lunes, 29 de agosto de 2016

Remembranzas de “It”.


      En unos días más, en septiembre de este año, se cumplen treinta años desde que Stephen King publicó la que sería una de sus mejores y más populares novelas: It (Eso en nuestra lengua) y a lo largo del mundo se realizarán unas cuantas celebraciones al respecto… ¡Que bien estamos hablando del libro que ha dado a tantas generaciones de lectores y fanáticos del llamado “Rey del Terror”, un sinfín de  sustos y emociones varias! Pues así fue que mi estimado colega bloguero Mauro Vargas, a través de su estupenda página Léase a Plena Noche (todo un referente de la blogósfera en materia del terror), tuvo la genial idea de publicar una serie de textos en honor a tan destacada obra y fecha.  Por lo tanto un seguidor acérrimo del señor “Esteban Rey”, no podía quedarse atrás a tal llamado y de este modo por medio de este escrito, hago un repaso por mi historia personal con este libro (y como no, también por la recordada minisierie basada en ella).
      Estaba en los primeros años de mi adolescencia, cuando supe por primera vez de quien en poco tiempo se transformaría en mi escritor predilecto.  Desde niño me gustó el cine, así que en casa veía todo lo que podía gracias a las emisiones de la TV y como a muchos a tan temprana edad, los filmes de horror y todo tipo de historias de miedo acapararon mi atención de inmediato (supongo que debido a esa inclinación natural que todos tenemos por lo siniestro, lo oculto, lo prohibido y todo eso).  Pues cuando llegó el floreciente mercado del video casero a través del VHS, pese a que pasó un buen tiempo para que mis papás me regalaran un videograbador, pude por fin verme completas y sin cortes varias películas del género, según mi interés personal y la posibilidad de títulos que me daban los videoclubes al respecto.  Al cine fui muy pocas veces de niño, pues no tenía quién me llevara seguido, por lo que fueron estos videos los que me permitieron dar rienda suelta a mi hambre de monstruos, espíritus malignos, psicópatas y demases…
       No recuerdo qué fue primero… ¿El huevo o la gallina? No, estoy leseando.  De lo que sí no me acuerdo es de si mi primer contacto con King fue yendo al cine a ver un programa doble rotativo, en el  cual uno de los dos filmes que daban era nada menos que Cementerio de Animales (¡Qué nostalgia esas funciones de antaño, cuando por unos pocos pesos te podías ver una, dos o tres cintas y repetírtelas todas las veces que quisieras y te diera el cuerpo el mismo día!).  Quien haya disfrutado este largometraje, bien puede comprender cómo su fuerza dramática y audiovisual puede impactar a un chico de a lo más quince años de edad.  O si fue durante una calurosa tarde de vacaciones de verano, cuando contemplé gracias a un video pirateado una película de la que nada sabía, Carrie, otra historia distinta que de inmediato se transformó en una de mis favoritas.  Más o menos por aquel tiempo me vi también en VHS El Resplandor y Creepshow, o sea, me llené de verdaderas joyitas del séptimo arte y por eso mismo tras ya saber quién era el inspirador de tamañas obras, el paso siguiente era leerme sus libros.
     Como ya he contado, era muy pequeño cuando me picó ese bichito del amor por el cine.  Fue así como con la poca plata con la que contaba, me podía costear dos revistas especializadas, una que se llamaba Cinegrama y otra de nombre Video para Usted.  La segunda de ellas tenía una sección acerca de los próximos estrenos en VHS y gracias a ello me enteré de que estaba por salir para el arriendo It, una miniserie de más de tres horas de duración, acerca de un mal primigenio y que versaba sobre una novela de… ¡Más de mil páginas! El breve texto mencionaba a un payaso aterrador, el inolvidable Pennywise, quien podía tomar la forma de lo que más te asustaba.  Por supuesto ante esta síntesis, me propuse obtener tal libro a como de lugar.  Ya antes había leído varios escritos por mi cuenta, o sea, aparte de los que me daban como lectura domiciliaria en el colegio; no obstante, nunca antes me había puesto en la tarea de una empresa como esta (creo que todavía no llegaba a las cuatrocientas páginas del título más largo en ese tiempo).  Y pese a todo la idea me seducía, así que me armé de paciencia y me decidí a sacarme las mejores notas en clases para conseguir de mis papás tal premio.
     A veces me iba a las librerías a puro disfrutar, viendo las portadas de los libros que me interesaban, los sacaba de las estanterías y leí las reseñas que llevaban; si podía, los hojeaba con  entusiasmo.  Y por supuesto había uno en particular que conseguía mi absoluta reverencia: la edición en tapa dura y de dimensiones considerables de It, con cubierta negra y el nombre de su autor en grande, más el de la novela en un rojo sangriento y con un estilo muy llamativo (¿Se les viene a la memoria esa ya vieja edición de Plaza & Janés?).  El arte de la portada era lo mejor…Un barquito de papel corriendo por el agua de seguro de la lluvia y debajo de él una alcantarilla de la que salía una garra de color verde.  La primera vez en que vi tal imagen, me volví loco de emoción fantaseando acerca del significado de tal ilustración (poco después sabría el verdadero sentido de ese dibujo y nunca más olvidaría un comienzo tan potente como el que representaba dicha tapa).
     Ese mismo año de 1991 para Navidad, les pedí a mis papás que me regalaran It.  Insistí tanto, que al final recibí más de un libro de Stephen King, todos en ediciones de bolsillo eso sí, pues no les daba para poder comprarme la edición de mi objeto del deseo más preciado.  Como mis papás no eran lectores (salvo del diario) y apenas sabían de literatura, los acompañé a ambos a hacer las compras.  Con mi papá, quien era el que ponía el dinero en la casa, adquirí El Umbral de la Noche y La Zona Muerta; con mi mamá, quien resultó ser mi “amiga secreta” de esas fiestas, Los Ojos del Dragón.  No podía ser malagradecido, después de todo me llevaba tres libros para disfrutarlos a mi antojo.  Ese día de Navidad, no fue especial para mí solo por el hecho de que “El Viejito Pascuero” me había otorgado tan valiosos obsequios, sino porque como cosa rara en esta parte del mundo (cuando las celebraciones de fin de año ocurren en pleno calor estival) hubo una tormenta eléctrica, con lluvia, granizo, rayos, truenos y vientos, tal como luego me enteraría le gusta a Stephen King describir en sus obras.  Fue algo memorable.  Al siguiente día, con un precioso cielo azul que superó al gris del día anterior, mi papá llegó de su viaje de compras con toda una sorpresa para mí: me traía nada menos que It y, por supuesto, ya saben en qué formato.
     Cuando mi papá (y obvio que también era regalo de mi mamá) me concedió tal alegría, a todo aquel que se cruzaba ante mí, le mostraba encantado dicho regalo, ya que además nunca antes en mi corta vida había sido dueño de un libro tan hermoso (ustedes me entienden ¿No?).  Pero la verdad, salvo que mis adultos admiraran que alguien en su entorno y a esa edad pudiese disfrutar a ese punto la lectura, supuestamente no tenía a nadie que entendiera mi pasión.  Un cuñado, que recién estaba entrando en los veinte y la verdad  tampoco era alguien muy culto y sensible que digamos, cuando me vio con mi tesoro me dijo riendo: “¡Se te va a aparecer el Diablo con tantas historias de terror!”.  Y a mis cuarenta y un años de edad, ni la cola ha asomado, que harto le he dedicado mi existencia a saborear estas obras.
     Por lo tanto me inicié leyendo al maestro (¡y pobre del que hable mal de él! ¡Que así lo pille Nyarlathothep!) con It.  Como ya estaba de vacaciones, me levantaba a leer como desenfrenado la novela en cuestión, casi ni salía para dedicarme a ello y fue entonces cuando creo que tomé la costumbre de ir de un lado para otro con mi lectura diaria bajo el brazo (durante un tiempo, gozaba con la idea de dar la impresión de ser todo un intelectual a los ojos de los demás, tras andar siempre con un buen libro).  Una vez por la mañana, antes de Año Nuevo (me acuerdo muy bien, pues iba a salir con una de mis hermanas mayores y mi mamá a comprarme ropa nueva para comenzar con la mejor tenida posible 1992), me encontraba cuidando a solas el negocio de la casa de la familia, cuando sonó el teléfono y  tan ensimismado que estaba en mi lectura, que di el tremendo salto.  No tengo claro cuánto me demoré en acabar It, sin embargo sí sé bastante bien que no estuve más de tres semanas dedicado a la novela, pues para finales de mes me fui a la playa y llevaba conmigo otros dos de mis obsequios “kingnianos” conmigo.
     Harto ya he escrito sobre mi historia personal, con la novela a la que hoy quiero homenajear, poniendo de antemano que quienes leen este texto conocen de qué trata y si no la han leído al menos vieron la miniserie, que tampoco es mala (pese a que con muy poco presupuesto tuvo que adaptar tan compleja obra y lo hizo con más que dignidad)… ¿Pero de qué más trata esta famosa obra, aparte de los pocos datos que ya he dado sobre ella? Trataré de hacerle honores a su argumento, sin extenderme más de la cuenta.
      Derry es una ciudad maldita, pues en ella cada veinticinco años aproximadamente suceden una serie de violentas muertes y las que son provocadas por un ser monstruoso, que puede tomar la forma del miedo de cada persona; por otro lado, esta criatura posee un aspecto con el cual se muestra a todo el mundo, el del payaso Pennywise, tanto o más espantoso que los temores de sus víctimas.  Por siglos este ser ha hecho lo que ha querido con la gente, hasta que en su ciclo de matanzas durante el periodo de 1957-1958, un grupo de niños (quienes se hacen llamar “El Club de los Perdedores”) se le enfrenta y llega a dejarlo herido como nunca le había sucedido antes.  Cuando los vencedores creían que It había sido destruido, ya adultos en 1985 ,se enteran de que el ciclo ha vuelto a comenzar y que son los únicos que pueden acabar para siempre con esta amenaza, aunque ello signifique recordar aquello que bien quisieron olvidar con todo su corazón y que por ello, su vida ya no volverá a ser la misma.
      Esta novela posee varios aspectos interesantes que bien merecen su propio análisis, pero la verdad es que este texto no pretende dedicarse a profundizar en la calidad literaria de It, si no en compartir con ustedes lo que significa dicho libro para mí, tanto dentro de mi corazón, como en mi memoria.  Pues este no fue solo el primer libro de King que leí en mi vida, sino que fue la primera obra de terror gore que tuve en mis manos.  Antes había tenido el honor de que fuera nada menos Edgar Allan Poe, quien me abriera las puertas del horror literario, no obstante su escritura es más atmosférica que extremista, a diferencia de muchos escritos de su sucesor (y también por una cosa de época, que es entendible). Claro, ya me había visto unas cuantas pelis y hartas series, pero no es lo mismo el ejercicio de la imaginación apoyado por una buena narración, que limitarte a ver las imágenes que “todo el mundo” contempla en una obra audiovisual: pues lejos tu propia cabeza puede ser el mejor medio para las más grandes ficciones (por eso mismo digo con conocimiento de causa, que no necesito de drogas y alcohol para fantasear, que yo mismo soy mi psicotrópico).   Pues siguiendo a lo que significó para mí, encontrarme con todos los horrores de este libro, mi mente se vio forzada a aumentar su dosis de maravilla, algo que ese mismo año solo puede igualarse a lo que me pasó cuando tuve mi inicio en la lectura de Isaac Asimov ( por medio de sus novelas El Sol  Desnudo y El Fin de la Eternidad).
      No sé si en realidad me impactó, no obstante sí me costó entender a tal edad (a los dulce dieciséis) la “polémica” escena de sexo infantil y en la que los heroicos protagonistas, terminan con su vida de niños tras haberse deshecho (según ellos creían) de su enemigo.  Por años me quedó rondando el verdadero significado de tal parte del libro.  Solo ya muy entrado en edad y no hace mucho tiempo, le comenté esto a mi amigo Mauricio Tapia, el mismo de los blogs La Quinta Anormal y Escritos al Lotijuai y gracias a sus palabras pude iluminarme mejor (es que la verdad, siempre encontré demasiado chocante y hasta de mal gusto del propio King, tal curso de los acontecimientos) “Fue necesario para madurar, luego de todo lo que pasaron”, algo así fue lo que me respondió el Pelado. Bueno, no tiene por qué gustarte todo lo de tus ídolos (ojo, que aún no le perdono su desastroso final de La Torre Oscura).


     Debe haber sido durante el mes de febrero de 1992, aún en plenas vacaciones de verano, cuando en uno de los videoclubes donde alquilaba mis cintas, me encontré con la miniserie de It ¿Podría decir que fue casi orgásmica mi dicha? Pues no me alcanzaba el cuerpo para albergar tanta alegría, ya que tenía todas mis esperanzas cifradas en tal adaptación, que como falto de experiencias, aún juraba que me iba a encontrar con la traslación 100% de lo que yo había leído y me había imaginado…Así que lo primero que sentí fue la más absoluta decepción.  Ya que como luego aprendí con el paso del tiempo, ello es imposible y sin embargo lo que más logré valorar de esta igual querible versión para los de mi generación, fue la formidable actuación de Tim Curry, como un Pennywise realmente aterrador.  Su manera de decir la cita que lo inmortalizó para millones en todo el mundo de “Todos flotan y tú también flotarás con nosotros”, es para muchos y entre mis amigos ñoños (aquellos que llamo con todo mi amor “mis amigos históricos”) tanto o más significativa en nuestras reuniones y charlas que los famosos “Larga vida y prosperidad” de Star Trek y “Que la fuerza te acompañe” de Star Wars.
      Tuve que verla de nuevo varias veces, a medida que iba creciendo y haciéndome menos ignorante (y quizás de igual modo más sensible), como para que llegara a apreciar con todo su valor esta miniserie; de este modo pude valorar el resto de sus actuaciones, el ingenio con el cual dramatizaron varios de sus momentos más sobrenaturales con tan poco dinero (ni siquiera llegaron al millón de dólares, cuando en aquel tiempo gastaban un millón y medio por un solo episodio de Star Trek: La Nueva Generación) y deleitarme en varias de sus escenas mejor logradas (ahora solo puedo citarles cuando los amigos se reúnen por primera vez ya adultos y comienzan a recordar, así como el precioso epílogo en el que Bill Denbrough, lleva en bicicleta a su comatosa esposa para ver si puede devolverla a la normalidad).
     Recuerdo a mi querida comadre Monka, la hermana de Mauricio, que por años tuvo en su pieza el póster de la edición en VHS, con el título de It, el Payaso Asesino.  Recuerdo que ya todo un adulto, en otras vacaciones de verano, cuando era un universitario, estaba con mi sobrino Alonso (quien a lo más debía tener unos doce años), viendo por enésima la miniserie y entonces llegó corriendo toda alegre su hermanita la Coté (que tendría como seis) a mi pieza… ¡Y tuvo la mal suerte de que justo en escena se veía en un primer plano a Pennywise, quien abría la boca para mostrar sus afilados colmillos! A la pobrecita le dio un ataque de llanto y se devolvió gritando de miedo a donde sus padres.  Mientras  tanto nos quedamos con Alonso muertos de la risa, de puro tontos que éramos.  Ambos ya pasaron la mayoría de edad hace rato y de vez en cuando nos acordamos con gracia de este episodio en nuestras vidas.
     It ha sido uno de los pocos libros de King que me he repetido (no así sus películas y miniseries, que en su mayoría me las he visto una y otra vez).  Ya me había titulado y trabajaba hace tiempo como profesor de Castellano, cuando (una vez más en vacaciones de verano, que por increíble que parezca, me parece esta época ideal para disfrutar al señor King), me reencontré con tan amada historia.  Por supuesto que esta vez la satisfacción de la lectura fue mayor, ahora que tenía mayores elementos intelectuales y vivenciales para mi apreciación estética. A veces mientras hacía bicicleta estática en el gimnasio, tenía entre mis manos el tremendo tomo y me ponía a leer de lo lindo el libro.
     Cuando me quedo esperando junto a otros (y en especial con mi igualmente queridísima amiga Cecilia Navia) la versión del año que viene de It, me regocijo en este recorrido por la memoria, que ha sido para mí emotivo y que ahora lo dejo en mi blog para quien quiera conocerme un poquito más.

Esta fue la escena que asustó a la Coté cuando era una exquisita niñita.

viernes, 26 de agosto de 2016

Ten cuidado con lo que deseas.


     Esperé más de media vida para poder tener y leer la novela a la cual me referiré ahora (al escribir estas líneas cuento con cuarenta y un años de edad) y siendo sincero, de puro tonto no la adquirí antes.  Teniendo en cuenta cuánto me atraen los vampiros (dentro de la ficción, claro), todo lo que me gusta el personaje del vampiro Lestat y lo placentero que encuentro leer a Anne Rice y en especial a sus Crónicas Vampíricas, la última ocasión en la que me encontré con este libro a precio muy barato, no dudé en pagar el bajo pecio; pues ya en el pasado dos veces desistí de comprarme la edición en tapa dura, “pecado de omisión” del cual me arrepiento.  Fue así que más o menos a principios de mayo, iba de compras por una feria y ahí estaba el libro en una bastante usada versión de bolsillo, esperándome para que me lo llevara.        
      Teniendo en cuenta que largos años habían pasado desde que me leí por primera vez los tres que le anteceden a El Ladrón de Cuerpos, la cuarta entrega de esta famosa saga (publicada en 1992), me decidí a repasar esos otros tomos para gozar mejor aún la experiencia  de la lectura de las aventuras y desventuras de su antihéroe Lestat.  Como ya se habrán dado cuenta, quienes han leído mis entradas dedicadas a estas tres primeras entregas, reencontrarme con este vampiro y sus compañeros ha sido por completo gratificante para mí. Tempus fugit, pues dichas novelas me han acompañado durante buena parte de este 2016.
       Entre diecisiete y dieciocho años tenía cuando supe de la existencia de estas obras y de su autora, justamente gracias a la recordada revista Fangoria, que llegaba en su edición en español a este lejano punto del mundo algo desfasada.  Recuerdo que una entrevista a la Rice debido a la publicación de este texto, acaparó mi atención por completo (debe saberse que de una de sus secciones, la dedicada a las ya “viejas” ediciones en VHS de filmes del género, saqué el nombre de este blog).  Mucho ha pasado desde entonces y mis primeros encuentros con Lestat y los suyos ahora son a través de otros ojos, la de alguien que si bien no ha perdido el sentido de la maravilla, puede llegar a dimensionar mejor estéticamente el peso de esta obra literaria.
       Tras el anterior preámbulo, comencemos de una vez…
     El libro se llama en inglés The Tale of the Body Thief y trata acerca de lo que le toca vivir a Lestat, tras encontrarse con un extraño sujeto que le ofrece algo único: intercambiar por un periodo de tiempo acordado entre ambos, sus respectivos cuerpos; de este modo una vez hecha tal cosa, el inmortal volverá a sentir lo que significa ser un humano, tras tantos años como chupasangre, mientras que el otro usará a su antojo la carne sobrenatural del vampiro.  La oferta resulta más que tentadora, ya que al principio del volumen nos enteramos de que Lestat ha caído en el mismo tedio propio de los suyos, en especial de quienes llevan más tiempo que él sobre la Tierra (siglos y milenios).  De este modo llegamos a asistir a sus propios deseos y actos suicidas; no obstante como Lestat se ha vuelto, quizás, el más poderoso de su especie, ya nada puede infringirle daño permanente, razón por la cual la propuesta, viene a ser la respuesta a sus intenciones de recuperar la humanidad perdida (aunque sea por un breve tiempo).  No obstante nada es fácil en este mundo, ni siquiera para alguien como él, y lo que parece una simple aventura se transforma en una dura prueba para el protagonista.
     Teniendo en cuenta la crisis moral y de conciencia por la que pasa Lestat, significativas vienen a ser sus palabras cuando en más de una ocasión, dice lo que sería su lema durante este periodo de su no-vida:

      “Somos una visión sin revelación.  Somos un milagro sin sentido”.

     La anterior cita concierne a la imagen que tiene acerca de su especie y de sí mismo, idea derrotista propia de alguien con depresión, un suicida o un nihilista puro.  Por esta misma razón, el ahora cabizbajo Lestat debe tener su propia epifanía para dejar de lamentarse, como antes sucedió con su amado Louis.
     Durante todo lo que concierne al presente capítulo en la no-vida de Lestat, este viene a ser apoyado por quien sería su único amigo, no uno de los suyos, sino que un mortal: David Talbot, un anciano de más de setenta años, nada menos que el director de la Talamasca, el grupo de estudiosos de lo paranormal que fueron introducidos dentro de la serie a partir de La Reina de los Condenados, el título anterior a este; pues dicha novela terminó con una muy especial visita a David por parte de Lestat y ahora en las primeras páginas de este cuarto tomo, nos enteramos de que entre ambos ha nacido una muy entrañable amistad, algo que en sus casi doscientos años de existencia el vampiro nunca antes había disfrutado con tal grado de intimidad.  En este sentido la cercanía entre dos almas, que llegan sin duda a complementarse de forma tan estrecha, pese a sus claras diferencias, resulta ser un precioso detalle por cuanto se aborda por primera vez el tema de la amistad incondicional en estos libros (teniendo en cuenta en todo caso, que ya en El Vampiro Lestat existe una fraternidad entre el protagonista y otro sujeto, pero aquella se encuentra viciada, a diferencia de esta otra lejos más virtuosa).  Por otro lado, no deja de haber su grado de homoerotismo entre los personajes, tema habitual en la narrativa de la Rice, sin embargo ello no es lo principal a la hora de evaluar el sentimiento entre los dos personajes, quiénes en realidad no se aman como amantes, sino como pares.
     David (cuyo apellido de seguro debe ser un homenaje de la escritora, al recordado hombre lobo de las películas clásicas de la Universal, Lawrence Talbot) viene a ser sin dudas el verdadero coprotagonista de la historia.  Ello debido a la importancia que toma en la narración, siendo que cumple el papel como su único apoyo en las duras pruebas que le toca pasar, una vez que el intercambio de cuerpos se efectúa.  Debe saberse que David es un hombre apuesto, quien para nada representa su edad y que ello no deja de causarle atracción a su amigo.  Talbot es culto, inteligente, amable, paciente, refinado y leal, además de guapo;  la suma de las virtudes que parece apreciar en un hombre alguien como Lestat y por eso mismo confía en él más que en nadie, de toda la gente que ha llegado a conocer y a amar.
     Si de homenajes vamos a hablar en lo que concierne a los grandes clásicos del terror, la Rice se permite mencionar de manera directa a dos grandes maestros del género, colegas suyos, que le antecedieron a la hora de crear historias memorables de espanto sobrenatural: Howard Phillips Lovecraft y Robert Bloch.  Pues al tomar la escritora algunos de sus relatos como referencias literarias, respecto al tema del intercambio de cuerpos, deja en evidencia no solo su respeto por ellos, si no que la calidad inspiradora de estas narraciones de “la vieja escuela”. De igual manera cobra vital importancia la magna obra de Goethe, Fausto, con lo que quedan de manifiesto los temas de la tentación, la debilidad del espíritu y la carne, una vez más el del deseo de la inmortalidad y, como no, el de la redención.
     En contraposición a David, se encuentra otro inglés, Raglan James,  también alguien de edad avanzada y que es quién le ofrece este trato mefistofélico, a un Lestat agobiado por la pérdida de una razón para seguir en este mundo.  Conociendo la debilidad del vampiro por la belleza, Raglan se acerca a este en el cuerpo de un joven de enorme atractivo físico, a quien el hechicero le ha quitado su carne; por esta razón y la conducta en general de James, luego Lestat se referirá a él siempre como el Ladrón de Cuerpos, el artífice de este una vez más nuevo interesante episodio dentro de sus memorias.  El codicioso y rastrero Ladrón de Cuerpos viene a ser todo lo que sería alguien como David, si tal careciera de un sentido del honor y escrúpulos. 
      Una vez que Lestat consigue su propósito de sentirse humano nuevamente, se da cuenta de que ese viejo adagio que dice ten cuidado con lo que deseas es cierto; por otro lado también aprende un montón de lecciones, que para un inmortal como él deberían tomarse como verdaderas certezas de que nadie es infalible, ni siquiera los más poderosos.  El camino de tormentos, entre pequeños y otros más complejos, por el que pasa este renacido Lestat, se hace sabroso al lector. De igual modo permite que tanto el protagonista, como nosotros mismos, lleguemos a apreciar lo que tenemos y lo que significa estar vivos; también no es posible tomar conciencia acerca del valor de los demás, por el solo hecho del significado de la vida misma.

      “-¡Vamos, basta ya de tanta locura y debilidad! -Enfilé hacia el pasillo oscuro, pero de repente se me dobló la pierna derecha y me deslicé pesadamente; la mano izquierda patinó sobre el piso para amortiguar el impacto; la cabeza chocó contra la chimenea de mármol, y sentí una súbita explosión de dolor cuando el codo golpeó también contra el mármol. Con gran estrépito se me cayeron encima los implementos para el fuego, pero eso no fue nada. El golpe en el codo me había tocado el nervio y el dolor era un fuego que me subía por todo el brazo. Me di vuelta boca abajo y aguardé un momento que me pasara el dolor. Sólo entonces tomé conciencia de que la cabeza me latía por el golpe contra el mármol. Levanté una mano y sentí entre el pelo la humedad de la sangre. ¡Sangre! Ah, qué bueno. A Louis le haría mucha gracia, pensé. Me puse de pie y el dolor se trasladó al costado derecho de la frente, como si fuera un peso que se corría desde adelante. Para afirmarme, me sostuve del borde de la chimenea. Una de las numerosas alfombritas de la habitación yacía en el piso a mis pies. La culpable. La pateé para sacarla del camino, giré sobre mis talones y con sumo cuidado me encaminé al pasillo. Pero, ¿adónde iba? ¿Qué pensaba hacer? La respuesta me llegó de improviso. Tenía la vejiga llena, el malestar era mayor desde el momento de la caída. Tenía que orinar. ¿No había un baño ahí abajo, por alguna parte? Encontré la llave de la luz y encendí la araña del techo. Durante un largo instante contemplé las diminutas lamparitas -alrededor de veinte- y comprendí que eso era bastante luz, con independencia de lo que me pareciera a mí, pero nadie había dicho que no pudiera encender todas las lámparas de la casa. Eso me propuse hacer. Crucé el living, la pequeña biblioteca y el pasillo del fondo, y todas las veces la luz me desilusionaba. No podía desprenderme de la sensación de oscuridad, y lo borroso de las cosas me desorientaba y alarmaba un tanto. Por último subí lenta, cuidadosamente la escalera, temeroso de perder el equilibrio en cualquier momento y tropezar, disgustado con el dolor sordo que sentía en las piernas. Unas piernas tan largas. Miré hacia abajo por el hueco de la escalera y quedé azorado. Aquí uno se puede caer y matar, me dije”.

       Dentro de las nuevas vivencias del personaje principal, se pueden mencionar dos sin querer caer en el spoiler, respecto a lo que ello viene a significar para este y el aspecto atractivo que puede tener para el público: Primero y a un nivel más curioso, viene a ser la aparición de la primera mascota en centurias de Lestat, nada menos que un perro, que responde sin dudas al viejo tema del compañero canino fiel y hasta heroico, algo inesperado en una novela de este tipo.  La relación entre el inmortal y el animal, viene a ser todo un agregado dentro de las  Crónicas Vampíricas, por cuanto humaniza aún más a estos seres, capaces de los actos de amor más emotivos dentro de esta literatura (así como también de realizar las acciones más egoístas y horrendas, como símbolos de nuestra propia humanidad). 
       Siguiendo con lo expuesto en el párrafo anterior, luego nos encontramos con otro objeto amoroso dentro del corazón de Lestat, una mujer y con quien este llega a entablar un verdadero romance bastante emotivo.  Se trata de una historia de amor condenada desde ya al fracaso, de connotaciones míticas y/o legendarias (si no basta con recordar tantos casos de amor trágico a lo largo de la literatura oral y escrita), algo que bajo la pluma de Anne Rice se aleja de la cursilería y se convierte en una preciosa pieza dentro de esta saga.  El verdadero acto de amor y/o de aprendizaje sentimental, que significa el encuentro entre estos amantes, contrasta sin dudas con la violencia y dureza de la primera experiencia sexual (también con una fémina) del Lestat hecho hombre otras vez.
      Las siguientes citas textuales evidencian lo afirmado.  Primero la cuasi violación descrita en la novela

     “-Espera un momento -me pidió.
     -¿Esperar qué? -Me subí sobre ella, la besé de nuevo, hundí más la lengua en su boca. Nada de sangre. Ah, qué blanca. No hay sangre. Mi miembro se introdujo entre sus muslos calientes, y en ese momento casi me sale el chorro. Pero todavía faltaba.
    -¡Dije que esperaras! -gritó, con las mejillas coloradas-. Tienes que ponerte un preservativo.
     -¿Qué diablos dices? -murmuré. Entendía el significado de las palabras pero no les encontraba sentido Estiré la mano hacia abajo y palpé la abertura húmeda, jugosa, que me pareció deliciosamente pequeña. Me gritó que la soltara y me empujó con ambas manos. Estaba enrojecida, hermosa por la indignación, y cuando me quiso apartar con la rodilla, me dejé caer sobre ella. La penetré con el miembro y sentí esa carne tierna, caliente y estrecha que me envolvía, que me dejaba sin aliento.
      -¡No! ¡Basta! ¡Te dije que no! -vociferaba. Pero no podía parar. Cómo diablos se le ocurría pensar que era momento para hablar de esas cosas, me dije medio enloquecido hasta que, en un momento de espasmódico entusiasmo, acabé. ¡Brotó rugiente semen del miembro! Un momento antes, había sido la eternidad, y al siguiente ya: había terminado todo, como si no hubiera empezado nunca. Quedé tendido encima de ella, exhausto, por supuesto empapado en sudor, levemente disgustado por lo pegajoso que había sido todo y por sus alaridos de terror”.

      Y ahora parte del pasaje más bien romántico (si  bien no exento de erotismo) en el que, por supuesto, también interviene Lestat.

     “-Confía en mí -murmuré-. No te haré daño.
      -Pero es que quiero que me hagas daño -me dijo al oído. Con mucha suavidad le quité el grueso camisón. Quedó acostada boca arriba, mirándome, sus pechos hermosos como toda ella, las aureolas de los pezones muy pequeñas y rosadas, y los pezones mismos, duros. Su vientre era suave, sus caderas anchas. Una encantadora sombra de pelo marrón entre las piernas, reluciendo a la luz que se filtraba por las ventanas. Me incliné y besé ese pelo. Besé sus muslos, separé sus piernas con la mano, hasta que se abrió a mí la carne tibia del interior, y sentí mi miembro rígido, preparado. Contemplé su lugar secreto, cubierto, púdico, y un rosa oscuro en su tierno velo de plumón. Una excitación aguda me recorrió, endureciendo más mi miembro. Podía haberla forzado, tan urgente era la sensación que me inundaba. Pero no, esta vez no. Subí, me puse a su lado, le di vuelta la cara y acepté sus besos, lentos, torpes, inexpertos. Sentí su pierna apretada contra la mía, sus manos sobre mí, buscando la tibieza de mis axilas, el húmedo pelo inferior de ese cuerpo de hombre, oscuro, grueso. Era mi cuerpo, y estaba listo para ella, a la espera. Fue mi pecho lo que tocó, aparentemente complacida con su dureza. Mis brazos, los que besó como si valorara su fuerza. La pasión que había en mí disminuyó levemente, pero al instante volvió a crecer, luego se apagó de nuevo, y una vez más aumentó. No vino a mi mente ninguna idea de beber sangre; nada que tuviera que ver con la pujante vida de ella que en otra época yo podía haber consumido. Por el contrario, el momento estuvo perfumado con el suave calor de su cuerpo viviente. Y me pareció una bajeza que algo pudiera dañarla, que algo pudiera arruinar su misterio elemental, el misterio de su confianza, de su anhelo, de su miedo profundo y también elemental. Deslicé mi mano hasta la puertita; qué pena que esa unión fuera a ser tan parcial, tan breve. Después, cuando mis dedos tantearon el virginal pasaje, el fuego dominó su cuerpo. Sus senos se hincharon contra mí, y la sentí abrirse, pétalo a pétalo, al tiempo que su boca, dura, se pegaba contra la mía. Pero, ¿y los peligros? ¿No la inquietaban? Parecía despreocupada en su pasión, totalmente bajo mi dominio. Hice un esfuerzo para detenerme, abrir el sobrecito y envolver mi órgano con la pequeña funda, mientras sus ojos pasivos seguían clavados en mí, como si ya no tuviera voluntad propia. Era esa entrega la que necesitaba, la que su propio ser se exigía. Una vez más me puse a besarla. Estaba húmeda, lista para mí y no podía contenerme más, y cuando me subí sobre su cuerpo, noté el estrecho pasaje ceñido, caliente y enloquecedor, bañado en sus propios jugos. Vi que la sangre subía a sus mejillas y el ritmo se aceleraba; incliné mis labios para lamer sus pezones, para reclamar nuevamente su boca. Cuando dejó escapar el gemido final, fue como un gemido de dolor. Y ahí estaba otra vez el misterio: que algo pudiera ser tan perfecto, consumado, y haber durado tan poco, un instante invalorable. ¿Había sido unión? ¿Nos fusionamos uno con el otro en el clamoroso silencio? No creo que haya sido unión. Por el contrario, me pareció la más violenta de las separaciones: dos seres opuestos que se arrojaban en brazos uno del otro, en celo, torpemente, desconociendo los sentimientos insondables del otro, una vivencia de dulzura terrible como su brevedad, de una soledad hiriente como su innegable fuego”.

     Significativo resulta ser entonces que las dos únicas veces en las que tiene sexo Lestat, mientras se encuentra “atrapado” en un cuerpo mortal, sea con una dama y no con un hombre (recordemos que Lestat tal como él mismo le dice a su amigo David, a quien también desea, “siempre ha amado indistintamente a hombres y mujeres”).  Pues si antes de volverse vampiro nunca ejerció violencia contra hombre o mujer, luego ya inmortal provocó la muerte de miles de personas de ambos géneros, ahora de nuevo humano experimenta de otra manera el poder que se tiene tras la dominación de alguien. De este modo su conocimiento del mal, así como del bien ahora se completa en que ha llegado a ser como hombre culpable de la vejación a una mujer (y por pura estupidez, que tras leer el pasaje completo bien es posible darse cuenta que no hay dolo en su acto) y luego cuando por deseo mutuo se entrega a la intimidad con alguien más, aprende lo que significa amar de verdad a una dama.   Por ende, nos encontramos con que así como su bestialidad carnal es motivada por una fémina, es la presencia de otra la que llega a salvarlo física y espiritualmente de las necesidades que lo llevaron a este particular viaje suyo.
     A diferencia del tomo anterior, lleno de interesantes vampiros (entre viejos conocidos y otros debutantes), aquí solo aparece Louis, quien por cierto no se encuentra en su mejor momento en lo que concierne a su fraternidad con Lestat.  Pues su conducta para con este, deja más claro que nunca las diferentes personalidades de ambos, ya que Louis otra vez vuelve a quedar representado como un sujeto melancólico y hasta flemático, en vez del colérico-sanguíneo que es Lestat.  Esta separación de temperamentos entre ambos, provoca los primeros conflictos entre los dos desde los acontecimientos de Entrevista con el Vampiro.  Asimismo vuelve a aparecer Claudia, la niña-vampiro que sin duda viene a ser uno de los mejores personajes de la saga y quien lleva alrededor de un siglo muerta (o más bien dicho, desde que fue “destruida”, pues para convertirse en chupasangre antes tuvo que morir como humana).  Sin embargo su regreso es a través de una serie de sueños y alucinaciones que llega a tener Lestat, relacionadas todas con sus sentimientos de culpa y el enorme peso de su existencia, lo que luego lo lleva a pasar por las vivencias ya mencionadas y muchas otras más.
      Como es habitual en la narrativa de la Rice, abundan en las páginas de esta novela los momentos de suma belleza literaria, en especial en lo que concierne a los diálogos de los personajes.  Al respecto, debe recordarse el interés de la autora por el arte de sus precursores, ensalzando en varios momentos de su trabajo, por ejemplo, al ministerio de la música.  Pues esta vez le toca a la pintura ser homenajeada a través de sus palabras y es así que en esta obra se nos regala con un bello pasaje, digno de la más pura teoría del arte y de la apreciación estética hecha poesía:

     “Creo que, de joven, Rembrandt vendió su alma al diablo. Fue un acuerdo sencillo. El diablo le prometió convertirlo en el pintor más famoso de su época, y le envió hordas de mortales para sus cuadros. Le concedió fortuna, le dio una hermosa casa en Amsterdam, una mujer y luego una amante, porque sabía que a la larga se iba a quedar con el alma del pintor.
     Pero el encuentro con el diablo cambió a Rembrandt. Después de ver pruebas tan innegables de la existencia del mal, se obsesionó con la pregunta: "¿Qué es el bien?". Rastreó en el semblante de sus sujetos su divinidad interior y, azorado, creyó ver la chispa de esa divinidad en los hombres más indignos.
     Fue tal su destreza -compréndeme, por favor, que la destreza no la obtuvo del diablo sino que la tenía de antes-, que no sólo vio esa bondad sino que pudo pintarla; pudo dejar que su conocimiento de ella, su fe en ella, afluyera en toda su obra.
    Con cada retrato que hacía, iba penetrando más y más hondo en la gracia y bondad del ser humano. Comprendió la capacidad de compasión y sabiduría que habita en toda alma. A medida que continuaba, su destreza iba en aumento; el fogonazo del infinito se volvió cada vez más sutil; su índole, más particular; y más grandiosa, serena y magnífica cada una de sus obras.
    Ninguno de los rostros que pintó eran de carne y hueso. Eran semblantes espirituales, retratos de lo que hay dentro del cuerpo del hombre o la mujer; visiones de lo que era esa persona en su momento más sublime, en qué estaba destinada a convertirse.
     Por eso es que los comerciantes de la Corporación de los Pañeros se asemejan a los santos más antiguos y sabios de Dios”.
        
      El sublime texto continúa un poco más en el libro, pero dejo al posible futuro lector que descubra por su cuenta cómo termina este relato que le cuenta Lestat a David.
      Adelantando los eventos del quinto libro de la saga, Memnoch el Demonio, en un momento de la narración, bastante intenso e intrigante, David le confiesa a Lestat  una extraña experiencia de su juventud y en la cual durante uno minutos pudo ver y oír, nada menos que a Dios conversando con el Diablo.  De tal modo, tras quedar de manifiesto desde la primera entrega de la colección de que no existían estos ambos, al menos según el conocimiento de los vampiros más antiguos, se abre la puerta para el debate teológico y que la Rice lo aborda con su acostumbrada originalidad para tratar rancios temas.  Es así que con ello,  introduce acá una interesante ficción acerca del motivo de la creación del hombre y el origen de la caída de los servidores de Lucifer (la narración del humano bien recuerda a un formidable capítulo de la serie de TV Millenium, de su segunda temporada- Somehow, Satan Got Behind Me-, en el que Frank Black reconoce a tres demonios “disfrazados” de ancianos, de modo que uno puede preguntarse si ello es solo casualidad o un tributo y/o inspiración de la obra “riceana”).
      Las vicisitudes de Lestat en lo que concierne a su antagonista en esta obra, terminan con gran impacto, incluyendo un inesperado efecto en la vida de David.  Pues a ello le sigue un largo capitulo a manera de epílogo, el cual llega más o menos al centenar de páginas y donde vuelven a suceder otros hechos de bastante peso dramático.  Ello por supuesto viene a ser relevante para el futuro de las Crónicas Vampíricas.

Las portadas de los cómics lejos me gustan mucho más que la de los libros.

lunes, 22 de agosto de 2016

Regreso a la nostalgia de los ochenta.



      El 15 de julio Netflix estrenó el que sería uno de sus programas originales más alabados a la fecha, Stranger Things (Cosas Extrañas), serie de ciencia ficción y terror ambientada en plenos años ochenta y que solo en ocho episodios acaparó el favor de la crítica y los televidentes (en especial aquellos que vivieron su infancia y juventud durante esta época, además de gozar de su cine de género al cual esta obra homenajea).
     Considerando que su historia está llena de referencias directas e indirectas a los íconos populares de aquel tiempo, quien la ve y sabe al respecto puede gozar encontrando cada uno de estos detalles donde directores, personajes de ficción y reales, filmes y otros aparecen entre medio como gestores de toda una generación.   Es así que entre los protagonistas nos encontramos con alguien apellidado Hooper (como el director Tobe Hooper de La Gran Masacre de Texas y Poltergeist, película mencionada en uno de los diálogos), quien a sí mismo cuenta que en su adolescencia se acostó con una tal Carpenter (de John Carpenter, la mano detrás de Halloween y The Thing, cinta que además aparece tributada en al menos tres momentos del guión); de igual modo uno de los niños que aquí aparecen se llama Lucas (por George Lucas, el creador de Star Wars, saga que una y otra vez tiene sus guiños en el transcurso de sus capítulos; asimismo que a uno de los personajes sus amigos lo llaman Lando Calrissian, por razones más que obvias para quienes saben de esta saga)…
       …Y así nos encontramos con varios otros casos más, como los afiches de Tiburón, Evil Dead y The Dark Crystal, más uno de Tom Cruise.  De igual manera se nombra a Carl Sagan y a su mítica serie documental de Cosmos.  Además uno de los capítulos se llama La Loca de la Calle Maple, en atención a uno de los episodios más famosos de la celebrada serie de televisión La Dimensión Desconocida (titulado Los Monstruos de la Calle Maple); que si bien en su primera versión se emitió en los sesenta, en los ochenta mantenía su impronta, debido a la versión que en esta otra década se emitió.  Por otro lado, en una escena se ve una especie de huevo monstruoso similar al de los Aliens.  Cabe mencionarse que el monstruo de esta serie con su cuerpo recuerda mucho a la criatura vista en Pumkinhead y su cabeza sin rostro al abrirse para tragar a sus presas, resulta ser sin dudas sacada de la grotesca forma de flor de la recordada escena de los perros de The Thing.
       Stephen King es recordado varias veces, ya sea de forma explícita como por medio del argumento de esta historia, más uno que otro detalle.  Por ejemplo, en un momento se ve a un personaje incidental leer uno de sus libros, lo que se reconoce por el hecho de que en su contratapa aparece su foto en grande (de cuando usaba una frondosa barba) y luego nos enteramos de que el texto en cuestión es nada menos que Cujo.  De igual manera uno de los temas o leiv motivs más destacados en la serie, viene a ser el de los niños con poderes mentales, específicamente con el de la telequinesis (como en su primera novela publicada Carrie); aparte que la chica que posee esta habilidad, que no es la única que tiene, es producto de los experimentos de una oscura agencia gubernamental secreta y militar gringa, debido a la manipulación con drogas tipo LSD, tal cual lo que aparece en Ojos de Fuego.  Aparte, la tipología en rojo que corresponde a los créditos del programa, es propia de los nombres de los libros de King, tal como se acostumbraba en sus ediciones pasadas (de hecho, si bien escrita a principios de los noventa, Needful Things de este autor, pareciera ser el modelo exacto para el nombre y la estética de los créditos del programa).
      
Comparación entre el título del libro
de King y el de esta serie.
      No se puede dejar de lado el hecho de que dentro de los tres grupos de protagonistas de esta serie, destaca el compuesto por  niños, que lejos se convierten en los héroes favoritos de los espectadores.  Se trata de chicos “ñoños”, amantes de la ciencia ficción, la fantasía y el terror, para nada deportistas e interesados en la ciencia y la tecnología, razón por la cual no son los más populares de su entorno, pero sí los más inteligentes y lo más aptos para enfrentarse a las “extrañas” circunstancias en las que se ven envueltos todos, apenas intervienen los elementos que los sacan de la normalidad.  Pues esta idea de los niños extraordinarios y aventureros, aunque los típicos “perdedores” para el resto de la gente y en especial de sus pares, resulta ser preponderante en el cine ochentero de corte infantil y juvenil, quienes además llegan a salvar el día gracias a su valentía (tal como puede verse en verdaderos clásicos como The Goonies, Exploradores, The Monsters Squad y Cuenta Conmigo).  Del mismo modo el propio Stephen King en dos de sus obras clave de la época, It y El Cuerpo (novela corta que fue llevada al cine como la mencionada Cuenta Conmigo por Rob Reiner y considerada entre las mejores versiones para el cine de su literatura), ha utilizado este tópico, de modo que se puede considerar este hecho otra idea sacada de su obra en tono vintage de Stranger Things.
       A la vez, el juego de rol de Calabozos y Dragones cobra vital importancia dentro del guión, debido a que los niños protagonistas son fanáticos acérrimos de este y se dedican en varias ocasiones a tal actividad.  Además terminan llamando al monstruo igual que a una de las bestias de dicho juego, Demogorgon, así como se encuentran con la existencia de un universo paralelo (tipo reflejo siniestro del nuestro), tal cual sucede no solo con muchas ficciones, sino que muy al estilo de las mismas jugadas de Calabozos y Dragones.
      Los cómics de igual manera tienen un lugar dentro del guión, en especial en lo que concierne a los personajes infantiles y quienes sin duda se roban el corazón del público.  Pues estos chicos son lectores de las historietas de nada menos que de los X-Men y en más de una ocasión mencionan al Profesor X, en especial debido a su contacto con la muchacha con poderes similares a este; también Linterna Verde es mencionado, con lo que queda de manifiesto una vez más la cualidad de este programa, que lo hace tan atractivo para quienes disfrutamos este tipo de fantasías.
      La música toma un papel destacable en esta más que recomendable serie, partiendo por su tema de entrada hecho usando sintetizadores, muy al estilo de las bandas sonoras de los filmes de los ochenta y que bien recuerda a los trabajos del propio John Carpenter para sus cintas, también destacado compositor aparte de director y guionista; de este modo el acompañamiento musical incidental original de este programa, nos lleva aún más a estos recordados años y a lo que se suman los estupendos temas rockeros populares que incluyen a talentos como Toto, Peter Grabriel, The Clash y The Bangles, entre otros.  A su vez se  incluyen algunas melodías electrónicas de Tangerine Dream y Vangelis.
      Luego de identificar la ambientación retro de esta serie, ya es hora de referirse a su argumento que si bien recoge mucho de los clásicos ochenteros, hace su revisión de estos a través de sus propios aportes y la actualización de los mismos.  Cabe mencionarse que a diferencia de muchos títulos de aquellos años que eran de corte familiar, en especial en lo que concierne al uso de protagonistas infantiles y adolescentes, estamos hablando de un show hecho en exclusiva para adultos; por esta misma razón el argumento no deja de ser maduro, ni cae en convencionalismos facilistas de ese tipo de cine que desea homenajear (tal como quedará detallado en las líneas que vendrán a continuación)…Y ello no solo tiene que ver con el elemento gore, que en todo caso tampoco es exagerado.
      Todo comienza con un niño perdido, miembro del grupo de amigos frikis y a quien se lo ha llevado nada menos que un monstruo. Se trata de un ser que por lo que se va sabiendo a medida que transcurre la temporada, tiene que ver con una serie de experimentos secretos para crear un arma en contra de la “amenaza roja” soviética, que tanto le preocupaba a los estadounidenses en aquellos años (recordemos que estamos en plena Guerra Fría y el gobierno de Ronald Reagan y su sistema de defensa contra los rusos llamado Guerra de las Galaxias, tal cual la película de George Lucas).  Por otro lado, aparece una misteriosa niña, aparentemente muda, tras de quien andan detrás los científicos y militares culpables de que el monstruo haya logrado llegar a nuestro mundo; la chica se une a los amigos del chiquillo desaparecido, quienes lo andan buscando, así como su familia y las autoridades del pueblo en el que viven todos.  Es así que los destinos de nuestros protagonistas se cruzan con el de los villanos de esta historia, sujetos que representan esa figura malvada del propio gobierno de USA, dispuestos a cualquier cosa con tal de continuar con su visión del mundo blanco y negro.
      La trama se centra en cuatro grupos de personajes, los tres primeros correspondientes a los héroes, divididos según su edad (lo que implica personalidad, gustos y experiencias en común, como bien sucede entre pares) y el cuarto a los villanos.  Como el monstruo aparece siempre solo y es un peligro para todos, podemos dejarlo aparte, ya que en realidad no es el verdadero antagonista, si no que viene a ser el elemento final que otorga a la trama uno de sus mayores elementos de ciencia ficción y horror.
     Los niños se encuentran conformados por cinco pequeños, todos ellos de personalidad dulce y corazón noble, además de poseer las cualidades ya nombradas más arribas (ñoños e “impopulares”).  Son cuatro varones y una niña, siendo esta última la muchacha escapada del laboratorio gubernamental ultrasecreto:

La nostalgia ochentera en su máxima expresión...¡Un VHS de este programa!

·       Will Byers es el niño extraviado, sobre de quien casi todo lo que llegamos a saber, es a través de varios flashbacks dedicados a su pasado.
·     Lucas Sinclair de ascendencia afroamericano, es tal vez el más serio de su grupo, autónomo y/o crítico. 
·      Dustin Henderson, quien con su apariencia dulce (acentuada por la falta de sus dientes delanteros que aún no le han crecido y su frondoso pelo ensortijado), es en realidad un chico muy racional y locuaz, que hace de la conciencia de los suyos.
·      Mike Weeler viene a ser el chico más importante dentro de la trama, tanto porque es quien se desarrolla más a medida que esta avanza, como porque su familia es una de las dos que toman real coprotagonismo (si bien más bien debido a la figura de su hermana mayor, que a la de sus padres).
·  Once (“Eleven” en inglés), llamada por sus amigas como Ce, quien se une por las circunstancias inesperadas a estos chicos, siendo una aliada de peso tanto para ellos, como para los demás “buenos”.  Ella y Mike llegan a tener una especie de romance propio de su edad.

      Como bien sucede en la vida real y las historias típicas acerca de escolares, los cuatro chicos varones sufren del acoso de compañeros de colegio abusivos y quienes contrastan por completo con estos, debido a sus antivalores.  La subtrama acerca de la enemistad con estos maleantes de pacotilla, otorga otro punto de interés al conjunto que viene a ser Stranger Things.
      Justamente por ser una serie actual y realizada para un público con criterio formado, lo que también implica la preocupación por hacer verosímil a los personajes, pese a tratarse de un guión de ciencia ficción, estos muchachos dicen groserías (en su justa medida, claro, que igual son educados), algo que solo podemos encontrar en Cuenta Conmigo,  por ser menos edulcorada y más realista que los otros ejemplos citados.
    Luego vienen los adolescentes, quienes en este programa se ven realmente de la edad que representan y no corresponden a los típicos “modelitos” gringos con cuerpos ya maduros (o sea, demasiado bien formados y ejercitados) que encontramos habitualmente en las producciones gringas.  Los más relevantes correspondientes a esta edad, vienen a ser hermanos mayores de dos de los niños de arriba, si bien pertenecientes a familias distintas:
·         De este modo nos encontramos por un lado con Nancy Wheeler, la hermana mayor de Mike y quien ya entrada a esta edad más avanzada, como bien sucede con muchos casos en las familias, deja de interesarse en el pequeño y sus amigos, hasta que se sensibiliza con la tragedia de los Byers y se involucra por completo en todo ello.  Está enamorada de uno de los patanes de su colegio, pero debido a lo sucedido con el chico perdido, llega a entablar amistad con el hermano mayor de este y ello le provoca un verdadero remezón en su vida. 
·         Jonathan Byers es el heroico hermano mayor de Will, un muchacho con alma de artista que gusta de la fotografía y que solo desea lo mejor para su familia, llegando a ser un hijo y un hermano modelo.  Junto con Nancy cuando se entera de que la existencia del monstruo es cierto, realiza su propia campaña para deshacerse de la criatura.  Por otro lado, su naciente relación con la joven, le trae unos cuantos dolores de cabeza con su supuesto novio y la pandilla con la que este se junta.
·         Steve Harrington viene a ser el objeto amoroso de Nancy, quien resulta ser el típico adolescente que gusta de las emociones fuertes, aun cuando ello signifique jugar con lo que es inaceptable y comportarse como todo un bellaco.  No obstante pese a sus malas juntas y originalmente pésima actitud, el chico viene a ser más de lo que aparenta.
      Una vez más teniendo en cuenta esta puesta al día de los convencionalismos ochenteros, en el caso de los adolescentes se aborda un tema tabú en las cintas de la época y que en todo caso resulta ser algo habitual en la vida real: el sexo.  Pues ello es presentado de una manera bastante atractiva, si bien no cayendo en el exhibicionismo, aunque sí de una manera impactante para muchos que no se habrían esperado tal orientación dentro del argumento.
     De igual manera, en el extenso epílogo o anticlímax que sigue al desenlace, una vez más los guionistas impresionan a la audiencia cuando hacen que estos mismos jóvenes tomen un rumbo por completo distinto, a lo que se habría esperado de ellos.
      Los adultos protagonistas representantes del bando de los “buenos”, corresponden a solo dos:
·         Joyce Byers es la sufrida madre de Will y Jonathan, quien viene a representar todo lo de positivo que hay en una matriarca y la que pese a que tenga que luchar por su propia cuenta para lograr lo mejor por sus hijos, no vacila en jugársela por el todo.  En la serie es interpretada nada menos que por Winona Ryder, estupenda actriz que tuvo sus años de gloria entre finales de los ochenta y los noventa, hasta que cayó en desgracia por motivos ajenos a su talento y fue relegada a papeles menores tras haber conseguido el estrellato en un montón de filmes notables.  Acá se le ve avejentada a tal punto, que uno llega a preguntarse si en realidad ello se debe al duro papel que le toca encarnar (el de una mujer pobre y sufrida que hace lo posible por levantar de la miseria a sus vástagos), de modo que todo sería producto del maquillaje y de su transformación camaleónica…O si en realidad la mala vida le ha pasado la cuenta a la ex niña prodigio de Hollywood.  No obstante en cualquiera de los casos, su interpretación viene a ser una de las mejores de esta serie, a la par de los niños protagonistas.   Ojalá que el éxito de este programa le devuelva la luz de antaño.
·         Jim Hooper es el guapo y varonil sheriff del pueblo en el que se desarrolla la historia.  Corresponde a un hombre solitario, pese a sus relaciones amorosas intermitentes, quien tal como Joyce está marcado por la tragedia.  Su dolor se puede observar en el hecho de que pese a ser la mayor autoridad legal de Hawkins, su apariencia (con algo de panza), con barba descuidada y la casa destartalada en la que vive, denotan su pasado infeliz.  No obstante es un fiero sabueso y un hombre de fiar.  Se toma a pecho no solo profesional, si no personalmente lo que está ocurriendo con la gente que ha jurado proteger.
      Los villanos están liderados por el doctor Martin Brenner, un silencioso científico que mientras Ce estuvo a su cuidado, la engañó haciéndola creer que en realidad la amaba; de este modo es un sujeto manipulador, frío y maquiavélico, obsesionado con el poder y conseguir sus propósitos a toda costa.   Acá corre a cargo de Matthew Modine, ex jovencito de muchas películas ochenteras de culto y con lo que se vuelve a traer al recuerdo, esta etapa dorada de la existencia de muchos de nosotros.
      Tras el impactante y heroico final, se deja la puerta abierta a una segunda temporada, una promesa que sus ya millones de seguidores esperamos con ansias que se cumpla.

Otro hermoso fan-art basado en esta hoy ya serie de culto.

viernes, 19 de agosto de 2016

Mi gran decepción marvelita.


     Inevitablemente debo comenzar este texto que hasta dudé de si escribirlo o no, “pelando” a mi querido amigo de años Mauricio Tapia (autor de los blogs Escritos al Lotijuai y La Quinta Anormal, que se los recomiendo harto, si bien no los actualiza con la regularidad que yo quisiera), quien en parte con sus palabras me creó mayores expectativas sobre la serie de la cual me referiré a continuación: Agente Carter, programa cancelado hace poco tras dos temporadas y solo dieciocho episodios (que no dio para más) y ambientado en el popular Universo Cinemático Marvel, o sea, programas para la TV de imagen real y películas basadas en sus cómics…
     Todo comenzó en una de nuestras reuniones “ñoñas”, en las que entre varias cosas junto a otras amistades compartimos nuestro amor por la literatura (de “género” en gran parte: ciencia ficción, fantasía, terror, policial, histórica…), las series, el cine, los cómics, los personajes y las ficciones que nos llegan a estremecer.   Pues un día me encontraba alabando esa joyita que es Daredevil y entonces Mauricio dijo con toda la convicción del mundo que lejos mucho mejor era Agente Carter “¿Así?” respondí intrigado, pues si tenía su voto  razones de peso debía tener.  Pasó más de un año para que comprobara por mí mismo el peso de su afirmación.
     Peggy Carter es un viejo personaje de la Casa de las Ideas creado por los grandes Stan Lee y Jack Kirby en 1966, como amorío del Capitán América durante la Segunda Guerra Mundial.  Tras quedar congelado el Capi y despertar en la “actualidad”, dentro de las historietas esta hábil agente tuvo su propio desarrollo argumental en varias otras publicaciones.  Tras el exitoso estreno de la primera película del Supersoldado y su participación como uno de los coprotagonistas de peso, se le volvió a ver en una emotiva escena de Los Vengadores, en la cual los dos viejos amantes se reencuentran, ella ya anciana al borde de la muerte en un hospital y él aún joven y aguerrido.
     Asimismo llegó a ser el personaje principal de su propio corto en 2013 y que sirvió como inspiración para la posterior creación del show catódico ya mencionado.  Recordados ya con nostalgia resultan ser estos llamados genéricamente Marvel One-Shot, correspondientes a minipelículas dedicadas a los secundarios de los filmes de la compañía y que acompañaban a la edición casera en blu-ray de sus cintas (y que para pesar nuestro han dejado de realizar los productores, desde hace ya dos años más o menos).  Pues en este cortometraje nos enteramos de manera muy divertida, de cómo Peggy se llega a convertir en la primera directora de nada menos que de S.H.I.E.L.D.  Fue así que ante la buena crítica y llegada de esta pequeña obra y, por supuesto, gracias al carisma de la fémina y la actriz a cargo de ella (Hayley Atwell), los “peces gordos” aprovecharon de dar el visto bueno para continuar sus aventuras en la pantalla chica.
          De este modo, a principios de 2015 se estrenó la esperada primera temporada de lo que prometía ser una fascinante propuesta ambientada en plena “Edad de Oro” de los cómics y, por supuesto,  de Marvel, si bien luego de los eventos mostrados en Capitán América: El Primer Vengador.  Quizás considerando que no todo el mundo había visto el mencionado corto, prescindieron de este y volvieron a comenzar desde cero a contar la historia de Peggy, una inglesa, trabajando para el gobierno de los Estados Unidos en su agencia de espionaje…aunque ignorada por sus jefes y colegas ante el prejuicio de la época por el simple hecho de ser mujer (y pese a sus notables capacidades y experiencia, nada menos que junto al Capi y otros notables militares durante la Segunda Guerra Mundial).  Es así que tanto esta primera temporada y la siguiente de ocho y diez episodios respectivamente, muestra cómo la eficaz heroína se enfrenta al machismo que la rodea, a la par que hace nuevos aliados y se enfrenta a una amenaza diferente por temporada, de esas que solo gente adelantada como ella puede anular.  En este sentido viene a ser este discurso que presenta la lucha de los ignorados en una sociedad típica como la gringa, tan llena de injusticias sociales pese a su poder económico y tecnológico, que se encuentra uno de los pocos puntos en verdad destacables de tan irregular programa (pues no solo las mujeres se presentan como objetos de tales desprecios, sino que también los negros y hasta los lisiados, como se puede ver en otros dos personajes importantes de la serie).
      Siendo un título de época, al menos en lo que concierne a la ambientación, los responsables se esmeraron en hacer algo que en este detalle estuviese correcto.  Sin embargo, tal como ya se dijo, pensando que los guiones transcurren en la década de los cuarenta, el conocedor del universo marvelita hubiese esperado que se aprovechase toda su rica gama de personajes que ya había en tales años, incluyendo varios superhéroes y villanos.  No obstante todo se queda en argumentos donde la espectacularidad de estas historietas se pierde y salvo uno que otro elemento mínimo, pareciera que se tratara de un drama cualquiera con pobres elementos de ciencia ficción y que apenas tuviese que ver con nuestras ficciones predilectas.  De hecho, cuando en la primera temporada por fin se pudo ver a algunos de los Comandos Aulladores (de los que venía Nick Fury y quienes trabajaron con el Capi, tal como quedó demostrado en el citado primer filme sobre este justiciero), solo salieron en uno o dos episodios y de ahí nunca más.  Por otro lado, en el último episodio se ve a un famoso criminal marvelita por unos segundos y cuando se le esperaba su regreso en la segunda temporada… ¡Ni siquiera se le nombró! Así que olvídense de Hydra, de la primera Antorcha Humana, con mayor razón de Namor, del malhechor Garra Roja y otros más que muy bien podrían haber aparecido en este ya fenecido título.
      Lo más “marvelita” que aquí podemos encontrar, es al padre de Tony Stark, Ironman, Howard, quien en su personalidad nos recuerda mucho al Vengador, no solo por su genialidad, si no por su “amor” por las bellas mujeres (y quien para pesar de los fanáticos solo intervino de vez en cuando en la trama).  Sin embargo la mejor contribución salida de las páginas de los cómics, viene a ser nada menos que Edwin Jarvis, el carismático mayordomo de Stark y quien luego inspiraría a Tony a crear a su inteligencia artificial Jarvis (debe saberse que en las viñetas, el inglés Edwin estuvo al cuidado del cuartel de los Vengadores).  Pues las apariciones constantes de Jarvis, quien sin duda viene a ser el verdadero coprotagonista de este programa, da algunos de los mejores momentos de Agente Carter, gracia a sus múltiples talentos y corazón noble, aparte de ayudar a dar mayores dosis de humor a una historia que muchas veces se hace tediosa y falta de maravilla.
     La primera temporada abordó la lucha contra la agencia terrorista de Leviatán, la que en uno de sus aspectos más interesantes (al menos tal como fue trabajada en esta serie), recuerda mucho a lo que se revela en los cómics y Los Vengadores: La Era de Ultron acerca del pasado de nada menos que de Viuda Negra, cuando esta era pequeña y vivía en Rusia (tema del que solo puede darse cuenta un lector friki como un servidor, que este nexo entre la siniestra organización y la preciosa Natasha Romanov ni siquiera es mencionado en sus capítulos).  En cambio la segunda temporada tuvo por fin a un enemigo con superpoderes, haciéndole pasar penurias a nuestros héroes, si bien al parecer para nada salido de las revistas, si no que por completo original para este programa.
       Otro aspecto que sí se puede rescatar de Agente Carter, es que estando centrada en la susodicha dama, la escasa galería de villanos que tuvo estaba centrada justamente en mujeres, una nueva por cada temporada; de tal modo, gracias a ello, se pudo hacer las comparaciones de rigor, acerca de cómo son las decisiones las que otorgan a alguien extraordinario el camino que al final recorre (en este sentido quizás el mejor capítulo de la segunda temporada, puede ser aquel que revela en paralelo la juventud de la Carter y el de la villana de turno, cada una de ellas tan distinta en sus objetivos para la vida).
       Y como punto final a este texto que escribí por el puro deseo de explayarme respecto a mi “malestar” (que ya la cadena ABC me defraudó lo suficiente con lo que hicieron sobre Agentes de S.H.I.E.L.D., razón por la cual deberían aprender de Netflix y que lejos ha sabido sacar mucho mejor partido de sus propias series Marvel, como la ya mencionada Daredevil y la igualmente emocionante y adulta Jessica Jones, mientras esperamos para dentro de poco su anunciada Luke Cage), debo decir que hasta de una presentación digna carece Agente Carter, siendo unas paupérrimas letras en grande sobre un fondo negro lo que anunciaba sus capítulos.  Por otro lado, no hay mayor trascendencia, ni otros grandes temas o actos heroicos emotivos en este programa, que solo se detuvo en cierta dosis de aventura e intriga (y el típico romance propio del pulp de la época en la que transcurre), que uno esperaría en cualquier programa de esos del montón que producen en USA.
      Así que, Agente Carter, nadie te echará de menos (bueno, tal vez ya saben quién).

Nota: Se me estaba quedando en el tintero, la inesperada intervención de nada menos que de Stan Lee en uno de sus habituales cameos…Sin duda la mejor sorpresa de la primera temporada.

Peggy y mi casi tocayo Edwin Jarvis.
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