Mostrando entradas con la etiqueta Marion Zimmer Bradley. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marion Zimmer Bradley. Mostrar todas las entradas

miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿La Dama Chilena de la Ciencia Ficción?


I- Primeras palabras.

    Hace años que tenía intención de leer a mi compatriota María Elena Aldunate, más conocida como Elena Aldunate, digamos que desde mi época de universitario en la década de los noventa.  Fue cuando me di cuenta que era una autora chilena la que estaba detrás del nombre femenino y español de El Molino y la Sangre, gruesa novela de fantasía o más bien de literatura maravillosa editada por la prestigiosa editorial española Acervo, en sus por entonces caras ediciones en tapa dura (que por aquel entonces difícilmente podía costearme).  No obstante pasaron años para que por fin me pudiese adentrarme en su narrativa.
     Recuerdo que una vez el escritor nacional de ciencia ficción Teobaldo Mercado (quien de seguro sabe más sobre el tema que yo), no me habló muy bien acerca de la calidad literaria de su colega, considerándola como alguien con esas típicas fijaciones eróticas que a veces encontramos en literatura femenina; pues bien me quedó claro que tales temáticas no eran del aprecio de este otro autor.  Como mil veces prefiero hacerme mi propia idea, acerca de si un autor es realmente de mi gusto o no, preferí obviar sus comentarios, a la espera de que llegara a mis manos algo de la Aldunate.  Y no pasó mucho tiempo hasta que por fin se dio la oportunidad para cumplir mi deseo.
     La editorial chilena Puerto de Escape, especializada en ciencia ficción, terror y fantasía, sacó en 2006 la recomendable antología de ciencia ficción Años Luz, compuesta por trabajos de autores criollos y que abarca más de setenta años de la también llamada literatura de anticipación en las letras nacionales (tuve el honor de asistir a su lanzamiento oficial y tras comprarme el precioso volumen, poder contar con los autógrafos de varios de sus artistas).  Pues ante la carrera más o menos afamada de Elena Aldunate en el género, no podía faltar al menos un ejemplo de su prosa y esto fue por medio de su cuento La Bella Durmiente de 1973.  Debo decir que tras mi primer contacto con su trabajo, me sentí bastante a gusto, queriendo de inmediato degustar a la brevedad más de sus obras.
     Hace un par de semanas atrás en mi tercera visita consecutiva a la FILSA (Feria Internacional del Libro de Santiago) asistí a una muy interesante charla en la que tres especialistas en la obra de esta escritora, hablaron acerca de ella y su labor. Tal actividad se debió a la reciente reedición de varios de sus títulos por parte de un proyecto editorial, el cual además pretende sacar el resto de su obra y al parecer entre ellos uno que otro trabajo inédito.  Así fue que motivado por todo esto, me dispuse a leerme el pequeño tomo de cuentos suyos Angélica y el Delfín (1977), el cual solo me tomó dos días y que más adelante comentaré.
     El preciado libro lo compré un domingo por la mañana, luego de pasar la noche en la casa de mis queridos amigos Rosita y Marcelo Brito, tras una linda jornada de amistad (reunión en la que también estuvo Bernardita, otra compañera del grupo).  Esa vez de camino a mi casa, en una venta de patio encontré la primera edición a un precio casi risible y ni siquiera dudé en traérmelo conmigo.

II- Su vida y obra en unas pocas palabras.

      Hija del consagrado (y olvidado) divulgador científico chileno Arturo Aldunate Phillips, Premio Nacional de Literatura de 1976, nacida en el seno de una familia acomodada chilena, desde pequeña tuvo inclinaciones artísticas y a lo que claramente la relación con su padre influyó de manera positiva.
      Su vida como mucho de sus pares poseedores de una gran sensibilidad, no estuvo exenta de varios dramas y dolor, a los que se sumó la existencia de un marido que en vez de proporcionarle el amor respectivo, la humilló en más de una ocasión y de las maneras más atroces: No contento con engañarla con otras mujeres, quemó varios de sus escritos, la internó en un psiquiátrico y le quitó la tutela de sus hijos. Pese a todo, la belleza de su rostro no era otra cosa que una representación de su propio espíritu luminoso, ya que aun así no le quitaron las ganas de plasmar en sus páginas su hondo paisaje interior; todo ello se puede apreciar en su literatura y que la llevó a ser la primera de su género en Chile, en probar con un literatura poco considerada en aquellos años por los intelectuales chilenos: la ciencia ficción.  De este modo junto a otros dos destacados autores, Hugo Correa y Antonio Montero (también conocido con el pseudónimo de Antoine Montagne), formó parte de la triada de la ciencia ficción chilena de aquellos años (décadas de los sesenta y setenta).
    Hubo otras damas que se atrevieron a publicar textos del género, durante esta época en este lado del mundo, no obstante fue la Aldunate la única que consiguió cierto profesionalismo, debido en parte a lo prolífico de su obra.  Tras comenzar a publicar títulos de carácter realista, irrumpió en el paisaje literario tradicional chileno con Juana y la Cibernética (1963), su primer volumen de cuentos y donde el que le otorga su nombre al tomo, se adelantó lejos a varios temas hoy trillados en el llamado ciberpunk y la ciencia ficción en general: la relación entre un ser humano (en este caso una mujer) y una máquina; ideas que hoy en día vemos con regularidad en el manga y el anime (Ghost in the Shell), así como en el primer cine de David Cronenberg (Videodrome, Crush y ExistenZ), como también con el arte de H. R. Giger (Alien y Especies). El erotismo femenino que ha caracterizado buena parte de sus ficciones, se hace evidente en este relato.
     En 1967 aparece su segundo volumen de cuentos alejados de la típica prosa de sus compatriotas: El Señor de las Mariposas.   Angélica y el Delfín (1976) sería su tercer recopilatorio de historias, que lindan entre la ciencia ficción y la fantasía.
     Quizás su obra más emblemática, podría ser Del Cosmos las quieren Vírgenes (1977), novela de ciencia ficción cuyo nombre no puede dejar de rememorar los títulos de tantos filmes de clase B del género (¿Algo hecho a propósito por su autora?).
     De igual modo incursionó en la ciencia ficción juvenil, a partir de su saga de Ur, dedicando cada tomo a sus nietas, labor que comenzó en 1961 y terminó en 2001, con una serie de cinco entregas.
     Aparte de otros libros suyos como Francisca y el Otro (1981), del cual nada he podido averiguar de su temática (si bien su nombre bien remite a una narración más del estilo que le dio fama), cabe destacarse su al parecer más extensa novela, de 1993, El Molino y la Sangre.  Si bien no corresponde a una obra de ciencia ficción, se trata de un libro a medias entre la fantasía y el realismo mágico, el cual trata acerca de una vieja casa que como un ser vivo y pensante, es testigo de la vida de varias generaciones sucesivas de mujeres en una misma familia.
     Los títulos de sus obras resultan bastante sencillos, ocupando por lo general el nombre de su protagonista al principio del título y luego un sustantivo común para sintetizar el contenido de la obra.  Como ejemplo de esto: María y el Mar, Juana y la Cibernética, Angélica y el Delfín, etc.  La misma estructura de sustantivos y nombres propios se dan con todos los libros de ciclo de Ur (Ur y Alejandra, Ur y Almendra…), Ela y los terrícolas, entre otros.  Este recurso simplista, contrasta con el de una narrativa muchas veces poética, con el uso de metáforas y todo tipo de figuras literarias que embellecen sus textos y otorgándoles una gran sensibilidad a estos.
     Años después de su fallecimiento en 2005, luego de llegar a la longeva edad de 91 años, la editorial chilena Cuarto Propio sacó en 2011 un compilatorio con veinte de sus cuentos, el cual posee además un valioso estudio de su narrativa y que lejos da luces acerca de las características de esta, como su temática, transfondo y simbolismos.

III- Adentrándose en su literatura.

   
    La mayoría de sus protagonistas son mujeres, de modo que la historia se encuentra contada desde su punto de vista y en tercera persona, si bien sus narradores solo poseen un conocimiento relativo de los acontecimientos; así es que apenas conocen el presente de sus personajes y son incapaces de aventurarse en el pasado y el futuro, menos con lo que sucede dentro de sus cabezas (salvo en el caso de La Bella Durmiente y El Niño, que por su extensión mayor permiten mayor desarrollo estilístico y argumental). 
     El predominio de personajes femeninos en su literatura, la ha hecho ser considerada como una autora feminista.  No obstante a los ojos de quien aquí escribe, al menos en los cuentos que comprenden este librito, la defensa de la figura de la mujer como alguien con derecho a su autonomía apenas está esbozada y ello se debe a que todos estos casos muestran a féminas que para conseguir cierta independencia, deben recurrir a agentes externos o a la evasión con el propósito de acercarse a cierta dicha; pues se trata de mujeres solas, que viven una vida miserable y no son plenas, cuya vidas no tienen sentido o hasta que en el mejor de los casos una fantasía o un ente foráneo las “salva”.
     Lamentablemente lo breve de sus cuentos, apenas permite que haya un argumento sólido y en algunos casos todo queda en un mero bosquejo, de algo que podría prometer más o bien la narración queda convertida en algo casi incomprensible (tal como sucede con Ventana y El Ingenio).
     Teniendo en cuenta estos antecedentes, tras haber leído el libro y más cuando se le vienen a la memoria a uno autoras del género en realidad consagradas (como la mismísima Ursula K. LeGuin, alguien de la talla de Marion Zimmer Bradley, la muy famosa Connie Willis o la igualmente célebre James Triptee Jr.), encontrarse con esta selección lo hace dudar acerca del título dado a la Aldunate.  Ahora bien, no se le niegan algunas virtudes que ya se le han mencionado aquí, como su lirismo y valentía a la hora de ser la única mujer en el territorio chileno de aquellos años (y uno de los pocos autores en general), en escribir con regularidad ciencia ficción, consiguiendo además publicarla; no obstante habría que leer más de su pluma, como para hacerse una idea cien por ciento cabal sobre la verdadera calidad artística de su obra.
     Pero pasemos de una vez por todas al libro que ha motivado gran parte de este post:

     Pues en primer lugar parte con un más que interesante prólogo, del propio padre de la autora, el divulgador científico Arturo Aldunate Phillips.  En las páginas dedicadas a su hija, en vez de alabar lo hecho por esta, toma un camino por completo diferente y que sin embargo logra darle un empujón a estos textos, tras demostrar la validez de la ciencia ficción como expresión artística.  Es así que este hombre nos cuenta de su encuentro con el importante astrónomo Fred Hoyle, reconocido hombre de ciencias a nivel mundial…y también escritor de ciencia ficción; de este modo si alguien como Hoyle es capaz de apreciar el valor de la ciencia ficción, como un medio para extender nuestras mentes, lo realizado por su descendencia bien merecería ser tomado en cuenta ¿No?

      1- Angélica y el Delfín: El cuento que abre el tomo y le da su nombre a este, viene a ser sin dudas uno de los dos mejores relatos, en especial por lo acabado y su complejidad, de entre los otros que forman parte de él.  Pues aquí en paralelo se cuenta la historia de sus dos coprotagonistas, primero el de la muchacha llamada Angélica, una joven veraneante que ha tenido una experiencia sexual en pleno mar con un chico que le gusta y no obstante tal acción no ha sido de su agrado; de hecho, todo esto posee su cuota de violencia hacia la mujer, casi convertida en un objeto para su amante y hasta recuerda a una violación…
     “Mientras Angélica siente cien guijarros incrustados en su espalda desnuda a cada vaivén…
      (…) Es curioso cómo a pesar del apremiante ritmo que, mal que mal, también la motiva a participar, los ruidos, la luz y el dolor de su espalda magullada contra la roca están presentes y claros en su conciencia (…)”.

      Mientras sucede esto y tras terminar el coito, que luego lleva a Angélica a no desear volver a ver a su compañero, se relata la historia de Isspa, un delfín que pertenece a una raza avanzada de cetáceos avanzada.  Debe saberse que cuando Angélica tuvo su orgasmo en el agua, el supuesto animal entró en contacto con ella, de cierta manera telepática.  A través de Isspa se cuenta acerca de su cultura, bastante ligada a la de los seres humanos.  Por esta misma razón el accidente, casualidad o destino que los ha llevado a entrar en conocimiento del otro, los une de una manera muy especial.  Mientras para Angélica el sexo con alguien de su especie  fuera algo insatisfactorio, su encuentro más íntimo con la “bestia” resulta ser algo más elevado…

     “A través de su piel entumecida, la niña siente cómo aquel bálsamo en extraña transfusión directa va relajando sus músculos, entibiándole la sangre, reconfortándola, mientras aferrada con las dos manos a su aleta dorsal se recuesta sobre la suave piel oprimiéndole los flancos con piernas temblorosas; así se deja conducir mientras poco a poco el temor desaparece transformado en confiada laxitud”.

      Cabe destacar el simbolismo en el nombre de la protagonista, Angélica, derivado de ángel y que no deja de unirse al carácter noble que se le ha dado a los delfines a lo largo de la historia, criaturas de dimensión celestial en algunas creencias.  Por otro lado, tampoco se puede olvidar que según algunos mitos, estos animales acostumbran copular con mujeres y a quienes seducen convertidos en hombre bellos; de este modo la autora recoge estas viejas historias y le da su propia variación literaria.

    
2- Un señor don Luis: Un cuento bastante extraño, si bien no deja de ser interesante y que tampoco se enmarca en la ciencia ficción o la fantasía tradicional,  por lo que podría considerarse como algo inclasificable.  Trata de una mujer que acude al cementerio a desenterrar los restos de un antepasado suyo, quien estuvo involucrado en una especie de escándalo, debido a su supuesta vida licenciosa.  Paralelamente a lo que se cuenta acerca de esta dama, la narración se detiene en el mismo romance que le tocó vivir a su familiar.  La oposición entre las vidas de ambos personajes, el del presente y el del pasado, muestra cómo una vida desarrollada al amparo de la libertad, más auténtica, puede ser mucho más plena pese al qué dirán.  Por otro lado, el verdadero valor del amor, como fuerza salvadora, queda manifestado en este relato.

     3- Marea Alta: Un texto que si se hubiese trabajado mejor, con más dedicación para desarrollar sus acontecimientos, podría haber sido mucho mejor.  Acá otra vez se trata de una mujer joven, cuya existencia no resulta muy feliz que digamos; de este modo es una persona sola y que durante un paseo por la playa, cree encontrarse con una figura masculina que la puede sacar de su desgracia (ya son dos cuentos del libro en los que la costa aparece, dentro de la narrativa de la Aldunate, como un medio para alcanzar cierta plenitud mayor).  A diferencia de la protagonista del primer relato, esta otra se presenta como alguien de más inestabilidad emocional, mientras que Angélica es descrita como una persona segura de sí misma.  De este modo el encuentro que tiene esta otra mujer con su salvador, queda en la ambigüedad, respecto a si lo que sucede hacia el final es en realidad algo de connotaciones fantásticas o bien ocurre dentro de la mente de una mujer desquiciada.

     4- Ela y los terrícolas: El primer cuento verdadero de ciencia ficción de este tomo, debido a su corta extensión corresponde más bien a un microcuento, pues apenas abarca tres páginas de extensión.  Trata acerca de unos astronautas que han llegado a otro planeta (Ela) y quienes debido a un accidente se encuentran en peligro mortal, razón por la cual los alienígenas tratan de salvarlos, pero desconocen la manera de intervenir en su biología diferente.  El argumento está contado de forma confusa y ello entorpece la lectura, de modo que escaso gozo se puede sacar al respecto.

     5- El ingenio: Otro cuento que no quepa lugar a dudas, respecto a su carácter de obra de ciencia ficción, es otra historia demasiado corta y que sin embargo posee el final inesperado propio de este tipo de narraciones breves.  Bien podría decirse además que este texto,  posee un lenguaje más acorde al de este tipo de relatos, con una tecnojerga que hace mención a la existencia de una ciencia avanzada y hasta extraterrestre.  Por otro lado, se puede afirmar que  trata de temas caros al género, como la existencia de razas alienígenas, el primer contacto entre especies inteligentes y la exploración espacial.

     6- La bella durmiente: El cuento más largo de este libro es además el mejor logrado y hasta el más hermoso de entre el resto de los que aquí se encuentran.  Por otro lado, se trata de una obra de ciencia ficción narrada con un lirismo tal, que nos muestra a una Elena Aldunate por completo inspirada y que ojalá hubiese mantenido el mismo nivel en el resto de esta selección.  Asimismo se debe destacar que se trata de una extrapolación del clásico de los cuentos de hadas homónimo, si bien teniendo en cuenta el pesimismo de la mayoría de estaos relatos, su final para nada se parece al que esperamos para la princesa protagonista.
    Por segunda vez en esta colección, la autora se permite describir toda una sociedad extraña a la nuestra (pues ello ya sucedió con Angélica y el Delfín), la que resulta ser nada menos que los descendientes de los humanos en un futuro lejano de la misma Tierra.  Pues en este mundo aséptico y en el cual sus habitantes han perdido buena parte de lo que consideramos nuestra humanidad, es regresada a la vida una mujer que estuvo largo tiempo en un sueño criogénico.  Un científico y una especie de enfermera son testigos de este encuentro con la habitante del pasado y ello para sorpresa de ambos los remece de tal manera, que ya sus vidas no volverán a ser las mismas.  A su vez, la “renacida” al encontrarse en medio de este lugar que ni siquiera conoce, se enfrenta a sus propios miedos y que la hacen más infeliz que nunca.  El drama en el que los tres personajes se ven involucrados, nos presenta una doble historia de amor imposible, que acentúa la atmósfera trágica de esta obra.

     “Los ojos cerrados, la sangre entibiándose lenta, muy lenta, pulsa por cavidades entumecidas por conductos cerebrales de abismo y somnolencia, atravesados por estallidos de pánico y de sombra, de ansiedad y desconcierto…Las manos, los pies ajenos, los cabellos, estopa antigua.  Va latiendo el corazón más y más.  Por el diminuto laboratorio del oído, un sonido rompe el silencio.  Olvidada experiencia de un contacto.  Gesto perdido en noches incoloras, sin trazos, ni dimensión.  Todo el ser es un oído que espera.  Los ojos, bajo los párpados cerrados, giran y entre rojas claridades estriadas de sombras, quieren saber.  Pesados, con milenario polvo de inconsciencia, trabajosamente se abren, y abiertos, sólo duelen ante la penumbra.  No miran, no recuerdan, no enfocan. Sólo giran mientras despierto el ser respira, y aquel aspirar y exhalar el aire aséptico de la cámara regenadora, hace que la memoria orgánica, el latir animal, se automatice.  De pronto está de nuevo el sonido impactando su limbo…”.
  
     El personaje del doctor viene a ser el segundo de su sexo, en tener verdadera relevancia dentro de una de las narraciones que componen este libro (obviando al delfín Isspa) y que aquí aparece caracterizado como un hombre de ciencia, para quien la experiencia de encontrarse con su antepasada le abre las puertas a algo que no conocía: sus propios sentimientos.

     7- Ventana: Un texto que en realidad resulta inclasificable, puesto que si bien está hecho en prosa (y bastante poética, por cierto), en realidad nada cuenta y se limita a describir todo lo que ve la narradora-protagonista desde su ventana.  De lo poco que se desprende de este título, se trata de una mujer casada, de vida aburrida y de seguro infeliz.

     8- El carrusel: Otro cuento sobre una mujer desdichada, quien en esta ocasión mientras su pequeño y único hijo (quien además es la única persona a la que tiene en el mundo) se entretiene arriba del caballo de un carrusel, fantasea acerca del hombre perfecto que la pueda sacar de sus miserias.  Si bien la narración no posee mayor atractivo desde el punto de vista argumental, sí resulta interesante que la protagonista proyecta otros aspectos de la misma autora en su penoso pasar, pues acá en lo poco que se llega a contar sobre esta, se hace mención a un matrimonio fracasado, donde el hombre se comporta como un bruto, quien la humilla y es un borracho.  Las obsesiones y leiv motivs recurrentes en la obra de la Aldunate, quedan de manifiesto mayormente en el cuento que viene a continuación; no obstante como ya ha podido quedar consignado, en su mayoría los relatos que componen este libro tratan sobre féminas, que para escapar de su desgracia no les queda otra que fantasear o encontrar medios extraordinarios, tal como quedará mejor representado a continuación.

    9- 10 centímetros de sol: Luego de La Bella Durmiente, para un servidor viene a ser lejos el mejor cuento del tomo, además del más original…sin dejar de mencionar lo polémico que pudo ser en su momento y que incluso hoy en día podría llegar a ser para las mentes más estrechas.  Sin dudas si tuviese que seleccionar algún cuento de esta autora, de los que comprenden este libro para una antología, aparte del ya citado, optaría sin vacilaciones por este y ello debido a su enorme calidad literaria (y donde esta vez sí que la escritora le dio en el clavo a la idea de una historia cortísima, pero intensa y por completo bien acabada).
     El cuento trata sobre una monja que en secreto al atardecer encerrada en su celda, tiene encuentros secretos con una entidad que se manifiesta a través de un rayo de luz, la cual la posee y le lleva al orgasmo, únicos momentos de dicha de su apagada existencia negada al contacto físico con otras personas. El erotismo que abunda en la descripción de la pasión de esta mujer y que bien recuerda a lo narrado acerca de los éxtasis místicos de figuras religiosas como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, no puede ser más intenso.  Por otro lado, innegable viene a ser el carácter masculino y/o fálico de esta entidad, lo cual radica en cuando se le compara en la narración con una sierpe (antigua palabra para referirse a las serpientes) y su propia naturaleza de luz solar (no olvidar el carácter masculino que se le da en la tradición religiosa al sol); el mismo nombre del cuento, palabras que se repiten hacia el final del texto, también posee su significancia sexual (el tamaña del órgano masculino, que aunque “pequeño” si se considera unas dimensiones de este tipo en la realidad , aun así logra satisfacer a esta mujer solitaria).

     “Sentada, las manos abiertas sobre el oscuro regazo, se va sumergiendo voluptuosa en el microcosmos de aquel rayo alegre, mensajero de afuera añorado y prohibido.
      (…)
      Desnuda, perdida, se ofrece a la caricia de aquel ser-serpiente-de sol que la envuelve encendiéndola”.

     Ahora bien, la criatura en sí puede ser considerada como una entidad sobrenatural, ángel o demonio, como también un ser alienígena, porque queda de manifiesto la interrogante respecto a su verdadera identidad.  Esto último responde a la idea del misterio propio de los hechos milagrosos y del tono extraordinario que posee un acontecimiento como este, que además es un secreto que guarda celosamente la protagonista.
     ¿Y en qué radica la supuesta dimensión polémica de este hermoso, aunque triste cuento? Aunque tal vez no debiera explicarlo para no faltar el respecto a la inteligencia de mis lectores (en el caso de que alguien lea este post, que a veces con la falta de comentarios, nuevos seguidores, Google+ y otros, a veces me da la impresión de que me sobran los dedos de la manos respecto a los que me siguen en realidad).  Pues que como es de suponer, estamos frente a una historia que involucra a un miembro del clero católico, alguien que ha hecho voto de castidad y que se supone es feliz con ello; no obstante tal y como queda de manifiesto en este relato, la protagonista anhela el contacto carnal con los hombres y al no poder acceder a ello, se contenta con tener su “rayito de sol”.  Por otro lado, aquí nos encontramos con un ministerio sagrado para millones y que lamentablemente en la vida real tal como sucede con la monja, su opción no le trae felicidad y más bien deja claro que esta es más una prisión que una liberación (y por eso mismo solo cuando es tomada por el ser, puede verse fuera de las paredes que la agobian).

     10- El Niño: Se puede decir sobre este cuento que resulta ser una obra desperdiciada, pues teniendo en cuanta que su premisa sin dudas viene a ser bastante atractiva, el lector se queda con gusto a poco tras su final tan precipitado.
       En esta ocasión nos encontramos con una mujer que acude a un especialista (pediatra o psicólogo infantil), debido a los problemas que tiene con su pequeño hijo, cuyo comportamiento anómalo la tiene al borde de la histeria.  Es así que nos enteramos de las particulares circunstancias en las que nació su pequeño y la vida que luego tuvo la madre para poder darle lo mejor una vez que este naciera.  Paralelo al personaje de la mujer, se encuentra el doctor, quien viene a ser el coprotagonista y cuyo punto de vista también es relevante para el argumento; puesto que en contraste a la mirada de alguien simple como la mujer, pura emocionalidad, se encuentra la del hombre, un científico, o sea, alguien con una mente racional y que sin embargo se encuentra con la presencia de lo extraordinario.
      Tras terminar el libro con este cuento, nos podemos detener en dos reflexiones:
      Primero que siendo la autora de origen socioeconómico alto y perteneciente a la derecha (no era militante de algún partido político) y habiendo escrito y publicado estos cuentos durante los primeros años de la dictadura militar de Pinochet (a la que supuestamente apoyaba su familia), nos encontramos con el hecho de que en este cuento y otro, la escritora opta por retratar a mujeres de raigambre obrera, campesina o más humilde; en cambio antes sus protagonistas eran mujeres, que como ella tenían un mejor pasar (Angélica y el Delfín, Un señor don Luis, Ventana y quizás Marea Alta).  Es así que en Carrusel hayamos a una oficinista y que por lo poco que llegamos a saber de ella, no se trata de una ejecutiva; mientras tanto que en este último caso la dama es alguien del campo, de muy escasa educación y que se casó con un hombre mayor solo para poder mantener a su hijo “huacho” (sin padre y no nacido en medio de un matrimonio).   De este modo nos encontramos con una sensibilización respecto al tema social y al hecho de que no importando la edad, ni la condición socioeconómica de la mujer…todas (y todos) tienen las mismas preocupaciones, sueños…y pesadillas.
     Segundo, el sujeto con el que estuvo la madre de este último relato, es descrito o bien como un príncipe azul (rubio, hermoso y hasta misterioso) y/o como alguien de otro mundo.   Es entonces que podemos llegar a la certidumbre que todos los hombres o medios a los que acceden las protagonistas de estos cuentos, responden a la idea de alguien o algo que en la realidad/cotidianeidad la protagonista no puede tener.  Es así que estos “salvadores” resultan ser siempre una idealización del salvador y del hombre perfecto: que las ama sin condiciones, entregándose a ellas como si fuese su par (tal como el delfín Isspa) y en quien pueden confiar sin miedo a las consecuencias (si no basta con leer de nuevo Marea Alta).  En otras palabras, ninguna de las mujeres de este libro es alguien que ha encontrado el verdadero amor y la felicidad junto a un hombre real o que fuese sin vacilaciones su compañero; por lo tanto, en la vida de todas estas no existe esa compenetración con alguien como en realidad ellas quisieran…Una carencia bastante triste para todas estas pobres mujeres, que de seguro mucho tienen de su misma creadora.
    

Nueva edición de esta novela.

domingo, 1 de enero de 2012

La Reinvención de Casandra y la Guerra de Troya (2° parte).




III- La Reutilización de los Mitos y su Desmitificación.

   En la Antigüedad, trágicos y comediantes hicieron uso de sus creencias religiosas para sus obras literarias.  Entre ellos estaba Eurípides, el último de los tres trágicos de quienes conservamos hoy sus piezas teatrales.  Fue así como Eurípides caracterizó a su obra mostrándonos a los héroes mucho más humanos en sus flaquezas; también presentó a los dioses olímpicos más lejanos a los hombres, dándoles menor importancia en sus  tragedias y apenas haciéndolos interactuar entre los seres humanos.  De algún modo lo que hizo Eurípides fue desmitificar a los primeros y quitarle el aire de grandeza y sabiduría a los dioses, a diferencia, por ejemplo, del Apolo al que se hace mención en Edipo Rey de Sófocles, y de la Atenea de Las Euménides de Esquilo.   En Eurípides los héroes son cobardes, dubitativos y tampoco son los modelos que otrora lo fueron en los poemas homéricos.
   Y en La Antorcha de Marion Zimmer Bradley también pasa lo mismo con estos caracteres.  En primer lugar muestra a los héroes en una dimensión mucho más cercana a la realidad  a la que se plasma en las obras de Homero: Acá Aquiles ya no sólo es el personaje egoísta y egocéntrico, sino que ahora es un megalómano con claras tendencias sicopáticas; Odiseo sigue siendo el hombre de mil ardides, pero ahora su faceta de hombre leal a sus amigos se hace mucho más evidente; Héctor es un individuo que piensa sólo en la guerra, pero sigue manteniendo su personalidad dulce para con los suyos, como con Andrómaca y su hermana Casandra; Paris llega a ser despreciable a veces, no tanto por su cobardía de la que se le acusa en La Iliada, sino por su falta de tacto a la hora de tratar a quienes lo rodean…y Helena, es quizá uno de los personajes más carismáticos del libro.  Pero en el anexo dedicado a los personajes trataré un poco más en describir cómo los muestra Marion Zimmer Bradley.  Sin embargo, cabe destacar que lo que hace la autora en su libro es otorgarles a  todos ellos una personalidad más acorde a lo de una obra literaria contemporánea.  Los seres de ficción ya no tienen la unidimensionalidad de los escritos antiguos, puesto que ahora poseen una psicología más definida y compleja.  Conocemos no sólo sus sentimientos, sino que también lo que piensan.   Sus motivaciones están más claras y de este modo uno puede llegar a identificarse, como lector, con alguno de ellos.
   En cuanto a los dioses, estos aparecen como figuras lejanas en La Antorcha.  Pero hay que hacer una distinción al respecto.  Marion Zimmer Bradley pone en su libro a los dioses olímpicos como a seres usurpadores de un mundo de dioses mucho más antiguos, divinidades ligadas más bien a una visión panteísta y matriarcal.  De este modo con la Guerra de Troya lo que se está mostrando es cómo el nuevo mundo de los hombres (con sus egoístas guerras y recelos hacia el poder de la mujer) ha traído sus nuevos dioses a la polis, quitando terreno al viejo mundo de la Madre Tierra y al resto de las deidades ligadas a ella.  Se muestra a los dioses olímpicos como a seres egoístas, no tanto con las pasiones humanas de La Iliada, pero sí devastadores en su interacción con los hombres, con quienes apenas mantienen la estrecha relación que Homero mostró en sus poemas.  El mismo Apolo, a quien sirve Casandra, carece de todo aire paternal con sus devotos sacerdotes y tal como se cuestiona una y otra vez la atribulada Casandra:

     “Si no es un dios (Apolo )o no es bueno, no existió tal blasfemia.  De él se dice que ama la Verdad y, si no la ama, todo lo que me han enseñado es falso.
   (…)Si los Inmortales son peores que el peor de los hombres, mezquinos, despreciables y crueles, sean quienes fueren, no son dignos de que la humanidad los venere”.

   La cita anterior muestra además la crisis de fe que sufre la protagonista, puesto que sabe que Apolo en realidad apenas tiene poder sobre ella (su don de la profecía le fue otorgada por la Diosa Tierra) y si la maldijo acusándola públicamente de haberle quitado sus visiones (las que no venían de él), es porque en verdad el dios no es justo.
   En cuando a la diosa aquea (como la llama Casandra) Afrodita, se la muestra como a un ser que nunca da la cara entre sus fieles y que ha llegado al mundo sólo para devastar con sus dones de amor enfebrecido.  El efecto negativo de su “bendición” está bien definido en la pasión inicial de Paris por Helena y que hace que los dos amantes escapen a Troya.  Interesante resulta ser lo que piensa Casandra sobre esta nueva diosa: para ella su existencia en el nuevo panteón es simplemente una justificación de los hombres para su lascivia y falta de compromiso con sus mujeres.  Al respecto, en Las Troyanas de Eurípides, Hécuba dice algo parecido sobre el efecto negativo de la diosa y las supuestas mentiras de Helena:

    “A todas sus locuras llaman Afrodita los mortales, y el nombre de esta diosa tiene en ellas su raíz (…)”.

    La cita textual anterior muy bien puede ser un parafraseo del texto griego, y que la autora  pone en boca de Casandra.  Ambos discursos se refieren  a la cobardía de los hombres sensuales.  Ahora bien, quizás, sacado de contexto, Eurípides también muestra en las palabras de la ex reina de Troya  una imagen de un dios poco grato al verdadero bienestar de la humanidad.   Ello concordaría perfectamente con la visión destructora de los dioses aqueos que Marion Zimmer Bradley usa para caracterizarlos.  En todo caso, el más joven de los tres trágicos, en repetidas ocasiones en sus obras puso a personajes divinos como este, nefastos y castigadores.
    Otro aspecto de esta desmitificación que hace Marion Zimmer Bradley está en el uso del tema de las Amazonas y al que tanto desarrolla la autora en su novela.  Casandra, Andrómaca, Hécuba y otras, son herederas de toda la tradición legendaria de estas mujeres guerreras.  Hécuba ha renunciado a  su pasado y a su legado uniéndose en matrimonio con Príamo, pero no vacila en enviar a su hija durante un buen periodo de tiempo para que Casandra conozca sus artes.  Sin embargo, en la trama se las muestra como a una vieja cultura, con sus propias tradiciones (tan alejadas del mundo que hasta el momento conoció la por entonces infantil Casandra en Troya) y que está muriendo antes los nuevos vientos que están soplando.  Las Amazonas, lideradas nada menos que por la mítica Pentesilea, tía de Casandra, mantiene entre los hombres y mujeres de la polis la numinosa imagen de que son seres inalcanzables.
   A la par con las Amazonas, están los Centauros.  Acá no son los seres mitad hombres y caballo de la mitología griega, pese a que los que no los conocen creen en que sí lo son.  Simplemente son otra tribu que mantiene relación con la de la reina Pentesilea, compuesta por hombres pequeños que viven aferrados a sus caballos y debido al pelo largo que usan y oculta el resto de sus cuerpos, parecieran que sus bustos se fusionaran a los equinos.   El final de su cultura es tanto o más triste que el de las Amazonas casi al final del libro.

IV- A Manera de Conclusión.

    La novela de Marion Zimmer Bradley es un buen ejemplo de cómo el arte antiguo y clásico sigue reivindicándose en las obras contemporáneas, inspirando las manifestaciones artísticas de antaño  a las nuevas.  La narración oral, depositaria de la tradición mítica, religiosa y legendaria de los pueblos permanece con el tiempo como fuente literaria para abordar temáticas y problemáticas que desde la Noche de los Tiempos nos atañen como humanidad: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestro destino en el mundo? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Estas y muchas otras preguntas se encuentran implícitas ya desde los textos antiguos, desde Homero hasta los trágicos, desde la épica medieval a la Divina Comedia de Dante; respuestas que quisieron dar Shakespeare (“Ser o no ser, esa es la cuestión” dice Hamlet, el dubitativo existencialista por excelencia), Goethe, Poe, Bradbury y nuestros Manuel Rojas y Gabriela Mistral.  ¿Pero existe una respuesta única a estas interrogantes?  Esta incertidumbre era ya propia de los personajes de la tragedia griega y si se toma en una obra actual a uno de sus protagonistas, como a la propia Casandra, es evidente que se seguirán planteando los mismo temas (junto a otros, claro).
   La Antorcha es entonces un vehículo más para reconocer este lazo entre el mundo literario antiguo y clásico, con el de nuestros días.  Los temas de la sociedad patriarcal en oposición a una cultura matriarcal mucho más primigenia, la existencia de los dioses y su influencia en los seres humanos, las dudas religiosas, el efecto de la guerra en la vida de hombres y mujeres, la soledad de los que son relegados a convertirse en parias de su sociedad por ser distintos (Casandra nunca llega a ser parte completa del mundo que la rodea, pues su supuesta locura despierta rechazo), los celos amorosos…son temáticas retratadas con su propia originalidad en esta obra.
   Casandra de Troya es hoy en día un arquetipo literario, un mítico personaje del mundo antiguo, que tal como Hércules u Odiseo, siguen viviendo en nuestras memorias y a los que se les da nueva vida en cada una de las manifestaciones culturales del presente.  Vasta ver con detención una de estas obras, obviamente teniendo como punto de partida a los clásicos para llegar a apreciarlos.
   ¿Y hasta qué punto esta reelaboración del mito troyano que hace Marion Zimmer Bradley es válida? Considero que es lo es en cuanto permite conocer los hechos y personajes clásicos desde otro punto de vista.  A mi parecer, una obra de arte como esta es apreciable por cuanto demuestra un conocimiento cabal del mundo antiguo y es capaz de llevarlo a  la luz a través de los ojos de nuestro presente.  Si los medievales fueron capaces de escribir tantas versiones del Ciclo Artúrico (unas veces con Arturo como protagonista, otras poniendo a Lancelot como eje de la historia) y nunca se perdió el atractivo de la leyenda original.  Entonces es más que claro que hoy en día se continuará con este gusto por hacer nuevas versiones de los historias que forman parte de nuestro legado cultural.    Además, tal como se ve en La Antorcha, muy bien se puede aprovechar la oportunidad de desarrollar otros temas y jugar con las distintas posibilidades que pueden dar al artesano de la palabra a uno o más personajes.  Y por qué no, también me parece plausible la capacidad de una obra de entretener sanamente a su lector, transportándolo durante unos instantes a un mundo mágico y de aventura, tal como en su tiempo lo hicieron las novelas de caballería.


V- Apéndice: Dramatis Personae.

   He aquí un listado, lo más esclarecedor posible, de los personajes míticos involucrados en la Guerra de Troya y que forman parte de la tradición grecorromana, que participan de La Antorcha.  La idea de este apéndice es la de mostrar que tan iguales y/o distintos los muestra Marion Zimmer Bradley en su obra.  Incluyo acá solamente a aquellos personajes que destacan más dentro de la trama.

1. Casandra: La hija de Príamo, rey de Troya, y de su esposa Hécuba.  Según el mito, esta sacerdotisa de Apolo, que tenía el don de la profecía, fue maldecida por el dios cuando ésta no quiso acceder a sus peticiones amorosas.  Otros sostienen que Apolo la maldijo de modo que nadie le creyera sus vaticinios, considerándola loca, por celos debido a que sus predicciones superaban a las de su Oráculo de Delfos.   En la novela La Antorcha es la protagonista, y tal como en la tradición antigua, profetiza la destrucción de Troya, pero se ve enfrentada a la incredulidad de la gente.  Acá también es tanto sacerdotisa de la Gran Madre, antes que de Apolo, como también de la Madre Serpiente (ambas deidades más antiguas que los dioses olímpicos).  Se la describe como una mujer bella e inteligente, también valiente y con grandes dotes para la lucha, pues durante su juventud cabalgó junto a las amazonas.   Se mantiene virgen hasta pasados los veinte años, cuando se une amorosamente nada menos que con Eneas, marido de su media hermana Creusa.   Una gran innovación que hace Marion Zimmer Bradley con su protagonista, es que sus días no terminan a manos de Clitemnestra, pero dejaré para el lector que descubra por sí mismo su destino final.

2. Aquiles: El semidiós hijo de la nereida Tetis, salvo su gran poder guerrero, es un hombre común y corriente.  En el libro se le muestra de una forma poco halagüeña (mejor sale parado en la novela su compañero Patroclo).  Es un muchacho apuesto, pero un salvaje sediento de sangre que apenas sigue un código de honor.  La novela, además,  pone de manifiesto su relación homosexual con Patroclo.  Una de las cosas más interesantes sobre la forma de cómo se trata a este personaje, es que su muerte no es provocada por Paris, con lo que además de quitarle sus rasgos sobrenaturales al pélida, Marion Zimmer Bradley se toma una gran libertad en este hecho archiconocido; en todo caso su muerte es igualmente que en la tradición antigua, producida por una herida de flecha en el talón (que acá era la única parte de su cuerpo al descubierto durante la batalla y no el punto débil de el resto de un cuerpo inmune ).

3. Héctor: Su papel en el libro es mucho más parecido al del héroe clásico, si bien se le caracteriza como a un hombre que sólo vive para la guerra (aunque para proteger a su ciudad).  Al principio trata con dureza a su hermana, a quien cree loca, pero luego se manifiesta su ternura con Casandra y el resto de los que lo rodean.  Recela de Paris, a quien considera un aprovechador y un cobarde.

4. Andrómaca: Antes de llegar a Troya, vivió en Colquis, donde su madre reinaba como toda una descendiente de las Amazonas.  Pero a esta Andrómaca de Marion Zimmer Bradley sólo le interesaba casarse.  Llega a Troya junto a su prima Casandra, con quien se hace muy amiga.  De todos los personajes femeninos de la novela, es la que se muestra más a gusto con su destino…hasta que muere su marido.

5. Paris: En la novela es hermano gemelo de Casandra, pero luego de los malos vaticinios contra él, recién nacido es mandado al campo a vivir como hijo adoptivo de un servidor de Príamo.  Mantiene con Casandra un lazo telepático, sin embargo esto no le gusta y una vez conoce a su hermana la desprecia.  Se le caracteriza como a un hombre impulsivo, quien por Helena deja sin vacilar a la primera esposa que le dio un hijo, poco tolerante y gustoso de los bienes materiales.

6. Helena: Pese a ser una de las causantes de la Guerra de Troya y toda la connotación negativa que se le ha dado a este personaje con el tiempo, Marion Zimmer Bradley la muestra como a alguien cariñosa, atenta y amante de su nueva familia.  No solamente es una gran belleza, también logra ganarse el corazón de Casandra y Andrómaca y los demás, quienes pensaban despreciarla por su culpa en que Paris haya olvidado sus obligaciones.  En momentos Helena es poseída por Afrodita y entonces es capaz de obnubilar a los hombres con su hermosura sobrenatural.

7. Odiseo: El rey de Itaca es acá un hombre de mediana edad, un comerciante y pirata que por largos años mantiene una estrecha amistad con Príamo y su familia.  A su pesar se ve obligado a apoyar a los griegos en la afrenta contra Troya.  El héroe acá es uno de los más parecidos a su concepción homérica.  Es inteligente, locuaz, caballeroso y gentil.  Siente por Casandra una especial predilección, a quien considera su amiga.  Los momentos en los que siente piedad por sus derrotados amigos, muestran una gran humanidad en él.

8- Patroclo: Se le describe como a un hombre muy apuesto, valiente, gentil y con el código de honor que le falta a su amigo Aquiles.  Es por lo menos unos cinco años mayor que éste. 

9- Crises: El sacerdote de Apolo que implora la cólera del dios para con los aqueos por tenerle cautiva a su hija Criseida, es acá uno de los mejores personajes.  Llega a Troya viudo con su hija y se pone a servir al dios del sol.  Se enamora  obsesivamente de Casandra y hace todo lo posible por conseguirla.  Inteligente y poseedor de entonces extraños conocimientos como el  dominio de la escritura y del cálculo.

10- Criseida: La hija de Crises es acá, tal como su padre, un sujeto inestable.  Cuando su padre llegó a Troya, la chica empezó joven sirviendo como virgen de Apolo en su templo; sin embargo su naturaleza sensual la llevó a traicionar sus votos, entregándose a los placeres carnales.  En la novela es ella misma quien por su propia voluntad llega al campamento aqueo y se entrega a Agamenón.  Mantiene una conducta conflictiva con Casandra, quien hace lo posible por hacerla recapacitar.

11- Agamenón: El rey de Micenas se muestra como un hombre que sólo está interesado en el poder.  Lo único que le preocupa de la guerra, es el saqueo de los tesoros troyanos.  Apenas conoce a Casandra, la desea y tal como en los textos antiguos, se la lleva como esclava y consorte.  Sin embargo, una vez embarcados hacia su patria, su actitud hacia la princesa cambia, sale a flote su ternura y se evidencia su temor hacia Clitemnestra y sus hijos, por haber sacrificado a Ifigenia.  En contraste con los textos antiguos, no muere a manos de Clitemnestra, sino de Egisto, que en todo caso es mandado por ella.

12- Menelao: El otro de los Atridas, siendo el primer esposo de Troya, se ve como a un hombre débil de carácter, que vive bajo la sombra de su hermano. 

13- Eneas: El príncipe es acá hijo de una sacerdotisa de Afrodita, no un semidiós.   Pero su gran atractivo pareciera provenir de la diosa.  El esposo de Creusa, también hermana de Casandra, se enamora de la sibila y logra ser correspondido luego de años de un amor platónico.  En la novela, a diferencia de lo que se narra en La Eneida, manda a su esposa e hijos a una isla antes de la devastación de Troya, no la pierde durante el saqueo, como afirma Virgilio.

14- Imandra: La reina amazona de Colquis, acoge como a una hija a Casandra.  Es bella, poderosa y opulenta.  Su ciudad es la única que mantiene el régimen matriarcal.

14- Príamo: El soberano de Troya es descrito como un hombre rígido, un padre de una numerosa familia y su amor por ella es inmenso.  Está empeñado en imponer el mundo masculino por sobre las creencias matriarcales.  Es valiente, de regio porte, respetado  y querido por todos sus súbditos. 

15- Hécuba: La esposa real de Príamo renunció a su cultura guerrera al casarse con éste.  Tanto ella como su esposo consideran a Casandra una loca a la que hay que tener lástima.

16- Pentesilea: La reina de las Amazonas que según la mitología se enfrentó al propio Hércules, es acá una orgullosa soberana de una cultura moribunda.  Tras educar a Casandra como a la última de sus herederas, termina sus días heroicamente peleando a favor de los troyanos en la guerra.  Es muerta por Aquiles, quien viola su cadáver.

17- Quirón: El famoso y sabio centauro que según los antiguos educó a Jason y a Aquiles, acá nunca conoció a este último.  En la obra de Marion Zimmer Bradley es casi un anciano y su tribu es aliada de la de Pentesilea (hay varias tribus de Centauros, pero no todas dignas de confianza de las Amazonas).   En el libro es un maestro en venenos como todo su pueblo y su última aparición es triste, por cuanto significa el final de su pueblo.

VI- Bibliografía.

   En la bibliografía sólo indico los libros que realmente revisé y/o cité para este trabajo, puesto que aquellos de los que tenía conocimiento sobre su contenido, como la Poética de Aristóteles, me limito puramente a nombrarlos durante el desarrollo de mi ensayo.

- Esquilo, 1999, de la traducción de Felipe Peyró Carmió, Tragedias, Editorial Edicomunicación S.A., Barcelona, España.

- Eurípides, 1983, de la traducción de José Alemany y Bolufer, Tragedias, Editorial Edad, Madrid, España.

- Eurípides, de la traducción de Carlos García Gual, Tragedias, volumen III., Biblioteca Básica Gredos, España.

- Homero, 1984, La Iliada, Editorial Ercilla, Santiago, Chile.

- Zimmer Bradley, Marion, La Antorcha, Editorial Acervo, Barcelona, España.
   
Adaptación al cómic del famoso poema épico.
  
    

jueves, 1 de diciembre de 2011

La Reinvención de Casandra y la Guerra de Troya (1° parte).




I- Una Introducción.

“ZEUS DE DODONA, ACOGE ESTA OFRENDA
MÍA Y DE MI FAMILIA.
AGATÓN, HIJO DE EJEFILOS,
LA FAMILIA ZAKINTIA,
CÓNSULES DE LOS MOLOSIOANOS Y DE SUS ALIADOS,
DESCENDIENTES POR TREINTA GENERACIONES
DE CASANDRA DE TROYA”.


    Con esta cita textual de la tablilla 803 del Museo Arqueológico de Atenas, la escritora norteamericana Marion Zimmer Bradley (1930-1999) termina su novela La Antorcha.  En esta novela que data de 1987, la galardonada escritora de novelas de fantasía y ciencia ficción realiza una visión feminista del mito troyano, tomando como eje de la historia a la sibila Casandra quien, junto a otros personajes femeninos, ocupa especial protagonismo.   Su autora afirma que se inspiró en este documento histórico (bastante poco conocido y casi anecdótico), para narrar las vicisitudes de la hija de Príamo de Troya, hermana del héroe Héctor, a quien el dios Apolo condenó con su maldición de modo que nadie creyera sus vaticinios; desde entonces se le creyó loca, pese a la verdad de sus profecías.    
   Afirma la escritora en sus agradecimientos al término del relato, justificando su reelaboración del poema de Homero:

     “Si me hubiera contentado con lo que relata <<La Iliada>>, no habría existido razón para escribir una novela”.


 De este modo Marion Zimmer Bradley toma los textos griegos, partiendo obviamente por La Iliada de Homero, hasta lo que se narra en las tragedias de Esquilo y Eurípides, para contar los entretelones (lo que supuestamente no se supo) sobre la intervención de Casandra en estos hechos.   Es así como en esta obra tienen su propia reinterpretación estos conocidos eventos, mezclando con la fantasía las tradiciones de la época, creencias religiosas y sus míticos personajes.  La novela va más allá de la biografía conocida de Casandra, como también de algunos personajes tales como Hécuba, Andrómaca, Paris, Héctor, Aquiles, Odiseo y muchos otros más.   El libro aborda la vida de Casandra desde su tierna infancia, pasando por cada uno de los hitos que los textos antiguos mencionan sobre ella, pero a la vez hace las innovaciones ficcionales de rigor.   De este modo Marion Zimmer Bradley le da un nuevo destino a los días finales de Casandra, aunque tampoco sin alejarse tanto de la tradición literaria clásica sobre la princesa de Troya.
    Ya en su Poética, Aristóteles dijo que el arte crea algo que no es verdadero, pero que aún así no carece de verosimilitud.  Esto es que cualquier obra, por muy alejada que esté de la realidad empírica en la que nos movemos, está basada en algo concreto y con ello lo plasma usando la imaginación del artista.  En cuanto a la literatura propiamente fantástica, heredera de múltiples narraciones orales folclóricas de muchos pueblos, el fenómeno de la extrapolación se hace más que evidente.  Y lo que hace Marion Zimmer Bradley es precisamente extrapolar los hechos de la Guerra de Troya, cada una de las historias de sus personajes, a una novela donde se observa y detalla el otro lado de la moneda: la visión de las mujeres, con sus dramas, miedos, deseos e impulsos.
   La intención de este ensayo es la de mostrar cómo La Antorcha se transforma en un vehículo literario para recrear el mito de la Guerra de Troya y de paso, abordar temas tan antiguos, como también tan actuales, tales como el papel de la mujer en la historia, el mito de las sociedades matriarcales, la crisis religiosa y otros que se irán dando a lo largo de este texto. 
     A su vez es mi intención hacer una comparación entre las que llamaré obras canónicas, refiriéndome a los textos clásicos que tratan sobre este evento, y en especial sobre la figura de Casandra (La Iliada, La Odisea, El Agamenón , primera parte de la trilogía de La Orestiada de Esquilo, Las Troyanas de Eurípides y La Eneida de Virgilio) y la novela en cuestión que inspiró mi ensayo.  De este modo, por medio de la comparación, se puede evidenciar el matiz que tomó cada personaje de esta tradición literaria en las manos de Zimmer Bradley.  Es así que supo darle a cada uno de ellos una psicología más propia de nuestro mundo contemporáneo, aportando varios detalles interesantes a su nueva biografía. 
    Por último, a modo de apéndice, se agrega al trabajo un Dramatis Personae de los caracteres típicos de la tradición literaria y que sobresalen en ella, mostrando en especial la forma de cómo son descritos en La Antorcha.
    Espero de todo corazón que con este humilde trabajo mis objetivos se logren e inspiren a una nueva lectura de los clásicos, así como en adentrarse en el resto de la obra de Marion Zimmer Bradley.

II- La Otra Guerra de Troya.

    La literatura contemporánea (así como el cine, el cómic, y expresiones artísticas tan antiguas como la música y la pintura) está llena de obras que, inspiradas en los grandes clásicos, han trabajado con historias ya conocidas y le han dado una nueva forma.  Sabido es que el mismo Goethe en su famoso Fausto tomó a un personaje de las narraciones orales alemanas y escribió así su magna obra.  Posteriormente en la ópera saldría más de una versión del famoso personaje que por amor a una mujer joven vendió su alma al Diablo (entre ellas Mefistófeles de Böite, Fausto de Charles Gounod y La Condenación de Fausto de Berlioz, por citar algunas).  A su vez el propio Goethe usó el tema de la Guerra de Troya al hacer que el demonio Mefistófeles incitara a Fausto para que sedujera a la propia Helena de Troya.  Luego, ya a finales del siglo XX, el guionista de cómic estadounidense Todd MacFarlane se inspiraría claramente en el personaje romántico para crear a su superhéroe Spawn.   Los ejemplos son muchos.  En el caso mismo del poema homérico de La Iliada y las obras contemporáneas inspiradas en el poema épico, existe además de La Antorcha, una interesante obra del escritor italiano Alexandro Baricco llamada Homero. Iliada, centrada en el personaje de Aquiles.  También se puede nombrar una novela de ciencia ficción titulada Ilion del norteamericano Dan Simmons y donde los personajes del poema épico se rebelan contra sus dioses en una increíble batalla; además se ven involucrados una raza de robots inteligentes, los clones de humanos dedicados al estudio de Homero y otra serie de interesantes personajes (Simmons termina esta narración son su libro Olimpo).  Tampoco se puede olvidar el Ulises de James Joyce, quien cuenta lo que pasa en un día en la vida de su personaje, cuya existencia comparte claras similitudes con el rey de Itaca.   Con respecto a la misma Casandra, existe la novela Casandra, princesa de Troya de la autora Hilary Bailey.
    Si con el paso de la historia los autores fueron capaces de retomar estas narraciones y darle un nuevo “aire”, los propios griegos del mundo antiguo usaron sus creencias mitológicas para contar los hechos conocidos por todos, pero dándole su propio carácter según el autor (por ejemplo, tenemos la Electra de Sofócles, que se contrapone a la de Eurípides, lo mismo con lo que se cuenta en Las Coéforas de Esquilo en cuanto al destino de la heroína trágica hija de Agamenón y Clitemnestra).   A su vez en las tragedias, los dramaturgos se preocuparon de usar a los personajes de su tradición para plantear los temas que entonces les preocupaban como hombres de la polis ateniense.
    En la novela La Antorcha de Marion Zimmer Bradley, la famosa Guerra de Troya se ve como, por un lado, un conflicto llevado a manos de Agamenón de Micenas, quien aprovecha el rapto de la esposa de su hermano para conseguir el tesoro de Troya como siempre deseó.  Pero en un plano más oculto y metafísico, se le da al cruel destino de Ilion  un sentido de castigo divino por parte de los dioses olímpicos, debido al orgullo de su pueblo.  Los dioses, en especial acá la figura de Poseidón, se muestran poco piadosos con los troyanos.  En este caso, es Poseidón, llamado El que Hace Temblar la Tierra en la novela, el culpable mayormente de la devastación de Troya.  Esto contrasta con la idea clásica del Poseidón que protege a la ciudad y que según el mito, fue junto a Apolo quien hizo las grandes murallas de Troya, trasformándose luego en uno de sus dioses tutelares; luego en Las Troyanas de Eurípides, es él quien le pide a Atenea le ayude a castigar a los aqueos. Marion Zimmer Bradley identifica a Poseidón con la imagen del caballo, por esto cuando los aqueos crean a su mítico Caballo de Troya, le están tanto haciendo una ofrenda al dios, como además la escritora muestra con esto la responsabilidad de Poseidón en el destino final de Ilion. Luego será Casandra la única en saber toda la verdad, gracias a sus premoniciones, y hará todo lo posible por evitar el desastre.   Considerando estos antecedentes, resulta poco heroico, lejano al concepto griego del areté, el origen que le da la escritora a los últimos días de Troya.  Esto más si se toma, por ejemplo, lo que dice el propio Agamenón en Ifigenia en Aúlide de Eurípides:

     “Los  pretendientes (de Helena) concertaron recíprocos juramentos y se dieron las manos, y, derramando libaciones (…) juraron lo siguiente: defender conjuntamente a aquel de quien se hiciera esposa la joven Tindáride, si alguno la raptaba y escapaba con ella lejos de su palacio despreciando a su marido y el lecho conyugal; y marchar en campaña para arrasar su ciudad por las armas, tanto si fuese griega o bárbara”.

      Los textos griegos ponen como origen de la guerra el compromiso por honor entre sus pueblos, o el llamado “concurso de belleza” en el que es juez Paris y escoge entre Atenea, Hera y Afrodita a la más bella de las diosas.  El hijo de Príamo elige a la Diosa del Amor y con ello le es concedido la mujer más bella del mundo, lo que con su rapto frente a los propios ojos de su anfitrión Menelao, provoca la guerra.  Aparte de la avaricia de Agamenón a la que se refiere La Antorcha, Marion Zimmer Bradley también juega con el mito del concurso, pues hace que un adolescente Paris haga la elección ya mencionada, por encargo de Apolo.
   Respecto al acuerdo hecho por el padre de Helena para comprometer a todos los pretendientes de su hija y así evitar mayores conflictos entre ellos, se tuvo que realizar cuando Paris se llevó a Troya a la bella esposa de Menelao.   En la novela de Zimmer Bradley, es Odiseo a quien se le ocurre este compromiso, quedando para su disgusto ligado también a él (puesto que la autora lo muestra como amigo de la casa real de Príamo).
     La Guerra de Troya contada en La Iliada se puede ver como la historia de lo que ocurre en la batalla, una gesta llena de códigos de honor y combate, y donde cada guerrero tiene su propio linaje y orgullo por defender.  En el poema de Homero son los héroes los que destacan, puesto que ellos son los personajes más importantes (en especial Aquiles y Héctor).  Ellos luchan defendiendo sus ideales y mueren con dignidad en el campo de batalla (claro que la muerte de Aquiles no la narra Homero, sino Virgilio, un romano).  Pero también está lo que ocurre con personajes tales como Príamo (difícil no olvidar su sublime viaje hacia el campamento griego para recuperar el cuerpo de su hijo Héctor, con su posterior diálogo con Aquiles), Andrómaca y su soledad ante el hecho de ser la esposa del gran caudillo de las huestes troyanas, el resentimiento de Agamenón hacia el líder de los Mirmidones…y todos los momentos en la obra en los cuales se cuenta lo que pasa con los dioses olímpicos en su moradas.   Estos últimos son de gran relevancia, puesto que participan activamente de la acción bélica, alineándose cada uno en el bando que más le acomode; peleando cuerpo a cuerpo con sus protegidos y maquinando para conseguir la victoria.  Es así como en el poema de Homero se puede decir que existen tres niveles narrativos:

1º El de la batalla.

    “Cuando los dos ejércitos llegaron a juntarse, chocaron entre sí los escudos, las lanzas y el valor de los guerreros armados de broncíneas corazas, y al aproximarse las abollonadas rodelas se produjo un gran tumulto.  Allí se oían simultáneamente los lamentos de los moribundos y los gritos jactanciosos de los matadores, y la tierra manaba sangre”.     (Canto VIII).

2º El de las tribulaciones personales.

    “A Aquiles le vino el deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, apartóle suavemente.  Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo, acordándose de Héctor matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquiles; éste las vertía, unas veces por su padre y otras por Patroclo; y los gemidos de ambos resonaban en la tienda”. (Canto XXIV)

3º El de los dioses.
   
    En boca de la mismísima Hera:

    “¡Cuán necios somos los que tontamente nos irritamos contra Zeus! Queremos acercarnos a él y contenerle con palabras o por medio de la violencia; y él, sentado aparte, ni nos hace caso, ni se preocupa, porque dice que en fuerza y poder es muy superior a los dioses inmortales.  Por tanto sufrid los infortunios que respectivamente os envíe.  Creo que al impetuoso Ares  le ha ocurrido ya una desgracia: pues murió en la pelea Ascálafo, a quien amaba sobre todos los hombres y reconocía por su hijo”. (Canto XV)

    En cambio Marion Zimmer Bradley lo que hace en su libro es dejar de lado las líneas narrativas de la batalla y la de los dioses, centrando todo en la lucha interna de cada uno de los otros héroes y personajes , las mujeres y aquellos que, como el sacerdote Creuses, apenas figuran en el poema de Homero.   La misma protagonista, si bien en las tragedias ya mencionadas cobra gran importancia, apenas es mencionada casi incidentalmente en La Iliada.  Primero cuando se hace referencia en la lucha a su prometido Otrineo de Cabezo, quien muere en la contienda; después, ya al finalizar la obra, cuando llega Príamo con el cadáver de Héctor, Casandra se encuentra fuera del palacio y los recibe.
    Todo lo que ocurre en La Antorcha corresponde a lo que la princesa de Troya sabe, ya sea por su propia intervención en los hechos, o por sus visiones.  Por lo tanto, el lector sólo maneja la misma información que Casandra de los eventos y cuando la joven protagonista se encuentra fuera de Troya, apenas se tiene conocimiento de lo que ocurre en la ciudad.  Por intervención de Casandra, conocemos lo que pasa en el templo de Apolo, donde ella sirve como sacerdotisa, pero también lo que pasa en la corte de Príamo, más específicamente en el propio mundo de las mujeres del palacio (Hécuba, Helena, Andrómaca).  Así, el drama que se muestra no es el de los guerreros, tampoco el de las egoístas pasiones de los dioses, sino el de las féminas que tienen que pasar su existencia en un mundo donde la guerra pone en peligro la vida de sus familias.  En el caso de la propia Casandra, se narra su conflicto entre servir a un dios al que cada vez considera más injusto (a quien le ha entregado su virginidad) y su deseo de ser una mujer autónoma en un mundo donde los hombres están confabulando para quitarle a la mujer su verdadero papel en la historia.   La propia maldición a la que le ha relegado Apolo (en la novela Marion Zimmer Bradley hace que el don de Casandra en realidad no provenga del dios olímpico, sino de otra deidad mucho más antigua), dificulta más la búsqueda de la felicidad de Casandra, puesto que la palabra del dios es un ardid para castigarla por su deseo de independencia.
    El mundo de las mujeres se ve tanto en lo que ocurre en el palacio de Príamo (las relaciones interpersonales entre Casandra, su madre, Andrómaca, Helena, sus hermanas Polixena  y Creusa, Enone, la primera mujer de Paris).  En el palacio Casandra se cría y luego de un periodo entre las Amazonas, vive hasta que Troya es finalmente derrotada.  Junto a sus padres y numerosos hermanos, conoce una realidad donde a la mujer se le exige atenerse a las costumbres que requieren de la hija y la madre actuar con sumisión.  Esta situación desde pequeña empieza a provocar en ella rechazo debido a su naturaleza poco pasiva.  Es por esto que siempre se siente tan lejana a su hermana mayor Polixena, quien a diferencia de ella sólo quiere un marido; además Príamo siente recelo hacia Casandra por una conducta tan “anómala” a lo que él quiere de su hija.  Cuando Casandra se va por unos años a la tribu de su tía Pentesilea, conoce un mundo totalmente diferente: el de la libertad.  Entre las Amazonas no tiene que rendirle cuentas a nadie y las mujeres guerrean incluso mucho mejor que los hombres.  Con ellas consigue la confianza en sí misma y el dominio de las destrezas que luego le serán de gran ayuda una vez que la guerra comience.   Aquí por primera vez descubre la crudeza del campo de batalla, pero no como observadora, sino como protagonista.  Interactúa con otro tipo de mujeres, féminas que son las hacedoras de su destino y que realizan sus propias decisiones (desde entonces será Pentesilea su modelo a seguir, alguien más madre para ella que Hécuba, pero también su amiga).  Aún con la tribu de Pentesilea, Casandra visita por primera vez la mítica ciudad de Colquis, último bastión de la cultura matriarcal.  En Colquis las mujeres no solamente son libres de hacer lo que quieren, sino que también gobiernan, trabajan como artesanos, etc.   En la figura de su reina Imandra Casandra encuentra a la mujer cuya emancipación ha llegado hasta su últimas consecuencias (Imandra si quiere o no tiene consortes, de este modo, en Colquis la realidad típica a  la que Casandra estaba acostumbrada en Troya, se encuentra trastocada).   Ya de vuelta en Troya, Casandra ingresa al templo de Apolo como una de sus sacerdotisas y allí, si bien las mujeres también siguen un estricto código de comportamiento, conoce otro mundo femenino donde las mujeres son fuente de respeto y poder: el poder religioso.  Las sacerdotisas con sus interpretaciones oraculares tienen en sus manos el destino de los habitantes de Troya, al decirles qué deben hacer o no, cuando estos acceden a sus servicios.   Entonces, sólo entre la nobleza palaciega la mujer no es tan libre como a Casandra le gustaría; por esto a su madre Hécuba, Pentesilea le recrimina su amancebamiento.
   Si la novela muestra la guerra de Troya desde los ojos de Casandra, acá bien poco es entonces lo que desarrolla de lo que ocurre en el campo de batalla.  La narración se detiene en las escaramuzas sólo cuando Casandra, desde el palacio de sus padres, ve, por ejemplo, cómo un acá malévolo Aquiles arrastra el cuerpo de Héctor.   En otras palabras, es lo que ocurre “entre bambalinas” lo que se cuenta en La Antorcha.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...