La Patogallina es una compañía de teatro chilena contemporánea,
compuesta por jóvenes profesionales de diferentes áreas artísticas escénicas,
quienes desde 1996 han ganado ya prestigio tanto a nivel nacional, como
internacional. De este modo a la fecha
han montado 7 obras, presentadas en numerosos festivales de teatro, como en
representaciones varias y ganando además varios premios. Su trabajo se caracteriza por incorporar
elementos del teatro callejero popular, humor, música en vivo y el desarrollo
de historias basadas en la historia e identidad patrióticas (tema recurrente en
nuestro teatro), si bien no por ello sus realizaciones carecen de carácter
universal. Otro interesante aspecto de sus realizaciones que no pasa
desapercibido, es su preocupación por el cuidado diseño de sus escenografías,
lo que se agradece cuando hoy en día la norma (al menos en el teatro chileno)
es contar con un escenario más bien pobre y por no decir, espartano; de este
modo quien va a ver sus trabajos, se encuentra con un bello trabajo, donde
además resalta lo lúdico e ingenioso y que permite transportar al público sin
problemas a otra realidad.
En abril de este año La Patogallina realizará una
retrospectiva de todos sus montajes, en Matucana 100, oportunidad que no puede
perderse el amante del buen teatro en general, como aquellos que ya han visto
obras de esta compañía y desean apreciar aquellas que se perdieron (a su vez es
posible repetirse uno que otro título de su repertorio).
Por cierto, la compañía cuenta con una banda de música popular, La
Patogallina Saunmachin, la cual por lo general se presenta en eventos
culturales, si bien apenas cuenta con una discografía editada. No obstante posee varios seguidores, ya que
su música es de carácter alegre y mezcla de folclor con rock, ska y ritmos
tropicales, lo que la hace del gusto de un amplio grupo de personas.
Extranjero, el último Hain corresponde a su séptima y última
producción a la fecha. Estrenada en
octubre de 2011, aborda uno de los tantos episodios tristes de nuestro pasado:
la captura y rapto de aborígenes patagónicos (de las tierras más australes y/o
lejanas del territorio chileno), para ser exhibidos en Europa como bestias en
los llamados “zoológicos humanos” durante el siglo XIX. Lo más vergonzoso de todo ello, fue que los
inescrupulosos sujetos que se dedicaron a esto, contaban con el beneplácito del
gobierno de aquel entonces, puesto que obtenían ganancias económicas con tal
acuerdo, ya que no consideraban a las víctimas ciudadanos chilenos, ni mucho
menos personas. Es así cómo esta obra
gira en torno a un adolescente, de quien nunca llegamos a saber su nombre,
quien justo cuando se encuentra realizando el rito religioso para entrar a la
vida adulta, es violentado por los verdaderos extranjeros, quiénes se lo llevan
para iniciar un auténtico viaje a los infiernos y donde el muchacho será
sometido a varios vejámenes junto a otros expatriados. Pero no todo es maldad pura entre los
supuestos hombres civilizados, puesto que en el intertanto, el joven
protagonista conoce a una cuantas personas que sí reconocen en él a un sujeto
con derechos y digno de ser respetado, de modo que harán lo posible para
salvarlo de su desgracia.
La obra comienza con una imagen (o escena mejor dicho), en la cual de
inmediato se nos trasporta al increíble mundo de los Selk´nam, el pueblo al que
pertenece el personaje principal: una tierra fría, pero llena de magia y de
naturaleza virgen. Es así que vemos a un
grupo de esta gente marchar a duras penas, batallando contra el viento y la
nieve, para luego rendirle tributo a sus dioses y espíritus protectores. El
espectador no deja de verse inmerso en medio de esta realidad, la que luego
contrastará con cada una de las etapas del periplo forzado del joven
Selk´nam. Ambos mundos se ven opuestos
entre sí: cuando el sur profundo se ve cálido, pese a todo, en la llamada
“civilización” abunda el horror y falta de belleza de la naturaleza. Por cierto, todos los personajes llevan
máscaras o antifaces, elementos propios del tradicional teatro popular y
callejero, por no decir carnavalesco (de lo que se ha apropiado orgullosamente
este colectivo artístico). De este modo,
a la hora de crear el ambiente adecuado para “hacernos creer” en la
verosimilitud de lo representado, cumplen un papel fundamental dos elementos en
concreto:
- Primero la voz en off que se escucha al
principio de la obra y luego al final de ésta (no recuerdo bien si aparece
en otros momentos). Ella es tanto
el pensamiento, como la voz misma del protagonista y cumple con la labor
de determinar el sentido de lo sucesos mostrados. Todo a través de un discurso lírico, que
no deja de sensibilizar al receptor ante las vicisitudes de quien se expresa. Su voz incita a la ternura, puesto que
prácticamente es la voz de un niño, quien pese a todo se mantiene ingenuo
y puro. Al respecto es importante
mencionar que a lo largo de la exhibición los indígenas no hablan, sólo
los europeos lo hacen; así es posible escucharlos hablar para legitimar
sus atrocidades, como también cuando el pequeño indígena es defendido por
quienes lo han llegado a amar
- Segundo, una impresionante estructura
giratoria, armable y desmontable, que se ubica al medio del escenario para
usarse como barco, circo, coche a caballos y otros distintos objetos, como
sitios; de este modo es posible darles paso a los acontecimientos del
drama. El armatoste, bastante
creativo por cierto, en cuestión de segundos nos ubica en espacios
diferentes, dando la ilusión de que el tiempo ha pasado y las distancias
geométricas se han ensanchado.
Varios son los temas tratados en este recomendable título, sin olvidar
su función de ilustrar un drama que ocurrió en verdad (no sólo en Chile) y del
cual apenas se mantiene documentación al respecto, razón por la cual apenas hay
conocimiento público de ello. Por ende
es fundamental a la hora de apreciar este drama, identificar el tópico del “otro” y ello en cuánto
al impacto del choque entre dos culturas tan diferentes; a esto se suma la
aniquilación de una de ellas de forma violenta, por parte de la que actúa de
manera invasora y dominante (y que además se considera a sí misma como
superior). No está demás decir, que este
conflicto se ha visto repetido en la historia del mundo desde la noche de los
tiempos. Así es cuando gracias a la voz
del protagonista, nos enteramos de que los verdaderos otros, los que actúan de
forma irracional, son los “hombres blancos”, quiénes para el Selk´nam y los
suyos primero resultan extraños y luego provocan pesar; el muchacho no los
entiende y también apenas comprende la razón de sus infortunios. Es entonces que los verdaderamente
irracionales resultan ser quienes se jactan de su poder, mientras que los más
humildes demuestran mayor humanidad. No
obstante cada grupo al que pertenecen los personajes, ve al resto como si se
estuviera tratando de una especie rara y completamente distinta (sin embargo
cuando existe la amplitud de miras y la verdadera comunión, gracias a la presencia
de la empatía, es posible el reconocimiento de la calidad humana de quien está
frente a uno). En pocas palabras, lo que
nos muestra esta obra, es el choque cultural entre el llamado Viejo Mundo
(Europa) y el Nuevo Mundo (América). En
este sentido el título en sí mismo, Extranjero, el último Hain, corresponde
tanto a la naturaleza de “transplantado” del protagonista y que ya no se haya
entre los suyos, como a su papel de ser el último de su raza y cultura
(destinada inevitablemente a la extinción); a su vez el muchacho es un “otro”
para el resto de la gente, quienes por su lado son “otros” para él
Uno de los espíritus se presenta ante el personaje principal. |
Otro tema destacable viene a ser la presencia de la religiosidad dentro
de la trama, ya que a lo largo de la obra, es posible apreciar la importancia
que toma la fe en el pueblo de los indígenas; ello partiendo desde el rito con
el que comienza todo, apareciendo además los espíritus en varios momentos
significativos del desarrollo dramático (no se puede olvidar que algunos de los
instantes más emotivos del guión, muestran a estos seres en plena acción,
otorgándole una atmósfera tanto onírica, como mítica). En cambio los antagonistas se ven como
sujetos sin Dios, ni ley. Los espíritus
de la obra son el nexo con la tierra y el pueblo de los raptados; además cumplen
la labor de ser los guías, frente a cada una de las pruebas por las que pasan
estos mismos. En cambio los bandoleros
son a lo más demonios crueles, carentes de toda comunión con los demás.
Frente al conflicto en el que se ve inmerso el joven patagón, es posible
reconocer además los temas de la soledad y la miseria humana. El primero de ellos ante la desgracia de ser
sacado de su mundo, lejos de su propio pueblo (sentimiento compartido por la
mujer con quien le toca vivir la misma desventura) y verse incapacitado de regresar
a su tierra. En cuanto a la segunda problemática, ésta se encuentra proyectada
tanto en el propio sufrimiento de los nativos expatriados, como en la
naturaleza maligna de quiénes comercian con la libertad ajena.
En cuanto a la música usada para representar este drama humano, resalta
en ella su connotación étnica, mezclando los sonidos vocales e instrumentales
que representan tanto el mundo indígena, como las fuerzas de la naturaleza que
conviven con éste. La banda sonora
ejecutada en plena acción, tal como ya se dijo acostumbra la compañía, no deja
de ilustrar la existencia de la realidad Selk´nam, aún cuando ella se haya en
sus últimos momentos (por cierto, es posible comprar este soundtrack en un CD
con muy bella presentación, en el lugar donde es montada la obra).
Por último, el poético desenlace no deja de sorprender ante su
originalidad, heredero de la literatura y el cine más artísticos, haciendo
además que el público termine por hacerse parte del viaje, en el que se ha visto
involucrado nuestro desgraciado protagonista.
Nótese la expresividad de las máscaras y el lenguaje corporal tan presentes en las obras de La Patogallina (y en concreto en esta obra). |
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