Venom (2018) fue una película
esperada por muchos a lo largo del mundo, entre fanáticos de los cómics y otros
que solo ubicaban al personaje de oídas (más bien lo vieron por ahí en una que
otra animación, videojuego o recuerdan su paso en Spider-Man 3 de
Sam Raimi); a las altas espectativas que produjo- y no cumplió- se le suma la
presencia de un actor de la talla de Tom Hardy, haciendo del ambivalente
co-protagonista humano. Sin embargo, la
cinta resultó un verdadero bodrio, en parte por su deplorable guión y
personajes poco carismáticos, entre ellos el simbionte alienígena que le da el
nombre a este filme. Pese a todo, en
especial a la mala crítica, la producción fue un éxito entre el público masivo
menos exigente y eso permitió que se asegurara una secuela, la que tras los
atrasos respectivos producto de la pandemia (¿Que ya está controlada?) se
estrenó hace poco.
Tal vez lo mejor de la primera entrega de
esto, que promete ser una saga cinematográfica, viene a ser la escena de
postcréditos: El periodista Eddie Brock se entrevista con el desquiciado Cletus
Kasidy, un asesino serial que con posterioridad tendría gran relevancia en la
saga de Venom.
Interpretado por Woody Harrelson, a quien siempre da gusto ver actuar, es el antagonista de esta secuela que supera con creces a su predecesora; y es que tal como dice su subtítulo, Carnage Liberado, el guión gira en torno a la "conocida" rivalidad entre el nuevo simbionte (en la práctica un psicópata, puesto que se ha unido al mentado energúmeno) y su involuntario progenitor. Es así que Venom junto a su compañero se va en plan de antihéroes, a enfrentarse al verdadero villano de la historia, lo que significará un esperado encuentro entre monstruos para disfrute de los espectadores (y en especial para los más ñoños de la casa, seguidores de estos populares personajes..., que en mi caso no están entre mis predilectos).
Sin embargo, lejos del espectáculo de acción y, en especial, de las salvajadas de Carnage (aquí suavizadas, al no mostrar sangre para conseguir una mayor cantidad de público), viene a ser el tratamiento de la singular relación entre el humano y su huésped. Es así, que por un lado tenemos el propio proceso de redención de Eddie, que no es fácil considerando la complicada creatura que tiene en su interior; de este modo, una parte importante de la trama procura profundizar en el proceso de aceptación mutua, que hay entre estos dos individuos aparentemente tan diferentes, demostrándonos con ello cómo es posible que nazca una verdadera amistad cuando en efecto se acepta al otro tal y cómo es y se le valora por lo mejor de sí mismo, en vez de molestarse porque los demás no son como uno. En otras palabras, todo esto tiene que ver más que con la tolerancia, en aprender a ver en los otros y sus diferencias lo que hay de común con uno, lo que nos une y de qué manera ello nos permite disfrutar de la compañía de alguien diferente.
Hay harto humor y puede ser que a veces este sea demasiado forzado, para querer hacernos que nos caiga bien el raro huésped del atractivo Eddie (suspiros y suspiros por Tom Hardy, quien esta vez se muestra mucho más sexy que en la primera entrega); pero en verdad consiguen sacarnos varias sonrisas y carcajadas, en especial gracias a su sarcasmo, así como puede llegar a terminar ganándose la simpatía de más de un espectador.
Un plus la villana enamorada de Cletus, el papel de la antigua novia de Brock y el futuro esposo de esta, quienes le agregan interesantes aristas al guión y con muy buenas actuaciones.
Cabe mencionar que si esta segunda parte logra remediar la baja calidad de su predecesora, es tanto por el control de su actor principal, quien ha ejercido de productor y de co-guionista (¿Qué tanto sabrá, en verdad, de los cómics de donde ha sacado el material?), como por la dirección de Andy Serkis, tremendo actor que nos ha sorprendido gratamente con su labor detrás de las cámaras para esta obra.
Atentos a la genial escena de postcréditos, algo inesperado, aunque deseado y que a más de un marvelita acérrimo lo pondrá desenfrenado.
Interpretado por Woody Harrelson, a quien siempre da gusto ver actuar, es el antagonista de esta secuela que supera con creces a su predecesora; y es que tal como dice su subtítulo, Carnage Liberado, el guión gira en torno a la "conocida" rivalidad entre el nuevo simbionte (en la práctica un psicópata, puesto que se ha unido al mentado energúmeno) y su involuntario progenitor. Es así que Venom junto a su compañero se va en plan de antihéroes, a enfrentarse al verdadero villano de la historia, lo que significará un esperado encuentro entre monstruos para disfrute de los espectadores (y en especial para los más ñoños de la casa, seguidores de estos populares personajes..., que en mi caso no están entre mis predilectos).
Sin embargo, lejos del espectáculo de acción y, en especial, de las salvajadas de Carnage (aquí suavizadas, al no mostrar sangre para conseguir una mayor cantidad de público), viene a ser el tratamiento de la singular relación entre el humano y su huésped. Es así, que por un lado tenemos el propio proceso de redención de Eddie, que no es fácil considerando la complicada creatura que tiene en su interior; de este modo, una parte importante de la trama procura profundizar en el proceso de aceptación mutua, que hay entre estos dos individuos aparentemente tan diferentes, demostrándonos con ello cómo es posible que nazca una verdadera amistad cuando en efecto se acepta al otro tal y cómo es y se le valora por lo mejor de sí mismo, en vez de molestarse porque los demás no son como uno. En otras palabras, todo esto tiene que ver más que con la tolerancia, en aprender a ver en los otros y sus diferencias lo que hay de común con uno, lo que nos une y de qué manera ello nos permite disfrutar de la compañía de alguien diferente.
Hay harto humor y puede ser que a veces este sea demasiado forzado, para querer hacernos que nos caiga bien el raro huésped del atractivo Eddie (suspiros y suspiros por Tom Hardy, quien esta vez se muestra mucho más sexy que en la primera entrega); pero en verdad consiguen sacarnos varias sonrisas y carcajadas, en especial gracias a su sarcasmo, así como puede llegar a terminar ganándose la simpatía de más de un espectador.
Un plus la villana enamorada de Cletus, el papel de la antigua novia de Brock y el futuro esposo de esta, quienes le agregan interesantes aristas al guión y con muy buenas actuaciones.
Cabe mencionar que si esta segunda parte logra remediar la baja calidad de su predecesora, es tanto por el control de su actor principal, quien ha ejercido de productor y de co-guionista (¿Qué tanto sabrá, en verdad, de los cómics de donde ha sacado el material?), como por la dirección de Andy Serkis, tremendo actor que nos ha sorprendido gratamente con su labor detrás de las cámaras para esta obra.
Atentos a la genial escena de postcréditos, algo inesperado, aunque deseado y que a más de un marvelita acérrimo lo pondrá desenfrenado.
Tráiler.