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viernes, 22 de abril de 2016

Cristianismo, paganismo y voluntad.


       A un Dios Desconocido es una novela del destacado escritor estadounidense John Steinbeck, premios Pulitzer y Nobel, publicada en 1933.  El libro lleno de simbolismos religiosos aborda varios temas, siendo como el resto de sus obras de ficción un texto tanto profundo, como agradable de leer y que se termina con rapidez; por otro lado, no está exento de la crítica social encontrada en el resto de sus trabajos de ficción, así como de una honda espiritualidad, a la par de varios momentos de gran emotividad y el uso de un lenguaje lleno de lirismo que conmueve.
      La narración comienza con la descripción de la relación familiar entre el protagonista, Joseph Wayne y su padre, bastante estrecha pese al formalismo con el que se tratan padre e hijo (algo que en todo caso resulta propio de las maneras y usadas por las gentes que aquí aparecen), la cual se constituye en el punto de partida de lo que más adelante se detallará, a medida que los acontecimientos se desarrollan.  Puesto que Joseph si bien no es el único vástago de su progenitor, sí es el más amado y el único que recibe su significativa bendición.  Tras las palabras de su padre, quien actúa como los patriarcas del Antiguo Testamento, Joseph decide colonizar las tierras de la frontera que el gobierno está entregando a quienes desean hacer patria en ellas.  De este modo puede comenzar una nueva vida y así convertirse en la figura central de la propia familia que desea tener.  No obstante el peso que llega a tener en este otro lugar llega a ser tan grande, que también se transforma en la figura central de la comunidad que se edifica a su alrededor.  Posteriormente los tres hermanos varones del protagonista, cada uno con una personalidad por completo distinta, terminan por seguir su mismo camino y luego de un tiempo se van a levantar sus hogares junto a quien ahora los lidera.  Las diferentes visiones de mundo entre los Wayne, provocan los acostumbrados roces entre familiares, dando pie además a uno que otro conflicto que tendrá su propia repercusión para los planes sagrados del personaje principal.
      Si bien Steinbeck escribía obras de carácter realista, que denunciaban las miserias de su época y dejaban claros loa abusos de los poderosos con los desamparados y pobres (puesto que además realizó varias de estas obras en plena Depresión Económica de su país), por mucho que este título no deja de presentar tales rasgos, se constituye en una novela compleja que puede ser leída en otros niveles de interpretación; es así como se encuentra redactada en un tono que recuerda demasiado a la Biblia,  como además a ratos pareciera que se tratara de un libro propio de la fantasía (de hecho en más de una ocasión mantiene cierta ambigüedad, con respecto a la descripción de varios de sus episodios, que despiertan la duda sobre su supuesta condición sobrenatural). 

     “Habían llegado a un claro abierto, casi circular y plano como un estanque. Estaba rodeado de árboles oscuros, rectos como pilares y celosamente juntos. En el centro del claro se erguía una roca, misteriosa y enorme, tan grande como una casa. Parecía haber sido modelada, astuta y sabiamente, pero no se encontraba forma en la memoria a la que asociarla. Un musgo corto y denso vestía de verde la roca. El edificio se parecía a un altar fundido y derretido sobre sí mismo. En uno de los lados de la roca se abría una cueva ribeteada de helechos. Un arroyuelo brotaba silenciosamente de la cueva, atravesaba el claro y desaparecía bajo la maraña de arbustos que cercaban el claro. Un enorme toro negro descansaba junto a la corriente; sus patas delanteras estaban dobladas bajo su cuerpo, un toro sin cuernos con dos bucles brillantes y oscuros en la frente. Cuando los tres hombres entraron en el claro, el toro se hallaba rumiando contemplando la roca verdosa. Giró la cabeza y miró a los hombres con ojos perfilados de rojo. Resopló, se puso en pie, bajó la cabeza ante ellos y luego, dándose la vuelta, se lanzó a la maleza, abriéndose camino. Los hombres vieron su cola azotando el aire un instante y el escroto negro que llegaba casi hasta las rodillas oscilando y después desapareció y oyeron cómo se hundía en el follaje.
     Todo transcurrió en un segundo.
     (…)
     —Espera un momento, Tom —dijo lánguidamente—. Aquí hay algo. A ti te asusta, pero a mí me resulta familiar. En algún sitio, quizá en un sueño he visto este lugar, o quizá he sentido este lugar.
     Dejó caer las manos a los lados y habló en un susurro, saboreando cada palabra.
     —Este sitio es sagrado y antiguo. Es antiguo y sagrado.
     El claro estaba en silencio. Un águila surcó el cielo circular, rozando casi las copas de los árboles.
     Joseph se volvió despacio.
     —Juanito, tú conocías este lugar. Has estado aquí antes.
     Los ojos azul claro de Juanito estaban llenos de lágrimas.
     —Mi madre me trajo aquí, señor. Mi madre era india. Yo era un niño y mi madre esperaba un hijo. Vino aquí y se sentó junto a la roca. Estuvo sentada mucho tiempo y después nos marchamos. Era india, señor. Creo que los ancianos siguen viniendo aquí a veces.
    ¿Los ancianos? —inquirió Joseph con viveza—. ¿Qué ancianos?
     —Los indios viejos, señor. Siento haberlos traído aquí, señor, pero al estar tan cerca, mi sangre india me hizo venir, señor”.

    
     Por otro lado el nombre del protagonista, Joseph (José en español), corresponde al mismo de varios personajes famosos del libro sagrado judeocristiano.  Es así como Joseph se vuelve sin duda el visionario de un mundo más puro y mejor, así como en un profeta y el líder natural de sus propias creencias religiosas, que le traerán tanto satisfacciones como sufrimientos.  Joseph con su enorme energía y personalidad magnética, si bien nunca avasallante, doblega la naturaleza que se entrega a él como una mujer; de igual modo logra conquistar el corazón de la mayoría que lo conoce, quienes hacen lo posible por serles gratos.  No obstante este hombre pese a que actúa de manera amable con los demás, resulta un extraño para estos mismos, quienes nunca lo llegan a conocer por completo, puesto que sus designios llegan a ser misteriosos.  De este modo esta alternancia entre su aspecto más sociable y su dimensión única y hermética, recalca sus características que lo convierten en un sujeto de connotaciones mesiánicas. 
       Debido a las especiales características de Joseph, surgen los problemas con su hermano más ortodoxo en materia religiosa y también  las diferencias con el sacerdote católico, con quien se encuentra dos veces a lo largo del libro.  Lo anterior debido a la misma fuerza de sus convicciones, la que asusta a estos dos hombres (al primero debido a su intolerancia, propia de su mente estrecha y al segundo cuando termina reconociendo la potencia detrás de sus palabras).
      Llama la atención la fuerza que posee el personaje de Joseph, un sujeto que mezcla en sí mismo una voluntad, un determinismo y una seguridad que hace que los demás se sientan naturalmente atraídos hacia su persona.  Por lo tanto la figura de Joseph como protagonista, cuyo único “antagonista” verdadero viene a ser su ya mencionado hermano, viene a ser el motor de todo lo que ocurre en esta novela. 
       Asimismo volviendo a la vieja confrontación entre hermanos, es que los lectores nos encontramos con un tópico tan antiguo como la humanidad misma y que bien  lo podemos encontrar en las figuras bíblicas de Caín y Abel del Génesis, como en José y sus hermanos, quienes lo abandonaron producto de los celos que sentían por él (habiendo muchos otros antiguos ejemplos que podría mencionar).  Es entonces que el significado de esta oposición entre hermanos, que en todo caso se aman, no puede tener un carácter más religioso.

     “Quiero hablar contigo, Joseph. Quiero prevenirte.
      —No es el momento —le dijo Joseph con hosquedad—. Hablaremos mañana. He salido para ver a los caballos.
      Burton no se movió.
      —Estás mintiendo, Joseph. Crees que no te ha visto nadie, pero yo te he visto. Te he visto haciendo ofrendas al árbol. He visto cómo ha ido creciendo en tu interior esta creencia pagana y vengo para prevenirte.
      Burton se había exaltado y respiraba agitadamente.
      —Esta tarde viste la cólera de Dios avisando a los idólatras. No era más que un aviso,  Joseph. Me hizo recordar las palabras de Isaías: «Habéis abandonado a Dios y su cólera se volverá contra vosotros».
      Se detuvo para recuperar el aliento tras ese torrente de emoción y se le pasó la ira. — Joseph —suplicó—, ven al granero y reza conmigo. Cristo te abrirá sus brazos otra vez. Cortemos el árbol.
      Joseph se apartó bruscamente de él y se sacudió la mano extendida para contenerlo.
      —Sálvate a ti mismo, Burton.
      Soltó una risa breve.
      —Estás demasiado serio, Burton. Vete a la cama. No te entrometas en mis juegos. Ocúpate de tus cosas”.

      Siguiendo la línea relacionada con el tema religioso, que en esta obra da pie a un montón de ideas para comentarse, se puede observar la separación que existe entre la religiosidad presentada por el protagonismo y otros como él (los indígenas, la gente sencilla del campo y el anciano solitario que conoce hacia el final del libro), en contraste con la opción teológica representada por su hermano y el cura ya mencionados.  Los primeros se rigen bajo una doctrina matriarcal, a través de una teología de tipo panteísta.  Es así que la divinidad se encuentra para todos ellos presente en la naturaleza misma, a través de figuras tales como la madre tierra, los elementos y, en especial en esta novela, los árboles.  A raíz de esto Joseph llega a creer firmemente que el espíritu de su padre,  se haya dentro del roble bajo cuya frondosidad ha erigido su hogar; luego tal cual los antiguos druidas, se dedica a rendirle tributo por medio de numerosas ofrendas.  La fe del hombre no queda velada a los ojos de los demás, quienes o bien aceptan su opción o en el menor de los casos, se lo censuran.  Este paganismo del protagonista se presenta en todo caso como algo benigno y conecta a los seres humanos con la tierra misma, quienes como campesinos se encuentran mayormente conectados con ella.   Luego la propia desgracia en la que caen Joseph y los suyos, se encuentra directamente relacionada con las fuerzas de la naturaleza, de modo que la única manera de que todo vuelva a su cauce, resulta ser por medio del seguimiento de los ritos ancestrales.

       Por otro lado, nos encontramos con la posición cristiana, la cual según el rigor de la época y de los corazones de sus representantes, no puede convivir pacíficamente con otras teologías. Es así que para sus seguidores todo aquello distinto, resulta ser nada menos que una aberración.  Las disputas entre cristianos e “idólatras” demuestran la existencia de la intolerancia religiosa, siendo que solo los primeros son quedan declarados como intransigentes y cerrados al diálogo.  En cambio los panteístas se ven mucho más libres y felices con su ideología, que aquellos (o más bien quien) abraza las doctrinas de Cristo al pie de la letra.  No obstante hay que ser justos y separar las aguas cuando se trata de referirse al carácter evangélico de Burton y el del padre Angelo, ya que ambos tienen posiciones distintas respecto a cómo llevar en sus vidas la idea del cristianismo.  Puesto que el primera resulta ser un claro ejemplo del protestantismo gringo, el llamado puritanismo,  que no queda bien posesionado si se toma como ejemplo la actitud prejuiciosa de su devoto.  En cambio el sacerdote católico resulta ser un hombre mucho más cariñoso y sabio, teniendo una actitud humilde y hasta paternal con quien cree que está errado en sus concepciones. 
     Es aquí cuando llegamos al nombre de esta novela, el cual atiende no solo al texto lírico que da pie a su desarrollo, sino que se refiere a esa idea de un dios omnipresente, pero no a través de una liturgia lejana a sus creyentes, sino que vivo por medio de cada una de las manifestaciones naturales que nos rodean (de modo que no tiene nombre, puesto que su magnitud es tan inconmensurable, como para que no tenga valor nominarlo o querer minimizarlo de alguna otra forma).  No obstante también hace referencia al misterio mismo del sentido de la vida y el papel del ser humano en el mundo, por lo que aparece la interrogante de a qué dios seguimos… ¿A uno lejano a nosotros e incapaz de conocer sus designios? ¿O a otro que nos ama y es más cercano como aquel que sigue el padre Angelo? ¿O tal vez somos nuestros propios dioses y/o profetas tal cual sucede con el propio Joseph? Y no hay que olvidar que es la naturaleza, supuestamente lo más cercano que puede llegar a estar el hombre y la mujer de la idea de un dios (des) conocido.
     La búsqueda de la felicidad viene a tomar también un papel fundamental en el texto, razón por la cual el mismo Joseph realiza su viaje en busca de nuevas fronteras y luego le siguen los demás Wayne.  Su enlace amoroso y su amistad con Juanito, la actitud festiva de los pobladores humildes, como también la descripción idílica de la vida familiar en las tierras de esta familia, son otras manifestaciones de este hondo sentido que tiene para el ser humano el deseo de pertenencia y trascendencia; todo ello a través de la identificación con la tierra en que se vive, la convivencia con otros y la lucha por concretizar los ideales de uno mismo.  De este modo Joseph y la mayoría de los personajes que le secundan, se muestran en esta obra como sujetos movidos por el deseo de lograr dicha plenitud.   Es cuando aparece la idea de la Tierra Prometida, otro concepto bíblico, visto en las páginas de esta novela a través del hogar de los Wayne.
     En el párrafo anterior se nombra de manera indirecta el elemento costumbrista de esta obra, siendo que un detalle que lo evidencia bastante y que además nos da luces acerca de cómo era el diario vivir en los tiempos y la sociedad en la que transcurre, viene a ser todo lo relacionado a la pareja de Joseph.  Pues esta entra en escena primero como una muchachita, o más bien ya como una mujer, que con solo diecisiete años de edad es alguien autónomo (algo casi impensable para la mayoría de nosotros).  La profesión a la que se dedica para vivir es la de profesora, única actividad que en aquellos años era aceptada para las féminas como algo digno (casi una proyección del rol maternal, tal como era visto en ese entonces).  Posteriormente se casa y su nuevo destino es el de ser otra dueña de casa y nada más.  El resto de las esposas que aparecen en el libro, en especial el de la potente figura de la cuñada Rama, vienen a ser iguales modelos de lo que se esperaba de las mujeres en este mundo de antaño.


      Existe cierto erotismo que llama la atención en el libro, el cual permite evidenciar mejor la poderosa carga emocional de los personajes, aunque siempre todo ello referido a la presencia de Joseph.  Esta dimensión de la novela por increíble que parezca, no se contradice con su sentido religioso, puesto que al contrario apoya la idea de Joseph como una potente figura.  Las siguientes citas pueden explicar mejor que mi escasa capacidad lo antedicho

      “—Es mía —dijo exultante—. Todo lo que hay debajo es mío, hasta el centro de la tierra.
       Dio unas patadas sobre la tierra blanda. Después el júbilo dio paso a una punzada de deseo que recorrió su cuerpo como una corriente caliente. Se tiró cuerpo a tierra sobre la hierba y apretó la cara contra los tallos húmedos. Sus dedos agarraban la hierba mojada y la arrancaban y volvían a hacerlo. Sus muslos golpearon pesadamente la tierra.
       La furia pasó al fin y sintió frío y se sintió perplejo y asustado de sí mismo. Se incorporó y se limpió el barro de los labios y la barba.
    ¿Qué ha sido esto? —se preguntó
       —. ¿Qué me ha pasado?, ¿acaso puedo tener una necesidad tan grande?
      Trató de recordar con exactitud lo ocurrido. Por un instante, la tierra había sido su esposa”.

      “Oyó la puerta de entrada abrirse lentamente. Llegó un ruido de faldas desde el cuarto de estar. Joseph se quedó quieto, escuchando, preguntándose distraídamente quién andaría ahí, pero no llamó. Al poco, se abrió la puerta de su dormitorio y volvió la cabeza para ver quién era. Rama estaba desnuda en el umbral de la puerta. La luz de la lámpara caía sobre ella. Joseph vio sus abultados pechos, terminados en duros pezones oscuros y la tripa ancha y redonda y sus piernas poderosas y el triángulo de vello negro rizado. Rama jadeaba, como si hubiera estado corriendo.
       —Es una necesidad —susurró con voz ronca.
      Joseph sintió una opresión en la garganta y en el pecho, como gravilla ardiente que le bajara por el cuerpo.
      Rama apagó de un soplo la luz y se lanzó sobre la cama. Sus cuerpos se unieron furiosamente, sus muslos pegando y golpeando y las piernas musculosas de Rama agarradas a él. La respiración se cortaba en sus gargantas. Joseph sentía los pezones duros contra su pecho; Rama se quejó con voz ronca y sus anchas caderas tamborilearon contra él y su cuerpo se estremeció hasta que la presión de los brazos tensos de Rama aplastó la respiración en el pecho de Joseph y sus miembros hambrientos extrajeron sin resistencia posible la semilla agonizante del cuerpo de Joseph. Rama se relajó, respirando pesadamente. Los músculos tensos se volvieron suaves; se quedaron juntos, exhaustos.
      —Tú lo necesitabas —le dijo en un susurro—. En mí era deseo, pero en ti era necesidad. El río caudaloso de tu pena se ha desviado y ha pasado a mí. El dolor es como un placer triste y cálido y se quita en un momento. ¿No crees tú lo mismo, Joseph?
     —Sí —respondió Joseph—. Tenía necesidad.


       A un Dios Desconocido quizás no sea la novela más emblemática de su autor y/o la más conocida, tal vez dicho honor sea compartido por De Hombre y Ratoncitos, Al Este del Paraíso, Las Uvas de Ira y La Perla (y ello gracias a sus alabadas adaptaciones cinematográficas), no obstante resulta ser un libro más que recomendable por su enorme peso literario, gracias a los temas abordados en él (que de seguro son muchos más de los identificados por un servidor) y a la belleza con la que está escrito.  Sin duda leer a este escritor resulta más que grato para uno…Es así como se la puede mencionar como otra historia, de esas que uno agradece haber gozado con todo su corazón.

viernes, 1 de mayo de 2015

Sueños versus Miseria.


     John Steinbeck fue un importante escritor estadounidense del siglo pasado, quien vivió entre los años de 1902 y 1968,  con un montón de títulos a su haber, entre novelas, cuentos, ensayos, obras de teatro, trabajos periodísticos y hasta guiones para el cine.  Entre sus creaciones más celebradas (y polémicas en su momento) se encuentran textos de referencia hoy en día en la narrativa de su país, tanto como en la internacional: De Ratones y Hombres (1937, también conocido en español como La Fuerza Bruta), Las Uvas de la Ira (1939) y Al Este del Edén (1952).  Todas ellas han conocido prestigiosas adaptaciones cinematográficas, así como otras más de su autoría, con actores y directores de gran calibre como Elia Kazan, James Dean, Gary Sinese y John Malcovich.   Si bien en toda su carrera recibió importantes premios por su labor, destacan los prestigiosos Pulitzer (1940) y Nobel (1962).  Tal como se dijo anteriormente, su escritura no estuvo exenta de escándalos, ya que ante la saña con la cual denunció las injusticias sociales de su país, por parte de los ricos terratenientes hacia los campesinos, obreros, indígenas y emigrantes, lo cual realizó con maestría bajo su prosa, provocó más de una amenaza en su contra y hasta la quema pública de sus libros en la supuesta tierra de la democracia.  Y es que si bien Steinbeck provenía de una familia acomodada, no compartía mucho de los ideales de su gente y por esa razón desde principios de su carrera se puso de parte de los oprimidos.  Por lo tanto si es que no fue el primero entre los suyos, sí fue uno de los precursores entre los autores estadounidenses blancos, en escribir desde el punto de vista de los latinos, negros y demás minorías étnicas y sociales; de este modo al constituirse en la voz de estos, no cejó en mostrar las tristes condiciones de dicha gente al ser considerados con suerte como ciudadanos de segunda clase, viviendo en medio de la pobreza, la ignorancia y la falta de movilidad social.  De este modo tuvieron que surgir en la opinión pública sujetos como Steinbeck, para que mejoraran este tipo de situaciones y en parte los “poderosos Estados Unidos” se acercaran lo más posibles a sus ideales, de ser la nación de la libertad y las oportunidades.  Por lo tanto y resumiendo en parte las características de la mayoría de sus trabajos, su obra trata acerca de la gente común y humilde, enfrentada a las vicisitudes de la vida real.  Empero a esta visión suya que para tal época claramente puede ser considerada como vanguardista y de izquierda, este escritor mantuvo fuertes lazos de amistad y apoyo con algunos de los gobiernos de su país, llegando incluso a expresar a los medios su acuerdo con la intervención armada norteamericana en Vietnam (hecho que le granjeó el desapruebo de los pocos intelectuales, que lo apoyaron cuando provocó el descontento de los sectores más conservadores y capitalistas).  No obstante este tipo de cambios radicales en el pensamiento de muchos artistas, a través de reacciones imperialistas, parece que es habitual entre los literatos, ya que en los mismos Estados Unidos se puede tomar como ejemplo más actual, el caso de Orson Scott Card, quien ha prestado su respaldo a los soldados de su país en Medio Oriente; mientras que en América Latina destacan las figuras del peruano Mario Vargas Llosa y nuestro compatriota Roberto Ampuero, quienes de abrazar el Comunismo en su juventud, orientaron sus intereses luego a la derecha política…Bueno, quizás para disfrutar mejor la obra de un artista en concreto, tal vez en ocasiones sea conveniente separar a la persona de su obra (de modo de no caer luego en decepciones mayores).
     La Perla (1947) corresponde a uno de los libros más famosos de John Steinbeck, si bien desde el punto de vista formal resulta ser más bien una novela corta, ya que no llega a las 200 páginas de extensión, por lo que se lee con facilidad en un par de horas.  No obstante se trata de una obra potente y en la cual sin duda es posible reconocer los elementos caracterizadores de su labor artística.   Asimismo el texto se encuentra lleno de simbolismos y niveles de lectura, tratándose de un texto que usando un lenguaje poético, se convierte tanto en una fábula moral, como en una severa crítica social.
    
La novela comienza una idílica mañana en la que una joven pareja de indígenas mexicanos, inicia su día en medio del gran amor que se tienen, pese a la pobreza en la que viven.  La gran felicidad de sus vidas resulta ser su único hijo, apenas un bebé.  Todo parece que será igual que siempre, hasta que la armonía de esta pequeña familia se ve invadida, cuando el pequeño es picado por un mortal escorpión.  Los momentos previos al incidente no pueden ser más dramáticos y adelantan el tono grave que irá tomando el libro de forma paulatina hasta su terrible desenlace.

    Kino se despertó casi a oscuras. Las estrellas lucían aún y el día solamente había tendido un lienzo de luz en la parte baja del cielo, al este. Los gallos llevaban un rato cantando y los madrugadores cerdos ya empezaban su incesante búsqueda entre los leños y matojos para ver si algo comestible les había pasado hasta entonces inadvertido. Fuera de la casa edificada con haces de ramas, en el plantío de tunas, una bandada de pajarillos temblaban estremeciendo las alas.
    Los ojos de Kino se abrieron, mirando primero al rectángulo de luz de la puerta, y luego a la cuna portátil donde dormía Coyotito. Por último volvió su cabeza hacia Juana, su mujer, que yacía a su lado en el jergón, cubriéndose con el chal azul la cara hasta la nariz, el pecho y parte de la espalda. Los ojos de Juana también estaban abiertos. Kino no recordaba haberlos visto nunca cerrados al despertar. Las estrellas se reflejaban muy pequeñas en aquellos ojos oscuros. Estaba mirándolo como lo miraba siempre al despertarse.
    Kino escuchaba el suave romper de las olas mañaneras sobre la playa. Era muy agradable, y cerró, los ojos para escuchar su música. Tal vez sólo él hacía esto o puede que toda su gente lo hiciera. Su pueblo había tenido grandes hacedores de canciones capaces de convertir en canto cuanto veían, pensaban, hacían u oían. Esto era mucho tiempo atrás. Las canciones perduraban; Kino las conocía, pero sabía que no habían seguido otras nuevas. Esto no quiere decir que no hubiese canciones personales”.

    Acompañados por sus vecinos y familiares, los protagonistas acuden hasta donde el único médico de la zona, uno de los hombres que representan en esta historia la ausencia total de todo código moral y que encarnan por ello mismo el materialismo propio, de quiénes han renunciado a sentirse parte de la sociedad.  Incluso su aspecto físico es detestable y no deja de reflejar (en especial en el aspecto de sus ojos) sus carencias humanitarias.  Que a diferencia del resto de los personajes sea alguien supuestamente instruido, deja de manifiesto los abusos de la clase dominante por los que pasa esta gente; a su vez demuestra que la calidad del corazón del hombre no radica ni en su poder adquisitivo, ni en su preparación formal, si no que en la dignidad con la que lleva su vida (así es como la pareja protagonista, demuestra en esta obra mayor talante moral que muchos otros de lo que aquí aparecen, pese a que en su desarrollo no dejan de cometer los errores típicos de toda persona).  Obligado a tener que costear el servicio del médico, el hombre, que oficia de pescador, se decide a buscar una perla con la cual pagar sus atenciones.  En contra de las expectativas, encuentra la perla más grande y hermosa que se haya visto en la zona, lo que provoca toda una revolución, tanto de parte del resto de los lugareños, como en especial de aquellos que profitan con la ignorancia de los pobres.  Lo que tendría que transformarse en la verdadera posibilidad de alcanzar una mejor vida para este matrimonio, se transforma en toda una pesadilla y un descenso a los Infiernos, ya que la envidia de sus congéneres les impedirá hacer uso cabal del trofeo que han obtenido.
     Para ejemplificar mejor que nunca la miseria de los personajes del libro, en especial aquella en la cual se ve involucrada gente de condición humilde como este grupo de pescadores, Steinbeck introduce en la narración varios comentarios acerca de cómo se comportan los grupos de personas, de modo de invitar a la reflexión sobre los males sociales que llevan a individuo a acabar de forma estrepitosa.  Por un lado se observan los aspectos más benignos de la vida en comunidad, pero luego poco a poco se va diluyendo todo lo bueno que hay en el aparentemente idílico lugar, donde transcurre esta obra, para dar paso a la tragedia… Y la tragedia que aquí se cuenta es la del ser humano enfrentado a las propias debilidades de su condición mortal y finalmente derrotado tras una lucha que muchas veces no puede ganar.  Es en este sentido que a la luz de los sucesos del libro, queda justificado el famoso dicho “Pueblo chico, infierno grande”. No es que se trate de una novela que niega el valor del espíritu humano, al contrario, lo enaltece al mostrarnos cómo hacia el final de su periplo, los protagonistas luchan por defender lo que es suyo; no obstante el agrio final sirve en su justa medida, para llamarnos a tener plena conciencia del mal que nos acecha y por ello estar atentos para no dejarnos tentar y a no rechazar todo lo virtuoso que puede haber en nosotros mismos.  Por esta misma razón la novela al utilizar a personajes de origen indígena (conquistados por el hombre blanco), muestra cómo a través de este proceso de subyugación, el hombre se convierte en dueño de otros hombres o al menos llega a usufructuar con una esclavitud encubierta la libertad de sus congéneres.  

    “(…) Este doctor no era compatriota suyo. Este doctor era de una raza que casi durante cuatrocientos años había despreciado a raza de Kino, llenándola de terror, de modo que indígena se acercó a la puerta lleno de humildad y como siempre que se acercaba a un miembro de aquella casta, Kino se sentía débil, asustado y furioso a la vez. La ira y el terror se mezclaban en él. Le sería más fácil matar al doctor que hablarle, pues los de la estirpe del doctor hablaban a los compatriotas de Kino como si fueran simples bestias de carga. Cuando levantó su mano derecha para coger el aldabón (le la verja la rabia se había apoderado de él, en sus oídos sonaba intensamente la música del enemigo y sus labios se contraían fuertemente sobre sus dientes; pero con la mano izquierda se quitaba el sombrero. El metálico aldabón resonó contra la verja. Kino acabó de destocarse y esperó. Coyotito gemía en brazos de Juana, que le hablaba dulcemente. La procesión se apiñó más para ver y oír más de cerca.”


     Siendo sujetos analfabetos los protagonistas del libro, en su argumento toma un papel significativo el aprecio por la educación y en especial por el “poder” de saber qué dice la palabra escrita.   De este modo la pareja en la que recae el peso de la historia, desea que su bebé cuando crezca vaya al colegio, para que aprenda a leer y escribir, porque bien saben que al poseer tales conocimientos tendrá la oportunidad de no estar sometido a la mentira de los poderosos,  Por lo tanto en esta faceta del libro, es posible identificar dos aspectos acerca de  la educación misma: por un lado nos libera de las ataduras de la ignorancia, permitiéndonos convertirnos en sujetos autónomos; y por otro, permite que aquellos de corazón estrecho puedan abusar de los demás, con sus palabras llenas de mentira, tal como bien sucede con el ya mencionado doctor y los compradores de perlas.
    En un momento de la novela aparece un sacerdote católico, quien visita a los padres del bebé cuando se entera de que estos poseen la fabulosa joya.  En un principio se podría ver su intervención en la trama, como una manifestación más del trato engañoso de las autoridades para con los pobres, puesto que bien pareciera que el “hombre de Dios” también desea sacar provecho de la suerte de sus feligreses.  No obstante lo que hace el religioso una vez frente a los protagonistas, no es otra cosa que aconsejarlos y advertirlos respecto a la tentación y condenación que pueden significar la posesión de la perla, además de invitarlos a decidir con sabiduría que hacer con el “don” que se les ha concedido.   Por lo tanto el sacerdote ante esta acción, bien se constituye en la conciencia moral en medio de un pueblo donde hasta los más nobles, a lo largo de libro caen en la desgracia de dejarse llevar por sus pasiones.
     Muchas de las descripciones del libro parecieran enmarcarse dentro de la literatura maravillosa y/o de fantasía, debido justamente a que el narrador caracteriza al lugar donde transcurren los acontecimientos y a su gente, como otro mundo, con sus propias reglas y costumbres y donde las personas viven en armonía con la naturaleza.  De este modo la llegada violenta del hombre blanco, quien termina por dominar a los lugareños, bien puede ser vista como la invasión de un pueblo más “avanzado” hacia otro más primitivo.  Así es que si se dejaran de lado los datos que dejan claro que todo ocurre en nuestra realidad, bien pareciera estar hablándose de la conquista del Paraíso por parte de manifestaciones de tipo demoniaca o de al menos tratarse de la historia sobre la decadencia de un mundo otrora puro y sumido en la devastación de los males modernos.  A su vez la perla misma toma atributos casi mágicos para los indígenas, quienes la ven tanto como una bendición, como a una maldición.
     Siendo un texto complejo, pero ameno, emotivo y bastante dramático, que da pie a tantas interpretaciones y a la reflexión por parte del lector maduro, no deja de llamar la atención el carácter aventurero y lleno de acción que toma una vez que los protagonistas deben huir de sus enemigos.  La confrontación en plenas montañas resulta ser bastante física y violenta, otorgando al padre rasgos heroicos de corte épico y convirtiendo como nunca esta obra, en un título lleno de aristas que nunca terminan de sorprender.

    “Kino bordeó la cornisa de piedra como lo haría una lenta oruga. Había dado la vuelta a su collar para que el cuchillo pendiera a su espalda y no pudiera tintinear contra la pared de piedra. Sus dedo extendidos tanteaban las montañas, sus pies hallaban apoyo en los salientes de la roca y su pecho re balaba sobre el muro en lento avance.
    Cualquier ruido, un guijarro que rodase, un suspiro, una involuntaria palmada sobre la roca, despertaría a los tramperos dormidos. Todo lo que fuera insólito en la noche los pondría sobre aviso. Pero la noche no era silenciosa: las ranas arbóreas que vivían cerca del arroyo charlaban como pájaros, el desfiladero se llenaba con el chirriar incesante las cigarras. En la cabeza de Kino había otra música, la del enemigo, palpitante, al acecho, y sobre ella la Canción Familiar se había hecho intensa aguda como el maullido de un puma hembra. La canción de la familia vivía con intensidad y lo impulsaba hacia el enemigo. Las cigarras parecían haberse apropiado la melodía y las ruidosas ranas repetían de vez en cuando fragmentos de su música.”

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