jueves, 6 de febrero de 2014

La Persistencia de Poe


El gran Edgar Allan Poe.

I- La Inspiración.

     Si se va a hablar de escritores estadounidenses que han dejado una huella imborrable no sólo en la literatura, si no que también dentro de la cultura en general, como también en la mediática (léase “popular”), Edgar Allan Poe llega a ser sin duda un nombre que no puede dejar de ser tenido en cuenta.  Considerado como uno de los padres de la narrativa gringa, este cuentista por excelencia vivió su atormentada vida allá por la primera mitad del siglo XIX, entre los años de 1809 y 1849 (¡Vivió solo 40 años y qué gran legado nos dejó!). 
     De personalidad complicada, que lo hizo someterse al alcohol, siendo un fiel exponente del llamado Romanticismo (cuyos hombres y mujeres no dejaban de demostrar su gran emotividad y sensibilidad), vivió casi en la pobreza y aunque disfrutó algo de la fama en vida, tal como sus colegas Howard Phillips Lovecraft y Robert Howard, recién vino a ser reconocido en gloria y majestad una vez muerto.  Además de textos en prosa breves y potentes, fue autor de una preciosa poesía de corte narrativa, siendo de estos su poema El Cuervo el más famoso; igualmente incursionó en el ensayo y la crítica literaria.  Si bien mucha de su obra la publicó por separado en diversos impresos como diarios y revistas, luego compilados en uno que otro tomo, hoy en día su obra completa recibe el nombre genérico de Narraciones Extraordinarias; dentro de estas se incluyen también su lírica y su única novela Las Aventuras de Arthur Gordon Pym (la que inspiró nada menos a gente como Julio Verne a escribir una continuación en La Esfinge de los Hielos y a Lovecraft homenajearla sobremanera con su novela corta En las Montañas de la Locura).
     Su trabajo en narrativa se caracteriza por la creación de personajes atormentados, muchas veces rayanos en la locura (claramente símiles de sí mismo), que se ven en medio de una situación inesperada y terrorífica.  En estos casos, se observa la presencia del mal, aunque por lo general esto proviene del propio ser humano, si bien en ocasiones se manifiesta como algo de carácter sobrenatural.  Sus temas recurrentes son la locura, la venganza y la muerte en sí, entre otros, siendo a su vez sus textos narrados en primera persona, a manera de testimonio fidedigno del horror por el que han pasado; todos sus protagonistas son hombres y como en la obra de Lovecraft (quien fue claro admirador suyo), las mujeres apenas tienen relevancia (no obstante no demostraba como éste cierta misantropía, aunque sí compartía la personalidad errática y el gusto por la truculencia).  Hombre culto, en la práctica un autodidacta, es considerado el padre de la literatura de terror gringa, centrando en todo caso el elemento terrífico dentro del terreno de lo real la mayor parte de las veces (en cuentos donde se habla de asesinatos y otros actos de violencia como la tortura y todo lo propio de sujetos desesperados, al punto de perder cualquier tipo de inhibición, una vez expuestos a las situaciones límites que les toca vivir).  Por ende son Narraciones Extraordinarias, porque la naturaleza de lo que cuentan escapa a lo que pasaría en la mayor parte de los casos (reales); de este modo el lector se sorprende ante la aparición de lo inesperado, que en estos cuentos es además algo que provoca rechazo debido a su propia naturaleza ominosa.
    Gran parte de su labor literaria, se haya inserta dentro de una agobiante atmósfera de suspenso, que en muchos casos implica la aventura, como en el caso de su única novela ya citada (dejó inconclusa una titulada El Faro, la cual terminó nada menos que Robert Bloch, el escritor de Psicosis y de tantos textos recomendables de horror).  En este sentido, Poe viene a ser además el creador del género policial, adelantándose en casi medio siglo a Arthur Conan Doyle con sus relatos de Sherlock Holmes.  Si bien para cuando Poe escribió sus célebres cuentos de El Escarabajo de Oro y su llamada Trilogía de Dupin (compuesta por Los Crímenes de la Rue Morgue, El Misterio de Marie Roget y La Carta Robada) aún no se acuñaba el término de “relato policial”; de este modo su personaje de August Dupin, con su inteligencia y dotes detectivescas, fue el primero en utilizar sus capacidades deductivas para a través de una previa investigación, encontrar la verdad en torno a un misterio hasta el momento no resuelto.
     Dedicado al periodismo y también al trabajo como editor de revistas y otras publicaciones, Edgar Allan Poe murió en circunstancias extrañas en una de las calles de su Baltimore natal.  Su vida ajetreada y arte que lo encumbró por sobre su propia miseria personal, hizo que fuese traducido de inmediato a otras lenguas una vez fallecido, teniendo otros grandes artistas como responsables de llevar a otras culturas su legado: en Francia contó con el apoyo del poeta Charles Baudelaire, quien se encargó de trasladar a su idioma sus febriles escritos; mientras que tuvo a Dostoievsky  para ser traducido al ruso y a Julio Cortázar para el español.
    Autores tales como Ray Bradbury, Stephen King, Robert McCammon y Clive Barker le han rendido tributo a través de sus cuentos y novelas de forma directa o indirecta.  Bradbury en su cuento Usher II, el cual forma parte de su volumen Las Crónicas Marcianas; Stephen King a través de su genial novela Misery y sus cuentos Sala de Autopsia Número 4 y Un Lugar muy Estrecho homenajeó un cuento tan recordado como lo es El Entierro Prematuro, llevando a sus protagonistas a bizarras variantes del relato original de Poe; en cuanto a Robert McCammon, éste fue mucho más osado y se atrevió a escribir una gruesa novela a manera de continuación de otros de sus cuentos más famosos, La Caída de Usher.  En cuanto a Barker, éste escribió una secuela de su inolvidable Los Crímenes de la Rue Morgue, llamada Más Crímenes de la Rue Morgue, uno de los tantos cuentos que componen sus tomos compilatorios Libros de Sangre; aunque en su caso, el inglés le otorgó su típico erotismo fetichista y/o morboso a su trabajo.
    Llevado al cine en innumerables ocasiones, ha sido inmortalizado en el celuloide por gente como Roger Corman, en su alabada serie de cintas protagonizadas por Vincent Price y dentro de las que se pueden mencionar sus versiones de La Caída de Usher, La Máscara de la Muerte Roja y El Pozo y el Péndulo.  Otros grandes artistas que lo han inmortalizado en el séptimo arte, son los europeos Louis Malle, Federico Fellini y Roger Vadim (en una excelente y estilizada cinta donde cada uno de los tres adapta un cuento diferente).  Luego tenemos al italiano Dario Argento y al estadounidense George Romero (más genial dupla de cultores del terror no puede haber) en su cinta en conjunto Los Ojos del Diablo y por último, a Stuart Gordon, con su propia visión de El Pozo y el Péndulo y su precioso homenaje a Poe en El Gato Negro para Maestros del Horror en su segunda temporada.  Existen muchas otras películas que se basan en su obra, por lo que el listado sería larguísimo, pero por último se puede mencionar la película El Cuervo de hace un par de años atrás y donde John Cusack hace de nada menos que de Edgar Allan Poe (The Raven en inglés original y no confundir con The Crow, la cinta de culto con Brandon Lee, basada en el cómic homónimo y que se supone está inspirado en el poema de Poe); no obstante la cinta que prometía bastante, al mostrarnos cómo el escritor ayudaba a la policía a resolver una serie de crímenes inspirados en sus propios escritos, resulta bastante decepcionante para el apasionado del género y del maestro Poe.

2- El Inspirado y lo Inspirado.

     Matthew Pearl es un escritor estadounidense que en la actualidad está por llegar a los 40 años (nació en 1975).  Con sólo 4 libros a su haber, es todo un superventas, siendo su primer título El Club Dante, con el cual sentó el precedente  del resto en lo que va su obra hasta la fecha: novelas de suspenso de carácter policial ambientadas en el siglo XIX y llenas de intertextualidad relacionada con la literatura misma y sus grandes representantes y/o la historia real.  Sus cuatro trabajos a la fecha, demuestran una gran erudición acerca del mundo que describe y los personajes históricos a los que se refiere, así como de los textos reales y clásicos que menciona (como bien sucede con La Divina Comedia de Dante en su primer best seller).  Por ende para la realización de sus libros, queda claro que efectúa una investigación exhaustiva a la hora de preparar la trama de estos y aprovechar todo tipo de datos fidedignos con los cuales hacer verosímil la narración.
Matthew Paerl.
       Su propia cercanía con Poe, a quien le dedicó el libro que hoy critico, llegó a tal punto de que se encargó de editar una edición en conjunto de la llamada Trilogía de Dupín (tal y cómo tituló este volumen), compuesta de los tres cuentos originales de Poe donde aparece Aguste Dupin, antecedidos por un prólogo suyo donde analiza estas obras.  Algo similar hizo con anterioridad en una versión de El Infierno de Dante, siendo este capítulo de La Divina Comedia, de gran relevancia para la trama de su ópera prima.
        La Sombra de Poe es su segunda novela, una obra que gira en torno a la misteriosa muerte de Edgar Allan Poe, de la cual algunos especialistas han sostenido que no fue debido al deliriums tremens del que sufría por su exacerbado alcoholismo, si no que fue porque lo asesinaron envenenándolo.  De este modo el protagonista, un joven y prometedor abogado miembro del grupo más acomodado de su comunidad, se dedica a investigar para dilucidad acerca de la muerte de su autor favorito y con quien se estuvo carteando hasta poco antes de su fallecimiento; por otro lado, a su vez aprovecha de limpiar el nombre de su ídolo, el cual ha quedado por los suelos para la opinión pública.  En determinado momento el personaje principal se entera de que Poe basó su famoso Dupin en alguien de la vida real, un francés como su referente literario; razón por la cual viaja a Francia para ir en su busca y pedirle ayuda a desentrañar el misterio que lo embarga.  Su decisión de dedicarse de lleno a encontrar la verdad acerca de las interrogantes que le quitan el sueño, le provocan una serie de conflictos con su prometida y familia, más otros ligados a gente inescrupulosa y de mala calaña con la que se encuentra.  Demás está decir que entre medio de tanta aventura e intriga, aparece el atractivo tema de las conspiraciones, en las cuales se ve involucrada la figura de Poe.  Por lo tanto el título de la novela hace referencia tanto al peso del nombre y a la memoria de Poe para el héroe del libro, como también al enigma que gira en torno a su deceso.
     En cuanto a Poe mismo, éste no aparece de forma directa en la novela, puesto que cuando la narración comienza, el autor hace poco que acaba de morir y no hay episodios a modo de flashbacks centrados en él.  Además el narrador del texto es el mismo joven abogado, quien al más puro estilo de la literatura de la época, escribe en primera persona sus memorias para dejar testimonio de su vida.  No obstante, pese a que Edgar Poe interactúa en los acontecimientos digamos de una forma indirecta, su presencia se haya en el libro con una fuerza tal, que su persona no deja de tener gran peso en la trama.  Esto porque constantemente el narrador protagonista nos está entregando una serie de datos (muchas veces sabrosos) con respecto a lo que ha sido la infortunada vida del difunto; por otro lado, no deja de aventurarse acerca de qué podría haber pasado en realidad con éste como para tener tal destino final (así es como también otros personajes, habiendo conocido varios de ellos a Poe, no dejan de hacer sus propios aportes para darle forma a la presencia de éste en el libro y todo gracias a sus palabras y recuerdos que lo rescatan del olvido).  El libro en si mismo destila un gran afecto y respeto por tan desgraciado, pero inmensamente talentoso artista.  Lo anterior puede bien quedar demostrado con el siguiente fragmento:

     El pescadero me hizo una seña de que lo siguiera de regreso al gran mercado. Había olvidado mi cuaderno de notas en su mostrador. Se secó las manos en su delantal de rayas y me lo tendió. Estaba envuelto en los inequívocos olores de su puesto, como si se hubiera perdido en el mar y luego recuperado.
     —No querrá usted olvidar su trabajo. Veo que ha escrito el nombre de Edgar Poe, señor Clark. Aquí, ¿lo ve? —dijo el pescadero señalando una página abierta.
     Devolví el cuaderno a mi cartera.
     —Sí, gracias, señor Wilson.
     —Ah, señor Clark, aquí hay algo. —Desenvolvió con impaciencia un paquete y apareció un pescado horrorosamente feo, amontonado sobre otros congéneres idénticos—. Lo encargaron especialmente del distrito Oeste para una cena. Algunos lo llaman pez perro, ¡pero también se lo conoce como «abogado del lago» por su aspecto feroz y sus hábitos voraces! —Rió entre dientes aunque sonoramente, y vio que yo no le imitaba—. No como usted, por descontado, señor Clark.
    —Quizá ése es el problema, amigo mío.
    —Sí —dijo en tono de duda, y carraspeó. Ahora se dedicaba a descabezar un pescado tras otro sin mirarse las manos ni tampoco reparar en las cabezas que aquéllas iban desprendiendo—. De todas formas, ese Poe debió de ser un pobre desgraciado. Oí que había muerto en el viejo y decrépito hospital Washington hace unas semanas. El marido de mi hermana conoce a una enfermera allí, que dice que, según otra enfermera que habló con un médico... (ya sabe, señor Clark, que esas mujeres son unas endemoniadas chismosas), dijo que Poe fue hasta el final un auténtico chiflado..., que mientras yacía allí pronunciaba un nombre una y otra vez...Bueno, hasta que... —su voz cambió para convertirse en un susurro, como para denotar gran sensibilidad—, hasta que graznó. Que Dios se apiade de los débiles.
     —¿Dice usted que pronunciaba un nombre, señor Wilson?
    El pescadero rebuscó la palabra adecuada. Se sentó en su taburete y empezó a sacar ostras no vendidas de un barril, abriéndolas cuidadosamente una por una y fisgando en busca de perlas, antes de desecharlas con filosófica contrariedad.
     La ostra representaba al típico nativo de Baltimore, no sólo porque daba lugar a una actividad empresarial y podía ser objeto de comercio, sino porque había la posibilidad de que ocultara en su interior un tesoro más valioso. De pronto el pescadero chasqueó la lengua, exultante.
     —¡Reynolds, eso es! ¡Eso mismo, «Reynolds»! Lo sé porque ella me lo dijo durante la cena, y eran los últimos cangrejos de caparazón blando de la temporada.
     Le pedí que lo pensara bien hasta estar seguro.
     —¡Reynolds, Reynolds, Reynolds! —repitió algo ofendido ante mi duda—. Eso es lo que estuvo diciendo toda la noche. Según la enfermera, ella misma no se lo pudo quitar de la cabeza después de haberlo escuchado. Decrépito, viejo hospital... Yo digo que habría que prenderle fuego. Conocí a un Reynolds en mi juventud, que cada vez que veía a un soldado de infantería le tiraba piedras... Tenía un carácter endemoniado, ya lo creo, señor Clark.
     —Pero ¿había mencionado Poe antes, alguna vez, a un Reynolds? —me pregunté en voz alta—. Un miembro de la familia o...
     Pareció que el pescadero dejaba de disfrutar de la situación, y me dirigió una mirada excesivamente amable.
     —¿Es que ese señor Poe era amigo suyo?
     —Un amigo mío —respondí— y un amigo de todos cuantos lo leen.
     Di unas apresuradas buenas tardes a mi cliente y le agradecí vivamente el notable servicio que me había prestado. Se me había permitido enterarme de las últimas palabras de Poe en esta tierra (o, en cualquier caso, casi las últimas), y con ellas alguna respuesta, alguna revelación, algún remedio a las críticas e invectivas de la prensa, a la espera de una rehabilitación del personaje. Aquélla era la única palabra a partir de la cual podría encontrarse algo, algún aspecto de la vida de Poe por descubrir.
     ¡Reynolds!
      Pasé incontables horas buscando en las cartas que Poe me había dirigido y en todos sus relatos y versos, para dar con alguna pista de Reynolds. Las entradas para exposiciones y conciertos quedaron sin utilizar. Si Jenny Lind, el Ruiseñor Sueco, hubiera cantado en la ciudad, yo habría continuado igualmente entre mis libros. Casi podía oír a mi padre ordenándome que dejara de lado aquella literatura y volviera a prestar atención a mis textos legales. Habría dicho (así lo imaginaba yo): «Los jóvenes como tú deberían observar que la Industria y la Empresa pueden hacer despacio todo cuanto el Genio hace con impaciencia... y muchas cosas que el Genio no puede hacer. El Genio necesita la Industria tanto como la Industria necesita al Genio.» De repente, cada vez que abría un nuevo documento de Poe, sentí como si mantuviera una disputa con mi padre, el cual trataba de arrebatarme los libros de las manos a medida que yo los tomaba del anaquel. No era un sentimiento plenamente negativo; de hecho, creo que en realidad me impulsaba en la misión que me había impuesto. Además, en mi condición de hombre de negocios, había prometido a Poe, un posible cliente, defenderlo. Quizá mi padre me hubiera alabado por ello”.

    Por  tratarse además de una obra perteneciente al género de la narrativa histórica, el libro en sí recrea una realidad pasada con tal viveza, que a ratos pareciera estar leyendo una novela escrita durante esa época.  Lo anterior gracias a una descripción detallada, que llega a mostrarnos en muchos aspecto cómo era el mundo en el que vivió Poe, con sus costumbres, personajes típicos, ideologías, vicios y prejuicios (en este sentido, el tema de la esclavitud negra, tan habitual en la sociedad norteamericana de antaño, es abordado en varias ocasiones, entregando una más que interesante visión al respecto); de este modo es que además aparecen en sus páginas personajes reales de la época (como algunos familiares de Napoleón) que le otorgan realismo a un texto que imita cierto estilo narrativo de antaño; por ende, resulta ser una ficción a la manera del periodo, por el que siente predilección su autor.  Dentro de esto, cabe destacar la personalidad misma del protagonista, quien piensa y actúa como un hombre de su mundo y época: un romántico en el sentido estricto de la palabra, siendo un sujeto culto, sensible, elocuente y apasionado, quien presenta grandes idealismos, tal cual los personajes clásicos de la literatura occidental de la primera mitad del siglo XIX; así es como además destaca la presencia del leiv motiv de la mujer ángel, en esta ocasión a través de la enamorada del joven abogado (entiéndase por ello a una mujer de gran belleza física e interior y que salva al héroe romántico de la desgracia por medio de su amor redentor); asimismo es posible evidenciar la importancia del honor en el libro, como el tema de la amistad, ambos elementos que no dejan de otorgarle una impronta romántica al texto, como también sucede con la presencia de criminales carismáticos, tan habituales en la literatura de este tiempo.
    Quizás lo único que se le puede encontrar como defecto a esta recomendable historia, es que nunca queda claro cómo fue que Poe, un estadounidense de escasos recursos económicos, pudo entrar en conocimiento de alguien real (y francés más encima, o sea, del otro lado del océano) como para crear a su Dupin literario. 

2 comentarios:

  1. Tiene buen aspecto el libro que comentas en esta entrada Elwin, al leer el fragmento del mismo se nota al momento como el autor emula con mucho acierto el estilo del propio Poe, incluso las interjecciones que eran tan propias de él. Un título a tener en cuenta para la lista de lecturas futuras.

    Yo por mi parte soy incapaz de expresar todo lo que supone Poe, para la literatura y la cultura actuales, que pienso no serían las mismas sin él, y para mí en particular como lector. Simplemente uno de los escritores más grandes de la historia y sin duda el autor estadounidense más destacado. MI primer contacto con él fue un libro que tenía mi hermana, una recopilación de sus relatos de Ciencia-Ficción, en la amplia colección que Ultramar dedicó a este género, y desde entonces he intentado leerme toda su obra.

    Por cierto, como curiosidad, supongo que conoces la canción que el grupo español Radio Futura realizó a partir del poema "Anabel Lee" en los años 80. El videoclip está disponible en Youtube. También se hallan fragmentos del musical "Poe" que el grupo teatral Dagoll Dagom puso en escena hace ya diez años o así.

    Un saludo Elwin.

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  2. En realidad Poe significa mucho para la literatura de terror y en general...¿Me vas a creer que fue el primer autor del género que leí? (apenas era un preadolescente) A ver si alguna vez lees esta maravillosa novela y luego presentas tu propia visión respecto a ella. Gracias por escribir.

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