Nota: Este texto continúa inmediatamente donde corté su versión original debido a razones de extensión. De este modo para comprenderlo a cabalidad, es recomendable leer antes su primera parte.
Como ya antes se
mencionaron trastornos en el ecosistema a raíz de la Guerra Mundial Z, cabe nombrarlos
para comprender la magnitud con la que Brooks aborda su obra, dejando claro que
ante un hecho como este, sin duda no solo la humanidad podría quedar en
peligro…Pues por supuesto que los animales también sufrirían ante la presencia
invasiva de los zombies. En primer lugar
estas criaturas a la luz de la narrativa del escritor, no solo se alimentan de
seres humanos, si no que de cualquier tipo de carne; de este modo llegan a
comerse gran cantidad de fauna y ante este hecho, es que las tortugas debido a
su lentitud quedan casi extintas. Como
un gran número de personas escapó hacia la supuesta seguridad de las aguas
oceánicas, se vieron obligados a alimentarse de las ballenas y otros cetáceos,
entre peces y mariscos, de modo que muchas especies desaparecieron. Asimismo debido a la violencia del medio,
algunas criaturas como los perros y las ratas, cambiaron su conducta y se
volvieron salvajes, incluso sufrieron algún tipo de mutación que les hizo
desarrollar colmillos y garras al punto de convertirse en otro riesgo para los
humanos (en todo caso, esto último en tan poco tiempo, menos de una década,
resulta imposible que suceda, de modo que tal error ficcional le quita
credibilidad a la historia). Dentro del
mismo plano, una oscuridad tomó dominio de los cielos, cuyo origen apenas logra
explicarse en el libro, elemento que claramente usa el artista para otorgarle
un tono mucho más ominoso a la narración.
Formalmente el libro se encuentra dividido
en 9 capítulos, los que corresponden a una introducción y a un último apartado
a manera de epílogo, llamado muy convenientemente Despedidas. Los capítulos entre medio abarcan el periodo
de los primeros avistamientos de zombies, contando incluso lo concerniente al
“paciente cero”, o sea, el primer humano en contagiarse y tras fallecer,
reanimarse convertido en zombie. Luego
el libro abarca las reacciones iniciales internacionales ante la noticia y que
demuestran lo poco que estaban preparados los gobiernos en el mundo para
enfrentar solventemente la amenaza. Tras
la aclaración ante la ineptitud de los países más poderosos en tomar medidas,
los episodios acerca de la guerra total, en especial durante sus primeros años,
muestran un paisaje digno de Dante, en la medida que los monstruos van ganando
terreno.
“Land Warrior, el avanzado, costoso,
hipermejorado y netroputocéntrico Land
Warrior. La cosa ya estaba muy mal con sólo ver lo que teníamos al
frente, pero las imágenes de satélite nos estaban mostrando al mismo tiempo lo
enorme que era aquella horda. Estábamos frente a miles de ellos, ¡pero detrás
venían millones! ¡Recuerde que pretendíamos limpiar la mayor parte de la
infestación de Nueva York! ¡Aquella era sólo la cabeza de una larguísima serpiente
que se extendía hasta la maldita Times Square! No necesitábamos ver eso. ¡Yo no
tenía por qué enterarme de eso! La vocecita asustada ya no era tan pequeña.
“¡Oh mierda, OH MIERDA!” Y de pronto ya no estaba sólo en mi cabeza. También la
escuchaba en mis audífonos. Cada vez que a algún idiota se le olvidaba
controlar su boca, Land Warrior se
aseguraba de que todos los demás lo escucháramos. “¡Son demasiados!” “¡Tenemos
que salir de aquí!” Alguien de algún otro pelotón, no recuerdo su nombre,
comenzó a gritar “¡Le dí en la cabeza y no se murió! ¡No se mueren ni cuando
les dan en la cabeza!” Seguramente el tiro no le pegó al cerebro, puede pasar,
la bala se tuerce raspando el interior del cráneo… quizá si hubiese mantenido
la calma y usado su propio cerebro, se habría dado cuenta de eso. El pánico es
un germen más contagioso que el virus Z, y las maravillas del Land Warrior permitieron que ese
germen se propagara por el aire. “¿Qué?” “¿No se mueren?” “¿Quién dijo eso?”
“¿Le diste en la cabeza?” “¡Hijos de puta! ¡Son invencibles!” Eso era lo que se
escuchaba por toda la red, mojando pantalones a través de la superautopista de
la información.
“¡Todos mantengan la calma!” gritó alguien.
“¡Conserven las filas! ¡Desconéctense de la red!” la voz de un viejo, era
obvio, pero de pronto fue ahogada por un grito, y mi en visor, y seguramente en el de todos los demás,
apareció la imagen de un montón de sangre saliendo de una boca con los dientes
podridos. La señal provenía de un tipo en el jardín de una casa detrás de
nosotros. Los dueños seguramente dejaron algunos familiares reanimados allí encerrados
cuando evacuaron el lugar. Quizá la onda de las explosiones debilitó la puerta
o algo así, porque salieron en manada justo sobre aquel pobre infeliz. La
cámara de su arma grabó todo el asunto, y cayó al suelo enfocando justo en el
ángulo perfecto. Eran cinco, un hombre, una mujer, tres niños. Lo tenían en el
suelo de espaldas, el hombre apoyado sobre su pecho, los niños agarrándolo de
los brazos y tratando de morderlo a través del chaleco. La mujer le arrancó el
casco, uno podía ver el terror en su cara. Nunca voy a olvidar el grito que
pegó cuando le arrancó el labio inferior de un mordisco. “¡Están detrás!” gritó
alguien más. “¡Están saliendo de las casas! ¡Las líneas no funcionan! ¡Están en
todas partes!” De pronto la imagen se apagó, alguien arriba la interrumpió, y
la voz, la voz del viejo, regresó… “¡Desconéctense de la red!” nos ordenó,
haciendo un gran esfuerzo por sonar tranquilo, y luego la señal desapareció.
Estoy seguro de que debió tomarles más de
unos segundos, tenía que ser así, incluso si estaban justo sobre nuestras
cabezas, pero pareció que justo al mismo tiempo que nos cortaron la
comunicación, el cielo se llenó con el rugido de los JSFs. No alcancé a ver cuando liberaron su carga. Yo
estaba en el fondo de mi trinchera maldiciendo al ejército y a Dios, y a mis
propias manos por no haberla cavado más profunda. La tierra tembló y el cielo
se oscureció. Había escombros por todos lados, tierra y cenizas, y mierda en
llamas volando sobre mi cabeza. Sentí algo que chocó contra mi espalda, algo
blando y pesado. Me di la vuelta. Era una cabeza y un torso, achicharrado y
echando humo, ¡y todavía tratando de morderme! Lo alejé de una patada y salí
corriendo de mi agujero apenas unos segundos después de la última JSOW.
Me encontré con una nube de humo negro en
el lugar donde había estado la horda. La autopista, las casas, todo estaba
cubierto por esta nube de oscuridad. Recuerdo que ví a otros tipos saliendo de
sus trincheras, asomándose por las trampillas de los tanques y los Bradleys,
todos mirando hacia esa oscuridad. Hubo un silencio, una calma que, al menos en
mi mente, duró por horas.
Pero entonces salieron, ¡de entre el humo,
como la maldita pesadilla de algún niño!
Algunos humeaban, otros todavía
estaban ardiendo… algunos de ellos caminaban, otros se arrastraban, algunos
sólo se retorcían sobre sus panzas abiertas sin piernas… quizá uno de cada
veinte seguía moviéndose, lo que dejaba… mierda… ¿unos dos mil? Y detrás de
ellos, mezclándose entre sus filas y avanzando constantemente hacia nosotros,
¡los millones que el ataque aéreo ni siquiera había tocado!”.
Increíblemente, dos casos entre las
distintas comunidades de las que se habla en estas páginas, destacan a la hora
de demostrar mayor sabiduría para enfrentar la crisis: por un lado Israel, el
cual invita incluso a los palestinos a cobijarse tras los inmensos muros que
crea alrededor para aislarse y protegerse del enemigo. Esta solución tan drástica viniendo de la
mente de un escritor judío como Brooks, demuestra conciencia crítica ante las
acciones de su herencia cultural, poseedora de una historia milenaria de
hostigamientos y que por ello haría que fuese su gente algunas de las mejores
preparadas para enfrentar amenazas como esta.
No obstante el escritor en ningún momento llega a hacer proselitismo,
pues trata con la misma dignidad a árabes, católicos, ateos y otros. El ejemplo de Israel solo es comparable por
su efectividad con el de la “primitiva” tribu de los yanomani en Brasil, quienes
optan por trasladar sus chozas entre las copas de los árboles en su hogar en
pleno Amazonas (ambos casos tan particulares, llegan a decir bastante acerca de
la capacidad para enfrentarse a la adversidad y que nada tiene que ver con la
sofisticación de la vida moderna, pues el mismo muro que rodeaba a Israel no
era nada moderno, si no que siguía patrones como las bíblicas murallas de
Jericó y las de los castillos medievales).
Siguiendo con los capítulos del libro, el
llamado El Gran Pánico, no puede ser más apocalíptico (nombre que en
esta ficción se refiere a cuando la sociedad a lo largo de todo el mundo, se
haya en pleno caos tras el desarrollo de la infección y los zombies pululan
entre las calles, mientras la gente como puede trata de sobrevivir, siendo que
además los gobiernos y fuerzas de seguridad carecen de todo control). Si bien varias de las entrevistas contenidas
aquí resultan ser memorables y emotivas, se pueden mencionar dos: el testimonio
de una mujer con retardo mental que era una niña durante estos años y quien a
su manera recuerda su pasado con gran dramatismo en Estados Unidos y el de un
ex adicto a la Internet en Japón, cuya experiencia durante el Gran Pánico lo
cambió por completo. A todo esto, le
siguen los episodios dedicados a las ofensivas militares y civiles en todo el
mundo (incluso uno de los entrevistados llega a ser un chileno, quien para
cuando es abordado por el desconocido periodista, se haya nada menos que en la
isla de Chiloé dentro de este mismo país, al confin del mundo); aquí es cuando
el texto cobra un mayor carácter de obra de ciencia ficción, al mencionarse y
describirse las distintas armas desarrolladas para la ofensiva final contra los
zombies.
Luego de que por fin la humanidad en cada
uno de los distintos frentes logra deshacerse de sus acosadores, igual quedan
unos cuantos millones dispersos por ahí, en especial en las aguas dulces y
saladas; de este modo los zombies acuáticos toman en el libro un destacado rol
y más todavía por su cuota siniestra, que cambia en gran medida las costumbres vacacionales
de la gente:
“[Me sorprende lo rápido que llegamos al fondo.
Parece una llanura desértica, con un leve brillo blanco entre la permanente
oscuridad. Veo fragmentos de corales tubulares por todas partes, rotos y
pisoteados por los muertos vivientes.]
Ahí están.
[Volteo para ver el enjambre, más
o menos unos sesenta de ellos, caminando entre la eterna noche de aquel
desierto.]
Y aquí vamos nosotros.
[Choi maniobra hasta ponernos
sobre ellos. Ellos tratan de alcanzar nuestras luces, con los ojos abiertos y
las mandíbulas frenéticas. Puedo ver el suave resplandor del rayo láser,
mientras se enfoca sobre nuestro primer objetivo. Un segundo después, un
pequeño dardo sale disparado hacia su pecho.]
Uno…
[Luego enfoca el rayo en un
segundo espécimen.]
Dos…
[Sigue recorriendo el enjambre,
disparándole a cada uno con un tiro que no es letal.]
Me muero de las ganas de matarlos. Es
decir, ya sé que la idea es estudiar sus movimientos, y así poder organizar un
buen sistema de alarmas. Ya sé que si tuviéramos los recursos para acabar con
todos ellos lo haríamos. Pero…
[Dispara el sexto dardo. Al igual
que los demás, su objetivo ignora por completo el pequeño agujero que éste abre
en su esternón.]
¿Cómo lo hacen? ¿Cómo es que siguen por
aquí? Nada en este mundo corroe tanto como el agua de mar. Estos Gs deberían
haberse podrido antes que los de tierra firme. Sus ropas sí desaparecieron,
cualquier cosa orgánica, como tela o cuero.
[Las figuras de abajo están
completamente desnudas.]
¿Entonces por qué no se pudren ellos? ¿Es
la temperatura de las profundidades, o la presión? ¿Y cómo es que tienen tanta
resistencia a la presión? A esta profundidad, el sistema nervioso de un humano
se convertiría en gelatina. Ni siquiera deberían estar de pié, mucho menos
caminar y “pensar” o lo que sea que ellos hacen en vez de pensar. ¿Cómo lo
logran? Estoy seguro de que alguien por allá arriba tiene las respuestas, y que
la única razón por la que no me lo dicen es…”
Despedidas con el cual termina este
fascinante libro, no deja de impresionar y en general deja un sabor dulce tras
tanta miseria y horror en sus cientos de páginas. En parte todo esto, correspondiente a las
últimas palabras de varios de los entrevistados de los capítulos anteriores,
invita al lector a reflexionar varias cosas: a valorar la vida que tenemos, a
nuestros seres queridos, a los lujos que muchas veces los damos por dados…Pero
sin embargo la mayor moraleja que nos deja este título, es que gran parte de lo
que nos hace humanos es nuestra habilidad para compartir con otros, incluso en
los momentos más difíciles, pues de la única manera en que la gente logró
superar la Guerra Mundial Z, fue trabajando codo a codo con su prójimo (sin
importar las diferencias entre sí, pues a la larga todos luchaban por un mismo
fin: su derecho a vivir plenos). Por
ende la novela termina con su propia cuota de esperanzas.
3- La película.
Ante el éxito de la novela, hubo una verdadera contienda para dar con
los derechos de su versión cinematográfica, ya que prácticamente se hizo una
subasta para conseguirlos. Una vez
ganados los derechos, se contrató a un escritor y guionista consagrado como J.
Michael Straczynski (creador de la serie televisiva de culto de ciencia ficción
Babilonia
5 y además responsable de
algunas de las mejores etapas de los cómics de Superman, Wonder Woman, Spiderman y Thor) para que realizara la
adaptación correspondiente, sin embargo su trabajo no fue aceptado y tuvo que
ser revisado por otros profesionales hasta que se le dio el visto bueno.
Debido a las características de la novela,
con tantos protagonistas y locaciones, en la práctica resultaba imposible ser
demasiado fiel a la obra original, a menos que se filmara una serie o miniserie
(lo que para nada estaba en los planes de los productores). De este modo se optó por crear un nuevo
personaje, sobre cuyos hombros cayera el peso del drama y que permitiera con ello
cubrir una ínfima parte de las historias del libro; a su vez gracias a su
introducción sería posible visitar algunos de los lugares invadidos por los
zombies, de los que se mencionan en el texto.
Por otro lado, para potenciar la caracterización del protagonista y
otorgarle una mayor razón de ser, se le otorgó una familia con esposa e hijos,
tema tan del gusto de los gringos (la familia nuclear usaca).
El filme en cuestión fue dirigido por Marc
Forster, un cineasta de origen alemán que se fogueó haciendo cine arte e
independiente y que luego dio el salto a las superproducciones hollywoodenses
con una de las últimas cintas de James Bond (Quantum of Solace en
2008). El director hizo una labor
bastante digna, pero lamentablemente su película tuvo varios detractores, entre
ellos los mismos seguidores de la novela, que no le perdonaron sintetizara
tanto un libro de tales dimensiones (como si fuese su culpa, siendo que quedaba
más que claro que todo fue un trabajo por encargo y no un proyecto personal suyo);
además se le criticó con insistencia que para ser un largometraje sobre muertos
vivientes, apenas tenía sangre y gore en
general (no obstante para un espectador con algo de conocimiento sobre el cine
comercial estadounidense, bien quedaba claro que esto era una artimaña para
conseguir mayor cantidad de público, al cortar las escenas más sangrientas y
dejar la versión integral para la edición sin censura en DVD y blu-ray, que en
realidad vale la pena ver).
Estrenada durante el 2013, con una solvente
actuación principal de Brad Pitt, quien además ofició de productor, esta
adaptación tuvo pese a sus opositores verdaderos logros: Aparte de sus escenas
de caos total que le hicieron honor a muchos de los mejores momentos del libro,
con muchedumbres escapando de las hordas de zombies en medio de accidentes y
explosiones, el filme contó con múltiples escenarios a lo largo de unos cuantos
países. Cuando se llega a contar la
historia del paciente cero, queda claro la seriedad con la que se quiso
respetar el texto original (si bien difiere ello bastante de cómo sucede en el
escrito), no obstante es todo lo concerniente a Israel y su ya comentado muro,
que la película merece una mejor consideración.
Además la manera en cómo presentan a los zombies, ya resulta de por sí
sorprendente, ya que los muestran como colonias de hormigas devoradoras, más
salvajes que nunca y agrupándose en cientos y miles en su apetito canibalesco
(en todo caso esto concepto lo sacaron en parte de una de las entrevistas de la
novela, ya que en uno de los países les daban a los zombies el mismo nombre de
las hormigas africanas); en realidad ver cómo estas criaturas se lanzaban sobre
su objetivo sin conciencia y con todo su frenesí, corresponde a uno de los
mayores logros de esta película tan vilipendiada por muchos.
Por último, su desenlace también merece
mayor consideración, puesto que acá logran acabar de una forma bastante
original con el peligro zombie, descubriendo una manera de evitar que los
monstruos ataquen a los sanos y que le otorga a su protagonista la cuota de
heroísmo que le correspondía.