A mi amigo Paulo Adriazola tuve
el gusto de conocerlo un ya lejano mes de abril de 2006,
justo cuando ambos junto a un pequeño grupo de interesantes personas,
comenzamos a hacer nuestro Diplomado en Literatura en la Universidad Alberto
Hurtado. Con toda esa gente compartí
bellísimos momentos, pero de ellos hoy
sólo me queda mi gran amigo Paulo, de cuya fraternidad y compañía estoy
orgulloso.
En junio de este año, Paulo me dio la
noticia de que había autoeditado un primer libro de cuentos suyos, habiendo yo
leído antes dos de ellos; la sorpresa fue mayor cuando esa misma ocasión me
regaló un ejemplar, honrándome aún más con una sentida dedicatoria.
Desde un principio la idea fue que le hiciera
mi comentario acerca de los once cuentos contenidos en el libro, lo que sin
duda haría; no obstante las obligaciones, y por qué negarlo, otros pasatiempos
me mantuvieron alejado de mi feliz deber hasta tan solo ayer sábado 3 de
noviembre, cuando me decidí por fin en dos días gozar de los hijos literarios
de mi amigo y gracias a ellos juntarme con él y no sentir vergüenza por mi
ingratitud. Así que aquí va lo debido.
Antes de dar paso a la revisión de cuento
por cuento, puedo decir que la edición en sí corresponde a una elegante
encuadernación, de tapa café con leche (¿estará bien descrito acá el color del
libro?), con una textura que en cierto sentido simula tela; las hojas del
interior también se alejan del típico color blanco, acompañando al “café con
leche” de la tapa en su tonalidad. Sólo
el arte del dibujo de la cubierta me hacer tener mis reparos, pero en fin, en
gustos no hay nada escrito.
Una vez abierto el libro, uno se encuentra
con dos epígrafes, pertenecientes a dos poemas; uno de Romeo Murga (de quién no
tengo idea quién es) y otro del “maestro” e ídolo de Paulo, el magnífico Pablo
Neruda, correspondiente a unos versos suyos que sintetizan lo que significa
para un artista la gestación/aparición de su primer libro. Tras esto, una breve autobiografía y a la que
le sigue la dedicatoria de rigor. Es
entonces que quiero detenerme en el bello Prólogo, hecho por su entrañable amiga,
María Paz Palacios y a quien tengo también el gusto de conocer, pero no con
quien compartir tanto como quisiera; en sus bellas palabras, María Paz logra condensar
mucho mejor que yo como mi pequeña elefantiasis prosística, lo que es el texto
en el que hoy me detengo. Recuerdo que
cuando abrí el libro aquel día para echarle un breve vistazo frente a su autor,
me llamó la atención que al final del Prólogo, María Paz (¿O fue el propio
Pablo?) pusiera “Poeta” y no “Poetiza”, pues sé que la prologuista escribe
poemas (una vez tuve la dicha de escuchar uno de ellos en casa del mismísimo
Paulo, cuando nos invitó a un selecto grupo de amigos a celebrar el aniversario
no sé cuantitos de la entrega del Premio Nobel a Neruda); volviendo al meollo
del asunto, cuando leí “Poeta” y no “Poetiza” Paulo me explicó que aquello
tenía un sentido preciso, no obstante la mala memoria me impide traerlo a
colación. Por último, en la contratapa,
Paulo nos regala con tres breves fragmentos de sus cuentos, motivándonos a
iniciar una viaje acompañado por él en las ficticias vivencias de sus ficticios
personajes.
Cuando se leen los cuentos de Paulo
Adriazola, el lector se encuentra con el fruto de la imaginación y la
dedicación de alguien que como muchos de nosotros, ama el arte de la
narración. Todos estos relatos poseen en
común una cantidad de temas y de tipos de personajes que hasta cierta medida no
pensaba formasen parte de la interioridad de mi amigo, puesto que Paulo hasta
donde yo lo conozco es un hombre pleno y seguro de sí mismo, no así la mayoría
de los entes que deambulan por estas páginas; empero como muy bien leí en las
notas de mi autor favorito, Stephen King, a su último libro compilatorio de
novelas cortas: uno nunca termina de conocer al otro (bueno, sé que esto no es
propio de él, pues bien es una certeza que forma parte de la sabiduría
popular). De este modo acá llegamos a
conocer a personajes que llevan sobre sus hombros aquello que Milan Kundera
llamó la insoportable levedad del ser y muchas veces apenas les
alcanza la dignidad para salir bien de ello.
En otros aspectos, estos cuentos ocurren en
un lugar y tiempos indeterminados, puesto que no existen en ellos ni fechas, ni
lugares concretos para ubicarse y hacerse una idea al crearnos en la cabeza una
imagen de lo que se lee; sin embargo esto no entorpece la lectura, ni le quita
valor. Otro detalle que cabe señalar, y
que en su momento se lo comenté a Paulo, es su gusto por usar palabras, la
mayoría de ellos adjetivos, casi arcaicas, muy del llamado “léxico pasivo” y
que hasta un humilde profesor de Lengua Castellana como yo ignora en gran parte
su significado (ello demuestra el enraizado conocimiento de este escritor en
ciernes de la bella lengua que tenemos).
Como muestra de lo anterior, aquí van las palabras que logré “recoger” a
lo largo de mi lectura: Infausta,
diáfana, tránsfuga, supina, invectivas, denuedo, nimias, tarjado, insigne,
desidia, displicente, enhiesto, sinuosa, inasible, encono, indefectible, bríos,
excelso, displicente, exultante, insoluble, luctuosos, sempiterna,
impertérrita, altiva, displicente, extemporánea, trasuntar, concordia. Algunas de estas las usó en más de una
ocasión, incluso dentro del mismo cuento (ignoro si de adrede).
Luego de tanta cháchara introductoria, ya
es cuando me permito compartir con ustedes mi repaso por estas once historias:
El Sanatorio: Es la historia de Colman,
director de un sanatorio (manicomio), quien más que psiquiatra parece un
paciente más. En determinado
momento de su vida, el hombre para quien ésta ya no tiene sentido, decide
optar por una especial forma de acabar con esto, pero ello significa
depender de quienes quizás no sean los ideales para tamaña tarea.
Con
esta historia que escapa al realismo, en medio de un ambiente en el cual la
cordura ha sido desplazada, el autor se suma a aquellos que saben que
genialidad y locura son colindantes; es esta además una narración que aborda el
tema del suicidio y la venganza desde un particular punto de vista, con un dejo
de humor negro en especial en el desenlace.
Seguro que con mayores páginas para desarrollar los acontecimientos,
bien podría ser el cuento ideal para comenzar este primer volumen de historias.Lejos un cuento mucho mejor y mayormente trabajado que el anterior, con premisas atractivas y originales. Quizás el conocimiento experto del autor en la materia legal le permita crear estos personajes y situaciones tan atrayentes, aún en su carácter cuasi onírico o maravilloso (¿Alguna influencia del realismo mágico? Puede ser). El amado pueblo aquí descrito pese a su carácter extraño, no deja de ser un sitio en verdad casi idílico y donde al parecer la falta de una justicia más severa sea debido a que esta no sea necesaria; ante esta idea, estamos frente a un relato que ahonda a su manera en el sentido que cumple para nosotros la concepción sobre Ley y Orden que podamos tener. En verdad disfruté esta bella narración.
No sé si habré sido el primero o estaré entre ¿Los diez? iniciales lectores de este cuento, pero ahora que lo leo por segunda vez lo puedo apreciar mejor y eso que en su momento me junté con Paulo y comentamos un buen rato esta obra. Tal como lo percibí en esa original lectura, el cuento es una manera de Paulo de homenajear a Kafka con lo del nombre de su protagonista (Señor O, de oficina/oficinista, como el Señor K de El Proceso), personaje tan “kafkiano” en su vida tan ridículamente gris, en medio de su oficina igualmente gris. La mosca que aparece acá, puede ser una reminiscencia del mismo escarabajo de La Metamorfosis también de Kafka, si bien acá puede ser interpretada tanto como un avatar del pobre espíritu del protagonista, como incluso de la única manifestación de vida y de la naturaleza en el desolado lugar de trabajo del Señor O.
De las historias presentadas hasta acá, es la primera en varias cosas: por un lado aquí la narración demuestra mayor fluidez, en parte por la introducción de diálogos que en los otros casos fueron en su mayoría omitidos, como también por el uso de dos personajes principales, de modo que si bien el narrador continua siendo omnisciente, en parte dirige su atención tanto a uno como al otro de estos…Y todo esto resulta ser un ejercicio literario de mayor madurez que los cuentos que le preceden. A su vez es el primer cuento de tono más realista, poseyendo además un final en verdad triste, hasta trágico se podría decir; no obstante pese a esta nota de infortunio, la calidez humana deja verse para demostrar que pese a todo siempre la bondad puede contra cualquier tribulación.
Dicen que el infierno es la repetición, como sucede con el mito de Sísifo y tantas otras historias de la mitología, como del cristianismo. Es así como el protagonista de esta extraña narración vive su particular condena, tal como dice su título; el momento en el cual toma por equivocación un pajarillo con las alas cercenadas, resulta ser una evocación misma de la irrealidad onírica del texto, que más que un sueño, es una pesadilla. La idea de “los ojos cóncavos” del personaje ilustran la personalidad errática de éste, puesto que ante unos órganos monstruosos como aquellos, es imposible que su visión de las cosas no esté distorsionada (después de todo recordemos otra idea bien reiterada que afirma que los ojos son los espejos del alma y por ello unos ojos como estos reflejan un alma que no se puede considerar esté en paz).
Este segundo cuento ambientado en un psiquiátrico (luego de El Sanatorio), comparte al parecer el mismo lugar que la historia que abre este volumen, donde especialistas y pacientes se confunden el uno con el otro. Tal como en las narraciones pasadas, El Sanatorio, El Oficinista y La Condena, estamos aquí frente a los temas de la alienación y del sinsentido de la vida (de mucha gente). También se puede observar de una forma más o menos implícita, la temática de la búsqueda de la felicidad; no obstante el personaje del psiquiatra de esta historia, como también el Señor O de El Oficinista, sólo logran atisbarla en medio de sus existencias ingratas y son incapaces de identificarla por completo cuando la tienen frente a sus ojos (de modo que al final cuando se les escapa, quedan más vacíos aún).
Como Siempre: Ramón vive de allegado en la pequeña casa de su hermana y su corazón se encuentra dividido entre Romina, quien trabaja en un “café con piernas” y su predilección platónica hacia una locutora de TV; no obstante con Romina tampoco posee una relación concretizada y su trabajo, como el resto de su vida, no posee mayores aventuras (tal como dice el título, todo es como siempre, sin cambios mayores que traigan la frescura de la novedad a su pobre existencia).
Acá estamos frente al segundo cuento realista del libro, si bien otra vez se trata de un personaje que vive en medio de la falta de mayores expectativas, pusilánime e infeliz, pese a sus vanos intentos por hacer algo en contra de su circunstancia vital. Por cierto, en lo que va del tomo, es la primera narración con un leve toque de erotismo y donde existe presencia de lenguaje informal.
Sabido es que el arte es subjetivo y que muchas veces lo que para uno es basura, para otros su apreciación personal lo hace considerarlo algo de calidad sublime; de este modo en el breve cuento que aquí se analiza, se observa cómo el arte es una manera no sólo de proyectar nuestra interioridad, si no que además es un medio para que el artista oculte su fragilidad en lo que hace. La idea del actor como un símbolo de quien vive una fantasía, una ilusión al negarse a la realidad, no es nueva, esto ya se ha visto en casos como Mephisto del autor alemán Klaus Mann (y de la cual se hizo una película con el importante actor Klaus Maria Brandauer), de modo que tal vez Paulo Adriazola sin querer sigue esta tradición. Ya desde la época de Calderón de la Barca y su clásico El Gran Teatro del Mundo, se jugó con la idea de que todos somos actores que interpretamos con éxito o no el papel que nos tocó; en este caso el protagonista cree saber cuál es su lugar en medio de este teatro, no obstante su decisión no resulta ser la más feliz. La falta de comunicación, aquí concretizada en la familia del protagonista y en especial en el padre, evidencia aún más la soledad característica de los personajes del escritor.
Éste fue el primer cuento que tuve el gusto de leer antes que Paulo lo juntara con el resto y lo publicara en su ópera prima; ahora que lo releo, no recuerdo bien qué le dije aquella tarde en que nos juntamos para charlar de lo humano y lo divino, si bien me queda la convicción de que me gustó y que la atmósfera enrarecida y de irrealidad de la historia me llamó la atención, Ahora que he leído más de mi amigo, me doy cuenta de cuán frecuente en sus fabulaciones se dan este tipo de ambientaciones. Se puede observar aquí el tema de la culpa y con ello el de la redención, hasta cierto punto, todo desde un cariz católico; así se presenta la posibilidad de salir bien de todo, una vez purgados los yerros personales. Existe simbolismo en los personajes de la amiga de la madre del protagonista y del sacerdote, siendo la primera una proyección misma de la madre y el segundo una manifestación de la conciencia/memoria/remordimiento de éste. La idea del muerto que no sabe que lo está, condenado a su propio limbo, es tan antigua como la humanidad misma y la literatura bien lo ha reflejado (tan sólo basta recordar esa joyita mexicana de Pedro Páramo de Juan Rulfo) y Paulo acá hace su propia versión del tema; en cierto sentido este cuento se hermana a La Condena, debido a las circunstancias pesadillescas que les toca pasar a sus protagonistas, no obstante en este último caso el final resulta esperanzador: en la medida que reconocemos nuestros errores, no es posible encontrar el camino para hallar la paz.
Aún cuando falta un cuento más para terminar el libro, puedo decir sin tapujos que éste es el relato que más me ha gustado, en parte porque considero que es el único donde Paulo logra desarrollar mejor a su protagonista, en especial en cuanto al conflicto que le toca vivir, dándole una mayor humanidad en su descripción; por otro lado, posee una narración más poética[1], por lo que se observa que su autor tomó mayor dedicación en la narración misma y en el arte de la descripción (no sólo contó aquí una historia más, si no que también logró plasmar un verdadero drama humano y lo hizo de una forma bastante emotiva). Si bien los temas de la miseria, la infelicidad y la soledad ya los había trabajado en sus otras narraciones, Paulo ahora se permite denunciar la avaricia como un mal que denigra a la persona. El título del cuento resulta ser algo críptico, quizás mal elegido, si bien lo más probable es que hace alusión al matrimonio protagonista; una relación para muchos sagrada, indisoluble y que ante la falta del par, uno no logre estar completo.
Cuando ya creía que al analizar y comentar en general el carácter de todos estos cuentos, haciendo referencia a su siempre constante presencia de un narrador omnisciente, esta historia sorprende al poseer el único narrador en primera persona, mujer además, de todo el tomo. Una vez más Paulo sorprende, como en el caso anterior (Los Dos) con un ejercicio literario más elaborado y por ello, mucho mejor logrado. La protagonista, quien se muestra como una mujer autosuficiente y crítica, espera de forma ritual todos los jueves la visita que supone sólo un compromiso de parte de su hijo, a quien más encima no lo tiene en mayor consideración; no obstante su orgullo en el clímax del cuento llega a ser mancillado cuando quiéralo o no, la mujer se da cuenta que no somos islas y que después de todo necesita a su vástago. Me atrevo a decir que estos dos últimos cuentos lejos son lo mejor de todo el libro, ya sea tanto por su narración, como por la vitalidad de sus personajes (y nótese, ambas mujeres) y el lirismo en la construcción de la historia.
[1] Considerando el gran amor de Paulo
hacia la poesía (tema en el cual no puedo hacer comunión con mi querido amigo),
es el único cuento del libro donde existe una referencia ya sea directa o
indirecta a ella, en este caso con una cita textual a unos bellos versos del
poeta español Miguel Hernández.
No puede haber sido mejor estudio crítico sobre mi primer libro de cuentos. Te lo agradezco mucho querido amigo ya que es una verdadera joya que atesoraré junto aun ejemplar de mi libro. Muchas gracias por la dedicación y profesionalismo.
ResponderEliminarQuerido Elwin, como siempre muy bien escrita la reseña del libro de Paulo...Antes de agregar un comentario, decir que la foto publicada fue tomada por mí, invitada también a esa memorable cena. En cuanto al libro, dan muchas ganas de leerlo para compartir y comparar los criterios, se agradece el detalle sutil de contar, pero dejar al lector con el interés de ahondar en la lectura. Saludos a ambos....
ResponderEliminarGracias, comadre, que en verdad recomiendo estos cuentos. A ver si el autor te honra con un ejemplar y autografiado más encima. Por cierto, bellos recuerdo de esa "noche" en casa de Paulo, je (y lo más anecdótico, el periplo para llegar a su depto.)
ResponderEliminarMe dieron ganas de leerlo, se ve bastante interesante, si no lo encuentro para comprarlo, le dire a mi novia que lo busquemos en la biblioteca de Stgo, demñas se anima a leer algo chileno y llamativo como es en este caso.
ResponderEliminarAtte. Fabian Ibarra.
Bueno, Fabián, Paulo es para mí un amigo muy querido y una de las personas más nobles que he tenido el gusto de conocer. Ahora Paulo está juntando cuentos suyos recientes para publicar su segunda colección de relatos. Veré si te puedo conseguir un ejemplar de su ópera prima, ya que no está a la venta. Gracias de nuevo por ser mi mejor lector.
ResponderEliminares un libro creativo y lúdico francamente cautivador....
ResponderEliminarY ahora a esperar con ansias su próximo libro ¿No?
ResponderEliminarLo conocí hace un tiempo, la persona más noble que me ha presentado la vida, amante incondicional de Neruda; Paulo tiene el corazón lleno de inquietudes y una imaginación capaz de crear los mejores cuentos...lo recuerdo con amor
ResponderEliminararte
Manzana Colorada
Qué sorpresa, Manzana Colorada, que te pases por acá y más encima dejes tu valioso comentario. Siempre son bien recibidas para mí las palabras de quienes me leen. Ojalá me honres seguido con tus visitas y opiniones.
ResponderEliminarMe encanta que Paulo haya cumplido su sueño de publicar los cuentos, recuerdo que iba a un hogar de niñas como "cuentacuentos", me contaba maravillado como las pequeñas cambiaban la expresión de su rostro mientras él les contaba sus historias...tengo buenos recuerdos, aprendí mucho de él. ..mi amor por Neruda se lo debo a él.
EliminarManzanita Colorada
Por aquí estaré.
ResponderEliminarAhh, en el comentario anterior, el celular corrigió solo; soy Manzanita Colorada.
Saludos
Bueno, Manzanita Colorada, yo feliz de ganar una nueva lectora y que además ame la literatura como uno.
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