Luego del éxito indiscutido de la (primera)
trilogía de Dune, su autor presionado por la industria y sus
miles (¿O millones?) de seguidores, a comienzos de los ochenta se vio
obligado/motivado a continuar con la epopeya de la familia de los
Atreides. Fue así que en 1981 apareció Dios
Emperador de Dune, continuación directa de la novela predecesora, Hijos de Dune, si bien entre esta última y la que hoy nos reúne han pasado
nada menos que tres mil años dentro del tiempo ficticio... ¿Entonces por qué
es, sin dudas, una secuela inmediata del texto anterior? La respuesta es
sencilla, si bien todo lo que ocurre en sus páginas es demasiado complejo, como
lo ya apreciado en los otros libros: su personaje principal es nada menos que
Leto II, el mismo chico que vimos en el volumen anterior y que incluso superó a
su propio padre en materia de poderes.
Debemos recordar que el vástago masculino de Muad' Dib, al final de la entrega anterior se volvió un ser de un increíble poder y es así como ahora nos reencontramos con este transformado en un ser monstruoso, único en su especie y quien ostenta el título que le da el nombre al libro. Con un control férreo sobre todo el Imperio, vive en soledad pese a estar rodeado de sus devotas Habladoras Pez (dentro de lo mejorcito de este volumen) y de una especie de mayordomo-secretario-primer ministro, con el que se entrevista seguido y con quien mantiene una relación estrecha, aunque nunca (debido a su condición) logra tener un igual y, por lo mismo, conseguir algo de felicidad (o, mejor aún, paz). Sin embargo, sí hay alguien con quien hasta el momento e incluso durante milenios, mantiene un lazo afectivo que lo acerca a su pasado y humanidad perdidas: nada menos que Duncan Idaho, el fiel amigo y servidor de su familia, que ha sido una y otra vez clonado (lo que aquí llaman Ghola) para que esté a su lado; pero el nuevo de esta estirpe que ha llegado para estar con él, resultará alguien que ayudará a remecer el estatus quo por completo, siendo fundamental en la crisis que se está gestando.
No puede haber novela de Dune sin complot y en este caso estamos con una que implica bastante tensión al respecto; aunque también se introduce un elemento, no antes abordado de manera tan romántica y trágica dentro de estas obras: una historia de amor... Y es que hasta los corazones más duros caen frente a la necesidad de este sentimiento y a la soledad, giro argumental que termina humanizándonos como nunca, a cualquier otro Atreides conocido hasta ahora.
Debemos recordar que el vástago masculino de Muad' Dib, al final de la entrega anterior se volvió un ser de un increíble poder y es así como ahora nos reencontramos con este transformado en un ser monstruoso, único en su especie y quien ostenta el título que le da el nombre al libro. Con un control férreo sobre todo el Imperio, vive en soledad pese a estar rodeado de sus devotas Habladoras Pez (dentro de lo mejorcito de este volumen) y de una especie de mayordomo-secretario-primer ministro, con el que se entrevista seguido y con quien mantiene una relación estrecha, aunque nunca (debido a su condición) logra tener un igual y, por lo mismo, conseguir algo de felicidad (o, mejor aún, paz). Sin embargo, sí hay alguien con quien hasta el momento e incluso durante milenios, mantiene un lazo afectivo que lo acerca a su pasado y humanidad perdidas: nada menos que Duncan Idaho, el fiel amigo y servidor de su familia, que ha sido una y otra vez clonado (lo que aquí llaman Ghola) para que esté a su lado; pero el nuevo de esta estirpe que ha llegado para estar con él, resultará alguien que ayudará a remecer el estatus quo por completo, siendo fundamental en la crisis que se está gestando.
No puede haber novela de Dune sin complot y en este caso estamos con una que implica bastante tensión al respecto; aunque también se introduce un elemento, no antes abordado de manera tan romántica y trágica dentro de estas obras: una historia de amor... Y es que hasta los corazones más duros caen frente a la necesidad de este sentimiento y a la soledad, giro argumental que termina humanizándonos como nunca, a cualquier otro Atreides conocido hasta ahora.
Cabe mencionar que mucho de lo que sucede en el transcurso de la presente novela, es debido al empecinamiento con el cual Leto II, mantiene su idea de hacer todo por la llamada Senda de Oro; he aquí un detalle que no se nos puede escapar, si en verdad nos interesa apreciar este texto más allá del placer estético y gozar con una buena historia entre las manos: ¿Hasta dónde se justifican todos los sacrificios- vidas humanas incluidas- para que un líder se la juegue por llevar a cabo sus ideales, doctrina y gobierno supuestamente por un bien común? Sabemos que el Dios Emperador, amado, odiado y temido por igual entre sus súbditos, quiere lo mejor para la humanidad y por lo mismo está siguiendo un plan de milenios de duración; sin embargo, a nuestra "mortal" vista, no se justifican todas las atrocidades que comete. Las cruzadas, guerras santas y conflictos armados (como el que ahora misma nos asola, ante la invasión de Rusia a Ucrania), no podemos validarlas por ser "un mal necesario" y la supuesta superioridad moral de quiénes las llevan a cabo; por lo mismo, alguien como Leto II ni siquiera llega a ser un antihéroe. No obstante, pese a todo, podemos llegar a sentir algo de simpatía por este último, tal como nos pasó antes por su desgraciada familia, tan ligada al poder y aun así siempre destinados a la infelicidad.
Política y religión no dejan de ser tópicos recurrente en este ciclo literario, donde también el sexo, la educación y el comercio son elementos abordados con creatividad y ojo crítico por parte de Herbert. Teniendo en cuenta todo esto y mucho más que se me puede escapar a mi pobre capacidad, es que cabe destacar el papel que toman dentro de la trama los ixianos (de Ix), quienes por fin son profundizados (hasta cierto punto) en un libro de la saga y eso que desde la primera entrega que sabíamos de ellos. Asimismo, acá vemos a las Bene Gesserit bajo otro carisma, uno bastante humilde y hasta heroico, de modo que quienes antes fuesen consideradas como enemigas, esta vez han adquirido rasgos positivos.
Respecto a los Fremen, acá los volvemos a encontrar, pero ya no bajo la gloria orgullosa, sino que convertidos en sombras tristes de lo que fueron (verdaderas "piezas de museo"). Solo el encuentro con quien puede traerles la memoria el pasado, puede llegar a conectarlos con ese desierto que los hizo grandes; y es que el mismo planeta de Dune, ya no es lo que otrora fue, de modo que queda claro una vez más el viejo adagio que dice:
"Ten cuidado con lo que deseas".
Entre los personajes nuevos que aparecen, destacan dos femeninos y que dan testimonio junto a las mentadas Habladoras Pez y las archiconocidas Bene Gesserit, de la importancia que le otorga al género femenino el autor, siempre destacando la impronta de la mujer en los grandes cambios sociales y en la vida cotidiana. Es así que primero conocemos a Siona , una líder rebelde que desea derrocar al "tirano" y para la cual el mismo Leto II tiene planes insospechados; cabe mencionar que la obligatoria cercanía, que luego se produce entre ambos rivales y que implica una emotiva tregua entre ambos, nos entrega un precioso pasaje dentro de la lectura; una mujer inteligente y rencorosa, nos depara varias sorpresas con su actitud desafiante. En contraposición a la anterior, tenemos a Hwi, quien es la nueva embajadora de los tecnócratas de Ix. Hermosa y sensible, su llegada a Rakis (así se llama ahora la cuna de la preciada Melange) desencadenará una serie de eventos, que ni el propio Dios Emperador sabrá evitar.
Como ya es un sello característico en la saga de Dune, al principio de cada capítulo encontramos fragmentos de libros, que se supone son antiquísimos y en este caso se trata en su mayoría de los mismos diarios personales de Leto II. De este modo, lo que en sus líneas aparece, tal como en las otras entregas de la serie literaria, nos adelantan en parte lo que sucederá en el capítulo que antecede, así como nos permite conocer de una manera más íntima a Leto II, ya que están narrados en primera persona.
La presente edición que su servidor posee hace casi dos décadas, aunque recién leí, viene como portada con un fotograma de la película de David Lynch sobre el primer libro de la serie y lo gracioso es que escogieron nada menos que a Shaddam IV, de la Casa Corrino, para representar al Dios Emperador... ¡Nada que ver! Ambos MUY distintos entre sí. Debo admitir que encuentro de mal gusto esa decisión, de en vez de ocupar una bella ilustración, tratar de sacarle partido a lo que conocía el público con tales imágenes (¡Y tengo 3 con tales aberraciones de portadas! Pues compré hace años estos tomos, que recién revisito o a partir de la entrega que hoy nos reúne, por fin dedicarles mi tiempo). Por otro lado, esta humilde edición de bolsillo viene con una muy interesante introducción de Domingo Santos, valioso escritor de ciencia ficción español y erudito del tema, quien tradujo por primera vez a nuestra lengua varios de los libros de Dune, aunque increíblemente no se encargó de este otro; como siempre, resulta un placer encontrarse con sus acertadas ideas y en especial para una obra como esta.
Para terminar, me atrevo a decir que independientemente de todas las virtudes de este volumen, sin dudas que me parece más lento y débil que los anteriores ¿Por qué razones? Puesto que tarda en ponerse más emocionante, a diferencia de los otros que de inmediato tienen acción y presentan personajes memorables; y es que en muchos aspectos esta obra es muy cerebral, ya que profundiza mucho en los conflictos personales de Leto II y solo cuando la narración se detiene en alguien como Duncan, se hace más activa. Aun así, lo que aquí sucede es de vital importancia, para lo que vendrá en las próximas entregas (que todavía no leo, claro).