jueves, 1 de diciembre de 2011

La Reinvención de Casandra y la Guerra de Troya (1° parte).




I- Una Introducción.

“ZEUS DE DODONA, ACOGE ESTA OFRENDA
MÍA Y DE MI FAMILIA.
AGATÓN, HIJO DE EJEFILOS,
LA FAMILIA ZAKINTIA,
CÓNSULES DE LOS MOLOSIOANOS Y DE SUS ALIADOS,
DESCENDIENTES POR TREINTA GENERACIONES
DE CASANDRA DE TROYA”.


    Con esta cita textual de la tablilla 803 del Museo Arqueológico de Atenas, la escritora norteamericana Marion Zimmer Bradley (1930-1999) termina su novela La Antorcha.  En esta novela que data de 1987, la galardonada escritora de novelas de fantasía y ciencia ficción realiza una visión feminista del mito troyano, tomando como eje de la historia a la sibila Casandra quien, junto a otros personajes femeninos, ocupa especial protagonismo.   Su autora afirma que se inspiró en este documento histórico (bastante poco conocido y casi anecdótico), para narrar las vicisitudes de la hija de Príamo de Troya, hermana del héroe Héctor, a quien el dios Apolo condenó con su maldición de modo que nadie creyera sus vaticinios; desde entonces se le creyó loca, pese a la verdad de sus profecías.    
   Afirma la escritora en sus agradecimientos al término del relato, justificando su reelaboración del poema de Homero:

     “Si me hubiera contentado con lo que relata <<La Iliada>>, no habría existido razón para escribir una novela”.


 De este modo Marion Zimmer Bradley toma los textos griegos, partiendo obviamente por La Iliada de Homero, hasta lo que se narra en las tragedias de Esquilo y Eurípides, para contar los entretelones (lo que supuestamente no se supo) sobre la intervención de Casandra en estos hechos.   Es así como en esta obra tienen su propia reinterpretación estos conocidos eventos, mezclando con la fantasía las tradiciones de la época, creencias religiosas y sus míticos personajes.  La novela va más allá de la biografía conocida de Casandra, como también de algunos personajes tales como Hécuba, Andrómaca, Paris, Héctor, Aquiles, Odiseo y muchos otros más.   El libro aborda la vida de Casandra desde su tierna infancia, pasando por cada uno de los hitos que los textos antiguos mencionan sobre ella, pero a la vez hace las innovaciones ficcionales de rigor.   De este modo Marion Zimmer Bradley le da un nuevo destino a los días finales de Casandra, aunque tampoco sin alejarse tanto de la tradición literaria clásica sobre la princesa de Troya.
    Ya en su Poética, Aristóteles dijo que el arte crea algo que no es verdadero, pero que aún así no carece de verosimilitud.  Esto es que cualquier obra, por muy alejada que esté de la realidad empírica en la que nos movemos, está basada en algo concreto y con ello lo plasma usando la imaginación del artista.  En cuanto a la literatura propiamente fantástica, heredera de múltiples narraciones orales folclóricas de muchos pueblos, el fenómeno de la extrapolación se hace más que evidente.  Y lo que hace Marion Zimmer Bradley es precisamente extrapolar los hechos de la Guerra de Troya, cada una de las historias de sus personajes, a una novela donde se observa y detalla el otro lado de la moneda: la visión de las mujeres, con sus dramas, miedos, deseos e impulsos.
   La intención de este ensayo es la de mostrar cómo La Antorcha se transforma en un vehículo literario para recrear el mito de la Guerra de Troya y de paso, abordar temas tan antiguos, como también tan actuales, tales como el papel de la mujer en la historia, el mito de las sociedades matriarcales, la crisis religiosa y otros que se irán dando a lo largo de este texto. 
     A su vez es mi intención hacer una comparación entre las que llamaré obras canónicas, refiriéndome a los textos clásicos que tratan sobre este evento, y en especial sobre la figura de Casandra (La Iliada, La Odisea, El Agamenón , primera parte de la trilogía de La Orestiada de Esquilo, Las Troyanas de Eurípides y La Eneida de Virgilio) y la novela en cuestión que inspiró mi ensayo.  De este modo, por medio de la comparación, se puede evidenciar el matiz que tomó cada personaje de esta tradición literaria en las manos de Zimmer Bradley.  Es así que supo darle a cada uno de ellos una psicología más propia de nuestro mundo contemporáneo, aportando varios detalles interesantes a su nueva biografía. 
    Por último, a modo de apéndice, se agrega al trabajo un Dramatis Personae de los caracteres típicos de la tradición literaria y que sobresalen en ella, mostrando en especial la forma de cómo son descritos en La Antorcha.
    Espero de todo corazón que con este humilde trabajo mis objetivos se logren e inspiren a una nueva lectura de los clásicos, así como en adentrarse en el resto de la obra de Marion Zimmer Bradley.

II- La Otra Guerra de Troya.

    La literatura contemporánea (así como el cine, el cómic, y expresiones artísticas tan antiguas como la música y la pintura) está llena de obras que, inspiradas en los grandes clásicos, han trabajado con historias ya conocidas y le han dado una nueva forma.  Sabido es que el mismo Goethe en su famoso Fausto tomó a un personaje de las narraciones orales alemanas y escribió así su magna obra.  Posteriormente en la ópera saldría más de una versión del famoso personaje que por amor a una mujer joven vendió su alma al Diablo (entre ellas Mefistófeles de Böite, Fausto de Charles Gounod y La Condenación de Fausto de Berlioz, por citar algunas).  A su vez el propio Goethe usó el tema de la Guerra de Troya al hacer que el demonio Mefistófeles incitara a Fausto para que sedujera a la propia Helena de Troya.  Luego, ya a finales del siglo XX, el guionista de cómic estadounidense Todd MacFarlane se inspiraría claramente en el personaje romántico para crear a su superhéroe Spawn.   Los ejemplos son muchos.  En el caso mismo del poema homérico de La Iliada y las obras contemporáneas inspiradas en el poema épico, existe además de La Antorcha, una interesante obra del escritor italiano Alexandro Baricco llamada Homero. Iliada, centrada en el personaje de Aquiles.  También se puede nombrar una novela de ciencia ficción titulada Ilion del norteamericano Dan Simmons y donde los personajes del poema épico se rebelan contra sus dioses en una increíble batalla; además se ven involucrados una raza de robots inteligentes, los clones de humanos dedicados al estudio de Homero y otra serie de interesantes personajes (Simmons termina esta narración son su libro Olimpo).  Tampoco se puede olvidar el Ulises de James Joyce, quien cuenta lo que pasa en un día en la vida de su personaje, cuya existencia comparte claras similitudes con el rey de Itaca.   Con respecto a la misma Casandra, existe la novela Casandra, princesa de Troya de la autora Hilary Bailey.
    Si con el paso de la historia los autores fueron capaces de retomar estas narraciones y darle un nuevo “aire”, los propios griegos del mundo antiguo usaron sus creencias mitológicas para contar los hechos conocidos por todos, pero dándole su propio carácter según el autor (por ejemplo, tenemos la Electra de Sofócles, que se contrapone a la de Eurípides, lo mismo con lo que se cuenta en Las Coéforas de Esquilo en cuanto al destino de la heroína trágica hija de Agamenón y Clitemnestra).   A su vez en las tragedias, los dramaturgos se preocuparon de usar a los personajes de su tradición para plantear los temas que entonces les preocupaban como hombres de la polis ateniense.
    En la novela La Antorcha de Marion Zimmer Bradley, la famosa Guerra de Troya se ve como, por un lado, un conflicto llevado a manos de Agamenón de Micenas, quien aprovecha el rapto de la esposa de su hermano para conseguir el tesoro de Troya como siempre deseó.  Pero en un plano más oculto y metafísico, se le da al cruel destino de Ilion  un sentido de castigo divino por parte de los dioses olímpicos, debido al orgullo de su pueblo.  Los dioses, en especial acá la figura de Poseidón, se muestran poco piadosos con los troyanos.  En este caso, es Poseidón, llamado El que Hace Temblar la Tierra en la novela, el culpable mayormente de la devastación de Troya.  Esto contrasta con la idea clásica del Poseidón que protege a la ciudad y que según el mito, fue junto a Apolo quien hizo las grandes murallas de Troya, trasformándose luego en uno de sus dioses tutelares; luego en Las Troyanas de Eurípides, es él quien le pide a Atenea le ayude a castigar a los aqueos. Marion Zimmer Bradley identifica a Poseidón con la imagen del caballo, por esto cuando los aqueos crean a su mítico Caballo de Troya, le están tanto haciendo una ofrenda al dios, como además la escritora muestra con esto la responsabilidad de Poseidón en el destino final de Ilion. Luego será Casandra la única en saber toda la verdad, gracias a sus premoniciones, y hará todo lo posible por evitar el desastre.   Considerando estos antecedentes, resulta poco heroico, lejano al concepto griego del areté, el origen que le da la escritora a los últimos días de Troya.  Esto más si se toma, por ejemplo, lo que dice el propio Agamenón en Ifigenia en Aúlide de Eurípides:

     “Los  pretendientes (de Helena) concertaron recíprocos juramentos y se dieron las manos, y, derramando libaciones (…) juraron lo siguiente: defender conjuntamente a aquel de quien se hiciera esposa la joven Tindáride, si alguno la raptaba y escapaba con ella lejos de su palacio despreciando a su marido y el lecho conyugal; y marchar en campaña para arrasar su ciudad por las armas, tanto si fuese griega o bárbara”.

      Los textos griegos ponen como origen de la guerra el compromiso por honor entre sus pueblos, o el llamado “concurso de belleza” en el que es juez Paris y escoge entre Atenea, Hera y Afrodita a la más bella de las diosas.  El hijo de Príamo elige a la Diosa del Amor y con ello le es concedido la mujer más bella del mundo, lo que con su rapto frente a los propios ojos de su anfitrión Menelao, provoca la guerra.  Aparte de la avaricia de Agamenón a la que se refiere La Antorcha, Marion Zimmer Bradley también juega con el mito del concurso, pues hace que un adolescente Paris haga la elección ya mencionada, por encargo de Apolo.
   Respecto al acuerdo hecho por el padre de Helena para comprometer a todos los pretendientes de su hija y así evitar mayores conflictos entre ellos, se tuvo que realizar cuando Paris se llevó a Troya a la bella esposa de Menelao.   En la novela de Zimmer Bradley, es Odiseo a quien se le ocurre este compromiso, quedando para su disgusto ligado también a él (puesto que la autora lo muestra como amigo de la casa real de Príamo).
     La Guerra de Troya contada en La Iliada se puede ver como la historia de lo que ocurre en la batalla, una gesta llena de códigos de honor y combate, y donde cada guerrero tiene su propio linaje y orgullo por defender.  En el poema de Homero son los héroes los que destacan, puesto que ellos son los personajes más importantes (en especial Aquiles y Héctor).  Ellos luchan defendiendo sus ideales y mueren con dignidad en el campo de batalla (claro que la muerte de Aquiles no la narra Homero, sino Virgilio, un romano).  Pero también está lo que ocurre con personajes tales como Príamo (difícil no olvidar su sublime viaje hacia el campamento griego para recuperar el cuerpo de su hijo Héctor, con su posterior diálogo con Aquiles), Andrómaca y su soledad ante el hecho de ser la esposa del gran caudillo de las huestes troyanas, el resentimiento de Agamenón hacia el líder de los Mirmidones…y todos los momentos en la obra en los cuales se cuenta lo que pasa con los dioses olímpicos en su moradas.   Estos últimos son de gran relevancia, puesto que participan activamente de la acción bélica, alineándose cada uno en el bando que más le acomode; peleando cuerpo a cuerpo con sus protegidos y maquinando para conseguir la victoria.  Es así como en el poema de Homero se puede decir que existen tres niveles narrativos:

1º El de la batalla.

    “Cuando los dos ejércitos llegaron a juntarse, chocaron entre sí los escudos, las lanzas y el valor de los guerreros armados de broncíneas corazas, y al aproximarse las abollonadas rodelas se produjo un gran tumulto.  Allí se oían simultáneamente los lamentos de los moribundos y los gritos jactanciosos de los matadores, y la tierra manaba sangre”.     (Canto VIII).

2º El de las tribulaciones personales.

    “A Aquiles le vino el deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, apartóle suavemente.  Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo, acordándose de Héctor matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquiles; éste las vertía, unas veces por su padre y otras por Patroclo; y los gemidos de ambos resonaban en la tienda”. (Canto XXIV)

3º El de los dioses.
   
    En boca de la mismísima Hera:

    “¡Cuán necios somos los que tontamente nos irritamos contra Zeus! Queremos acercarnos a él y contenerle con palabras o por medio de la violencia; y él, sentado aparte, ni nos hace caso, ni se preocupa, porque dice que en fuerza y poder es muy superior a los dioses inmortales.  Por tanto sufrid los infortunios que respectivamente os envíe.  Creo que al impetuoso Ares  le ha ocurrido ya una desgracia: pues murió en la pelea Ascálafo, a quien amaba sobre todos los hombres y reconocía por su hijo”. (Canto XV)

    En cambio Marion Zimmer Bradley lo que hace en su libro es dejar de lado las líneas narrativas de la batalla y la de los dioses, centrando todo en la lucha interna de cada uno de los otros héroes y personajes , las mujeres y aquellos que, como el sacerdote Creuses, apenas figuran en el poema de Homero.   La misma protagonista, si bien en las tragedias ya mencionadas cobra gran importancia, apenas es mencionada casi incidentalmente en La Iliada.  Primero cuando se hace referencia en la lucha a su prometido Otrineo de Cabezo, quien muere en la contienda; después, ya al finalizar la obra, cuando llega Príamo con el cadáver de Héctor, Casandra se encuentra fuera del palacio y los recibe.
    Todo lo que ocurre en La Antorcha corresponde a lo que la princesa de Troya sabe, ya sea por su propia intervención en los hechos, o por sus visiones.  Por lo tanto, el lector sólo maneja la misma información que Casandra de los eventos y cuando la joven protagonista se encuentra fuera de Troya, apenas se tiene conocimiento de lo que ocurre en la ciudad.  Por intervención de Casandra, conocemos lo que pasa en el templo de Apolo, donde ella sirve como sacerdotisa, pero también lo que pasa en la corte de Príamo, más específicamente en el propio mundo de las mujeres del palacio (Hécuba, Helena, Andrómaca).  Así, el drama que se muestra no es el de los guerreros, tampoco el de las egoístas pasiones de los dioses, sino el de las féminas que tienen que pasar su existencia en un mundo donde la guerra pone en peligro la vida de sus familias.  En el caso de la propia Casandra, se narra su conflicto entre servir a un dios al que cada vez considera más injusto (a quien le ha entregado su virginidad) y su deseo de ser una mujer autónoma en un mundo donde los hombres están confabulando para quitarle a la mujer su verdadero papel en la historia.   La propia maldición a la que le ha relegado Apolo (en la novela Marion Zimmer Bradley hace que el don de Casandra en realidad no provenga del dios olímpico, sino de otra deidad mucho más antigua), dificulta más la búsqueda de la felicidad de Casandra, puesto que la palabra del dios es un ardid para castigarla por su deseo de independencia.
    El mundo de las mujeres se ve tanto en lo que ocurre en el palacio de Príamo (las relaciones interpersonales entre Casandra, su madre, Andrómaca, Helena, sus hermanas Polixena  y Creusa, Enone, la primera mujer de Paris).  En el palacio Casandra se cría y luego de un periodo entre las Amazonas, vive hasta que Troya es finalmente derrotada.  Junto a sus padres y numerosos hermanos, conoce una realidad donde a la mujer se le exige atenerse a las costumbres que requieren de la hija y la madre actuar con sumisión.  Esta situación desde pequeña empieza a provocar en ella rechazo debido a su naturaleza poco pasiva.  Es por esto que siempre se siente tan lejana a su hermana mayor Polixena, quien a diferencia de ella sólo quiere un marido; además Príamo siente recelo hacia Casandra por una conducta tan “anómala” a lo que él quiere de su hija.  Cuando Casandra se va por unos años a la tribu de su tía Pentesilea, conoce un mundo totalmente diferente: el de la libertad.  Entre las Amazonas no tiene que rendirle cuentas a nadie y las mujeres guerrean incluso mucho mejor que los hombres.  Con ellas consigue la confianza en sí misma y el dominio de las destrezas que luego le serán de gran ayuda una vez que la guerra comience.   Aquí por primera vez descubre la crudeza del campo de batalla, pero no como observadora, sino como protagonista.  Interactúa con otro tipo de mujeres, féminas que son las hacedoras de su destino y que realizan sus propias decisiones (desde entonces será Pentesilea su modelo a seguir, alguien más madre para ella que Hécuba, pero también su amiga).  Aún con la tribu de Pentesilea, Casandra visita por primera vez la mítica ciudad de Colquis, último bastión de la cultura matriarcal.  En Colquis las mujeres no solamente son libres de hacer lo que quieren, sino que también gobiernan, trabajan como artesanos, etc.   En la figura de su reina Imandra Casandra encuentra a la mujer cuya emancipación ha llegado hasta su últimas consecuencias (Imandra si quiere o no tiene consortes, de este modo, en Colquis la realidad típica a  la que Casandra estaba acostumbrada en Troya, se encuentra trastocada).   Ya de vuelta en Troya, Casandra ingresa al templo de Apolo como una de sus sacerdotisas y allí, si bien las mujeres también siguen un estricto código de comportamiento, conoce otro mundo femenino donde las mujeres son fuente de respeto y poder: el poder religioso.  Las sacerdotisas con sus interpretaciones oraculares tienen en sus manos el destino de los habitantes de Troya, al decirles qué deben hacer o no, cuando estos acceden a sus servicios.   Entonces, sólo entre la nobleza palaciega la mujer no es tan libre como a Casandra le gustaría; por esto a su madre Hécuba, Pentesilea le recrimina su amancebamiento.
   Si la novela muestra la guerra de Troya desde los ojos de Casandra, acá bien poco es entonces lo que desarrolla de lo que ocurre en el campo de batalla.  La narración se detiene en las escaramuzas sólo cuando Casandra, desde el palacio de sus padres, ve, por ejemplo, cómo un acá malévolo Aquiles arrastra el cuerpo de Héctor.   En otras palabras, es lo que ocurre “entre bambalinas” lo que se cuenta en La Antorcha.


2 comentarios:

  1. Puedo ver como podemos sacar algo de una obra y crear otra, en cierto modo me recordo (aunque no se si sea muy correcto el ejemplo) a before watchmen, que ultimamente ha estado muy en boca.

    En esta obra se ve como un acierto para la epoca en la que se publico la novela el tema de la libertad de expresion y el derecho a opinion de la mujer en la sociedad, dando incapié en que ellas tambien cumplen un papal en esta, asi como lo vemos hoy en dia, profesoras, hoferes, doctoras, incluso en el deporte, y la lista se sigue extendiendo con el tiempo.

    Atte. Fabian Ibarra.

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  2. Querido Fabián, como siempre me alegra que me dejes tus grandes aportes. En realidad lo de mostrar de forma tajante la figura de la mujer en la cultura helénica, ya viene desde la Antigüedad y lo que hizo Marion Zimmer Bradley, fue darle un corte más literario y contemporáneo.

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