domingo, 1 de enero de 2012

Patria de Sangre



I- Introducción.

    El presente trabajo pretende mostrar a través del cuento “El Matadero” (escrita en 1839 y publicada recién en 1871) del argentino Esteban Echeverría (1805-1851), cómo se va definiendo en sus líneas los orígenes violentos de nuestro continente americano.  Así me detengo en algunos de los momentos descritos en esta obra, comparándolos con sucesos históricos de nuestra tierra, así como en relatos de las crónicas y cartas de relación del descubrimiento y conquista de América, para demostrar la tradición sangrienta de nuestro continente, donde toda una serie de naciones nacieron y se desarrollaron por medio de la intervención armada de sus protagonistas.
    El trabajo no pretende ser un ensayo de análisis histórico, si no más bien reflejar lo mejor posible las cualidades del cuento de Echeverría; cualidades y/o virtudes que le permiten ser un ejemplo en cuanto a  que una obra literaria puede representar los sucesos e inquietudes del mundo que describe.  Dejando de lado los intereses políticos de Echeverría a la hora de escribir su narración, “El Matadero” es un fiel reflejo de la naturaleza agreste de los americanos.
   También están presentes las citas textuales de rigor con sus propios comentarios y los nexos con otras obras que apoyan esta idea de “Patria de Sangre”.
   El título del ensayo hace mención a la génesis misma de la patria americana, cuyo nacimiento no fue  tan pacífico e idealizado como se quisiera y del cual es importante tener conocimiento para apreciar mejor nuestras raíces y herencia cultural.
   Espero sea del gusto mi tarea.

II- La Violencia Intrínseca de “El Matadero”.

    El cuento de Esteban Echeverría es la extrapolación sangrienta de las revueltas políticas de Argentina durante la dictadura de Rosas (1829- 1852).  Juan Manuel de Rosas (1793- 1877) apoyaba los proyectos conservadores de los grandes señores latifundistas, quienes a su vez se oponían a  la mirada mucho más progresista de  los comerciantes, los que a su vez estaban claramente influenciados por los intelectuales románticos europeos.  Durante años se produjeron cruentas batallas en la guerra civil que significó el enfrentamiento entre ambos bandos.   Echeverría en su relato muestra como un idílico joven unitario  es avergonzado, torturado y muerto con gran crueldad por un grupo de federales, quienes se mofan de su humanidad hasta extremos en los cuales la escena se convierte en un verdadero Infierno de Dante, o mejor dicho, en uno de los tantos relatos de horror caníbal de las crónicas del descubrimiento de América.    Para muestra, los siguientes extractos:

     “(…) dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa”.

    “Varios muchachos, gambeando a pie y a caballo, se daban de vejigazos o se tiraban bolas de carne, desparramando con ellas (…)”.

    “Alguna tía salió furiosa en persecución de un muchacho que le había embadurnado el rostro con sangre, y acudiendo a sus gritos y puteadas los compañeros del rapaz, la rodeaban y azuzaban como los perros al toro y llovían sobre ella zoquetes de carne, bolas de estiércol (…)”[1]

   Cada una de estas escenas describe a gente acostumbrada a una existencia de bestias salvajes, sin respeto por la dignidad humana.  Considerando que para la época en la que Echeverría escribe su cuento, Argentina ya es una nación autónoma de España, y los viajes maravillosos de los conquistadores de ultramar, hace siglos que dejaron de escribirse, el mundo de “El Matadero” no se aleja tanto al que hacen mención los cronistas:

    “Dizen también estas mugeres (las cautivas de los caníbales) que estos usan de una crueldad que parece cosa increíble, que los hijos que en ellas han se los comen, que solamente crían los que han en sus mugeres naturales.  Los ombres que pueden aver, los que son vibos, llévenselos a sus casas para hazer carniçería dellos y los que han muertos luego se los comen; dizen que la carne del ombre es tan buena que no ay tal cosa en el mundo, y bien pareçe, porque los huesos que en estas casas hallamos, todo lo que se puede roer todo lo tenía roydo, que no avía en ellos sino lo que por su mucha dureza no se comer.  Allí se halló en una casa, coziendo en una olla, un pescueço de un ombre.   Los muchachos que cativan córtanlos el miembro e sírvanse de ellos fasta que son ombres y después, cuando quieren fazer fiesta, mátanlos e coménselos, porque dizen que la carne de los muchachos e de las mugeres no es buena para comer”.[2] 

     “En muchas provincias fueron amicísimos de carne humana.  Y tan golosos que antes acabase de morir el indio que mataban le bebían la sangre por la herida que le habían dado.  Y lo mismo hacían cuando lo iban descuartizando, que chupaban la sangre y se lamían las manos para que no se perdiese gota de ella.
    “Tuvieron carnicerías públicas de carne humana: de las tripas hacían morcillas y longanizas, hinchiéndolas de carne para no perderlas”.[3]

   Por lo tanto, el comportamiento adjudicado a la muchedumbre federal no es tan distinto al de los legendarios caníbales aborígenes americanos.   La gente del matadero presencia el degollamiento de un niño con mirada impávida, se abalanzan sobre la carne de res peleándose con los perros por ella sin dudarlo y posteriormente comenten vejación contra un inocente sin fruncir el ceño. 
    Si los conquistadores al llegar a América, cual Hernán Cortés en México, batallaron contra los indígenas donde se produjeron todo tipo de vejaciones y cruentas matanzas, los federales del cuento de Echeverría  actúan con la misma impiedad.  Los españoles irrumpen en un territorio virgen para apropiarse de sus recursos, devastando todo a su paso, y los federales promueven su idea de gobierno de la misma forma.   En el matadero, el joven unitario es tratado como un animal para el sacrificio:

    “(…) cuatro sayones salpicados de sangre, suspendieron al joven y lo tendieron largo a largo sobre la mesa comprimiéndole todos sus miembros.
     (…) Atárosle un pañuelo a la boca y empezaron a tironear sus vestidos.  Encogíase el joven, pateaba, hacía rechinar los dientes.  Tomaba ora sus miembros la flexibilidad del junco, ora la dureza del fierro y su espina dorsal era el eje de un movimiento parecido al de la serpiente,  Gotas de sudor fluían por su rostro, grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espuma, y las venas de su cuello y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre.
    (…) En un momento liaron sus piernas en ángulo a los cuatro pies de la mesa, volcando su cuerpo boca abajo.  Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual soltaron las ataduras que las comprimían en la espalda”.[4]

   No sólo federales se comportan como bestias, tratando al unitario como si éste fuera el animal, sino que también la joven víctima también se comporta como tal en su frenesí por liberarse.
   Una descripción con estas connotaciones, es una de las que tanto hace el Padre de las Casas en su “Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias”

    “(…) los cristianos con sus caballos y espadas e lanzas comienzan a hacer matanzas e crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros, daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo e burlando, e cayendo en el agua decían: bullís, cuerpo de tal; otras criaturas metían a espada con las madres juntamente, e todos cuantos delante de sí hallaban”.[5]

    En ambos textos se encuentra el gusto por la crueldad por parte de los victimarios, así como la bestialización durante el acto del propio maltratado.
     Resulta interesante ver la forma de cómo se presenta el llamado tópico de “Civilización versus Barbarie”.  Donde en el caso del cuento de Echeverría los federales aseguran ser ellos los civilizados y por eso justifican su comportamiento hacia el unitario, a quien consideran un representante de la barbarie foránea, europeizante de aquellos que para sus convicciones no aman la tierra argentina.  Sin embargo su actuar es mucho más barbárico de lo que son capaces de admitir.  Como dice el dicho: “El loco no sabe que está loco”.   A esto afirma el narrador al final del cuento:

       “Llamaban ellos  salvaje unitario, conforme a la jerga del Restaurador, patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la federación estaba en el matadero”.[6]

     En este fenómeno de ver en el otro, en el enemigo, de forma demonizada, tal como lo hicieron los españoles  con muchos indígenas, está el problema del “otro”.  Tema mucho mejor planteado por Todorov en su ensayo “El problema del otro” y donde se observa que la edificación de este continente americano se basó en una serie de conflictos ideológicos y raciales que arrasaron con más de un pueblo.  Si para los españoles los indígenas eran el otro desconocido y mortal, para los federales eran los unitarios que se constituían en un mal dentro de su propia tierra y que debían eliminar.  Como tampoco hay un interés en conocer a este “otro”, no hay vacilación a la hora de hacerlo desaparecer; no hay diálogo ecuménico.
    Así América se fue desarrollando, en Chile con la llamada Pacificación de la Araucanía.  En Norteamérica con la aniquilación casi total de los aborígenes de la zona por parte de los puritanos colonos.   Y así las siguientes guerras civiles de cada país de las jóvenes naciones americanas, fueron otra cosa más que la extensión del conflicto producido por la intervención violenta de los europeos.

III- Conclusiones.

    Tras revisar el cuento de Echeverría a la luz de las lecturas del descubrimiento y la conquista de América y mirar más allá hasta nuestro pasado americano más inmediato e incluso la actualidad, se hace evidente que hoy en día mantenemos esta “Patria de Sangre”.   La violencia forma lamentablemente parte de la naturaleza humana y hoy en día aún hay países, por tan sólo nombrar los americanos, que tienen cruentas luchas internas con guerrillas como sucede con Colombia.
   De este modo el cuento de Esteban Echeverría es otro ejemplo de cómo la literatura muestra los males de su momento y el artista mantiene una clara posición frente  a  los vaivenes políticos, utilizando a su escrito para denunciar las injusticias cometidas por uno u otro sector.  Tal como en su tiempo lo hizo el padre de las Casas al mostrarle al mundo las atrocidades que se estaban cometiendo, en nombre de la “bendita” civilización, en las tierras recientemente descubiertas.
   “El Matadero” es un cuento con múltiples lecturas, una historia de bestialidad humana y latrocinio, una crítica a la dictadura de Rosas, una denuncia a la corrupción política y el problema del poder, un texto contestatario hacia un sector de la iglesia católica que apoyó las medidas extremas de Rosas, en vez de proteger a los desvalidos…eso y muchas cosas más es este cuento.   Pero también es un texto heredero de las crónicas y cartas de relación, puesto que muestra que esta verde y querida América no sólo es el Paraíso de las utopías, sino que también, en contraste, el mismo Infierno.


[1] Echeverría, Esteban.  El Matadero.  En…Del Romanticismo al Modernismo.
[2] Álvarez de Chanca, Diego.  Carta. En: Francisco Morales padrón (ed.).  Primeras Cartas sobre América (1493-1503).  Sevilla: Secretariado de Publicaciones, 1990, p 116.

[3] De la Vega, Inca Garcilazo.  Primera Parte de los Comentarios Reales de los Incas (1609), México, FCE, 1991.
[4] Echeverría, Esteban.  El Matadero.  En…Del Romanticismo al Modernismo.
[5] Las Casas, Bartolomé de.  Brevísima Historia de la Destrucción de las Indias (1542).  Sevilla- Nápoles.  Editorial Colección A. ER..  Revista de Filosofía- Institutio Italiano per gli stdudi filosofici.  Nápoles, 1991.
[6] Echeverría, Esteban.  El Matadero.  En…Del Romanticismo al Modernismo.

   
  

    

2 comentarios:

  1. esto es un punto de vista conocio pero no tan a fondo como lo vemos aca, aunque tiene indicios de estar en su maxima expresion de violencia y elementos macabros en la historia, dejando una realidad bastante decadente, dejando en claro que estamos frente a una lectura para criterio formado, uesto que si lo leemos y no somos maduros, fomentaria nuestro morbo, como cuando somos niños y vemos pornogrfia.

    En la historia vemos que el mundo siempre ha sido cruel, hoy sus manifestaciones son distintas, no recurrimos al canivalismo, sino la gente tiene a inclinarse hacia el crimen, la imparcialidad, atropellar a los demas, etc. dejando en claro que somos una sociedad que cuado de violencia y civilizacion, poco hemos avanzado en el tiempo.

    atte. Fabian Ibarra.

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  2. Amigo: Lo que dices, como siempre, es muy inteligente y ayuda a completar este texto que ya hace tantos años que escribí. Nuevamente gracias por ser un fiel lector y detenerte en dejar grabadas tus palabras (que otros a quienes conozco más apenas se toman la molestia de abrir este blog).

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