domingo, 17 de noviembre de 2013

Uno nunca termina de maravillarse


     El connotado escritor colombiano Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura en 1982), bien puede jactarse de varios logros como artista: entre ellos, aparte de ser poseedor del importante galardón mencionado, del hecho de haber escrito la obra más importante de la literatura latinoamericana, la inolvidable novela Cien Años de Soledad y de la que se dice con admiración que en sus páginas representa míticamente la historia de nuestro continente.  A su vez se le suma a sus éxitos, haber escrito más de un libro de suma relevancia dentro de la narrativa de este sector (El Coronel no tiene quien le escriba, Doce cuentos peregrinos, El Otoño del Patriarca, Crónica de una muerte anunciada y El Amor en los tiempo del cólera, por mencionar sólo algunos títulos); por otro lado, cabe destacar que para ser un autor tan culto, considerado además entre los maestros de la lengua castellana a la hora de “sacarle brillo” en nuestros tiempos a la misma lengua de Cervantes y ser modelo para otros en el uso de ésta, su obra posee la capacidad de ser de ligera “digestión” para el lector, quien cuando tiene entre sus manos alguno de estos escritos, logra avanzar con rapidez y entretención en los vericuetos de sus argumentos.   Tampoco se puede olvidar la tremenda impronta que ha dejado su labor literaria dentro de la narrativa latinoamericana, no sólo por haber sido el autor del ya citado Cien Años de Soledad, si no porque gracias a este título y muchos otros (entre sus cuentos, como novelas anteriores y posteriores a su libro más famoso), instituyó en sus letras el llamado Realismo Mágico como subgénero literario fundamental a la hora de representar la idiosincrasia y cultura de nuestro sector del continente: esto es la utilización de los elementos folclóricos  tradicionales y la mezcla de las creencias indígenas autóctonas con la cultura católica europea, de modo de representar en sus escritos la importancia que le otorga el latinoamericano a lo sobrenatural dentro de su existencia cotidiana (aceptándolo además como algo normal)[1] .
      Pocos años después de publicar la esperada primera parte de sus memorias con Vivir para Contarla en 2002 (siendo que a la fecha todavía no ha aparecido su continuación, puesto que Gabo, como cariñosamente se hace llamar García Márquez, había prometido una trilogía acerca de sus vivencias; pero así como vamos, quizás nunca en vida de su autor llegue a hacerlo, puesto que en la actualidad este fabulador tiene  la avanzada edad de 86 años), García Márquez en 2004 editó su hasta el momento última novela, Memoria de mis Putas Tristes.  Considerando que ya llevaba un buen tiempo sin sacar a la luz una obra de ficción, ya que la anterior fue Me Alquilo para Soñar en 1995, esta noticia fue todo un impacto editorial.  No obstante debido a las dimensiones del tomo (poco más de 100 páginas y de buen tamaño la letra del texto), bien pudo dejar a más de uno de sus seguidores con gusto a poco; sin embargo como el resto de su obra, se puede afirmar sin vacilaciones que aún cuando el libro fuese bastante breve, la calidad de éste no daba para ponerlo en duda, puesto que en sus pocas páginas el autor logró contarnos una historia memorable como el resto de sus ficciones, entretenida y con un protagonista carismático, poseedora además de su habitual buen humor; también es cierto que García Márquez con el mismo lirismo de siempre, nos volvió a mostrar ese mundo tan entrañable que resulta ser su propio pueblo colombiano (con gente sencilla, pero de buen corazón).
    Narrada en primera persona, a través de las palabras de su protagonista, un anciano que está en las vísperas de cumplir los noventa años, con todas sus facultades funcionando perfectamente, es una particular historia de amor y a su vez una reflexión acerca del sentido mismo de la vida.   De este hombre nunca llegamos a saber su nombre (sin embargo bien podemos conocerlo como el “Sabio”, apodo que con respeto le otorgan sus conocidos); empero esta decisión del narrador bien puede ser una manera de convertirlo en una proyección del autor mismo, quien ya a su longeva edad sigue demostrando tal como este personaje, que mantiene las mismas ganas de vivir con intensidad.  El anciano toda su existencia la ha pasado sin aferrarse a alguien amorosamente, siendo sus intereses literarios, periodísticos y musicales, su única compañía en sus muchos momentos de soledad a lo largo de su propia historia personal.  A su vez desde una muy temprana iniciación sexual, éste ha conocido varias mujeres con las cuales se ha acostado, pero siempre ha sido a través del comercio sexual: es decir, les ha pagado sus servicios como prostitutas, aún cuando algunas no lo eran.  Por otro lado, pese a sus múltiples encuentros con este tipo mujeres, hubo una que otra dama con la cual logró desarrollar algún tipo de complicidad, entre ellas una antigua empleada y la regenta de su prostíbulo favorito. También resulta curioso nombrar que el protagonista no es para nada atractivo, de hecho tal y como es descrito es bastante feo, sin embargo ello no le ha quitado cierto encanto entre las mujeres.
Gabriel García Márquez.
     Cuando está por cumplir los noventa años, le entra algo así como una pequeña crisis ante la eminencia del aniversario, probablemente debido a la certeza de que la muerte le puede llegar en cualquier momento (pese a que su salud está más que bien).  Entonces decide regalarse con la experiencia de acostarse con una virgen, lo que hasta la fecha nunca ha hecho a lo largo de toda su extensa vida.   Es así como desde sus primeras líneas, el narrador protagonista declara sus intenciones, regalándonos con una premisa de lo más prometedora:

    “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás. Era algo menor que yo, y no sabía de ella desde hacía tantos años que bien podía haber muerto. Pero al primer timbrazo reconocí la voz en el teléfono, y le disparé sin preámbulos:
    -Hoy sí.
    Ella suspiró: Ay, mi sabio triste, te desapareces veinte años y sólo vuelves para pedir imposibles. Recobró enseguida el dominio de su arte y me ofreció una media docena de opciones deleitables, pero eso sí, todas usadas. Le insistí que no, que debía ser doncella y para esa misma noche. Ella preguntó alarmada: ¿Qué es lo que quieres probarte? Nada, le contesté, lastimado donde más me dolía, sé muy bien lo que puedo y lo que no puedo. Ella dijo impasible que los sabios lo saben todo, pero no todo: Los únicos Virgos que van quedando en el mundo son ustedes los de agosto. ¿Por qué no me lo encargaste con más tiempo? La inspiración no avisa, le dije. Pero tal vez espera, dijo ella, siempre más resabida que cualquier hombre, y me pidió aunque fueran dos días para escudriñar a fondo el mercado. Yo le repliqué en serio que en un negocio como aquél, a mi edad, cada hora es un año. Entonces no se puede, dijo ella sin la mínima duda, pero no importa, así es más emocionante, qué carajo, te llamo en una hora.
     No tengo que decirlo, porque se me distingue a leguas: soy feo, tímido y anacrónico. Pero a fuerza de no querer serlo he venido a simular todo lo contrario. Hasta el sol de hoy, en que resuelvo contarme como soy por mi propia y libre voluntad, aunque sólo sea para alivio de mi conciencia. He empezado con la llamada insólita a Rosa Cabarcas, porque visto desde hoy, aquél fue el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos”.

     Debido a su nuevo deseo, el anciano se ve envuelto en contra de lo esperado, inmerso en una nueva adolescencia. A partir de este momento descubre que todavía la vida lo puede llegar a sorprender y termina enamorándose como nunca, ante la aún así pasiva presencia de una analfabeta, pero bella muchachita.  De este modo el veterano hará todo lo posible por obtener el corazón de la jovencita, tarea que le resulta más complicada de lo que le gustaría.
    Ahora bien, ya en su novela Del Amor y otros Demonios (1994), el escritor había abordado una relación amorosa entre un hombre mayor y una doncella (siendo que en otros de sus trabajos ya se había abordado de una manera u otra el tema de la pederastia, como en El Otoño del Patriarca), si bien en este primer caso el tema varía en varios aspectos: comenzando porque aquí sí se da una verdadera consumación del acto entre los personajes, mientras que en el caso de Memoria de mis Putas Tristes, el protagonista no la consigue tan fácil.  En cuanto al nombre algo “rimbombante” del libro, por llamarle de una forma, de seguro un autor de menor renombre a diferencia de García Márquez, habría creado cierta polémica ante el hecho de llevar la palabra “Puta” dentro del título de su obra; no obstante a alguien como a su creador bien se le pueden aceptar este tipo de ocurrencias (por otro lado, en la novela queda más que clara la justificación de tal título).
    Como en otras ocasiones a lo largo de su producción literaria, Gabriel García Márquez vuelve a abordar el tema de las prostitutas y su especial oficio. En todo caso su mirada hacia estas mujeres les otorga como siempre una dimensión en la que resalta su simpatía por ellas y un afán por describirlas como féminas cuasi maternales y para nada frívolas; de hecho, bien se muestra en el libro cómo la única relación medianamente estrecha que llega a conseguir el protagonista, es con una prostituta y con quien llega a mantener durante décadas lo más cercano a una verdadera amistad.  A su vez esta figura de la meretriz vista de forma humanizada, resulta ser una constante entre muchos narradores que acostumbran representarla como a una persona cuya particulares vivencias la han hecho ser sabia a su modo y a otorgarle un aire de ternura que sobrepasa su lado más sensual.
    Uno de los puntos más sobresalientes de esta obra, es la idea de que nuestra vida no responde 100% a lo que nos hemos propuesto hacer de ella, por mucho que manejemos nuestros asuntos de la forma más racional posible.  Esta moraleja bien se presenta en lo que le sucede al protagonista, quien en el otoño de su vida descubre que no puede mandar como quisiera sobre su corazón y que la vida le puede deparar las mayores sorpresas.  A la larga, lo que bien se puede apreciar en esta novelita, es la búsqueda de la felicidad justo cuando el personaje principal creía que lo había vivido todo y que ahora solo le restaba seguir su camino como siempre; no obstante cuando acaba de cumplir los noventa años, le llega la certeza de que todavía le queda luchar por conseguir nuevas cosas con todas sus ganas.  De este modo Memoria de mis Putas Tristes es tanto una invitación a pasar un buen rato leyendo una vez más a un escritor que da gusto disfrutar, como a reconocer que nunca debemos perder la capacidad de asombro y que tampoco dejemos de ver el mundo con ojos de enamorados.   
     En el año de 2012 se estrenó en los cines una adaptación fílmica de coproducción mexicana-estadounidense-española-danesa y que mantuvo cierta polémica desde antes de su exhibición, debido a la temática supuestamente pedófila de la cinta (considerando obviamente la fuente que la inspiraba); no obstante esto no era así, puesto que igual el filme realizó alteraciones de rigor propios de una versión cinematográfica a la hora de llevar a la pantalla una obra literaria de cierta complejidad (entre ello, se cambió la edad de la joven de la que se enamora el protagonista, por la de alguien mucho mayor); a su vez cabe recordar que la intención de la fuente original de la que se nutre este largometraje, no es la de centrarse en la obsesión morbosa de un sujeto más que octogenario, quien desea consumar un acto sexual con alguien que bien podría ser su bisnieta, si no en plasmar lo que le sucede espiritualmente a este hombre cuando llega a conocer a dicha doncella.




[1] Cabe considerar en todo caso que el Realismo Mágico eso sí apareció primero como manifestación artística en la pintura del Viejo Mundo (en especial Francia) y que luego derivó en las obras de autores latinoamericanos como en  El Reino de Este Mundo de Alejo Carpentier y Pedro Páramo de Juan Rulfo, que en todo caso fueron escritas y publicadas antes de Cien Años de Soledad.  No obstante fue el libro fundacional de García Márquez el que logró convertirse en el referente preferido a la hora de comparar gran parte de las obras que le sucedieron en esta zona del mundo, así como en definir el ideario latinoamericano a través del arte de la narrativa.


3 comentarios:

  1. Este es uno de los que me falta por leer de García Márquez, debería animarme algún día.

    Por cierto Elwin, siempre que se habla del realismo mágico, que es uno de mis géneros literarios predilectos, o al menos uno de los que me producen lecturas más placenteras, saco a colación lo mismo: los gallegos somos, al menos para mí, precursores del género. Autores como Vicente Risco, Castelao, Wenceslao Fernández-Florez y sobre todo Álvaro Cunqueiro podrían verse como pioneros de esta presencia de lo mágico y lo sobrenatural en lo cotidiano, que gallegos y americanos parece que compartimos. Me permite recomendarte a Cunqueiro, que tiene su obra traducida al castellano, y en especial "Merlín y familia". No sé si será difícil hallarlo en Chile, pero es una muestra deliciosa de este tipo de literatura. Un abrazo desde Galicia amigo Elwin.

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  2. Querido amigo a la distancia: Recién ahora me doy tiempo para poder escribirte por este comentario (el final de año lectivo en el colegio me ha tenido bastante ocupado en la semana). Lo que me cuentas acerca del realismo mágico gallego, es algo muy interesante para mí; de hecho pretendo leerme tus dos libros estas vacaciones de verano para luego comentarlas acá. A su vez te confieso que igual hace años que tengo pendientes varios libros de este genial autor, entre ellos releer la mayoría que conocí demasiado joven e inexperto. Cariños desde una ex colonia española.

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  3. Me parece una muy buena reseña sobre el libro. Creo que uno puede imaginarse perfectamente con qué se va a encontrar cuando empiece la lectura de este texto.
    Me llamó especialmente la atención la humanización de las prostitutas, sobre todo el aspecto maternal que pueden llegar a tener. Es un elemento que suele olvidarse precisamente porque tiende a ser más característico el tema sensual. Si el libro grafica efectivamente ese lado más sensible y humano creo que es genial, porque muestra el lado desconocido del comercio sexual.
    Respecto al eje central, el del viejo el cuál, más que por un tema sexual por un tema de espíritu, busca involucrarse con una joven no me parece muy atractivo. Pero es principalmente porque no me siento identificado con el relato. Quizás cabría leer la novela y después opinar al respecto.
    En fin, muchos saludos y nuevamente, excelente reseña.

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