miércoles, 14 de agosto de 2019

Historia Real y Ficticia en una novela de Rivera Letelier.


1. El libro.

      En el transcurso de la primera mitad del siglo XX, apareció en Chile la figura del llamado Cristo del Elqui, un personaje curioso de connotaciones mesiánicas, que anduvo vagando por el país y dando su prédica religiosa, con lo que no le faltaron adeptos, ni detractores. Desconocido por muchos de sus compatriotas, el autor lo rescató del olvido con su curiosa estampa, para aprovechar de regresar al viejo mundo de la pampa salitrera (escenario y tema recurrente en su obra) y seguir con su presentación personal de la chilenidad.
     Publicada por primera vez en 2010 ganadora del primer lugar del Premio Alfaguara de Novela (en el que compitió usando un pseudónimo), no solo tiene de protagonista a este llamativo sujeto, sino que lo hace unirse a un personaje por completo de su creación: Madalena Mercado, en quien rescata a un leiv motiv tradicional en la literatura y al que ya había utilizado en su libro, tal vez más famoso (La Reina Isabel cantaba Rancheras), y que viene a ser nada menos que la prostituta de buen corazón.
      El texto abarca la llegada del coprotagonista masculino a la paupérrima oficina salitrera de La Piojo, lugar en el cual se encuentran muchos de los más humildes entre los calicheros y sus familias. Allí vive quien se supone tendría que ser su compañera ideal, para realizar su peregrinación evangelizadora, una extraña mezcla entre puta y beata devota de la Virgen del Carmen. Es así que el hombre debe hacer lo que pueda para convencerla de irse con él, pese a la resistencia de los solteros del lugar que la adoran y de otros pormenores a los que tendrá que enfrentarse.

2. Características de la novela.

      Como es habitual en la narrativa del autor, nos encontramos con la ambientación y descripción del mundo de las salitreras del norte de Chile, tan bien delineado por alguien que las conoció en carne propia durante su juventud. De este modo sus personajes típicos, entre trabajadores, dueñas de casa, comerciantes, gringos y otros deambulan una vez más a través de sus páginas, enseñándonos su cultura, tradiciones y lenguaje. Pero, además, en este caso concreto el artista regresa a la narrativa histórica, luego de su primer acercamiento en Santa María de las Flores Negras (sobre la infame matanza de la Escuela Pública de Santa María), para usar como vehículo de su historia al ya mencionado Cristo del Elqui.
       El humor no deja de estar presente en este título, que dentro de la idiosincrasia nacional no falta la picardía y en especial aquella relacionada con el terreno sexual. Caba recordar que uno de los dos personajes principales es una prostituta, así que muchas de las situaciones más jocosas, extrañas e incluso surrealistas tienen relación con ella...y con el mismo misionero, quien pese a sus delirios religiosos y humildad no ha perdido su libido. 
      Agarrándonos de lo dicho más arriba, a lo largo del libro suceden algunos eventos extraordinarios, que si bien no corresponden al mundo sobrenatural, sí irrumpen dentro de la cotidianidad no quebrándola, pero sí como una confirmación de que situaciones como una cama en plena pampa descubierta y dentro de ella la puta beata atendiendo a sus "feligreses", son propias de un clima surrealista. Tampoco hay que olvidar las excentricidades del profeta, con sus actos más desfachatados, la verdad, que representa mucho de la fe y el llamado sincretismo religioso, habituales no solo en los sectores más populares de nuestro país.
       El texto sirve además para referirse a las injusticias sociales, donde los oprimidos son los muchas veces ignorantes obreros, sometidos acá al régimen de sus jefes y tan lejanos a ellos como los mismos extranjeros dueños de los recursos naturales y que como vampiros llegan a adueñarse de las tierras allende al mar. Es así que donde hay solidaridad, fraternidad y esperanza entre los más pobres, entre los privilegiados vemos a personas carentes de empatía y, casi de forma maniquea, ninguno de ellos logra mostrar algún ápice de humanidad (ni siquiera el único sacerdote católico del lugar, un tipo con más de un esqueleto en el armario).
       Retomando al personaje del padre Sigfrido (llamado como el héroe mitológico vikingo...y del cual nada tiene en comparación), la fe institucionalizada no sale bien frente al carisma popular del Cristo del Elqui. De este modo, donde hay calor humano y esperanza entre gente como el misionero y la puta beata, así como entre la gente sencilla que cree en el Cristo del Elqui, la Iglesia se ve como una organización lejana al pueblo y preocupada por el qué dirán (si no solo queda recordar, la carta del Cardenal Caro, otro personaje histórico chileno, que pone de cita el autor al comienzo del libro y que puede ser interpretada como otra intolerancia al fervor popular).
       Como tal vez ya habrá quedado claro más arriba, nos encontramos por igual con un fuerte componente dramático en esta obra, que no solo tiene que ver con la dureza a la que se enfrenta la gente de la pampa (muchas veces llevada por medio de engaños a este lugar, tal como da testimonio el narrador), si no que por medio de ciertos flashbacks dedicados a Madalena. La risa y la diversión solo son parte de nuestra vida, que detrás de cada uno de nosotros hay una historia digna de ser contada, muchas veces con hiel de por medio; por esto mismo, incluso alguien tan estrafalario como la "puta beata", merece nuestra atención más allá de la curiosidad, que nos puede provocar en una primera instancia.
       Al parecer (que por mucho que me guste cómo escribe el autor, no he leído tanto de él, si bien tengo aún guardaditos como 5 libros suyos más esperándome) las narraciones de Rivera Letelier forman parte de un mundo compartido. Ello se hace comprensible, si se tiene en cuenta que todas sus obras o la mayoría de ellas, transcurren en la pampa salitrera. De este modo en el tomo que hoy nos reúne, aparece uno de sus personajes previos, el vendedor de pájaros que fue introducido en Mi Nombre es Malarrosa y que luego tuvo su propia aventura titulada tal como su actividad mercantil; asimismo, se menciona a la protagonista del anterior volumen citado.

 

3. El nombre del libro.

      Un título llamativo como este, en una primera instancia puede confundir al lector, cuando al principio de la novela se narra la supuesta resurrección de un obrero por parte del protagonista. No obstante, la razón de su nombre más bien corresponde a un simbolismo, si se considera lo que sucede en ella.
      Tras una serie de eventos que los marcaron en su niñez, tanto el llamado Cristo del Elqui como también Madalena Mercado, se "reinventaron" para seguir con sus vidas y de ese modo pudieron darle un sentido a esta, llegando además a volverse importantes para un gran grupo de personas. Es así que en un lugar tan agreste, como la pampa salitrera, ellos y sus feligreses no solo deben aprender a sobrevivir, si no que levantarse de entre sus miserias ("resucitar" metafóricamente) para ojalá mantenerse estoicos, frente a los avatares de la vida y entre medio tocar en parte la idea de la felicidad.

4. Personajes.

* El Cristo del Elqui: Nacido como Domingo Zárate Vega, es con quien parte esta obra, un sujeto por completo ave raris y quien, en todo caso, no es el único de su especie que protagoniza esta obra, que en la literatura del escritor y en la vida misma siempre habrán personas como él (y en especial si se considera a ciertos líderes religiosos o fanáticos como él, por lo general verdaderos locos).
      El creador lo retrata en apariencia tal y como sale en las fotos que se conservan de él: barba y cabelleras largas y desgreñadas, vistiendo una prenda única negra tipo sotana y calzando sandalias hechas de neumático por él mismo...Su apariencia austera, en su caso, no resulta ser una mera pantalla y es que en verdad este hombre lleva una vida de trashumante sin deseos de vanagloria, ni algún tipo de poder; que solo le interesa compartir con la gente su doctrina de salvación. De espíritu amable, posee una lengua de oro, que uno no se esperaría en un tipo de orígenes humildes como este y alejado de los bienes terrenales (bueno, autodidactas como él y maestros del idioma abundan, tal como el mismo Rivera Letelier), manejando la Biblia con claro conocimiento de esta y dando sus máximas con gentileza, algunas en verdad ciertas y otras graciosas debido a la ignorancia detrás de ella y que, sin embargo, llega a decir con tanta convicción; a lo último, se suman sus conocimientos sobre hierbas medicinales, que el lector se pregunta cuáles son ciertos y cuáles carentes de real sentido científico (y cabe mencionar que este tipo de creencias, bien forman parte de la tradición popular que tanto busca representar el escritor). Llama la atención y cómico resulta ser, el atractivo que despierta en muchas mujeres este hombre, tan desaliñado y que, no obstante, tiene que ver con la obsesión de la gente por las figuras de poder.
      Frente a su carácter extraordinario y personalidad que pese a su sencillez logra conseguir el aprecio de muchos, resulta ser no solo común en muchas cosas, sino hasta vulgar (aunque nunca con malicia). Su complejidad como iluminado, loco y sujeto tan terrenal en sus costumbres, lo convierte en alguien entrañable para el lector.

* Madalena Mercado: Su nombre le hace creer al peregrino que es la mujer ideal para tener de discípula y apoyo en su cruzada evangelizadora, que bien le recuerda a la Magdalena del Nuevo Testamento, quien antes de convertirse fue una persona de "vida licenciosa" y luego gran devota de Cristo. Pero el llamado Cristo del Elqui también la quiere para satisfacer sus deseos sexuales, que es la única gran debilidad que tiene. 
      La única prostituta de La Piojo, demuestra poseer un gran corazón y es querida por sus llamados "feligreses". Cuando llega hasta ella quien la desea como compañera, no le niega sus atenciones como creyente y como mujer, si bien esta tiene su propio objetivo y ello se hace saber en la novela como una de sus revelaciones más impactantes.

* Don Anónimo: Con este se completa una especie de trinidad, formada por tres individuos de personalidad estrafalaria y cuyos destinos se unen por un tiempo para contarnos una historia inolvidable.
       Corresponde este a un anciano (a menos que me equivoque, nunca llegamos a saber su edad), que llegó junto a un tren cargado de desquiciados de un manicomio y traídos también por engaño a trabajar a las salitreras. El hombre vive junto a Madalena, quien le dio cobijo tras haber perdido su empleo, una vez que la locura lo embargó. De carácter pacífico, salvo cuando por accidente ingiere alcohol, es como la mascota del lugar, puesto que es tolerado y protegido por la mayor parte de los habitantes.
      Su manía consiste en barrer y limpiar todo, incluyendo el desierto; lo que implica enterrar aquello que encuentra, entre simple basura, joyas y hasta cadáveres, de entre animales y personas.

Fotografía del verdadero Cristo del Elqui.

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