¿Cómo podría comenzar a escribir acerca de uno de mis filmes favoritos y
que más me han marcado en la vida? ¿Podría empezar refiriéndome primero a cuál
fue mi acercamiento original con esta cinta? ¿O de inmediato comenzar a hablar
de su génesis, la que al menos para mí tiene relación con su director? A lo
mejor lo ideal sería mezclar ambas direcciones, ya que toda obra de arte se
completa en la medida que le otorgamos sentido desde que llegamos a apreciarla,
usando nuestra propia experiencia que la convierte en algo especial para uno
mismo. De este modo me es imposible
pensar en este filme, si no se me viene a la memoria aquella vez en que la vi
por primera vez, junto a un grupo querido de amigos. Este hecho para mí fue toda una comunión
entre nosotros, ya que desde nuestra individualidad compartimos juntos no solo
una cinta inolvidable, por lo que fuimos testigos (gracias a la magia del cine)
no solo del sufrimiento de Nuestro Señor, sino que pudimos comprobar sui generis la significancia de este
tremendo acto de amor que es Su Pasión.
Por lo tanto ante el “espectáculo” que fue la traslación realista del
sacrificio y martirio de Jesucristo, era imposible que yo (un llorón nato), no
me emocionara en más de una ocasión viendo esta obra, por lo que en varios
momentos de su metraje no dejé de lagrimear hasta ocupar montones de pañuelos
para limpiarme el rostro. Mis amigos,
cada uno desde sus propias personas, tuvieron sus particulares epifanías y
procesos de catarsis viendo la película…Sí recuerdo muy bien que la única amiga
que se encontraba ese día entre nosotros, cuando terminó la exhibición se fue
al baño y al volver junto al resto nos dijo: “Era como estar en un funeral. Había una gran fila esperando para entrar, la
mayoría llorando y adentro otras tratando de arreglarse frente al espejo para
verse lo más dignas posibles, mientras se corregían el maquillaje corrido por
el llanto”. Bueno, los hombres no
llegamos a esos niveles, pero sí puedo asegurar que vi a un montón como yo, que
no pudo evitar emocionarse igual que niños.
He vuelto a ver este largometraje al menos 5 veces más desde ese
maravilloso día y siempre me produce el mismo efecto, así como también con toda
nueva revisión me ha permitido descubrir algo nuevo de entre sus numerosas
virtudes.
Y
ahora a hablar derechamente acerca de La Pasión de Cristo:
Corresponde
a la tercera película hecha por su director Mel Gibson, datando esta del año
2004. Antes de dedicarse a la cinematografía
detrás de las cámaras, este australiano ya había hecho un montón de títulos desde
finales de los setenta, trabajando en muchas ocasiones con algunos de los
mejores directores de Hollywood (entre los que destacan Franco Zeffirelli, Peter
Weir, Ron Howard, Wim Wenders, Richard Donner, M. Nigth Shyamalan y muchos más) y ganándose sin duda el estatus
de galán debido a su postura varonil, además del reconocimiento por su
versatilidad a la hora de incursionar con éxito en distintos tipos de
géneros. Tras haber filmado su primera
cinta como director (en la cual también tuvo el protagonismo), la intimista El
Hombre sin Rostro (1993) y la multipremiada épica histórica Corazón
Valiente (1995), cuando anunció su intención de realizar un filme bíblico
acerca de las últimas horas de vida de Jesús, a sus admiradores no les quedaba
más que esperar a que diera a cabo dicho proyecto.
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Nuestro Señor acepta su cruz sin dudarlo. |
Siendo un declarado católico, el cual a su vez forma parte de un sector
tradicionalista dentro de la Iglesia, Gibson procuró hacer de su tercer trabajo
una obra donde pudiese plasmar de una manera como nunca antes vista, la vida,
pasión, muerte y resurrección del Señor, aunque ello significara llevar todo a
los extremos más impresionantes al respecto.
Porque bien, se podría decir que sin ser una cinta de terror o de acción,
La
Pasión de Cristo es sin duda uno de los filmes más sangrientos en la
historia del séptimo arte, ya que procura mostrar con lujo de detalles el
tormento físico por el que pasó Jesús, desde que fue apresado por los hombres
del Sanedrín, hasta que murió en la cruz.
Y es que con todo esto Mel Gibson, quien se asesoró por un montón de especialistas
para realizar su labor (entre los que se encontraban sacerdotes jesuitas,
científicos, entre otros), sin duda pretendió mostrarle al mundo lo que
realmente significó el sacrificio de Cristo, quien ante las bestialidades de
sus verdugos, realizó el acto de amor más grande en la historia de la
Humanidad. Por ende, su suplicio en sus
más crueles aspectos, evidencia sin dudas el significado de tan increíble
muestra de amor por los demás (¿Puesto que quién está realmente dispuesto a
llevar tal carga sobre sus hombros, para salvar incluso a quienes lo han
condenado a uno?). Siendo una cinta
recomendable para todo el mundo, tanto desde el punto de vista religioso como
del artístico, el efecto de la dramatización de la Pasión de Cristo, hace que
más de una persona llegue a taparse los ojos ante los momentos más gores de su metraje (y es por esta razón
que luego se realizó una versión suavizada, para poder exhibirla sin problemas
a los espectadores más sensibles al respecto).
Otro
aspecto inaudito del filme, que corresponde a la intención de su autor en ser
lo más fiel a los Evangelios, consiste en que fue por completo dramatizada
usando en sus diálogos lenguas muertas y/o exóticas, entre las que se
encuentran el latín, el arameo y el hebreo, las mismas que se hablaban en la
época de Jesús entre la gente con la cual compartió. Ese elemento por supuesto que le otorgó al
conjunto un efecto dramático impresionante, al darle una verosimilitud tal,
acompañado por una dirección de arte soberbia, resaltó el carácter documental
de la obra. Oír a los actores hablando
en estas lenguas, de seguro por primera vez para muchos espectadores, convierte
como nunca en un espectáculo para los sentidos una narración ya conocida, pero
que gracias al talento de Gibson y en quienes se apoyó, no deja de mantener su
cualidad de ser “la más grande historia jamás contada”. La película a su vez utilizó como fuente de
sus diálogos gran parte de los textos bíblicos, de modo que las palabras dichas
por sus personajes en la mayoría de los casos, corresponden a la traslación
literal de los escritos sagrados para la
comunidad cristiana. El uso literal en
muchos casos y en otros adecuando los pasajes bíblicos al guión adaptado, con
el propósito de sacarle el mayor provecho a estos escritos, cobró una fuerza
increíble al ser oídos en estos bellos idiomas.
La
Pasión de Cristo parte con Jesús rezando en el Huerto de los Olivos,
Getsemaní, donde Nuestro Señor es visto orando con gran emoción a horas de ser
apresado. Esta escena de inmediato presenta
al público la intensidad dramática del resto del filme, en el cual su
fotografía y música se convierten en el acompañamiento ideal, para darnos la
sensación de que en efecto estamos en la presencia de algo de connotaciones,
que van mucho más allá de la realidad humana.
Es entonces que tras la aparición de Jesús, es posible identificar nada
menos que a Satanás, quien es retratado de manera tan soberbia en su sutileza
(andrógeno y cadavérico), que lejos logra provocar la sensación de maldad que
muchas de la mejores obras de horror apenas logran recrear. No está demás decir que la oposición entre la
divinidad de Jesús, con toda la connotación beatificadora que posee, será
contrastada en más de una ocasión a lo largo del filme con la naturaleza
demoniaca de Satanás y de sus esbirros; de este modo en varias escenas es
posible reconocer al Diablo detrás de los sujetos más siniestros de la película, a los que además
Gibson los hacer ver como a individuos a los que el mal los ha tocado a tal
punto, que su figura realza la corrupción de sus corazones (por lo tanto los
representa horribles y hasta idiotas, siguiendo la vieja tradición del arte
maniqueísta, que representaba de la forma más visual la fealdad del mal y la
belleza del bien). Es así que el color
de los ojos de Jesús, con un dorado sobrenatural, evidencia en ese puro detalle
su magnificencia.
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"Don Sata" más aterrador que nunca. |
Tras el prometedor comienzo de esta película,
el resto continúa con la Pasión, deteniéndose a momentos en emotivos flashbacks sacados de varios pasajes
sagrados, como el Sermón de la Montaña, la entrada triunfal de Jesús a Nazaret
y, en especial, la Última Cena (con lavado de pies incluido). Mención aparte merece el rol que se le otorga
a María Magdalena, quien en uno de estas miradas al “pasado”, sin diálogos y en
cámara lenta tal como le gusta a su director, entrega al público unas de las
escenas más conmovedoras de esta obra (encarnada con una inmensa humanidad por
la preciosa Mónica Bellucci). Luego no
podía faltar el famoso pasaje cuando la Virgen María recuerda un breve
incidente del niño Jesús, a la par que en el “presente” se encuentra con su
hijo durante su vía crucis (y aquí que de seguro los más duros de corazón no
quedan impávidos). La escena anterior y otras más, lo más probable que sean invención
de los guionistas (uno de ellos el propio Mel Gibson), no obstante ellas no
dejan de entregarle a Jesús su dimensión más humana, aun en sus aspectos más
divinos.
Para
muchos ver y rever este filme resulta ser tanto un regocijo para el alma, como
toda una experiencia mística, ya que la espiritualidad que despide, bien es
posible vivirla gracias al uso de varios elementos que se conjugan para hacerlo
algo único. Entre ello no se puede
olvidar mencionar aquellos agregados a la trama, de pasajes que escapan al
canon religioso, que si bien son apócrifos o pertenecen a la tradición oral
cristiana, al ser considerados como parte del guión, le otorgan un misticismo
que engrandece la Pasión del Señor. Al respecto es que también se usaron algunas de
las visiones de la mística Anna Catalina Emmerick, quien según cuenta la
leyenda, durante sus trances vio imágenes nunca antes reveladas sobre la Pasión.
Es así como en la cinta se recogen al respecto, las caídas de Cristo durante
su peregrinaje a la crucifixión, la preciosa narración de la Verónica (que corresponde
a una de las escenas más emblemáticas de esta obra), los nombres de los
ladrones crucificados junto a Jesús, la Virgen limpiando la sangre de Cristo
tras su flagelación por los soldados romanos y los tormentos de Judas.
La
Virgen María cobra gran relevancia en la visión personal de Gibson sobre todo
esto, propia de un creyente católico fervorosamente marista, ya que le dedica
varias escenas tanto junto a Jesús, como con otros personajes. María es personificada como una mujer que
ante todo es madre y que es capaz de inspirar en los demás la dignidad de su
persona, a tal punto que incluso unos cuantos soldados romanos logran reconocer
en ella su posición. La Madre de Dios
nunca pierde su condición de carne y hueso, por lo que no deja de condolerse
ante el sufrimiento de Jesús, no obstante en la película queda en evidencia su
aceptación ante el verdadero papel del fruto de su vientre. La caracterización que hace de ella Maia Morgenstern, es sin duda sobrecogedora, tanto en las escenas donde
se expresa la bella relación con su hijo, como cuando es testigo de su
dolor.
Las apariciones de Poncio Pilatos en esta
película también son notables, puesto que cuando sale a escena, queda de
manifiesto que Mel Gibson se aleja de su acostumbrado maniqueísmo estético,
para recrear a una figura histórica a la que convierte en una víctima más de
las circunstancias (o más bien en un símbolo del poco peso del poder terrenal,
cuando se enfrenta a las potestades celestiales). No obstante el Pilatos de esta versión es un
hombre justo, quien bien puede despertar simpatía al espectador, porque como
representante del César en una provincia tan conflictiva como en la que le tocó
vivir, era evidente que ante los hechos extraordinarios que estaban en
desarrollo, solo le tocaba cumplir con su papel en lo que ya estaba escrito
(tal como se lo dice el mismo Jesús).
Se ha acusado a Mel Gibson de
antisemitismo, lo que en parte es culpa de este mismo, por unos cuantos
comentarios públicos desacertados.
Independientemente de ciertas ideas que uno no pueda compartir con este
artista (después de todo como seres humanos estamos sujetos a nuestras
debilidades y tampoco se le puede pedir perfección, si nosotros mismos somos
por igual imperfectos), afirmar que La Pasión de Cristo atenta contra la
comunidad judía es una ridiculez. Esto
porque como ya ha quedado demostrado arriba, se basa en gran parte en los
textos bíblicos, siendo que tal como queda claro incluso en escritos históricos
de la época, Jesús como judío vivió entre los suyos; de este modo quienes
creyeron en él en su momento, eran tan
judíos como él, así como también los que lo mandaron a morir lo eran. Si Jesús hubiese vivido en la Alemania nazi,
de seguro habrían sido los seguidores de Hitler quienes lo habrían mandado a la
muerte, no obstante Nuestro Señor se hizo carne en una época y en una tierra
donde los que habitaban eran judíos y esa es la herencia terrenal suya que no
podemos negar. Si esta cinta atentara en
contra del pueblo de Israel, no sería posible apreciar el heroísmo ya
mencionado de María Madre de Dios, la devoción de María Magdalena, el amor
incondicional del Apóstol Juan y a los miembros del Sanedrín, que con gallardía defienden la inocencia de
Cristo de entre los suyos. También es judía
la mencionada Verónica, quien como nadie en la cinta se conduele del sufrimiento
del Señor; por igual la aparición de Simón de Cirene, cuando es obligado a
cargar su cruz, deja de manifiesto el cambio que se produce en el personaje
cuando reconoce quién realmente está a su lado…Por último, si de sumas y restas
se trata, aquellos que sufren ante el calvario de Cristo, son mucho más que los
que se regocijan en su aflicción, siendo que el primer grupo estaba compuesto
en su mayoría…por judíos. No obstante la
polémica logró eliminar del subtitulaje la cita bíblica que dice “Que
su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”, como si ella no
estuviera en el texto sagrado y se refiriera solo al pueblo judío, cuando en
realidad atiende a la humanidad por completo.
Siendo que la llamada “Buena Nueva” de
Nuestro Señor está dirigida a todo el mundo, en lo que respecta a la salvación,
en esta película es posible reconocer en varios momentos de su desarrollo a personas
que empatizan con el martirio de Jesús.
De este modo queda de manifiesto con ello, que si Mel Gibson hace uso
del ya mencionado maniqueísmo estético para reflejar la eterna lucha del bien y
del mal (y más todavía en el sentido más cristiano de la palabra), no cae en la
demonización de ciertos grupos reflejados en la cinta. Tal como se mencionó en el párrafo anterior,
al ser judío Cristo, una parte importante de quiénes lo amaban eran
judíos. Asimismo es posible ver aquí a
varios romanos que llegan a reconocer quién es en verdad aquel que está siendo
inmolado, como la misma Claudia, esposa de Pilatos y muchos soldados quienes
una vez el Señor expira, se arrodillan ante la revelación que les ha llegado (y
no faltan aquellos que como ya se contó en este escrito, demuestran un trato
respetuoso con la Virgen María). Por muy
triste que suene, Mel Gibson es homofóbico y bien se podría haber esperado de
él una caricaturización de los homosexuales y lesbianas durante la escena en la
corte de Herodes…No obstante esto no fue así y el mismo Antipas es visto como
alguien sin malicia, a la par que algunos de sus súbditos son representados
demostrando verdadero interés por el rey de los judíos, como por igual vergüenza
y pesar (si no fíjense en el joven de color que agacha la cabeza mientras Jesús
es interrogado). Por otro lado, una vez
muerto Nuestro Señor, el líder del Sanedrín Caifás, quien como pocos deseó la
muerte de su “enemigo”, es mostrado todo compungido ante la certeza de su
error.
Cuando Jesús entrega su alma al Padre, se
desata una tormenta (así como un terremoto) y es cuando Mel Gibson nos regala
una imagen cargada de verdadera poesía visual: pues proyecta al monte de la
crucifixión, desde el punto de vista de nada menos que de Dios…de modo que la
primera gota de lluvia, se transforma sin vacilaciones en su lágrima ante el
dolor por el que pasó su Unigénito. La
belleza de esta imagen, contrasta con la pavorosa contemplación del Infierno
como la ausencia de toda vida, cuando Satanás es derrotado ante la Resurrección
de Jesús.
Esta película no habría tenido tal impacto
si no hubiese contado con el desempeño actoral de Jim Caviezel, quien
interpretó acá a un Jesús capaz de albergar con armonía su propia humanidad,
como su faceta divina. Particularmente
antes de ver este filme, Cristo para mí desde mi más tierna infancia tuvo el
rostro del actor que lo interpretó en la también aclamada miniserie Jesús
de Nazaret (que aquí en Chile emiten sagradamente todos los años para Semana
Santa); no obstante cuando vi a este actor, al que ya conocía de otras grandes
cintas (como en el genial filme de ciencia ficción Frecuency) haciendo de
nuestro salvador, solo su versatilidad logró quitármelo de la cabeza como la
única personificación suya (recordemos que es uno de los protagonistas de la
formidable serie Person of Interest). De
seguro el trabajo que le significó hacer de Jesús, como nadie en los peores
momentos de su pasión, fue algo que le requirió un gran compromiso físico y
espiritual. Al respecto es que poco
antes de ser estrenada esta película, tuvo el honor de ser invitado por nada
menos que el Papa Juan Pablo II al Vaticano; el recordado “Peregrino de la Paz”
conversó largo y tendido con el hombre que a su manera vivió el mismo martirio
de Nuestro Señor y según dicen como pudo ver en una función privada esta obra
antes de ser emitida, dijo a quiénes lo acompañaban sobre la Pasión de Cristo: “Así
fue”.
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Uno de mis momentos favoritos de esta película: La Verónica. |