La reciente e inesperada muerte de Michael
Clarke Duncan, el “protagonista” por excelencia de la película a la que hoy le
dedico mi atención, y la que le otorgó al desaparecido actor el reconocimiento
público, me hizo querer honrar su memoria escribiendo un artículo sobre él; no
obstante también desee volver a ver el mentado filme, después de todo hace casi
cinco años que no veía una de mis cintas favoritas.
Basada en la novela homónima de Stephen King, La Milla Verde fue la
segunda película que el director y guionista Frank Darabont hizo de una obra de
este autor. Luego de hacer en su
juventud un elogiado cortometraje en los años ochenta basado en el cuento
clásico de éste, La Dama de la Habitación, Darabont se ganó la amistad y la
confianza de King para llevar al cine su novela corta Rita Hayworth y la Redención de
Shawshank; con este trabajo sería nominado a siete premios Oscar,
incluyendo Mejor Película, sin ganar ni uno, pero con el tiempo sí obtendría
una gran serie de adeptos, por no mencionar llegar a estar considerada en
muchas listas serias entre las mejores películas del cine…Pero esa es otra
historia y ya fue contada con creces en este mismo blog.
Fue
así como en 1999 volvió a probar suerte con la literatura del llamado “Rey del
Terror”, si bien esta obra y las otras dos anteriores que adaptó el artista no
son precisamente de terror, por muy bien que en este último caso se dan unas
cuantas dosis de terror en la historia.
La nueva cinta también fue nominada para los premios Oscar, esta vez con
en cuatro categorías, incluyendo Mejor Película…y tampoco obtuvo ninguna; no
obstante sí Michael Clarke Duncan y Patricia Clarkson recibieron sendos premios
a mejor actor y actriz de reparto en los Premios Saturn.
La
película es la adaptación de la que es considerada una de las mejores obras de
Stephen King, que data de 1996, y la cual a su vez a la hora de su publicación
supuso un “experimento” editorial, que además fue uno de los tantos homenajes
del escritor al que siempre ha considerado como a una de sus fuentes
inspiradoras: Charles Dickens. Tal como
el autor del siglo XIX, King editó el libro que en español primero se conocería
como El
Pasillo de la Muerte, en 6 delgados tomos, a manera de novela por
entregas y una al mes, teniendo cada número un título propio, más el nombre
genérico de The Green Mille ( La Milla Verde). Cuando el autor comenzó su proyecto, iba
escribiendo la historia a medida que esta salía en circulación, de modo que ni
el lector constante, ni su creador tenían idea de cómo iba a terminar el relato
que desde un principio partió como una historia bastante distinta a muchas de
las obras que había escrito hasta el momento, si bien compartía numerosos de
los elementos que ya habían hecho famoso al creador de Carrie y El
Resplandor: uno o más misterios ligados al pasado de sus personajes;
protagonistas carismáticos y para nada alejados al público seguidor que lograra
identificarse con las vicisitudes de estos; una ambientación fabulosa en medio
de un ambiente que recuerda tanto a cualquiera que podamos conocer en la
realidad, pero que mantiene una atmósfera enrarecida que lo hace ser parte de
la ficción misma de una obra de este tipo; malos muy bien caracterizados y que
pese a su carácter maquiavélico poseen una verosimilitud que no les hace ser ni
maniqueos, ni estereotipos pasados de moda; su buena dosis de humor; sangre;
violencia; aventura y muchas cosas más…Tiempo después Stephen King publicaría
en un solo tomo esta serial y con un muy interesante prólogo donde daría
grandes claves acerca de la génesis de su libro.
Cuando King le contó a su amigo Frank Darabont de este nuevo proyecto
suyo, el director y guionista quiso contar con la venia de narrador para saber
antes que todo el mundo cómo terminaría la historia, pero se encontró con que
ni King tenía idea de qué pasaría, como que tampoco estaba dispuesto a pasar a
llevar a los millones de sus seguidores haciendo favoritismo aún entre sus
íntimos y entregando información antes de tiempo. Fue cuando por fin se supo el desenlace
de la obra que tuvo a tanta gente
atenta, que Darabont le pidió a King le cediera los derechos para poder
realizar su adaptación fílmica. King ni
vaciló en concederle ahora sí su deseo.
La
Milla Verde debe su nombre al pasillo de este color que cubre los pisos
de la sección de una prisión donde tienen prisioneros a los sentenciados a
morir en la silla eléctrica (a la que llamar coloquialmente “La
Freidora”). Esto transcurre durante
plena depresión económica de los treinta en Estados Unidos, por lo que al peso
de la fragilidad de quienes viven y conviven en este sitio, se suma el ambiente
de temor e incertidumbre social que
impera en la nación. Es en este lugar
donde se supone que debería reinar la desesperanza, la crueldad y la
intolerancia, que Paul Edgecomb, jefe de
los guardias que “cuidan” a los reos,
vela junto a sus hombres de que en la zona aún se mantengan la cordura y
la compasión, tratando a los sentenciados con la mayor dignidad posible. Aquellos pocos que viven tras las rejas
esperando su destino final, tampoco son los monstruos que uno quisiera creer y
bien el paso del tiempo y la conciencia los convirtieron en mejores personas, o
lo más probable es que su permanencia allí se debiese a un sistema de justicia
demasiado imperfecto; todo esto más si se considera que hablamos de una época y
un país famosos por sus prejuicios, y donde no eran lo suficientemente rigurosos
como para evaluar hasta qué punto su idea de justicia humana era la correcta.
Es
como frente a la circunstancia que viven estos personajes, que se presenta por
parte del autor del libro un discurso moralizante y de compromiso ideológico,
donde se observa una fuerte postura anti pena de muerte. Todo esto, luego que se muestra lo absurdo e
inhumano que resulta este castigo, puesto que el sentenciado ya ha dejado de
ser la persona que originalmente cometió el crimen, luego de que se redimió
tras pasar años privado de su libertad y al alero de su conciencia (sin dejar
de mencionar todos los años que se pasó esperando la llegada de la fecha de su
destino final); por otro lado, cabe recordar que tal como muestran bien el libro
y la película mismas, muchas veces el castigo supera al crimen, de modo que el
ajusticiamiento pedido resulta ser algo caprichoso y tan criminal como aquello
que se desea penar. Es entonces que aparece la contraposición entre la idea que
el hombre común posee de lo que es justo, con su muy arbitrario sistema legal y
la de una justicia mucho más correcta y superior (tema que se abordará más
adelante en este mismo texto).
Un
día llega a este lugar un hombre al que se le acusa de un espantoso crimen, un
individuo negro de más de dos metros y de simbólico nombre John Coffey; éste
con su espíritu dulce e infantil hace dudar a todo el mundo de que fue quien en
realidad realizó la bestialidad de la que se le imputa. Coffey guarda más de un secreto, pero no
vacilará en sacarlos a la luz cuando sea
necesario y ello significará marcar la vida de todos los del lugar,
demostrándoles que cualquier sitio y circunstancia están expuestos a los
verdaderos milagros: como que el amor existe de verdad y puede lograr verdaderas
transformaciones, al igual que su contrapartida, pues la maldad pura nunca deja
de hacer su aparición.
Tanto
la novela como la película parten cuando Paul Edgecomb es ya un anciano y vive
en un asilo. Allí recuerda su pasado,
puesto que pesa sobre él ser el último testigo de hechos que demuestran la
existencia y la naturaleza de lo sobrenatural (elemento que en medio de su
extrañeza también evidencia de qué está hecho el espíritu humano, ya sea en sus
aspectos más benignos, como en los más oscuros y siniestros). Este conocimiento
que guarda dentro de sí, a ratos no lo deja tranquilo. De este modo la trama se constituye en un
extenso racconto, que en el caso de la película abarcará casi tres
horas y que en todo caso se pasarán sin motivo de aburrimiento (al contrario,
los momentos de tantas emociones se sucederán una y otra vez y puede ser que el
espectador requiera de más de un pañuelo o servilleta para secar sus ojos).
En la
llamada “Milla Verde” no todo el mundo actúa motivado por los buenos
sentimientos. Allí también se encuentran
dos hombres que desde sus particulares posiciones representan dos caras de la
misma moneda y por ende, dos variantes del mismo principio de la maldad. Por un lado está el jefe Percy, quien
simboliza en su vileza a quien ostenta la autoridad como una manera de usar su
poder para saciar sus apetitos más sádicos; es así como se esconde bajo la
supuesta impunidad que le otorgan sus contactos. Pero también se encuentra William «Billy the Kid» Wharton, sentenciado a muerte que no
vacila en esconder su espíritu carente de cualquier convención social, respeto
por la autoridad y hacia los demás y para quien el mal es una herramienta que
le otorga placer y nada más. A estos dos
deben enfrentarse los protagonistas y son sus verdaderas fuerzas opositoras. Ya se ha hablado de que en esta obra está la
convicción de que la justicia humana es algo lleno de debilidades, que más bien
resulta algo caprichoso y carente de toda humanidad…Pues bien, es así como la
presencia de estos siniestros sujetos permitirá que a lo largo de la historia
se manifieste otro tipo de justicia, una que va mucho más allá de los preceptos
humanos y que escapa a todo control que uno pueda tener: la Justicia Divina. No es primera vez que Stephen King aborda
estas ideas mucho más metafísicas, más si todavía se tiene en cuenta su
educación religiosa, puesto que pese a no abrazar hoy en día una religión
cristiana específica, nunca ha perdido sus principios de este tipo. Tanto en la novela como en la película la
llamada Justicia Divina llega y cuando lo hace no hay manera de oponérsele; el
castigo es severo, pero sólo cuando el disfrute de la maldad es completo y no
hay modo de redención, ni deseo de cambiar; pero es que también no deja de
verse el otro aspecto de esta justicia que implican el perdón y la paz. A su vez Frank Darabont en la adaptación que
hace, llega a tal punto a ilustrar esta dicotomía entre ambas justicias, que
las imágenes que nos muestra tienen gran impacto visual y semántico.
Dentro de la dimensión religiosa de esta
obra, se encuentra lejos la figura misma de John Coffey, una encarnación
angelical que como Cristo, santos y mártires de la fe, lleva sobre sus hombros
el peso de saber que existe la malicia en el mundo y que la única manera de
enfrentarse y contrarrestarla es muchas veces con un gran sacrificio
personal. Como hombre negro de su época,
John Coffey es el ideal chivo expiatorio para responder a los prejuicios
sociales de un pueblo al que le interesa más dar soluciones fáciles a sus
necesidades vitales, que a hacerse recriminaciones propias y buscar una
verdadera respuesta sobre qué está realmente mal en el mundo y cómo podemos
contribuir para que todo sea mejor.
John, “Juan” en inglés y Coffey, que tal como dice el propio personaje
cuando habla de cómo se llama “Suena como a café, pero se escribe
distinto” lleva como muchos personajes de la literatura un nombre (y apellido) alegóricos
y en su caso preciso estos atienden a su carácter bíblico (Juan): en cuanto a
su apellido (“Café” en español) corresponde a su naturaleza de oprimido como
representante de una raza que estuvo sometida por la esclavitud y donde entre
otras cosas se les obligó a trabajar en la cosecha de este vegetal, por no
mencionar el parecido de su piel con el color de éste.
La película en su traslación a imágenes y
seleccionar los mejores momentos del libro, como también en todos los diálogos
que aportó Darabont en su trabajo de guionista, está llena de referencias del
tipo religioso (aparte de los ya mencionados).
Algunos de los más significativos son el mismo proceso de la preparación
de los sentenciados a muerte antes de su electrocución, donde se observa cómo
el guardia encargado de ello prácticamente “unge” al prisionero, primero
haciéndole una especie de tonsura si fuese necesario (como el círculo sin pelo
que llevaban algunos monjes medievales sobre sus cabezas) y luego echándoles
con toda delicadeza agua sobre sus cabezas a manera de
sacramento/bendición/bautismo para pasar de un estado a otro (de la vida mortal
a la vida eterna). Luego está la famosa
escena, y emotiva, en la cual Coffey, Edgecomb y otros hacen un particular
viaje y debido al cual el primero de estos recibe como regalo una medalla de
San Cristóbal, el santo patrón de los viajeros (de tal modo que ya nunca más podrá
sentirse solo). No se puede dejar de
lado lo que ocurre poco antes del clímax, cuando a John se le otorga un especial regalo
de parte se sus amigos y ve por fin una película; es entonces que en un
determinado momento se le muestra de frente y tras el proyector de cine la luz
le sale por detrás cual aureola de las antiguas imágenes religiosas católicas.
Por último, las actuaciones son de tan
gran nivel entre todos los actores que acá participan, que logran otorgarle una
humanidad increíble a sus personajes, ya sea retratando lo más virtuoso, como
la más lúgubre que habita dentro de nosotros.
Ya me he referido al antológico trabajo de Michael Clarke Dunkan para
este filme (una de las tantas razones que hace lamentar aún más su reciente
partida), pero sería injusto dejar de lado lo hecho por Tom Hanks, quien acá
hace otro de sus camaleónicos papeles y logra insuflarle un hálito de
paternidad que bien uno quisiera poseer.
También destaca lo hecho por Michael Jeter, el cual acá hace de
Delacroix, el prisionero más carismático de la Milla Verde después del propio
Coffey. En cuanto a los actores que
hacen de los “malos” de la historia, estos fueron los comienzos de quien hoy en
día es considerado como uno de los mejores actores de su generación, Sam
Rockwell, con tantos largometrajes a su haber y en tantos papeles diferentes;
por su parte Doug Hutchison, al interpretar a Percy, el guardián malvado, no se queda atrás
a la hora de personificar con solvencia a un hombre despreciable. En un filme con pocos personajes femeninos
(sólo dos de importancia), las dos únicas apariciones de Patricia Clarkson dan
claras nociones de lo que es una actuación de calidad y hace que uno quisiera
ver más de esta gran actriz. Para ser
sinceros todos los actores de la película poseen gran versatilidad.
Tal como lo hizo en su tercera película, The
Majestic (2001), Darabont rinde pleitesía a la magia del cine y su
poder para crear belleza y sobrecoger los corazones del público; todo gracias a
las imágenes que superan las fronteras de la época y los idiomas. La ya mencionada visita de John Coffey a una
sala de cine muestra una escena de uno de los filmes más famosos de Fred
Astaire, Sombrero de Copa, con su recordada canción Cheek
to cheek y que en tantos otros largometrajes ha aparecido en sus bandas
sonoras. El gozo del prisionero al ver
esta obra, es la dicha de quien llega a contemplar una cinta sabiendo que está
frente a una manifestación de la sublimidad de este arte.
La sola sonrisa de John Coffey es un regalo
para el espectador.
El filme completo es un regalo para el alma
y nos deja con la certeza de que pese a todo lo malo que pueda ocurrir a
nuestro alrededor, aún existe bondad en los corazones y que ésta es superior a
cual signo de malevolencia.
Mi buen compañero Elwin, que mejor homenaje de despedida que recordar una obra de tal calibre como la milla verde para despedir a nuestro "Jhon Coffey" un actor k nunca paso de los 40 en imagen, creo yo. Recuerdo cuando vi esta película por primera vez bajo el titulo de "Milagros inesperados" fue uno de primeros encuentros que tuve con lo que ahora llamo justicia y no "algo caprichoso y carente de toda humanidad" tomando tus palabras. Me gustaría decir también, aparte de felicitarte por tu nutrido articulo, que como pocos (contados con una mano) Darabont se esfuerza y logra tomar los puntos criticos de la obra para llevarla a nuestros ojos. Muchas, muchas, muchas gracias Frank, Stephen, y al reparto.
ResponderEliminarMuchas gracias, Nicolás por "pasearte por acá" y dejar tus palabras tan inteligentes que me demuestran cómo podemos llegar a compartir las ideas y que no somos islas, nos complementamos y aprendemos de los demás.
ResponderEliminarMuchas veces como simples mortales perdemos la fe en lo que nos rodea, yo me considero no creyente, pero a veces siento que las cosas pasan de forma fortuita de tal modo que cambian nuestras vidas, como por ejemplo (y perdon por lo ridiculo que pueda sonas), alguien como yo hace 5 años nunca penso que tendria pareja debido a una limitante (tengo labio leporino) y pese a la discriminacion a lo largo de la mayor parte de mi vida (por lo mismo) lo pensaba como algo inalcanzable, hasta que conoci a quien hoy en dia es mi novia y ha estado conmigo por mas de 4 años apoyandome en todo.
ResponderEliminarCon respecto a la pelicula, obviamente para retratar lo mejor posible una obra de king se requiere de actores de gran calibre, así como el gran Dunkan y el carismatico Tom Hanks que en la mayoria de las peliculas en donde actua termina conmoviendo al esectador, recordando que este fin de semana en el bus vi de ida y de vuelta la pelicula filadelphia la cual protagoniza con Denzel Washington, en donde nos muestra una realidad mas que reflexiva sobre la discriminacion y el sida, junto con un ejemplo de superacion y ayuda cuando menos la esperamos.
Atte. Fabian Ibarra
En realidad, Fabián, esta película es una buena dosis de esperanza: de que existe la buena voluntad entre la gente y de que el amor es un poder que puede marcar nuestros corazones hasta convertirnos en mejores personas. Te doy gracias por compartir conmigo tu valiosa experiencia personal.
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