martes, 1 de noviembre de 2011

Conan de Robert Howard

     
    Conan el Bárbaro, Conan de Cimeria, Conan el Pirata, Conan el Vagabundo, Conan de las Islas, Conan el Ladrón, Conan de Aquilonia…todos estos nombres para referirse a uno de los personajes literarios con mayor impacto dentro de la cultura popular, llegando incluso a ser conocido por aquellos que no acostumbran leer y que bien reconocen en éste a un ícono dentro de las historias de aventuras, magia, monstruos y bellas mujeres en prendas escasas.
Uno de los cómics "clásicos"
del personaje.
   Referirse a Conan es hablar (o escribir) de uno de los personajes más populares salidos por la imaginación y pluma de un escritor estadounidense durante el siglo XX; por ende bien puede codearse con otros seres de ficción tan famosos, queridos e inspiradores de tantas continuaciones y adaptaciones tal como lo son los Tres Mosqueteros de Dumas, el Rey Arturo (anónimo), Frankenstein y su inolvidable Criatura de Mary Shelley, Drácula de Stoker y el nunca igualado Sherlock Holmes de Conan Doyle…entre tantos otros.  De este modo el personaje creado a principios de la década del treinta por un joven Robert Howard, hoy en día ha trascendido las numerosas narraciones originales que escribió sobre él su autor; es así como una gran cantidad de escritores (algunos con mérito propio como Lin Carter y L. Sprague de Camp y otros más bien por encargo o del “montón”) continuaron la labor de seguir contando sus increíbles historias.  Luego fue como pasó a adaptarse desde la década del setenta hasta nuestros días al cómic, nada menos que por Marvel, teniendo entre sus guionistas a autores de la talla de Roy Thomas y Dough Moench y lo mejor, a algunos de los dibujantes más emblemáticos del llamado “noveno arte”, tales como John Buscema, Neal Adams y Barry Windsor-Smith.  También ha sido llevado a la pantalla grande tres veces, las dos primeras en películas ochenteras bastante buenas (en especial la primera) y protagonizadas por Arnold Schwarzenegger, siendo que dentro de estos días está por estrenarse una nueva película (¡Por fin!) y que promete ser heredera de hartas aventuras, sangre, batallas cuerpo a cuerpo y “mostros” como Conan bien se merece.  Sin embargo en televisión le ha ido mal y sus versiones en dibujos animados de carácter infantil y la serie de imagen real poca vida tuvieron.  Los videojuegos también han tenido sus propias versiones de este particular héroe de la Era Hiboria.
Ilustración de Cohen el Bárbaro

     Por otra parte, uno de los mejores homenajes literarios que se han hecho a Howard y a su “hijo predilecto”, Conan, fue el de otro consagrado escritor de fantasía, Terry Pratchett; éste en su ya extensa saga de más de treinta libros correspondientes al Mundo Disco, donde se permite parodiar con gran humorismo el género, en la segunda novela (La Luz Fantástica) de la saga hace aparecer a Cohen el Bárbaro.  Cohen es un ya anciano y algo achacoso guerrero, quien pese a las apariencias, aún oficia de aventurero y mantiene todavía su atracción hacia las bellas y jóvenes vírgenes; incluso en Tiempos Interesantes, tal como Conan al conseguir Aquilonia, logar obtener el Imperio Ágata.

    Antes de referirme propiamente tal a analizar y comentar los textos de Conan el Bárbaro, quisiera detenerme un poco en la figura de su autor: Robert Howard, a quien bien se le agradece su gran capacidad fabuladora como parar crear en sólo treinta años de vida (de hecho se suicidó dándose un balazo en la cabeza en los albores de su tercera década de existencia) a tanto personaje maravilloso, pues de su fértil imaginación no sólo Conan salió.  Es así como Howard creó a otros personajes que casi rivalizan en popularidad con Conan, teniendo sus propios cómics y versiones en películas, como Kull el Conquistador (quien se supone es el antepasado atlante del mismísimo Conan), Sonja la Roja (cuyas aventuras originales transcurren en el siglo XVI, pero en los cómics se le hizo interactuar con el cimerio) y Solomon Kane (aventurero puritano en plena época de la colonia en el EE.UU. del siglo XVII).  Por otra parte todos sus textos fueron publicados en las revistas “pulps” (ediciones baratas que aparecieron durante plena Depresión en la década del treinta y que se vendían en los kioscos, siendo mayormente el medio para catapultar a tantos escritores que hoy en día han logrado reconocimiento mundial como el propio Lovecraft, Robert Bloch, Asimov, Paul Anderson, Ray Bradbury y toda una gran lista; en estas revistas de papel de mala calidad, las historias de aventuras, ciencia ficción, fantasía, terror, western, policiales y otros hicieron popular la narrativa de “género” en Estados Unidos y permitieron que hoy en día fuesen tan exitosas este tipo de historias).   Como muchos artistas que se “adelantaron a su época”, Howard apenas tenía para vivir de su trabajo y esto junto con la eminente muerte de su madre, a quien era muy apegado, le provocó tal depresión que lo llevó a tomar la triste decisión con terminar su vida a muy temprana edad; pese a todo dejó a su haber una herencia literaria que se ha convertido en una de las más exitosas (y rentables) hasta la actualidad.  Como reflexión a lo anterior, resulta más que lamentable pensar en tanto artista que como Howard, Poe, Lovecraft y pintores tan geniales como Van Goh, entre otros genios, no hayan podido disfrutar en vida del éxito y reconocimiento público; siendo mucho tiempo después de su muertes que se les ha hecho justicia.
Uno de los pulps que editaron originalmente a Howard.
    Referido a la vida y obra de Robert Howard, no se puede dejar de lado su fuerte relación con Lovecraft y el “círculo lovecrafniano”, como se acostumbra llamar al grupo de amigos y colaboradores epistolares entre los que se encontraba el creador de Conan.  Lovecraft, con quien compartía páginas como colaborador en la ya mítica revista Weird Tales, estableció con éste una estrecha relación de amistad a través de sus cartas (y a tal punto que al morir Howard, su padre en honor a la relación de su hijo con el creador del Horror Cósmico, le escribió para contarle la terrible noticia).  Tal como Lovecraft, podría atreverme a decir que Robert Howard no sólo es un gran creador de nuevos mitos y leyendas, convirtiéndose ambos en gestores de un universo ficcional como pocos, sino que también compartían cierta personalidad errática que los convirtió en seres solitarios, siendo que su amistad epistolar con otros escritores (entre los que se encuentran Clark Ashton Smith, Donald Wandrei, Frank Belknap Long, Augusth Derleth, entre otros), fue una de las pocas relaciones sociales exitosas que logró tener.  De esta relación fraterna-literaria-a distancia, Howard llegó a participar dando su propio aporte al universo lovecrafniano con cuentos de su autoría e incluso llegaron a ponerle un apodo cariñoso: Bob Dos Pistolas, debido a su gusto hacia las armas de fuego y “feo” hábito de jugar a la ruleta rusa (existe una leyenda negra al respecto sobre su suicidio que afirma que murió debido a esta práctica).
    Por último como referencia a este escritor, y para complementar los datos biográficos reseñados acá, se puede destacar que existe una película de 1996 llamada The Whole Wide World y donde el actor Vincent D´Onofrio interpreta el papel de Howard.
Otra portada para la nostalgia de las
 primeras  aventuras en papel del guerrero cimerio.
    Y ahora refiriéndose específicamente a Conan…
     Cuando Robert Howard se puso a escribir y publicar las numerosas aventuras de Conan, primero diseñó todo un mundo con su particular geografía y división política, creando numerosos países, culturas, costumbres y religiones.  De este modo permitió que su máximo personaje a lo largo de numerosos relatos, se desenvolviera en más de un lugar.  Los eventos de la vida de Conan ocurren en lo que Howard llamó la Edad Hiboria, una época posterior al hundimiento de la Atlántida y anterior al desarrollo de la historia tal y como la conocemos.  Es así como cada país y raza al que hace mención Howard y donde transcurren estas historias, se corresponden al de naciones reales y culturas antes de que los cataclismos siguientes configurasen los continentes tal y como los conocemos hoy en día.  De este modo, por ejemplo, Estigia tiene clara relación con África y en especial con Egipto, Zamora con los gitanos y con España, Vanaheim y Asgard con los países nórdicos, así como Brithunia con la región de Bretaña en Francia.
    El primer cuento que escribió y publicó sobre Conan es El Fénix en la Espada; este dato resulta interesante tenerlo presente, puesto que si bien Howard tenía plena conciencia de la estructura de la Edad Hiboria con sus particulares características y desarrollo histórico, también poseía plena conciencia sobre el destino de su particular héroe.  No obstante a lo largo de los textos que le dedicó a este bárbaro, no siguió un orden cronológico de sus aventuras en el devenir del tiempo, si no que se dedicó a contar varios momentos de su existencia de una forma caótica; por lo tanto el lector se encontró con historias de Conan cuando ya era rey de Aquilonia, como sucede ya en el primer cuento mencionado; luego podía muy bien leerse una narración ambientada en los primeros años del personaje, tras abandonar su natal Cimeria; posteriormente narrarse una de sus aventuras de su etapa como general de algún rey extranjero, para luego volver atrás en el tiempo durante sus aventuras con Belit haciendo de su compañero pirata en la Costa Negra…y más tarde nuevamente regresar a su periodo como monarca de Aquilonia.  Este supuesto desorden en la cronología de Conan, fue estructurado de una manera mucho más lineal gracias a dos colegas y amigos de Howard, Lin Carter y L. Sprague de Camp, quienes tomaron los textos del autor y los sistematizaron para publicarlos por fin en ediciones en formato de libro y siguiendo una línea temporal.  A su vez como Howard dejó muchos textos inconclusos, cuentos inéditos y bosquejos de historias, se dedicaron a terminarlos y/o pulirlos para sacarlos a la luz pública; de este modo muchos libros de Conan llevan la autoría compartida de los tres escritores.  En algunos casos Carter y de Camp arreglaron algunos textos de Howard que nada tenían que ver con Conan, para hacer que éste último fuese el protagonista.  Además de permitir que un público más joven y masivo conociese al autor y a sus creaciones, invitaron a otros autores a narrar más historias sobre bárbaro, llenando también con sus fabulaciones los vacíos cronológicos entre una historia y otra de los textos originales.  Entre estos autores, destaca Robert Jordan, quien hizo sus primeros trabajos con el cimerio, antes de consagrarse con su propia saga de fantasía de La Rueda del Tiempo.
    Otro aspecto a considerar a la hora de disfrutar, comprender y analizar las aventuras de Conan, es el subtexto ideológico que yace bajo la pluma de Robert Howard, con su particular visión del mundo y que el autor no deja de plasmarlo no sólo en sus textos dedicados al guerrero.  Aquí me refiero a dos temas en especial que con facilidad se pueden apreciar en su obra, y que retoman sin vergüenza y quizás con orgullo, sus “albaceas” Carter y de Camp con sus colaboraciones.  Estos temas son: el racismo yacente en la literatura howardiana y la noción pesimista y negativa que tiene el artista hacia el concepto de civilización en beneficio de la idea de “barbarie” (y escribo entre comillas esta palabra por cuanto me detendré posteriormente a explicar lo que realmente quiere decir Howard cuando usa el concepto):

·         Noción de racismo: Tal como su amigo Lovecraft, Howard compartía con éste la aversión hacia los extranjeros, en especial hacia la gente de raza negra.  No es mi ánimo aquí hacer un juicio de valor hacia este aspecto de la obra de Howard y de las aventuras de Conan, donde una manifestación del mal es a través de las triquiñuelas de personajes que muchas veces no corresponden al espectro racial caucásico (no sólo negros son los malvados, si no que también orientales).  Esta xenofobia que para nada oculta el autor (y a la que prefiero hacer la vista gorda en beneficio de otros aspectos más benignos de su escritura) muchas veces llega a ser aberrante, por cuanto por ejemplo, los extranjeros son descritos como traicioneros, caníbales y monstruosos en su aspecto físico; si bien a Conan le toca batallar contra el mal en todas sus manifestaciones, gran parte de los representantes de las fuerzas malignas provienen de lugares tales como el oscuro reino de Estigia (Egipto) y al que Howard le otorga el triste “privilegio” de ser el centro de la perversidad durante la Era Hiboria.  No obstante Conan también tiene amigos y aliados negros, pero igual en su mayoría poseen un carácter bestial.
          Las siguientes citas ilustran lo anterior:

      “Livia jamás había visto a un hombre  semejante, pero no se preocupó por   saber a qué raza pertenecía. Le bastaba con que su piel fuera blanca.
     -Eres un bárbaro como los otros. Sólo tu piel es blanca; pero tu alma es tan negra como la de ellos. ¡Poco te importa que un hombre de tu raza haya sufrido una muerte horrenda a manos de estos perros (negros africanos)..., y que yo sea su esclava!
     -Aun cuando fueras vieja y fea como los buitres del infierno, te llevaría lejos de aquí y de Bajujh (un rey africano) simplemente por tu raza. Pero eres joven y hermosa, y he visto tantas mujerzuelas nativas (negras africanas) que estoy harto”.

El Valle de las Mujeres Perdidas.

    Y nótese la forma de cómo describe al siguiente personaje de raza negra en otro fragmento del mismo cuento:

    “Sentado sobre un escabel de marfil, flanqueado por gigantes tocados con plumas y cubiertos con pieles de leopardo, había un personaje repulsivo, obeso y achaparrado, con aspecto maligno, que parecía un enorme sapo que apestaba como los pantanos podridos de la selva. El individuo tenía las rechonchas manos colocadas sobre el arco abultado de su vientre; su pescuezo era un rollo de grasa  que parecía proyectar su cilíndrica cabeza hacia adelante; sus ojos semejaban brasas ardientes y tenían una asombrosa vitalidad que contrastaba con la del resto de su grueso cuerpo, que daba la  sensación de indolencia.
    Cuando la mirada de la muchacha se posó en aquella figura, sus miembros se pusieron en tensión y la vida volvió a latir frenéticamente en su cuerpo. El dolor fue sustituido por el odio, un odio tan intenso que a su vez se convirtió en dolor.
    Pero si Bajujh, rey de Bakalah, sintió alguna molestia a causa de la concentración psíquica de su prisionera, lo cierto es que no lo demostró. Por el contrario, continuó atiborrando su boca de batracio con puñados de golosinas que le tendía en una bandeja una mujer arrodillada...
    ...lo único que respetaban esos salvajes era la violencia”.

·         Oposición civilización/barbarie: Howard sostiene la tesis de que la civilización, el mundo contemporáneo con sus “refinados” gustos, lujos, conocimientos y otros, corrompe.   Esto, puesto que lo más natural, lo primitivo y “barbárico” sería lo más puro ante la naturaleza trastocada de la civilización; de este modo un bárbaro como Conan, no ha sido mancillado por ideologías (costumbres, creencias políticas, religiosas y convenciones sociales) que hagan mella en su primordial virtud.  Así es como el mal en las narraciones de Conan se encuentra muchas veces en su solaz en medio de la “engañosa” civilización, puesto que el poder del conocimiento “racional” del avance corrompe y el mal trae al mal.  No obstante, esta idea no es nueva, ya que alguien como el filósofo francés Rousseau en el siglo XVIII había acuñado el concepto de “Buen Salvaje” y en particular en su famosa novela El Emilio, donde sostiene la tesis de que mientras más alejado se está del mundo civilizado, más cerca se está de una conciencia pura, virginal y angelical (tal como Adán y Eva antes de comer el fruto prohibido)
      Lo que hace Robert Howard en su postura frente a esta dicotomía    civilización/barbarie es similar al tópico literario de Alabanza de aldea y menosprecio de ciudad, en donde los literatos sostienen que la vida es mucho más grata en medio de poblados pequeños y agrestes, que en la sucia e infecta ciudad.   Sólo que Howard lleva su postura al límite, como si se trastocara la visión de los escritores latinoamericanos mundonovistas con su tópico de Civilización v/s Barbarie: donde en obras como La Vorágine de Rómulo Gallegos y Doña Bárbara de José Eustaquio Rivera, muestran una naturaleza más que salvaje y a la que el hombre citadino y educado debe domesticar para llevar su luz a un mundo de oscurantismo.  Por ende, Robert Howard retrata un conflicto inverso de estos dos principios.
    Para completar este punto, he aquí dos citas textuales que reflejan mucho mejor que mis palabras, la visión de Howard al respecto:

La barbarie es el estado natural de la humanidad [...] La civilización, en cambio, es artificial, es un capricho de los tiempos. La barbarie ha de triunfar siempre al final”.

Más Allá del Río Negro.

Los hombres civilizados son siempre menos corteses que los salvajes porque saben que pueden ser maleducados sin temer que sus cráneos sean partidos en dos”.[1]

Antigua edición en español
de la editorial Bruguera de uno los las compilaciones
con textos de Howard acabados por L. Sprague de Camp.
    Y en cuanto a Conan…respecto a su figura, hay que tener bien claro el carácter mismo que le otorga Howard en sus escritos y que lo convierte para muchos en un personaje tan carismático.   Tal como expliqué más arriba, para el escritor el bárbaro es un individuo mucho más virtuoso que el hombre civilizado.  De este modo Conan el Bárbaro se convierte en la encarnación de esa figura benigna que defiende el autor.  Pero este “buen salvaje” no está carente de apetitos carnales, ni es como el niño sin mácula de Rousseau,  si no que es un individuo que muy bien tiene sus debilidades como cualquier ser humano (debemos recordar que la época en que vive Conan es la Era Hiboria y para subsistir en ella se debe tener gran capacidad de sobrevivencia, por lo que matar para subsistir es algo habitual, así como poseer un espíritu violento cuando se es necesario).  Por lo tanto Conan mismo es un hombre que sabe matar como nadie, que hace uso de sus dotes físicas, como también intelectuales para conseguir sus objetivos sin dudarlo y cuando debe tomar la vida de sus enemigos no vacila en ello.  Este hombre ágil y voluntarioso pese a su aspecto agreste, es un sujeto justo y honorable: nunca roba a los pobres (como cuando oficia de ladrón o pirata); tampoco hiere o mata a los inocentes, niños y otros indefensos; y con las mujeres también sigue con su particular código de honor que hace que tampoco las maltrate, a menos que sea en defensa propia y si es que es la mujer resulta ser un verdadero peligro y toda una contrincante.
    Respecto a las palabras de arriba, se puede tener en cuenta la siguiente cita textual que resume muy bien en palabras del propio Howard, quién es éste:
Edición más en español contemporánea
de los cuentos del personaje.

   "La cara... no era la de un hombre civilizado: oscura, labrada de cicatrices, con dos salvajes ojos azules, era una cara indómita como el bosque primordial que le servía de fondo... con el macizo pecho cubierto de hierro, el brazo que mantenía la ensangrentada espada, curtido por el Sol y pictórico de músculos, se movía con la peligrosa desenvoltura de una pantera: era demasiado ágil y feroz para ser el producto de la civilización, ni siquiera de una civilización de frontera".

Más Allá del Río Negro.

    Con las mujeres mismas Conan es atento, seductor, pero no romántico; las trata bien, aunque cuando le gusta una de ellas no duda en tomarla en sus brazos y besarla sin preguntarle si quiera (no obstante las mujeres nunca se le resisten).  Ante una mujer en infortunio Conan se juega su vida por ayudarla y es así como esta circunstancia la usa en varias ocasiones Howard para contar más de una jugosa historia de aventuras.
   Como bárbaro que es, Conan recela de la civilización, no obstante cuando llega a convertirse en rey de una de las polis más poderosas de ésta, Aquilonia, demuestra ser capaz de congeniar en su gobierno lo mejor del bárbaro que hay en él, con el de un benigno monarca civilizado.  Este gobierno justo le hace ganarse el amor, respeto y fidelidad de sus ciudadanos.
    Otro aspecto interesante a tener en cuenta, es el poco aprecio que siente Conan hacia la magia, por cuanto un hombre vitalista y de instintos como él ve en la magia al arte del engaño y la intriga.  Un individuo como él se muestra frente a otros sin adornos, en cambio magos, brujos y hechiceros son mostrados por Robert Howard como ejemplos de hombres malvados y corruptos que hacen uso de la ilusión y se esconden en medio de la parafernalia de lo esotérico; aparte de los primeros, les siguen numerosos nobles del mundo civilizado,  a los que Conan se enfrenta y destruye en sus numerosas pugnas.  He aquí citas que demuestran esta relación entre magia y maldad:

    “-¡Sí, perro maldito! -exclamó el brujo con una voz sibilante como la de una gigantesca serpiente-. ¡Soy Thugra Khotan! He yacido mucho tiempo en mi tumba, esperando el día de mi despertar y de mi liberación. Las artes que me salvaron de los bárbaros hace muchos siglos me retuvieron prisionero, pero yo sabía que uno de aquellos mismos bárbaros llegaría, tarde o temprano... ¡Y al fin llegó para que se cumpliera el destino y para que muriera como nadie ha muerto en tres mil años! ¡Necio! ¿Crees que has vencido porque mi gente se ha dispersado y porque me traicionó y me abandonó el demonio al que había logrado esclavizar? ¡No! ¡Soy Thugra Khotan y dominaré el mundo a pesar de vuestros ridículos dioses! Los desiertos están llenos de mis gentes; los demonios hacen mi voluntad y todos los reptiles de la tierra me obedecen. Mi deseo por una mujer debilitó mis poderes mágicos. ¡Ahora esa mujer es mía, y recreándome en su alma seré invencible! ¡Atrás, necio! ¡No has derrotado a Thugra Khotan!”.

El Coloso Negro.

     “—Hubo un tiempo —dijo con amargura— en que también yo tenía mis ambiciones, a cuyo lado las vuestras parecen ridículas e infantiles. ¡Qué bajo he caído! Mis viejos amigos y rivales quedarían horrorizados si pudieran ver a Toth-Amon el del Anillo, sirviendo de esclavo a un proscrito, y proscribiéndose él mismo. ¡Envuelto en las mezquinas ambiciones de nobles y reyes!

     —Tú confías en tu magia y en tus ridículas ceremonias —repuso Ascalante—. Yo confío en mi ingenio y en mi espada.
     —El ingenio y la espada no sirven de nada contra los poderes de la Oscuridad —gruñó el estigio, de cuyos negros ojos se desprendían destellos amenazadores—. Si yo no hubiera perdido el Anillo, nuestra situación sería muy diferente.
     —Sin embargo —contestó impaciente el proscrito—, llevas las marcas de mis latigazos en la espalda, y probablemente seguirás llevándolas.
    —¡No estés tan seguro! —El diabólico rencor del estigio brilló por un instante en sus ojos iracundos—. Algún día, de algún modo, encontraré el Anillo otra vez, y entonces, por los colmillos de la serpiente Set que me las pagarás...”


El Fénix en la Espada.

    Ligado al tema de lo sobrenatural se encuentra la visión de la teología en la Era Hiboria.  Siendo el mundo creado por Howard todo un cúmulo de naciones y culturas, es evidente que en este se encuentran diversos credos con sus respectivos dioses.  Howard, quien también compartió con Lovecraft su ateísmo, convirtió a la mayor parte de los dioses que describe en otro manifestación del mal, pero acentuando el carácter demoniaco.  Vez que Conan se enfrenta a un dios, resulta ser no sólo un ser monstruoso y vil, si no que además corresponde al de una criatura ancestral cuyo único fin es aprovecharse de sus creyentes con el culto que le rinden.  Esto se puede ver en el siguiente fragmento:

     “Embrujado por aquella voz extraordinaria, Conan permaneció inmóvil, olvidándose de todo hasta que su hipnótico poder produjo un extraño cambio y la percepción y el sonido crearon la ilusión de la vista. Conan ya no oía la voz, sino unas lejanas y rítmicas ondas de sonido. Transportado más allá de su tiempo y de su propia individualidad, estaba viendo la transmutación del ser llamado Khosatral Khel, que surgía de la Noche y del Abismo de los tiempos pretéritos para revestirse de la sustancia del mundo material.
     Pero la carne humana era demasiado frágil, excesivamente débil como para soportar la terrible esencia que era Khosatral Khel. Por ello tenía la forma y el aspecto de un hombre, pero su carne no era carne, ni el hueso era hueso, ni la sangre, sangre. Se convirtió en una blasfemia contra la naturaleza, porque era la causa de que una sustancia básica que jamás había conocido el latido y la emoción de la vida viviera, pensara y actuara.
    Había errado por el mundo como un dios, porque no existía arma terrenal capaz de hacerle daño y porque, para él, un siglo era como una hora. En su vagar llegó hasta un pueblo primitivo que habitaba en la isla de Dagonia y se alegró de poder dar a esta raza una cultura y una civilización y, con su ayuda, aquellas gentes construyeron la ciudad de Dagón, donde habitaron y lo adoraron. Sus servidores eran seres extraños y horribles, procedentes de los más oscuros rincones del planeta. Su casa de Dagón estaba conectada con las demás casas por medio de túneles, a través de los cuales sus sacerdotes de cabezas afeitadas transportaban víctimas para el sacrificio”.

El Diablo de Hierro.

Tomo 1 de la colección de lujo de las narraciones de Conan sólo por Robert Howard.   Estas vienen recopiladas por orden de publicación original en los pulps y cada tomo lleva aparte de cubierta protectora, textos anexos, ilustraciones a color y en blanco y negro y en papel cuché...¡Un verdadero gusto para el coleccionista! 
    No obstante hay deidades benignas en el mundo de Conan, tal y como lo son Mitra e Ishtar, que como en muchos otros casos Howard no se las inventó, si no que sacó sus nombres y ciertas características de religiones que existieron.   En uno de sus mejores cuentos, La Torre del Elefante, se narra un emotivo encuentro de Conan con uno de estos seres benignos:

    “He aquí, entonces, el motivo del nombre -la Torre del Elefante-, ya que la cabeza de la cosa se parecía mucho a la de los animales descritos por el shemita errante. Aquél era el dios de Yara. Pero ¿dónde podía estar la gema sino escondida en el interior del ídolo, puesto que la piedra se llamaba Corazón de Elefante? A medida que Conan avanzaba, con los ojos fijos en el inmóvil ídolo, ¡éste abrió súbitamente los ojos! El cimmerio se quedó paralizado por la sorpresa. ¡No era una imagen, sino una cosa viva, y él estaba atrapado en su habitación! Un indicio del terror que lo paralizaba es el hecho de que no reaccionara al instante en un arrebato de frenesí, dejando libres sus instintos homicidas. Un hombre civilizado en su situación sin duda habría, buscado refugio creyendo que estaba loco, pero a Conan no se le ocurrió dudar de sus sentidos. Sabía que se encontraba cara a cara con un demonio del antiguo mundo, y esa seguridad lo privó de todas sus facultades, salvo la de la vista. La trompa de esa cosa horrorosa se alzó como buscando algo, y los ojos de topacio miraban sin ver. Entonces Conan se dio cuenta de que el monstruo era ciego. Este pensamiento calmó sus tensos nervios, y comenzó a retroceder en silencio en dirección a la puerta. Pero el engendro oía. La trompa sensible se estiró hacia él y el muchacho quedó nuevamente helado de espanto cuando el extraño ser habló con una voz extraña y entrecortada, siempre en el mismo tono. El cimmerio comprendió que aquella boca no fue creada para hablar un lenguaje humano.
     -¿Quién está ahí? -preguntó-. ¿Has venido a torturarme de nuevo, Yara? ¿No te vas a cansar nunca? ¡Oh, Yag-kosha!, ¿no tendrá fin esta agonía?

     Las lágrimas rodaron por sus mejillas, y Conan observó las extremidades extendidas sobre el lecho de mármol. Sabía que el monstruo no podría levantarse para atacarlo. Conocía las marcas del tormento y las quemaduras del fuego, y por más duro que fuera, no podía evitar estar impresionado por las deformidades de lo que parecía haber sido un cuerpo tan bien constituido como el suyo. Y súbitamente todo el miedo y el asco se convirtieron en una profunda compasión. Conan no sabía quién era ese monstruo, pero era tan evidente su terrible y patético sufrimiento que, sin saber por qué, le embargó una abrumadora tristeza. Sintió que estaba presenciando una tragedia cósmica y sintió vergüenza, como si la culpa de toda una raza hubiera caído sobre él.
    -No soy Yara -dijo-. Soy solamente un ladrón. No te haré daño.
   -Acércate para que pueda tocarte -dijo la criatura con un titubeo, y Conan se aproximó sin miedo, con la espada olvidada en su mano.
    La trompa sensible se alzó y palpó su rostro y sus hombros, como hacen los ciegos. El contacto era tan suave como el de la mano de una muchacha.
   -Tú no perteneces a la raza maligna de Yara -suspiró la criatura-. Llevas la marca de la fiereza pura y esbelta de las tierras desérticas. Conozco a tu gente desde antiguo. Los conocí con otro nombre hace mucho, mucho tiempo, cuando un mundo distinto alzaba sus brillantes torres hacia las estrellas. Pero... hay sangre en tus manos”.


    Robert Howard en su corta vida escribió muchas historias, creando personajes que como Conan hoy son parte de la cultura popular.  Ante una imaginación tan fructífera como la suya, uno se pregunta qué maravillas más pudo darle al mundo si su carrera literaria se hubiese extendido por muchos años más.  Resulta increíble saber que sólo escribió una novela, Conan el Conquistador (la que según el especialista en ciencia ficción y fantasía David Pringle, se encuentra entre las cien mejores novelas de fantasía, listado y análisis que hace en su libro Literatura Fantástica: Las 100 Mejores Novelas), y el resto hayan sido sólo cuentos y unos cuantos poemas; sin embargo en la actualidad es uno de los escritores más admirados y queridos por el mundo.  Puede perdonársele sus acentuados prejuicios sociales, más a la luz del conocimiento de su anómala personalidad, después de todo, qué artista y/o genio no tiene por ahí una que otra vergüenza y como alguien muy sabio dijo por ahí: “El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.



[1] Lo siento, encontré esta estupenda cita en Internet, pero por más que busqué el origen de la referencia, no encontré el texto original de donde se encuentra extraída. 

6 comentarios:

  1. Oiga profe, bien completo su análisis sobre Conan ¿Qué quiere que le diga?

    tengo eso sí un reclamo:
    ¿Prefieres no entrar en el racismo del autor por no atacar su imagen? porque a la luz de ello (no he leído nada a ese respecto) creo que se tiene que tomar lo bueno y lo malo de aquellos a los que se sigue.
    por mucho que en las películas y novelas actuales todos hagan declaraciones de que no son racistas, debemos recordar que en el gran país del norte (y no me refiero a Canadá) hace poco más de 45 años los negros eran ciudadanos de segunda clase. en la década del 30 y anteriores era peor, y si tomamos en cuenta la enorme influencia de su madre en el autor del que se habla, tenemos que decir a las claras que era un RACISTA de tomo y lomo, como tal vez lo eran muchos de su generación.
    si lovecraft, tan influenciado (tal vez mangoneado sería la palabra) por su madre, era de por suyo un tanto extraño, puede que también hubiese sido un racista de los peores. tal vez Misógino si tomamos en cuenta que su madre lo encontraba tan feo de niño que lo vestía de mujer... en fin, no deberías evitar hacer comentarios negativos del autor en cuestión, pues es parte de su estilo de narrar...

    ya, mejor lo dejo hasta aquí, pero es que estoy intentando ponerme al día...

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  2. Gracias por tu aporte, amigo. Creo que en mi texto abordo lo suficiente el tema del racismo en Howard y particularmente en Conan. Lo que si opto es por no enjuiciarlo, puesto que si bien para mí todo racismo es espantoso, creo que a Howard se le puede "perdonar" tanta tontera. Con mi amigo Miguel, a quien muy bien conoces, varias veces hemos hablado de lo tanto que nos chocan sus horrendas apreciaciones nacionalsocialistas, pero (y hablo en mi caso), tal como dejé claro en mi texto, opto por valorar lo mejor de su narrativa, en vez de amargarme con tanta lesera que de vez en cuando saca a la luz este caballero. Por cierto, me gustaría mucho saber la opinión de algún lector de raza negra u otra etnia al respecto, pero alguien que sepa de esta literatura, claro.

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  3. Hola, Elwin.

    Estupendo artículo sobre uno de los grandes escritores del siglo XX, no sólo de fantasía heroica sino de fantasía y de literatura en general. Su desgraciada muerte prematura nos privó, sin duda, de unas cuantas obras maestras que hubieran hecho nuestras delicias.

    Respecto al racismo de Howard, estando de acuerdo con tu análisis, yo añadiría que hay que tener en cuenta el contexto social e histórico en el que vivió Howard: a principios del siglo XX, Texas y el Sur estadounidense no eran precisamente una sociedad multicultural y tolerante: los afroamericanos no sólo no tenían derecho a voto sino que carecían de toda una serie de derechos y libertades civiles básicos. La postura de Howard no era una rareza suya, sino que estaba muy extendida entre la población del Sur. En aquellos años (y durante bastantes más), el Ku Klux Klan seguía linchando, quemando y ahorcando a afroamericanos con mucha regularidad. La propia legislación y las instituciones de los Estados sureños eran profundamente racistas. Así pues, no se trata de justificar el racismo de Howard, sino de explicarlo y situarlo en su preciso contexto histórico.

    Por otro lado, el racismo apenas está presente en los escritos de Howard. Los personajes de los relatos pueden ser racistas, pero la perspectiva del narrador no lo es en general. En sus relatos, Howard no suele despreciar a o descalificar a grupos étnicos enteros, sino sólo a individuos concretos.

    Cordiales saludos.

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  4. Mi estimado amigo: muy buena tu reseña sobre Robert E. Howard, y uno de sus más entrañables personajes: Conan el bárbaro. Pero creo que fuiste benigno con su aspecto más despreciable, y me refiero al racisno y filonazismo de este autor. Quizá creas que estoy exagerando, pero basta con leer algunos cuentos de su ciclo de la raza o de la memoria racial (me refiero al volumen de cuentos "El valle del gusano", de la mítica Martínez Roca), donde su racisno visceral llega a ser chocante, y donde se despacha "ideas" tan nefastas y ridículas como que el primer hombre fue un mono blanco en el ártico y otras joyitas dignas de los nazis más fanáticos... y recordemos que Lovecraft simpatizó con el nazismo alemán... así que no seamos tan indulgentes con los aspectos más oscuros de estos grandes escritores de fantasía, terror y ciencia ficción, mira que a ti y a mí nos hubieran mirado arrugando la nariz por ser parte de la masa "negroide-mongoloide y semítica"... y te digo todo esto sin renegar de dos de mis autores favoritos.
    Y un dato al margen: ¿estás seguro de que HPL fue "editor/director de la ya mítica revista Weird Tales"?

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  5. Amigo Mío: Te agradezco tu comentario y por lo que acabo de investigar, efectivamente estaba equivocado respecto al rol de H.P.L. en "Weird Tales", así que voy a arreglar el entuerto. Y respecto al racismo de estos dos mentados caballeros, los censuro sin vergüenza como ante cualquier acto de este tipo; lo que sí me permito hacer, es considerar como atenuante las personalidades enfermizas que en todo caso tenían tanto Howard como Lovecraft, y ante un caso así era casi obvio que se manifestase de algún modo en su literatura este tipo de máculas.

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  6. Conan es un personaje que esta tan inmerso en nuestra cultura popular como otros personajes de la talla de Batman, x-men, etc.

    No conozco mucho de conan, puesto que nunca he leido de sus historias, y tampoco he visto sus peliculas, solo vi un poco de la ultima pelicula y me parecio muy buena e intrigante, entretenida como para sentarse en el sillon a verla una tarde tranquilamente.

    En fin, Howrd ofrece en Conan una compllejidad implicita que pocos pueden plzmas en sus obras, ya sea por su concepto de barbarie en el mundo, como su tesis contra el concepto en si de civillización, esto da a demostrar como a través de una obra o franquicia, podemos conocer tanto psicologica y social como físicamente al creador.

    Atte. Fabian Ibarra

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