En el transcurso del año 2011 se publicó un
libro que bien podría considerarse como capital, a la hora de entender
cabalmente el fenómeno de los cómics de superhéroes. Su título es Supergods, Superdioses
en la lengua del Quijote, y la elección de este nombre bien atiende a las
cualidades superiores de dichos personajes (como sus habilidades físicas,
mentales e incluso extraordinarias), en oposición a la del resto de los
mortales en sus universos ficcionales. El
tomo que viene a ser un ensayo por la manera seria en la que aborda el tema,
analizando este tipo de arte desde sus inicios hasta nuestros días, fue escrito
por Grant Morrison y quien es considerado en la actualidad como uno de los
guionistas más importantes del llamado noveno arte. De este modo el lector puede ahondar en
distintos aspectos de uno de sus pasatiempos favoritos, como también incrementar
sus conocimientos al respecto, todo de la mano de uno de los principales responsables
a la hora de otorgarle al cómic su importancia actual como manifestación
cultural. Es obvio que los más
acérrimos seguidores de las historietas de superhéroes saben quién es este
sujeto con apellido de rockero, pero bien puede ser comprensible que para los
menos ñoños su identidad puede ser desconocida… ¿Entonces por qué no
hacer una pequeña presentación del autor de este texto de consulta y el cual
bien resulta altamente recomendable para quienes desean aprender más sobre estos
sujetos en mallas, desde un punto de vista
de corte más “académico”?
Nacido en Escocia en 1960, es uno de esos escritores que corresponden a
la llamada “invasión británica” de guionistas que llegaron a USA a partir de
los ochenta y siendo su pionero nada menos que el también laureado Alan Moore
(responsable de una de las mejores etapas de la Cosa del Pantano, creador
además del popular John Constantine en las revistas de la mencionada Cosa y
también autor de Watchmen, V de Vendetta, La Liga de los Hombres
Extraordinarios, Desde el Infierno y los igualmente
famosos relatos Para el Hombre que lo tenía todo y ¿Qué sucedió con el Hombre del
Mañana? de Superman y La Broma Asesina de Batman). De este modo a Moore le siguieron una serie
de artistas provenientes de Gran Bretaña y que cobraron rápidamente renombre
como Mark Millar, Garth Ennis, Neil Gaiman, Peter Milligan y Warren Ellis,
entre muchos otros; así fue como el propio Morrison se convirtió en quizás el
más popular (y polémico) de entre sus compatriotas-colegas. No resultaría vano decir que todos estos
insuflaron el mercado estadounidense de las novelas gráficas, que desde el
Viejo Continente como niños aprendieron a amar, con historias por completo
innovadoras y/o rupturistas; a su vez sus textos los llenaron de referencias
literarias y mitológicas, de modo que ayudaron a convertir el género en un arte
mucho más adulto y complejo que las meras obras de aventuras, entretención y
fantasía que en su mayoría eran antes de su llegada.
Grant "Lex Luthor" Morrison. |
A la
hora de hablar de las características del trabajo de Grant Morrison, se debe
destacar su interés por la llamada Edad de Plata de los cómics, puesto que se
crio leyendo obras de este periodo.
Dicha actividad le permitió llegar a conocer a tal punto a sus personajes predilectos, que luego en sus
propias obras fue capaz de rescatar viejas ideas de aquellos tiempos, así como
personajes ya olvidados, actualizándolos bajo su mirada más intelectual y
onírica. Asimismo temas recurrentes en
sus trabajos son el mundo interior, la psicología, la percepción de la
realidad, las drogas y la locura (por supuesto que estos muy ligados entre
sí). Siendo sinceros, pese a su
genialidad, Morrison en muchas ocasiones no es un autor fácil de digerir; de
hecho para muchos (entre los que me incluyo) no se encuentra entre sus
guionistas predilectos, por el mismo hecho de que algunos de sus títulos a
ratos entre tanta complejidad argumental pierden algo de lógica y/o
continuidad, de modo que pareciera que a veces faltan viñetas e información
para entender a cabalidad sus lisérgicas tramas.
Como
ha sucedido con algunos en los inicios de su carrera profesional, Grant
Morrison, quien incluso también incursionó en el dibujo para sus propios
guiones, firmó para cómics independientes de su país. Luego acaparó la atención de los cazadores de
talento de DC y de ese modo cosechó sus primeros éxitos sacando del ostracismo
a un oscuro superhéroe llamado Animal Man y a quien convirtió en todo un ícono;
a su vez durante esta época fue el responsable de una de las novelas gráficas
más connotadas de Batman: Arkham Asylum. Teniendo en cuenta sus intereses por los
temas de tipo surrealista, contó a su cargo con una destacada etapa del grupo
de superhéroes más bizarro de todo DC, La Patrulla Condenada. Por otro lado, ha tenido en sus manos los
guiones de varias colecciones de Batman y en las cuales le concedió al
Caballero Oscuro verdaderos hitos en su cronología (como su supuesta muerte,
sus viajes en el tiempo, la aparición de su hijo Damian con Thalia al Ghul, y
quien es el actual Robin, y la creación de un grupo de Batmans
internacionales). Asimismo también es de
su autoría una de las mejores etapas de la Liga de la Justicia y la que para
muchos es una de las mejores novelas gráficas de Superman: Superman all Star. Su
lugar en DC ha llegado a ser tan preponderante, que es uno de los pilares del
formateo de su universo en 2011 a través de los llamados Nuevos 52, encargándose
de renovar a Superman tal cual como en su momento en 1986 le tocó a John Byrne
al comienzo de la Post Crisis. Siguiendo
con su contribución para esta compañía, pero en lo que respecta a su línea para adultos Vértigo, célebres entre los
iniciados son sus colecciones de Los Invisibles y Flex
Mentallo. Pese a su sitial en la
casa de Flash, Mujer Maravilla y Acuaman, también ha realizado trabajos para
Marvel (donde tuvo unas cuantas desavenencias), siendo su título más relevante Nuevos
X-Men y que se extendió a numerosas entregas.
Ahora yendo de lleno al libro que inspira esta entrada, Supergods
es un grueso tomo que abarca más de siete décadas en la historia de los cómics
de superhéroes, comenzando, por supuesto, con la aparición del primero de
ellos, Superman en el año de 1938. El
autor realiza un recorrido por la creación de DC y Marvel (en este último caso
desde antes de recibir tal nombre), con la Edad de Oro, de Plata, la Oscura, el
Renacimiento (como bien le gusta llamarla) y muchos otros momentos claves en el
género. A la par que Morrison presenta,
analiza y critica varios de los aspectos respectivos, aprovecha de hacer una
sucinta autobiografía desde su más tierna infancia, cuando descubrió el encanto
de las historietas del género. De este
modo el lector no solo llega a conocer los datos más curiosos y atractivos del
rubro, sino que además logra conectarse con los aspectos más íntimos del
escritor hasta su presente, pudiendo ver los nexos entre sus creaciones y las
vivencias personales que lo marcaron lo suficiente como para motivar sus ideas. De este modo el libro resulta ser tanto un
ensayo como una memoria, mezclando ambos estilos de no ficción y que bien se
encuentran dedicados a la ficción misma de las viñetas. Si bien puede resultar para muchos seductora
la noción de conocer qué sucede con el proceso creativo de un artista a la hora
de realizar sus obras (gracias a sus propias vivencias como fuentes de
inspiración), para algunos pueden llegar a aburrir sus confesiones y en
especial aquellas que atienden a sus recuerdos más alucinantes (como viajes
astrales gracias al uso de drogas y otros); no obstante lo que sí puede
resultar mucho más interesante para la mayoría del público, es cuando cuenta
aquellos detalles que uno ignora acerca de cómo funciona el mundo de las
editoriales y cómo fue que se originaron muchas de las sagas y varios de los personajes
más célebres de la historieta superheroica.
He aquí como muestra un botón de las confesiones acerca de las “aventuras místicas” de Gran
Morrison y que abundan entre las páginas de su libro:
“Un viaje en tren desde Bangkok, a
través de las montañas de Malasia. El Templo de las Serpientes en Penang. Un
viaje en bus a Singapur vía Kuala Lumpur, sus multicolores pináculos futuristas
tan fabulosos como Oz, durante la noche medio despierto.
Había tortillas de setas mágicas en Jogjakarta,
paseos en moto a las ornamentadas y húmedas ruinas de Prambanan y Borobudur, el
colosal mándala platillo volador en tierra, donde la historia de la vida se
proyecta en terrazas de piedra.
En un jardín tropical en Bali, contento de
estar vivo, borracho de oxígeno y de las fragancias explosivas de las flores
tropicales, me imaginé a mi mismo dando vueltas y vueltas alrededor del mundo
como un satélite, descansando en los jardines de los hoteles entre visita y
visita a los pequeños cines locales, mandando guiones desde atolones del
Pacífico y aldeas en la selva tropical. Mi amigo Emilio, de las tardes de
cómics caseros en los setenta, se había trasladado a los EE.UU. para
encontrarse con su distanciado padre antes de acabar en las afueras de Santa Fe,
donde encontró trabajo y alojamiento con un joven y prominente artista de la
cerámica zuni. Pasé un par de días que me cambiaron la vida en el Pueblo,
terminando con un viaje de ácido en la sagrada mesa con vista al Río Grande,
mientras fluía como un río de chocolate a través de un amanecer en el Edén. Mi
mente se sintió diez mil veces más grande. Había encontrado mi ¡SHAZAM!
De vuelta a casa, me sentí renacido, más
confiado, creativo y vivo que nunca antes. Para mi sorpresa y deleite, las
chicas amaban mi cabeza calva y constantemente querían tocarla. Y uno que se
había preocupado todos esos años por la caída del pelo.
Tuve también que profundizar más en los
experimentos mágicos. Había leído sobre la tradición berdache del chamanismo, y
decidí que podía hacer una versión resplandeciente, noventera, de la magia del
caos, como una forma de sacudir mi identidad y convertirme en mi propio
completo opuesto. Un par de catálogos de ropa fetichista después, y ya había
ensamblado un brillante kit de disfraces que haría avergonzar al de Jimmy
Olsen. Las ropas y el maquillaje me permitieron transformarme en un alter ego
femenino que ahora había creado para sustituirme en las operaciones mágicas más
oscuras que estaba llevando a cabo. Estaba entrando en un área muy bizarra de
consciencia y encontré que la “chica” era más inteligente y valiente, y podía
negociar y defenderse más fácilmente de las predadoras entidades “demoníacas”.
Al menos esa era mi justificación personal para un comportamiento tan
épicamente raro. Si ayuda, consideren demonios como “malos” estados mentales,
paralizantes néurosis o miedos. Vestido en vinilo negro y tacones de quince
centímetros, maquillaje de bailarina, y una peluca rubia, empecé a tratar
libremente con fuerzas angelicales, loa
del vudú africano, los Reyes y Señores enochianos, la escoria de Goetia
y de los Túneles de Set, entidades lovecraftianas, y otros personajes ficticios
y alienígenas. Realizaba rituales de todo tipo para ver si funcionaban, y
resultaban todo el tiempo. Por loco que suene, y suena un poco loco incluso
para mí en estos días, todo esto fue hecho con el rigor y la precisión de los
experimentos científicos”.
Portada de la primera entrega de Animal Man escrita por Morrison y que transformó a su superhéroe en un referente obligado para los cultores del género. |
El
tomo se encuentra dividido en varios capítulos de nombres rimbombantes y escogidos
tanto para entusiasmar a los lectores, como para sintetizar los subtemas de qué
tratan; por ende todos sus títulos hacen referencia en tono superheroico a
varios aspectos de este tipo de cómics, como su evolución, autores y personajes
destacados. Entre medio el escritor cuenta pasajes de su vida personal y
profesional ligados a las historietas.
A la
hora de repasar de forma somera cada uno de los apartados que componen este
libro, no se puede olvidar su espectacular comienzo analizando nada menos que
las portadas de las revistas número 1 de Superman y Batman de forma respectiva (
El
Dios Solar y el Caballero Oscuro) y que evidencia la misma agudeza de
Morrison por el análisis estético que realiza al respecto, descubriendo al
lector importantes simbolismos que a uno mismo por mucho que sea un fanático se
le escapan (en todo caso realiza el mismo ejercicio intelectual con las tapas
de otros cómics clásicos). De este modo sobre la primera aparición de Superman
afirma:
“Volviendo a la portada: Miren el
hombre de cabello negro vestido con un traje ajustado azul y rojo con una capa
arrastrándose detrás suyo cuando se mueve de izquierda a derecha a través de la
línea ecuatorial del dibujo. El brillante diseño de escudo contiene una S
(gules en un campo, como dirían en la sociedad heráldica). El hombre es
capturado en movimiento, parado en el dedo gordo de su pie izquierdo, casi
tomando vuelo mientras levanta, como si no pesara, un automóvil verde oliva
sobre su cabeza. Usando ambas manos, martilla el vehículo hasta hacerlo añicos
contra un afloramiento rocoso convenientemente colocado en lo que parece un
paisaje desértico. En la esquina inferior derecha, un hombre con un traje de
negocios azul corre fuera del cuadro, agarrándose la cabeza como en El Grito de Edvar Munch, su cara es
una caricatura que farfulla terror existencial, como un hombre en los límites
mismos de la cordura por lo que acaba de presenciar. Sobre su cabeza, otro
hombre, usando un conservador traje de dos piezas café, puede verse escapando
hacia el norte con respecto a lo que sería el oeste del primer hombre. Un
tercer hombre, igualmente aterrorizado, gatea en sus manos y rodillas, sin
chaqueta, boquiabierto a los pies del vándalo superhumano. Su postura abyecta
demuestra su sumisión lastimosa hacia el macho alfa definitivo. No hay un
cuarto hombre: Su lugar en la esquina inferior izquierda está ocupado por un
neumático blanco, rebotando pues se ha salido de su eje. Como los chicos malos
de ojos muy abiertos, también está tratando de alejarse lo mejor que puede del
destructivo hombre musculoso”.
Después acerca de la imagen introductoria de Batman
dice:
“Esta imagen, aún más cruda que la
de Shuster en la portada de Action
Comics, muestra a dos hombres con sombrero en una azotea con vista al
contorno de la ciudad, sorprendidos frente a un espeluznante espectáculo que se
desarrolla en el cielo. Uno de los hombres sostiene una pistola pequeña y
femenina, convirtiéndolo en alguna delicada variante de ladrón. Batman se
balancea desde la derecha, donde su baticuerda desaparece en la esquina
superior derecha, sujetándose a la nada. Él era una figura dramática con alas
de un murciélago gigante extendidas y arqueadas. Hay un tercer hombre al que
sostiene en un agarre, dejando las piernas de la desafortunada victima pateando
y colgando sobre las calles de la ciudad mucho más abajo. Aunque se entiende
que es de noche, el cielo es de un amarillo ácido abrasador, que quizás sugiere
un intenso reflejo en las nubes bajas de la ciudad repleta que está abajo.
Tiene el efecto de una pintura de Magritte, donde es día y noche, imposiblemente,
al mismo tiempo.
A pesar de todo, carece de la
poderosa composición del debut de Superman. Kane simplemente no era tan buen
dibujante como Shuster, pero la naturaleza profundamente escalofriante de este
héroe se expresó en términos inequívocos. La historia introductoria de seis
páginas iniciaba con la misma llamativa y puntiaguda silueta, posando esta vez
contra una luna llena que se elevaba sobre la ciudad. Lo que a Bob Kane le
faltaba como dibujante —con sus gruesas líneas que parecían impresas con papas—
se compensaba con atmósfera y un estilo que era de alguna forma sugestiva como
el cine europeo expresionista.
Mientras Superman rompió y estableció
reglas y catapultó a sus lectores en medio de una nueva clase de acción, Batman
se fue a la segura con un texto de apertura que les contaba todo lo que
necesitaban saber.
<<¡El ‘HOMBRE-MURCIÉLAGO’, UNA FIGURA
MISTERIOSA Y AVENTURERA PELEANDO POR LA RECTITUD Y APREHENDIENDO A LOS
MALHECHORES EN SU SOLITARIA BATALLA CONTRA LAS FUERZAS MALVADAS DE LA SOCIEDAD
— SU IDENTIDAD PERMANECE DESCONOCIDA!>>”.
La Patrulla Condenada de Morrison es una lectura obligada para quienes desean historias de lo más originales. |
Por
último, el libro termina con una más que relevante lista de títulos y novelas
gráficas recomendadas por el escritor, para poder tener un conocimiento cabal
de la evolución del género a través de sus distintas etapas; cabe destacar que
Morrison no teme en recomendar varias de sus propias obras.
En español
la editorial castiza Turner Noema tuvo la
gentileza de publicar en nuestro idioma tan formidable texto, pero lamentablemente
lo hizo escogiendo una portada espantosa y más que sobria como pareciera que le
gustan a los españoles por considerar las ilustraciones artísticas poco serias;
además las imágenes de historietas clásicas de su interior las dejaron en
blanco y negro, quitándoles en gran parte su impacto a la hora de acompañar el
discurso del autor. En todo caso se les agradece sin dudas la osadía de
otorgarle su sitial de importancia a los cómics, en el rígido mercado
hispanoparlante editando un libro como este.
¡No juzgues un libro por su (fea) tapa! |
A mi "Animal Man" me parece la obra maestra de Grant Morrison junto con su posterior etapa en Batman junto a Andy Kubert y Tony Daniel. Lo que le falla a AnimalMan (creo) fue el baile de dibujantes, que por lo general eran bastante mediocres. Si Bolland se hubiese encargado del dibujo, además de las portadas, estaríamos hablando de una obra maestra, pero asi y todo es un comic que merece la pena leer y releer. ¡Saludos!
ResponderEliminarAlejandro, con este comentario y los otros 4 que me has dejado hoy, me has hecho un gran regalo, más todavía viniendo de un experto y amante de estos temas como tú. Respecto al Animal Man de Morrison, lamentablemente solo le leí sus primeros 7 números y en cuanto a su etapa con Batman, creo que a veces se le iba de las manos, si bien igual lo disfruté.
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