jueves, 24 de noviembre de 2011

Policial a la Católica.



     Cuando el gran Edgar Allan Poe escribió su famoso cuento Los Crímenes de la Rue Morgue allá por la primera mitad del siglo XIX, no tenia idea de que con ello estaba dando origen a un nuevo género literario (tan popular hoy en día): el relato policial.  Por otra parte, en la figura de su protagonista Auguste Dupin también creó al prototipo del héroe detectivesco.  Es así como desde Poe en adelante y pasando por cada uno de los cultores de este género, el relato policial se encargó de mostrar un misterio (no necesariamente un hecho de sangre como un asesinato) y en el cual un personaje de gran inteligencia se dedica a resolverlo gracias al análisis de las pistas y al uso de su propia capacidad intelectual para unir los cabos sueltos.  De este modo, sería un inglés, Sir Arthur Conan Doyle, quien llevaría el género policial a su máxima expresión y/o consagración, bajo la figura del no menos célebre Sherlock Holmes.
    Es así como a principios del siglo XX aparecería un particular personaje que si bien sería fruto de la admiración de su autor hacia la obra de Conan Doyle, se transformaría en la contrapartida del famoso detective inglés.  Me estoy refiriendo al Padre Brown, un especial sacerdote que muchas veces sin proponérselo, si no que por pura casualidad, se ve enfrentado a extraños incidentes en los cuales gracias a su ingenio y talento logra desentrañarlos.  Gilbert Keith Chesterton es quien dentro de su extensa y variada obra creó a este personaje que ha logrado el elogio de personajes tales como C. S. Lewis, Borges y otros destacados escritores e intelectuales.  Chesterton llegó a escribir alrededor de 52 cuentos con el Padre Brown como protagonista, siendo tres de ellos inéditos y editados fuera de la colección original correspondiente a los cinco libros que en vida logró publicar su autor dedicado al curita detective.   En cuanto a la idea de “contrapartida de Sherlock Holmes” a la que arriba hago mención, esta noción corresponde tanto a la propia personalidad del Padre Brown, como a sus intenciones para desbaratar entuertos y a las connotaciones ideológicas de Chesterton a la hora de escribir sus relatos.  De este modo para entender mejor lo que quiero decir, haré una pequeña reseña sobre quién fue C. K. Chesterton.
    Chesterton (1864- 1936) fue uno de esos escritores ingleses que destacó desde temprano por su sapiencia, como por su gran interés intelectual.  Si bien en un principio manifestaba su pensamiento de carácter agnóstico, nunca dejó de expresar su interés y simpatía por el cristianismo, los mecanismos de la fe y la religión católica en especial (y mucho antes, también pasó por una etapa ocultista, participando de las sesiones espiritistas que tan en boga estuvieron por esos años).  De este modo desde antes de abrazar el catolicismo como creencia religiosa cerca de los cuarenta años, ya antes había escrito sobre temas de esta índole, de modo que gran parte de su quehacer estuvo dedicado a numerosos textos al respecto, siendo uno de los más famosos Ortodoxia.  También se dedicó bastante a la poesía y al periodismo, como además logró notoriedad por sus dedicadas biografías entre las que se encuentran las que hizo sobre Charles Dickens y su amigo George Bernard Shaw.  También son de su autoría numerosas novelas y cuentos de suspenso, en las que el humor, la simbología y referencias religiosas son comunes, tal como con El Hombre que fue Viernes y El Club de los Negocios Raros.  Sin embargo fue con sus cuentos sobre el Padre Brown que sería recordado por un público mayor, al crear un personaje que luego tendría más de una adaptación al cine, destacando la que estuvo a cargo del mismo Sir Alec Guinnes, quien incluso influenciado por su papel y la lectura misma de los textos originales de Chesterton, también se haría católico.  En televisión tuvo su propia serie este sacerdote detective en 1974, gracias a los mismos ingleses.
Caricatura de Gilbert Keith Chesterton.
    Y ahora refiriéndome más específicamente al Padre Brown y a su ciclo de cuentos policiales, ya desde el primer cuento, La Cruz Azul, su autor define con claridad al personaje, tanto en su aspecto físico, como en su personalidad y motivaciones; por otro lado es en este ya clásico cuento que Chesterton establece la diferenciación entre su versión del detective eclesiástico con el modelo más “profesional” que corresponde al Sherlock Holmes de Doyle.  Esta oposición entre uno y otro parte ya al comienzo del cuento, puesto que el primer personaje que hace aparecer Chesterton no es al Padre Brown, quien poco a poco se irá “dibujando” en la trama a través de la descripción de terceros, hasta su presentación casi en el clímax del relato.  Es así como el narrador parte mostrándonos a un severo y eficaz investigador francés, Valentin, a quien se le describe como a una fusión entre Holmes y el Dupin de Poe:

     “No; nada en él era extraordinario, salvo el ligero contraste entre su alegre y festivo traje y la seriedad oficial que había en su rostro. Vestía un chaqué gris pálido, un chaleco, y llevaba sombrero de paja con una cinta casi azul. Su rostro, delgado, resultaba trigueño, y se prolongaba en una barba negra y corta que le daba un aire español y hacía echar de menos la gorguera isabelina. Fumaba un cigarrillo con parsimonia de hombre desocupado. Nada hacia presumir que aquel chaqué claro ocultaba una pistola cargada, que en aquel chaleco blanco iba una tarjeta de policía, que aquel sombrero de paja encubría una de las cabezas más potentes de Europa. Porque aquel hombre era nada menos que Valentin, jefe de la Policía parisiense, y el más famoso investigador del mundo”.

   De este modo, el aspecto sobrio, orgulloso y flemático de Valentín, resultará ser la oposición al de un Padre Brown que si bien comparte con él la imagen “ordinaria”, resulta ser la de un humilde hombrecito, rechoncho, bajito, con lentes y que acostumbra llevar un paraguas consigo, siendo además depositario de todas las virtudes que uno esperaría de un pastor de hombres:

    “Al examinar, pues, al último viajero, Valentin renunció a descubrir a su hombre, y casi se echó a reír: el curita era la esencia misma de aquellos insulsos habitantes de la zona oriental; tenía una cara redonda y roma, como pudín de Norfolk; unos ojos tan vacíos como el mar del Norte, y traía varios paquetitos de papel de estraza que no acertaba a juntar. Sin duda el Congreso Eucarístico había sacado de su estancamiento local a muchas criaturas semejantes, tan ciegas e ineptas como topos desenterrados. Valentin era un escéptico del más severo estilo francés, y no sentía amor por el sacerdocio. Pero sí podía sentir compasión, y aquel triste cura bien podía provocar lástima en cualquier alma. Llevaba una sombrilla enorme, usada ya, que a cada rato se le caía. Al parecer, no podía distinguir entre los dos extremos de su billete cuál era el de ida y cuál el de vuelta”.

    Y lo anterior corresponde a la imagen que se hace el mismo Valentin del padre Brown, visión poco favorable en una primera instancia, que se harán muchos otros personajes a lo largo de los cuentos dedicados a este sacerdote.  Sin embargo es en este aspecto casi idiota, manso y completamente sencillo, que se esconde una mente privilegiada, capaz de vislumbrar lo oculto de los hechos y del corazón humano, poder ver la verdad de las cosas.  Pero esta calidad visionaria del Padre Brown, no radica en el uso del método deductivo y científico de pistas a la manera de muchos otros personajes del género, si no en la atenta observación de los sospechosos, su conducta y el medio que lo rodea.  Es así como luego el propio Padre Brown le explicará al final del cuento al ladrón, Flambeau, quien más adelante se convertirá en su inseparable mejor amigo, la razón de que haya sido él quien haya descubierto sus verdaderas intenciones:

    “¿No se le ha ocurrido a usted pensar que un hombre que casi no hace más que oír los pecados de los demás no puede menos de ser un poco entendido en la materia?”.

    No obstante los motivos del Padre Brown para resolver los casos que se le presentan, para nada corresponden a la de hacer valer la idea de una “justicia humana”, la que corresponda a perseguir, enjuiciar y castigar a los criminales.   Cabe recordar que en la mayoría de los hechos en los que le ocurre intervenir, es la casualidad la que lo lleva a participar de estos; por otro lado, tal como al Dupin de Poe, el Padre Brown disfruta del mero hecho de hacer uso de sus habilidades intelectuales para descubrir la verdad;  pero  a su vez como hombre religioso que es, sabe muy bien que “La verdad los hará libres”…Y es ante esta revelación de la verdad, que el sacerdote busca frente a la mente criminal su arrepentimiento, conversión y salvación en la Tierra, como en el Cielo.  Por lo tanto el Padre Brown nunca recrimina a quienes descubre en medio de sus fechorías, al contrario, los invita a dejar la senda del mal y muchas veces lo logra.  Todo esto Chesterton lo logra en sus escritos no a manera de discurso panfletario y proselitista, si no que lo hace con una naturalidad tal, que le da un carácter evangelizador a su héroe.   Tal como Cristo, el Padre Brown no condena al pecador, pero sí lo estimula a cambiar e incluso le da consuelo, lo que se muestra muy bien en la siguiente cita del cuento El Martillo de Dios (excelente elección para titular un cuento como éste y más a la hora del simbolismo que representa esta idea ante los hechos que se describen en él):

    “El próximo paso es usted quien tiene que darlo; yo no doy más pasos: yo sello esto con el sello de la confesión. Si me pregunta usted por qué, me sobran razones, y sólo una le importa a usted. Dejo a usted en libertad de obrar, porque no está usted aún muy corrompido, como suelen estarlo los asesinos. Usted no quiso contribuir a la acusación del herrero, cuando era la cosa más fácil, ni a la de su mujer, que tampoco era difícil. Usted trató de echar la culpa al idiota, sabiendo que no se le podía castigar. Y ese solo hecho es un vislumbre de salvación, y el encontrar tales vislumbres en los asesinos lo tengo yo por oficio propio. Y ahora, baje usted al pueblo, y haga usted lo que quiera, que está usted tan libre como el viento. Porque yo ya he dicho mi última palabra”.

    Y siguiendo la idea de la verdad como luz que ilumina la incertidumbre del crimen (pecado), es por medio de esta búsqueda de la verdad que la paz logra volver luego de que el caso ha sido resuelto y el criminal se decide a aceptar su error.  No obstante, no todos quienes inflingen la ley en los cuentos del Padre Brown se atreven a reconocer su culpa y con ello lograr la salvación.  Por otro lado, cabe tener presente que muchos de los casos a lo que se ve expuesto el protagonista, necesariamente no versan sobre actos de injusticia, puesto que muchas veces la verdad que logra dilucidar el Padre Brown corresponde al conocimiento de lo que se oculta tras un misterio mucho menos terrible (como una engañosa muerte, la identidad de un supuesto héroe nacional y el aparente secreto horroroso de un noble, entre otros).
    Como autor católico, Chesterton vela por abordar los temas del libre albedrío, la culpa, el arrepentimiento y la posterior redención de los personajes luego de un acto de contrición.  Estas etapas tan caras a la literatura cristiana y en particular católica, son representadas en una primera instancia bajo la figura del primer ladrón del que nos hace mención el narrador, ya desde el mencionado cuento de La Cruz Azul.  Me estoy refiriendo al personaje de Flambeau, quien en todo caso desde las iniciales líneas de la historia es descrito con simpatía, como un hombre brillante y de buen humor, no violento y más bien como un aventurero con el que el autor sigue el patrón del ladrón casi heroico y no necesariamente malvado.  El Padre Brown se encontrará con este sujeto en más de una ocasión, las que serán narradas a lo largo de varios cuentos, hasta que el ingenioso delincuente asume sus culpas y opta por redimirse: es más, se hace investigador privado y se convierte en el mejor amigo de quien logró su conversión; es así que ya en muchos de los cuentos posteriores el mismo Flambeau compartirá protagonismo con el Padre Brown al más puro estilo Holmes-Watson.
    Otro recurso que usa Chesterton para darle mayor interés a la narración, es otorgarle a la atmósfera un aspecto de carácter sobrenatural y en medio del suspenso creado por el misterio que se debe resolver.  Al final este elemento supuestamente ominoso, resulta ser sólo un engaño más, con lo que se acentúa la ambigüedad moral provocada por la falta de veracidad que causa el crimen cometido, la mentira, la presencia ante un mal que no es otra cosa que el gozo humano ante la perversidad, o la pura falta de conocimiento real de lo que sucede.  Esto se puede observar claramente en cuentos como Los Pecados del Príncipe Saradine y El Ojo de Apolo, tal como se puede ver en el siguiente fragmento del primer cuento mencionado:

    “Porque, en efecto, el príncipe Saradine, con toda su dignidad de hombre de mundo, irradiaba hacia sus observadores, y especialmente si eran tan sensibles como el sacerdote, una atmósfera de inquietud y hasta de algo sospechoso.. Su cara era pulcra, pero su mirada era salvaje; padecía ciertos tics nerviosos, como de hombre aficionado a la bebida o las drogas, y ni tenía ni se preciaba de tener la mano sobre el timón de los asuntos domésticos. Éstos quedaban confiados a los dos antiguos servidores, y sobre todo al mayordomo, que era sencillamente la columna central de la casa. Mr. Paul, en efecto, era, más que un mayordomo, un senescal o chambelán; comía aparte, pero casi con tanta pompa como el amo; era temido de los criados, y consultaba todo con el Príncipe, con mucho respeto, pero no con humildad, como si fuera el procurador del príncipe.
            La oscura ama era, a su lado, una sombra; y, en verdad, pareció borrarse como si fuera tan sólo la servidora del criado principal; de suerte que el padre Brown no volvió ya a oír aquellos cuchicheos volcánicos sobre los chantajes del hermano menor al mayor. Por lo demás, aunque no era enteramente seguro que el príncipe hubiera sido robado por el ausente capitán mediante el procedimiento del chantaje, lo cierto es que ello parecía muy probable, por aquella cosa equívoca, aquella cosa sospechosa que había en la presencia de Saradine.
            Cuando volvieron al largo salón de las ventanas y los espejos, la luz amarilla de la tarde reverberaba en el agua y las riberas llenas de mimbres; a lo lejos se oyó el zumbido de un alcaraván como el del tamborcillo diminuto de un elfo. Y otra vez por la mente del sacerdote, como una nubecilla turbia, voló el sentimiento singular de que aquél era un sitio funesto, triste, embrujado”.

    Tal como las líneas de arriba lo señalan, la presencia del mal logra provocar este efecto de “contaminación de la realidad” y donde la enfermedad moral que provoca el pecado logra manifestarse más allá del corazón humano, reflejándose en el aspecto exterior de la persona y en lo que lo rodea.  Tal como en el Romanticismo y en muchas obras de terror, el mal, que aquí es algo terrenal y no corresponde al mundo del Más Allá, va en concordancia entre el estado de ánimo de los personajes y el ambiente que los circunda.
    Por último, queda claro que al leer las aventuras del Padre Brown de C. K. Chesterton, el lector se aventura a leer una obra policial atípica, pese a seguir con muchos de los cánones del género; a su vez uno está frente al trabajo de uno de los grandes artistas e intelectuales que han honrado la fe católica con sus escritos, siendo incluso capaz de tratar sus concepciones en textos que muy bien pueden amalgamar la entretención con la reflexión y los principios de la fe.


4 comentarios:

  1. Hola.
    Paz y bien.

    He leído su aporte al tema y debo, por lo menos, hacer algunos alcances.
    1) Usted dice que el Padre Brown se halla en las situaciones "por casualidad", tal cosa no existe en la literatura de Chesterton. Si lee atentamente la totalidad del Padre Brown se derá cuenta que lo hace que el sacerdote católico se encuentre en tal momento y en tal lugar es "La Divina Providencia". Según la filosofía tomista de la que Chesterton en seguidor, el azar no existe en los actos humanos, son productos de una decisión que puede ser humana o Divina, y es por eso que logra llegar siempre al descubriemiento del asesino, porque detrás hay una decisión, y él se encuentra allí porque Dios le puso ahí, y debe buscar al culpable para tratar de salvar su alma.

    2) Si bien es cierto que las biografías que usted menciona (Dickens y Shaw) son conocidas, ¿por qué no nombrar las mejores que escribió avaladas por toda la crítica especializada estando vigente con plenitud hasta el día de hoy? Me refiero a la "San Francisco de Asís" y, sobre todo, a la de "Santo Tomás de Aquino"? Hay un dato interesante en la forma en que Chesterton escribía sus biografías: "No colocaba fechas" porque él decía que lo que a un hombre lo identfica no son los años sino los hechos, que más joven que más viejo, eso era irrelevante; y además porque las fechas nos ponen en lejanía o en cercanía con el biografiado, en cambio los hechos no tienen edad, hablan siempre al presente, como parte de una eternidad inconsciente.

    3) No dijo casi nada de "EL Hombre que fue Jueves", por la que Borges decía que "me conformaría con escribir la mitad de bien que Chesterton".

    Espero que continúe sus lecturas sobre este genial autor. Otro escritor europeo que le recomiendo, por quien Borges también sentía admiración y amigo personal de Gabriela Mistral, es Giovanni Papini, especialmente sus obras "Soliloquios de Belén" , "Gog" y "El Juicio Universal".

    Tenga Paz

    Astarajael

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  2. Estimado Astarajael: Muchas gracias por lo que me escribe, comenta y cuenta, que todo ello es luz para la ignorancia que tengo frente a un autor tan excelso como Chesterton. Tengo una deuda con él, lo mismo con Papini a quien hace rato deseo leer y de quien recuerdo con mucho cariño y admiración sus "Soliloquios de Belén" cuando días previos a Navidad escuchaba en mi época universitaria en la Radio San Cristóbal, las emotivas dramatizaciones que hicieron al respecto. En cuanto a Chesterton mismo, ya tendré su obra completa y sobre la idea de Providencialismo que ud. menciona, si es así, entonces me doy cuenta de que la cuota religiosa en su obra policial es mayor de lo que creía...Pero me pregunto ¿Dice el autor/narrador textualmente en alguno de los relatos del curita, que Dios mismo es el responsable de sus aventuras?

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  3. se ve que el adre Brown es un personaje muy interesante, puesto que cabe en otro tipo de personaje que e desenvuelve en el genero. Y además de ser un genero detectivesco, no es por lo visto una propuesta oscura y decadente en el sentido humano, sino mas bien metaforico y simbolico, además de resentar de manera implicita una que otra moraleja en sus historias, debido al concepto central que para mi usaria este personaje, que es la exiación, en donde los criminales son convencidos de que dejen de cometer actos ilicitos y volvier al buen camino.

    Atte. Fabian Ibarra

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  4. Bueno, amigo, a ver si gracias a este texto te animas a leer algo un poco distinto a lo que hasta el momento has experimentado. La verdad es que los cuentos del Padre Brown sirven como motor no sólo de historias de aventura e intriga, si no que gracias a las circunstancias que narran, tratar temas de mayor profundidad como asuntos de temática espiritual/religiosa. Espero tener la suerte de leer más de estas historias para hacer una crítica más completa posible. Gracias por ser mi lector constante.

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