El pasado 17 de abril (hace tan sólo
casi dos semanas atrás) nos dejó Gabriel García Márquez, a la edad de 87
años. Tras su fallecimiento, dejó a
millones de deudos en todo el mundo y una obra literaria de esas que tras la
partida de su autor, lo inmortalizan.
Para ser sinceros, hace rato ya, cuando a “Gabo” aún le quedaban muchos
años entre nosotros, que había alcanzado la celebridad gracias a su libro más
importante, Cien Años de Soledad de 1967; sin embargo luego siguió escribiendo
un montón de títulos, los que sin vacilaciones serían el testimonio de su
magnífico don para contar historias inolvidables, llenas de personajes
entrañables. A lo largo de su extensa
carrera artística, en la que publicó un montón de novelas y cuentos, también
incursionó en el ensayo y el periodismo, áreas en las cuales destacó entre sus
pares y en el mundo público en general. La
calidad de su labor, es decir, la genialidad de su prosa y de su facilidad para
la palabra, lo convirtieron además en uno de los mayores autores
latinoamericanos hispanoparlantes (si es que no en el mejor), llegando además a
ser uno de los referentes preferidos a la hora de saber cómo manejar
adecuadamente nuestra rica lengua española, ya sea literaria, como coloquialmente;
a su vez su trabajo ensalzó la variante americana de la lengua de Cervantes,
como antes sólo un pequeño grupo de artistas latinos había conseguido: Neruda y
Gabriela Mistral desde Chile y Rulfo en México.
Este último punto ayudó a internacionalizar y popularizar a los
narradores latinoamericanos, quienes por primera vez comenzaron a ser editados
fuera de sus fronteras, siendo además traducidos a otras lenguas y
convirtiéndose en éxitos de venta y crítica.
De este modo, García Márquez fue uno de los pilares del llamado Boom
Latinoamericano y con el cual la narrativa proveniente de esta parte
del mundo alcanzó la consagración definitiva.
Edición conmemorativa de este importante libro, hecha por la RAE y cía. |
Con su celebrada novela Cien Años de Soledad García Márquez
logró no sólo la atención del público, la critica y obtuvo la fama, si no que
además escribió la obra que se transformaría en el libro más importante de las
letras latinoamericanas (incluyendo la de Brasil, país de habla portuguesa) por
varias razones. Una de ellas vendría a
ser sin duda la calidad universal de la historia que cuenta, con personajes que
aún cuando correspondiesen a ser un reflejo de la tradición y cultura
colombiana, de la que es heredero su autor, no dejan de poseer una humanidad
tal que proyectan sin vacilaciones las mismas virtudes, bajezas y
preocupaciones de cualquier persona del mundo.
A su vez su historia, que bien abarca el periodo de 100 años en el ya
mítico pueblito de Macondo, resulta ser sin dudas una alegoría del significado
de la propia América como Nuevo Mundo y crisol de razas, como también una
proyección de nuestro legado de países llenos de avatares políticos y
económicos. Con este texto se consolidó
además el ya mencionado pueblo de Macondo, lugar caro a nuestra literatura, que
si bien ya había aparecido en obras más tempranas de su creador (tales como su
primera novela La Hojarasca, El Coronel no tiene quién le escriba
y cuentos tales como Los Funerales de la Mama Grande),
también volvería a salir en sus trabajos posteriores. La magia cotidiana con la que impregnó los
acontecimientos narrados en su ópera
magna, popularizaría además el género histórico narrativo llamado Realismo
Mágico y el cual debido a sus folclóricas características, se
transformaría en una manifestación más de la propia idiosincrasia de esta zona
del continente: puesto que en el mundo cotidiano, los latinoamericanos (varios
de nosotros hijos del mestizaje entre europeos e indígenas) bien aceptamos la
presencia de lo sobrenatural en la vida diaria, la que se manifiesta en
pequeños detalles (si no pregúntenle a cualquier mexicano acerca del culto de
su pueblo a los muertos, a quienes veneran con respeto, orgullo y
alegría). A su vez García Márquez, quien
en todo caso no inventó el realismo mágico, se transformó en el principal
exponente de éste, de modo que luego otros escritores latinoamericanos
acogerían gustosos su estilo, tales como Laura Esquivel en México e Isabel Allende en Chile.
La verdad es que a la hora de referirse al mejor libro de este ya llorado
escritor, por mucho que la ya mentada Cien Años de Soledad sea puesta
entre las más grandes obras de la literatura, el amante de su prosa se debatirá
entre dicho título y cualquier otro de su autoría; de este modo las opiniones
serán diversas, teniendo más bien un origen sentimental y subjetivo a la hora
de hacer la elección, que una génesis de corte lógica y academicista. Por ende, la disputa por lo general se
encontrará entre sus libros Crónica de una Muerte Anunciada, El
Amor en los Tiempos del Cólera y El Otoño del Patriarca (siendo que en
realidad existen muchos otros títulos de Gabo, que en algunas ocasiones podrían
ser los favoritos de la gente).
El talento de don García Márquez era tal, que desde las primeras líneas
de sus escritos lograba atrapar al lector.
No obstante al tratarse de un autor de gran cultura y manejo de las
potencialidades de la lengua, sumado a su enorme capacidad para contar
historias usando sofisticadas técnicas narrativas (saltando entre un momento y
otro en los distintos acontecimientos de la trama), en un principio su pluma
puede resultar algo complicada y en especial para los lectores poco habituados
a una narración no lineal (como bien me pasó a mí a muy temprana edad cuando
comencé a leerlo, si bien puedo decir con orgullo, que al final el atractivo de
la ficción superó con creces las supuestas asperezas de la narración…y de este
modo terminó por encantarme). A
continuación una pequeña selección del comienzo de varias de sus obras más
famosas, con el propósito de demostrar lo fabuloso de su arte:
“Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava
construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un
lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo
era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas
había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una
familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un
grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos.
Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de
gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta
demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los
sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes
metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las
tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la
desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun
los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les
había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros
mágicos de Melquíades”.
Cien Años de Soledad.
“El día en que lo
iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el
buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de
higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el
sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.
«Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27
años después los pormenores de aquel lunes ingrato. «La semana anterior había
soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por
entre los almendros», me dijo”.
Crónica de una
Muerte Anunciada.
“Eréndira estaba bañando a la abuela cuando
empezó el viento de su desgracia. La enorme mansión de argamasa lunar,
extraviada en la soledad del desierto, se estremeció hasta los estribos con la
primera embestida. Pero Eréndira y la abuela estaban hechas a los riesgos de
aquella naturaleza desatinada, y apenas si notaron el calibre del viento en el
baño adornado de pavorreales repetidos y mosaicos pueriles de termas romanas.
La abuela, desnuda y grande, parecía una
hermosa ballena blanca en la alberca de mármol. La nieta había cumplido apenas
los catorce años, y era lánguida y de huesos tiernos, y demasiado mansa para su
edad. Con una parsimonia que tenía algo de rigor sagrado le hacía abluciones a
la abuela con un agua en la que había hervido plantas depurativas y hojas de
buen olor, y éstas se quedaban pegadas en las espaldas suculentas, en los
cabellos metálicos y sueltos, en el hombro potente tatuado sin piedad con un
escarnio de marineros.
– Anoche soñé que estaba esperando una
carta –dijo la abuela.
Eréndira, que nunca hablaba si no era por
motivos ineludibles, preguntó:
– ¿Qué día era en el sueño?
– Jueves.
– Entonces era una carta con malas
noticias –dijo Eréndira– pero no llegará nunca”.
La Increíble y
Triste Historia de la Cándida Eréndira y su Abuela Desalmada.
Ilustración con estética de historieta de un pasaje de Cien Años de Soledad. |
Resumiendo algunos otros
aspectos recurrentes en las ficciones de Gabo, destacan el romance y cierto
erotismo, todo descrito con una prosa poética a la cual luego muchos autores
bien copiarían (incluso la misma Isabel Allende, sobre quien ya se refirió en
este texto, como a una de los miembros de la siguiente camada de escritores
latinoamericanos dedicados al realismo mágico).
Tampoco se puede olvidar el uso en sus historias de un humor ingenioso,
que en muchos casos es capaz de sacar más de una carcajada al lector, elemento
con en el que rompía a propósito con la gravedad de sus ficciones.
Siguiendo los mismos elementos maravillosos de su arte, García Márquez
se dedicó con maestría a la profesión del periodismo. De este modo en ocasiones le tocó cubrir unos
cuantos hechos verídicos, que no dejaban de ser extraordinarios en sí mismos,
de tal modo que era imposible que estos no hicieran germinar su inagotable
imaginación. Fue así cómo del fruto de
estas dos manifestaciones de la escritura, nacieron textos que a medias entre
la crónica periodística y la narración artística más sublime, regaló a sus
lectores nuevos textos, en los cuales resultaba difícil separar la realidad de
la ficción. Así fue como Gabo demostró
una y otra vez su veta de fabulador, a través de libros tales como Relato
de un Náufrago, Del Amor y Otros Demonios y Noticias
de un Secuestro. Mención aparte
merece Crónica de una Muerte Anunciada, texto de repaso obligatorio,
para cualquiera que desee jactarse de haber leído lo mejor de este cruce entre
periodismo y literatura.
Además de sus grandes novelas, ensayos y textos periodísticos, Gabo
publicó unos cuantos tomos compilatorios de sus cuentos, que hace un par de
años más o menos fueron recogidos en el valioso volumen Todos los Cuentos. El valor de sus narraciones breves es tal,
que cualquiera de estas augura en el lector primerizo un interés mayor por
conocer su trabajo más extenso. En 1992
publicó su última antología de relatos cortos, titulada 12 Cuentos Peregrinos y
que ese mismo año fueron magistralmente adaptados 6 de ellos en una producción
televisiva española-cubana, dirigida por el brasileño Ruy Guerra y que recibió
como nombre Me Alquilo para Soñar (título de uno de los cuentos del tomo ya
señalado). Lamentablemente hoy en día
resulta muy difícil volver a ver estas joyitas, pues además en la televisión
chilena sólo una vez fueron emitidos y en la Red por mucho que se busque nada
se consigue (salvo unos pocos minutos, por lo que se agradece a cualquiera que
pueda dar algún enlace funcional de donde bajarlas).
La relación entre García Márquez y el cine ha sido medianamente
estrecha, más bien debido al amor de éste hacia el séptimo arte, que a un
interés de los productores por llevar a la pantalla sus mayores aportes; por
otro lado, muchos seguidores acérrimos de su trabajo, por años han pedido una
versión fílmica de su libro más importante (ya sea como película o como
miniserie); lamentablemente su mismo autor se negó en vida a que esto fuese
así, puesto que no quería que la imaginación de sus lectores, fuese pasada a
llevar por una labor que bien podría no honrarla (no obstante considerando su fallecimiento,
ahora existen más posibilidades de que se haga una traslación audiovisual de Cien
Años de Soledad, que tribute a su creador). Un dato que muy poca gente maneja, a la hora
de referirse a la labor de guionista del premio Nobel de Literatura de 1982, es
que firmó nada menos que 51 títulos, entre adaptaciones de su trabajo, de otros
artistas y guiones originales; no obstante la mayoría de estas colaboraciones
apenas son conocidas. Dentro de este
apartado en lo que respecta a su trabajo de guionista, se pueden nombrar El
Gallo de Oro (de 1964 y donde compartió créditos con nada menos que
Carlos Fuentes, autor mexicano de gran prestigio, adaptando el cuento homónimo
de otro grande de la narrativa azteca: Juan Rulfo), Tiempo de Morir (de 1966,
otra vez en conjunto con Fuentes, para una cinta del hoy connotado director
Arturo Ripstein, quien luego llevaría al cine una de las novelas de García
Márquez hacia finales del siglo pasado; por cierto, esta cinta contó con un
remake en 1986), El Año de la Peste (de 1976, basada en el libro del mismo
nombre de Daniel Defoe, texto predilecto por parte del autor de El
General en su Laberinto), Eréndira (1983, sobre uno de sus
cuentos más recordados), Edipo Alcalde (de 1996, sobre la
famosa tragedia griega, pero llevada al contexto colombiano) y por último Los
Niños Invisibles (2001, una historia llena de fantasía, al mejor estilo
de su guionista). En cuanto a versiones
cinematográficas de la obra de Gabo, como ya se dijo en este escrito, no son
tantas como se quisiera; además tampoco han logrado plasmar en toda su magnitud
los textos que las inspiraron. Dentro de
estos filmes, se pueden mencionar las adaptaciones de Crónica de una Muerte Anunciada,
de 1987, cinta italiana que si bien posee sus buenos momentos, apenas logra
visionar la mitad del texto original; en 1999 el ya nombrado Arturo Ripstein
realizó su versión de El Coronel no tienen quién le escriba
y del cual salió mucho mejor parado que su colega italiano; en el año de 2007
se realizó la que podría considerarse la mejor película sobre un libro suyo, El Amor
en los Tiempos del Cólera, del inglés Mike Newell, verdadera cinta
hollywoodense con un gran reparto y producción, que fue bastante valorada en su
momento; también se pueden nombrar Del Amor y otros Demonios, de 2009,
siendo otro largometraje de procedencia latina acerca de una obra de Gabo; y para
terminar, Memoria de mis Putas Tristes, el cual data de 2011.
El último libro de ficción que publicó García Márquez fue Memoria de mis Putas Tristes, novela corta que en su extrema complejidad, si
bien lectura amena, dejó a más de uno con deseos de nuevas narraciones de su
parte. Antes de haberse reunido todos
sus cuentos en el tomo (2012) ya mencionado más arriba, se reunieron poco antes
varios de sus discursos públicos bajo el sugerente título de Yo no
vengo a decir un discurso en 2010.
A su vez más atrás en el tiempo, sacó la que sería su primera entrega de
sus memorias, titulada Vivir para Contarla, en 2002, no
obstante en vida no sacó los otros dos tomos que prometió. De este modo y considerando todo respecto a las
últimas publicaciones de Gabo, queda esperar que haya dejado unos cuantos
textos póstumos, a ver si se logra completar su autobiografía y aparecen además
otras narraciones nacidas de su alabada creatividad.
Cuando en 1999 se le diagnosticó un cáncer linfático, García Márquez
comenzó a despedirse del mundo y según se supo escribió un emotivo texto que se
difundió a lo largo de todo el mundo. Ahora
cuando doy cierre a este escrito y con el cual he querido rendirle tributo a
uno de los autores que particularmente me marcaron lo suficiente, como para
hacerme amar las buenas historias, quisiera citar el supuesto mensaje de Gabo
para su adelantado adiós; pero por medio de mi investigación en la Red para
realizar mi trabajo, me he enterado que el propio Gabo desmintió en su momento
que dicha carta fuese de su autoría. No
obstante cuando ya la luz del gran García Márquez no brilla entre nosotros y le
sobreviven sus valiosos escritos, me parece que este “polémico” texto a su
manera no deja de homenajearlo; por tanto, aquí van las primeras líneas de tal
documento:
“Si por un instante Dios se
olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo
que digo.
Daría valor a las cosas, no
por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más,
entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos
de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás
duermen. Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen
helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un
trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando
descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío si yo tuviera un
corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y
una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con
mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado
beso de sus pétalos...
Dios mío, si yo tuviera un
trozo de vida... No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que
quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos
y viviría enamorado del amor”.
Gabo y la cultura popular: cómic paródico de mi compatriota Alberto Montt. |
Uno de mis autores preferidos y uno de mis mayores referentes a la hora de intentar escribir. Precisamente a lo largo de mayo publicaré una reseña de una obra suya para culminar mi reto de lectura de autores iberoamericanos.
ResponderEliminarGracias por pasarte por acá, amigo Tomás, y esperaré con ansias tu texto.
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