4.
Dramatis Personae.
Numerosos personajes integran esta novela, apareciendo solo dos de los ya conocidos de las entregas anteriores de la saga. El problema para memorizar los nombres de todos estos otros (independientemente de mi mala memoria), es que el autor juega con la inclusión de un lenguaje rico en patronínimos, honoríficos, prefijos y sufijos propios de lenguas como el griego, ruso o el japonés, donde los nombres de las personas varían bastante según el significado que uno quiera darle y la importancia que las personas tengan en determinadas relaciones. Sin embargo, antes de comenzar la narración, Card nos explica en un apartado cómo funciona esto dentro de la sociedad que nos muestra en su última entrega de la serie El Retorno (que a mi parecer es confuso con tanta información, si bien de seguro más de alguien lo agradecerá). Por mi parte, trataré de recurrir a los nombres más sencillos de los coprotagonistas de este libro, el cual posee un carácter coral como el resto de la serie y otros del mismo autor.
Akma: De niño vivió junto a su familia como esclavo, siendo sometido a varios vejámenes por parte de humanos y de “Gente del Suelo”, lo que lo llevó a volverse alguien resentido en especial con su padre, quien perdonó y luego acogió a sus antiguos opresores, como también con los representantes de la otra especie. Nacido con el poder de influenciar en otros, ya adulto es el causante de un movimiento ideológico que provoca el gran conflicto al que se deben enfrentar los héroes. Pese a todo, no es una mala persona y ama a su hermana menor Luet, quien más adelante será una de las personas necesarias para llevarlo por el buen camino.
Akmaro: Padre de Akma y de Luet, es un sabio y compasivo hombre que lidera a su gente, con la que comparte más de un periodo de sus vidas, al promover los ideales de integración entre las 3 especies inteligentes que hay en el planeta; esto les trae varias cuitas que solo gracias a la calidad de su espíritu logra sobrellevar con dignidad y al final termina por convertirse en el consejero del rey, que lo acoge a él y a sus seguidores.
Didul: El hermano líder de los Pabuli, los hijos del rey que atormenta a Akma y a su pueblo, pese a la primera apariencia que nos da como un muchacho cruel (al igual que sus hermanos), luego visto a través de los ojos de Akmaro y de la maternal esposa de este, logramos apreciarlo como quién es en realidad: otra víctima de la maldad de su progenitor. Tras la buena influencia que cae sobre él y sus hermanos, logra convertirse en un gran hombre, famoso por la humildad que antes no poseía.
Mon: Uno de los príncipes del reino justo al que llegan Akma y su familia a vivir, tras escapar de la opresión a la que estuvieron sometidos por años. Amable, pero inseguro con sus propias decisiones y acciones, puede saber de forma “natural” el grado de veracidad de aquello que le cuentan y observa. Entre todos sus hermanos, es con su hermana Edhadeya con quien tiene mayor confianza y quien tal como sucede con la relación entre Akma y Luet, será fundamental para que cuando esta ya sea grande, pueda reparar sus equivocaciones cometidas junto al propio Akma, que tantos pesares les traen.
Bego: Bibliotecario del rey de los Nefai, el pueblo al que llegan Akma y su gente a vivir en libertad, es un casi anciano “ángel” muy inteligente y bastante considerado en la corte. Educa a Mon y a sus hermanos varones, aunque es con el chico con quien tiene mayor cercanía; de modo que este viene a ser uno de los responsables del lío que se desarrollará con el pasar de los años y que solo gracias a la intervención positiva de varios podrá solucionarse.
Voozhum: La única Cavadora (Gente del Suelo) de relativa importancia en la novela, era una esclava que cuidaba de Edhadeya durante su infancia y a la que esta última adoraba y consideraba su mejor (y tal vez única) amiga. La presencia de esta en la vida de la princesa, será fundamental no solo para ella. Para grata sorpresa de la muchacha y de los lectores, muchos años después ambas mujeres se reencuentran, luego de que la Cavadora fuera puesta en libertad y abandonara el hogar de su antiguos amos.
Shedemei: La única de todos los personajes de los libros anteriores, vive en la nave conocida como Basílica, protegida por la avanzada tecnología que la mantiene joven y sana. Conocida como “La Insepulta”, una figura mítica para los actuales habitantes de la Tierra, primero ve desde lejos los acontecimientos y apenas interviene, hasta que decide participar de manera directa en los eventos que se describen en este libro.
Alma Suprema: La inteligencia artificial que convive con la anterior, se supone que no está viva en realidad y que su simpática personalidad solo es el resultado de su desarrollo a lo largo de los siglos, que la ha hecho mejorarse a sí misma; sin embargo, sus chispeantes diálogos con Shedemei nos hacen considerarla como a una persona sin mayores problemas.
5. Observaciones finales (los niños de Card).
Tras terminarse de leer completa una saga como esta, que bien está a la altura de otras de su autor, aunque por una u otra razón no es tan famosa y premiada como las de Ender y Alvin Macker, uno puede evidenciar ciertos rasgos característicos de su narrativa: dejando de lado el tema de la religión, que es fuerte incluso entre sus cuentos en cualquiera de los subgéneros que aborda, destaca el concepto de la familia tan fuerte en estos libros y en especial en la novela que estamos terminando por comentar; y es que al menos en Nacidos en la Tierra, tenemos dos grupos familiares que forman parte de los protagonistas, comunidades donde se respeta bastante las figuras de los padres y donde por lo general la hermandad entre los hijos de estos es muy estrecha; en contraposición a estos, nos encontramos con una tercera familia, si bien solo conocemos de ella a los hermanos varones, pero esta es importante para servirnos como punto de comparación con las otras dos, al ver cómo la forma en que los progenitores educan a sus retoños los marca considerablemente.
Ligado a lo anterior, se encuentra la
caracterización que hace el autor de sus personajes y donde destaca el papel
que toman los niños, quienes en muchos casos son los verdaderos protagonistas o
al menos están a la misma altura de relevancia que los mayores. Ahora bien, estos chicos y chicas se hacen entrañables
para el lector y cuando se trata de sagas como las mencionadas arribas, los vemos
crecer de tal manera que da gusto (ya sea en un solo libro como es el caso de
este o a lo largo de varios que componen la serie a la que pertenecen). En el caso concreto de la saga de Ender, al
ser los muchachos superdotados, es entendible que estos piensen con un nivel de
madurez envidiable, así como posean una labia que muchos adultos quisieran
tener; todo esto lo podemos aceptar sin reparos, sin embargo cuando luego vemos
que el mismo tipo de pequeños salen en otras obras del autor, como bien es el
caso de la novela que hoy nos atañe, podríamos considerar este detalle como una
especie de autoplagio o bien como una incapacidad de Orson Scott Card para crear
niños que sean cercanos a la realidad al, por ejemplo, hacerlos jugar con juguetes
y darles verdaderas preocupaciones como gente de su edad (actividades y aspectos
nunca tratados en su narrativa, al menos hasta donde yo he leído y puedo
recordar). Al respecto, me gustaría
encontrarme con algún título suyo donde los chiquillos sean tan realistas, como
aquellos que sí sabe definir gente como Stephen King… Bueno, nadie es perfecto,
aunque no quede duda que leerse un ciclo como el que hoy acabamos por fin de
revisar, resulta ser un cúmulo de horas de diversión sana, emociones variadas y
reflexiones para uno, así como para compartir con los demás (tal como ahora he
podido hacerlo con ustedes).
Numerosos personajes integran esta novela, apareciendo solo dos de los ya conocidos de las entregas anteriores de la saga. El problema para memorizar los nombres de todos estos otros (independientemente de mi mala memoria), es que el autor juega con la inclusión de un lenguaje rico en patronínimos, honoríficos, prefijos y sufijos propios de lenguas como el griego, ruso o el japonés, donde los nombres de las personas varían bastante según el significado que uno quiera darle y la importancia que las personas tengan en determinadas relaciones. Sin embargo, antes de comenzar la narración, Card nos explica en un apartado cómo funciona esto dentro de la sociedad que nos muestra en su última entrega de la serie El Retorno (que a mi parecer es confuso con tanta información, si bien de seguro más de alguien lo agradecerá). Por mi parte, trataré de recurrir a los nombres más sencillos de los coprotagonistas de este libro, el cual posee un carácter coral como el resto de la serie y otros del mismo autor.
Akma: De niño vivió junto a su familia como esclavo, siendo sometido a varios vejámenes por parte de humanos y de “Gente del Suelo”, lo que lo llevó a volverse alguien resentido en especial con su padre, quien perdonó y luego acogió a sus antiguos opresores, como también con los representantes de la otra especie. Nacido con el poder de influenciar en otros, ya adulto es el causante de un movimiento ideológico que provoca el gran conflicto al que se deben enfrentar los héroes. Pese a todo, no es una mala persona y ama a su hermana menor Luet, quien más adelante será una de las personas necesarias para llevarlo por el buen camino.
Akmaro: Padre de Akma y de Luet, es un sabio y compasivo hombre que lidera a su gente, con la que comparte más de un periodo de sus vidas, al promover los ideales de integración entre las 3 especies inteligentes que hay en el planeta; esto les trae varias cuitas que solo gracias a la calidad de su espíritu logra sobrellevar con dignidad y al final termina por convertirse en el consejero del rey, que lo acoge a él y a sus seguidores.
Didul: El hermano líder de los Pabuli, los hijos del rey que atormenta a Akma y a su pueblo, pese a la primera apariencia que nos da como un muchacho cruel (al igual que sus hermanos), luego visto a través de los ojos de Akmaro y de la maternal esposa de este, logramos apreciarlo como quién es en realidad: otra víctima de la maldad de su progenitor. Tras la buena influencia que cae sobre él y sus hermanos, logra convertirse en un gran hombre, famoso por la humildad que antes no poseía.
Mon: Uno de los príncipes del reino justo al que llegan Akma y su familia a vivir, tras escapar de la opresión a la que estuvieron sometidos por años. Amable, pero inseguro con sus propias decisiones y acciones, puede saber de forma “natural” el grado de veracidad de aquello que le cuentan y observa. Entre todos sus hermanos, es con su hermana Edhadeya con quien tiene mayor confianza y quien tal como sucede con la relación entre Akma y Luet, será fundamental para que cuando esta ya sea grande, pueda reparar sus equivocaciones cometidas junto al propio Akma, que tantos pesares les traen.
Bego: Bibliotecario del rey de los Nefai, el pueblo al que llegan Akma y su gente a vivir en libertad, es un casi anciano “ángel” muy inteligente y bastante considerado en la corte. Educa a Mon y a sus hermanos varones, aunque es con el chico con quien tiene mayor cercanía; de modo que este viene a ser uno de los responsables del lío que se desarrollará con el pasar de los años y que solo gracias a la intervención positiva de varios podrá solucionarse.
Voozhum: La única Cavadora (Gente del Suelo) de relativa importancia en la novela, era una esclava que cuidaba de Edhadeya durante su infancia y a la que esta última adoraba y consideraba su mejor (y tal vez única) amiga. La presencia de esta en la vida de la princesa, será fundamental no solo para ella. Para grata sorpresa de la muchacha y de los lectores, muchos años después ambas mujeres se reencuentran, luego de que la Cavadora fuera puesta en libertad y abandonara el hogar de su antiguos amos.
Shedemei: La única de todos los personajes de los libros anteriores, vive en la nave conocida como Basílica, protegida por la avanzada tecnología que la mantiene joven y sana. Conocida como “La Insepulta”, una figura mítica para los actuales habitantes de la Tierra, primero ve desde lejos los acontecimientos y apenas interviene, hasta que decide participar de manera directa en los eventos que se describen en este libro.
Alma Suprema: La inteligencia artificial que convive con la anterior, se supone que no está viva en realidad y que su simpática personalidad solo es el resultado de su desarrollo a lo largo de los siglos, que la ha hecho mejorarse a sí misma; sin embargo, sus chispeantes diálogos con Shedemei nos hacen considerarla como a una persona sin mayores problemas.
5. Observaciones finales (los niños de Card).
Tras terminarse de leer completa una saga como esta, que bien está a la altura de otras de su autor, aunque por una u otra razón no es tan famosa y premiada como las de Ender y Alvin Macker, uno puede evidenciar ciertos rasgos característicos de su narrativa: dejando de lado el tema de la religión, que es fuerte incluso entre sus cuentos en cualquiera de los subgéneros que aborda, destaca el concepto de la familia tan fuerte en estos libros y en especial en la novela que estamos terminando por comentar; y es que al menos en Nacidos en la Tierra, tenemos dos grupos familiares que forman parte de los protagonistas, comunidades donde se respeta bastante las figuras de los padres y donde por lo general la hermandad entre los hijos de estos es muy estrecha; en contraposición a estos, nos encontramos con una tercera familia, si bien solo conocemos de ella a los hermanos varones, pero esta es importante para servirnos como punto de comparación con las otras dos, al ver cómo la forma en que los progenitores educan a sus retoños los marca considerablemente.
Pues, Elwin, será que estoy lento en comprensión lectora, pero no entendí cual fue el cierre inaudito de la saga...
ResponderEliminarJe, esa manera inaudita de terminar la saga corresponde al salto cronológico de 500 años, haciendo que solo dos de los personajes principales de los libros anteriores continúen en "escena" y el resto sean nuevos.
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