jueves, 1 de septiembre de 2011

Frankenstein a los Ojos del Siglo XX (parte 2).


Una de las mejores portadas que pillé.

El Frankenstein que habita dentro de nosotros mismos.  

     Brian Aldiss (nacido en 1925 y aún vivo), autor británico inmensamente galardonado por numerosas novelas y cuentos, escribió su libro Frankenstein Desencadenado en 1973 para expresar su gran admiración hacia la obra de Mary Shelley.
     La novela en sí misma es una serie de guiños literarios que hacen estrecha e implícita relación a Frankenstein, ya sea en cuanto a que ocupa a los mismos personajes del libro original, como a los personajes “reales” de la famosa reunión de Villa Diodati. El homenaje parte ya con el propio nombre de la versión de Aldiss: Frankenstein Desencadenado. Si para Mary Shelley Frankenstein es el Prometeo moderno, para Aldiss, una vez los acontecimientos de su novela desencadenan en catastróficas consecuencias, Frankenstein al existir realmente a la par que Mary Shelley y el protagonista de la novela, se encuentra liberado de sus ataduras para practicar sus monstruosos experimentos (incluso Aldiss hace que Frankenstein llegue a crear a la novia del Monstruo y después esté dispuesto a producir nuevas aberraciones).
    El libro es la historia de Joseph Bodenland, un acomodado e instruido diplomático del año 2020, quien producto de una ruptura del espacio/tiempo, provocada por las bombas atómicas usadas en su época, es catapultado al siglo XIX. Allí Bodenland se encuentra con que Frankenstein y su creación sí existieron realmente o que al menos en una realidad alterna cohabitan con Mary Shelley, Lord Byron, Polidori y Percy Shelley. Bodenland se ve involucrado en los sucesos de los que se hacen mención en la novela que él por supuestamente conoce, así como inicia un breve romance con Mary Shelley.
    Dentro del homenaje que le hace Aldiss a Frankenstein, está la forma de cómo se presenta la narración: acá por medio del formato epistolar, que en un principio es una carta propiamente tal, para luego entregarse por medio de grabaciones hechas por Bodenland. Este formato entrega además el mismo aspecto de “confesión” de los protagonistas de las novelas románticas, puesto que además usa un lenguaje afectado y lleno de carga emocional, se expresa, tal como cualquier personaje romántico. Para muestra las siguientes citas:

“Me estremecí de nuevo. ¡En aquel tribunal de justicia, sólo yo y otra persona conocíamos la verdad, sabíamos que la mano que había ultimado a William no era una mano de mujer ni tampoco de hombre, sino la mano de una cosa terrible y neutra!”

    En el texto anterior el uso exagerado de los signos de exclamación, más la expresión “cosa terrible y neutra” que aborda implícitamente a la figura del Monstruo, sin referirse a él con una descripción más propia de un autor contemporáneo como lo es Aldiss, ejemplifica la idea del lenguaje arcaico de la época de Mary Shelley.
    Sin embargo en otros momentos de la narración, por ejemplo cuando el narrador protagonista describa el laboratorio y los experimentos de Frankenstein, será mucho más explícito en referirse a los horrores del doctor. Ocupa el lenguaje científico y la descripción propias de un narrador contemporáneo, de educación científica contemporánea, característica tan propia de la ciencia ficción actual.
    También:

“¡Cuánto tiempo he tenido para meditar en lo que ocurrió entre nosotros! Callaré mis sentimientos, pues muy poco pueden significar para ti ahora; pero te aseguro que la flor que una mañana se abrió fugazmente entre nosotros nunca perecerá, aunque aún resten muchas mañanas”.

    He aquí en el texto la presencia del tema sentimental y amoroso, el que se expresa cargado de metáforas, para referirse a la relación que en la novela surge entre Bodenland y Mary Shelley. Los personajes históricos y literarios (“préstamos literarios” pueden llamarse, por cuantos son sacados de otra obra escrita con anterioridad) de la novela también se expresan como personajes propiamente románticos, siendo los personajes de Frankenstein y la Criatura, calcados al molde original:

“Para mí, estrangular no es ningún placer. Tengo mis creencias religiosas, a diferencia de vosotros, extraños inventores, que os olvidáis de vuestro Hacedor, ¡aunque habéis bebido vuestra ciencia en el Espíritu mismo! Además, Bodenland me expresó cierta gratitud… ¡el único hombre hasta ahora!”

    Son palabras de la Criatura, quien sigue manteniendo los rasgos cuasi mesiánicos y la elocuencia heredados de su padre. La expresión metafísica de Espíritu, así con mayúscula, es un término de la llamada Filosofía Natural de los antiguos y que la Criatura de la novela de Aldiss usa como personaje sacado del contexto romántico.
    Y de Frankenstein:

“Yo transmitiré a la humanidad el secreto de la vida. Los hombres harán con él lo que les plazca. Si el argumento de usted prevaleciera, si hubiese prevalecido, la humanidad viviría aún en la ignorancia más primitiva, atemorizada por todo lo nuevo en chozas de pieles”.

    He aquí que en estas palabras, el Frankenstein de Aldiss sigue justificando sus acciones, dándose el derecho como representante de los hombres, para sus experimentos. Sin embargo como luego afirmará el propio Bodenland: “El hombre inventa, pero no domina lo que inventa”.
    Siguiendo el tema anterior sobre la responsabilidad de Frankenstein en sus actos, los que nunca es capaz de asumir totalmente como una culpa suya que debe ser purgada (y que en la novela de Aldiss tiene mayor dramatismo, por cuanto el científico se empecina más aún en crear una nueva raza, sobrepasando de este modo a la narración de Mary Shelley), la novela de Brain Aldiss otorga tanto a Frankenstein como a la Criatura, toda una carga negativa. La novela misma hace constantes observaciones sobre las obsesiones científicas, estableciendo los paralelos entro el mítico personaje y la búsqueda de conocimiento. Existe un dilema entre los objetivos y actos de la ciencia, su idealismo y lo que son capaces de llegar a hacer los científicos para conseguir el dominio de la naturaleza, para obtener el preciado conocimiento. En uno de los mejores momentos del libro, Bodenland dialoga con Byron y Shelley sobre las responsabilidades científicas. Pero también de la boca de Shelley, un poeta que en su época ensalzó las virtudes del conocimiento racional, se entrega además un panegírico a estas empresas. De este modo se confrontan ambas visiones sobre la ciencia. No obstante, hay que recordar que alguien como Shelley no conoció la devastación que trajo la Revolución Industrial, ni la destrucción de las armas masivas, químicas y bacteriológicas que se desarrollaron con las guerras, las bombas nucleares de Horishima y Nagasaki y los efectos que distorsionaron el espacio-tiempo en la realidad de Bodenland. Por esto Shelley se muestra en el libro como alguien que aún tiene fe en el progreso humano:

“-¡No son las intenciones de DIOS! ¡Las intenciones del HOMBRE! Siempre y cuando las intenciones del hombre sean buenas…Es el Hombre quién ha de reparar los errores de la Naturaleza, ¿sabes?, y no a la inversa. Todos somos responsables por este mundo fabuloso en el que hemos nacido. Ya veo el día en que la raza humana gobernará como debe gobernar, como jardineros benévolos, con un gran jardín a su cuidado (…).
-¡La naturaleza del hombre CAMBIARÁ en virtud de los cambios que el mismo ya ha puesto en marcha! (…); avanzamos ahora hacia una nueva época, un reinado de la ciencia, donde la bondad no será avasallada por la desesperación. ¡Todos tendrán voz y todos se harán oír!”.

    A estas optimistas palabras contesta Byron:

“¿Crees que las máquinas acaben con la opresión? (…). El problema es saber si las maquinarias fortalecen lo bueno o lo malo en la naturaleza del hombre. Por el momento, las pruebas no son muy alentadoras, y es posible que nuevos conocimientos puedan llevar a nuevas formas de opresión”.

    Tras este intercambio de ideas y pareceres entre ambos personajes, ¿quién está más cerca de la verdad? Si ambos planteamientos se contrastan con la trama de la novela y la serie de devastaciones provocadas por el avance científico claramente manipulado por la falta de escrúpulos de algunos que, por ejemplo, no dudan en botar sus desechos tóxicos al ambiente, es Byron quien tiene la razón. Parafraseando al Byron literario, Frankenstein crea en su monstruo a una nueva forma de opresión, a una nueva raza que podría esclavizar a los humanos; por esta misma razón Bodenland se ve obligado a destruir a la Criatura, a su prometida y a todo vestigio de la ciencia de Frankenstein en salvaguarda de la humanidad. Así, Víctor Frankenstein creó a la Criatura con las mejores intenciones, tal como durante el siglo pasado se investigó con el átomo para sacar la mayor cantidad de provechos científicos; pero ello no impidió las desgracias que, en el caso de la obra de Mary Shelley, provocaron la muerte de inocentes, y en el caso de la investigación atómica produjo desastres como Chernobyl.
    Si la Criatura es algo que debe eliminarse, al menos como lo plantea Aldiss en su novela, entonces este ser no es completamente el personaje capaz de provocar compasión, de ser tierno como el de la obra original. Brian Aldiss lo muestra como a un ente maligno y peligroso al que hay que destruir. De algún modo la Criatura de la novela de Aldiss es lo que los robots malignos de las obras de ciencia ficción de principios del siglo XX: sofisticados seres creados por la ciencia que destruyen a su creador. En todo caso, la Criatura de Frankenstein se constituye en el modelo de todas estas monstruosidades tecnológicas.

Conclusiones.

Afiche de la gran película que hizo
Roger Corman (la última que dirigió),
adaptando el libro en 1990. 

    Tras releer y analizar unos cuantos aspectos entre la novela de Mary Shelley y la obra de Brian Aldiss, contrastando ambas obras, se pueden identificar los siguientes elementos comunes:

1° Frankenstein es un personaje que posee connotaciones negativas, si bien no se le puede considerar como a alguien que encarna el mal, sí representa la soberbia humana, por cuanto sus experimentos van más allá de la moral de su sociedad y traen devastadoras consecuencias tanto para él, como para los suyos. Esta actitud no queda impune y al final tanto su vida como su obra son destruidas.

2º La Criatura es un ser física e intelectualmente privilegiado, el cual por sus pasiones es también arrastrado hacia la ignominia y un final desastroso. Es un ser monstruoso pero con cualidades espirituales humanas, al que se le niega su humanidad, convirtiéndose en un paria y por ello, transformándose en un verdugo de la misma sociedad del cual es el resultado de su ceguera moral. Esto último, puesto que en un mundo donde la ciencia no cometiera errores como el de Víctor Frankenstein, no sería posible una creación como la suya.

3º La Criatura de Frankenstein no es un ser maligno en sí mismo, es decir, su naturaleza no es el mal; sin embargo su propio nacimiento “innatural” representa el peligro y la muerte para la humanidad, por cuanto muestra cómo el conocimiento puede transformarse en desastre.

4º La novela de Mary Shelley es una obra profundamente moralista, de la cual la obra de Brian Aldiss recoge no sólo la trama central y sus personajes, sino que también el hondo sentido de crítica y espiritualidad.

5º El Frankenstein de Mary Shelley es una obra institucional, por cuanto instauró, entre otras cosas en la literatura el tópico del científico loco y creó además un, para entonces, nuevo género literario (o subgénero): la Ciencia Ficción, de la que Frankenstein Desencadenado es uno de sus herederos.

    Tras considerar los anteriores puntos, la siguiente cita de la novela de Brian Aldiss resume muy bien lo que significa la clásica novela de Frankenstein:

“Sea lo que fuere lo que las generaciones pretéritas vieran en él, el Frankenstein de Mary Shelley era considerado en el siglo XXI como la primera novela de la Revolución Científica y, también, por qué no, la primera novela de ciencia ficción. Había conservado un interés permanente durante dos siglos por la sencilla razón de que Frankenstein era el arquetipo del hombre de ciencia cuya búsqueda, emprendida en nombre de una causa sacrosanta, el progreso del saber, cobra vida y causa desdichas sin cuento antes de que pueda dominarla”.

3 comentarios:

  1. ELWIN:

    Excelente revisión de la novela de Aldiss y del mito de Frankenstein. Creo que es acertada la conexión que estableces entre el mito de Frankenstein y el desarrollo de la Revolución Científica e Industrial en sus aspectos más amenazadores, tal como han sido señalados por los filósofos Adorno y Horkheimer en su libro Dialéctica de la Ilustración.

    El filósofo Slavoj Zizek, en su último libro publicado en español (En defensa de causas perdidas), señala que el monstruo de Frankenstein es un símbolo que representa a la Revolución Francesa, hija de la Revolución Científica e Industrial (representada a su vez por el Dr. Víctor Frankenstein). En este sentido, resulta revelador que el conservador británico Edmund Burke, varios años antes de que Mary Shelley escribiera su célebre novela, comparara la Revolución Francesa con un monstruo deforme surgido de la tumba de la monarquía, mutilado, putrefacto, terrorífico y sediento de sangre.

    Hay que señalar asimismo que William Godwin, el padre de Mary Shelley, era un gran defensor de la Revolución Francesa, y entre otras cosas defendía la creación de una nueva raza humana, perfeccionada y manipulada experimentalmente en el laboratorio, que ya no se reproduciría sexualmente sino de manera artificial en probetas y matraces. Godwin imaginó una sociedad totalitaria, férreamente controlada por una casta de científicos todopoderosos; estas ideas ilustradas revolucionarias escandalizaron a los conservadores de entonces. Y sin duda influyeron en la imagen que Mary Shelley creó del monstruo de Frankenstein, como metáfora de la Ilustración y de la Revolución francesa.

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  2. Juan Carlos, gracias por los datos sobre el padre de la Shelley, que espero comentárselos a mis amigos. Para mí este libro es uno de mis favoritos y acostumbro dárselo a leer a mis alumnos y tiene buena cabida, gracias a Dios. ¿Sabías que en los cómics DC hay un personaje popular que es una versión de la Criatura y tiene su propia revista? (aún no lo leo, je)

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  3. Concuerdo con gran parte del texto, con respecto al paradigma que crea la obra, dejando un tema muy complejo abierto al lector, lo cual poriamos llamarlo bioética.

    Estamos de acuerdo con que el ser humano es un ser con la capacidad de razonar, y por ende o le teme, o quiere descubrir lo desconocido. Descubrir principalmente como concepto quiere decir quitar el envoltorio (si mal no recuerdo) para saber lo que hay en el interior de lo que descubrimos y aprehender de ello. Similar es el caso de Frankestein, ya que traspaso los limites de la ciencia, dejando un antes y un despues, asi como lo mencionaste en el articulo comparandolo con el átomo, que nosotros mismo somos responsables de lo que creamos.

    Esto es como "un gran poder conlleva una gran responsabilidad", esto tiene mucho de cierto, ya que lo que hagamos hoy podria repercutir en cualquier nivel en el futuro, dependiendo de como se aplique cada elemento.

    Atte. Fabian Ibarra

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