lunes, 17 de junio de 2013

La Chilenidad y otras temas en dos obras de teatro clásicas nacionales.


I- Introducción:

     Desde sus inicios, en la antigua Grecia, el teatro occidental presentó un fuerte carácter popular al reflejar en sus historias las preocupaciones e intereses del pueblo (con sus grandezas y bajezas), siendo a su vez un fiel reflejo de la idiosincrasia de éste; ello gracias a sus particulares personajes y conflictos dramáticos desarrollados en sus argumentos.   No obstante fue gracias a la introducción de la comedia, con su humor paródico y escatológico, que su carácter representativo de la cultura a la que pertenecía su autor, se desarrolló en mejor medida; esto a su vez gracias a la creación de personajes graciosos y carismáticos, claros ejemplos de los arquetipos propios de la cultura de su autor.
     Lo anterior es posible evidenciarlo a través de los siglos entre numerosos autores en diferentes zonas del planeta, desde ejemplos tan clásicos como los de Shakespeare, Cervantes y Moliere.  Posteriormente la literatura contemporánea mundial no se ha alejado de estos principios del teatro, como muestrario de la identidad nacional de los pueblos que retratan con sus obras.
     Es en este sentido, que el teatro chileno, en especial a partir de la segunda mitad del siglo XX, se ha constituido en uno de los mejores y más atractivos medios para ilustrar la sociedad chilena, gracias a tanta obra en la cual muchas veces los autores nos representan si bien con un realismo bastante acertado (la mayor parte de las veces), en trabajos llenos de humor y con un gran amor hacia lo que significa lo nuestro; luego, por extensión, estas obras simbolizan a la especie humana globalizada por presentar temas y caracteres propios de toda la humanidad (la búsqueda de la felicidad, la discriminación, el papel de la religión en la sociedad, la necesidad del amor en el corazón humano, etc).
     Considerando lo expuesto arriba, es que este pequeño trabajo pretende demostrar con dos obras clásicas chilenas, cómo el tema de la identidad nacional, la llamada “chilenidad”, es representada a través de su trama y personajes.  Por otro lado también se pondrán de manifiesto otras ideas y nociones abordadas en dichas obras, las que por supuesto les otorgan una dimensión más completa a la hora de pasar del mero sentido localista (o sea, algo solo para el público chileno), a una literatura y un teatro de sentido más universal. 
     Las obras escogidas para este sencillo análisis son Ánimas de Día Claro de Alejandro Sieveking y Mama Rosa de Fernando Debesa.   Ambas están consideradas entre los mejores exponentes del teatro chileno, siendo además sus autores poseedores de una connotada carrera artística, ganadores de múltiples premios y reconocidos incluso a nivel internacional (en especial Sieveking); por otro lado tanto la una como la otra, ha sido llevado a las tablas con importantes actores y elencos, a tal punto que su puesta en escena siempre ha sido exitosa y ha hecho honor a los textos originales.  Por último estos dos títulos son lectura recomendada por el Ministerio de Educación de Chile, debido a sus numerosas virtudes, que a continuación serán abordadas en sus respectivos capítulos.

II- La idealización del campo chileno y el sentido de lo mágico patrio.


     Estrenada el 25 de mayo de 1962, Ánimas de Día Claro de Alejandro Sieveking es una comedia de solo dos actos, con elementos maravillosos, un lenguaje de carácter popular campesino (sus personajes son analfabetos prácticamente y por ello hablan un español particular, si bien no deja de entenderse con claridad) y con claros rasgos poéticos en los diálogos pese al singular léxico de sus protagonistas; es así como entre medio de la abundante risa que pueden llegar a provocar las ocurrencias de sus simpáticos personajes (unas veces propias del candor rural y otras más de la propia “picardía” del doble sentido criollo), no faltan momentos en los cuales el lector/espectador pueda llegar a emocionarse.
    Es la historia de 5 hermanas, las González, quienes llevan décadas muertas y “atrapadas” en su casa en la entonces agraria zona de Talagante, de Santiago.   Todas ellas han fallecido sin haber cumplido su sueño más deseado, siendo que en algunos casos, no tienen idea de qué es lo que en realidad anhelaban tanto como para no poder abandonar la Tierra.  Un día llega hasta la supuesta casa deshabitada, un joven llamado Eulogio, quien desea comprar el terreno para tener allí su propio hogar; el muchacho, un hombre de buen corazón e inocente como pocos, pese a las advertencias de sus primos, no cree que las mujeres a las que encuentra en el lugar sean “ánimas”; es así como con la menor de ellas, en solo dos días, llega a entablar un romance que para las González cambiará favorablemente su destino.
    Lo folclórico y lo propio de la tradición del llamado “huaso chileno” (el campesino de Chile) se presenta en los prototipos de los personajes, quienes se dedican en el caso de las González, a la artesanía, hacen uso de los cantos populares y de una serie de elementos tradicionales como sus creencias religiosas mezcladas con las de origen pagano-indígena (entre ellas la creencia en las llamadas “ánimas”, almas en pena para otras culturas), también culinarias (el licor de la mistela), entre otros.  El nombre de los personajes, en especial el de las 5 hermanas, Floridema, Zelmira, Orfilia, Luzmira y Bertina, tan característico del campo chileno, es otro elemento que hace de esta obra un reflejo de ese mundo que quizás aún sigue formando parte de la identidad nacional, pero que a medida que la globalización se va extendiendo con el desarrollo de la ciudad, muchos chilenos (en especial los de las grandes metrópolis) solo podemos conocer gracias a las historias que nos quedan de ello.
     Puede llamar la atención la fácil aceptación de los personajes de la existencia de un mundo sobrenatural, que se encuentra tan cercano al nuestro, si bien se presenta el típico miedo ante lo desconocido.  No obstante en la obra las “ánimas” son entes benignos, que se aparecen “de día claro”, o sea, su intención no es asustar, si no que simplemente continúan con su no-existencia sin desearle mal a nadie y a la espera de que logren cumplir con su objetivo para hacer el último viaje de sus vidas (en la medida que cada una de las González logra su propósito, esto se traduce en un periplo en sí y el cual realizan con verdadera alegría).   Es así como este uso del elemento maravilloso, refleja bien ese espíritu tan latinoamericano y de las culturas tradicionales a lo largo del mundo, de creer con firmeza en lo sobrenatural.
    Otro punto fuerte de esta obra, resulta ser el de la inclusión del romance entre los dos personajes principales, o sea en términos dramáticos, los protagónicos de Bertina y Eulogio, quienes como en la clásica tragedia de Shakespeare de Romeo y Julieta, pertenecen a mundos opuestos (el de los muertos y el de los vivos) y ello les impide estar juntos como bien quisieran; no obstante como estamos frente a una comedia que pretende encantar y no sobrecoger al público, pese a la doble naturaleza de los enamorados, la imposibilidad de concretar algo se transforma en una dulce promesa de estar juntos en el Más Allá (por ende hay esperanza, alegría y no desdicha).
    A su vez el personaje de Eulogio se viene a convertir en la obra, en el verdadero Príncipe Azul al que hace referencia Bertina casi al final de la obra; puesto que tal como el simbólico príncipe de tantos cuentos de hadas, no solo es el hombre esperado que salva a la doncella cautiva, si no que su presencia también se traduce en la redención del resto de las hermanas González y a las cuales en cada caso sin pretenderlo ayuda a cumplir su deseo postergado. 
    Por último, Ánimas de Día Claro presenta además la idea de que nunca faltan ocasiones para ser felices y que todo depende de cada uno, quien es el constructor de su propia dicha; por ende, también existen las nuevas oportunidades para lograr la realización personal, ya sea a través del amor, como también en los pequeños detalles que (como en el caso de la mayoría de las hermanas González) hacen de la existencia (o la no-existencia) algo que bien merece la pena.
    Y ahora sí, para terminar este capítulo dedicado a tan recomendable título, una cita textual donde se presentan varios de los puntos arriba abordados (lenguaje popular, romance, elemento maravilloso y mensaje esperanzador):

Bertina: - No… Es como el cuento, tiene que cruzar too el bosque espinoso pa llegar onde la Urmiente. Ella va estar esperándolo…Y, además…,el bosque espinoso un es tan terrible…¿Sabe lo que hizo el príncipe?...Na. Se metió pa entro no más, sin miedo…La vía es güena, si uno quiere, la vía es güena…Los jardínes se pueen plantar de nuevo, y las casa se pueen golver a pintar. Pero el verdadero, el verdadero amor, ese es uno solo…Yo no tengo mieo por usté, Eulogio. Entro  di´ochenta años, usté va a golver aquí con su mismo amor de ahora, porque es así… El amor no se gasta…La cabeza, los dedos se pueen gastar; pero el maor, el verdadero amor, ese no. Por eso, no llore, pues. Hemos lagrimeao ´e lo lindo hoy día . No hace falta que llueva…, tenimos regao too el jardín…Y ahora se va a ir contento, con el corazón hichao como una casa…se va a costar y va a soñar conmigo. Y mañana… como el príncipe, se va a meter pa´l bosque, sin mieo…Y cuando se le clave una espina, ¡hágase el leso! Se salen solas…La Urmienta va  ´star despierta con el corazón hinchao como una casa…,de gusto…, de gusto…Hasta entonces, y güena cosecha… (Se levantan). Acuérdese de los damascos”.

III- El Matriarcado como sistema social vigente.

     Mama Rosa data de 1957 y es la historia de Rosenda, una tímida e inocente adolescente en un principio, que es traída desde el campo por su tía a trabajar como empleada en la aristocrática casa de los Solar Echeverría.  Su nuevo hogar está bajo el control de Misia Manuela, viuda que vela por sus hijos y el legado de su familia con la mayor rectitud posible.  El rol que debe cumplir en esta familia Rosenda, quien luego será llamada como Rosa y posteriormente Mama Rosa, es la de cuidar a las dos hijas de Misia Manuela, siendo que con la menor de ellas, Leonor, llega a entablar una verdadera amistad; con el paso del tiempo la Mama Rosa se dedica a cuidar a los nietos de Misia Manuela.  En el intertanto la Rosa llega a tener una relación de amorío platónico, secreta y culpable con Javier, el devoto hijo de su jefa; por otro lado, la relación entre Mama Rosa y Misia Manuela llega a sobrepasar la codependencia, puesto que la Rosa se convierte a su manera en un miembro más de la familia.
     La obra comienza a desarrollarse a principios del siglo XX, hasta llegar a los primeros años de la década del cincuenta, convirtiéndose en un medio para representar a través de la evolución de una familia y de sus personajes, medio siglo de la historia chilena.  Es así como a lo largo de este drama el autor va ilustrando los cambios sociales de Chile, desde el poderío de las casas de recio abolengo y tradicionalistas, hasta la inclusión de los vientos de cambio que implicarán la aparición del feminismo y la interacción entre distintas clases sociales (o sea, la aparición de la emergente clase media).
     Esta pieza teatral está llena de un chispeante humor, el que corre en manos de la carismática Mama Rosa, quien a medida que va madurando descubre en ella el deseo de emancipación, así como la misma Leonorcita, haciendo pasar unas cuantas rabias a Misia Manuela aun cuando ambas se quieren bastante.  Al estar frente a un drama (o tragicomedia), no faltan en ella algunos momentos de gran solemnidad, los que apuntan a la soledad de sus personajes, así como a la presencia del dolor en sus vidas.
    Como en Ánimas de Día Claro, lo popular corre a cargo de los personajes de procedencia humilde (venidos del campo), lo que bien se ve en sus nombres típicos: Rosenda, Liduvina y Macario, así como en su comportamiento.
    Si bien en Mama Rosa aparecen unos cuantos personajes masculinos, estos son meros comparsas para las féminas, en quienes se deposita toda la importancia como las verdaderas gestoras de todos los grandes sucesos de la obra.  A su vez cada uno de los conflictos dramáticos de este drama, tienen que ver con su desenvolvimiento primero como individuos únicos y luego como participantes de la historia nacional proyectada a través de sí mismas; por otro lado, cada una de las mujeres de la pieza teatral, representa un arquetipo de persona/mujer, siendo quienes con su actuar se convierten en los verdaderos pilares  de la familia Solar Echeverría:
    Así Misia Manuela como jefa de hogar resulta ser la matriarca inequívoca, de modo que si su familia llegó a estar en su punto más álgido económicamente, fue mientras la salud la acompañó.
    Inmediatamente después de la cabeza de la familia, se encuentra la humilde Rosa, quien se ha hecho cargo de dos generaciones de niños, entregando su vida para ello.  Es con la figura de las “mamas” (luego llamadas “nanas”), que el autor le hace su homenaje a una verdadera institución del Chile pasado y presente; mujeres que viven ”puertas adentro” y velan por la formación de chilenos de todas las épocas, heroicas madres postizas que realizan su labor yendo más allá de los deberes que presuponen los contratos de trabajo actuales (de hecho, las mamas como Rosa trabajan por mutuo acuerdo de palabra, sin que hayan papeles de por medio).
     Luego nos encontramos con Leonorcita, la mujer frágil y apocada, quien se enfrenta a la rigidez de las convenciones sociales; luego con el paso del tiempo encontrará cierta paz, una vez que asuma el precio de la libertad.
     Por último está Margarita, una mujer frívola y preocupada solo de pasarlo bien; no obstante es ella la primera que trae a su tradicional familia las ideas revolucionarias que harán que la Edad de Oro de la familia acabe (como símbolo del Chile aristocrático) y se pase a una sociedad más cercana a los nuevos vientos que comienzan a respirarse.
   Para terminar una cita textual de esta memorable obra, con la que se desea ejemplificar su humor y especial sabor popular:

“ROSA (Animosa):— Qigame, Lionorcita, pa' qul aprienda. Yo le voy a contar la historia de mi amiga, que se llama Josefa Caldera y vivía en Valparaíso. Pa’que vea usté que con mafia, se disimula cualquier cosita.
LEONOR (Débilmente):— No se disimula nada. ¡Yo voy a ser desgraciada...!
ROSA:— Fijese que como la Josefa tenía una caéra salía de un lao, cuando andaba, se le notaba. Pa’ colmo, la pobre se enamoró del teniente Orellana, que era un marino muy estimado de las güenasmozas del puerto. La pobre Josefa le ponía ojos, y too era inútil. (Pausa). ¿Mi oye, m’hijita?
LEONOR (Desganada):— ¿Y era fea la Josefa?
RosA:— Ni fea ni güenamoza; muy flaca, unos ojos grandazos. (Breve pausa). En esto la Josefa supo que al teniente no le gustaban ná las flacas y que andaba etrás e las hermanas Valdebenito, conocías por lo pechugonas. ¿Usté cree que la Josefa se acoquinó? Ná d’eso, m’hijita. Era una mujer atrevía y quiso peliarla. (LEONOR se yergue interesada). Apenas partió el teniente pá’ Antofagasta, la Josefa se puso a comer: harto pan con mantequilla al desayuno; urpo con leche a las diez, porotos y puchero toos los días al almuerzo; y en la noche, aunque no tuviera ganas, una sop’e cordero capaz de resucitar a un muerto.
LEONOR (Distraída):— ¿Y para qué comía tanto?
ROSA (Molesta porque no la ha escuchado):— Pá echar carnes, pus Lionorcita, no ve qui a él le gustaba la pechuga levantá... Así, al poco tiempo, la Josefa engordó qu’era un gusto. Y cuando llegó el teniente Orellana, la Josefa tenía el escote más lleno que las dos Valdebenito juntas.
(LEONOR se anima).
LEONOR:— ¿Y se casaron?
ROSA:— Claro que se casaron, y ligerito. Cuando él la vio bien apertrechá, no aguantó mucho tiempo y la cosa s’hizo. (Breve pausa). Claro que al pobre no li habrá gustao ná cuando le encontró la caera salía. (Plancha. Rosa reacciona con rapidez) Aunque mucho no le debe di aber importao, porque a los nueve meses justos le nació un chiquillo. (LEONOR se levanta)”.

IV- Conclusiones.

      Tras lo abordado arriba, se puede apreciar que las dos obras analizadas en este texto resultan ser no sólo algunos de los mejores exponentes del teatro chileno, si no que además se constituyen en un muestrario de la imaginería nacional; a su vez muestran tanto en el desarrollo de sus argumentos, personajes caracterizados y temáticas, lo que viene a ser la llamada “chilenidad”, o sea, en qué consiste ser chileno.  En este último sentido, resalta el humor chispeante con el que los personajes de carácter popular representados en ambas, demuestra cómo el chileno medio acostumbra, como dice la expresión “estar con la picardía siempre adelante” (expresión misma poseedora del doble sentido, o sea, de un matiz sexual, tan presentes en el lenguaje coloquial y las bromas criollas).  Por otro lado, se puede identificar en ellas la fuerte raigambre religiosa católica patria, elemento tan caro a gran parte de la población chilena y que permea desde la época de la Colonia el arte y las costumbres nacionales.
    Demás esta decir que resulta ser muy recomendable la lectura de estos textos dramáticos y más aún aprovechar la oportunidad de verlas representadas, puesto que el teatro solo se logra apreciar en su magnitud cuando su fin principal, la escenificación, es llevado a cabo.


     

6 comentarios:

  1. Preparando una de mis clases sobre teatro chileno, me encontré con tu artículo...Muy interesante como siempre leerte...Abrazos a la distancia!

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    1. ¡Qué sorpresa! Espero te haya servido este humilde aporte mío a la Inter-Nerd.

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  2. Bueno el artículo, me fue de mucha utilidad.

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    1. Me alegra que este texto escrito hace tanto tiempo, pero con muchas ganas te haya sido grato. Estás invitada a pasarte por acá cuando quieras.

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  3. Elwin!!! buscando sobre ánimas de día claro me encontré con tu blog, asi que aproveché de leer el artículo, que es muy completo.Aprovecho de darte un abrazo por tu cumple. Besos
    Vale

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    1. Qué bueno que te haya sido de utilidad este texto y el cual escribí con tanto cariño hace tiempo. Gracias por el saludo cumpleañero.

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