Para
todos quienes de seguro entenderán tanta “parrachotada” mía en estas líneas y
en especial para mis amigos con quienes comparto de este mismo fino arte que
menciono arriba.
Durante
mi adolescencia, cuando estaba entre tercero y cuarto medio, mi papá me daba
una mesada, aparte de los doscientos pesos que me entregaba para el colegio de
lunes a sábado. Eran cinco mil pesos
(para mí toda una fortuna en aquel entonces), que no dudaba en gastármelos de
inmediato en nuevos libros para mi colección y por lo general leerlos
altiro. A veces le preguntaba a mi mamá
que cuándo me regalarían ropa nueva: “¡Ponte los libros en las patas!” me dijo
más de una vez, quien suponía era una mejor inversión ropa y calzados que un
libro. Para cuarto año medio, cuando me
entregaron mi lista de libros de ese año en el colegio, me di cuenta que varios
de los títulos ya los tenía conmigo y no se me ocurrió mejor idea que entregarle
una lista de obras “alternativas” a mi papá, aprovechando que las otras ya no
debía comprármelos; él nunca se enteró, claro, pero de ese modo pude tener
conmigo, de los que recuerdo, Duna de Frank Herbert y El
Caso de Charles Dexter Ward (mi querido papá con la gran dedicación que
tenía por mí, su único hijo que amaba la lectura y sí valoraba la educación que
le estaba dando, recorría todo San Diego buscando los caprichos míos).
Es así
como cuando uno le ha tomado el gusto a la lectura, aprovecha cualquier instancia
para hacerlo, ya sea comenzar a leer un nuevo texto, o retomar aquello que
quedó inconcluso y que nos llama a continuar disfrutando de ello. No importa el lugar, la hora o en qué
circunstancia nos encontremos (cómodamente sentados, echados en la cama o de
pie, en el metro, la micro o haciendo fila en un trámite…incluso haciendo
bicicleta en el gimnasio)…quien sabe lo grato que es replegarse al mundo de las
letras no dudará en tomar las páginas que tiene a mano y con ello detendrá el
tiempo, evitando el aburrimiento en ese gusto por lo general solitario de leer
un buen libro, una revista o un cómic.
Me acuerdo
que cuando comencé a leer por iniciativa propia, al tomar la locomoción
colectiva (micro en Chile) no me era algo completamente placentero, puesto
que hacerlo implicaba sentir también náuseas, quizás debido al movimiento del
vehículo o el ambiente enrarecido por los humos de éste. Pero entonces me dije que no pensaba hacer de
mis viajes algo tedioso, que me obligara a dejar la lectura por una simple
debilidad de mi organismo: Así que decidí adaptarme y me propuse dominar mi
cuerpo para disfrutar de ilimitadas horas leyendo durante mis viajes, sin tener
que sentirme mal y mucho menos renunciar a mi pasión por una buena historia
(puede sonar rebuscado o inverosímil, pero así fue, tuve que hacerme el
propósito de superar mi propia naturaleza para conseguir mi objetivo…y lo
logré).
Si
uno entonces es capaz de leer en cualquier lado y circunstancia, es obvio que
no importa haya ruido alrededor, de noche y de día, en los momentos de calma o
simplemente para combatir el hastío, un libro amigo o cualquier lectura hará de
esos preciosos minutos u horas algo productivo y agradable para uno.
A
veces las preocupaciones pueden venirse sobre alguien y mortificarlo con ideas
poco gratas, es cuando un buen descanso a la realidad es necesario y que
también el acto de leer se transforma en un bálsamo que permite evadirse de
ello. Es cuando una historia bien
contada, uno u otro personaje que te cautiva con sus aventuras y desventuras
(muchas veces peores que la que puedas estar pasando), te desconectan por un
rato de la cotidianeidad y te otorgan la serenidad necesaria para recargarte y
luego enfrentar con más energía el resto de la jornada. Algunos rezan, van a misa y/o se confiesan,
otros beben, fuman o se drogan para olvidarse de sus cuitas, hay quienes
prefieren comer, dormir, charlar, hacer deporte, escribir poesía o adentrarse
en el placer más inmediato del sexo para ignorar durante un rato sus malestares;
de este modo cada uno escoge según sean sus gustos y posibilidades aquello que
le permita hacer de su existencia algo más grato frente a la adversidad. Algunas opciones son válidas para uno que
otro, otras pueden merecer la censura en muchos casos para la mayoría, pero lo
que sí es cierto, es que no todo lo que hacemos para sentirnos bien es en
verdad algo que nos otorgue un beneficio real y que con el tiempo su efecto positivo
sea verificable. No obstante cuando
optamos por la lectura para paliar nuestro espíritu mancillado (y quisiera
también incluir acá a cualquier otra manifestación artística que podamos gozar
como receptores), no sólo podemos lograr con ello la tan ansiada escapatoria de lo que
nos tiene tensos, pues aparte de conseguir relajarnos y hasta entretenernos,
bien puede ser (y seguro les ha pasado como a mí), que en medio de la lectura
tengamos una epifanía y con ello encontremos la respuesta que nos permita
solucionar aquello que nos tiene mal; puede ser también que simplemente lo que
leemos nos haga reflexionar, nos permita hacer un examen de conciencia o para
ser más claro, en medio de la lectura nos encontremos con alguna clave que haga
que nos iluminemos y ese conocimiento vaya en beneficio de nosotros mismos. Particularmente en mi caso siempre he dicho leo
para divertirme y no me da asco ello, puesto que además soy un
ferviente defensor de la concepción del arte por el arte, ya que para mí y para
muchos la única justificación de éste es la belleza misma que produce su
contemplación; ahora bien, si esa obra de arte le permite a quien la disfruta
sacar algún otro provecho que vaya más allá del simple acto del gozo estético,
bien por uno y por el artista, quien también ha logrado con su trabajo plasmar
sus ideas y propósitos a tal punto de impactar en el corazón de sus
destinatarios. Por todas estas razones,
una buena lectura siempre será uno de los mejores remedios para el alma.
Es
entonces cuando por fin me permito llegar al nombre que le he dado a este
“ensayo”. Si el acto de leer es algo que
implica que uno lea y lea apenas tenga tiempo, entonces encontrar un buen lugar
para hacerlo a gusto y sin interrupciones es lo ideal para ello (como cuando lo
hacemos en la comodidad de nuestra cama, el sillón favorito que tenemos o en el
pleno locus amoenus de un refrescante parque, sobre el pastito del
campo o mientras disfrutamos de la brisa marina en la playa). No obstante cualquiera de estos lugares puede
significar que alguien puede llegar a nuestro lado para interrumpirnos y sacarnos
de la forma más “violenta” del viaje interior que realizamos, gracias a ese
autor que ya nos lleva un buen rato seduciéndonos con sus palabras. Por esta misma
razón es que veces nos “fugamos” hacia cualquier sitio para que nadie nos
moleste y podamos dedicarnos al ocio de la lectura a nuestra anchas; sin
embargo siempre habrá uno que otro elemento que pueda ser distractor durante
nuestro periplo lector.
Los
reyes y monarcas de la antigüedad, de los mitos y de los relatos maravillosos
de la fantasía épica contaban con sus tronos para desde su lugar en ellos,
controlar todo lo que estaba bajo su poder y así ordenar a su gusto el mundo
que dependía de ellos (y con sus espaldas y traseros bien descansados en medio
de los muchas veces púrpuras almohadones reales) . Hoy en día quedan unos cuantos reyes, pero ya
no son como los de estos mundos de antaño y los dignatarios de la actualidad
son una pálida sombra de estos, ni siquiera los más poderosos, ni los más
autoritarios, como los dictadores que quedan por ahí y que piensan que desde su
lugar pueden hacer y deshacer a su antojo.
Puede ser que nosotros, simples mortales que a lo más tenemos poder
sobre nuestras vidas (y eso hasta cierto punto no más), no seamos ni reyes, ni príncipes,
sin embargo si contamos con un “trono” para sentirnos dueños de lo que tenemos
a mano y allí depositar nuestra humanidad y por un rato (la extensión del
tiempo aquí dependerá de cada uno según sea su necesidad y/o disposición)
refocilarse en el simple, pero gratificante acto de estar a solas con uno mismo
y su conciencia sentados en la taza del baño.
Entonces es que sentado en el water (como nos gusta llamarle
“cariñosamente” a los chilenos) uno se deja llevar y ante nuestra naturaleza
que nos hace buscar un lugar aislado para hacer aquello que nadie más puede
hacer por nosotros, nos permitimos dedicarnos a una que otra actividad
complementaria: hablar por celular,
cortarse las uñas, completar un puzzle, sodoku u otro juego similar, llevarnos
el gameboy (o la consola minúscula que hoy en día esté de moda), incluso
escribir a la par que disfrutamos del acto original que nos ha hecho cerrar la
puerta del baño o sólo retirarnos a la reflexión pura como filósofos de
ocasión; no obstante el baño es quizás el mejor lugar y momento para llevarse
consigo aquella lectura interrumpida por nuestra obligaciones, puesto que sólo
ahí sabemos que nadie querrá acompañarnos y gracias a ello
se podrá estar en paz consigo mismo (bueno, no falta quién insiste en llamarnos
desde fuera o golpea la puerta con insistencia, sin embargo, como somos dueños
absolutos entonces del cubículo, basta con hacerse el tonto y no abrirle la
puerta a nadie).
Sentados en el baño podemos pasarnos todo el rato del que dispongamos
para la tarea de la lectura; el mismo cuerpo se dispone a acompañar con el
placer físico, el placer de corte más intelectual y sublime que significa
ahondar en el libro que tenemos en nuestras manos, la revista, el cómic o
simplemente el diario que llevamos con nosotros cuando cerramos el pestillo y
nos sentamos en nuestro trono amigo.
Para muchos este simple, pero significativo acto es todo un rito: hay
quienes como yo al borde de terminar un libro decidimos hacerlo en los “sacros
aposentos” de la higiene personal, de modo que en conjunto con el final del
proceso orgánico respectivo, también decimos adiós a ese texto que nos acompañó
con toda su dignidad… ¡Y entonces salimos del lugar con la convicción de que se
ha cumplido con otra etapa y que nos espera una nueva aventura con un libro
más, el que de seguro también será gozado en la incomunicación de nuestro lugar
preferido! Por esta misma razón es que a
la par que muchas veces se terminan lecturas en el baño, por igual se comienzan
muchas, ya que no hay cómo este sitio para poder estar concentrados en tan
grata labor.
Así
es como la lectura de baño es para cada uno de los amantes de las letras, la
mejor excusa y medio para dedicarnos a este placer sin tener que darles cuentas
a nadie por lo que hacemos. Por esta
razón esta relación baño-lectura bien que se merece ser reconocida como una de
las mejores excusas para sentirse a gusto solitariamente. Mi comadrita Ledda me contó que mi ahijado
Sebita un día salió llorando de este sitio y ella preocupada le preguntó qué le
pasaba “Es que adentro me acabo de terminar de leer La Tregua” (de Mario
Benedetti) le contestó. Pues este hecho
me demuestra como pocos que tan excelso acto es una verdadera regla de la vida,
puesto que pareciera que la lectura solo podría completarse y apreciarse como
tal si el lector bien tiene dónde realizar a sus anchas tal acción.
Uno
bien puede tener sus hábitos en el arte de leer en el baño y ello bien es
plausible o como mínimo digno de consideración.
Mi querido amigo Marcelo López vez que me visita y pasa al baño para
“perderse” un buen rato, acostumbra
sacar un libro o cómic de mi colección (si bien siempre anda con su propia
lectura a mano) para echarle un vistazo y en una de esas si engancha, más
adelante hacer una verdadera revisión de ello (yo mismo hago esto cuando estoy
en casa de otros lectores y bien que me resulta provechosa esta “investigación
previa” de cuáles podrían ser mis próximas adquisiciones). En cambio gente como mis amigos Jorge Canales
y Pabla Ibaceta, mantienen en sus respectivos toilettes uno que otro libro para
sólo allí disfrutarlo, de modo que con mayor razón el rito de la lectura de
baño se hace más apreciado ante estos encuentros literarios en los que lector
y libro sólo se hayan juntos en dicho lugar.
Nadie
más que quienes hemos logrado enganchar con el mundo de la literatura
especialmente, podemos saber lo que en realidad significa disfrutar de un buen
libro (o cómic) y es por eso que siempre se agradecerá de poder dedicarse a
ello apenas se pueda. Si no se ha
llegado a descubrir lo maravilloso que es esta experiencia de lectura y de
literatura respectivamente, es imposible lograr transmitir tan loable
sensación. Uno puede explayarse de la
forma más racional o poética posible, dando los mejores argumentos para lograr
cautivar al otro ensalzando el noble arte de la literatura, pero a la larga es
cada uno quien debe tener por si mismo la experiencia de ser seducido por ello;
luego entonces, quizás, entender a cabalidad lo que decimos y compartir recién
la dicha de un buen libro en nuestra disposición. Incluso en mis más de diez años enseñando
literatura, sólo puedo motivar a mis alumnos a acercarse por su cuenta a la
lectura, puesto que aquí que yo (y otros profesores) sólo puedo crear el
interés y nada más, pues el que debe tomar la decisión y envalentonarse es el
posible nuevo lector (uno no más les abre una nueva puerta en su camino, pero
si nadie entra por ella, ésta no ha cumplido con su propósito). Es como a algunos les pasa, por ejemplo, con
el fútbol (entre los que me incluyo): no puedo llegar a dimensionar, ni
comprender su poder obnubilador si nunca ha conseguido seducirme; de este modo
si la lectura no logra entrar en tu corazón y remecer con ello tu propio
intelecto, nunca sabrás lo que significa ser feliz al apreciar la creación
literaria. Tal como ayer les comentaba
en su casa a uno de mis “matrimonios favoritos”, Vale y Nelson, y al resto de
los presentes, deporte y arte son dimensiones completamente diferentes, no
obstante no voy a negar que quienes se recrean con ellos sólo pueden hacerlo
porque poseen una historia personal y significativa con estas manifestaciones
de nuestra humanidad.
Teniendo en cuenta las palabras de arriba, quiero terminar este texto
que me parece ya se ha extendido más de la cuenta y espero no se haya hecho
tedioso, como que también ojalá se comprenda su sentido; puesto que con lo que
digo al final del párrafo anterior y a manera de colofón, quisiera contarles
una anécdota que me pasó tan sólo este viernes cuando venía de hacer clases en
una empresa. Obviamente lo que les voy a
contar tiene relación con la reflexión de más arriba:
Con
el objetivo de tomar locomoción para venirme a mi casa y por fin
descansar, iba todo radiante aún sin
salir del lugar al que había ido, cuando un tipo muy alegre con esa típica
chispa picaresca que nos caracteriza a nuestro pueblo me para y toca el libro
que llevaba en una de mis manos (El Temor de un Hombre Sabio de
Patrick Rotfuus, inmenso volumen de más de mil páginas que gracias a la Niña Mary
y a Ipo disfruto ahora).
-
¡Shist….! ¿Acaso te están castigando?- Me dijo, con evidente admiración por el
tamaño del tomo.
-
Pues para nada.
- ¿Y
de qué se trata?
-
Pues de un mago y todo lo que le pasa en su vida.
-
¡Ahhhhh!-
Era
evidente que estaba frente a alguien que no era un lector y para quien el sólo
hecho de pensar en leer algo así, era una tortura; a diferencia de gente como
nosotros, para quienes resulta ser una de las más grandes maravillas de nuestra
existencia.
No le
dije nada más, mi interlocutor tampoco dijo otra cosa, pero me habría gustado
despedirme diciéndole lo siguiente:
- Un
libro nunca es un castigo, al contrario, siempre es la mejor oportunidad para
que uno crezca como individuo y llegue a ser mejor persona de lo que era hasta
antes de tenerlo consigo.- ¿Cursi tal vez? Puede ser, mas es lo que pienso al
respecto de todo corazón.
Si
bien no volvimos a hablarnos, si me fui con una sonrisa dibujada ante la
ocurrencia del tipo que, lástima, quizás nunca sabrá lo que se estaba
perdiendo.
Buen ensayo Elwin, es interesante darse cuenta que no solo uno hace ese tipo de cosas para aprovechar el tiempo o estar más tranquilo, por mi parte si no es un libro es mi consola portatil donde juego "novelas visuales" o RPGs que tambien disponen de muchos textos e historia. Respecto a tu anécdota es muy común que muchas personas vean a uno leyendo un libro y piensen que es una lata o es de ñoños, PERO ellos son quienes están atrapados en este mundo tan latoso en vez de recorrer mundos maravillosos e historias que dejan marcas en tu alma.
ResponderEliminarProfee Se Las Mando Muy bueno El Bloog Felicitacionees Generalmente no Leeo Mucho Pero Me Senti Identificado con Este ''Articulo'' Esta conducta Que 'Herede De Mi Padre' (jaja) Creo que Me Ayudo Mucho a Apreciar La Lectura Recuerdo Cuando Empezer a Leer Lo Que Fomento Esto Fue o Fueron Los Comic's De Condorito Recuerdo Cuando Estaba En Cuarto Basico Leei Las Cronicas De Narnia Un Libro De Un Poco Mas De 250 paginas Realmante Fui el Unico que Lo Lei Por que Mis compañeros No se Interezaron Mucho Que digamos a Costumbrados a Leeer Libro de Unas 75 Paginas Siempre Me a Gustado Leer Por Eso No Me tome Mas de 1o Minutos En Leer Su articulo Pero En Conclusion creo que Hay Un Tipo De Conductas Con Las Cuales se Puede fomentar Mucho Mas La Lectura Que en Estos dias Seria Muy Bueno ( Maximiliano Alejandro Torres Alumnno Del Primero Medio F) Felicitaciones Profe
ResponderEliminarMuchas gracias, Maximiliano por darte el tiempo de entrar a mi blog y además dejar comentario(mira que amigos de años apenas lo hacen). Sé que has logrado disfrutar de la lectura y eso me hace feliz y ojalá ello vaya aumentando que independientemente de lo que leas en el cole, eres libre de leer lo que quieras. Por cierto, Luciano, el amigo que escribió arriba fue mi alumno. Elwin.
ResponderEliminarsi si muy bueno el blog pero son todos suyos? o solo algunos?
ResponderEliminarTodos los textos publicados acá son 100% míos, pues además no soy partidario de subir trabajos ajenos.
ResponderEliminara Buenisimo Debe Dedicar Mucho Tiempo a Esto Po que no son Para Nada Cortos si Asta a Mi Me Dieron Ganas De Crear Un Blog jaja
ResponderEliminarRespecto a tu último comentario, Maximiliano, sí dedico por lo general días a la escritura de cada texto y luego lo reviso tres veces para corregirlo y mejorarlo dentro de lo posible (si bien se me escapan algunas veces uno que otro detalle). Por cierto, parece te hiciste una cuenta en Gmail ¿No?
ResponderEliminarsi si enserio me intereso demaciado el tema muy bueno el blog
ResponderEliminar
ResponderEliminarEl artìculo,como siempre, un imperdible.Coincido contigo en que libros como "El nombre del viento" debieran ser dos veces su volumen, pero otros son una verdadera tortura.
P D :Espero que la polola de Seba no sea lectora del Blog.
Vale
Amigo y Compadre...por fin he leído tu artículo y además de disfrutarlo a estas horas de la noche, me siento identificada con muchas de tus reflexiones, de las cuales he sido testigo. Agradecida de la mención y la de mi hijo.
ResponderEliminarLa lectura es un privilegio, un placer y un deber (aunque en estos tiempos para mí ha sido menos intensa que en otros) y que como educadores debemos fomentar...
Muy interesante, muy bien escrito, un tanto extenso solamente. Es un tema del que no se habla ni comenta mucho, aun cuando he visto baños con varias revistas o páginas pegadas en la pared para que la gente pueda leerlas. Elwincito, continue nomás y busque otro tema tan interesante como este. Un abrazo.
ResponderEliminarEl solo hecho de leer es algo genial, independiente de lo que leamos, al menos para mi, aunque debo confesar que no me gustaba leer hasta hace unos años atras, mucho menos libros, fue mi novia la que me metio en la lectura como un hobby, y de ahí tambien fui metiendome en los comics, hasta ahora, hace un par de años empece a ir a una libreria y compraba el primer libro que ppillaba, o sea una cosa super al azar, y lo encontraba divertido, puesto que lo que leia era nuevo y sin embargo me quedaba en la cabeza.
ResponderEliminarY en cuanto a la lectura en el baño, personalmente lo encuentro relajante y a la vez tranquilo, estoy leyendo lo que mas me gusta mientras nadie te interrumpe.
Atte. Fabian Ibarra
Me interesaba, Fabián, que tú, gran lector, leyeras este texto para ver qué te parecía. Lo que cuentas sobre tu polola, que te haya motivado a la lectura, habla muy bien de ella (pues demuestra la positiva influencia que tiene en tu vida).
ResponderEliminarProfe muy buen texto como siempre XD ems.. es interesante darse cuenta que no solo uno hace ese tipo de cosas para aprovechar el tiempo del que se dispone y no gastarlo en puras tonteras...
ResponderEliminarMe alegra mucho haber compartido contigo este texto tan querido para mí contigo, que eres uno de los mejores y más estimados alumnos que he tenido.
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