Desde tiempos inmemoriales las narraciones de todo tipo han acaparado la
atención de la gente, maravillándola con las aventuras y desventuras de sus
personas, como proyectándose en estos mismos gracias a sus propios sueños y
pesadillas. Las historias tienen la
capacidad de reflejar como ninguna otra expresión cultural, el carácter de la
comunidad de las que se han originado y, también, la misma esencia de su autor;
de este modo han habido más de un caso en los cuales gracias a este tipo de
obras, que se ha logrado reconstruir el pasado y las costumbres de un pueblo ya
extinguido. La verdad es que a la hora
de buscar la razón de que dicha manifestación de nuestra humanidad sea tan
popular y se mantenga con el paso del tiempo, encontrándose en cada una de las
culturas conocidas, nos llevaría a confeccionar una lista demasiado larga.
Originalmente el arte de la narración comenzó con la tradición
oral. Quien se encargaba de
recopilarlas, memorizarlas y compartirlas con el resto de las personas, si no
era visto como alguien de atributos religiosos para los suyos, al menos siempre
era abordado con admiración y respeto, gracias a su capacidad para llevar a los
oyentes a otra realidad, a otro mundo a través de su discurso. Cuando la palabra se hizo escrita y luego
nacieron diversas formas de mantener registro de ello, la piedra, el papel, el
formato electrónico, el rol de quien se dedicara a esta labor se popularizó más
que nunca y lo que antes fuera un oficio o un cargo sagrado, ahora se convirtió
en profesión (¡y más rentable que nunca!).
Con el correr del tiempo los descubrimientos científicos y los avances
tecnológicos, se fusionaron con las formas más antiguas de hacer arte y, por
consiguiente, de fabular. El antiguo
teatro dio paso a nuevas expresiones de la creatividad humana y fue entonces
que hace poco más de un siglo nació el cine.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que el llamado séptimo arte
acaparara con sus virtudes la atención de millones de personas, gracias a su
gran capacidad para ofrecer ilusiones y magia, popularizándose como ninguna
otra expresión para fabular.
La Pampa salitrera, esa extensa y agreste extensión de tierra desértica,
pero llena de tesoros minerales, que forma parte de un importante fragmento de
nuestro pasado como país…durante décadas le dio grandes dividendos económicos a
Chile, hasta que con la invención del salitre sintético primero y luego con la
crisis económica gringa de los años veinte, quedó mayoritariamente
abandonada. Fue entonces que los
numerosos pueblos que se fundaron y que conocieron la fortuna durante su
periodo de esplendor, se despoblaron y se convirtieron en zonas inhóspitas,
hasta que mucho después fueron recuperados en parte como patrimonio de nuestra
herencia cultural. Solo en parte.
Sólo una persona podía reunir en sí misma y en su labor literaria estos
tres elementos: el arte de contar historias, el cine y la Pampa, para crear una
obrita (lo de obrita va porque en realidad se lee en un par de horas, aunque
con mucho divertimento y emoción) que luego de leerla resulta difícil que no se
quede en nuestra memoria y en corazón.
Su nombre es Hernán Rivera Letelier y con orgullo puedo afirmar que
también es chileno, como yo (como tú y como muchos de ustedes).
II
Hernán Rivera Letelier. |
Tal cual muchos de sus colegas, Rivera Letelier escribe sobre lo que
conoce y en su caso en concreto algo de lo que sí sabe muy bien es acerca del
mundo de la Pampa salitrera, a la que describe en todo su esplendor con sus
maravillas y miserias, sus personajes típicos y su posterior decadencia. Es así
que ya van casi 20 libros dedicados a este lugar, llevando a buena parte del
mundo las historias de una zona que hasta antes de su internacionalización
apenas se sabía de ella. La fama del
autor ha llegado a tales niveles, que hoy en día se encuentra entre los autores
criollos vivos más leídos y famosos en buena parte del mundo, siendo traducidas
sus obras a un montón de idiomas (grupo selecto de artistas nacionales en los
que se encuentran gente como Isabel Allende y Roberto Ampuero).
Su narrativa se caracteriza por la inclusión de un humor chispeante, en
parte gracias a la creación de personajes de gran carisma y herederos muchos de
ellos del esperpento, subgénero creado por el escritor español Ramón del
Valle-Inclán y consistente en la incorporación de seres caricaturescos y
grotescos (usando además la técnica del feísmo), a lo que Roberto le da su
propia forma. No obstante pese a los
elementos hilarantes en sus argumentos, no deja de lado un dramatismo que le
otorga a su obra un aire de sublimidad, que al final a sus lecturas las hace
más realistas que cómicas. Un tema
recurrente en sus títulos es el de la búsqueda de la identidad nacional, la
llamada chilenidad, tan caro a muchos otros literatos del país; de este
modo muchos de sus diálogos se encuentran llenos de modismos (chilenismos) y
coloquialismos, si bien el resto de la narración no deja de ser culta formal,
aunque abundan en ella la adjetivización, al punto de crear adjetivos nuevos
tal como el mismo Valle-Inclán gustaba hacer.
Su primer gran éxito corresponde a su obra más famosa, La
Reina Isabel cantaba Rancheras, la cual data del año 1994 y que le
otorgó en esta ocasión premios de importancia (antes ya había ganado varios
certámenes menores). Éste no fue su
debut literario, si no el tercero de su producción, no obstante los otros dos fueron
editados de forma casi artesanal y en muy pocas tiradas. Una obra con un nombre tan curioso se explica
en su trama de la forma más simpática y original: ésta Reina Isabel no es
ninguna de las soberanas de Gran Bretaña, ni de otra parte, si no que es la más
celebrada y querida prostituta de la Pampa salitrera, quien tal como dice el
título, gustaba de cantar rancheras…hasta que se murió. De este modo la novela cuenta lo que ocurrió
cuando sus compañeras de oficio y antiguos clientes deciden hacerle un funeral
digno de ella. El libro es sin dudas
atrayente desde su primera página y sentó las bases de lo que sería el resto de
la obra de Letelier. Mucho se ha hablado
de llevar al séptimo arte este título, no obstante todo se ha quedado en
ascuas, como ha sucedido con gran parte de las intenciones de adaptar para la
pantalla grande otras de sus obras; sin embargo sí le han hecho numerosas
adaptaciones para el teatro y no en Chile solamente, las que han sido bastante
aplaudidas.
Dentro de su trayectoria cabe destacar una novela suya de carácter
histórico, Santa María de las Flores Negras, en la cual veló por
documentar literariamente uno de los hechos más tristemente recordados de la
cronologia chilena: la matanza de miles de obreros del salitre y de sus
familias en la Escuela Santa María de Iquique.
Es así como esta obra suya que data de 2002, contó el drama de esta
gente que en un intento de defender sus derechos a tener un trato digno por
parte de sus patrones, murió acribillada por órdenes de su mismo gobierno el 21
de diciembre de 1907. El libro en su
honda humanidad, sin caer en facilismos sentimentalistas, demostró una faceta
aún más artística por parte de su autor, consolidándolo como escritor.
Considerando el atractivo de las obras de Ampuero, su éxito de crítica y
público, así como también las posibilidades cinematográficas de sus trabajos,
hace rato ya que se deseaban plasmar varias de ellas al celuloide; es así que
luego de varios intentos fallidos (en parte por la falta de interés y de
orientación literaria de las producciones nacionales) por fin este año se
estaría estrenando la primera cinta basada la trayectoria de este destacado
autor: Fatamorgana de Amor con Banda de Música , la que en todo caso
es una coproducción europea. A ver qué tal les sale el filme.
Oficina salitrera a comienzos de siglo pasado. |
III
Desde un principio La Contadora de Película es un
engaño por partida doble. Primero porque
si no fuera por la fama y fortuna de su autor no se “vendería” al público como
novela, puesto que en su extensión apenas alcanza para novela corta; de modo
que si se tratara de otro autor, esta historia bien calzaría como parte de una
colección de cuentos, ya sea del mismo artista o en una antología de la obra de
varios autores. No obstante como ya está
comprobado que hasta la lista del supermercado de Rivera Letelier vende, los editores
y éste mismo han osado con publicarla en solitario y en un tomo que aparenta
mayor longitud de lo que corresponde en realidad (usando letra grande y dejando
varios espacios y páginas en blanco entre un episodio y otro, los que a su vez
resultan bastante breves). No obstante
este recurso mercantilista es perdonable a la luz de la reconocible calidad
literaria del librito en cuestión.
En segundo término, el embuste en el que se traduce esta obra atiende al
tono liviano con el que comienza el texto y que hace que uno crea que se trata
de una narración que sólo pretende divertir, si bien escrita de forma impecable;
ello debido en gran parte al buen humor con el que la narradora, la misma
protagonista de este libro, empieza a hablar de sí misma, de la gente que la
rodea y del lugar en que vive: una oficina salitrera. Si bien estas primeras páginas, casi la mitad
de su breve extensión, poseen este ritmo que media entre los anecdótico, la
nostalgia pura de un mundo que ya fue y se traducen en un verdadero tributo al
encanto de los viejos cinematográficos y de las glorias del cine de antaño, en
la narración se van entregado pequeños detalles que terminan dejando de lado la
cuasi comedia costumbrista, para adentrarnos en un verdadero drama sobre las
penumbras del corazón humano. De tal
modo, esta pequeña perla de la narrativa chilena actual se adentra en los temas
de la soledad, la pobreza, la pérdida de la inocencia mancillada y el abuso de
poder, temas que lamentablemente en muchas ocasiones se encuentran ligados
entre sí, siendo algunas veces causas y efectos unos de los otros. No obstante el librito mismo muestra en su
parte más grata, el ingenio de los más humildes para enfrentarse a la
adversidad, así como rescata a algunos personajes propios de la idiosincrasia
nacional (como los mismos “contadores de películas” y la gente de los pueblos,
en este caso, de las ya desaparecidas salitreras). He aquí una muestra del cariz más alegre de
la primera parte de esta obra:
“En la familia éramos cinco
hermanos. Cuatro hombres y yo. Los cinco hacíamos una escala real perfecta, en
tamaño y edades. Yo era la menor. ¿Se imaginan lo que significa crecer en una
casa con puros hermanos varones? Nunca jugué a las muñecas. En cambio, era
campeona para las bolitas y el juego de palitroques. Y a matar lagartijas en
las calicheras no me ganaba nadie. Donde ponía el ojo, paf, lagartija muerta.
Andaba a pata pelada todo el
santo día, fumaba a escondidas, llevaba una gorra de visera y hasta había
aprendido a mear parada
Se mea parada, se orina
acuclillada.
Y lo hacía en cualquier parte
de la pampa, tal como mis hermanos. Incluso en las competencias de quien
llegaba más lejos a veces les ganaba por más de una cuarta. Y en contra del
viento.
Cuando cumplí los siete años
entré a la escuela. Aparte del sacrificio de tener que usar polleras, me costó
un kilo acostumbrarme a orinar como las señoritas.
Me costó más que aprender a
leer”.
El argumento narrado en primera persona por su propia protagonista,
quien da título a la obra, trata acerca de una niña pequeña, la cual oficia de
“contadora de películas” en un principio sin mayores pretensiones para su
familia (padre y hermanos todos varones),
luego amigos de ésta y por último sus vecinos y buena parte de las
personas del lugar. Su labor consiste en
contar las películas que ve en el único cine del pueblo en que vive, lo que
hace utilizando los métodos más ingeniosos de la narración oral, a lo que se
suma su gusto por el histrionismo y simpatía; pobres y no tan pobres acceden a
los servicios de la muchacha, quien con su trabajo logra aportar para la
economía de los suyos. Cuando todo
parece ir bien, las desgracias comienzan a acumularse, primero entre su mismo
núcleo familiar y luego en la misma protagonista, de modo que al final ésta
quedará marcada cual heroína trágica de muchas de las cintas que gustaba
ver. Es así cómo debido a esta misma
cuota melodramática, que la narración se torna angustiante, porque Rivera
Letelitier golpea fuerte a su lector, haciéndonos que en pocas páginas nos
encariñemos con la pequeña y su particular familia, para luego desear sólo que
todo se enderece, de modo de no sufrir más el infortunio de todos ellos (y por
ende, esperar el típico final feliz del Hollywood tan presente en el texto). En cierto sentido La Contadora de Películas es
toda una tragedia clásica, ya que su protagonista es una persona
extraordinaria, cual Antígona o Hamlet, un espíritu noble, que se enfrenta a un
destino inexorable y por ello superior a sus propias fuerzas mortales, puesto que
finalmente sucumbe al peso de éste por mucho que luche con toda su voluntad. Asimismo la misma caída de la protagonista es
la derrota de una pampa nortina orgullosa que, luego tal como la jovencita, es
condenada a convertirse en una sombra de lo que fue y a ser olvidada por mucho
que haya brillado aunque, tal como luciérnaga, de forma efímera.
Dentro
de las temáticas abordadas en la “novelita” destaca la idea del abandono en el
que están sumidos varios de los personajes, empezando por su protagonista,
quien proviene no sólo de una familia paupérrima, si no que de una de tipo
disfuncional. Si bien la marcó la figura
de su madre que en muchos aspectos sobresalía entre las monótonas gentes de la
comunidad, ésta la abandonó juntos a los suyos. Por otro lado, el padre aunque es un sujeto
cariñoso a su manera, está sumido en el alcohol, de modo que los hijos no
siempre cuentan con su apoyo. Luego los
cuatro hermanos varones tomarán sus propios rumbos, rompiéndose el bello lazo
que en un principio había entre todos ellos y su hermanita. Por último, la misma niña queda tan
desamparada, que la trama se vuelve cada vez más lacrimosa. Es por esta razón que la soledad logra
sentirse sin vacilaciones en la narración, en especial si se considera el particular
clima árido de la Pampa salitrera.
Cuando ya parece que la tristeza, la falta de comunicación y el aislamiento
no pueden calar más adentro, tanto en la narradora protagonista como en el
lector, el escritor a través de su personaje nos da un último golpe, haciendo
un salto en el tiempo hacia atrás en los acontecimientos; de este modo nos
entrega una “escena” emotiva, aunque cruel, para representar mejor la miseria
en la que se hayan sus personajes y quienes representan en sus desdichas el
destino final de las mismas oficinas salitreras.
Teniendo en cuenta que este libro es además un homenaje al séptimo arte y
a su poder de llevar al público con sus fantasías a la ensoñación, éste se
encuentra lleno de referencia a ello, como a muchos de sus artistas más
destacados. Si embargo no sólo trata
acerca del cine gringo, si no que aquí toman un papel destacado las populares y
tan queridas producciones aztecas, que en Chile llevan décadas acaparando la
atención de las personas. Ahora bien, no
es la primera vez que Hernán Rivera Letelier les dedica a los mexicanos y a su
arte (música y cine) un espacio en su narrativa, demostrando una vez más los
fuertes lazos de amistad que existen entre estos dos países hermanos. Ello además recalca aspectos de nuestra misma
chilenidad, al mostrar los pasatiempos y preferencias del pueblo chileno, tal
como bien sucede con el uso continuo de los sobrenombres o apodos, costumbre
tan habitual en el país y que en parte heredamos de la Madre Patria (tema ya
destacado en su celebrada novela La Reina Isabel Cantaba Rancheras).
Rivera Letelier es un tesoro que tenéis los chilenos y que es, desde luego, uno de vuestros grandes embajadores ante el mundo. Conocí la historia de la industria salitrera y de la sociedad pampina gracias a sus novelas, que me hicieron interesarme por ella (fuera de la matanza de Santa María de Iquique o la figura de Luis Emilio Recabarren, poco más sabía sobre el tema) y si algún día me lo puedo permitir y viajo a América, sería uno de los destinos que me gustaría visitar.
ResponderEliminarQué bueno que otro escritor compatriota mío sea de tu agrado. Respecto a esta obra, a ver si te animas a leerla, que en un par de horas lo haces (o menos, conociendo la rapidez con la que te acabas los libros). Reconozco que debería leer más de él. También tengo pendiente conocer las salitreras y eso que vivo en el mismo país.
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