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domingo, 22 de marzo de 2020

Conan el Bárbaro en cómics.


1. ¡Gracias San Thomas de Marvel por favor concedido!

     En 1970 los éxitos de la Casa de las Ideas comenzaron una nueva etapa entre sus logros artísticos y comerciales, llevar al noveno arte al popular personaje de la era pulp gringa de los años treinta, Conan el Bárbaro de Robert Howard; con este proyecto comenzarían otras publicaciones de tipo literaria, como la serialización de nada menos que del Drácula de Bram Stoker, también bastante popular.  Debe quedar constancia, en todo caso, que si bien el guerrero cimmerio de la Edad Hiboria, ya era bastante famoso entre los lectores ñoños para esa época, solo gracias al impacto masivo de estas viñetas marvelitas se hizo mayormente reconocido a nivel mundial; y es que hasta el año 2000 estuvo publicando este sello historias sobre Conan, permitiendo con ello que el público y las empresas se interesaran en él, saliendo luego las añoradas películas con Arnold Schwarzenegger, las series animadas (para niños), videojuegos, juegos de rol, set de cartas y otros artículos para gusto de sus fanáticos y explotación del mercado (hubo una serie de imagen real en los noventa, que duró una pura temporada y si bien suavizó al personaje bastante, tengo entendido que no era mala).
     Varias revistas sacó Marvel al respecto, incluso “tiras cómicas” para periódicos y luego de perder los derechos se encargó de ello Dark Horse, que tal como lo hizo en su primera etapa Marvel, también contrató a artistas de primer nivel para llevar a cabo las aventuras comiqueras del personaje (gente como Kurt Busiek, por ejemplo, el mismo guionista detrás de esa maravilla que es Kingdom Come).  El año pasado no más, la Casa de las Ideas recuperó la potestad para volver a editar al cimmerio en historieta, ya sea a través de reediciones de sus viejas historias, como por medio de otras nuevas.
     Pero si volvemos al comienzo de los comics de Conan, es necesario tener en cuenta que el encargado de llevar tal proeza fue Roy Thomas, un guionista que hoy en día es toda una leyenda viviente.  Su elección para encargarse de esta tarea es comprensible y es que él estuvo detrás de las aventuras de Los Vengadores,  tras la salida de Stan Lee en este título a mediados de los sesenta, consiguiendo mayores niveles de calidad para los llamados Héroes más Poderosos de la Tierra; más encima luego tomó el cargo que tenía su predecesor dentro de las oficinas de la empresa, de modo que para esa época ya era un nombre de relevancia en sus dependencias.  Más de una década estuvo Thomas a cargo del guerrero, labor que compatibilizaba con sus otros encargos como escritor.  La gran genialidad de este artista, viene a ser la manera que tuvo para imitar el estilo de escritura y narración de Howard, adaptando tanto los textos de este al cómic, como aprovechando otros trabajos del texano y los que rehízo de tal manera que calzaran perfectamente con la continuidad comiquera del héroe/antihéroe/mercenario; por otro lado, no dejó de ocupar a los personajes salidos de la imaginación del escritor original, llevando a mayores territorios a estos y convirtiéndolos en verdaderos íconos de la cultura popular, tal como la pirata Belit y la espadachina Sonja la Roja, a la que tuvo la formidable ocurrencia de sacarla de otro texto de Robert Howard, el cuento histórico La Sombra del Buitre y a la que terminó por darle su propia revista para regocijo de los seguidores de la colorina.
    En el apartado gráfico, Roy Thomas se apoyó con el pincel de Barry Windsor-Smith al comienzo de todo (quien en ese tiempo firmaba como Barry Smith), pero luego el dibujante que se tomó para la posteridad la imagen más destacada del protagonista, vino a ser John Buscema y quien acompañó al guionista también por un larguísimo periodo en la colección.   Otros maestros que también colaboraron con el rubio Thomas, vienen a ser Neal Adams y Howard Chaykin, sin desmerecer el apoyo del filipino Ernie Chan, que a veces se encargaba por completo del dibujo, cuando no solo hacía los acabados y los entintaba con gran belleza.



2. La edición que poseo.

     En la actualidad, en nuestra lengua existen dos versiones de los llamados omnibus (recopilaciones grandotas) de Conan el Bárbaro en cómic; ambas en tapa dura y   que superan las 500 páginas en cada tomo.  Por un lado tenemos la mejor de ambas, que corresponde a la de Panini, la cual viene a ser una preciosa edición con los colores “chillones” originales, si bien remasterizados y que está llena de material original, tal como nos tiene acostumbrados esta empresa italiana; a su vez los tomos llevan sobrecubierta y en total ya llevan sacado al mercado dos de ellos, además de un primer volumen dedicado a La Espada Salvaje de Conan, que era en su tiempo la revista en formato más grande y dirigida a un público más adulto, por no seguir el llamado Comic Code, así que estaba llena de desnudos y escenas más violentas que las otras colecciones sobre el guerrero.  Estas cuidadas ediciones en Chile salen bastante caras, en todo caso (superando los $50.000 pesos chilenos), así que he optado por no comprarlas y por ello me he quedado con la de su “competencia”…
     Es así que la que yo tengo corresponde a la sacada por Planeta De Agostini y la que está casi completa (creo) o al menos está mucho más adelantada que la de Panini, en materia de su continuidad.  De este modo, ya está por completar los 10 números y lleva al menos 3, aparte, dedicados a Conan Rey, ambientada en los años de madurez del salvaje como monarca de Aquilonia (que según los mismos escritos originales de Robert Howard, este consiguió el trono de dicho país, uno de los más poderosos de la Edad Hiboria).  Su versión posee recoloreado de tonos más oscuros, supuestamente porque esa es la tendencia de los lectores actuales y, por otro lado, es bastante básica, que solo trae introducción el primer tomo, no lleva portadas y para las tapas se usa una viñeta en grande de uno de los cómics del interior y ni siquiera trae índice.  Como agregado solo incluye al final de las historias, un montón de textos, por lo general de puño y letra de Roy Thomas, con análisis y comentarios de los números del cómic que cubre el volumen en cuestión.  Es una edición como por lo general hace Planeta, con solo el material principal, pero es casi un 40% más barata que la sacada por su competidora.  Asimismo, entre estas nuevas ediciones suyas del personaje, que de antes sacaba colecciones bajo su catálogo Forum, tiene en una edición de lujo un compilatorio en blanco y negro de Conan & Belit, en versiones sin censura.
     ¿Y cómo es posible saquen ambas editoriales sus propias versiones de estos compilatorios? Pues resulta que Planeta hizo los convenios con Dark Horse, cuando esta tenía los derechos del guerrero y por eso no reproduce el logo de Marvel u otros elementos propios de la Casa de las Ideas en sus tomos y eso comenzó a sacarlos en 2018; de modo que seguramente sus negocios con el sello gringo, fueron al menos un año antes de cuando comenzaron a sacar al mercado hispanoparlante los integrales.  En cambio, Panini empezó solo el año pasado con su propia edición, o sea, ya cuando Marvel había recuperado los derechos y quizás, por eso, también va más lenta que su competidora.


3. El tomo 3 de Planeta.

    En cuanto a lo que tengo de Planeta, primero pude comprar en oferta los números 3, 4 y 5; que solo hace un par de semanas logré conseguirme los 1 y 2 de la colección, también “baratos” y todo ello gracias a la magia de Buscalibre, que te los trae a casa y en muchas ocasiones desde el extranjero.  Uno de mis dos proyectos de lectura de las vacaciones de verano (que corresponden a enero y febrero, completos para muchos profesores como yo) fue leerme todo lo que tenía hasta el momento de Conan en cómics, pero solo recién hace un par de días me pude terminar el tomo 3 y eso gracias a la cuarentena del Coronavirus. Pues, les cuento que este tomo rescata en más de 600 páginas de pura historieta, las aventuras de Conan junto a Belit, cuando este era pareja y mano derecha de la pirata.  A menos que me equivoque, la versión de Planeta comienza en el número 2 de la colección las andanzas de ambos, la que en su adaptación al cómic se extendió durante más de 3 años y ello aprovechando la rica materia del cuento original de Howard, La Reina de la Costa Negra (1932), que fue uno de los primeros relatos sobre el cimmerio y que transcurre cuando este tiene solo 24 años (¡Pero que ya a esa temprana edad, ha vivido más que la mayoría de nosotros!)
     Roy Thomas se valió de su creatividad y tan buena base para darle mayor fuerza al personaje de Belit, humanizándola igual, que en los cómics por mucho que siga siendo una mujer dura y guerrera, acá mantiene cierto grado de compasión, honor y afecto hacia sus hombres (en cambio, en el cuento original es una verdadera perra, por mucho que al final de sus páginas demuestra su enorme amor a Conan y ello en medio de un gesto romántico cargado de tremendos elementos sobrenaturales).  Estas historietas del volumen 3, en todo caso, no siempre tienen a la preciosa dama pirata como coprotagonista, puesto que en ocasiones Conan se ve obligado a separarse de ella, si bien al final siempre vuelven juntos…hasta el emotivo final que tan bien supo el guionista adaptar del desenlace del mencionado cuento.
       Thomas y sus compañeros, además, le dieron un pasado detrás de sus actos vandálicos a Belit, que la vuelve un personaje lejos más atractivo y abordando con ello un viejo tema que no deja de ser interesante, a la hora de contar una buena historia: la venganza.  Por otro lado, tomaron a dos personajes mencionados de pasada en el relato original, entre los piratas acompañantes de Belit, para convertirlos en secundarios de gran fuerza dramática (un viejo chamán que se constituye en la segunda figura paterna de la pirata- N´Yaga- y un guerrero - M´Gora-, que luego de Conan es el tercero al mando en el barco El Tigresa).
      Luego de esta revisión personal de los cómics, ahora que puedo volver sobre mis pasos para encontrarme por fin con el origen de todo, queda claro que leer esta real joya del noveno arte, es un placer único; que recomiendo a quienes saben que los “tebeos” son lejos mucho más que superhéroes.  Quedo contento, en todo caso, que aún me queda bastante para seguir disfrutando de las aventuras de uno de mis personajes favoritos y espero, a través de este escrito, haber entusiasmado a quienes aún no se han encontrado con el bárbaro y ni siquiera en su formato literario original.


domingo, 15 de marzo de 2020

Por Max von Sydow.


     La semana pasada terminó con el fallecimiento de un tremendo y querido actor, el sueco Max von Sydow, a la longeva edad de 90 años.  Este estuvo hasta poco antes de su muerte activo, realizando papeles para el cine y la televisión, engrosando con ello la larga lista de su filmografía.  Debido a lo anterior, millones de cinéfilos y seguidores suyos en el mundo le lloramos, ya que crecimos (y hemos envejecido) disfrutando de sus múltiples papeles en muchos clásicos.
     Solo una pequeña parte de su carrera he logrado apreciar y nada de su etapa famosa con  el director Ingmar Bergman, donde estuvo en sus inicios y se labró fama a nivel internacional, una de las tantas deudas que tengo y espero resarcir algún día (que de seguro ahora es la oportunidad de ello ¿No?); no obstante, como filmó tanto, al final la lista de títulos que he visto suyos igual es considerable y entre ellas están varias producciones que se encuentran entre mis favoritas…A ver, echémosle un vistazo.
     Supongo que de niño lo primero que vi de él fue su interpretación como Jesús en La Historia más Grande Jamás Contada (1965), cuando en especial en Semana Santa contemplaba junto a mis papás todos los años las películas religiosas que daban en la tele.  Pero la verdad es que nada recuerdo al respecto, puesto que hasta mi adolescencia fue Jesús de Nazaret la versión de los Evangelios, la que logró conmoverme lo suficiente, hasta que me vi ya de adulto La Pasión de Cristo y esta se convirtió en mi versión favorita de los textos sagrados…Igual cuando filmó esta cinta, von Sydow era bastante joven y como no he vuelto a ver esta cinta, siempre para mí ha tenido “cara de viejo”, puesto que luego solo vi a conciencia trabajos suyos cuando este era un hombre bastante maduro.
    Seguía siendo los ochenta, cuando dieron en la franja nocturna un domingo, tiempo en el que supuestamente daban por acá lo “último en cine”, en Grandes Eventos o Best Sellers, El Exorcista (1973), un filme que creo solo ya grandecito gocé y solo antes tenía en mi memoria la famosa escena del vómito verde, cuando lo mostraban en los comerciales de la tele…y es que no me dejaron verla o tal vez yo, dentro de mis propios miedos infantiles, no me atreví a verla.  Pues debe saberse que este clásico del séptimo arte, que no solo del terror cinematográfico, contó con lo que sería uno de sus roles más celebrados: el del padre Lankester Merrin. La verdad es que me habré visto solo unas tres veces esta película, incluyendo cuando la reestrenaron en el cine en los noventa, remasterizada y con 10 minutos más de escenas.  Cabe mencionar que su cura, un hombre que aparentaba muchos más años de los que en aquel entonces tenía este artista y que a su manera resultó ser uno de esos personajes que con unos pocos minutos en pantalla, logró quedarse en la mente del espectador.

Como el despiadado Ming en Flash Gordon.

    Todavía era un impúber cuando conocí, también gracias a la pantalla chica, una película basada en un personaje de los cómics que me encantaba: Flash Gordon (1980).  Yo veía la serie animada de la hoy extinta empresa Filmation, que me hacía alucinar; así que disfruté mucho ver en carne y hueso a uno de los mejores villanos de la historieta, al despiadado Ming, que estuvo encarnado por el ya veterano Max von Sydow (si bien solo ya convertido en todo un cinéfilo, a la década siguiente, supe quién era el actor que hizo de este).
    Mi amor por Conan el Bárbaro viene de mi más tierna infancia, de cuando veía junto a mis papás (en especial mi padre, el otro que más disfrutaba en casa del séptimo arte, aparte de quien aquí escribe) en la tele que teníamos en el negocio, que había en mi casa en aquel entonces, esta producción sobre el personaje de Robert Howard.  Pues allí también estaba el sueco, haciendo de un pequeño papel, el del Rey Osric, siempre tan bien caracterizado.  Su lugar más bien benigno en la trama, era lejos la antítesis del malvado Thulsa Doom, a cargo del igualmente talentoso James Earl Jones.
     El VHS estaba en su apogeo y yo estaba pendiente de los Premios Oscar cuando supe de un filme danés, que ganó el premio de la Academia a la Mejor Película Extranjera en 1988, Pelle el Conquistador (en todo caso, creo que solo pude apreciarla en 1990).  Dirigida por el danés Bille August, creo haber visto solo dos veces esta emotiva cinta, que tantos elogios dio al veterano, cuando  estaba terminando mi infancia y aun así una historia como esta no dejó de conmoverme a tan temprana edad; luego en los noventa, me la repetí gracias al cable.  Ahora tengo una copia digital hace casi un año y es momento de volver a disfrutarla.  Cabe mencionar, que fueron filmes bellamente realizados como este, de hondo realismo, los que aparte de las historias de ciencia ficción, terror y fantasía que tanto me gustan, los que lograron rendirme a sus maravillas.   Tiempo después, tuve el gusto de verme otra cinta que filmaron juntos director y actor, Con las Mejores Intenciones (1992), producción que llegó con un par de años atrasada a nuestras salas de cine y que pude disfrutar en las salas del Cine Arte Normandie (un querido lugar que visitaba seguido, solo o con amigos cuando hacía el pregrado); debo decir que lejos esta otra película me conmovió más, la cual también debo revisarla, pues nada recuerdo de lo que hizo nuestro querido histrión en dicha obra. 
    Fueron los noventa, cuando ya era un adolescente, que en realidad vine a “descubrir” a Max von Sydow y ello gracias a las revistas de cine que compraba siendo un adolescente (Cinegrama y Video para Usted).  Por esas fechas, en los primeros años de esa década y lejos la más feliz de mi vida, dieron en la tele la que se volvería uno de mis largometrajes favoritos: Duna (1984).  La primera adaptación de la famosa novela de Frank Herbert, tenía entre sus filas al histrión al cual hoy homenajeamos, realizando un pequeño, aunque potente papel: el del doctor Liet Kynes.  De seguro en la edición extendida armada para la TV, de la cual renegó su director David Lynch, tiene más escenas, pero la verdad solo la tuve frente a mis ojos una vez y no tengo mayor memoria de ella. No más a partir de la primera vez que me repetí esta cinta, gocé a conciencia del desempeño actoral de von Sydow.

Max en Dune.

    Hay varias otras obras que me vi de él como Despertares (1990), Hasta el Fin del Mundo (1991) e incluso la megaproducción hollywoodense de Steven Spielberg Minority Report (2002), que tanto me gusta, aunque nada recuerdo del papel que realizó en dichas películas; lamentablemente tampoco recuerdo su otra incursión en la narrativa de Robert Howard, con Solomon Kane (2009) y su trabajo con otro de los grandes cineastas que lo llamó para trabajar con él, Martin Scorcese, esta vez para La Isla Siniestra (2010); para qué hablarles de su paso en el Episodio VII (2015) de Star Wars, que si no fuera por Wikipedia no la habría puesto en mi listado, puesto que como la encontré tan decepcionante, hasta había borrado de mi memoria su intervención en ella.  En cambio de esa época, cuando yo era universitario, sí tengo muy presente su paso por La Tienda de los Deseos Malignos (1993), basada en la novela homónima de Stephen King y donde interpreta con una genialidad como para aplaudir nada menos que a un demonio (amo esa peli y me la he repasado un montón de veces); lo mismo sucede con Juez Dredd (1995), sobre el famoso personaje de los cómics británicos, donde interpreta a un heroico servidor de la ley; por igual su hermoso rol en Más Allá de los Sueños (1998), basada en la novela de Richard Matheson, también lo tengo presente, que a este caballero de las artes escénicas le salían formidables tanto los papeles de villano, como los de héroes y de hombres comunes, con la misma soltura y enorme calidad.
     La última vez que vi a este señor concedernos su arte y la que vendría a ser una de sus últimas actuaciones, fue nada menos que en la sexta temporada de Juego de Tronos y donde hizo de uno de los “Niños del Bosque” (¿O era “Hijos del Bosque”?), como el viejo Cuervo de 3 Ojos que instruye a uno de los protagonistas para ser su sucesor…La verdad es que cuando lo reconocí en escena, me alegró sobremanera su incorporación al elenco, al menos durante esa temporada.  
     Me queda claro que debo revisitar su enorme filmografía y ponerme al día con varios de sus clásicos, en especial con los de Bergman.  También sé muy bien que con su partida, otro pedacito del siglo XX se nos fue, razón por cual nos queda honrar a gente como él y agradecer su huella que nos dejó para la posteridad.


                                                      Un precioso homenaje a Max von Sydow.

lunes, 14 de mayo de 2018

¡Y sigámosle dando no más con Robert Howard! (segunda parte)


5- El pueblo de la oscuridad.

     Primero de los dos cuentos relacionados con el concepto de la memoria racial  y/o reencarnación contenidos en este libro, en los que el protagonista recuerda una existencia previa, en un pasado remoto de connotaciones propias de la fantasía de Brujería y Espadas.
     En este caso quien por “accidente” o tal vez por una razón de peso (lo más probable corresponda a esta última posibilidad) logra conectarse con su yo anterior, es un hombre celópata que está a punto de matar a traición al tipo que, según él, le ha quitado a la mujer que ama (o más bien desea).  El aspirante a asesino sigue a la pareja hasta una cueva aislada, para llevar a cabo sus propósitos y una vez dentro de ella, se activan sus recuerdos que corresponden a la parte central del cuento.  
     El protagonista fue en su vida pasada un guerrero que también se encontraba sometido a su pasión por una mujer, la que era cortejada por otro hombre, a quien este consideraba su enemigo y que era de igual manera el objeto de las atenciones de la fémina en cuestión.  El paralelismo entre una época y otra, presenta además de una persecución de los enamorados por parte del despechado (tanto el hombre “primitivo”, como el supuestamente civilizado, se dejan llevar por sus impulsos más egoístas), la introducción de una raza involucionada de humanoides caníbales y de siniestros ritos, que ven al trío como a su presa (interesante cómo el perseguidor en ambas líneas temporales, se transforma para las criaturas en una víctima potencial de sus apetitos mortales).  
     Si antes había discordia entre los dos varones, ahora al entrar en juego el verdadero enemigo, recién es posible que los antiguos contrincantes sea capaces de reconocer en la otredad de su contendiente a un igual, al que más encima puedan llegar a respetar.
    El enfrentamiento con las criaturas es intenso, encontrando el lector además otra pieza de sublimidad por parte de Robert Howard, cuando se describen los intentos de salvarse por parte de los enamorados y cómo el antiguo acosador ve, ahora con otros ojos, a quienes antes solo quería hacerles el mal.
     Detrás del drama presente en el triángulo amoroso que aquí presenciamos en dos líneas temporales, es posible identificar el tema acerca de lo que en realidad significa amar ¿Es el deseo o la pasión por una persona, lo mismo que la entrega incondicional hacia ella? De esta manera, además, podemos hayar las nociones del perdón y la redención, en las que un sujeto que tan detestable nos pudo parecer al principio, ahora es capaz de demostrarnos de que la gente puede cambiar para bien; asimismo, que el amor puede transformarnos (¿Cierto que este es un Howard bastante romántico, para el que conocemos hasta el momento?). 
    Por cierto, interesante viene a ser también que el personaje principal en su vida pasada, sea conocido como Conan el Saqueador.  Lo anterior bien puede significar que esta historia, fue escrita antes de la creación del personaje más famoso de su autor; de modo, que este otro Conan corresponde a un “borrador” del cimerio, ya que comparte con este no solo el nombre, sino que ciertos rasgos de su personalidad, tales como su talante agresivo.

     “El Pequeño Pueblo... me pregunte si esos antropólogos estaban en lo correcto en su teoría sobre una achaparrada raza aborigen mongoloide, tan baja en la escala de la evolución como para ser a duras penas humana, poseyendo con todo una diferenciada, aunque repulsiva, cultura propia. Se habían desvanecido ante las razas invasoras, decía la teoría, formando la base de todas las leyendas arias de los trolls, elfos, enanos y brujas. Viviendo en cuevas desde el principio, tales aborígenes se habían retirado más y más hacia el interior de las cavernas de las colinas, ante los conquistadores, desvaneciéndose al fin por entero, aunque el folklore fantasea aún sobre sus descendientes, morando todavía en los abismos perdidos bajo las colinas, aborrecibles supervivientes de una era gastada.”

6- El hombre del suelo.


     Otro cuento con nombre ominoso de este escritor, el que más encima viene a ser una historia de terror sobrenatural, aunque con una fuerte carga psicológica y moral. 
    En esta ocasión estamos frente a un relato con características del western, género en el cual Howard también fue un destacado cultor, puesto que la trama gira en torno a uno de esos tantos pistoleros propios de estas obras, quien al tener asuntos pendientes con uno de sus paisanos, llega al típico duelo de pistolas tan caro a estas ficciones.  La narración previa al enfrentamiento y a este mismo acto, demuestra sin dudas la facilidad por parte del escritor para contarnos de la manera más dinámica y creíble, escenas de acción, que tanto al ser de vaqueros, como de guerreros salvajes, le salen igualmente de magníficas.
      Esta vez nos encontramos con un protagonista por absoluto detestable, pues no solo se trata de alguien que se complace en la violencia y que está lleno de odio.  Ahora bien, la incapacidad del protagonista para evolucionar, se puede deber tanto a la pequeña extensión de esta pieza (unas 10 páginas en su versión traducida a nuestra lengua), como al mensaje que nos quiere dejar este título y que recuerda a la sentencia cristiana de “Quien a hierro mata, a hierro muere”; puesto que, sin dudas, estamos frente a un texto sobre la condenación que uno mismo se trae y como consecuencia de sus actos más negativos.

      “Cal Reynolds trasladó la mascada de tabaco al otro lado de la boca mientras miraba bizqueando el cañón azul mate de su Winchester.  Sus mandíbulas trabajaban metódicamente, sus movimientos cesaron al encontrar la mirilla. Se quedó rígidamente inmóvil; entonces su dedo se cerró sobre el gatillo.  El estampido del disparo envió ecos reverberando por las colinas y, como un eco más fuerte, llegó otro disparo en respuesta.  Reynolds se encogió, aplastando su cuerpo alto y delgado contra el suelo, y jurando en voz baja.  Una escama gris saltó de una de las piedras cerca de su cabeza, y la bala rebotada silbó hasta perderse en el espacio.  Reynolds se estremeció involuntariamente.  El sonido era tan mortífero como el canto de una cascabel escondida.”

7- El valle del gusano.


     El cuento que le da el nombre al tomo (y al de la vieja edición de Martínez Roca que leí en los noventa, gracias a mi amigo Miguel Acevedo, así como a otras compilaciones en diferentes idiomas), es una obra de connotaciones épicas, con elementos lovecrafnianos y, sin duda, se encuentra entre lo mejor de Robert Howard.
      Tal como debería suceder con toda narración, de inmediato se nos engancha a esta a través de las palabras de su narrador y protagonista, James Allison, un hombre ya anciano al final de sus días como tal, quien tiene la capacidad de rememorar sus existencias pasadas y que en esta ocasión trae a la memoria toda una odisea en la que participó, como el principal héroe enfrentado a un mal espantoso y antiquísimo.  La conexión entre mitos (la llamada “mitología comparada”) manejada por el escritor, una vez más deja en evidencia la enorme cultura que poseía el autodidacta Howard, al manejar tanta información, como para luego recrear con sus ficciones temas tan caros a nuestra humanidad.

     “Os hablaré de Niord y el Gusano.  Habéis oído la historia bajo varias formas distintas antes.  En ellas el héroe se llamaba Tyr, o Perseo, o Sygfrido, o Beowulf, o San Jorge. Pero fue Niord quien se encontró con la abominable cosa demoniaca que salió arrastrándose repugnantemente del infierno, y de cuyo encuentro surgió el ciclo de relatos heroicos que ha ido girando por todas las eras hasta que la misma esencia de la verdad se ha perdido y ha pasado al limbo de las leyendas olvidadas.  Sé de lo que hablo, pues yo fui Nyord.” 

     La saga de Nyord se remonta a uno de esos pasados de una era olvidada, en la cual este pertenecía a una raza de características arias, salvaje, pero de la que nos queda clara vendría a ser compuesta por los antepasados de la orgullosa civilización “blanca europea”.  Bárbaros pese a su sofisticación en algunos elementos, tienen como enemigos a los más primitivos pictos (pueblo que una vez más usa Howard dentro de sus ficciones, aunque esta vez los describe más bien simiescos), hasta que la piedad de Nyord o más bien respeto de este por uno de sus guerreros, consigue abrir un tipo de comunicación amistosa entre ambos pueblos.  La vida del protagonista y la de su gente cambia, cuando el verdadero horror llega hasta estos, bajo la figura de la criatura que da nombre al cuento, un ser tan monstruoso y que recuerda demasiado al de las narraciones de los Mitos de Cthulhu, a los que Robert Howard ayudó a dar forma.
     En sí el entorno que rodea al Gusano, con ruinas a su alrededor y la presencia de un lacayo suyo igual de esperpéntico y que además realiza todo un rito para invocar a su señor, hacen de este relato un texto bastante terrorífico.  A ello se suma el elemento gore, que en sus páginas nos encontramos con al menos dos masacres en sus páginas y la misma contienda entre el héroe y la bestia, resulta ser bien cruenta. Asimismo, hacia el final de esta una cuota de emotividad impregna la historia, que aunque a ratos encontremos al protagonista un racista y demasiado violento para nuestro gusto, sus valerosos esfuerzos no son poca cosa.

8- Los muertos recuerdan.

    ¡Qué nombre más genial se le ocurrió a Robert Howard para darle a este cuento de terror y que tan sugerente nos puede llegar a ser!
    Nuevamente estamos acá frente a un excelente ejemplo de un cuento de terror sobrenatural, que pese a su atmósfera macabra, no deje de mantener una lectura moralizante, heredada de las viejas historias orales propias de la mitología y las leyendas, que nutren a estos autores.  De este modo, la moraleja está más que presente hacia el final, que incluye el castigo al malvado personaje principal, a manos de un poder lejos por encima de las capacidades del humano común, puesto que se nos deja claro una vez más que “todo se devuelve en esta vida”.
     Contado de una manera muy singular, considerando la época en la que fue escrito este cuento, a través de cartas y declaraciones a la policía, por parte de los testigos que presenciaron los sucesos de la trama, también posee una ambientación propia del western, que le da a este relato otro interesante carácter.  Es así que volvemos a reconocer el viejo tema de la venganza, que tal como queda manifestado en esta ocasión, está justificado (hasta cierto punto).  Por otro lado, el racismo que a veces encontramos en la literatura howardiana, da acá un interesante vuelco, al no solo abordar la otredad de los “negros” y que gente como Robert Howard tanto abordó en sus trabajos, sino que volviendo a darles una sabiduría superior a la de los blancos, incluyendo un sentido de la justicia que deja a los “blancos” como idiotas (y ello para nada lejos de la verdad).

     “-Has matado a Joel y me has matado a mí, pero por Dios que no vivirás para jactarte.  Te maldigo por la gran serpiente y por el pantano negro y el gallo blanco.  Antes de que vuelva a amanecer este día, estarás marcando las vacas del diablo en el infierno.  Ya verás, vendré a buscarte cuando sea el momento justo.”

9- No me cabéis una tumba.


     Vuelvo a expresar mi admiración por la genialidad de Robert Howard, para darle tan buenos títulos a sus cuentos, que no solo resumen muy bien de qué trata su argumento, si no que más llamativos no pueden ser, invitándonos a saber qué misterios y horrores se esconden en sus páginas.  
    El tema de la magia negra y sus consecuencias para quienes la usan con propósitos egoístas, está otra vez presente en este igualmente recomendable cuento.  Acá nos encontramos con un brujo, de esos detestables y de aspecto espantoso, tan habitual en este tipo de narraciones.  El nigromante para conseguir el poder que anhela ha hecho un pacto con las tinieblas…y ahora que le ha llegado la hora de pagar su deuda, trata de evadir su parte del contrato.  
     Dos hombres “comunes y corrientes” que ubican desde hace tiempo al brujo, son testigos de los siniestros sucesos que envuelven todo esto, puesto que su conocido les ha pedido que realicen un ritual para ayudarlo a salirse con la suya.  Estos otros dos ignoran las circunstancias del favor que les han solicitado, si bien sospechaban acerca de las actividades de su compañero.  De este modo, atractivo viene a ser cómo la gente sencilla presencia actos anormales y sin ser ellos las víctimas esta vez, comprobando que el mal posee diferentes tipos de manifestaciones y las que van incluso más allá de nuestra propia humanidad.

    “- Sé que la gente de la región siempre afirmó que en su juventud había vendido el alma al Diablo, y que sus repentinos ataques epilépticos solo eran un signo visible del poder del Enemigo sobre él; pero esas habladurías son absurdas, por supuesto y propias de la Edad Media.  Todos sabemos que la vida de John Grimlan fue especialmente malvada y depravada, incluso hasta sus últimos días.  Con razón era detestado y temido por todo el mundo, pues nunca oí decir que realizara un solo acto bueno.  Tú eras su único amigo.”

10- Los palomos de infierno.


    Una colección de cuentos como esta que ahora ya estamos acabando por repasar, en la que más encima tenemos el gusto de leer no solo algunos de los mejores relatos de su autor, si no que conocerlo de manera más variada a través de distintos géneros y sagas, debía terminar con «broche de oro».  Y efectivamente ha sido así, que por algo esta historia es tan alabada por gente como Stephen King.
     En pocas palabras, trata sobre dos viajeros que para descansar y pasar la noche, se aventuran dentro de una casa abandonada.  Pero lo que no saben estos dos es que el lugar está maldito, pues en su interior se han llevado a cabo actos innombrables de magia negra, así que mejor hubiesen pasado de largo.
       La muerte le llega a uno de los dos peregrinos de manera espantosa y el que le sobrevive no solo debe presenciar una verdadera escena de horror gráfico que, de seguro, en la época en que se publicó esta obra más de un tipo de resquemor debió provocar (la escalera, la escalera), sino que además debe cargar con ser el sospechoso número 1 (y el único) del fallecimiento de su compañero.
     Es entonces que entra en la narración un tipo de personaje habitual en las historias de terror, aunque hasta el momento no habíamos visto ser usado por Howard: el representante de la ley y el orden bajo la figura de un oficial de policía, agente del FBI, sheriff u otro.  Pues el hombre que aquí toma este papel aparece no solo como una figura benigna y salvadora, sino que destaca por su actitud gallarda; no obstante, lo que más brilla en él, viene a ser su talante admirable que lo aleja de todo prejuicio y le permite ver y evaluar los extraordinarios sucesos con una amplitud (que uno bien quisiese que poseyeran aquellos dedicados a tal labor, que nos encontramos en la vida real).
      Teniendo en cuenta el lugar en el que transcurre buena parte del argumento, podemos identificar la presencia de un tema caro al subgénero: El de las casas encantadas y el que visita Robert Howard creando en verdad un sitio pavoroso, donde justamente los animales que le dan su título al texto, cumplen un rol significativo:

     “—He conocido a hombres que juraron haber visto una bandada de palomos posados en el porche de la casa, a la puesta del sol —dijo Buckner lentamente—. Todos eran negros, excepto uno. Un trampero. Estaba encendiendo una fogata en el patio, dispuesto a pasar allí aquella noche. Le vi al atardecer y me habló de los palomos. A la mañana siguiente volví a la casa. Las cenizas de su fogata estaban allí, y su vaso de estaño, y la sartén en la cual frió su tocino, y sus mantas, extendidas como si hubiera dormido en ellas. Nadie volvió a verle. Eso ocurrió hace doce años. Los negros dicen que ellos pueden ver a los palomos, pero ningún negro se atreve a pasar por este camino después de la puesta del sol. Dicen que los palomos son las almas de los Blassenville, que salen del infierno cuando se pone el sol. Los negros dicen que el resplandor rojizo que se ve hacia el oeste es la claridad del infierno, porque a aquella hora las puertas del infierno están abiertas para dar paso a los Blassenville.”

     Este cuento fue adaptado a la televisión en uno de los primeros programas antológicos, allá por los años sesenta (uno del cual ni sabía de su existencia, hasta que el ya mencionado Stephen King se refirió a ello en su ensayo Danza Macabra).  Sin embargo, teniendo en cuenta el grado de violencia dentro de sus páginas, dudo del efecto total de dicha versión para la pantalla chica.  Sería formidable que algún inteligente productor actual, hiciese una versión actualizada, tal como ahora es posible, de tan magna obra.

domingo, 29 de abril de 2018

¡Y sigámosle dando no más con Robert Howard! (primera parte)


      Luego de haber gozado tanto con el volumen Las extrañas aventuras de Solomon Kane de Valdemar, sobre el serio justiciero puritano creado por Robert Howard, no me aguanté las ganas y tras un breve paréntesis de solo leer cómics, me dispuse a disfrutar con otro tomo de cuentos del texano.  Esta vez me decidí por El Valle del Gusano y otros relatos de terror sobrenatural, también de la prestigiosa editorial (que aún me queda otro volumen del artista realizado por la misma empresa, de los 3 libros que adquirí de él en mi pasada visita a la FILSA, en noviembre del año pasado).   Opté por este título debido a dos razones en concreto: primero a que varios de sus cuentos ya los conocía de primera mano, desde mis primeros años de universidad, gracias a mi querido amigo Miguel Acevedo, quien con su gentileza habitual me prestó ille tempore su bella versión de Martínez Roca con portada de Richard Corben (caricaturista, sin dudas otro ídolo para los ñoños).  A menos que me equivoque, estos fueron los primeros textos originales del escritor que tuve el gusto de leer, que antes solo adaptaciones al cómic no más, así que era hora de revisitarlos para poder apreciarlos en todo su esplendor (y ahora convertido en alguien menos ignorante respecto a su autor).  Por otro lado, en el tomo de Valdemar, que lleva más material que la edición noventera de Martínez Roca y entre ello nada menos que Los palomos del infierno, cuento de terror que Stephen King ensalza tanto en su ensayo Danza Macabra…Y cómo soy fácil, no me resistí a escoger esta selección y la otra será para una ocasión ahora incierta (ya sabrán cuál es el otro libro aún en espera de ser devorado, je).
     Publicado originalmente por la mencionada editorial (tristemente desaparecida) Martínez Roca, en su añorada colección Fantasy, solo como El Valle del Gusano, en su primera versión a nuestra lengua se trata de una selección distinta a la que posteriormente sacó Valdemar.  Y es que el tomo que tuve el honor de tener en mi manos hace rato ya, posee en total solo 6 relatos; mientras que la selección de Valdemar cuenta con 10 textos en total y aparte de la narración que le da título a ambos tomos, solo hay otra historia que comparten entre sí (El pueblo de la oscuridad).  Pero como mi memoria es frágil y harta agua ha pasado bajo el puente, solo gracias a una pequeña investigación previa navegando por la red, me he podido dar cuenta de que nunca antes  había disfrutado aquellos escritos que hoy quiero compartir con ustedes (bueno, y para ser sinceros, los otras dos fue como si nunca antes las hubiese leído, je).
      Eso sí, el subtítulo elegido por Valdemar es bastante engañoso (y otros relatos de horror sobrenatural) puesto que de los escritos contenidos en sus páginas, solo 5 son de este género; mientras que el resto, que si bien poseen uno que otro elemento terrorífico, más bien corresponden a la fantasía épica o al llamado subgénero de espadas y brujería.  Sin embargo, pese a este desliz, el tomo completo se deja gozar bastante.
      Otra pequeña crítica para esta colección de relatos, es que salvo la interesante presentación del libro en la contratapa, no se incluye ninguna introducción previa en su interior al autor y a los cuentos mismos, que sin dudas servirían bastante para apreciar en mejor medida la perla que tiene uno en sus manos (y, bueno, la “minimalista” pintura usada para ilustrar la tapa, tampoco resulta ser tan atractiva que digamos).
      Dentro de estas páginas nos encontraremos con otros personajes habituales de la narrativa de Robert Howard, entre ellos con James Allison, personaje con el cual hizo uso del concepto de la memoria racial y de las reencarnaciones, ya que se trata de un hombre que ha tenido muchas vidas y es capaz de recordar sus antiguas identidades, siempre como un héroe enfrentado a grandes peligros sobrenaturales.  Al menos 8 son los cuentos en total que escribió sobre este (encontrándose 2 más de ellos en la edición de Martínez Roca: Los caminantes del Valhalla y El jardín del miedo).  De igual manera tenemos el gusto de hallar acá una narración con el protagonismo del picto Bran Mak Morn, perteneciente al pueblo de este nombre que en la realidad sí existió y que apareció como raza y cultura en varias de las creaciones de su autor.  Por otra parte, 2 cuentos giran en torno a Turlogh Dubh O'Brien, guerrero irlandés, que puede recordarnos en parte a Conan, gracias a rasgos de su personalidad voluntariosa.
     En cuanto a los textos de terror, abordan en su mayoría el tema de la magia negra y sus consecuencias nefastas.  Asimismo, poseen una fuerte carga moral, al asumir que toda mala acción (grave) trae su castigo y en parte, porque quienes la usan han renunciado a la humanidad, ante su deseo enfermizo de poder que termina por aniquilarlos.
     Los cuentos que comprenden la edición de Valdemar corresponden a:

1- En el bosque de Villefère.

      Un relato bastante corto que en su traducción al castellano no alcanza a tener 7 páginas completas y que para ser sinceros, viene a ser lejos lo más débil del tomo, razón por la cual mejore no hubiese encabezado tan excelente selección de los cuentos de Robert Howard (en otras palabras, la historia en sí es olvidable).
      La trama se enmarca (más o menos) dentro de las historias de terror, abarcando a su manera el tema de la licantropía. Todo en sí es bastante sencillo en apariencia, aunque al mirarlo de manera más crítica, se pueden encontrar unos cuantos detalles interesantes: Un hombre que pareciera ser autóctono de una zona más o menos rural, en las profundidades de un bosque se cruza con un viajero, un verdadero extraño y con el cual entabla una conversación.  La descripción del lugar y del mismo visitante auguran la atmósfera enrarecida de todo, en lo que la propia vida del protagonista (quien se encarga de contarnos de primera mano su experiencia) corre peligro.  La idea de la intrusión de un elemento foráneo dentro de la vida cotidiana, algo que claramente contamina aquello que damos por sentado como normal, que remece la seguridad de uno y nos pone en alerta como ingredientes para sentir temor, forman parte de esta pieza que solo es un tentempié para las perlas que más adelante le seguirán en esta colección, de uno de los grandes autores de fantasía del siglo pasado.
    Por cierto, no es el único cuento de Robert Howard que trata sobre hombres lobo, que al menos hay dos más salidos de su pluma: Cabeza de lobo y Estiércol de lobo.

     “El sendero era tan estrecho que tuvimos que caminar uno tras otro, él precediéndome. Lo examiné con cuidado. Era alto, mucho más alto que yo, delgado y filiforme. Vestía ropas que procedían, evidentemente, de España. Una larga espada colgaba a su cintura. Caminaba con largas y ágiles zancadas, sin hacer ruido.
     No tardó en ponerse a hablar de viajes y aventuras. Habló de numerosos países y mares que había visto, y discutió de muchos temas extraños. Y así, mientras conversábamos, nos fuimos hundiendo cada vez más en el bosque.
    Imaginé que sería francés. Sin embargo, tenía un acento muy raro que no era ni francés, ni español, ni inglés, y que ni siquiera evocaba ninguna lengua que yo hubiera oído antes. Extrañamente se equivocaba en algunas palabras y, en otras, era incapaz de pronunciarlas.”

2- La voz de El-Lil.

     Una visita más al África misteriosa y sobrenatural de las ficciones howardianas y de tantos escritores de su generación, esta vez a través de las experiencias de dos expedicionarios que en un viaje al llamado Continente Negro, se encuentran con uno de los tópicos más caros a este tipo de literatura: una civilización perdida.  Pero uno de los aspectos más atractivos de esta obra, viene a ser que el autor no se limita a solo inventar una cultura desconocida y antiquísima, sino que la relaciona con la existencia de un pueblo que en verdad pisó este planeta: Sumeria.  Es así que bajo el transfondo histórico que le da nuestro artista a su narración, evidenciamos una vez más su enorme cultura general como autodidacta y más encima en una época en la que no existían los medios como ahora, para acceder de manera tan fácil a un montón de datos (léase internet).
      Lo que parece una mera excursión con propósitos aventureros, se transforma en una odisea en la que la vida de la pareja de amigos protagonistas está en juego, al ser considerados como víctimas para el culto a uno de esos tantos dioses sedientos de sangre.  No solo violencia encuentran los héroes en su peregrinaje, sino que además les toca conocer un horror muy particular, que esta vez se aleja de las monstruosidades típicas de la autoría de Howard y aun así siniestra.
      Por otro lado, el elemento más o menos romántico y en el que entra dentro de la trama la presencia de una hermosa nativa, le otorga a la historia un cariz habitual propio de la literatura pulp, que hace de estos textos algo tan divertido para el lector ávido de la más sana evasión.

     “Al principio fue un susurro bajo y suave que fluía desde debajo del firme mazo del negro.  Pero rápidamente creció en intensidad.  El sonido sostenido y creciente se volvió crispante, se hizo insoportable.  Era más que un simple sonido.  El mudo había provocado una cualidad vibratoria que se introducía en todos los nervios y los hacía pedazos.  Se hizo más y más alta hasta que sentí que la cosa más deseable del mundo era la sordera absoluta, ser como aquel mudo de ojos vacíos que ni oía ni sentía el horror hecho de sonido que estaba creando.  Aun así, vi que el sudor perlaba su frente de simio.  Seguramente algún rumor de aquel cataclismo devastador reverberaba en su propia alma.  El-Lil nos hablaba y la muerte estaba en su voz (…).”

    El fragmento anterior no deja de ejemplificar el racismo propio de la supuesta supremacía del hombre blanco civilizador, del que se le acusa a Robert Howard, y sin embargo la personalidad de la belleza negra que aparece en las páginas de este cuento, así como la descripción del mundo de maravillas en el que sucede todo, contrastan con la imagen de un Howard despreciativo sobre la otredad africana.


3- Los dioses de Bal-Sagoth.


     Si el relato anterior se encuentra lleno de emociones y respecto al primero que abre este libro es una clara demostración de su talento, este otro resulta aún superior y eso que todavía no estamos hablando de lo mejor de este tomo.  La dosis de aventuras, heroísmo,  suspenso, criaturas fabulosas y violencia gráfica que caracterizan muchos de los textos de su autor, logra en su conjunto contentar al seguidor de Robert Howard hambriento de sus narraciones fantásticas.  Por otro lado, el protagonista de esta obra y aquellos otros que encontramos en su desarrollo, demuestran su habilidad para crear personajes que aunque comparten muchos aspectos con otros de su autoría, resultan extraordinarios como representantes de los aspectos más magníficos y crueles de nuestra humanidad; es así que lo mejor y lo peor de aquello que nos hace ser seres humanos, una vez más está presente en una ficción howardiana que se disfruta en demasía.
     Se trata de uno de los cuentos sobre uno de los dos relatos contenidos en esta selección, que tienen como figura destacada al guerrero celta Turlogh Dubh O'Brien, quien en este título y el que le sigue, vive algunas de las experiencias más increíbles, primero al ser prisionero de vikingos, quienes quedan descritos como verdaderos vándalos tal como la historia real en muchas ocasiones los han marcado.  Luego, un viaje forzado en el mar tormentoso lo lleva a ser el único sobreviviente de un naufragio, en el cual solo un viejo conocido también ha logrado salir con vida; es así que ambos hombres de enorme coraje, se encuentran con otro de esos pueblos desconocidos, en medio de una isla, en la cual una vez más son puestas a prueba sus espíritus luchadores.  La antigua monarca del lugar ha sido destituida por medio de una violenta rebelión y tras lograr salvar a esta de un destino aún más cruel, acceden a ayudarla para recuperar su trono, lo que como es de suponer logran conseguir no muy fácilmente, que una vez más la sangre debe correr a raudales para conseguir su objetivo.
     Los personajes que se unen al personaje principal no pueden ser más atractivos.  Primero nos encontramos con el forzado compañero de aventuras de este, el gigante gaélico Athelstane, un hombre sin patria que ha optado por ser un mercenario y que según se cuenta en esta historia, ya antes se había encontrado con O´Brien; pese a trabajar junto a salteadores y asesinos criminales, este demuestra poseer un código de honor que hace que el irlandés le tenga respeto.  
      Luego tenemos a una verdadera femme fatale, la hermosa, artificiosa y peligrosa Brunilda, quien comparte con muchas creaciones femeninas de Robert Howard la personalidad perseverante de otras salidas de su imaginación, convirtiéndola en uno de los mejores agregados a la trama.  Manipuladora como ella sola, puede ser detestable para muchos lectores, pues usa a los hombres como peones en su deseo de conseguir poder…Y sin embargo, sus intervenciones en la trama se paladean bastante.  La falta de nobleza de esta verdadera “perra” (me recuerda en parte a esa gran  villana que es Cersei de GOT), contrasta sin dudas con la de sus dos hombres.
     Por último tenemos al brujo de este cuento, Gothan, un personaje típico en la narrativa howardiana, como hombre ducho en conocimientos arcanos que usa con malevolencia y que siendo brujo viene a ser esa oscuridad que el héroe de turno debe derrotar en representación de la luz y que puede manifestarse por la moralidad propia de la nobleza espontánea (como sucede con Conan), los valores cristianos (Solomon Kane) u otros héroes salidos de la imaginación de Robert Howard.
     El argumento transcurre en un periodo histórico claramente definido, pese a sus elementos propios de la fantasía épica, pues abarca parte del siglo XI, de modo que hacia el final de esta obra aparecen nada menos que los igualmente grandes navegantes españoles.  
     Como muchos otros ejemplos de la literatura de nuestro escritor, encontramos mucha violencia gráfica y monstruosidades memorables:

     “La espantosa batalla se libró en silencio, excepto por el siseo de la respiración jadeante.  El antebrazo izquierdo de Turlogh se apretó contra el mentón simiesco, apartando las espeluznantes fauces de su garganta, alrededor de la cual los dedos del monstruo se habían apretado.  Athelstane todavía dormía en su silla, con la cabeza caída hacia adelante.  Turlogh intentó llamarle, pero las manos estranguladoras lo habían privado de la voz y estaban ahogando rápidamente su vida.  La habitación se sumergía en una bruma roja ante sus ojos dilatados.  Su mano derecha, apretada hasta convertirse en un mazo de hierro, machacó desesperadamente la espantosa cara que se inclinaba hacia la suya; los dientes bestiales se hicieron añicos bajo sus golpes y la sangre saltó salpicándole, pero los ojos siguieron sonriendo y los de dedos afilados se hundieron cada vez más hondos hasta que un campanilleo en los oídos de Turlogh tocó a rebato por la partida de su alma.”

4- El hombre oscuro.

      El segundo y último cuento del volumen que hoy nos reúne, donde disfrutamos de las andanzas del valeroso Turlogh O´Brien, viene a ser para este servidor, sin dudas el que más satisfacciones me ha dado, encontrándolo además bastante emotivo, incluso pese a su atmósfera sangrienta y ominosa habitual de estos relatos.
     En esta ocasión el héroe irlandés emprende una travesía por su propia cuenta, con el objetivo de rescatar a una doncella de su tribu, raptada por un grupo de maliciosos, mandados por una especie de señor de la guerra que quiere desposarla.  En su camino el protagonista tiene una muy interesante charla con un pescador, que pone frente a nuestros ojos la nobleza del protagonista y luego ya llegado a su destino, no solo se enfrenta a los malhechores de turno, sino que se cruza en medio de un poder sobrenatural tan sobrecogedor, que sin dudas supera al mismo O´Brien.  Por otro lado, no solo nos encontramos acá con la presencia de un dios pagano, que en sus designios es capaz de sorprender al guerrero, como no solo la enorme maldad de algunos hombres aparece como un tema recurrente en este tipo de narraciones, sino que también hayamos en estas páginas otros actos admirables por parte del personaje femenino al que fue a salvar el irlandés y… ¡De un sacerdote cristiano!
     A la vileza del antagonista Thorfel el Bello y sus hombres, los actos heroicos de Turlogh, la dama en apuros y el sacerdote, el agregado del llamado Hombre Oscuro hacen de este relato, quizás, uno de los mejores trabajos de Robert Howard, que las maravillas abundan en su desarrollo.
     Por cierto…Nos volvemos a encontrar también acá con el singular mercenario Athelstane, quien hace una de las mejores duplas junto a O´Brien, en la literatura howardiana.
     Asimismo, no se puede obviar el detalle de que una vez más el escritor conecta uno de sus textos a otros de su haber, al hacer que lo transcurrido acá tenga relación nada menos que con su también famoso ciclos narrativo del del picto Bran Mak Morn (detalle que en todo caso, solo podría ser revelado para los seguidores incondicionales del texano…Como uno, je).

     “Era la figura de un hombre que se parecía mucho a los hombrecillos morenos que yacían a su alrededor. Pero dife-ría sutilmente. Turlogh sintió de algún modo que se trataba de la imagen de un hombre que había vivido tiempo ha, pues con seguridad el desconocido escultor había tenido un modelo vivo. Y había conseguido dar a su obra un toque de vida. Allí estaba la anchura de los hombros, los brazos poderosamente moldeados; la fuerza de los rasgos era evidente. La mandíbula firme, la nariz regular, la frente alta, todo indicaba una inteligencia poderosa, un elevado valor, una volun-tad inflexible. Con seguridad, pensó Turlogh aquel hombre era un rey... o un dios. Pero no llevaba corona, su única vestimenta era una especie de taparrabos, trabajado tan hábilmente que cada pliegue y arruga estaba esculpido como si fuera real. Tenía el mismo aspecto que si hubiera sido tallada el día anterior pero, pese a todo, era obviamente un símbolo de la antigüedad.”

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