lunes, 10 de febrero de 2014

Un clásico para tener en cuenta: Las 7 Caras del Doctor Lao.


     Una vez de pequeño, uf, allá por el siglo pasado, en los años ochenta, recuerdo haber visto una película en Cine en su Casa o Tarde de Cine (el nombre variaba según en qué canal veía uno la película) que se me quedó retenida en la memoria y que nunca más tuve el gusto de disfrutar (hasta ahora).  Bien sí supe memorizarme su nombre: Las 7 Caras del Doctor Lao.   Por años recordé esta historia de fantasía ambientada en el Lejano Oeste gringo  y en la que un hombre muy anciano de origen chino, llegaba con su circo para maravillar a los habitantes de un pueblito; todo gracias a las curiosas criaturas de su circo, que iban lejos de las típicas atracciones de este tipo.  Tres imágenes de este largometraje me rondaron en la cabeza por años:
  1. Una especie de criatura reptiloide con cara de hombre y bigotes (luego cuando la volví a ver por fin hace poco, supe bien de qué se trataba todo ello).
  2. La aparición del dios griego Pan, tocando su flauta en una de las dependencias del circo del doctor Lao.
  3. Un dragón al que le salen varias cabezas con sus respectivos cuellos largos y cada una de estas cabezas con un rostro distinto, los cuales correspondían a cada una de las curiosidades exhibidas del espectáculo itinerante.
     Nunca más pillé este filme en la tele, menos para arrendar o comprar.  Años pasaron, cuando ya estaba en la universidad, cuando un día hojeando un libro de la ya desparecida editorial Bruguera, me encontré en un listado de obras publicadas, enterándome que Las 7 Caras del Doctor Lao era en realidad un libro (razón por la cual la película que había visto era una adaptación y no un guión original).  No obstante nunca logré pillar el texto por ahí, más por tratarse de una edición discontinuada; con la película fue igual, pues de hecho muy poca gente la conocía (solo mi amigo Mauricio, con su memoria prodigiosa, la ubicaba además de mí).
       Hace una semana exactamente, estaba en uno de mis lugares favoritos, en el Persa Bío Bío (en el cual puedes encontrar de todo y a precios increíbles por lo baratos), junto a mi amiga Juliana, quien en un local de dvd pirateados andaba tras la caza de títulos interesantes.  La verdad es que varias veces había ido con ella a esa tienda, pero no tenía esperanzas de encontrar ahí alguna obra que me sedujera (no porque careciera de un buen stock y de precios más que convenientes, si no porque desde hace rato ya no adquiero copias); entonces giré en 180° grados en la posición en que me encontraba y ahí estaba, frente a mí, la carátula de la película que tanto me penaba.   Demás está decir que me embargó la alegría y todo esto me pareció casi intervención divina.  No dudé en comprarla y al par de días (o bien de noches) me la vi por fin: en esta ocasión la experiencia de revisionarla fue más grata desde el punto de vista estético, pues ahora ya no la aprecié sólo como un niño, si no que como un adulto medianamente culto y sensible, descubriendo en ella numerosos matices interesantes y los que hoy deseo compartir con ustedes.
Una de las ediciones recientes
en nuestra lengua de la novela original.
     La novela data de 1935, siendo su autor Charles G. Finney.  La película fue hecha en 1964, época de cambios sociales en Estados Unidos y los que parece  logran percibirse en el guión escrito por nada menos que Charles Beaumont, importante escritor y guionista, quien hizo un igualmente interesante trabajo para la serie original de The Twiligth Zone (conocida en la lengua de Cervantes como La Dimensión Desconocida).  La versión cinematográfica fue dirigida por nada menos que George Pal, el mismo responsable de la producción de esa joyita que es La Guerra de los Mundos de la década de los sesenta y basada en la famosa novela de H. G. Wells.
     Volviendo a la trama de la película, puesto que no he tenido el gusto de leer el libro y conociendo el trabajo del guionista para la mencionada Dimensión  Desconocida, de seguro en ésta introdujo unos cuantos elementos de crítica social; de este modo, para la época en que fue hecha, bien puede considerarse un filme osado tanto por esas razones, como por otras que más adelante detallaré.  Cabe recordar que el libro fue escrito en una época muy diferente a la en que se hizo la versión cinematográfica, justo cuando comenzaba a abogarse por los derechos civiles y en especial se abordaba de forma pública el tema de la discriminación racial.  Pues al tratarse de una obra de arte, muchas veces se imita la realidad, la cual se disfraza para a través de la extrapolación de la ficción, abordar temas que en muchos casos son complejos tratar abiertamente; entonces la historia proyectada sirve de herramienta para llevar al espectador más sensible a una reflexión, acerca de qué está pasando en esos momentos con el mundo que a uno lo rodea (y en especial con los Estados Unidos, un país que se jacta de ser el más poderoso e influyente del mundo y que para nada se puede considerar inmaculado en el proceder de su política).  Por lo tanto, estaba más que claro que una historia como esta, que se suponía era una mera fantasía de entretención para toda la familia, debía manifestar su discurso por medio de la parábola y la metáfora (esto es, de forma sutil e indirecta y dispuesta para los ojos más atentos del público).
    Pero antes de ir de lleno a los temas planteados por esta cinta, resulta necesario mencionar otras cosas acerca de su argumento.  El pueblo al que llega el Doctor Lao es un lugar olvidado del resto de la sociedad; es el típico sitio donde se conocen todos y en los cuales se puede encontrar un heterodoxo grupo de personas representativas de los bienes y los males de la humanidad: hay unos cuantos borrachos; una viuda joven que cuida a su hijo y se preocupa por darle la mejor educación moral a éste (destacable su estrecha relación con la suegra a quien ama y con la cual vive también); una anciana pretenciosa que ha vivido preocupada de su belleza física, en desmedro de cultivar su espiritualidad; un matrimonio también mayor donde la mujer es una persona irascible y el hombre un manejado por ésta; un periodista joven, guapo e idealista que lucha contra el hombre más poderoso del lugar, en quien no confía pese a que este último ofrece comprarle sus tierras a los lugareños, para que supuestamente puedan dejar la miseria y buscar una mejor oportunidad en otro lugar.   Pues cuando llega el misterioso, pero dulce Doctor Lao, con cada una de sus seis rarezas, logra cambiarle la vida a cada uno de estos individuos; de este modo con sus espectáculos, les dará a estos una enseñanza significativa según los requerimientos de cada personaje.
    El Doctor Lao fue interpretado por Tony Randall, con un maquillaje increíble a manos de Willam Tuttle, siendo que a su vez realizó a lo largo de la película, 5 papeles distintos, todos ellos parte de los seres que llevaba y mostraba el Doctor Lao a su audiencia.  Otro aspecto técnico destacado de la cinta, es su música, que en especial durante la escena del dios Pan, la cual más adelante será abordada en profundidad aquí, demuestra preciosas composiciones por parte de Leig Harline.
     El sujeto que le ofrece a sus vecinos comprarle sus tierras, si bien guarda consigo un secreto acerca de la verdadera razón de por qué desea hacerlo, en realidad no es un hombre malvado; su personalidad y propósitos contrasta con la del periodista, quien sí cree en lo mejor del ser humano y en el valor intrínseco de la gente (en este sentido, resultan memorables los diálogos entre el rico hacendado y una de las criaturas del doctor Lao, luego de éste mismo con el adivino ciego, así como con el periodista).  El hombre mayor postula que la gente cambia, de poseer un espíritu sencillo a otro más cínico y material, no obstante lo que le demuestra el doctor Lao a él y a los demás, es que sí la gente puede cambiar para mejor y con ello conseguir una dicha más auténtica que la entregada por los bienes materiales y la apariencia.
    En cuanto al periodista, como personaje idealizado de su profesión, representa el poder de la verdad y el espíritu emprendedor, siendo además uno de los dos elementos que le agregan la cuota romántica a la trama. 
    Tampoco se puede olvidar el humor tan presente en esta cinta, el cual oscila entre el blanco e ingenuo tan usado en aquella época, como uno más sugerente e intelectual (de hecho, el doctor dentro de la complejidad de su personalidad, se ve como el típico sujeto cómico, que raya en la caricatura; lo mismo sucede con los borrachitos, personajes habituales para usar con motivo de la risa y por último con los maleantes de pacotilla del rico del lugar, los que son caracterizados como derechamente estúpidos).
     Aún cuando en el filme no aparece ningún personaje de color, el discurso pro integración racial y de respeto hacia la diversidad, se ve en la figura de un indio al que en más de una ocasión el periodista defiende (luego el propio doctor Lao interviene para ayudarlo, cuando los matones del hacendado amenazan la integridad del nativo).  El mismo doctor Lao por ser extranjero (y más encima proveniente de China, una cultura tan fundamental dentro de la historia de la conquista del Lejano Oeste gringo), representa al “otro” como un individuo diferente a la mayoría, quien incluso en un momento despierta recelo a los prejuiciosos, pero cuya humanidad logra demostrar su valía como sujeto (independientemente de su condición étnica distinta).
     La bella viuda que es cortejada por el galán de la cinta, quien en su estado civil cumple con el papel preestablecido de la sociedad en la que vive, se dedica de lleno a su hijo, al punto de negarse a tener una nueva oportunidad para ser amada (pese a que su adorable suegra, la alienta a mirar con otros ojos al hombre que la pretende).  Cuando la mujer visita el circo del doctor Lao, entra al sector en el cual se haya el antiguo dios Pan y entonces se inicia una de las escenas más impactantes de la película, debido a su sutil erotismo.   En ella la dama es seducida por Pan, quien hasta donde muestra la cámara, camina desnudo; la divinidad comienza a tocar su flauta y entonces la fémina comienza a manifestar lo que bien podría llamarse una excitación sexual.  Como se trata de una obra de 1964 y supuestamente hecha para todo público, la reacción de la viuda se representa de un modo más bien sugerente, como un calor que la embarga, viéndose cómo el sudor impregna su piel y además ésta trata de luchar contra el ardor que siente (se toca constantemente, tratando de refrescarse); al poco rato del encuentro  entre ambos, el ser mitológico cambia su aspecto y en esta ocasión es tomando la forma del hombre al que ama en secreto, si bien aquí se ve “satirizado”.  Comienza entonces una especie de danza, donde la visitante va siendo cautivada cada vez más; por otro lado Pan, ahora con el aspecto del varonil periodista, se muestra con un grado de erotización tal, que la cámara a ratos enfoca su varonil torso, de una forma como no se esperaría en una película como ésta.  El impacto de esta experiencia se mostrará dos veces más en la persona de la madre, siendo el detonante para que ésta asuma su pasión por el objeto de sus sentimientos.
    Hay otros momentos de gran carga emotiva e inolvidable mensaje para el espectador, todos ellos poseedores de una poesía estética.  Así destaca entre ellos la entrevista entre la anciana vanidosa con el adivino ciego, cuando le va a preguntar sobré cuándo se va a cazar de nuevo y éste le contesta con la más dura verdad, pronunciando un monólogo digno del mejor teatro clásico.  También nos encontramos con el espectáculo que da nada menos que el famoso mago Merlín y la reacción que provoca en su público su arte; no obstante es en su conversación con el niño huérfano de padre (el mismo hijo de la viuda) que se da otro diálogo emotivo, ejemplificador de lo más bello de nuestra propia naturaleza humana (de hecho, cada intervención de este infante en la cinta, será gratificante para muchos, en especial por su personalidad dulce, inocente y curiosa; es así que éste representa nuestro sentido de la maravilla y al cual el doctor Lao nos invita a no perderlo).
     Por último, el medio a través del cual se resuelve el conflicto entre el millonario y la gente a la que quiere embaucar, es a través de una historia que le cuenta el doctor Lao al pueblo, durante la última noche de las dos en las que hace su espectáculo.  El relato que comparte con ellos, de carácter bíblico, es proyectado mágicamente sobre el escenario en el que se encuentra ubicado su público (no está de menos decir que para la época en que fue hecho el largometraje, el efecto de la “ventana” en el aire resulta magnífico); En la proyección se vea a un sujeto de connotaciones diabólicas, como al responsable de la perdición del poblado ficticio de su historia y éste posee el mismo rostro de quien les ha ofrecido dinero por sus terrenos.  Lo que sucede hacia el final, con un desenlace en el cual el dilema de la venta del pueblo se arregla y además aparece un particular monstruo, corresponde al cierre de oro de una obra recomendable para almas nostálgicas y ávidas de verdaderas joyas del género.

7 comentarios:

  1. ¡El circo del Dr. Lao! Es curioso, recuerdo haber leído la novela (en la edición de Nova 1ª época, de Bruguera) e incluso un homenaje en forma de comic que le dedicó Dough Moench dentro de las páginas de "Shang Chi, Master of Kung Fu", pero nunca he visto la película. Brillante post, por cierto. Un saludo y nos seguimos leyendo :)

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  2. Muchas gracias, Alejandro, por pasarte por acá y dejarme tus palabras. En verdad me encantaría tener este libro y leerlo (sé que lo puedo encontrar en digital, pero no leo en ese formato).

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  3. Esta es una de esas películas Conejo Blanco de Alicia para mí; me salta a veces por aquí, a veces por allá, pero nunca he tenido la oportunidad de verla. Aunque considerando que he conseguido ver cosas todavía más raras, no pierdo las esperanzas.

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    1. ¡Qué increíble que no la hayas visto! Ya que somos paisanos, Guillermo, si quieres te envío una copia por video (porque creo eres de provincia ¿No?) Si vives o andas por Stgo., nos podemos juntar y te la entrego personalmente. Gracias otra vez por comentar.

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    2. Por el minuto voy a declinar la oferta porque tengo las manos llenas por acá, por el minuto al menos. Se agradece de todas maneras, y ya tengo otra película más en el listado que tener presente.

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  4. Leyendo este artículo me siento motivado a buscar esta película y ver que tal. Si la consigo, luego de que la vea, te cuento mis impresiones.

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    1. Es tan preciosa que vas a alegrarte de haber sabido de su existencia. No sabes la dicha que me produjo encontrarla por solo azar, tras años de desearla (pues siempre la recordé con mucho cariño, luego de haberla visto de pequeño).

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