sábado, 17 de septiembre de 2022

Post Dieciochero: 23 pequeñas razones para encantarse (I)


 Introducción.
 
    En 1989 la escritora chilena Isabel Allende público su cuarto libro, Cuentos de Eva Luna.  Corresponde este volumen a la única colección de relatos suyos, en el cual queda de manifiesto más su talento para un fino arte, en el que lamentablemente no ha vuelto a incursionar (¡Y vaya que sería genial que lo hiciera!).  Su nombre es debido a que quien cuenta estos 23 cuentos, es nada menos que Eva Luna, la adorable protagonista de su obra anterior y titulada tal con su propio nombre.  Cabe mencionar, que esta mujer posee una capacidad mágica para contar historias y, de ese modo, consigue la atención total de su público; por lo mismo, entre medio de sus páginas reaparecen unos cuantos, de sus personajes, seres de ficción que se encarnan en nosotros con facilidad.
    Son cuentos que con suerte llegan a las 10 páginas, aunque son potentes, emotivos y divertidos.  Feliz les comparto mis impresiones, que ojalá les entusiasme leerlos, que tienen mucho material para disfrutar y comentar.
 
1. Dos Palabras.
 
    Un cuento por el cual siento una predilección especial y que es mi favorito de este precioso libro (el cual lo he leído con mis alumnos en clases, que les ha gustado harto).
    Una humilde muchachita tiene un don especial: sabe hablar y escribir como los dioses; de modo que, por un precio razonable, vende su arte a todas las personas que se acercan a su pequeño puesto en el mercado.  La protagonista puede hacer y deshacer muchas cosas, con tan solo enunciar su discurso, como bien veremos admirablemente.  Un día le toca trabajar para un guerrillero y a partir de entonces sus caminos se unen para siempre.
    Realismo Mágico puro, que nos abre las puertas a un montón de historias que nos acariciarán la imaginación, transportándonos a escenarios como el de este relato, tan épico en su realismo con un intenso sabor histórico y latinoamericano.
     Por otro lado, una perla de la narrativa breve actual de este lado del planeta, que pese a su sabor folclórico se hace universal; puesto que las historias de amor felices encantan a (casi) todo el mundo y la presencia de personajes como estos (una mujer empoderada y hombres de carácter heroico) no nos dejan indiferentes.
 
     “Tenía el nombre de Belisa Crepusculario, pero no por fe de bautismo o acierto de su madre, sino porque ella misma lo buscó hasta encontrarlo y se vistió con él. Su oficio era vender palabras. Recorría el país, desde las regiones más altas y frías hasta las costas calientes, instalándose en las ferias y en los mercados, donde montaba cuatro palos con un toldo de lienzo, bajo el cual se protegía del sol y de la lluvia para atender a su clientela. No necesitaba pregonar su mercadería, porque de tanto caminar por aquí y por allá, todos la conocían. Había quienes la aguardaban de un año para otro, y cuando aparecía por la aldea con su atado bajo el brazo hacían cola frente a su tenderete. Vendía a precios justos. Por cinco centavos entregaba versos de memoria, por siete mejoraba la calidad de los sueños, por nueve escribía cartas de enamorados, por doce inventaba insultos para enemigos irreconciliables. También vendía cuentos, pero no eran cuentos de fantasía, sino largas historias verdaderas que recitaba de corrido, sin saltarse nada. Así llevaba las nuevas de un pueblo a otro”.
 
2. Niña Perversa.
 
   Una muy osada historia sobre obsesiones, la pérdida de la inocencia, el despertar de la sexualidad y el deseo.
   Una chica apenas comenzando la pubertad, comienza a mirar con ojos hambrientos al mismo hombre que su propia madre pretende conquistar.  La situación llega a su impactante clímax, que implica una escena erótica bellamente descrita, pero que difícilmente veremos adaptada, tal como quisiéramos del resto de este hermoso cuento.
   El relato comienza desde el punto de vista de la muchacha, dándonos momentos inesperados de sensualidad y de fantasía carnal, con más de un pasaje de antología. Luego salta al punto de vista del varón maduro, para meterse nada menos que con el tabú de la pedofilia, que a más de uno nos hace sentir repulsión al leer tales líneas... Sin embargo, este no es un texto que pretende romantizar tal perversión, sino que desnuda, en uno y otro caso, nuestra natural inclinación hacía la oscuridad.
 
“(…) Con la destreza aprendida en tantos años de hacerse invisible, atravesó la puerta cerrada y los vio entregados al placer. La pantalla con flecos de la lámpara irradiaba una luz cálida, que revelaba a los amantes sobre la cama. Su madre se había transformado en una criatura redonda, ros. ada, gimiente, opulenta, una ondulante anémona de mar, puros tentáculos y ventosas, toda boca y manos y piernas y orificios, rodando y rodando adherida al cuerpo grande de Bernal, quien por contraste le pareció rígido, torpe, de movimientos espasmódicos, un trozo de madera sacudido por una ventolera inexplicable.”
 
3. Clarissa.
 
    Un bello texto de Realismo Mágico, que corresponde nada menos que a parte de los recuerdos de la propia Eva Luna y quien nos cuenta de otra de esas personas extraordinarias, que ha conocido en su breve e intensa vida.
    Clarissa es una bondadosa mujer que ha dedicado su existencia a los demás, pese a que ella misma no ha nacido en cuna de oro y mantiene solo con su esfuerzo a su propia familia.
   Si el cuento anterior hablaba acerca de la oscuridad que habita en nosotros, este otro- bastante conmovedor- nos regocija el alma hablándonos sobre la fe, la humildad y el amor en más de una de sus manifestaciones.
    Por cierto... ¡Uno de los simpáticos personajes del libro que antecede a este, nos vuelve a visitar en las páginas del relato!
 
     “Clarisa poseía una ¡limitada comprensión por las debilidades humanas. Una noche, cuando ya era una anciana de pelo blanco, se encontraba cosiendo en su cuarto cuando escuchó ruidos desusados en la casa. Se levantó para averiguar de qué se trataba, pero no alcanzó a salir, porque en la puerta tropezó de frente con un hombre que le puso un cuchillo en el cuello.
     -Silencio, puta, o te despacho de un solo corte -la amenazó.
      -No es aquí, hijo. Las damas de la noche están al otro lado de la calle, donde tienen la música.
      -No te burles, esto es un asalto.
      -¿Cómo dices? -sonrió incrédula Clarisa-. ¿Y qué me vas a robar a mí?
      -Siéntate en esa silla, voy a amarrarte.
      -De ninguna manera, hijo, puedo ser tu madre, no me faltes el respeto.
     - ¡Siéntate!
     -No grites, porque vas a asustar a mi marido, que está delicado de salud. Y de paso guarda el cuchillo, que puedes herir a alguien -dijo Clarisa.
    -Oiga, señora, yo vine a robar -masculló el asaltante desconcertado.”


4. Boca de Sapo.
 
   Ambientada en las gélidas extensiones de Tierra del Fuego, a las que la narradora describe como un sitio casi alienígena, nos habla de Hermelinda, al parecer la única prostituta del lugar.  Una mujer que ha convertido la llamada "más antigua profesión", en un arte como ningún otro; querida y deseada no solo por su belleza y experticia, sino por por la nobleza de su corazón y un ingenio singular.
    Hermelinda vive para dar calidez a sus clientes, que no se trata solo de sexo y acá conocemos cómo sus buenas acciones, consiguen el justo premio que se merece.
    La alegría, pese a las agrestes condiciones de los obreros, contrasta con la frialdad de espíritu de los ingleses y que solo aparecen como modelos de la necedad humana.
 
     “Hermelinda había descubierto la manera de obtener beneficios seguros sin hacer trampas. Aparte de los naipes y los dados, los hombres disponían de varios juegos y siempre el premio único era su persona. Los perdedores le entregaban su dinero y quienes ganaban también se lo daban, pero obtenían el derecho de disfrutar un rato muy breve en su compañía, sin subterfugios ni preliminares, no porque a ella le faltara buena voluntad, sino porque no disponía de tiempo para dar a todos una atención más esmerada. Los participantes en la Gallina ciega se quitaban los pantalones, pero conservaban los chalecos, los gorros y las botas forradas en piel de cordero, para defenderse del frío antártico que silbaba entre los tablones. Ella les vendaba los ojos y comenzaba la persecución. A veces se formaba tal alboroto que las risas y los jadeos cruzaban la noche más allá de las rosas y llegaban a oídos de los ingleses, quienes permanecían impasibles, fingiendo que se trataba sólo del capricho del viento en la pampa, mientras continuaban bebiendo con parsimonia su última taza de té de Ceylán antes de irse a la cama. El primero que le ponía la mano encima a Hermelinda lanzaba un cacareo exultante y bendecía su buena suerte, mientras la aprisionaba en sus brazos. El Columpio era otro de los juegos. La mujer se sentaba sobre una tabla colgada del techo por dos cuerdas. Desafiando las miradas apremiantes de los hombres, flexionaba las piernas y todos podían ver que nada llevaba bajo sus enaguas amarillas. Los jugadores ordenados en fila, tenían una sola oportunidad de embestirla y quien lograba su objetivo se veía atrapado entre los muslos de la bella, en un revuelo de enaguas, balanceado, remecido hasta los huesos y finalmente elevado al cielo. Pero muy pocos lo conseguían y la mayoría rodaba por el suelo entre las carcajadas de los demás.”
 
5. El Oro de Tomás Vargas.
 
   Otro hermoso y emotivo cuento, que nos devuelve al entrañable pueblito de Santa Clara y sus habitantes, último destino del periplo de Eva Luna.
   Vargas es un miserable hombre al que nadie quiere, mezquino y machista, quien trata a su mujer e hijos con mano dura y los mantiene en la pobreza.  Sin embargo, guarda todo su dinero enterrado, del que aparentemente nadie sabe dónde está.  La llegada de una joven embarazada por él al lugar cambia el destino de la familia para siempre.
   Un relato inolvidable que nos habla tanto de la miseria humana, como también de la compasión, la solidaridad y la hermandad, estos últimos tres valores que nos demuestran su poder para superar hasta las peores complicaciones.
 
    “Antes de que empezara la pelotera descomunal del progreso, quienes tenían algunos ahorros, los enterraban, era la única forma conocida de guardar dinero, pero más tarde la gente les tomó confianza a los bancos. Cuando hicieron la carretera y fue más fácil llegar en autobús a la ciudad, cambiaron sus monedas de oro y de plata por papeles pintados y los metieron en cajas fuertes, como si fueran tesoros. Tomás Vargas se burlaba de ellos a carcajadas, porque nunca creyó en ese sistema. El tiempo le dio la razón y cuando se acabó el gobierno del Benefactor -que duró como treinta años, según dicen los billetes no valían nada y muchos terminaron pegados de adorno en las paredes, como infame recordatorio del candor de sus dueños. Mientras todos los demás escribían cartas al nuevo Presidente y a los periódicos para quejarse de la estafa colectiva de las nuevas monedas, Tomás Vargas tenía sus morocotas de oro en un entierro seguro, aunque eso no atenuó sus hábitos de avaro y de pordiosero. Era hombre sin decencia, pedía dinero prestado sin intención de devolverlo, y mantenía a los hijos con hambre y a la mujer en harapos, mientras él usaba sombreros de pelo de guama y fumaba cigarros de caballero.”
 
6. Si me tocaras el corazón.
 
    Otra narración acerca de una pasión amorosa, y bastante tormentosa en este caso, que nos habla de una relación de sometimiento y esclavitud, exponiéndonos dos ejemplos de lo más oscuro de nosotros mismos.
    Un hombre de esos, que no nos gustaría presentarles a nuestra hermana menor, se involucra con una muchachita a la que mantiene a escondidas en condiciones miserables.  La chica acepta su destino sin vacilaciones, pues para ella el raptor es su único mundo.  El tiempo pasa para ambos amantes, demostrándonos que toda acción tiene sus consecuencias, que nada es para siempre y que la miseria tiene muchas facetas.
    Una pizca de Realismo Mágico encontramos acá y un testimonio más del talento de la autora para envolvernos con su prosa poética, cuando narra la inclusión de esos elementos sobrenaturales, como si fuese algo de lo más natural.
 
“(…) En realidad se fue convirtiendo en una criatura subterránea. En esa tumba se agudizaron sus sentidos y aprendió a ver lo invisible, la rodearon alucinantes espíritus que la conducían de la mano por otros universos. Mientras su cuerpo permanecía encogido en un rincón, ella viajaba por el espacio sideral como una partícula mensajera, viviendo en un territorio oscuro, más allá de la razón. Si hubiera tenido un espejo para mirarse se habría aterrado de su propio aspecto, pero como no podía verse no percibió su deterioro, no supo de las escamas que le brotaron en la piel, de los gusanos de seda que anidaron en su largo cabello convertido en estopa, de las nubes plomizas que le cubrieron los ojos ya muertos de tanto atisbar en la penumbra. No sintió cómo le crecían las orejas para captar los sonidos externos, aun los más tenues y lejanos, como la risa de los niños en el recreo de la escuela, la campanilla del vendedor de helados, los pájaros en vuelo, el murmullo del río. Tampoco se dio cuenta de que sus piernas antes graciosas y firmes, se torcieron para acomodarse a la necesidad de estar quieta y de arrastrarse, ni que las uñas de los pies le crecieron como pezuñas de bestia, los huesos se le transformaron en tubos de vidrio, el vientre se le hundió y le salió una joroba. Sólo las manos mantuvieron su forma y tamaño, ocupadas siempre en el ejercicio del salterio, aunque ya sus dedos no recordaban las melodías aprendidas y en cambio le arrancaban al instrumento el llanto que no le salía del pecho.”



7. Regalo para una novia.
 
    De nuevo le toca al tema de la obsesión amorosa pasar por estas páginas, aunque esta vez el resultado posee más humor y regocijo que en el caso de la historia anterior.
    Un interesante cuarentón hombre de circo, se encandila con una mujer que escapa a su prototipo de conquista.  Hasta no hace mucho era un soltero empedernido, quien solo tuvo esporádicas amantes, aunque ahora por primera vez conoce la decepción cuando con cada gesto suyo, la fémina que desea lo desprecia.  Pero dicen que la porfía es la madre de la ciencia (o algo así), así que se empecina en realizar su último acto de intento de seducción y, en verdad, que resulta maravilloso.
 
“(…) Desde pequeño se propuso ser rico, con la ingenua intención de conseguir con dinero la seguridad que no obtuvo en su familia. Multiplicó los tentáculos de la empresa comprando una cadena de estadios de boxeo en varias capitales. Del boxeo pasó naturalmente a la lucha libre y como era hombre de imaginación juguetona, transformó ese grosero deporte en un espectáculo dramático. Fueron iniciativas suyas la Momia, que se presentaba en el ring dentro de un sarcófago egipcio; Tarzán, cubriendo sus impudicias con una piel de tigre tan pequeña que a cada salto del luchador el público retenía el aliento a la espera de alguna revelación; el Ángel, que apostaba su cabellera de oro y cada noche la perdía bajo las tijeras del feroz Kuramoto -un indio mapuche disfrazado de samurai- para reaparecer al día siguiente con sus rizos intactos, prueba irrefutable de su condición divina.”
 
8. Tosca.
 
    Otro relato de romance, que empieza de forma inesperada, se desarrolla de forma que nos mantiene atentos y termina de manera emotiva, todo para darnos una moraleja acerca de los vericuetos del amor.  Todos amamos de manera diferente, por mucho que hayan buenas intenciones de parte de los involucrados y eso nos lo demuestran la protagonista y los dos hombres que pasan por su vida.
    Asimismo, la sensibilidad de los artistas y el pragmatismo de los "corazones comunes" se contrasta en esta pieza que, además, nos devuelve a esa noble gente que conocimos en el pueblito de Santa Clara.
 
     “La catástrofe fue un estudiante de medicina con quien Maurizia se tropezó en un tranvía. Para entonces había nacido el niño -una criatura tan vital como su padre, que parecía inmune a todo daño, inclusive al mal de ojo- y la madre ya había recuperado la cintura. El estudiante se sentó junto a Maurizia en el trayecto al centro de la ciudad, un joven delgado y pálido, con perfil de estatua romana. Iba leyendo la partitura de Tosca y silbando entre dientes un aria del último acto. Ella sintió que todo el sol del mediodía se le eternizaba en las mejillas y un sudor de anticipación le empapaba el corpiño. Sin poder evitarlo tarareó las palabras del infortunado Mario saludando al amanecer, antes de que el pelotón de fusilamiento acabara con sus días. Así, entre dos líneas de la partitura, comenzó el romance. El joven se llamaba Leonardo Gómez y era tan entusiasta del bel canto como Maurizia.”
 
9. Walimai.
 
   Hasta el momento, Isabel y Eva Luna nos han regalado preciosos cuentos que no desperdician y, como era de esperar, unos más entrañables que otros según cada lector... Por mi parte este, del que ahora mismo les hablaré, me resulta ser el más hermoso.
    El protagonista es miembro de la Tribu de la Luna, la misma de la que proviene el padre de la narradora (dato que solo manejamos quiénes hemos leído el libro que antecede a este).  Como el resto de su gente, es un espíritu libre y de ese modo cuando nos describe las atrocidades de los hombres civilizados, solo un desalmado atiende el tema con indiferencia.  Un día su apacible vida es interrumpida por estos forasteros, cuando entonces se encuentra con una muchachita de otra tribu, que como él se encuentra lejos del hogar.  La compasión y humanidad en general de Walimai nos emocionarán, transportándonos, además, a un ancho y hermoso mundo que, aunque esté tan lejano a nuestra situación de "civilizados", bien querríamos abrazar.
 
     “Yo crecí con mis hermanos bajo los árboles, sin ver nunca el sol. A veces caía un árbol herido y quedaba un hueco en la cúpula profunda del bosque, entonces veíamos el ojo azul del cielo. Mis padres me contaron cuentos, me cantaron canciones y me enseñaron lo que deben saber los hombres para sobrevivir sin ayuda, sólo con su arco y sus flechas. De este modo fui libre. Nosotros, los Hijos de la Luna, no podemos vivir sin libertad. Cuando nos encierran entre paredes o barrotes nos volcamos hacia adentro, nos ponemos ciegos y sordos y en pocos días el espíritu se nos despega de los huesos del pecho y nos abandona. A veces nos volvemos como animales miserables, pero casi siempre preferimos morir. Por eso nuestras casas no tienen muros, sólo un techo inclinado para detener el viento y desviar la lluvia, bajo el cual colgamos nuestras hamacas muy juntas, porque nos gusta escuchar los sueños de las mujeres y los niños y sentir el aliento de los monos, los perros y las lapas, que duermen bajo el mismo alero.”
 
10. Ester Lucero.
 
    Un médico que está en los treinta de su vida y que en su juventud participó de la guerrilla en contra del dictador de su país, se enamora nada menos que de una niña (el tema de los hombres mayores obsesionados con menores de edad en este libro, ya parece patológico y si lo hubiese escrito un hombre habría dado para sospechar de él).  Pero a diferencia de otros como él en estas páginas, no es una mala persona y en verdad le han robado el corazón.  Sin embargo, no todo puede ser fácil en esta vida y mucho menos en la ficción, de modo que cuando peligra la vida de la chiquilla, el protagonista se ve obligado a recurrir a un medio por completo diferente a sus creencias.
    Algo de Realismo Mágico y mucho humor en esta historia sobre amores imposibles y/o no correspondidos, que está entre lo menos destacable del tomo, aunque aun así nos da la satisfacción de un buen rato leyéndola.
 
     “En los años siguientes, la muchacha floreció como sucede casi siempre, pero Ángel Sánchez creyó que en su caso era una especie de prodigio y que sólo él podía ver a la beldad que maduraba escondida bajo los vestidos inocentes confeccionados por la abuela en su máquina de coser. Estaba seguro de que a su paso se alborotaban los sentidos de quien la viera, tal como ocurría con los suyos, por eso se extrañaba de no encontrar un remolino de pretendientes en torno de Ester Lucero. Vivía atormentado por sentimientos arrolladores: celos precisos de todos los hombres, una perenne melancolía -fruto de la desesperanza- y la fiebre de infierno que lo acosaba a la hora de la siesta, cuando imaginaba a la niña desnuda y húmeda, llamándolo con gestos obscenos entre las sombras del cuarto. Nadie supo nunca de sus tormentosos estados de ánimo. El control que ejercía sobre sí mismo se convirtió en una segunda naturaleza y así adquirió fama de hombre bueno.”
 
11. María la Boba.
 
    El tema (o leiv motiv) de la prostituta de buen corazón es bastante antiguo y recurrente, el cual Isabel Allende lo ha abordado ya varias veces,
al menos en la parte inicial de su carrera literaria (o sea, en todas sus obras de antes de Paula, su primer libro de memorias marcado por la dolorosa muerte de su hija) y he aquí que nos vuelve a presentar a un personaje de estas características.
     La protagonista es una mujer que se dedica a la llamada "Profesion más antigua del mundo", quien es llamada María la Boba debido a un accidente que tuvo de niña y quien por esa razón se volvió alguien de pocas luces; no obstante, no perdió su lado más amable y luego desarrolló una habilidad extraordinaria como amante (y una necesidad imperiosa por el sexo) que la llevó a convertirse en una muy requerida (y querida) meretriz.
     Nuevamente el talento para envolvernos con una narración, que en otras manos sería algo banal y/o morboso, nos hace sentir simpatía por su personaje.  Asimismo, el elemento maravilloso también lo encontramos acá y que en sus detalles le otorgan una atmósfera dulce, a unas circunstancias que bien podrían ser mucho más dramáticas.
 
     “María, la boba, creía en el amor. Eso la convirtió en una leyenda viviente. A su entierro acudieron todos los vecinos, hasta los policías y el ciego del quiosco, quien rara vez abandonaba su negocio. La calle República quedó vacía, y en señal de duelo colgaron cintas negras en los balcones y apagaron los faroles rojos de las casas. Cada persona tiene su historia y en ese barrio son casi siempre tristes, historias de pobrezas e injusticias acumuladas, de violencias padecidas, de hijos muertos antes de nacer y de amantes que se van, pero la de María era diferente, tenía un brillo elegante que echaba a volar la imaginación ajena. Se las arregló para ejercer su oficio sola, administrándose sin bulla, discretamente. Nunca tuvo la menor curiosidad por el alcohol ni por las drogas, ni siquiera le interesaban los consuelos de cinco pesos que vendían las adivinas y las profetas del vecindario. Parecía a salvo de los tormentos de la esperanza, protegida por la calidad de su amor inventado. Era una mujercita de aspecto inofensivo, de corta estatura, facciones y gestos finos, toda mansedumbre y suavidad, pero las veces que algún chulo intentó ponerle la mano encima se encontró con una fiera babeante, puras garras y colmillos, dispuesta a devolver cada golpe, así se le fuera la vida. Aprendieron a dejarla en paz. Mientras las otras mujeres pasaban su existencia escondiendo moretones bajo espesas capas de maquillaje barato, ella envejecía respetada, con un cierto aire de reina en harapos. No tenía ninguna conciencia del prestigio de su nombre ni de la leyenda que habían bordado a costa de ella. Era una prostituta vieja con alma de doncella.”

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