1.
El texto original.
La Trituradora (The Mangler
en su idioma original), es el quinto cuento que comprende la primera colección
de historias breves de Stephen King, traducida a nuestra lengua como El
Umbral de la Noche (The Night Shift, o sea, Turno Nocturno
en español y que es así como se llama otro de los relatos que comprenden
sus páginas). Se trata de obras escritas
en su mayoría antes de que alcanzara fama y fortuna, gracias a Carrie y
a novelas posteriores; son cuentos que publicaba en revistas “para hombres”
como Playboy y Cavalier, así como una que otra especializada. Textos de terror puro en su mayoría, de tipo
sobrenatural, salvo unos cuantos casos y también algunas de sus primeras incursiones
en la narrativa más emocional, como La
Dama de la Habitación, que posteriormente fue adaptado en formato de
cortometraje por un joven Frank Darabont y quien luego se haría su amigo, llevando
al cine con tremendo talento sus obras La Redención de Shawshank,
La Milla Verde y La Niebla. Cabe mencionar que muchos de estos títulos se
convirtieron en clásicos por cuenta propia e interesaron a muchos artistas a lo
largo de los años, algunos de ellos iniciando sus primeros pasos como el
mentado Darabont, gracias a los llamados Dollar Babies (que King les
permitió realizar, pagándole la simbólica suma de un dólar, siempre cuando sus
trabajos no tuviesen fines de lucro) y sin olvidar a los productores de Hollywood,
que se atrevieron a adaptar estas historias, algunos con mejores resultados que
otros, o adaptándolos para el formato televisivo.
La narración que nos reúne hoy, junto con
el filme que lo adapta, nos cuenta sobre un curioso caso de posesión demoniaca
y que en este caso se trata de una máquina, no de una persona. Pues la Trituradora corresponde a una enorme
planchadora industrial, que debido a muy singulares circunstancias provoca
espantosas muertes entre quienes trabajan con ella. Todo esto lleva a un agente de policía a investigar
el suceso, quien poco a poco comienza a aceptar la idea de que lo sobrenatural
existe y que solo él junto a un amigo son los únicos que pueden intervenir,
para que el mal no siga haciendo de las suyas.
Contado de tal manera, que el lector acepta premisas tan locas como la naturaleza sobrenatural del asesino, acá estamos frente a un ejemplo de ese escritor que a generaciones ha seducido con sus historias de terror sangriento, pavorosos en verdad, a través de los cuales lleva al mundo actual, la ruptura de su misma monotonía. Y es que el llamado Rey del Terror, hace que lo extraordinario viole nuestro sentido de la realidad, el estatus quo al cual aceptamos y que nos tiene acostumbrados, de modo que la ruptura que se produce en la realidad, para exponernos a aquello que no conocemos, provocan la inseguridad y el miedo que “pagamos” voluntariamente. El mundo viejo con sus monstruos, mitos y leyendas no está tan lejos de esta modernidad en la que nos encontramos y por eso mismo algo tan “normal”, como una máquina industrial, puede convertirse en la amenaza que aquí sale; por lo tanto, no podemos olvidar las antiguas tradiciones, ni lo espiritual, ya que el mundo de la ciencia no lo es todo en nuestras vidas.
Por otro lado, como lo han hecho miles de artistas a través de los siglos, King se sirve de su propia experiencia para crear un escrito como este, puesto que él mismo en su juventud y primeros años de casado (ya padre), tuvo que laburar en una lavandería, como la que sale en La Trituradora, porque el sueldo de profesor no le alcanzaba (y apenas conseguía un dinero extra con la publicación de sus relatos). De modo que la miseria de los trabajadores que salen en estas páginas, la conoció por sí mismo.
Contado de tal manera, que el lector acepta premisas tan locas como la naturaleza sobrenatural del asesino, acá estamos frente a un ejemplo de ese escritor que a generaciones ha seducido con sus historias de terror sangriento, pavorosos en verdad, a través de los cuales lleva al mundo actual, la ruptura de su misma monotonía. Y es que el llamado Rey del Terror, hace que lo extraordinario viole nuestro sentido de la realidad, el estatus quo al cual aceptamos y que nos tiene acostumbrados, de modo que la ruptura que se produce en la realidad, para exponernos a aquello que no conocemos, provocan la inseguridad y el miedo que “pagamos” voluntariamente. El mundo viejo con sus monstruos, mitos y leyendas no está tan lejos de esta modernidad en la que nos encontramos y por eso mismo algo tan “normal”, como una máquina industrial, puede convertirse en la amenaza que aquí sale; por lo tanto, no podemos olvidar las antiguas tradiciones, ni lo espiritual, ya que el mundo de la ciencia no lo es todo en nuestras vidas.
Por otro lado, como lo han hecho miles de artistas a través de los siglos, King se sirve de su propia experiencia para crear un escrito como este, puesto que él mismo en su juventud y primeros años de casado (ya padre), tuvo que laburar en una lavandería, como la que sale en La Trituradora, porque el sueldo de profesor no le alcanzaba (y apenas conseguía un dinero extra con la publicación de sus relatos). De modo que la miseria de los trabajadores que salen en estas páginas, la conoció por sí mismo.
2. La película.
Así fue cómo Tobe Hooper realizó su versión de La Trituradora, filme muy de “clase B” y poco conocido, aunque es tan divertido y realizado con amor a este tipo de películas, que es todo un placer verlo. También estuvo a cargo del guión, junto a unas dos personas más, aprovechando al máximo el bizarro material original y agregando inteligentes elementos que consiguen dar con el tono del cuento del Tío Steve. El relato tiene poco más de veinte páginas y el buen Hooper hizo una joyita menor que supera la hora y media, que nos recuerda las glorias del terror ochentero, con escenas bien gore como nos gusta a los regalones, interesantes personajes y buenas actuaciones.
Desmenuzando un poco más el largometraje que hoy nos reúne, que ignoro si se exhibió en salas o salió directamente al video, debido a lo modesto de su presupuesto, cabe rescatar la intervención de una figura tan valorada por los amantes del terror, como lo es Robert Englund. Exacto, el histrión detrás de Freddy Krueguer, de la saga de Pesadilla, hace acá del villano “humano” de la trama, un personaje inventado para esta adaptación que se roba la cámara cada vez que sale y es que la personificación de Englund (apoyado por el maquillaje y su extravagante indumentaria), hace de las delicias entre la audiencia. Luego tenemos al protagónico, el mismo policía que aparece en el texto literario, si bien para la ocasión le otorgaron mayor dimensionalidad, dándole una atractiva personalidad e historia personal; cabe mencionar que este se encuentra interpretado por el varonil Ted Levine, quien consigue sacarnos de la cabeza al asesino serial Búfalo Bill, que lo hizo célebre en El Silencio de los Corderos (1991), sobre la novela homónima de Thomas Harris. Si el anterior nos simpatiza sin problemas, su compañero, que corresponde a otro personaje salido del cuento de King, ahora abordado desde un punto de vista más llamativo (ya no es profesor y amigo del agente, sino que es su cuñado y se dedica al ocultismo), por igual resulta agradable. Sumados a los anteriores, aparecen otros llamativos secundarios, muchos de ellos tampoco “inventados” para la película, pero sí con mayor participación en el argumento y entre ellos la sobrina del fáustico dueño de la lavandería y el empleado jefe de la empresa.
Considerando la introducción del villano encarnado por Robert Englund y toda la miseria que trae este a sus empleados, aunque se trate de una cinta sin pretensiones artísticas, ni discurso ideológico de por medio, podemos encontrar igual acá el tema del abuso de poder entre los “líderes” de una comunidad, quienes hacen y deshacen con los más humildes. De este modo, el “malo” de la historia es un ser por completo repugnante, al nivel más macabeo de su caracterización, ya que su propia maldad está exteriorizada por su apariencia monstruosa. Luego, sus víctimas con mayor razón nos hacen sentir compasión y eso de dejando de lado las monstruosidades, de la criatura que le da nombre al filme.
Destacable es cómo lograron poner en pantalla una historia secundaria, que sale en el cuento, todo muy bien hecho, así como el uso de algo de humor negro. Asimismo, los efectos mecánicos están bien logrados, aunque los digitales (baratos y propios de la época) dejan mucho que desear. Quizás por motivos presupuestarios, los trajes mismos que usan los policías en esta producción se ven tan falsos y raros, que para nada son como los que reconocemos en la vida real y en la mayoría de las cintas.
Por increíble que parezca, esta pieza tuvo dos secuelas, una de ella con ese otro tremendo actor que es Lance Henricksen (el androide Bishop de Aliens y el protagonista de la serie de culto Millenium). En español se llama en algunas ediciones como Alienza Macabra, ninguna maravilla de ingenio, aunque sí responde de manera exacta a buena parte de su guión.
Tráiler.