En lo que se refiere a historias de terror, más
bien dentro del cine de este género, Italia se puede jactar de poseer a
verdaderos maestros. Es así como
destacan figuras de la talla de Mario Bava, Lucio Fulci y, tal vez, el más
grande de todos: Dario Argento. La
afición de sus conciudadanos por este tipo de obras ha llegado incluso a
crear todo un cómic de culto, Dylan
Dog, su propio investigador de lo sobrenatural y que hasta película
tiene. En cuanto a la literatura, por
supuesto que hay varios escritores dedicados a todo esto, no obstante muy pocos
han sido los que han traspasado las fronteras idiomáticas como para hacerse
conocidos en nuestras tierras. Es así
que hoy deseo compartir mi primer acercamiento a una de sus autoras más
celebradas y a la que tal vez erróneamente se le ha llamado “La Stephanie
Meyer” italiana (por la creadora de la saga de Crepus-Culo, debido a un
supuesto interés de la europea por los hoy en día populares “romances
sobrenaturales”). En cambio por respeto
a la seriedad de su narrativa, debido a como bien queda demostrado en la novela
aquí analizada, más bien debería llamársela “La Anne Rice” italiana, en honor a
la autora de las llamadas Crónicas Vampíricas y con la cual
Chiara Palazzolo comparte cierto estilo más profundo y que va mucho más allá de
la simple anécdota pseudoromántica.
Chiara Palazzolo fue una escritora italiana de literatura de terror y
fantasía que vivió entre 1961 y 2013, dejando demasiado pronto este mundo tras
una larga enfermedad. A su haber le
sobreviven alrededor de 10 novelas y unos cuantos relatos que logró publicar en
prestigiosas antologías, lo que le permitió recibir unos cuantos premios. Poco conocida fuera de su país,
especialmente en otras lenguas, fue traducida a nuestro idioma por nada menos
que Ediciones Minotauro, importante sello español que se ha caracterizado por
publicar a autores consagrados de ciencia ficción y fantasía; de este modo la
editorial escogió su primera novela, que forma parte de una trilogía de
vampiros, para su reciente línea de horror.
Que Minotauro se haya aventurado a esta proeza, dice mucho acerca del
talento de esta artista y que quizás qué obras maestras nos habría legado, si
no se hubiese ido tan pronto. No obstante
con nosotros, los lectores de habla hispana, se queda su libro No me
mates (2005), el cual a más de un seguidor sobre las narraciones acerca de estas
criaturas de la noche puede entusiasmar (y a ver si ya sea Minotauro u otras
empresas de literatura en castellano, se deciden a acercar al mundo
hispanoparlante el resto de su producción).
Mirta
es una joven universitaria de solo 19 años, perteneciente a una acomodada
familia de su país y quien cree tener todo su vida lista, ya que vive muy feliz
junto a sus amigas también estudiantes, ama lo que hace y, lo más importante
para ella, posee un guapo novio algo mayor por el cual sin dudarlo daría la
vida. Pues en efecto, ante la naturaleza
destructiva de su pareja, de nombre Robin, la muchacha comienza a drogarse con
los químicos más nocivos que este le ofrece, lo que al final les acarrea la
muerte a los dos. Poco después del
entierro en el cual ambos amantes comparten sepelio y tumba, Mira despierta en
la soledad de la noche en pleno cementerio; a su vez no sabe cómo, ha irrumpido
de manera violenta desde su féretro y roto en varios pedazos la loza que lo
cubría. Al principio la protagonista
ignora que está muerta, no obstante cuando comienza a darse cuenta de los
cambios físicos por los que ha pasado, los que implican cierta fuerza superior
y la habilidad para volar, además de la capacidad para mantenerse en vela,
llega a asumir que se ha convertido en una no-muerta, una especie de vampiro; además
comienza a sentir un hambre que solo puede saciarse alimentándose de los vivos,
ya que si no lo hace, su cuerpo comenzará a marchitarse. Mirta tiene la fiel creencia de que Robin
también regresará desde la muerte, para reencontrarse con ella, sin embargo a
medida que el tiempo transcurre se da cuenta que al parecer la promesa hecha
entre ambos de estar juntos por la eternidad, bien puede tener sus
complicaciones de ser llevada a cabo. Es
entonces cuando Mirta, quien luego decide hacerse llamar como Luna, comienza
una orgía de muertes y en las que apenas discrimina entre sus víctimas; todo
ello primero acapara la atención pública y luego de las fuerzas policiales y
por último el de un grupo llamado Los Bienandantes y el que al parecer
sabe de la existencia de seres como ella y solo desea o bien controlarlos o bien
destruirlos.
El
libro comienza con un Prólogo bastante prometedor, con narrador omnisciente, y
en el que se cuenta los pormenores del entierro de ambos desgraciados
jóvenes. En este apartado destaca la
figura de la madre de Robin, quien por los pocos datos que se entregan sobre
ella, queda de manifiesto que es una bruja y de que en parte es la responsable
de lo que sucederá más adelante con Mirta y su propio hijo. Luego el resto del libro se encuentra narrado
desde el punto de vista de la protagonista, quien contando en tiempo presente
sus vicisitudes, para luego llegar a crearse un compañero imaginario que toma
la forma de su filósofo favorito, quien hace de conciencia suya y por ello se
transforma en su único medio para mantener cierta cordura y humanidad frente a
su nueva realidad. Pasan alrededor de
100 páginas en las que Mirta se encuentra por completo sola y todavía no se
atreve a deambular entre los vivos, de modo de por fin dar rienda suelta a su
apetito descontrolado. Toda esta fase
previa a su primer asesinato puede resultar muy lenta y aburrida, para quienes
esperan más acción y aventuras, siendo que además la chica se dedica a
deambular y a reflexionar en medio de una naturaleza tocada por las nieves
invernales, lo que acentúa la soledad que la embarga y que además le otorga al
texto (en especial mientras se desarrollan estas páginas) un carácter depresivo
y que bien se puede entender que a más de uno lo pueda llevar a optar por dejar
su lectura.
Al
principio los ataques que realiza Mirta dejan con gusto a poco, si se espera
algo más de tipo gore y tendrá que
pasar un buen resto de la trama, como para que sus actos de violencia sean
descritos de manera mucho más generosa.
La situación en la que se encuentra la ex universitaria la lleva a
perder a tal punto su humanidad, que por esa misma razón opta por el nombre de
Luna, el cual resume a la perfección su condición de criatura de la noche; no
obstante el tipo de vampiro al que pertenece no lo es mortal la luz del día, ni
los ajos y mucho menos el agua bendita y de lo más bien que puede mirarse a los
espejos. El proceso del descenso por su
propio infierno en la tierra, posee su mayor fuerza cuando Mirta llega a
alimentarse nada menos que de la empleada de confianza de su familia y con
quien mantenía una relación bastante estrecha hasta antes de su muerte (siendo
este momento del libro uno de los más potentes, si bien la rapidez con lo que
sucede todo esto le quita fuerza dramática al pasaje); asimismo una supuesta
masacre que realiza la vampira en una fiesta, la cual no queda claro si se lo
llega a imaginar en medio de la miseria
en la que se encuentra, revela sin lugar a dudas su actual condición de bestia
de presa.
Debe
acercarse hacia su final la novela, como para que recién aparezcan personaje de
peso y/o complementarios en ella, si bien el ya mencionado Robín es rescatado
en reiteradas ocasiones a través de los recuerdos de Mirta/Luna. No obstante desde que se van entregando datos
acerca del amado de la protagonista, este es descrito como un sujeto con varias
taras y hasta cierto punto egoísta, pues arrastra a la mujer que lo ama con
todo su ser al cruel destino final que luego llega a tener. Un hombre de pocas virtudes como Robin, era
imposible que tuviese amigos de otra cepa y con un carácter más noble, de modo
que su mejor amigo, Paco, es aún mucho más detestable que él. De este modo cuando el personaje principal por
fin llega a reencontrarse con el antiguo compañero de su pareja, este último no
puede llegar a hacerse más insufrible ante su comportamiento anómalo, propio de
alguien incapaz de establecer relaciones sanas con las demás personas. Por lo tanto si bien Mirta hace rato ya que
ha dejado su humanidad, Paco es la demostración de que en la vida real existen verdaderos
monstruos. Y sin embargo pese a su
personalidad enfermiza, este hombre siente por Robin un amor obsesivo que raya
en el homoerotismo no reconocido y que lo lleva a confesarle a la antiheroína
las pocas gratas circunstancias en las que Robin terminó por acercarse a
ella. A su vez se encuentra Sara, otra
no-muerta y quien solo después de la “feliz” desaparición de Paco, aparece de
forma explícita en el libro, con el propósito de ayudar a Mirta a escapar de
sus enemigos. Lamentablemente todo eso
ocurre recién cuando la novela ya está por terminar, de modo que una vez más la
Palazzolo ha dejado pasar la oportunidad de otorgarle mayor ritmo a su obra. No obstante como bien se sabe que este es el
primer volumen de una trilogía, es de esperar que la promesa de mayores
emociones y de intriga se, confirmen en las dos siguientes secuelas.
El
nombre del libro, No me mates, atiende muy bien a la negación de la protagonista
por, primero, aceptar que su antigua vida se ha acabado (esto se puede apreciar
muy bien por el hecho de que llama a un gato montés al que acoge, de la misma
manera que a su antigua mascota felina, tal como si el curso de las cosas no
hubiesen cambiado) y, segundo, una vez que asume su nueva condición, por no
renunciar a su actual “existencia”. No
obstante el título también remite al simbolismo que significa morir en vida,
tras ser olvidada por los seres queridos que la sobreviven a su deceso y en
especial a que su amado Robin la haya abandonado.
Por
último, el libro se encuentra lleno de referencias directas a la cultura
popular, ya sea al mismísimo Stephen King, el cine de terror, la música y las
marcas de ropa de renombre, lo que le otorga al libro una contemporaneidad, que
bien puede hacer que más de un lector se sienta identificado con las andanzas
de su protagonista (en especial los más cercanos a su edad y de intereses
similares).
Chiara Palazzolo |
Al leer la reseña, Elwin, la obra me ha recordado un poco a la película de "vampiros filósofos" de Abel Ferrara, "The Adicction", de la que ya charlamos en el pasado.
ResponderEliminarItalia tiene, como bien dices, una larga relación con el terror, tanto a través del cine como de la literatura, que para algo son los creadores del "Giallo". No conocía a la autora, pero apunto el nombre para tener la referencia.
Qué bueno te haya entusiasmado este texto, que la verdad en mi caso por respeto a la fallecida autora la escribí, pues no me entusiasma seguir con la saga, ya que el primer libro me pareció muy lento para mis gustos. De este modo, como me quedé con ganas de vampiros al viejo estilo, pretendo leerme otras novelas del género que hace años tengo.
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