En 1992 apareció en el mercado editorial
de Gringolandia la primera novela de Maureen F. McHugh, autora que no dudó en
plasmar en su obra todo el conocimiento que adquirió acerca de la cultura
china, que tan bien llegó a conocer durante su periodo viviendo en el país de
dicho pueblo. Pues lo que hizo por aquel
entonces la principiante escritora y hoy consagrada artista, fue extrapolar las
maravillas y pesadillas de dicha gente a través de una narración en tono de
ciencia ficción, basado todo en una premisa bastante realista: ¿Qué pasaría si
esta potencia mundial llegara a dominar el planeta? El libro le concedió de inmediato varios
galardones y nominaciones a otros certámenes especializados, convirtiéndola en
todo un descubrimiento dentro del género (recibiendo el Premio James Tiptree Jr., el Locus y el Lambda Literario, como siendo finalista de los codiciados
Hugo y Nébula). Luego de este favorable
debut, la McHugh ha realizado varios trabajos más en narrativa larga y
mayormente en la breve, compilando varios de sus cuentos en dos libros: Las
Madres y los Monstruos (2005) y Después de la Gran Tribulación (2011). Mientras tanto su relato El Tren de Lincoln (1995),
fue aplaudido con los mencionados Hugo y Nébula.
Tal
como ya se dijo de manera parcial en el párrafo anterior, la novela que motiva
este post, presenta un futuro probable en el cual China ha terminado por
dominar gran parte del mundo (la verdad no queda claro hasta qué punto el resto
de los países mantiene su independencia), si bien el relato transcurre
mayormente en Estados Unidos, que se ha convertido en una especie de colonia de
dicha república asiática. El poder de
los chinos llega a tal punto en esta ficción, que la antiguamente independiente
nación norteamericana se encuentra tan avasallada, que los cargos más
importantes en todas las áreas, los poseen solo ciudadanos chinos puros; además
las tierras de lo que otrora fuera USA, se encuentran pobladas de estas gentes
transcontinentales, quienes han hecho que los lugareños adopten gran parte de sus
costumbres y en especial esto debido a una revolución cultural que se llevó a cabo
en su misma patria, pasando del capitalismo al comunismo chino. Por otro lado, China ha conquistado y
colonizado Marte, donde mantiene varias comunidades con cierta independencia,
encargadas de terraformar el planeta.
Un
detalle bastante interesante en el texto, viene a ser lo avanzada que está la
manipulación genética y en general la medicina dentro de esta obra, lo que es
abordado con varios ejemplos a través de sus páginas. Los impactantes recursos con los que cuentan
sus personajes (si bien corresponden a beneficios que están más accesibles a
las clases dominantes), son descritos por la autora con tanta verosimilitud,
que a veces acerca esta obra a la llamada Ciencia
Ficción Dura (por la preocupación de realizar una ficción lo más científica
posible y usando lenguaje técnico).
Asimismo cabe destacar la importancia que posee acá la informática y
demás avances computacionales, en un claro uso de la Internet, que acá nunca es
nombrada como tal, aún cuando sus personajes hacen uso de ella. Es respecto al uso de estos medios, que
resulta plausible cómo la autora se “adelantó” a su época tras escribir esta
obra, ya que en 1992 el ciberespacio no era algo del día a día como hoy (si
bien en los setentas, o quizás antes, ya era algo que la literatura ciberpunk había concebido en sus
numerosos títulos). No obstante la mayor
preocupación de McHugh, viene a ser la preocupación por diseñar una hipotética
sociedad futurística lo más creíble posible, si bien con fuertes asideros con
la realidad, dándole gran importancia al detalle de mostrar las consecuencias
sociales y en los sujetos de manera individual (a través de sus diversos protagonistas)
lo que significa formar parte de este aparente mundo perfecto; por lo tanto se
trata de un libro propio de la Ciencia
Ficción Blanda (centrado más bien en la interioridad de sus personajes, que
en otorgarle una credibilidad científica; además velando por desarrollar temáticas caras a las
ciencias sociales, como la socioantropología y la psicología).
Maureen McHugh. |
El título del libro se refiere a su
personaje principal, un joven técnico especializado en la construcción de
edificios, cuyo nombre traducido del chino significa justamente eso: China
Montaña. El tipo es un mestizo de chino
con hispana, no obstante debido a la ingeniería genética, sus padres eliminaron
todo rasgo latino en él, para permitirle tener mayores oportunidades como
oriental nacido en América. El
conocimiento de su real herencia criolla, con los temores habituales a que se
descubra esto por parte de los poderes fácticos, se acrecienta por un detalle
muy significativo para este hombre y la sociedad en que vive: es gay. Pues en China y su país satélite Estados
Unidos, la homosexualidad es un crimen y ello significa como mínimo trabajos
forzados y si el “infractor” es descubierto en tierras asiáticas, significa la
muerte por medio de un tiro en la cabeza.
Por lo tanto la inseguridad está a la vuelta de la esquina para el
muchacho. Es así como la autora aborda
la temática LGTB, aunque no de una manera de hacer proselitismo o defender lo
diversidad, sino que lo hace construyendo este personaje y otros como él, con naturalidad,
para abordar más bien otro tipo de temas que son contingentes a toda la especie
humana: como la búsqueda de la felicidad y la aceptación de sí mismos, lo que
podrá verse a través de este, tanto como de los otros que comparten el
protagonismo. Ahora bien, la condición de ilegalidad que posee la
homosexualidad en el libro, acerca esta obra al subgénero de la antiutopía, puesto que muestra una supuesta sociedad
perfecta que en verdad no lo es, ya que sus conciudadanos no son libres para
expresarse por completo; asimismo hay una especie de sistema de castas, que
hace que solo unos pocos puedan conseguir lo que desean (y que pese a la
ficcionalidad de todo ello, a la larga resulta posible identificar en nuestro
propio mundo real). Es entonces que en
la manera que tiene la escritora para dignificar la colectividad LGTB, sin
caricaturas ni romanticismos, que recibió justamente el Lambda, un premio
entregado por la misma comunidad a la que aquí caracterizó; lo mismo que con el
James Triptee Jr., concedido a aquellas obras literarias de esta temática.
Como China Montaña (o Zhang a secas) debe
luchar para conseguir sus objetivos (esto es conseguir un mejor nivel de vida),
la autora lo lleva por todo un periplo físico y personal, a través del cual lo
aleja en dos ocasiones de su hogar: primero en una desolada isla en el ártico,
junto a un grupo de investigadores y luego en la cuna de sus ancestros, de modo
de conocer de primera mano lo que significa vivir como chino en el país más
poderoso del orbe. Los capítulos
dedicados a ambos sitios son soberbios y sin duda crean en el lector el efecto
de creer estar en esos lugares, tan distintos entre sí y con una fuerza
evocadora que los hace entrañables. Por
otro lado, la soledad y la dicha por las que pasa Zhang en ambas tierras,
convierte estos episodios en tal vez lo mejor de todo el libro (sin
menospreciar lo que se narra en el resto del texto).
El primer personaje que comparte el
protagonismo con China Montaña, corresponde a una por igual joven deportista de
la disciplina más popular en la patria de este: la carrera de cometas y que
consiste en competiciones donde personas modificadas genéticamente, vuelan estos artefactos sujetos a sus cuerpos
(de modo que todos ellos poseen baja estatura y huesos muy flexibles). Pues por medio de esta mujer, la McHugh va
dando forma más completa al mundo que ha creado, convirtiéndolo en algo
complejo y armonizado, de modo de conocer además otro aspecto suyo. Por otro lado, la vida de esta atleta se
encuentra conectada a la de Zhang, si bien de manera indirecta, como bien
sucede con la mayoría de los coprotagonistas que aparecen en este libro.
Siguiendo a la protagonista de arriba, le
toca a uno de los personajes más interesantes del libro aparecer, una mujer
cuarentona que vive como colona en Marte.
A través de ella se puede identificar por primera vez en el texto, el
punto de vista de un ciudadano no chino o sin pizca de asiático y en especial
lo que significa vivir “haciendo patria” en un lugar tan agreste, dando lo
mejor de sí. La humanización que hace la
autora de esta y los que la acompañan, se pone más intensa a partir del
episodio dedicado a Martina, quien desde su individualidad se vuelve transforma
en una mujer admirable (que hasta puede llegar a ser más querible que el propio
China Montaña).
En el capítulo en torno a Martina, se
introduce al humilde Alexi, quien junto a su hija pequeña vive en Marte no en
las mejores condiciones. Una vez que
los destinos de estos tres se cruzan por casualidad, se unen a tal punto, que
luego Alexi se convierte en el personaje central de su propio episodio. Este es el único apartado del libro centrado
en un hombre heterosexual, lo que permite abarcar de manera más global la
sociedad en su conjunto descrita en estas páginas. Por medio de este personaje, la relación con
Zhang se hace más evidente y directa, gracias a que ambos de una manera muy
especial logran crear un vínculo entre sí.
Durante el transcurso del primer episodio
con China Montaña de narrador-protagonista (el cual da inicio al libro),
aparece otro carismático personaje femenino, San-Xiang, una tímida jovencita
hija del jefe chino de Zhang y a quien conoce en circunstancias primero
incómodas y luego comparte uno que otro acontecimiento memorable, que demuestra
sin dudas que a la larga todos somos iguales: con sueños y resquemores,
buscando la manera de crear comunión junto a otros para terminar realizándonos
como personas. Pues justo cuando el
lector creía que se había despedido de esta adorable dama, tras la separación forzosa
de ambos, McHuhg retorna a ella con un capítulo teniéndola de protagonista. Sus vicisitudes y anhelos, la transforman en el personaje más
trágico dentro de estas páginas, al punto que uno quisiera que todo le
resultara mejor a San-Xiang.
Cabe
mencionar que los distintos capítulos que componen la novela, se encuentran
narrados en primera persona, usando el efectivo tiempo presente para por parte
de los narradores protagonistas. Gracias
a ello logramos entrar de lleno en su mente y corazón, puesto que además uno
como lector va descubriendo el efecto de sus acciones y del azar mismo, junto al
propio personaje, sintiendo sus mismas sorpresas, dichas y temores. La cuota de emotividad no es ajena para nadie
en ninguno de sus capítulos y resulta imposible no identificarse en más de una ocasión,
con lo que les está pasando frente a sus ojos y en su cabeza.
¿Y en qué radica la otredad de esta novela?
Pues en que cada uno de los personajes principales (y también muchos de los
secundarios), aparte de enfrentar sus conflictos interiores, deben vérselas con
sujetos por completo distintos a ellos (o al menos en apariencia). Es justamente en este encuentro con el otro,
que en la mayoría de los casos significa una primeramente una invasión a su
privacidad, cuando cada una de estas personas comienza a crecer realmente y una
vez que aceptan a esos extraños en sus vidas.
Por otro lado, al ser ellos mismos individuos con el carácter de parias
dentro de su sociedad (o bien viviendo al margen de los poderosos), al convivir
con personas distintas a ellas, se produce cierta identificación al encontrar a
sus pares, aún dentro de esta misma otredad que significa alguien que no sea
ellos mismos. El miedo al rechazo, el
problema de la intolerancia y por último la aceptación de la diversidad, son contingentes
a esto de la otredad, que al final se supera cuando todos sus personajes logran
estar en paz consigo mismos y por fin pueden compartir junto a los demás, de la
manera más auténtica posible.
Tiene buena pinta, tendré que darle un ojo en algún momento.
ResponderEliminarIncreíble que la autora haya notado el enfoque que le están dando los Chinos a la ingeniería genética, ¿será que ya en la época en que ella vivía allá ya se notaba? ¿O será que ella se movía por círculos importantes en donde ya se hablaba del asunto?
Me alegra mucho que te haya motivado este texto a leer tan buen libro. Por cierto...Se qué tenemos en común de amigo virtual a Roger Senra y qué eres otro gran amante de la ciencia ficción. Me honraría tenerte de seguidor en el blog.
ResponderEliminarUna gran reseña sobre este libro, el cual considero algo curioso, por lo que se lee acá. Lo que hace que me repela un poco es el hecho de estar narrado en presente. No me fue muy bien en ese sentido con Los Juegos del Hambre, del cual no pasé del 1er capítulo.
ResponderEliminarBueno, a mí justamente ese es uno de los detalles que me gustó de esa trilogía y con gusto lo encontré en esta otra obra. Bueno, en todo caso esta novela es de corte más adulto que la saga de la Collins.
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