A finales del año pasado, Ediciones UDP (de la Universidad Diego
Portales de Chile) en su colección Huellas, publicó un más que interesante
libro titulado Poco Hombre; éste a su vez corresponde a una recopilación de
algunas de las mejores crónicas del autor nacional Pedro Lemebel. El responsable de tamaña hazaña fue el
estudioso de la literatura español Ignacio Echevarría, quien se tomó la
molestia de revisar los hasta el momento 7 tomos de crónicas[1]
urbanas del autor de Tengo Miedo Torero, organizando su
selección de forma temática y abarcando en general más de 20 años de labor
creativa del escritor en cuestión.
Echevarría a su vez se
permitió realizar una introducción en la cual analizó la trayectoria de este
autor, contándonos datos sabrosos acerca de su periplo a través de la historia
nacional, tanto como individuo, como artista (lo que en este último caso, deja
de manifiesto su particularidad frente al resto de sus colegas nacionales, ya
sea tanto por su postura política, como por su opción sexual, la cual en este
último caso implica travestismo); por otro lado, no podía faltar el estudio de
rigor de los aspectos más literarios de la obra de este escritor.
Cabe considerar que este
libro en todo caso no posee textos inéditos, que bien podrían enriquecer el
volumen; no obstante para un lector que nunca antes haya leído a Lemebel o que
sólo había disfrutado de unos cuantos de sus escritos, este tomo antológico le
permite hacerse una idea cabal de la labor como cronista de Lemebel.
Lo que hizo el recopilador
en su trabajo, fue organizar la materia prima que tuvo entre sus manos para
otorgarle cierta configuración, agrupando diversas crónicas de Pedro Lemebel
según su temática; de este modo Echeverría distribuyó los textos seleccionados
de tal manera, que progresivamente fuesen retratando la idiosincrasia chilena,
a partir de los años de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende,
pasando luego por los primeros tiempos del Golpe Militar, para después llegar a
plena dictadura de Pinochet, hasta el regreso a la democracia en los noventa y en
terminar en los primeros años del actual siglo.
Ahora bien, cuando el autor de las crónicas escribió y publicó dichos
trabajos, lo hizo de forma “desordenada” a lo largo de su carrera; no obstante
gracias a la labor hecha por Echeverría, es posible hacerse una imagen
distinta, como también documental de más de cuarenta años del acontecer
nacional de forma cronológica, ya sea a través de su historia más pública, como
también de aquella privada, secreta y marginal que sólo alguien como Pedro
Lemebel se atreve a abordar (sin pelos en la lengua, por cierto). Por otro lado, el recopilador de esta
colección igualmente dedicó un capítulo dentro del libro para los textos de
Lemebel, que fuesen por completo de temática homosexual, a manera de ser
representativos del pensamiento ideológico de su autor al respecto. Es entonces que en el libro en cuestión, es
posible para el lector reconocer el testimonio crítico que hace un chileno
desde su singular posición “triplemente marginal” (como pobre, como comunista y
como homosexual travesti, en cada una de las etapas históricas que le ha tocado
vivir, llegando incluso en la actualidad a sentirse fuera del status quo imperante
a su desilusión con la política de hoy en día), al desnudar cada una de
características del chileno medio según le interese comentar y/o
denunciar. A su vez en el penúltimo
apartado de esta antología, se revela para el lector ajeno al mundo en el que
vive Lemebel: toda una mixtura de gente y costumbres que están a un paso de
uno, pero que por una u otra razón el receptor apenas ha sabido de su
existencia o la ha ignorado hasta el momento.
Los nombres de cada
capítulo están recogidos del título de una crónica emblemática para cada uno de
ellos y representativa por esta razón de la temática correspondiente a cada
capítulo; estos a su vez responden al lenguaje poético muchas veces florido que
tiende a usar en ocasiones Lemebel (el cual a su vez se encuentra lleno de
intertextualidades, varias de ellas tan caras a las comunidad homosexual de la
que se siente parte el escritor).[2]
Tal como se ha expuesto
arriba, en sus escritos Pedro Lemebel se encarga de revelar a los ojos muchas
veces enceguecidos por la ignorancia, otras veces por los intereses de la
política y economía imperante y en otras por el discurso moral prejuicioso, unos
cuantos defectos y/o pecadillos de la comunidad chilena actual: partiendo por
impactar al público con recuerdos de sus infancia en la miseria del Sanjón de
la Aguada (en textos que pese a todo, exponen una nostalgia y una ternura por
ese mundo que ya fue), hasta dejar plasmados en la frágil memoria chilena las
atrocidades de la dictadura pinochetista.
Es cuando desfilan en estas páginas personajes públicos y anónimos, cada
uno un personaje distintivo de esos años complicados. De este modo para un país que se jacta de
estar en vías de desarrollo, el ojo y la pluma de Lemebel se transforman en un
recordatorio de que Chile posee su propio lado B, que no puede deja de ser
desatendido. Es cuando Lemebel se pone
más ácido que nunca y no ceja en darle contra el arribismo y el cinismo que
nunca han dejado de formar parte de la mentalidad nacional. Por ende, uno aprende leyendo a Pedro, puesto
que éste se constituye en el cronista (en el sentido más historicista de la
palabra) encargado de descubrirnos nuestro pasado más inmediato, para llevarnos
a la reflexión acerca de quiénes somos como pueblo y luego por decisión propia,
no caer en las mismas sandeces que el artista con tanto repudio critica.
En cuanto al Lemebel que
habla de sí mismo y de los suyos, de esos personajes travestidos por quienes
siente hermandad, en este último caso lo que hace el autor es constituirse en
la voz de una “tribu urbana”, que por años no había contado con alguien que los
representara literariamente; de este modo a través de dicha labor, Lemebel los
saca de su particular gueto y los convierte en una parte más de la sociedad
chilena (por muy “marginales” que parezcan).
Les pone un rostro, les da nombres o apodos (cariñosos en todo caso,
salvo con uno en particular) y los convierte en seres que de ahora en adelante
formarán parte de la cultura literaria criolla.
A lo largo de estas
crónicas escogidas, puede ser que el lector en más de una ocasión sienta sobre
su costado la incisiva mordida del escritor, puesto que éste no vacila en
destilar el icor de su malestar o en general sus ideas que bien puede disgustar
a más de uno. Pero no es necesario estar
de acuerdo siempre con Pedro Lemebel, en cuanto a materia de visiones
personales se refiere; pues bien es cierto que éste en más de un momento refriega
sobre la cara del lector su posición a veces tan extremista…En fin, queda a
cada quien separar las concepciones propias del autor que vayan en detrimento
de las de uno, para de este modo poder llegar a apreciar lo que es
objetivamente valioso de su arte: la mezcla que hace de lo vivencial público e
individual, con lo visceral y lo
poético. Por ejemplo, cuando Lemebel se
pone a escribir una semblanza de la popular fanatizada del equipo de fútbol
nacional del Colo-Colo, llamada Garra Blanca, pareciera estar haciendo un
verdadero panegírico de estos, pese a que en varios instantes del texto dejara
claro sus actitudes violentas…Entonces es el lector quien debe sacar una
conclusión acerca de lo leído. Es así
que un adulto maduro y responsable, al tomar un libro como este entre sus manos,
debe tener claro que cuando se trata de artistas como Lemebel, hay que tener
amplitud de criterio y tolerancia. No
obstante, a lo largo de las poco más de 200 páginas que comprenden este libro,
gracias al compilador, iremos alternando entre texto y texto, unas veces
algunos de ellos llenos de franca poesía en prosa, y en otras de verdaderas
bombas escritas con la intención de despertar al pueblo sordo que somos los
chilenos (o que tal como la avestruz, tendemos a esconder la cabeza en la
tierra para evadir aquellos que nos asusta…, que complica, o que bien no
asumimos como tal).
Por último, el
interesante nombre de esta recopilación, atiende sin confusiones a la
personalidad (genio y figura) del escritor al que Ignacio Echeverría le ha
dedicado su tiempo. A su vez la elección
hecha por el compilador para titular el tomo, representa en pocas palabras el
baluarte que ha tomado alguien como Lemebel, de lo que en ocasiones ha sido para
él (y los suyos) una burla u ofensa por parte de ciertos sectores homofóbicos;
es entonces que el escritor se apropia de estas palabras y se las devuelve travestidas
a quienes corresponda, para imponerse como alguien con el mismo derecho
de ser quien desea ser.
Con Pedro Lemebel , el día del lanzamiento oficial de este libro en octubre del año pasado en la FILSA |
[1] Entiéndase como crónica al subgénero
literario de carácter smiperiodístico, en el cual el autor escribe utilizando
prosa poética, inspirado en un hecho real, a manera de testimonio del evento
retratado; a su vez el texto se encuentra imbuido del punto de vista personal
del autor (por cuanto carece de la objetividad que se presupone en un escrito
periodístico informal).
[2] Cabe dejar claro que Pedro Lemebel
prefiere hablar de homosexuales y travestis, ya que para nada se
siente cómodo con el concepto de gay, el cual de ningún modo lo
identifica, tal como se puede observar en Crónicas de Nueva York (El Bar Stonewall).
"Se tomó la molestia de leer los 7 tomos de crónicas???????? Siempre es un placer leer a Lemebel su gran y profusa lengua escrita.-
ResponderEliminarGracias, Señor Anónimo (¿O "Señorita Anónima"?), por detenerte por acá. Malinterpretaste mis palabras, la verdad, pues con eso de "Se tomó la molestia de leer los 7 tomos de crónicas" no quise decir que haya sido un desagrado hacerlo, si no que me refería en tono de alabanza a su preocupación por revisar y sistematizar dicho textos.
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