miércoles, 1 de enero de 2014

Un recorrido a través de la obra de Pedro Lemebel.

    
     A finales del año pasado, Ediciones UDP (de la Universidad Diego Portales de Chile) en su colección Huellas, publicó un más que interesante libro titulado Poco Hombre; éste a su vez corresponde a una recopilación de algunas de las mejores crónicas del autor nacional Pedro Lemebel.  El responsable de tamaña hazaña fue el estudioso de la literatura español Ignacio Echevarría, quien se tomó la molestia de revisar los hasta el momento 7 tomos de crónicas[1] urbanas del autor de Tengo Miedo Torero, organizando su selección de forma temática y abarcando en general más de 20 años de labor creativa del escritor en cuestión.
     Echevarría a su vez se permitió realizar una introducción en la cual analizó la trayectoria de este autor, contándonos datos sabrosos acerca de su periplo a través de la historia nacional, tanto como individuo, como artista (lo que en este último caso, deja de manifiesto su particularidad frente al resto de sus colegas nacionales, ya sea tanto por su postura política, como por su opción sexual, la cual en este último caso implica travestismo); por otro lado, no podía faltar el estudio de rigor de los aspectos más literarios de la obra de este escritor.
    Cabe considerar que este libro en todo caso no posee textos inéditos, que bien podrían enriquecer el volumen; no obstante para un lector que nunca antes haya leído a Lemebel o que sólo había disfrutado de unos cuantos de sus escritos, este tomo antológico le permite hacerse una idea cabal de la labor como cronista de Lemebel.
    Lo que hizo el recopilador en su trabajo, fue organizar la materia prima que tuvo entre sus manos para otorgarle cierta configuración, agrupando diversas crónicas de Pedro Lemebel según su temática; de este modo Echeverría distribuyó los textos seleccionados de tal manera, que progresivamente fuesen retratando la idiosincrasia chilena, a partir de los años de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende, pasando luego por los primeros tiempos del Golpe Militar, para después llegar a plena dictadura de Pinochet, hasta el regreso a la democracia en los noventa y en terminar en los primeros años del actual siglo.  Ahora bien, cuando el autor de las crónicas escribió y publicó dichos trabajos, lo hizo de forma “desordenada” a lo largo de su carrera; no obstante gracias a la labor hecha por Echeverría, es posible hacerse una imagen distinta, como también documental de más de cuarenta años del acontecer nacional de forma cronológica, ya sea a través de su historia más pública, como también de aquella privada, secreta y marginal que sólo alguien como Pedro Lemebel se atreve a abordar (sin pelos en la lengua, por cierto).  Por otro lado, el recopilador de esta colección igualmente dedicó un capítulo dentro del libro para los textos de Lemebel, que fuesen por completo de temática homosexual, a manera de ser representativos del pensamiento ideológico de su autor al respecto.  Es entonces que en el libro en cuestión, es posible para el lector reconocer el testimonio crítico que hace un chileno desde su singular posición “triplemente marginal” (como pobre, como comunista y como homosexual travesti, en cada una de las etapas históricas que le ha tocado vivir, llegando incluso en la actualidad a sentirse fuera del status quo imperante a su desilusión con la política de hoy en día), al desnudar cada una de características del chileno medio según le interese comentar y/o denunciar.  A su vez en el penúltimo apartado de esta antología, se revela para el lector ajeno al mundo en el que vive Lemebel: toda una mixtura de gente y costumbres que están a un paso de uno, pero que por una u otra razón el receptor apenas ha sabido de su existencia o la ha ignorado hasta el momento.
    Los nombres de cada capítulo están recogidos del título de una crónica emblemática para cada uno de ellos y representativa por esta razón de la temática correspondiente a cada capítulo; estos a su vez responden al lenguaje poético muchas veces florido que tiende a usar en ocasiones Lemebel (el cual a su vez se encuentra lleno de intertextualidades, varias de ellas tan caras a las comunidad homosexual de la que se siente parte el escritor).[2]
    Tal como se ha expuesto arriba, en sus escritos Pedro Lemebel se encarga de revelar a los ojos muchas veces enceguecidos por la ignorancia, otras veces por los intereses de la política y economía imperante y en otras por el discurso moral prejuicioso, unos cuantos defectos y/o pecadillos de la comunidad chilena actual: partiendo por impactar al público con recuerdos de sus infancia en la miseria del Sanjón de la Aguada (en textos que pese a todo, exponen una nostalgia y una ternura por ese mundo que ya fue), hasta dejar plasmados en la frágil memoria chilena las atrocidades de la dictadura pinochetista.  Es cuando desfilan en estas páginas personajes públicos y anónimos, cada uno un personaje distintivo de esos años complicados.  De este modo para un país que se jacta de estar en vías de desarrollo, el ojo y la pluma de Lemebel se transforman en un recordatorio de que Chile posee su propio lado B, que no puede deja de ser desatendido.  Es cuando Lemebel se pone más ácido que nunca y no ceja en darle contra el arribismo y el cinismo que nunca han dejado de formar parte de la mentalidad nacional.  Por ende, uno aprende leyendo a Pedro, puesto que éste se constituye en el cronista (en el sentido más historicista de la palabra) encargado de descubrirnos nuestro pasado más inmediato, para llevarnos a la reflexión acerca de quiénes somos como pueblo y luego por decisión propia, no caer en las mismas sandeces que el artista con tanto repudio critica.
    En cuanto al Lemebel que habla de sí mismo y de los suyos, de esos personajes travestidos por quienes siente hermandad, en este último caso lo que hace el autor es constituirse en la voz de una “tribu urbana”, que por años no había contado con alguien que los representara literariamente; de este modo a través de dicha labor, Lemebel los saca de su particular gueto y los convierte en una parte más de la sociedad chilena (por muy “marginales” que parezcan).  Les pone un rostro, les da nombres o apodos (cariñosos en todo caso, salvo con uno en particular) y los convierte en seres que de ahora en adelante formarán parte de la cultura literaria criolla.
    A lo largo de estas crónicas escogidas, puede ser que el lector en más de una ocasión sienta sobre su costado la incisiva mordida del escritor, puesto que éste no vacila en destilar el icor de su malestar o en general sus ideas que bien puede disgustar a más de uno.  Pero no es necesario estar de acuerdo siempre con Pedro Lemebel, en cuanto a materia de visiones personales se refiere; pues bien es cierto que éste en más de un momento refriega sobre la cara del lector su posición a veces tan extremista…En fin, queda a cada quien separar las concepciones propias del autor que vayan en detrimento de las de uno, para de este modo poder llegar a apreciar lo que es objetivamente valioso de su arte: la mezcla que hace de lo vivencial público e individual,  con lo visceral y lo poético.  Por ejemplo, cuando Lemebel se pone a escribir una semblanza de la popular fanatizada del equipo de fútbol nacional del Colo-Colo, llamada Garra Blanca, pareciera estar haciendo un verdadero panegírico de estos, pese a que en varios instantes del texto dejara claro sus actitudes violentas…Entonces es el lector quien debe sacar una conclusión acerca de lo leído.  Es así que un adulto maduro y responsable, al tomar un libro como este entre sus manos, debe tener claro que cuando se trata de artistas como Lemebel, hay que tener amplitud de criterio y tolerancia.  No obstante, a lo largo de las poco más de 200 páginas que comprenden este libro, gracias al compilador, iremos alternando entre texto y texto, unas veces algunos de ellos llenos de franca poesía en prosa, y en otras de verdaderas bombas escritas con la intención de despertar al pueblo sordo que somos los chilenos (o que tal como la avestruz, tendemos a esconder la cabeza en la tierra para evadir aquellos que nos asusta…, que complica, o que bien no asumimos como tal).
     Por último, el interesante nombre de esta recopilación, atiende sin confusiones a la personalidad (genio y figura) del escritor al que Ignacio Echeverría le ha dedicado su tiempo.  A su vez la elección hecha por el compilador para titular el tomo, representa en pocas palabras el baluarte que ha tomado alguien como Lemebel, de lo que en ocasiones ha sido para él (y los suyos) una burla u ofensa por parte de ciertos sectores homofóbicos; es entonces que el escritor se apropia de estas palabras y se las devuelve travestidas a quienes corresponda, para imponerse como alguien con el mismo derecho de ser quien desea ser.

Con Pedro Lemebel , el día del lanzamiento oficial de este libro en octubre del año pasado en la FILSA


[1] Entiéndase como crónica al subgénero literario de carácter smiperiodístico, en el cual el autor escribe utilizando prosa poética, inspirado en un hecho real, a manera de testimonio del evento retratado; a su vez el texto se encuentra imbuido del punto de vista personal del autor (por cuanto carece de la objetividad que se presupone en un escrito periodístico informal).
[2] Cabe dejar claro que Pedro Lemebel prefiere hablar de homosexuales y travestis, ya que para nada se siente cómodo con el concepto de gay, el cual de ningún modo lo identifica, tal como se puede observar en Crónicas de Nueva York (El Bar Stonewall).



2 comentarios:

  1. "Se tomó la molestia de leer los 7 tomos de crónicas???????? Siempre es un placer leer a Lemebel su gran y profusa lengua escrita.-

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  2. Gracias, Señor Anónimo (¿O "Señorita Anónima"?), por detenerte por acá. Malinterpretaste mis palabras, la verdad, pues con eso de "Se tomó la molestia de leer los 7 tomos de crónicas" no quise decir que haya sido un desagrado hacerlo, si no que me refería en tono de alabanza a su preocupación por revisar y sistematizar dicho textos.

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