos y otros deambulan una vez más a través de sus páginas, enseñándonos su cultura, tradiciones y lenguaje. Pero, además, en este caso concreto el artista regresa a la narrativa histórica, luego de su primer acercamiento en Santa María de las Flores Negras (sobre la infame matanza de la Escuela Pública de Santa María), para usar como vehículo de su historia al ya mencionado Cristo del Elqui.
       El humor no deja de estar presente en este título, que dentro de la idiosincrasia nacional no falta la picardía y en especial aquella relacionada con el terreno sexual. Caba recordar que uno de los dos personajes principales es una prostituta, así que muchas de las situaciones más jocosas, extrañas e incluso surrealistas tienen relación con ella...y con el mismo misionero, quien pese a sus delirios religiosos y humildad no ha perdido su libido. 
      Agarrándonos de lo dicho más arriba, a lo largo del libro suceden algunos eventos extraordinarios, que si bien no corresponden al mundo sobrenatural, sí irrumpen dentro de la cotidianidad no quebrándola, pero sí como una confirmación de que situaciones como una cama en plena pampa descubierta y dentro de ella la puta beata atendiendo a sus "feligreses", son propias de un clima surrealista. Tampoco hay que olvidar las excentricidades del profeta, con sus actos más desfachatados, la verdad, que representa mucho de la fe y el llamado sincretismo religioso, habituales no solo en los sectores más populares de nuestro país.
       El texto sirve además para referirse a las injusticias sociales, donde los oprimidos son los muchas veces ignorantes obreros, sometidos acá al régimen de sus jefes y tan lejanos a ellos como los mismos extranjeros dueños de los recursos naturales y que como vampiros llegan a adueñarse de las tierras allende al mar. Es así que donde hay solidaridad, fraternidad y esperanza entre los más pobres, entre los privilegiados vemos a personas carentes de empatía y, casi de forma maniquea, ninguno de ellos logra mostrar algún ápice de humanidad (ni siquiera el único sacerdote católico del lugar, un tipo con más de un esqueleto en el armario).
       Retomando al personaje del padre Sigfrido (llamado como el héroe mitológico vikingo...y del cual nada tiene en comparación), la fe institucionalizada no sale bien frente al carisma popular del Cristo del Elqui. De este modo, donde hay calor humano y esperanza entre gente como el misionero y la puta beata, así como entre la gente sencilla que cree en el Cristo del Elqui, la Iglesia se ve como una organización lejana al pueblo y preocupada por el qué dirán (si no solo queda recordar, la carta del Cardenal Caro, otro personaje histórico chileno, que pone de cita el autor al comienzo del libro y que puede ser interpretada como otra intolerancia al fervor popular).
       Como tal vez ya habrá quedado claro más arriba, nos encontramos por igual con un fuerte componente dramático en esta obra, que no solo tiene que ver con la dureza a la que se enfrenta la gente de la pampa (muchas veces llevada por medio de engaños a este lugar, tal como da testimonio el narrador), si no que por medio de ciertos flashbacks dedicados a Madalena. La risa y la diversión solo son parte de nuestra vida, que detrás de cada uno de nosotros hay una historia digna de ser contada, muchas veces con hiel de por medio; por esto mismo, incluso alguien tan estrafalario como la "puta beata", merece nuestra atención más allá de la curiosidad, que nos puede provocar en una primera instancia.
       Al parecer (que por mucho que me guste cómo escribe el autor, no he leído tanto de él, si bien tengo aún guardaditos como 5 libros suyos más esperándome) las narraciones de Rivera Letelier forman parte de un mundo compartido. Ello se hace comprensible, si se tiene en cuenta que todas sus obras o la mayoría de ellas, transcurren en la pampa salitrera. De este modo en el tomo que hoy nos reúne, aparece uno de sus personajes previos, el vendedor de pájaros que fue introducido en Mi Nombre es Malarrosa y que luego tuvo su propia aventura titulada tal como su actividad mercantil; asimismo, se menciona a la protagonista del anterior volumen citado.

 

3. El nombre del libro.

      Un título llamativo como este, en una primera instancia puede confundir al lector, cuando al principio de la novela se narra la supuesta resurrección de un obrero por parte del protagonista. No obstante, la razón de su nombre más bien corresponde a un simbolismo, si se considera lo que sucede en ella.
      Tras una serie de eventos que los marcaron en su niñez, tanto el llamado Cristo del Elqui como también Madalena Mercado, se "reinventaron" para seguir con sus vidas y de ese modo pudieron darle un sentido a esta, llegando además a volverse importantes para un gran grupo de personas. Es así que en un lugar tan agreste, como la pampa salitrera, ellos y sus feligreses no solo deben aprender a sobrevivir, si no que levantarse de entre sus miserias ("resucitar" metafóricamente) para ojalá mantenerse estoicos, frente a los avatares de la vida y entre medio tocar en parte la idea de la felicidad.

4. Personajes.

* El Cristo del Elqui: Nacido como Domingo Zárate Vega, es con quien parte esta obra, un sujeto por completo ave raris y quien, en todo caso, no es el único de su especie que protagoniza esta obra, que en la literatura del escritor y en la vida misma siempre habrán personas como él (y en especial si se considera a ciertos líderes religiosos o fanáticos como él, por lo general verdaderos locos).
      El creador lo retrata en apariencia tal y como sale en las fotos que se conservan de él: barba y cabelleras largas y desgreñadas, vistiendo una prenda única negra tipo sotana y calzando sandalias hechas de neumático por él mismo...Su apariencia austera, en su caso, no resulta ser una mera pantalla y es que en verdad este hombre lleva una vida de trashumante sin deseos de vanagloria, ni algún tipo de poder; que solo le interesa compartir con la gente su doctrina de salvación. De espíritu amable, posee una lengua de oro, que uno no se esperaría en un tipo de orígenes humildes como este y alejado de los bienes terrenales (bueno, autodidactas como él y maestros del idioma abundan, tal como el mismo Rivera Letelier), manejando la Biblia con claro conocimiento de esta y dando sus máximas con gentileza, algunas en verdad ciertas y otras graciosas debido a la ignorancia detrás de ella y que, sin embargo, llega a decir con tanta convicción; a lo último, se suman sus conocimientos sobre hierbas medicinales, que el lector se pregunta cuáles son ciertos y cuáles carentes de real sentido científico (y cabe mencionar que este tipo de creencias, bien forman parte de la tradición popular que tanto busca representar el escritor). Llama la atención y cómico resulta ser, el atractivo que despierta en muchas mujeres este hombre, tan desaliñado y que, no obstante, tiene que ver con la obsesión de la gente por las figuras de poder.
      Frente a su carácter extraordinario y personalidad que pese a su sencillez logra conseguir el aprecio de muchos, resulta ser no solo común en muchas cosas, sino hasta vulgar (aunque nunca con malicia). Su complejidad como iluminado, loco y sujeto tan terrenal en sus costumbres, lo convierte en alguien entrañable para el lector.

* Madalena Mercado: Su nombre le hace creer al peregrino que es la mujer ideal para tener de discípula y apoyo en su cruzada evangelizadora, que bien le recuerda a la Magdalena del Nuevo Testamento, quien antes de convertirse fue una persona de "vida licenciosa" y luego gran devota de Cristo. Pero el llamado Cristo del Elqui también la quiere para satisfacer sus deseos sexuales, que es la única gran debilidad que tiene. 
      La única prostituta de La Piojo, demuestra poseer un gran corazón y es querida por sus llamados "feligreses". Cuando llega hasta ella quien la desea como compañera, no le niega sus atenciones como creyente y como mujer, si bien esta tiene su propio objetivo y ello se hace saber en la novela como una de sus revelaciones más impactantes.

* Don Anónimo: Con este se completa una especie de trinidad, formada por tres individuos de personalidad estrafalaria y cuyos destinos se unen por un tiempo para contarnos una historia inolvidable.
       Corresponde este a un anciano (a menos que me equivoque, nunca llegamos a saber su edad), que llegó junto a un tren cargado de desquiciados de un manicomio y traídos también por engaño a trabajar a las salitreras. El hombre vive junto a Madalena, quien le dio cobijo tras haber perdido su empleo, una vez que la locura lo embargó. De carácter pacífico, salvo cuando por accidente ingiere alcohol, es como la mascota del lugar, puesto que es tolerado y protegido por la mayor parte de los habitantes.
      Su manía consiste en barrer y limpiar todo, incluyendo el desierto; lo que implica enterrar aquello que encuentra, entre simple basura, joyas y hasta cadáveres, de entre animales y personas.

Fotografía del verdadero Cristo del Elqui.

viernes, 9 de agosto de 2019

Así era en "mis tiempos" (segunda parte): El VHS.


     Entre los años ochenta y principios de la década pasada, estuvo en mi vida (y en la de millones en todo el mundo) esta tecnología audiovisual. Primero gracias a las funciones de cine que se hacían en colegios y otros lugares, por lo general para tener fondos económicos y, más adelante, gracias al arriendo de cintas en los videoclubes.  Estos últimos eran locales que lucraban con el arriendo y a veces con la venta de películas en este formato, negocio tan exitoso en aquellos años, que había verdaderas cadenas dedicadas a ello y en Chile muy popular fue Errol's, que hasta revista tuvo y luego en los noventa, fue comprada por la hoy nostálgica compañía internacional de Blockbuster (bueno, aún quedan unos cuantos de estos, si bien pasaron del VHS al DVD y al blu-ray).
     Se trata del heredero, descendiente o evolución del olvidado Betamax, una cinta dentro de una caja rígida de alrededor de unos 20 x 10 centímetros de diámetro y que para disfrutar de sus bondades, se mete dentro del llamado videograbador o pasapelículas (el primero puede hacer grabaciones de la tele, que quedaban registradas en cintas dispuestas para ello y el segundo solo sirve para reproducir cintas de este tipo).
     Tal como los cassettes de audio, a veces la cinta se arrugaba y con ello la grabación ya nunca, al menos en esa parte del metraje, se podía ver con la misma nitidez de antes. Cuando la cinta estaba demasiado sucia, gastada o maltrecha, la imagen en la pantalla se veía mal, con una especie de rayas, razón por la cual había que aplicar "traquin"(o como quiera que se escriba en inglés), por medio de los botones correspondientes en el control remoto y que llevaban los signos positivo (+) y negativo (-) para regularlo. En ocasiones lo que no permitía disfrutar de tu show, eran los llamados cabezales del videograbador y para eso se debía usar una cinta especial o hacerlo de forma manual, abriendo el aparato y usando "cotonitos" con algodón y alcohol (procedimiento arriesgado si lo hacía un simple "civil" como uno, que te podías "echar" la maquinita y, entonces, adiós películas).
     Otras veces cuando se echaba a perder, como cuando los cabezales requerían de limpieza, les daba por devolver la película una y otra vez, que no agarraba la cinta; y si uno insistía en meterlo a la fuerza, a ver si se "arreglaba solito" y casi por arte de magia o debido a la insistencia del usuario, uno se arriesgaba a que la película se enredara y con ello probablemente se acababa para siempre la vida útil del video.
     En relación a esta tecnología, existían unas máquinas llamadas rebobinadores y que, tal como dice su nombre, dejaban las cintas justo para ver la película o lo que hubiera grabado desde el principio; puesto que como estamos hablando de un medio analógico y no digital, uno no podía ver el material desde la parte que quisiera de forma automática y a lo más si había dejado a medio ver la cinta, al volver a ponerla tiempo después, quedaba justo en el mismo punto del metraje. Algunos videoclubes se permitían el "lujo" de cobrar a sus socios una multa, si no devolvían rebobinados los insumos.
      En esa época también había a la venta cintas originales para consumo doméstico, pero en Chile no era mucha la oferta al respecto y solo unas pocas compañías ofrecían filmes para hacerse una colección privada. Solo Disney era más fácil conseguir, que siempre tenía su buena publicidad (y una excepción fue Fox, cuando sacó la trilogía original de Star Wars, previa a la Edición Especial, con el engañoso, aunque verdadero discurso de que era la primera y única vez, en que dichos filmes iban a estar a la venta en formato casero...Pues como bien ya se sabe, poco más de un año después salieron las versiones remasterizadas y con más escenas).  Solo luego de un buen tiempo las alternativas del mercado legal se pusieron más interesantes y a muy buenos precios, por cierto.


      Como alternativa para fanáticos, cinéfilos, coleccionistas y ñoños, comenzó el mercado pirata. En Chile ferias y persas, como el Bío-Bío (uno de mis lugares favoritos) eran la ocasión ideal para conseguir aquellos filmes que uno deseaba tener, para ver una y otra vez; en cambio conseguir tus series grabadas y/o completas, era algo solo digno de las más grandes fantasías y sin saber uno que poco después de comenzar el siguiente milenio, sería posible conseguir este anhelado sueño.
      En todo caso, aquellas ediciones en este formato solo traían la película en cuestión y a lo más uno que otro adelanto al principio de próximos estrenos, que la ideal del “material adicional” solo llegó con los laserdiscs, un antepasado gigante del DVD.
     La otra posibilidad para tener aquellas obras que adorabas, era grabar de la tele, en una primera instancia a través de los canales públicos y luego gracias a la llegada del cable y la televisión satelital; que gracias a estos últimos casos, nos fue posible acceder a más posibilidades, que las limitadas ofertas programáticas de la TV criolla. Sin embargo, esto significaba estar sometido a los horarios de rigor, en que se emitían dichos títulos y para ello había que estar presente para grabarlos en el acto o dejar programado el videograbador; siendo que en este último caso, si la transmisión se hacía interrumpida por réclames (como se les llamaba antes a los comerciales y/o franjas publicitarias en Chile, ille tempore), no quedaba otra que mamárselos y luego adelantar la cinta con el control remoto (si bien creo que llegaron a existir videograbadoras, que editaban los malditos réclames, pero a veces creo que era prácticamente una leyenda urbana). Por cierto, más de una amistad que tenía me hacía el favor de grabarme películas y programas; que en el caso de las series me tenían la misma cinta por semanas, para completarlas con varios capítulos seguidos (que esperaba ansiosamente llegara a mis manos, para devorarme su contenido); cuando se trataba de filmes, depende de cuánto me gustara este, como para pedir me lo grabaran en la mejor calidad en un solo cassette o metía 2 ó 3 dentro de uno mismo.
     Habían 3 velocidades para realizar estas grabaciones: SP, la que correspondía a 2 horas de duración y permitía tener el mejor sonido e imagen posibles; luego teníamos LP, que extendía la capacidad de la cinta a 4 horas, aunque ello significaba ya perder lo mejor de sus capacidades; por último, estaba el recurso más económico, que por un lado también ayudaba a no tener tantos VHS acumulados, el EP, ya que lograba nada menos que 8 horas de material audiovisual, si bien aún con menos calidad. Por otro lado, existían cassettes que tenían 45 minutos más de capacidad, aunque estos salían más caros. En mis momentos de mayor pirateo, compraba por mayor las cintas y hasta adquiría para ellas estuches. Cuando se trataba de poner en el lomo y sobre la superficie el nombre de lo que tenía grabado y más si se trataba de escribir los títulos de los episodios de una serie, así como de la temporada (además de poner el número de a qué cassette correspondía), sentía un tremendo gozo ñoño.
      Cabe mencionar que se contaba con otra manera de piratear, que era usando dos videograbadores de manera simultánea y con los cables correspondientemente cruzados entre ambos, dejando uno como el receptor de la señal del original o la "copia master". A menos que uno estuviese dispuesto a repetirse lo que estaba grabando, lo mejor era dejar funcionando ambos equipos y dedicarse a hacer cualquier otra cosa, que el proceso se hacía en tiempo real y duraba la misma cantidad de minutos y horas que se quería copiar.
      En todo caso, hacerse de una colección en aquellos años implicaba, por igual, tener mucho espacio físico donde almacenar tus cintas, voluminosas, que unas pocas te llenaban entera la mochila, si querías hacer un viaje para hacerte una función privada de cine con tus cercanos. Tengo un amigo que llegó a tener tantas grabaciones del cable, originales y otros, que guardaba sus colecciones dentro de inmensos tambores metálicos, de esos que sirven para almacenar aceite; para saber dónde estaba cada título, llevaba anotado en una libreta o cuaderno rigurosamente su inventario, según el contenido de cada recipiente.
     Regresando a lo dicho al principio de este texto, el VHS fue la salvación para muchas comunidades, que necesitaban reunir fondos económicos de manera fácil y sin mayores gastos. Dentro de estas, entiéndase, cursos de colegios, centros de alumnos, grupos de iglesia y otros. Es así que se cobraba una suma económica por persona (unos $100, bastante poco) y como esta iniciativa se hacía mínimo un par de veces, por lo general se lograba el objetivo. Obvio que asistí a cuánta función de este tipo me enteré y yo mismo organicé una que otra durante mi etapa escolar, en la capilla que asistía y hasta en la universidad.
     Cuando salí de primero medio, mis papás me regalaron mi primera máquina reproductora de VHS, como premio por sacar el primer lugar y ello fue para Navidad. Ese fue el año de 1990 y terminó conmigo muy feliz, que antes debía conformarme con ir a ver películas a la casa de vecinos o donde una prima que vivía cerca mío (incluso visitaba a una tía postiza que tenía, ya mayor y casada, que se aprovechaba de mí -no sexualmente- y me condicionaba para hacerle el aseo de la casa, para solo después ver juntos las películas, por lo general de terror, que yo mismo arrendada con mi propia plata) o al primer videoclub que se puso en mi barrio y en el cual pagando el precio del arriendo de una cinta, uno podía pasar a una pequeña salita dispuesta a manera de humilde cine...Se me estaba olvidando, que mi hermana Ana y su marido, mi cuñado Fabián, ese mismo año se compraron su propio videograbador y ya luego veía con ellos las cintas, que entonces vivían en una casita anexada al fondo de la mía. Para mi mala suerte, el equipo que tenía no me salió muy bueno y no sé cuántos meses pasaron para que se echaran a perder las "lucecitas", que indicaban la hora y el funcionamiento de la cinta que se ponía; así que cuando comencé a hacer mis primeras grabaciones caseras, era todo un engorro, que no podía programar a gusto y cuando ponía pausa y luego "rec", a veces no tenía claro si lo había hecho bien, que además la pausa solo duraba unos cuantos minutos y luego de ello volvía a andar la reproducción; así que cuando pasaba esto, luego la grabación quedaba hecha un desastre.
      El proceso para escoger una película en el videoclub podía demorarse bastante, que a veces uno se dejaba llevar por la carátula y luego en casa se daba cuenta de que había malgastado la plata en una mierda; otra cosa era cuando se iba en busca de un título ya conocido y/o recomendado, o de un artista por el cual uno lleva siguiendo su carrera y admiraba.  
     Mi primer VHS me duró cerca de una década, luego me compré otro por allá en el 2000, cuando ya estaba trabajando y fue mi primer equipo Sony, que me di el gusto de que tuviera...¡6 cabezales! Justo por esa época me agarró la fiebre del blu-ray y a veces les grababa a mis amigos a VHS lo que tenía en el otro formato, puesto que se podía tener dispuesta la tele y estos dos reproductores diferentes para llevar a cabo dicho pirateo. Luego de un par de años más o menos, usándolo de forma alternada con la tecnología digital del DVD, dejé de ocuparlo, cuando ya casi solo lo usaba para grabar las teleseries que veía entonces. Hoy en día sigo teniéndolo conmigo, como una reliquia y de seguro mi sobrinito Amilcar de casi 10 años de edad, mi gran compañero actual de muchas pelis y series (solo las que puedo ver con él, claro), no tiene idea de qué se trata ese aparato que tengo debajo del blu-ray. En cuanto a las cintas que llegué a tener, hace más de una década que me deshice de la mayoría de ellas, entre originales y grabaciones caseras.

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