jueves, 1 de mayo de 2014

Una particular mirada a la vida después de la muerte.


     El tema de la vida después de la muerte bien puede resultar para algunos algo complicado. 
     Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha buscado respuestas a qué sucede con uno cuando la vida se acaba y para ello se ha basado en un montón de creencias religiosas para explicar tan compleja interrogante; en la mayoría de los casos, los dogmas teológicos han dado a millones de personas la tranquilidad suficiente de que la muerte es sólo un paso a otro estado de conciencia y donde el alma, espíritu o mente puede acceder a la felicidad o a lo menos a la tranquilidad que en vida apenas se pudo tener.  Es así como las imágenes de la vida después de la muerte son tan variadas según tantas son las creencias religiosas que existan, siendo unas más benignas que otras y en algunos casos, algunas sin dudas de naturaleza pavorosa.  Por lo general muchas culturas y fe han detallado la existencia de un lugar como destino final para los justos, la gente bondadosa, los sabios y los héroes, un sitio de carácter benigno en su esencia (llámese Paraíso, Valhala, los Campos Eliseos o cualquier otro nombre que reciba según de dónde venga la persona); en contraposición a este sitio favorable, existe aquella zona en la cual llegan a parar aquellos que deben ser castigados por sus enormes pecados y crímenes, un sitio de dolor y horror (el Infierno, Hades, el Tártaro y otros lares similares).
     En la literatura se puede identificar sin vacilaciones esta fuerte presencia de la creencia en el mundo del Más Allá.  Esto bien se puede comprobar desde los textos más antiguos, tal como sucede con la mismísima Odisea de Homero en su Canto XI: en dicho episodio su famoso protagonista Odiseo, rey de Itaca, llega junto a sus hombres hasta una de las tantas puertas entre este mundo y el otro, para contactar al espíritu del vidente Tiresias, de modo de pedirle consejo:

     “Luego que hube suplicado al linaje de los difuntos con promesas y súplicas, yugulé los ganados que había llevado junto a la fosa y fluía su negra sangre. Entonces se empezaron a congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce, hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror.
    (…)
    Y llegó el alma del Tebano Tiresias, en la mano su cetro de oro, y me reconoció, y dijo:
      Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides, ¿por qué has venido, desgraciado, abandonando la luz de Helios, para ver a los muertos y este lugar carente de goces? Apártate de la fosa y retira tu aguda espada para que beba de la sangre y te diga la verdad.
    Así dijo; yo entonces volví a guardar mi espada de clavos de plata, la metí en la vaina, y sólo cuando hubo bebido la negra sangre se dirigió a mí con palabras el irreprochable adivino”

    En este mismo lugar, el mítico Odiseo se encuentra con una serie de personajes notables de la tradición griega, con quienes también dialoga, mientras que a otros tan sólo los ve pasar de largo.  A su vez queda claro que esta visión del mundo de ultratumba, corresponde sin duda a la sostenida por el pueblo helénico; de este modo  lo que en el fragmento se cuenta, en su momento fue considerado como verdadero  para dicho pueblo, al formar parte de sus creencias religiosas más sagradas.
    No obstante para la cultura occidental cristiana, será nada menos que La Divina Comedia de Dante Alighieri (escrita entre 1304 y 1321), el texto que se convertirá en el ícono ideal para la posteridad, a la hora de retratar los tres estadios de la vida después de la muerte.  Cabe destacar que el autor se inspiró en la tradición religiosa católica medieval sobre el mundo del Más Allá (con la supuesta existencia del Cielo, el Purgatorio y el Infierno) para ambientar su extenso poema narrativo.  El impacto en el mundo culto y popular de este título ha sido tal, que hoy en día, siglos después de su creación, muchas de sus imágenes e ideas han sido usadas en un sinnúmero de obras posteriores y no sólo dentro de la literatura, si no que también en muchas otras expresiones artísticas y mediáticas como la pintura, la música, el cine, el cómic, los videojuegos, etc. (en especial en lo que se refiere a su apartado dedicado al Infierno y a sus espantosos tormentos; de ahí a que se haya acuñado el término de dantesco para referirse a algo tan horroroso como lo descrito por el vate italiano).   En pocas palabras, lo que hizo Dante, siendo él mismo el protagonista de este famoso viaje al mundo de ultratumba, fue describir con una imaginación desbordante los tres lugares ya mencionados.  Esto se puede ver en las siguientes citas que ilustran cada uno de estas esferas:

     Sobre el Infierno:

“Luego tomó mi mano con la suya
con gesto alegre, que me confortó,
y en las cosas secretas me introdujo.                                        

Allí suspiros, llantos y altos ayes
resonaban al aiire sin estrellas,
y yo me eché a llorar al escucharlo.                                         

Diversas lenguas, hórridas blasfemias,
palabras de dolor, acentos de ira,
roncos gritos al son de manotazos,                                           

un tumulto formaban, el cual gira
siempre en el aiire eternamente oscuro,
como arena al soplar el torbellino.                                            

Con el terror ciñendo mi cabeza
dije: «Maestro, qué es lo que yo escucho,
y quién son éstos que el dolor abate?»                          

Y él me repuso: «Esta mísera suerte
tienen las tristes almas de esas gentes
que vivieron sin gloria y sin infamia.                                           

Están mezcladas con el coro infame
de ángeles que no se rebelaron,
no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.                                

Los echa el cielo, porque menos bello
no sea, y el infierno los rechaza,
pues podrían dar gloria a los caídos.»                                       

Y yo: «Maestro, ¿qué les pesa tanto
y provoca lamentos tan amargos?»
Respondió: «Brevemente he de decirlo.                                    

No tienen éstos de muerte esperanza,
y su vida obcecada es tan rastrera,
que envidiosos están de cualquier suerte.                                  

Ya no tiene memoria el mundo de ellos,
compasión y justicia les desdeña;
de ellos no hablemos, sino mira y pasa.»”   

Una de las tantas impresionantes ilustraciones de Gustavo Doré para una vieja edición
de "La Divina Comedia", en este caso, representando el Séptimo Círculo del Infierno, destinado a los suicidas.
     Del Purgatorio:

“Negror de infierno y de noche privada
de estrella alguna, bajo un pobre cielo,
hasta el sumo de nubes tenebroso,                                           

tan denso velo no tendió en mi rostro
como aquel humo que nos envolvió,
y nunca sentí tan áspero pelo.                                                    

No podía siquiera abrir los ojos
por lo que, sabia y fiel, la escolta mía
vino hacia mí ofreciéndome su hombro.                       

Como el ciego que va tras de su guía
para que no se pierda ni tropiece
en obstáculo alguno, o tal vez muera,                                        

andaba por el aire amargo y sucio,
escuchando a Virgilio aconsejarme:
«Ten cuidado y de mí no te separes».                                        
Oía voces como que implorasen
la paz y la clemencia del Cordero
de Dios que borra todos los pecados.                                      

Agnus Deí, era, pues, como empezaban
todos a un tiempo y en el mismo modo,
y en completa concordia parecían.                                            

«Maestro, lo que oigo ¿son espíritus?»
le dije. Y él a mí: «Bien lo pensaste;
de la iracundia van soltando el nudo.»”

     Y por último sobre el Paraíso:

“Apareció ante mí la bella imagen
con las alas abiertas, que formaban
las almas agrupadas en su dicha;                                            

un rubí parecía cada una
donde un rayo de sol ardiera tanto,
que en mis ojos pudiera reflejarse.                                            

Y lo que debo de tratar ahora
ni referido nunca fue, ni escrito,
ni concebido por la fantasía;                                                     

pues vi y también oí que hablaba el pico,
y que la voz decía «mío» y «yo»
y debía decir «nuestro» y «nosotros».                                       

Y comenzó: «Por ser justo y piadoso
estoy aquí exaltado a aquella gloria
que vencer no se deja del deseo;                                              

y dejé tan completa mi memoria
en la tierra, que abajo los malvados
aun sin seguir su ejemplo, la veneran.»                          

Como un solo calor de muchas brasas,
de entre muchos amores, de igual modo,
salía un solo son de aquella imagen.                                         

Y entonces respondí. «Oh perpetuas flores
de la alegría eterna, que uno sólo
me hacéis aparecer vuestros aromas,                                        

aclaradme, espirando, el gran ayuno
que largamente en hambre me ha tenido,
pues ningún alimento hallé en la tierra.                           

Bien sé que si en el cielo de otro reino
la justicia divina hace su espejo
veladamente el vuestro no la mira.                                          

Sabéis que atentamente me: dispongo
a escucharos; sabéis cuál es la duda
que en ayunas me tuvo tanto tiempo.»                           

Como halcón al que quitan la capucha,
que mueve la cabeza y bate alas
ganas mostrando y haciéndose hermoso,                                  

contemplé a aquella imagen, que con loas
a la divina gracia era formada,
con cantos que conoce el que lo goza.”                          

     Tanto en la cita de Homero, como en las de Alighieri, su imaginería y particularidades difieren entre sí por razones culturales que implican lugar, época, tradiciones y dogmas teológicos.  No obstante, tanto los antiguos griegos, como los hombres católicos del medievo eran profundamente religiosos; de este modo en ambas culturas se aceptaban sus visiones de ultratumba como algo “normal” y que no era puesto en duda.
     Cuando la literatura fantástica y maravillosa comenzó a desarrollarse a raudos pasos, dando luego cabida a los “cuentos de miedo” y por último a una floreciente literatura de terror, era evidente que el tema de la muerte llegaría a cobrar un lugar privilegiado, a la hora de representar en sus historias el temor natural del ser humano hacia este estado de “No-Existencia”.  En otras palabras, el temor hacia la muerte corresponde a esa manifestación de nuestra propia fragilidad, consistente en la preocupación ante la presencia de lo desconocido (en este caso concreto: la muerte misma) y el devenir de las cosas (nuestro futuro incierto).  Por ende con el pasar de los siglos, las narraciones que giraban en torno a las múltiples posibilidades de una muerte horrorosa, se fueron sumando al extenso catálogo de este floreciente género literario.  Luego, por ejemplo, una obra que vendría a abordar de forma tan descarnada la llamada necrofobia, sería nada menos que Cementerio de Animales (Pet Semetary, 1984) de Stephen King y donde como pocas veces se había visto hasta el momento en este tipo de narrativa, se mostraron los distintos niveles de pavor que provoca la idea de la muerte (no obstante tan tenebrosa visión, responde más bien a una sociedad en la cual se ha perdido la fe en el consuelo de la religión tradicional, de modo que la muerte ya no significa paz y justicia, si no que se traduce en la soledad misma y la pérdida completa de nuestra propia idea de humanidad).
     Mucho antes de que el señor King publicara una obra tan ominosa como la recién mencionada, el escritor y guionista Richard Matheson (a quien el autor de Salem´s Lot y 11/22/63 consideraba sin vacilaciones como a una de sus principales influencias), escribió un libro de fantasía que dentro de la moderna literatura sería recordado por quienes hayan tenido el gusto de leerlo, como toda una novela acerca de la vida después de la muerte: Más Allá de los Sueños (What dreams may come), obra que data de 1977.
      Escrito en primera persona, supuestamente nos revela uno de los mayores misterios de la humanidad, puesto que trata acerca de lo que le sucede a su protagonista, una vez que fallece tras sufrir un accidente de carretera.  Jugando con la idea de verosimilitud para otorgarle al texto una supuesta calidad de ser una historia real, el primero de sus dos narradores, confiesa al lector la extraña forma en la cual entró en conocimiento del “destino” de su hermano, luego de que éste abandonó nuestro mundo:

     “—He pasado seis meses trascribiendo este manuscrito —me aseguró—. No fue idea mía. Tengo cosas que hacer, pero su hermano no pensaba dejarme en paz hasta que escribiera la última palabra de este documento y prometiera entregárselo. —Su voz adquirió un tono desesperado. —Ahora solo queda que usted lo acepte, y así podré descansar tranquila.
      Con esas palabras, depositó el sobre en mis manos, se giró y descendió con rapidez por el camino que conducía hasta la acera. Luego se subió a su coche y se alejó sin perder un segundo”.

      Sabido por quienes conocen el trabajo y los intereses de alguien como Matheson, es la preponderancia en su obra de todo lo relacionado a la llamada “percepción extrasensorial”, o sea, los poderes y/o habilidades ocultas de la mente (como bien puede verse en otros clásicos suyos tales como Stir of Echoes, Hell House y  Bid Time Return).  De tal modo en un título como éste, se hace evidente el tema de la vida postmortem, aunque en este caso mezclando al más puro estilo sincretista, la concepción judeocristiana con la tradición esotérica y mística medianamente “new age”.  Por ende, la idea de la sobrevivencia del espíritu/alma/mente a los límites de la física y del cuerpo, como también a la misma muerte, se une a las creencias sobre la comunicación con los muertos, la existencia de los médiums, los sueños premonitorios, los cuerpos astrales, el karma y, particularmente, la idea tan oriental de la reencarnación.   Para muestra, un botón:

     “Empecé a moverme a través de una abertura de mi cabeza. Había un ruido similar a un ronroneo, un repique, algo que se deslizaba muy deprisa, como una corriente de agua a través de un curso muy estrecho. Me sentí alzarme. Era una burbuja que oscilaba de uno a otro lado. Creí ver un túnel sobre mí, oscuro y sin fin. Me giré y me quedé anonadado al ver mi cuerpo tirado en la cama. Vendado e inmóvil. Alimentado mediante tubos de plástico. Estaba conectado al cuerpo merced a un cordel que brillaba con luz plateada. El cordón, muy fino, salía de arriba de mi cabeza. El cordel de plata, pensé. Dios mío, el cordel de plata. Sabía que era lo que mantenía mi cuerpo con vida.
     Me inundó el aborrecimiento cuando vi mis brazos y piernas sufrir espasmos. Casi no respiraba. Había una expresión agónica en mi cara. De nuevo, luché para descender y unirme a mi cuerpo. ¡No, no me iré!, chillaba mi mente. ¡Ann, ayúdame! ¡Por favor! ¡Tenemos que estar juntos!
     Me obligué a bajar y observar mi rostro. Los labios se habían vuelto púrpuras y el sudor perlaba mi piel. Contemplé las venas del cuello hincharse. Los músculos comenzaron a contraerse de forma espasmódica. Intenté con todas mis fuerzas volver al cuerpo. ¡Ann! ¡Llámame a tu lado para que pueda seguir junto a ti!
     Ocurrió un milagro. La vida llenó mi cuerpo, un saludable color recorrió mi piel y una mirada de paz se acomodó en mi rostro. Le di gracias a Dios. Ann y los niños no me vieron de la misma forma que yo. Pensé que volvería a mi cuerpo.
     Pero no fue así. Mi cuerpo fue envuelto por un saco de muchos colores, un saco tejido por el cordel de plata. Sentí una sensación de desvanecimiento, escuché un restallido (como si una enorme goma elástica se rompiera) y comencé a alzarme.
     Entonces tuve un flashback. Sí, eso es. Un flashback; como en las películas, pero mucho más rápido. Has leído y escuchado la frase un millar de veces: «su vida entera pasó ante sus ojos». Robert, es verdad. Tan rápido que apenas pude seguirla... y hacia atrás. Los días antes del accidente, las vidas de los niños, mi matrimonio con Ann, mi carrera de escritor. La universidad, la Segunda Guerra Mundial, el instituto, la escuela, mi infancia. 1974-1927, hasta el último segundo de esos años. Cada movimiento, pensamiento, emoción, cada palabra hablada. Lo vi todo. Un borrón de imágenes fugaces”.

    En esta historia, cuando el protagonista fallece, se encuentra con que el Más Allá resulta ser un lugar en el cual la mente del sujeto es la que da forma a lo que lo rodea; de tal modo cada uno pasa su “no-existencia” acorde a sus propias ideas preconcebidas de cómo es la muerte en sí.  Por lo tanto, la idea del “Paraíso” se amolda en cierta medida a lo que para cada uno es más grato.  No obstante tal como en el texto ya mencionado del gran Dante, existen distintos niveles de gracia, todo acorde en este caso a la propia evolución de cada espíritu, una vez cruzado el umbral tras haber acabado su vida  Es acá cuando el escritor usa otra idea tan cara a muchas creencias religiosas y/o esotéricas: el aura.  De este modo el protagonista irá descubriendo (y nosotros con él) el singular funcionamiento del sitio al que ha llegado (con todas sus maravillas, en un verdadero derroche de imaginación por parte de un autor tan especial como lo fue Richard Matheson, quien  no deja de usar para el provecho de su propia prosa, sus conocimientos sobre el “mundo oculto” y al que incluso le dedicó serias investigaciones y más de un escrito ensayístico).
     Al tratarse de un artista culto como Matheson, quien como ya se pretendió demostrar en este escrito, siguió una larga tradición literaria de abordar la “vida después de la muerte”, no cejó en hacer uso de la intertextualidad para homenajear a los más grandes entre su pares: en este caso al sin par Shakespeare y al ya citado Dante (entiéndase como intertextualidad al “diálogo” y/o nexo entre al menos dos obras distintas, donde una de ellas al ser más antigua que la otra, resulta ser la inspiración de la segunda; por ende la más reciente homenajea, parodia o realiza ambas cosas respecto a su predecesora.  No obstante también se habla de intertextualidad, cuando en una obra de arte determinada se usa directa o indirectamente, elementos de la cultura popular como hechos históricos, personajes célebres y otros.  Todo esto se observa muy bien, por ejemplo, en todas las alusiones que un programa popular de televisión como Los Simpsons presenta). Es así como el título poético del libro, corresponde a un fragmento del famoso monólogo hecho por el príncipe de Dinamarca Hamlet, de la tragedia homónima del dramaturgo inglés:

    “Pues ese sueño de muerte que los sueños pueden traer, cuando nos hayamos deshecho de esta envoltura mortal, debe movernos a la reflexión”.

    Empero en la traducción al español de su título, ésta atiende a una traslación contemporánea a nuestra lengua, de lo que originalmente se escribió en inglés antiguo (de ahí la diferencia entre la cita real y el nombre del libro en su traducción).   Puesto que su lengua nativa corresponde a:

    “For in that sleep of death what dreams may come when we have shuffled off this mortal coil, must give us pause. There's the respect that makes calamity of so long life”.

   
El maestro Richard Matheson.
     Siguiendo con las referencias multiculturales y literarias de la novela en la cual hoy nos detenemos, el personaje principal del libro tal cual el Dante del poema épico medieval, recibe la ayuda de un compañero de ultratumba en su periplo a través de las tierras del Más Allá.  Siguiendo con lo anterior, tal cual como en el texto de Alighieri, el narrador protagonista es acompañado por otro muerto, quien le enseña cómo funciona el lugar en el que se encuentra, transformándose en su maestro, al ser alguien experimentado en la materia.  A su vez resulta ser a través del diálogo activo entre el protagonista y su “anfitrión”, que se entrega una información valiosa sobre cómo funciona la vida después de la muerte.  Si en la obra “inmortal” del italiano resultan ser el poeta romano Virgilio (en el Infierno y el Purgatorio) y la virginal Beatriz (ya en el Cielo) quienes guían al inexperto Dante, en el caso de Más Allá de los Sueños resulta ser el primo favorito del protagonista, fallecido a muy temprana edad.

     “«Guía» es un mejor término -dijo Albert.- «Ángel guardián» es un concepto inventado por un hombre de tiempos antiguos. Captó laverdad acerca de los guías, pero malinterpretó su identidad debido asus creencias religiosas.
     -¿Ann también tiene uno? - pregunté.
     - Por supuesto. 
     - ¿Y su guía no puede hablarle de mí?   
     - Si ella se abre a tal comunicación, sí, sin problemas-  me respondió, y supe que aquello no serviría de nada. Se hallaba aislada por su escepticismo”.

     Una vez que el protagonista llega a lo que en la novela se llama Summerland (en inglés La Tierra del Verano), la narración se torna algo tediosa, puesto que de algún modo el lector sabe que algo más increíble aún pasará, pero ello tarda bastante en suceder y el narrador se detiene en unos cuantos detalles previos a la real acción; debido a esto, se presenta un nuevo dilema para el personaje, en un lugar donde se supone que éste debería estar en paz.  El escritor hace que todo esto se desarrolle de forma pausada, o sea, con la “calma antes de la tormenta”, como ya lo hizo antes del prometido viaje al pasado en su igualmente recomendable novela En un Lugar del Tiempo (ya nombrada en este texto con su título original Bid Time Return).   Es aquí que se está a las puertas de la mejor parte del libro, cuando se anuncia una odisea a lo que en el libro le llaman los niveles inferiores y donde se encuentran las almas de los atormentados, o sea, lo que vendría siendo el Infierno.   A partir de este momento, se manifiesta sin duda el escritor en su faceta más tenebrosa, aunque siempre con la misma sutileza de sus obras más emotivas y poéticas (abundando, en todo caso, este último tipo de situaciones a lo largo de todo el libro).
     Uno de los tantos bellos mitos griegos hace referencia a la visita al Inframundo, que realiza el semidios Orfeo.  Éste, poseedor del don divino de cautivar con la música que interpretaba, tuvo que bajar al mundo de los muertos para ir a buscar a su amada Eurídice.  Pues bien, Richard Matheson se valió de esta famosa historia para (una vez más a través de la intertextualidad), narrarnos una odisea de connotaciones épicas ´y donde el amor se transforma en el verdadero motor de los acontecimientos.  Así es cómo en este libro se ve el impacto que pueden tener la estrecha relación filial entre padres e hijos en la vida (o “no-vida”) de los seres humanos, de igual modo la amistad, pero en mayor medida, el verdadero romance entre dos almas afines.  Por ende en la novela, con toda su complejidad argumental, se presenta el tópico del viaje del héroe, con su correspondiente descenso a los Infiernos, sumado al también clásico tema del amor.  De este modo lo que vendría a ser la segunda parte de la novela (incluso la parte más importante de ella), corresponde a la empresa heroica, al periplo en si mismo, que realiza el “héroe de turno” para salvar a la mujer que ama.
      El año de 1998 se estrenó la versión cinematográfica de rigor de esta novela, la cual ante sus premisas tan interesantes, sólo esperaba que los efectos especiales fuesen lo suficientemente sofisticados como para ilustrar de forma creíble (pero sin dejar de ser sorprendentes) lo detallado en sus páginas.  Dirigida por el neocelandés Vincent Ward (quien se había hecho famoso años atrás gracias a su bella fantasía medieval Navigator, acerca de otro periplo, pero en este caso uno a través del tiempo), contó con un casting envidiable.  En el papel principal tuvo a Robin Williams en uno de sus papeles dramáticos más recordados, quien fue apoyado por un veterano como Max von Sydow, además de tener a su lado al también solvente Cuba Golding Jr., entre otros grandes artistas.  Para ser sinceros, los efectos especiales de la cinta llegaron a ser innovadores, puesto que nunca antes se había visto el mundo de ultratumba de forma tan increíble (y bella) como en esta mentada película.  No obstante como era de suponer ante la traslación al medio audiovisual de un libro, que a ratos llega a ser demasiado contemplativo, se hicieron bastantes cambios en el guión, de modo de hacerlo más atractivo al grueso de la gente que por lo general desea algo más “digerible”.    De tal modo el primer gran cambio que mostró el largometraje, fue el de convertir a su protagonista en un doctor, en vez de hacer que éste se dedicara a la “menos atractiva” carrera de guionista de historias de terror para cine y televisión (lo que en el caso del texto escrito, respondía nada menos que a una extrapolación semiautobiográfica  de su mismo autor, quien llevaba ya años dedicado a esto cuando publicó su obra).  Como bien se puede observar al tener en cuenta otras producciones cinematográficas y televisivas, los doctores protagonistas de historias son mayoría, si se considera los pocos (o más bien ninguno) guionistas que aparecen como personajes principales de una película o serial.  Lo anterior se comprende al otorgársele a los doctores a lo largo de la historia, un carácter heroico (pues con su labor “salvan vidas”), lo que en una primera instancia sintoniza mejor con la tarea titánica que en pantalla debe realizar el protagonista; no obstante cuando Matheson optó por hacer a su héroe un “artista”, primó con ello la amplitud de mente y espíritu de sus colegas, que según la tradición están mucho mejor preparados para enfrentar la eventualidad y amoldarse a la novedad (además cabe recordar que el mencionado Orfeo también se dedicaba al arte con su música).   Otro detalle significativo en el guión adaptado, fue el de acentuar la relación parental del padres con sus hijos, razón por la cual los descendientes del matrimonio que aparece, poseen un papel mucho más destacado y emotivo a diferencia del texto original.  Por último, para hacer más interesante el despliegue técnico y dramático, se hizo del viaje al Infierno en la cinta, algo mucho más acorde a los gustos actuales, dándosele una atmósfera más terrorífica y no tan sutil como en su contrapartida escrita. En todo caso, la película no deja de ser una versión que honra al libro que la inspiró, poseyendo verdaderos momentos de sublimidad.

   

6 comentarios:

  1. Elwin: Coincido (como siempre) contigo,en que al llegar el protagonista a Summerland, el relato se hace aburrido,pero ademàs creo que el recurso de explicar el funcionamiento de dicho lugar a travès del diàlogo es bien bàsico ,propio de una escritura primeriza,muy lejos de lo demostrado por el autor en sus obras. Esta caracterìstica hace la lectura aùn màs tediosa,y a mì entender no sòlo es porque no ocurre nada,sino que abusa de las explicaciones.El resto del libro es interesante, a pesar de que me resultaron poco creìbles algunas situaciones
    Cariños
    Vale

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  2. Gracias, Vale, por pasarte por acá. En realidad este texto no es lo mejor de su autor, pero creo que tiene sus virtudes.

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  3. Desconocía esta obra de Richard Matheson, y por tanto ignoraba que el filme se basase en ella. Ya aprendí otra cosa.

    Por otra parte me ha gustado que tratases el tema en amplitud, y me doy cuenta que debería releerme "La Divina Comedia" porque creo que cuando la leí no la aprehendí en toda su magnitud.

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  4. Para ser sincero, la vez que leí "La Divina Comedia" me aburrió, pero no por ello voy a negar su genialidad. Por otro lado, esperé años poder tener acceso a este libro (pues no leo en digital, así que muchos títulos debo esperar a encontrarlos en librería y comprármelos) y como siempre fue un verdadero placer leer a Matheson; ojalá pueda conseguirme más títulos suyos.

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  5. Vaya, muy buena entrada Elwin, muy bien trabajada. Por cierto a mi también me aburrió La divina comedia, para ser má preciso la parte del Cielo, creo que me empalagó tanta belleza jeje.

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  6. Qué bien que te haya gustado este texto que con tanto entusiasmo escribí. En realidad leer a Richard Matheson es algo que te recomiendo sin vacilaciones y al que en mi caso en particular me gustaría dedicarle más tiempo.

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