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martes, 9 de enero de 2018

Descubriendo a otro maestro actual de la narración (segunda parte).



     Publicada en 1995, la novela más conocida de José Saramago, Ensayo sobre la Ceguera es una obra estremecedora acerca de lo peor y lo mejor de la humanidad, revelada dicha condición en una situación límite (tal como en la vida real), aunque llevado a los extremos  de una ficción extrapolativa como esta; no obstante cabe mencionarse que la historia misma de nuestra especie ha registrado guerras, accidentes aéreos, secuestros y tantas desgracias humanas, en las que pese a lo terrible de la situación, aún queda esperanza en los corazones de los más nobles…
     El texto trata acerca de una epidemia de ceguera, algo por supuesto extraordinario y que acerca la obra a la ciencia ficción catastrófica, pues no existe una enfermedad como tal y la narración asume esta situación con racionalidad al carecer el hecho de elementos sobrenaturales (bien podría haber sido todo efecto de una maldición, por ejemplo).  El mal es llamado como Ceguera Blanca, ya que a diferencia del típico mal que priva a la gente de su vista, cuando a las víctimas les llega esta condición, en vez de quedar en tinieblas perciben un blanco que lo rodea todo.  El gobierno del país en el que transcurren loa acontecimientos (una nación anónima, pues puede ser cualquier lugar del mundo y bien sabido es que en todas partes suceden desgracias como esta y el ser humano se comporta como un ángel o un demonio), decide mandar a todos los contagiados a vivir recluidos en un manicomio abandonado; allá los protagonistas deben sobrevivir por las suyas, ya que las autoridades poca ayuda les prestan ayuda y ello da pie a impactantes momentos de miseria humana, como de verdaderos actos de nobleza pese a las difíciles condiciones en las que se encuentran.
     Los protagonistas también carecen de nombres propios, siendo llamados por una característica especial que los identifica de los demás, cualidades que los hacen ser entrañables para el lector la mayoría, pues son quienes mantienen en su persona aún su dignidad pese a todo y por eso mismo se vuelven los héroes redimidos de la historia.  Es así que tras pasar tantas penurias, estar desde el principio de la catástrofe en medio de todo, luego su odisea va más allá del paso al lugar mencionado.  Unidos por la eventualidad, el azar o la Providencia, estos personajes se vuelven una especie de familia, en la que cada uno de ellos tiene un papel que cumplir.  Lo anterior les permite permanecer en pie, ya que ha quedado claro que no somos islas y nadie puede mantener su humanidad si no reconoce el valor de los demás.
      Queda claro (y a la luz de buena parte de la narrativa de Saramago, que ya se comentó en el anterior post), que la ceguera blanca que sufre la población es una metáfora.  Si las personas se volvieron ciegas paulatinamente (al final toda la población, pese a las precauciones, contrajo esta especie de infección), es debido a que nuestra misma especie perdió la capacidad de maravillarse frente a lo que tenía ante sus ojos, viviendo bajo la monotonía de la costumbre y la deshumanización; por lo tanto ¿De qué nos sirven los ojos si no podemos ver la belleza que nos rodea? Por lo tanto es necesario hacer uso de otros ojos, de los del corazón para conseguir recuperar lo que se perdió.  ¿Y por qué razón la ceguera es blanca? Así como a mí me parece, considerando que el blanco representa la pureza, que las personas vivan rodeadas de esta albura se debe a que a partir de todo esto ahora viven en un estado parecido al Purgatorio, como almas en pena o en espera, a ver si de una vez por todas logran llegar a un estado superior de existencia.  
     Bien podría decirse que esta novela se divide en 3 partes: Primera aquella en la que la epidemia se manifiesta, comenzando ya en sus primera líneas el texto con el primer caso registrado de ella, que más encima le ocurre a uno de los personajes principales.  Es así que el dramatismo de la obra queda consignado desde ya.   

    
      “Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, dos aceleraron antes de que se encendiera la señal roja. En el indicador del paso de peatones apareció la silueta del hombre verde. La gente empezó a cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra del asfalto, nada hay que se parezca menos a la cebra, pero así llaman a este paso. Los conductores, impacientes, con el pie en el pedal del embrague, mantenían los coches en tensión, avanzando, retrocediendo, como caballos nerviosos que vieran la fusta alzada en el aire. Habían terminado ya de pasar los peatones, pero la luz verde que daba paso libre a los automóviles tardó aún unos segundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que esta tardanza, aparentemente insignificante, multiplicada por los miles de semáforos existentes en la ciudad y por los cambios sucesivos de los tres colores de cada uno, es una de las causas de los atascos de circulación, o embotellamientos, si queremos utilizar la expresión común.

      Al fin se encendió la señal verde y los coches arrancaron bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían arrancado. El primero de la fila de en medio está parado, tendrá un problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se le agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el sistema hidráulico, un bloqueo de frenos, un fallo en el circuito eléctrico, a no ser que, simplemente, se haya quedado sin gasolina, no sería la primera vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que se está formando en las aceras ve al conductor inmovilizado braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan frenéticos el claxon. Algunos conductores han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar al automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta, Estoy ciego.”

     Luego se empieza a detallar cómo el resto de los protagonistas van siendo afectados por separado, teniendo la mayoría de ellos un punto en común y luego otros más que terminan por unirlos.
Con tanta portada fea para este bellísimo libro,
justo la edición que poseo tiene la más preciosa.
     A lo anterior le siguen los capítulos transcurridos en el manicomio, en los cuales se plasman sin dudas los momentos más impactantes y emotivos de todo el libro.  En sus páginas nos encontramos con la expresión de la doble naturaleza de los seres humanos, que nos puede llevar tanto a cometer las peores atrocidades, como a sacar lo más hermoso que hay en uno.  Al final tal como queda declarado en esta novela y en la vida misma, todo viene a ser cuestión de nuestro libre albedrío, de las decisiones que tomamos y del camino que hemos optado por seguir; es así que si bien los protagonistas no son seres perfectos (con miedos, inseguridades, celos y otros defectos y que al ser capaces de contrarrestarlos con nuestra fuerza de voluntad, nos convierten en mejores personas), tienen la oportunidad de redimirse y elevarse por medio de todas las taras que hay a su alrededor.  Hay momentos de coraje, sublimes, de compasión, en los que se demuestra que el amor es lo más valioso que tenemos en cualquiera de sus manifestaciones, así como episodios terribles de violencia contra el prójimo, productos en general del egoísmo, más que del miedo.  Por lo tanto otra lección que nos da este título, es que si no existe empatía ante el sufrimiento del otro, es imposible evolucionar hasta volverse alguien mejor.  
     Con posterioridad, cuando el grupo de compañeros ante el infortunio ha logrado salir de su prisión, se encuentran con un escenario por completo peor que el anterior, pues la sociedad está devastada y el purgatorio simbólico que significaba ser la llamada Ceguera Blanca, ahora más bien pareciera pasar a un infierno sobre la tierra.  Luego, en contra de la esperanzas que tenían los protagonistas de escapar de su reclusión, se encuentran con que la mayoría de las personas ha perdido la fe y su misma identidad como personas racionales, transformándose en meras bestias que solo piensan en lo más básico: sobrevivir.  Solo nuestros héroes sin nombre se mantienen con la frente en alta, porque al tenerse entre ellos y haber pasado lo peor en el manicomio, han logrado lo que los otros no tienen: experiencia y la compañía de sus pares.  
     No faltan verdaderos episodios macabros en esta última parte del libro:

    “(…) La basura en las calles, que parece haberse duplicado desde ayer, los excrementos humanos, medio licuados por la lluvia violenta los de antes, pastosos o diarreicos los que están siendo evacuados ahora mismo por estos hombres y mujeres mientras vamos pasando, saturan de hedores la atmósfera, como una niebla densa a través de la cual sólo con gran esfuerzo es posible avanzar. En una plaza rodeada de árboles, con una gran estatua en el centro, una jauría está devorando a un hombre. Debía de haber muerto hace poco, sus miembros no están rígidos, se nota cuando los perros los sacuden para arrancar al hueso la carne desgarrada con los dientes. Un cuervo da saltitos en busca de un hueco para llegar también a la pitanza. La mujer del médico desvió los ojos, pero era demasiado tarde, el vómito ascendió irresistible de las entrañas, dos veces, tres veces, como si su propio cuerpo, aún vivo, se viera sacudido por otros perros, la jauría de la desesperación absoluta, hasta aquí he llegado, quiero morir aquí. El marido preguntó, Qué tienes, los otros, unidos por la cuerda, se acercaron más, repentinamente asustados, Qué ha pasado, Te ha sentado mal la comida, Algo que estaría pasado, Pues yo no noto nada, Ni yo. Menos mal, mejor para ellos, sólo podían oír la agitación de los animales, un insólito y repentino graznido de cuervo, en la confusión uno de los perros le había mordido en un ala, de pasada, sin mala intención (…).”

    La novela, tal como ya habrá quedado presente en las citas textuales incluidas, se encuentra escrita de una manera muy particular: con párrafos largos, en los cuales los diálogos en vez de ir por separado forman parte de extensas oraciones, sin comillas, ni conjunciones anticipativas a las palabras de los personajes; esto, pese a todo hace de la lectura algo fluido, porque además mantiene al lector totalmente atento a la narración misma para no perder el hilo de la historia.  El narrador se permite de vez en cuando reflexionar acerca de la condición humana, entregando verdaderas perlas de sabiduría, que lo llevan a uno a calibrar de manera más profunda lo que se está contando.  
    Los personajes del libro son:

·         El médico: Especialista en Oftalmología, es la persona que une a todos los otros protagonistas, por ser en su mayoría pacientes suyos.  No puede ser más simbólico e impactante que alguien que trabaja sanando la vista de la gente, aunque siendo un especialista sin mayor relevancia social y/o científica, tras ser uno de los primeros en contraer el mal, se vuelve alguien aparentemente incompetente tras volverse uno más de los ciegos.
·         La mujer del médico: Si no el personaje más admirable de todo el libro, sin vacilaciones en ella vemos las mayores demostraciones de determinación y heroísmo.  Más encima como un detalle magnífico de la obra, es la única persona de la que llegamos a saber que no contrae la enfermedad y sin embargo no duda en acompañar a su marido a la especie de gulag donde lo mandan a él y al resto; luego es quien ayuda al grupo que se formará en torno a ella y su esposo, a salir adelante entre cada una de las pruebas a las que se enfrentan.  Uno de los momentos de mayor impacto en el que participa esta mujer, viene a ser cuando es partícipe del dilema sobre la naturaleza de la justicia.
·         El primer ciego: Tal como aquí se le llama, es la primera persona que contrae la Ceguera Blanca.  Es un hombre que mayormente no destaca por su personalidad, salvo que tal como el otro personaje varón también es casado y lo acompaña su esposa, quien también está infectada (a la fémina se le llama justamente la mujer del primer ciego).  Ambos son parte del grupo original en llegar al manicomio y en unirse a los de arriba.
·         El ladrón: Delincuente que se aprovecha de la nueva incapacidad de nada menos que del primer ciego, a  quien le roba el auto cuando se ofrece a llevarlo a su casa, luego de que este se vuelve ciego.  La justicia poética lo lleva a ser otro de los primeros en enfermar y llegar al mismo lugar que los otros.  Sin ser malvado, se trata de un tipo de menos escrúpulos, lo que con posterioridad le provoca su propia perdición; sin embargo cuando le llega su momento, no puede ser más lamentable su situación como víctima de sus propios apetitos.
·         La mujer de las gafas oscuras: Sin dudas el personaje que más evoluciona a lo largo de la novela.  Se trata de una hermosa dama que sin ser prostituta, gusta acostarse con distintos hombres para que estos le hagan regalos caros.  Se vuelve ciega en circunstancias bastante vergonzosas.  El dolor y todo lo que le pasa una vez que llega al asilo, la vuelven alguien con una mayor sensibilidad que la que antes tenía; es así que llega a acoger al único pequeño del grupo, el niño estrábico y quien es mandado por las crueles autoridades sin su familia, a esa vida de reclusión.
·         El viejo de la venda negra: Anciano que también era paciente del médico, a quien iban a operar de una catarata que lo tenía tuerto antes de que la epidemia se desarrollase.  Al ser el último en llegar al grupo, ayuda a los demás a enterarse de cómo la sociedad se fue desmoronando, en la medida que el resto de la población fue quedándose ciega, puesto que el mismo tardó en contraer la enfermedad.  Es un hombre tranquilo y sabio, cuya existencia antes de la tragedia es la de alguien solitario, hasta que logra formar parte de esta familia que conoce en medio de la catástrofe.
·         El perro de las lágrimas: El inesperado último integrante del grupo protagonista, a quien conocen una vez que llegan a la devastada ciudad, luego de que consiguen salir de su prisión. Su compañía se vuelve un valioso bálsamo para esta pequeña comunidad.
·         La vecina del primer piso: Triste personaje que aparece recién cuando tras salir a la ciudad, los protagonistas logran llegar hasta la casa de la la mujer de las gafas oscuras.  Es una anciana que ha conseguido sobrevivir a esta especie de apocalipsis, sola y ciega, aunque a costa de su dignidad; pues subsiste en medio de un ambiente que es descrito como algo tétrico.  Aparentemente convertida en una persona hosca, recupera en parte su dulzura, cuando su destino se cruza con el de nuestros protagonistas.


lunes, 25 de diciembre de 2017

Descubriendo a otro maestro actual de la narración (primera parte).


      Hace rato que tenía pendiente leer algo sobre José Saramago, importante autor portugués ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998, ya que desde que me vi hace años la adaptación de la que tal vez sería su novela más famosa, Informe sobre la Ceguera (1995), enganché con su historia y me nació el interés por adentrarme en su narrativa.  Harto ha pasado desde entonces y tan solo en el transcurso del mes pasado, recién me vine a leer el mencionado texto, gracias a que me compré en oferta una preciosa edición de Copec del libro en cuestión.
      La verdad es que nada sabía de este señor, por quien ahora siento mucho respeto y por el cual a futuro bien deseo tener otras obras suyas y gozarlas tanto como fue con el título mencionado.  Aparte del preciado galardón que recibió, nada más sabía de este señor, así que me puse a googlear para aleccionarme al respecto y poder contarles unas cuantas cosas de su vida e impresiones mías, antes de irme de lleno al comentario personal sobre su novela leída.
     Nacido el 16 de noviembre de 1922 en Portugal, se dedicó no solo a la novelística, sino que también al teatro, la poesía, el ensayo, el relato corto, la narrativa infantil y juvenil y destacó además en el periodismo, pues por años trabajó para diversos periódicos (siendo posteriormente recopilados varias de sus crónicas en diversos tomos); de igual manera incursionó en la blogósfera, habiendo dos libros que reúnen muchos de sus posts.
      Como muchos artistas de fuertes convicciones políticas de izquierda, era comunista y ello le traje en un determinado momento de su existencia problemas con el gobierno dictatorial de António de Oliveira Salazar, sufriendo como muchos intelectuales de oposición censura y persecución.  No obstante la vida es justa, y Saramago le sobrevivió por décadas y se hizo un hombre de connotación internacional, algo que no se puede decir de sus enemigos.
     Al revisar su biografía y su enorme lista de obras, me llaman la atención 3 detalles que para nada son insignificantes:
      Primero: Le concedieron el Nobel recién en una fecha que podría parecer bastante tardía, ya cuando contaba con más setenta años, a una edad que no deja de ser avanzada, si bien pudo disfrutar de tal distinción durante más de una década (falleció el 18 de junio de 2010, a los 87 años).  Y escribió de manera continua y publicando aún después de que la Academia Suiza se fijó en él.  Supongo que un reconocimiento como este considera una larga vida dedicada al arte de la palabra, lo que de seguro implica tener a cuestas largo tiempo creando obras de este tipo, de indiscutido valor literario, algo que de seguro los encargados del nobel lo verían solo destinado a verdaderos veteranos (en vez de premiar a maestros más jóvenes, potenciando así la valoración de su trabajo, algo que por mi parte considero que no sería malo).  
      Segundo: En el plano religioso era ateo y sin embargo una de sus obras más importantes viene a ser El Evangelio según Jesucristo (1991), novela con la que incursionó por segunda vez en la narrativa histórica (luego de Memorial del Convento, 1982) y más encima, tal como dice su nombre, adentrándose nada menos que en los tiempos de Jesús.  Pues esta obra le trajo más de una polémica, en especial de ciertos sectores cristianos que consideraron su trabajo como una verdadera ofensa a la figura del Hijo de Dios (más adelante otros trabajos suyos también molestarían a los más acérrimos inquisidores).  Ahora bien, Saramago no fue el único comunista ateo que realizó una ficción acerca de Cristo, ya que el cineasta italiano Pier Paolo Passolini hizo El Evangelio según San Mateo (1964), considerada una de las cintas más hermosas sobre el Nuevo Testamento.  Y es que por mucho que varios prejuiciosos detractores al comunismo crean que esta ideología es por completa opuesta a las enseñanzas de Jesús, muchos de sus simpatizantes lo consideran como una figura de respeto, por sus principios bastantes cercanos a su propia posición (sin olvidar que también hay marxistas católicos, aunque parezca increíble).  Asimismo antes de Saramago, otro genio de la literatura, Robert Graves (el mismo de esas joyitas que son Yo, Claudio y El Dios Claudio y su esposa Mesalina) escribió Rey Jesús (1946) otra fantasía histórica en torno al Mesías, que también tuvo su grado de querella, de modo que al volver a Saramago podemos ver que este , ya sea consciente o inconscientemente, recoge en su título una visión más humana del personaje, siguiendo una tradición que lo más probable que otros narradores la hayan tomado también para sus obras.  La verdad es que apenas he querido adentrarme en el contenido de la novela de Saramago, que mucho deseo adquirirla para disfrutarla en un futuro cercano.
      Tercero: Revisando su lista de libros, me he dado cuenta con mucha alegría de que no solo Informe sobre la Ceguera lo acerca la misma ciencia ficción (claramente uno de mis subgéneros favoritos), sino que a lo largo de su carrera el escritor demostró un verdadero interés por las ficciones de tipo extrapolativo, de modo que varios de sus otros textos están a camino entre la fábula para adultos, la misma fantasía histórica o la narrativa maravillosa.  En todo caso, muchos de estos títulos no dejan de ser una reflexión y una crítica mordaz a varios males de la sociedad actual, con una evidente tipología de los héroes y villanos que encontramos en el mundo real, todo disfrazado bajo una ingeniosa fantasía narrativa.  Es así que en El año de la muerte de Ricardo Reis el protagonista se encuentra con el espíritu del poeta Fernando Pessoa (1984).  En tanto que en La Balsa de Piedra (1986) juega con la hipotética idea de una Península Ibérica, que debido a un cataclismo se desprende del resto de Europa y comienza un viaje junto a sus millones de habitantes a lo largo del planeta.  En cuanto a Historia del cerco de Lisboa (1989) trata en parte el tema de las realidades alternativas o ucronías, al contarnos acerca de una versión diferente a los hechos históricos, sobre la negación de los cruzados en ayudar al rey de Lisboa durante unos conflictos armados en plena Edad Media.  Todos los Nombres (1997) nos muestra otra de esas pesadillas kafkianas en las que su personaje principal trabaja para un asfixiante Registro Civil y se enamora/obsesiona de una mujer a la que ni siquiera conoce.  Mientras que La Caverna (2000) es otra obra que nos muestro un mundo muy parecido al nuestro y que se acerca a la idea de la antiutopía.  Por medio de El Hombre Duplicado (2002) aborda el tema del doppelgänger, el doble, tema bastante popular en la literatura (asimismo esta novela fue llevada al cine en 2013, por el director  Denis Villeneuve, bajo el nombre de Enemy y con estrellas de la talla de Jake Gyllenhaal e Isabella Rossellini).   Quizás aún mucho más impactante puede llegar a ser el elemento fantástico de Las Intermitencias de la Muerte (2005), libro en el cual nada menos que en Año Nuevo la gente deja de morir y luego de la respectiva euforia ante la supuesta buena noticia, las consecuencias de este hecho complican a la comunidad que se ha encontrado con los percances que esto puede atraer.  Su última obra publicada en vida, Caín (2010), retoma el tema religioso por un hombre ateo como él, pero que a lo largo de su existencia y de bibliografía, se puede evidenciar su preocupación por los grandes temas humanos, que sin dudas lo acerca a lo que se espera de un creyente: la fe en lo mejor del ser humano y como bien queda demostrado en la novela Ensayo sobre la Ceguera, de la que dentro de poco escribiré.  Volviendo a Caín, este título recoge al “primer asesino” de la historia según la Biblia y haciendo que este tras su fratricidio, lleve su vida errante de castigo a través del tiempo, llegando a conocer a otros personajes bíblicos. 


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