El tema de la vida después de la muerte bien
puede resultar para algunos algo complicado.
Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha buscado respuestas a qué
sucede con uno cuando la vida se acaba y para ello se ha basado en un montón de
creencias religiosas para explicar tan compleja interrogante; en la mayoría de
los casos, los dogmas teológicos han dado a millones de personas la
tranquilidad suficiente de que la muerte es sólo un paso a otro estado de
conciencia y donde el alma, espíritu o mente puede acceder a la felicidad o a
lo menos a la tranquilidad que en vida apenas se pudo tener. Es así como las imágenes de la vida después
de la muerte son tan variadas según tantas son las creencias religiosas que
existan, siendo unas más benignas que otras y en algunos casos, algunas sin
dudas de naturaleza pavorosa. Por lo
general muchas culturas y fe han detallado la existencia de un lugar como
destino final para los justos, la gente bondadosa, los sabios y los héroes, un
sitio de carácter benigno en su esencia (llámese Paraíso, Valhala, los Campos
Eliseos o cualquier otro nombre que reciba según de dónde venga la persona); en
contraposición a este sitio favorable, existe aquella zona en la cual llegan a
parar aquellos que deben ser castigados por sus enormes pecados y crímenes, un
sitio de dolor y horror (el Infierno, Hades, el Tártaro y otros lares
similares).
En la literatura se puede identificar sin vacilaciones esta fuerte
presencia de la creencia en el mundo del Más Allá. Esto bien se puede comprobar desde los textos
más antiguos, tal como sucede con la mismísima Odisea de Homero en su
Canto XI: en dicho episodio su famoso protagonista Odiseo, rey de Itaca, llega
junto a sus hombres hasta una de las tantas puertas entre este mundo y el otro,
para contactar al espíritu del vidente Tiresias, de modo de pedirle consejo:
“Luego que hube suplicado al
linaje de los difuntos con promesas y súplicas, yugulé los ganados que había
llevado junto a la fosa y fluía su negra sangre. Entonces se empezaron a
congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los
ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo
afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce,
hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos
aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí
me atenazó el pálido terror.
(…)
Y llegó el
alma del Tebano Tiresias, en la mano su cetro de oro, y me reconoció, y dijo:
Hijo de
Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides, ¿por qué has venido,
desgraciado, abandonando la luz de Helios, para ver a los muertos y este lugar
carente de goces? Apártate de la fosa y retira tu aguda espada para que beba de
la sangre y te diga la verdad.
Así dijo;
yo entonces volví a guardar mi espada de clavos de plata, la metí en la vaina,
y sólo cuando hubo bebido la negra sangre se dirigió a mí con palabras el
irreprochable adivino”
En este
mismo lugar, el mítico Odiseo se encuentra con una serie de personajes notables
de la tradición griega, con quienes también dialoga, mientras que a otros tan
sólo los ve pasar de largo. A su vez
queda claro que esta visión del mundo de ultratumba, corresponde sin duda a la
sostenida por el pueblo helénico; de este modo lo que en el fragmento se cuenta, en su
momento fue considerado como verdadero para dicho pueblo, al formar parte de sus
creencias religiosas más sagradas.
No obstante para la cultura occidental
cristiana, será nada menos que La Divina Comedia de Dante Alighieri
(escrita entre 1304 y 1321), el texto que se convertirá en el ícono ideal para
la posteridad, a la hora de retratar los tres estadios de la vida después de la
muerte. Cabe destacar que el autor se
inspiró en la tradición religiosa católica medieval sobre el mundo del Más Allá
(con la supuesta existencia del Cielo, el Purgatorio y el Infierno) para
ambientar su extenso poema narrativo. El
impacto en el mundo culto y popular de este título ha sido tal, que hoy en día,
siglos después de su creación, muchas de sus imágenes e ideas han sido usadas
en un sinnúmero de obras posteriores y no sólo dentro de la literatura, si no
que también en muchas otras expresiones artísticas y mediáticas como la
pintura, la música, el cine, el cómic, los videojuegos, etc. (en especial en lo
que se refiere a su apartado dedicado al Infierno y a sus espantosos tormentos;
de ahí a que se haya acuñado el término de dantesco
para referirse a algo tan horroroso como lo descrito por el vate italiano). En pocas palabras, lo que hizo Dante, siendo
él mismo el protagonista de este famoso viaje al mundo de ultratumba, fue
describir con una imaginación desbordante los tres lugares ya mencionados. Esto se puede ver en las siguientes citas que
ilustran cada uno de estas esferas:
Sobre
el Infierno:
“Luego
tomó mi mano con la suya
con gesto
alegre, que me confortó,
y en las
cosas secretas me
introdujo.
Allí
suspiros, llantos y altos ayes
resonaban
al aiire sin estrellas,
y yo me
eché a llorar al
escucharlo.
Diversas
lenguas, hórridas blasfemias,
palabras
de dolor, acentos de ira,
roncos
gritos al son de
manotazos,
un
tumulto formaban, el cual gira
siempre
en el aiire eternamente oscuro,
como
arena al soplar el
torbellino.
Con el
terror ciñendo mi cabeza
dije:
«Maestro, qué es lo que yo escucho,
y quién
son éstos que el dolor abate?»
Y él me
repuso: «Esta mísera suerte
tienen
las tristes almas de esas gentes
que
vivieron sin gloria y sin
infamia.
Están
mezcladas con el coro infame
de
ángeles que no se rebelaron,
no por
lealtad a Dios, sino a ellos mismos.
Los echa
el cielo, porque menos bello
no sea, y
el infierno los rechaza,
pues
podrían dar gloria a los
caídos.»
Y yo:
«Maestro, ¿qué les pesa tanto
y provoca
lamentos tan amargos?»
Respondió:
«Brevemente he de decirlo.
No tienen
éstos de muerte esperanza,
y su vida
obcecada es tan rastrera,
que
envidiosos están de cualquier suerte.
Ya no
tiene memoria el mundo de ellos,
compasión
y justicia les desdeña;
de ellos
no hablemos, sino mira y pasa.»”
Una de las tantas impresionantes ilustraciones de Gustavo Doré para una vieja edición de "La Divina Comedia", en este caso, representando el Séptimo Círculo del Infierno, destinado a los suicidas. |
Del Purgatorio:
“Negror de infierno y de
noche privada
de estrella alguna, bajo un
pobre cielo,
hasta el sumo de nubes
tenebroso,
tan denso velo no tendió en
mi rostro
como aquel humo que nos
envolvió,
y nunca sentí tan áspero
pelo.
No podía siquiera abrir los
ojos
por lo que, sabia y fiel,
la escolta mía
vino hacia mí ofreciéndome
su hombro.
Como el ciego que va tras
de su guía
para que no se pierda ni
tropiece
en obstáculo alguno, o tal
vez muera,
andaba por el aire amargo y
sucio,
escuchando a Virgilio
aconsejarme:
«Ten cuidado y de mí no te
separes».
Oía voces como que
implorasen
la paz y la clemencia del
Cordero
de Dios que borra todos los
pecados.
Agnus Deí, era, pues, como
empezaban
todos a un tiempo y en el
mismo modo,
y en completa concordia
parecían.
«Maestro, lo que oigo ¿son
espíritus?»
le dije. Y él a mí: «Bien
lo pensaste;
de la iracundia van
soltando el nudo.»”
Y por último sobre el Paraíso:
“Apareció ante mí la bella imagen
con las alas abiertas, que formaban
las almas agrupadas en su dicha;
un rubí parecía cada una
donde un rayo de sol ardiera tanto,
que en mis ojos pudiera reflejarse.
Y lo que debo de tratar ahora
ni referido nunca fue, ni escrito,
ni concebido por la fantasía;
pues vi y también oí que hablaba el pico,
y que la voz decía «mío» y «yo»
y debía decir «nuestro» y «nosotros».
Y comenzó: «Por ser justo y piadoso
estoy aquí exaltado a aquella gloria
que vencer no se deja del deseo;
y dejé tan completa mi memoria
en la tierra, que abajo los malvados
aun sin seguir su ejemplo, la veneran.»
Como un solo calor de muchas brasas,
de entre muchos amores, de igual modo,
salía un solo son de aquella imagen.
Y entonces respondí. «Oh perpetuas flores
de la alegría eterna, que uno sólo
me hacéis aparecer vuestros aromas,
aclaradme, espirando, el gran ayuno
que largamente en hambre me ha tenido,
pues ningún alimento hallé en la tierra.
Bien sé que si en el cielo de otro reino
la justicia divina hace su espejo
veladamente el vuestro no la mira.
Sabéis que atentamente me: dispongo
a escucharos; sabéis cuál es la duda
que en ayunas me tuvo tanto tiempo.»
Como halcón al que quitan la capucha,
que mueve la cabeza y bate alas
ganas mostrando y haciéndose hermoso,
contemplé a aquella imagen, que con loas
a la divina gracia era formada,
con cantos que conoce el que lo goza.”
Tanto en la cita de Homero, como en las de Alighieri, su imaginería y
particularidades difieren entre sí por razones culturales que implican lugar,
época, tradiciones y dogmas teológicos.
No obstante, tanto los antiguos griegos, como los hombres católicos del
medievo eran profundamente religiosos; de este modo en ambas culturas se
aceptaban sus visiones de ultratumba como algo “normal” y que no era puesto en
duda.
Cuando la literatura fantástica y maravillosa comenzó a desarrollarse a
raudos pasos, dando luego cabida a los “cuentos de miedo” y por último a una
floreciente literatura de terror, era evidente que el tema de la muerte
llegaría a cobrar un lugar privilegiado, a la hora de representar en sus historias
el temor natural del ser humano hacia este estado de “No-Existencia”. En otras palabras, el temor hacia la muerte
corresponde a esa manifestación de nuestra propia fragilidad, consistente en la
preocupación ante la presencia de lo desconocido (en este caso concreto: la
muerte misma) y el devenir de las cosas (nuestro futuro incierto). Por ende con el pasar de los siglos, las
narraciones que giraban en torno a las múltiples posibilidades de una muerte
horrorosa, se fueron sumando al extenso catálogo de este floreciente género
literario. Luego, por ejemplo, una obra
que vendría a abordar de forma tan descarnada la llamada necrofobia, sería
nada menos que Cementerio de Animales (Pet Semetary, 1984) de Stephen King
y donde como pocas veces se había visto hasta el momento en este tipo de
narrativa, se mostraron los distintos niveles de pavor que provoca la idea de
la muerte (no obstante tan tenebrosa visión, responde más bien a una sociedad
en la cual se ha perdido la fe en el consuelo de la religión tradicional, de
modo que la muerte ya no significa paz y justicia, si no que se traduce en la
soledad misma y la pérdida completa de nuestra propia idea de humanidad).
Mucho antes de que el señor King publicara una obra tan ominosa como la
recién mencionada, el escritor y guionista Richard Matheson (a quien el autor
de Salem´s Lot y 11/22/63 consideraba sin vacilaciones como a una de sus
principales influencias), escribió un libro de fantasía que dentro de la
moderna literatura sería recordado por quienes hayan tenido el gusto de leerlo,
como toda una novela acerca de la vida después de la muerte: Más
Allá de los Sueños (What dreams may come), obra que
data de 1977.
Escrito en primera persona, supuestamente nos revela uno de los mayores
misterios de la humanidad, puesto que trata acerca de lo que le sucede a su
protagonista, una vez que fallece tras sufrir un accidente de carretera. Jugando con la idea de verosimilitud para
otorgarle al texto una supuesta calidad de ser una historia real, el primero de
sus dos narradores, confiesa al lector la extraña forma en la cual entró en
conocimiento del “destino” de su hermano, luego de que éste abandonó nuestro
mundo:
“—He
pasado seis meses trascribiendo este manuscrito —me aseguró—. No fue idea mía.
Tengo cosas que hacer, pero su hermano no pensaba dejarme en paz hasta que
escribiera la última palabra de este documento y prometiera entregárselo. —Su
voz adquirió un tono desesperado. —Ahora solo queda que usted lo acepte, y así
podré descansar tranquila.
Con esas palabras, depositó el sobre en
mis manos, se giró y descendió con rapidez por el camino que conducía hasta la
acera. Luego se subió a su coche y se alejó sin perder un segundo”.
Sabido por quienes conocen el trabajo y los
intereses de alguien como Matheson, es la preponderancia en su obra de todo lo
relacionado a la llamada “percepción extrasensorial”, o sea, los poderes y/o
habilidades ocultas de la mente (como bien puede verse en otros clásicos suyos
tales como Stir of Echoes, Hell House y Bid Time Return). De tal modo en un título como éste, se hace
evidente el tema de la vida postmortem, aunque en este caso mezclando al más
puro estilo sincretista, la concepción judeocristiana con la tradición
esotérica y mística medianamente “new age”.
Por ende, la idea de la sobrevivencia del espíritu/alma/mente a los
límites de la física y del cuerpo, como también a la misma muerte, se une a las
creencias sobre la comunicación con los muertos, la existencia de los médiums,
los sueños premonitorios, los cuerpos astrales, el karma y, particularmente, la
idea tan oriental de la reencarnación.
Para muestra, un botón:
“Empecé a moverme a través de una abertura
de mi cabeza. Había un ruido similar a un ronroneo, un repique, algo que se
deslizaba muy deprisa, como una corriente de agua a través de un curso muy
estrecho. Me sentí alzarme. Era una burbuja que oscilaba de uno a otro lado.
Creí ver un túnel sobre mí, oscuro y sin fin. Me giré y me quedé anonadado al
ver mi cuerpo tirado en la cama. Vendado e inmóvil. Alimentado mediante tubos
de plástico. Estaba conectado al cuerpo merced a un cordel que brillaba con luz
plateada. El cordón, muy fino, salía de arriba de mi cabeza. El cordel de
plata, pensé. Dios mío, el cordel de plata. Sabía que era lo que mantenía mi
cuerpo con vida.
Me inundó el aborrecimiento cuando vi mis
brazos y piernas sufrir espasmos. Casi no respiraba. Había una expresión
agónica en mi cara. De nuevo, luché para descender y unirme a mi cuerpo. ¡No,
no me iré!, chillaba mi mente. ¡Ann, ayúdame! ¡Por favor! ¡Tenemos que estar
juntos!
Me obligué a bajar y observar mi rostro.
Los labios se habían vuelto púrpuras y el sudor perlaba mi piel. Contemplé las
venas del cuello hincharse. Los músculos comenzaron a contraerse de forma
espasmódica. Intenté con todas mis fuerzas volver al cuerpo. ¡Ann! ¡Llámame a
tu lado para que pueda seguir junto a ti!
Ocurrió un milagro. La vida llenó mi
cuerpo, un saludable color recorrió mi piel y una mirada de paz se acomodó en
mi rostro. Le di gracias a Dios. Ann y los niños no me vieron de la misma forma
que yo. Pensé que volvería a mi cuerpo.
Pero no fue así. Mi cuerpo fue envuelto
por un saco de muchos colores, un saco tejido por el cordel de plata. Sentí una
sensación de desvanecimiento, escuché un restallido (como si una enorme goma
elástica se rompiera) y comencé a alzarme.
Entonces tuve un flashback. Sí, eso es. Un
flashback; como en las películas, pero mucho más rápido. Has leído y escuchado
la frase un millar de veces: «su vida entera pasó ante sus ojos». Robert, es
verdad. Tan rápido que apenas pude seguirla... y hacia atrás. Los días antes
del accidente, las vidas de los niños, mi matrimonio con Ann, mi carrera de
escritor. La universidad, la Segunda Guerra Mundial, el instituto, la escuela,
mi infancia. 1974-1927, hasta el último segundo de esos años. Cada movimiento,
pensamiento, emoción, cada palabra hablada. Lo vi todo. Un borrón de imágenes
fugaces”.
En esta historia, cuando el protagonista fallece, se encuentra con que el
Más Allá resulta ser un lugar en el cual la mente del sujeto es la que da forma
a lo que lo rodea; de tal modo cada uno pasa su “no-existencia” acorde a sus
propias ideas preconcebidas de cómo es la muerte en sí. Por lo tanto, la idea del “Paraíso” se amolda
en cierta medida a lo que para cada uno es más grato. No obstante tal como en el texto ya
mencionado del gran Dante, existen distintos niveles de gracia, todo acorde en
este caso a la propia evolución de cada espíritu, una vez cruzado el umbral
tras haber acabado su vida Es acá cuando
el escritor usa otra idea tan cara a muchas creencias religiosas y/o
esotéricas: el aura. De este modo el
protagonista irá descubriendo (y nosotros con él) el singular funcionamiento del
sitio al que ha llegado (con todas sus maravillas, en un verdadero derroche de
imaginación por parte de un autor tan especial como lo fue Richard Matheson,
quien no deja de usar para el provecho
de su propia prosa, sus conocimientos sobre el “mundo oculto” y al que incluso
le dedicó serias investigaciones y más de un escrito ensayístico).
Al
tratarse de un artista culto como Matheson, quien como ya se pretendió
demostrar en este escrito, siguió una larga tradición literaria de abordar la
“vida después de la muerte”, no cejó en hacer uso de la intertextualidad para
homenajear a los más grandes entre su pares: en este caso al sin par
Shakespeare y al ya citado Dante (entiéndase como intertextualidad al
“diálogo” y/o nexo entre al menos dos obras distintas, donde una de ellas al
ser más antigua que la otra, resulta ser la inspiración de la segunda; por ende
la más reciente homenajea, parodia o realiza ambas cosas respecto a su
predecesora. No obstante también se
habla de intertextualidad, cuando en una obra de arte determinada se usa
directa o indirectamente, elementos de la cultura popular como hechos
históricos, personajes célebres y otros.
Todo esto se observa muy bien, por ejemplo, en todas las alusiones que
un programa popular de televisión como Los Simpsons presenta). Es así como
el título poético del libro, corresponde a un fragmento del famoso monólogo
hecho por el príncipe de Dinamarca Hamlet, de la tragedia homónima del
dramaturgo inglés:
“Pues ese sueño de muerte que los sueños
pueden traer, cuando nos hayamos deshecho de esta envoltura mortal, debe
movernos a la reflexión”.
Empero en la traducción al español de su título, ésta atiende a una
traslación contemporánea a nuestra lengua, de lo que originalmente se escribió
en inglés antiguo (de ahí la diferencia entre la cita real y el nombre del
libro en su traducción). Puesto que su
lengua nativa corresponde a:
“For in that sleep of
death what dreams may come when we have shuffled off this mortal coil, must
give us pause. There's the respect that makes calamity of so long life”.
El maestro Richard Matheson. |
“«Guía» es un mejor término -dijo Albert.-
«Ángel guardián» es un concepto inventado por un hombre de tiempos antiguos.
Captó laverdad acerca de los guías, pero malinterpretó su identidad debido asus
creencias religiosas.
-¿Ann también tiene uno? - pregunté.
- Por supuesto.
- ¿Y su guía no puede hablarle de mí?
- Si ella se abre a tal comunicación, sí,
sin problemas- me respondió, y supe que
aquello no serviría de nada. Se hallaba aislada por su escepticismo”.
Una vez
que el protagonista llega a lo que en la novela se llama Summerland (en inglés La
Tierra del Verano), la narración se torna algo tediosa, puesto que de
algún modo el lector sabe que algo más increíble aún pasará, pero ello tarda
bastante en suceder y el narrador se detiene en unos cuantos detalles previos a
la real acción; debido a esto, se presenta un nuevo dilema para el personaje,
en un lugar donde se supone que éste debería estar en paz. El escritor hace que todo esto se desarrolle
de forma pausada, o sea, con la “calma antes de la tormenta”, como ya lo hizo
antes del prometido viaje al pasado en su igualmente recomendable novela En un
Lugar del Tiempo (ya nombrada en este texto con su título original Bid Time Return). Es aquí que se está a las puertas
de la mejor parte del libro, cuando se anuncia una odisea a lo que en el libro
le llaman los niveles inferiores y donde se encuentran las almas de los
atormentados, o sea, lo que vendría siendo el Infierno. A partir de este momento, se manifiesta sin
duda el escritor en su faceta más tenebrosa, aunque siempre con la misma
sutileza de sus obras más emotivas y poéticas (abundando, en todo caso, este último
tipo de situaciones a lo largo de todo el libro).
Uno de
los tantos bellos mitos griegos hace referencia a la visita al Inframundo, que
realiza el semidios Orfeo. Éste,
poseedor del don divino de cautivar con la música que interpretaba, tuvo que
bajar al mundo de los muertos para ir a buscar a su amada Eurídice. Pues bien, Richard Matheson se valió de esta
famosa historia para (una vez más a través de la intertextualidad), narrarnos
una odisea de connotaciones épicas ´y donde el amor se transforma en el
verdadero motor de los acontecimientos.
Así es cómo en este libro se ve el impacto que pueden tener la estrecha
relación filial entre padres e hijos en la vida (o “no-vida”) de los seres
humanos, de igual modo la amistad, pero en mayor medida, el verdadero romance
entre dos almas afines. Por ende en la
novela, con toda su complejidad argumental, se presenta el tópico del viaje del
héroe, con su correspondiente descenso a los Infiernos, sumado al también
clásico tema del amor. De este modo lo
que vendría a ser la segunda parte de la novela (incluso la parte más importante
de ella), corresponde a la empresa heroica, al periplo en si mismo, que realiza
el “héroe de turno” para salvar a la mujer que ama.
El año de 1998 se estrenó la versión
cinematográfica de rigor de esta novela, la cual ante sus premisas tan interesantes,
sólo esperaba que los efectos especiales fuesen lo suficientemente sofisticados
como para ilustrar de forma creíble (pero sin dejar de ser sorprendentes) lo
detallado en sus páginas. Dirigida por
el neocelandés Vincent Ward (quien se había hecho famoso años atrás gracias a
su bella fantasía medieval Navigator, acerca de otro periplo,
pero en este caso uno a través del tiempo), contó con un casting envidiable. En el papel principal tuvo a Robin Williams en
uno de sus papeles dramáticos más recordados, quien fue apoyado por un veterano
como Max von Sydow, además de tener a su lado al también solvente Cuba Golding
Jr., entre otros grandes artistas. Para
ser sinceros, los efectos especiales de la cinta llegaron a ser innovadores,
puesto que nunca antes se había visto el mundo de ultratumba de forma tan
increíble (y bella) como en esta mentada película. No obstante como era de suponer ante la
traslación al medio audiovisual de un libro, que a ratos llega a ser demasiado
contemplativo, se hicieron bastantes cambios en el guión, de modo de hacerlo
más atractivo al grueso de la gente que por lo general desea algo más “digerible”. De tal modo el primer gran cambio que
mostró el largometraje, fue el de convertir a su protagonista en un doctor, en vez
de hacer que éste se dedicara a la “menos atractiva” carrera de guionista de
historias de terror para cine y televisión (lo que en el caso del texto escrito,
respondía nada menos que a una extrapolación semiautobiográfica de su mismo autor, quien llevaba ya años
dedicado a esto cuando publicó su obra).
Como bien se puede observar al tener en cuenta otras producciones
cinematográficas y televisivas, los doctores protagonistas de historias son
mayoría, si se considera los pocos (o más bien ninguno) guionistas que aparecen
como personajes principales de una película o serial. Lo anterior se comprende al otorgársele a los
doctores a lo largo de la historia, un carácter heroico (pues con su labor
“salvan vidas”), lo que en una primera instancia sintoniza mejor con la tarea
titánica que en pantalla debe realizar el protagonista; no obstante cuando
Matheson optó por hacer a su héroe un “artista”, primó con ello la amplitud de
mente y espíritu de sus colegas, que según la tradición están mucho mejor
preparados para enfrentar la eventualidad y amoldarse a la novedad (además cabe
recordar que el mencionado Orfeo también se dedicaba al arte con su
música). Otro detalle significativo en
el guión adaptado, fue el de acentuar la relación parental del padres con sus
hijos, razón por la cual los descendientes del matrimonio que aparece, poseen
un papel mucho más destacado y emotivo a diferencia del texto original. Por último, para hacer más interesante el
despliegue técnico y dramático, se hizo del viaje al Infierno en la cinta, algo
mucho más acorde a los gustos actuales, dándosele una atmósfera más terrorífica
y no tan sutil como en su contrapartida escrita. En todo caso, la película no
deja de ser una versión que honra al libro que la inspiró, poseyendo verdaderos
momentos de sublimidad.
Elwin: Coincido (como siempre) contigo,en que al llegar el protagonista a Summerland, el relato se hace aburrido,pero ademàs creo que el recurso de explicar el funcionamiento de dicho lugar a travès del diàlogo es bien bàsico ,propio de una escritura primeriza,muy lejos de lo demostrado por el autor en sus obras. Esta caracterìstica hace la lectura aùn màs tediosa,y a mì entender no sòlo es porque no ocurre nada,sino que abusa de las explicaciones.El resto del libro es interesante, a pesar de que me resultaron poco creìbles algunas situaciones
ResponderEliminarCariños
Vale
Gracias, Vale, por pasarte por acá. En realidad este texto no es lo mejor de su autor, pero creo que tiene sus virtudes.
ResponderEliminarDesconocía esta obra de Richard Matheson, y por tanto ignoraba que el filme se basase en ella. Ya aprendí otra cosa.
ResponderEliminarPor otra parte me ha gustado que tratases el tema en amplitud, y me doy cuenta que debería releerme "La Divina Comedia" porque creo que cuando la leí no la aprehendí en toda su magnitud.
Para ser sincero, la vez que leí "La Divina Comedia" me aburrió, pero no por ello voy a negar su genialidad. Por otro lado, esperé años poder tener acceso a este libro (pues no leo en digital, así que muchos títulos debo esperar a encontrarlos en librería y comprármelos) y como siempre fue un verdadero placer leer a Matheson; ojalá pueda conseguirme más títulos suyos.
ResponderEliminarVaya, muy buena entrada Elwin, muy bien trabajada. Por cierto a mi también me aburrió La divina comedia, para ser má preciso la parte del Cielo, creo que me empalagó tanta belleza jeje.
ResponderEliminarQué bien que te haya gustado este texto que con tanto entusiasmo escribí. En realidad leer a Richard Matheson es algo que te recomiendo sin vacilaciones y al que en mi caso en particular me gustaría dedicarle más tiempo.
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