I- Introducción:
Desde sus inicios, en la antigua Grecia, el
teatro occidental presentó un fuerte carácter popular al reflejar en sus
historias las preocupaciones e intereses del pueblo (con sus grandezas y
bajezas), siendo a su vez un fiel reflejo de la idiosincrasia de éste; ello
gracias a sus particulares personajes y conflictos dramáticos desarrollados en
sus argumentos. No obstante fue gracias
a la introducción de la comedia, con su humor paródico y escatológico, que su
carácter representativo de la cultura a la que pertenecía su autor, se
desarrolló en mejor medida; esto a su vez gracias a la creación de personajes graciosos
y carismáticos, claros ejemplos de los arquetipos propios de la cultura de su
autor.
Lo anterior es posible evidenciarlo a través de los siglos entre
numerosos autores en diferentes zonas del planeta, desde ejemplos tan clásicos
como los de Shakespeare, Cervantes y Moliere.
Posteriormente la literatura contemporánea mundial no se ha alejado de
estos principios del teatro, como muestrario de la identidad nacional de los
pueblos que retratan con sus obras.
Es en este sentido, que el teatro chileno, en especial a partir de la
segunda mitad del siglo XX, se ha constituido en uno de los mejores y más
atractivos medios para ilustrar la sociedad chilena, gracias a tanta obra en la
cual muchas veces los autores nos representan si bien con un realismo bastante
acertado (la mayor parte de las veces), en trabajos llenos de humor y con un
gran amor hacia lo que significa lo nuestro; luego, por extensión, estas obras
simbolizan a la especie humana globalizada por presentar temas y caracteres propios
de toda la humanidad (la búsqueda de la felicidad, la discriminación, el papel
de la religión en la sociedad, la necesidad del amor en el corazón humano, etc).
Considerando lo expuesto arriba, es que este pequeño trabajo pretende
demostrar con dos obras clásicas chilenas, cómo el tema de la identidad
nacional, la llamada “chilenidad”, es representada a través de su trama y
personajes. Por otro lado también se
pondrán de manifiesto otras ideas y nociones abordadas en dichas obras, las que
por supuesto les otorgan una dimensión más completa a la hora de pasar del mero
sentido localista (o sea, algo solo para el público chileno), a una literatura
y un teatro de sentido más universal.
Las obras escogidas para este sencillo análisis son Ánimas de Día Claro de
Alejandro Sieveking y Mama Rosa de Fernando Debesa. Ambas están consideradas entre los mejores
exponentes del teatro chileno, siendo además sus autores poseedores de una
connotada carrera artística, ganadores de múltiples premios y reconocidos
incluso a nivel internacional (en especial Sieveking); por otro lado tanto la
una como la otra, ha sido llevado a las tablas con importantes actores y
elencos, a tal punto que su puesta en escena siempre ha sido exitosa y ha hecho
honor a los textos originales. Por
último estos dos títulos son lectura recomendada por el Ministerio de Educación
de Chile, debido a sus numerosas virtudes, que a continuación serán abordadas
en sus respectivos capítulos.
II- La idealización del campo chileno y el sentido de lo mágico patrio.
Estrenada el 25 de mayo de 1962, Ánimas
de Día Claro de Alejandro Sieveking es una comedia de solo dos actos,
con elementos maravillosos, un lenguaje de carácter popular campesino (sus
personajes son analfabetos prácticamente y por ello hablan un español
particular, si bien no deja de entenderse con claridad) y con claros rasgos
poéticos en los diálogos pese al singular léxico de sus protagonistas; es así
como entre medio de la abundante risa que pueden llegar a provocar las
ocurrencias de sus simpáticos personajes (unas veces propias del candor rural y
otras más de la propia “picardía” del doble sentido criollo), no faltan
momentos en los cuales el lector/espectador pueda llegar a emocionarse.
Es la historia de 5 hermanas, las González, quienes llevan décadas
muertas y “atrapadas” en su casa en la entonces agraria zona de Talagante, de
Santiago. Todas ellas han fallecido sin
haber cumplido su sueño más deseado, siendo que en algunos casos, no tienen
idea de qué es lo que en realidad anhelaban tanto como para no poder abandonar
la Tierra. Un día llega hasta la
supuesta casa deshabitada, un joven llamado Eulogio, quien desea comprar el
terreno para tener allí su propio hogar; el muchacho, un hombre de buen corazón
e inocente como pocos, pese a las advertencias de sus primos, no cree que las
mujeres a las que encuentra en el lugar sean “ánimas”; es así como con la menor
de ellas, en solo dos días, llega a entablar un romance que para las González
cambiará favorablemente su destino.
Lo folclórico y lo propio de la tradición del llamado “huaso chileno”
(el campesino de Chile) se presenta en los prototipos de los personajes,
quienes se dedican en el caso de las González, a la artesanía, hacen uso de los
cantos populares y de una serie de elementos tradicionales como sus creencias
religiosas mezcladas con las de origen pagano-indígena (entre ellas la creencia
en las llamadas “ánimas”, almas en pena para otras culturas), también
culinarias (el licor de la mistela), entre otros. El nombre de los personajes, en especial el
de las 5 hermanas, Floridema, Zelmira, Orfilia, Luzmira y Bertina, tan
característico del campo chileno, es otro elemento que hace de esta obra un
reflejo de ese mundo que quizás aún sigue formando parte de la identidad
nacional, pero que a medida que la globalización se va extendiendo con el
desarrollo de la ciudad, muchos chilenos (en especial los de las grandes
metrópolis) solo podemos conocer gracias a las historias que nos quedan de
ello.
Puede llamar la atención la fácil aceptación de los personajes de la
existencia de un mundo sobrenatural, que se encuentra tan cercano al nuestro,
si bien se presenta el típico miedo ante lo desconocido. No obstante en la obra las “ánimas” son entes
benignos, que se aparecen “de día claro”, o sea, su intención no es asustar, si
no que simplemente continúan con su no-existencia sin desearle mal a nadie y a
la espera de que logren cumplir con su objetivo para hacer el último viaje de
sus vidas (en la medida que cada una de las González logra su propósito, esto se
traduce en un periplo en sí y el cual realizan con verdadera alegría). Es así como este uso del elemento
maravilloso, refleja bien ese espíritu tan latinoamericano y de las culturas
tradicionales a lo largo del mundo, de creer con firmeza en lo sobrenatural.
Otro punto fuerte de esta obra, resulta ser el de la inclusión del
romance entre los dos personajes principales, o sea en términos dramáticos, los
protagónicos de Bertina y Eulogio, quienes como en la clásica tragedia de
Shakespeare de Romeo y Julieta, pertenecen a mundos opuestos (el de los
muertos y el de los vivos) y ello les impide estar juntos como bien quisieran;
no obstante como estamos frente a una comedia que pretende encantar y no
sobrecoger al público, pese a la doble naturaleza de los enamorados, la
imposibilidad de concretar algo se transforma en una dulce promesa de estar
juntos en el Más Allá (por ende hay esperanza, alegría y no desdicha).
A su vez el personaje de Eulogio se viene a convertir en la obra, en el
verdadero Príncipe Azul al que hace referencia Bertina casi al final de la
obra; puesto que tal como el simbólico príncipe de tantos cuentos de hadas, no
solo es el hombre esperado que salva a la doncella cautiva, si no que su
presencia también se traduce en la redención del resto de las hermanas González
y a las cuales en cada caso sin pretenderlo ayuda a cumplir su deseo
postergado.
Por último, Ánimas de Día Claro presenta además la idea de que nunca faltan
ocasiones para ser felices y que todo depende de cada uno, quien es el
constructor de su propia dicha; por ende, también existen las nuevas
oportunidades para lograr la realización personal, ya sea a través del amor,
como también en los pequeños detalles que (como en el caso de la mayoría de las
hermanas González) hacen de la existencia (o la no-existencia) algo que bien
merece la pena.
Y ahora sí, para terminar este capítulo dedicado a tan recomendable
título, una cita textual donde se presentan varios de los puntos arriba
abordados (lenguaje popular, romance, elemento maravilloso y mensaje
esperanzador):
“Bertina: - No… Es como el
cuento, tiene que cruzar too el bosque espinoso pa llegar onde la Urmiente.
Ella va estar esperándolo…Y, además…,el bosque espinoso un es tan
terrible…¿Sabe lo que hizo el príncipe?...Na. Se metió pa entro no más, sin
miedo…La vía es güena, si uno quiere, la vía es güena…Los jardínes se pueen
plantar de nuevo, y las casa se pueen golver a pintar. Pero el verdadero, el
verdadero amor, ese es uno solo…Yo no tengo mieo por usté, Eulogio. Entro di´ochenta años, usté va a golver aquí con su
mismo amor de ahora, porque es así… El amor no se gasta…La cabeza, los dedos se
pueen gastar; pero el maor, el verdadero amor, ese no. Por eso, no llore, pues.
Hemos lagrimeao ´e lo lindo hoy día . No hace falta que llueva…, tenimos regao
too el jardín…Y ahora se va a ir contento, con el corazón hichao como una
casa…se va a costar y va a soñar conmigo. Y mañana… como el príncipe, se va a
meter pa´l bosque, sin mieo…Y cuando se le clave una espina, ¡hágase el leso!
Se salen solas…La Urmienta va ´star
despierta con el corazón hinchao como una casa…,de gusto…, de gusto…Hasta
entonces, y güena cosecha… (Se levantan). Acuérdese de los damascos”.
III- El Matriarcado como sistema social vigente.
Mama Rosa data de 1957 y es la historia de Rosenda, una tímida e inocente
adolescente en un principio, que es traída desde el campo por su tía a trabajar
como empleada en la aristocrática casa de los Solar Echeverría. Su nuevo hogar está bajo el control de Misia
Manuela, viuda que vela por sus hijos y el legado de su familia con la mayor
rectitud posible. El rol que debe
cumplir en esta familia Rosenda, quien luego será llamada como Rosa y
posteriormente Mama Rosa, es la de cuidar a las dos hijas de Misia Manuela,
siendo que con la menor de ellas, Leonor, llega a entablar una verdadera
amistad; con el paso del tiempo la Mama Rosa se dedica a cuidar a los nietos de
Misia Manuela. En el intertanto la Rosa
llega a tener una relación de amorío platónico, secreta y culpable con Javier,
el devoto hijo de su jefa; por otro lado, la relación entre Mama Rosa y Misia
Manuela llega a sobrepasar la codependencia, puesto que la Rosa se convierte a
su manera en un miembro más de la familia.
La obra comienza a desarrollarse a principios del siglo XX, hasta llegar
a los primeros años de la década del cincuenta, convirtiéndose en un medio para
representar a través de la evolución de una familia y de sus personajes, medio
siglo de la historia chilena. Es así
como a lo largo de este drama el autor va ilustrando los cambios sociales de
Chile, desde el poderío de las casas de recio abolengo y tradicionalistas,
hasta la inclusión de los vientos de cambio que implicarán la aparición del
feminismo y la interacción entre distintas clases sociales (o sea, la aparición
de la emergente clase media).
Esta pieza teatral está llena de un chispeante humor, el que corre en
manos de la carismática Mama Rosa, quien a medida que va madurando descubre en
ella el deseo de emancipación, así como la misma Leonorcita, haciendo pasar
unas cuantas rabias a Misia Manuela aun cuando ambas se quieren bastante. Al estar frente a un drama (o tragicomedia),
no faltan en ella algunos momentos de gran solemnidad, los que apuntan a la
soledad de sus personajes, así como a la presencia del dolor en sus vidas.
Como en Ánimas de Día Claro, lo popular corre a cargo de los personajes
de procedencia humilde (venidos del campo), lo que bien se ve en sus nombres
típicos: Rosenda, Liduvina y Macario, así como en su comportamiento.
Si bien en Mama Rosa aparecen unos cuantos personajes masculinos, estos
son meros comparsas para las féminas, en quienes se deposita toda la
importancia como las verdaderas gestoras de todos los grandes sucesos de la
obra. A su vez cada uno de los
conflictos dramáticos de este drama, tienen que ver con su desenvolvimiento
primero como individuos únicos y luego como participantes de la historia
nacional proyectada a través de sí mismas; por otro lado, cada una de las
mujeres de la pieza teatral, representa un arquetipo de persona/mujer, siendo
quienes con su actuar se convierten en los verdaderos pilares de la familia Solar Echeverría:
Así Misia Manuela como jefa de hogar resulta ser la matriarca
inequívoca, de modo que si su familia llegó a estar en su punto más álgido
económicamente, fue mientras la salud la acompañó.
Inmediatamente después de la cabeza de la familia, se encuentra la
humilde Rosa, quien se ha hecho cargo de dos generaciones de niños, entregando
su vida para ello. Es con la figura de las
“mamas” (luego llamadas “nanas”), que el autor le hace su homenaje a una
verdadera institución del Chile pasado y presente; mujeres que viven ”puertas
adentro” y velan por la formación de chilenos de todas las épocas, heroicas
madres postizas que realizan su labor yendo más allá de los deberes que
presuponen los contratos de trabajo actuales (de hecho, las mamas como Rosa
trabajan por mutuo acuerdo de palabra, sin que hayan papeles de por medio).
Luego nos encontramos con Leonorcita, la mujer frágil y apocada, quien
se enfrenta a la rigidez de las convenciones sociales; luego con el paso del
tiempo encontrará cierta paz, una vez que asuma el precio de la libertad.
Por último está Margarita, una mujer frívola y preocupada solo de
pasarlo bien; no obstante es ella la primera que trae a su tradicional familia
las ideas revolucionarias que harán que la Edad de Oro de la familia acabe
(como símbolo del Chile aristocrático) y se pase a una sociedad más cercana a
los nuevos vientos que comienzan a respirarse.
Para terminar una cita textual de esta memorable obra, con la que se
desea ejemplificar su humor y especial sabor popular:
“ROSA (Animosa):— Qigame, Lionorcita, pa' qul aprienda. Yo le voy a
contar la historia de mi amiga, que se llama Josefa Caldera y vivía en
Valparaíso. Pa’que vea usté que con mafia, se disimula cualquier cosita.
LEONOR (Débilmente):— No se disimula nada. ¡Yo voy a ser desgraciada...!
ROSA:— Fijese que como la Josefa tenía una caéra salía de un lao, cuando
andaba, se le notaba. Pa’ colmo, la pobre se enamoró del teniente Orellana, que
era un marino muy estimado de las güenasmozas del puerto. La pobre Josefa le
ponía ojos, y too era inútil. (Pausa). ¿Mi oye, m’hijita?
LEONOR (Desganada):— ¿Y era fea la Josefa?
RosA:— Ni fea ni güenamoza; muy flaca, unos ojos grandazos. (Breve
pausa). En esto la Josefa supo que al teniente no le gustaban ná las flacas y
que andaba etrás e las hermanas Valdebenito, conocías por lo pechugonas. ¿Usté
cree que la Josefa se acoquinó? Ná d’eso, m’hijita. Era una mujer atrevía y
quiso peliarla. (LEONOR se yergue interesada). Apenas partió el teniente pá’
Antofagasta, la Josefa se puso a comer: harto pan con mantequilla al desayuno;
urpo con leche a las diez, porotos y puchero toos los días al almuerzo; y en la
noche, aunque no tuviera ganas, una sop’e cordero capaz de resucitar a un
muerto.
LEONOR (Distraída):— ¿Y para qué comía tanto?
ROSA (Molesta porque no la ha escuchado):— Pá echar carnes, pus
Lionorcita, no ve qui a él le gustaba la pechuga levantá... Así, al poco
tiempo, la Josefa engordó qu’era un gusto. Y cuando llegó el teniente Orellana,
la Josefa tenía el escote más lleno que las dos Valdebenito juntas.
(LEONOR se anima).
LEONOR:— ¿Y se casaron?
ROSA:— Claro que se casaron, y ligerito. Cuando él la vio bien
apertrechá, no aguantó mucho tiempo y la cosa s’hizo. (Breve pausa). Claro que
al pobre no li habrá gustao ná cuando le encontró la caera salía. (Plancha.
Rosa reacciona con rapidez) Aunque mucho no le debe di aber importao, porque a
los nueve meses justos le nació un chiquillo. (LEONOR se levanta)”.
IV- Conclusiones.
Tras lo abordado arriba, se puede apreciar que las dos obras analizadas
en este texto resultan ser no sólo algunos de los mejores exponentes del teatro
chileno, si no que además se constituyen en un muestrario de la imaginería
nacional; a su vez muestran tanto en el desarrollo de sus argumentos,
personajes caracterizados y temáticas, lo que viene a ser la llamada
“chilenidad”, o sea, en qué consiste ser chileno. En este último sentido, resalta el humor
chispeante con el que los personajes de carácter popular representados en
ambas, demuestra cómo el chileno medio acostumbra, como dice la expresión “estar
con la picardía siempre adelante” (expresión misma poseedora del doble sentido,
o sea, de un matiz sexual, tan presentes en el lenguaje coloquial y las bromas
criollas). Por otro lado, se puede
identificar en ellas la fuerte raigambre religiosa católica patria, elemento
tan caro a gran parte de la población chilena y que permea desde la época de la
Colonia el arte y las costumbres nacionales.
Demás esta decir que resulta ser muy recomendable la lectura de estos
textos dramáticos y más aún aprovechar la oportunidad de verlas representadas,
puesto que el teatro solo se logra apreciar en su magnitud cuando su fin
principal, la escenificación, es llevado a cabo.
Preparando una de mis clases sobre teatro chileno, me encontré con tu artículo...Muy interesante como siempre leerte...Abrazos a la distancia!
ResponderEliminar¡Qué sorpresa! Espero te haya servido este humilde aporte mío a la Inter-Nerd.
EliminarBueno el artículo, me fue de mucha utilidad.
ResponderEliminarMe alegra que este texto escrito hace tanto tiempo, pero con muchas ganas te haya sido grato. Estás invitada a pasarte por acá cuando quieras.
EliminarElwin!!! buscando sobre ánimas de día claro me encontré con tu blog, asi que aproveché de leer el artículo, que es muy completo.Aprovecho de darte un abrazo por tu cumple. Besos
ResponderEliminarVale
Qué bueno que te haya sido de utilidad este texto y el cual escribí con tanto cariño hace tiempo. Gracias por el saludo cumpleañero.
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