Ang
Lee es un respetado director coreano reconocido mundialmente, el cual tiene a
su haber una importante filmografía y con la que ha demostrado no solo su
enorme talento, sino que también una versatilidad como pocos de sus colegas, a
la hora de realizar cintas de diferentes géneros: comedias, romances,
históricas, westerns, artes marciales épicas, superhéroes, etc. Su cine logró acaparar la atención pública
internacional, convirtiéndolo quizás en todo un prócer entre sus compatriotas
cineastas, al conseguir que las producciones cinematográficas coreanas
trascendieran sus fronteras; de este modo sus filmes El Banquete de Bodas (1993)
y Comer,
Beber y Amar (1994), demostraron sin duda que se estaba frente a uno de
esos artísticas que harían historia. La primera de ellas trata acerca de una joven
pareja gay multirracial, coreano y estadounidense respectivamente, quienes
viven en USA y reciben la visita de los padres del asiático, los cuales ignoran
la orientación sexual de su hijo; debido a esta razón deciden “inventarse” un
matrimonio heterosexual, lo que provoca más de una situación graciosa y una que
otra sorpresa. El filme a su vez
permitió abordar entre otros temas la identidad a través de la tradición y la
modernidad (tratando estas dos vertientes en el encuentro entre mundos tan
distintos como los ya mencionados: la ancestral Corea y Estados Unidos), como
asimismo llevar a colación por primera vez en su carrera la homosexualidad
masculina, temática que luego repetiría en uno de sus títulos más famosos. En cuanto a su siguiente película, tal como
dice su nombre, dicho trabajo acusa la importancia de la comida en nuestras
vidas, al punto de definir nuestra conducta y/o personalidad. Este díptico suyo propició que Hollywood
fijara su atención en Lee y de ese modo su primer largometraje fue nada menos
que Sensatez
y Sentimientos (1995), una de las mejores adaptaciones de una obra de
Jane Austen y en la que actuaron un gran número de astros ingleses, además de
contar con una de las bandas sonoras más hermosas de Patrick Doyle. Su siguiente trabajo, si bien no deja de ser
interesante, resulta ser de menor impacto que el resto de sus películas: La
Tormenta de Hielo (1997), donde la decadencia de una familia acomodada
estadounidense durante la década de los setenta, refleja los propios conflictos
políticos y sociales de su país. Luego
le siguió Cabalgando con el Diablo (1999), su segundo filme junto a Tobey
Maguire tras el anterior. Su siguiente labor
para el séptimo arte, si es que no es con seguridad su mejor contribución a
este, se encuentra entre lo más destacado suyo y de las obras maestras de la
cinematografía: El Tigre y el Dragón (2000), película histórica de artes
marciales con algunas de las mejores escenas de pelea cuerpo a cuerpo y una
fotografía impresionante, más una dirección de arte soberbia, hecha por encargo
para el gobierno Chino y que maravilló a todo el mundo. Tras este gran éxito suyo de público y
crítica, realizó para dicha de los seguidores del universo marvelita Hulk (2003),
gracias al cual por primera vez su pudo ver al gigante esmeralda en imagen real,
tal como por muchos años sus fanáticos lo esperaron; no obstante su
interpretación algo sesuda y psicologista sobre un perturbado Bruce Banner y
sus conflictos freudianos con su padre, para algunos resultó difícil de
digerir. Secreto en la Montaña (2005)
sería su posterior largometraje, siendo considerado además entre lo más óptimo
y célebre de su carrera; su trágica historia de amor gay entre dos vaqueros,
fue quizás la primera cinta hollywoodense en abordar el tema de la
homosexualidad, dejando de lado los rancios estereotipos al respecto. Lust, Caution (2007) corresponde a
una coproducción entre varios países asiáticos y USA, mientras que Taking
Woodstock (2009), viene a ser
otra de sus incursiones hollywoodenses, la que tal como dice sus nombre, se
encuentra ambientada en pleno festival de música rock hippie.
Cuatro años se demoró en realizar y por fin estrenar su último filme a
la fecha, La Vida de Pi (conocida en estas costas como Una
Aventura Extraordinaria), el cual tras su largo paréntesis entre este y
su anterior cinta, lo volvió a poner en la escena pública, como a uno de los
directores vivos más dotados. Como
muchas de sus obras, se encuentra basada en una obra literaria, en este caso en
la novela homónima del autor canadiense
Yann Martel. Su historia es la
siguiente:
La
familia del protagonista tenía un hermoso zoológico, lleno de numerosos
animales, algunos de ellos bastante exóticos.
De entre las bestias que vivían en el lugar, la que más acaparaba su
atención por su belleza y el peligro que implicaba, era su único tigre, Richard
Parker, el cual por una razón bastante anecdótica recibió ese nombre. Cuando el país comenzó a pasar por una crisis
social, la familia de Pi decidió vender todos sus animales y para eso juntos
emprendieron un viaje en barco, donde iban acompañados de todos ellos. Las cosas iban bien hasta que una tormenta se
desató y Pi se convirtió en el único sobreviviente…humano de la nave, puesto
que de la manera más increíble, le tocó compartir su salvación junto a tres
criaturas, entre ellas el gran felino.
Tras una serie de incidentes, al final solo el niño y el tigre se
quedaron en el bote, si bien debido a la naturaleza salvaje de la bestia, Pi
tuvo que ingeniárselas para que Richard Parker no lo comiera, creando con los
medios que tenía una embarcación anexa y donde pudiese ir sin peligro de ser
devorado. Mucho pasaron juntos antes de
que por fin llegaran a tierra y es así cómo el relato de todo esto, se convirtió
en uno de los historias más fabulosas y emotivos acerca del camino a la
madurez.
En
el filme la relación entre el chico y el animal resulta fundamental para
retratar varios aspectos de nuestra humanidad: En más de una ocasión se dice a
lo largo de su metraje que fue el mismo miedo al tigre, lo que llevó a Pi a
mantenerse alerta y sobrevivir aún en las circunstancias más difíciles; de este
modo Richard Parker en toda su belleza feral representa sin vacilaciones el
instinto y la fuerza de voluntad, que pueden llevarnos a realizar los actos más
inesperados, de modo de conseguir nuestros objetivos. El mismo hecho de que posea nombre de
persona, lo antropomorfiza a tal punto, que la narración carecería de buena
parte de su impacto, si este no estuviera presente. Los diálogos que mantiene el joven con el
animal, como algo de lo más normal y que le permiten exteriorizar muchos de sus
pensamientos y emociones, resultan ser en la película un elemento clave para apreciar
el talante de la dependencia entre los dos náufragos y a su vez conocer mejor a
Pi; la bestia nunca habla (pues en el mundo real no lo hacen, si bien en más de
una ocasión la película nos engaña haciéndonos creer que esto pasará), no
obstante aun cuando siempre se comporta como el felino que es, queda clara su
condición especial como una criatura que en verdad tiene alma (según palabras
del propio Pi). El tigre durante largo tiempo se convierte en la única compañía
de Pi, quien pese al miedo que le provoca lo ama y por ello termina
agradeciéndole la influencia que tuvo en su existencia, como para convertirlo
en todo un sobreviviente; de este modo es que en muchas ocasiones son los
grandes infortunios, como la desgracia de su familia y la inevitabilidad de
hacer el viaje junto a Richard Parker, los que en realidad nos hacen crecer y
hacen surgir a quién realmente somos…Y como dice el dicho (de puño y letra del
mismo Nietzsche): Lo que no me mata, me hace más fuerte.
La
naturaleza en todo su esplendor cumple un papel fundamental para apreciar el
significado de su mensaje. Partiendo por
los primeros años de nuestro héroe en el zoológico de sus padres, donde aprendió
a amar lo que lo rodeaba y en parte gracias al cariñoso modelo de su familia; a
su vez a Pi vive privilegiado en una zona llena de vida, donde el verde y el
café de la abundante vegetación están por todos lados (así como el resto de sus
colores), como asimismo una gran espiritualidad tan de su pueblo, forman parte
del legado del personaje y que a lo largo de toda la cinta se hará ver. Como si fuera un pequeño Adán, Pi reconoce y llama por su nombre a todas las
criaturas del zoológico de sus progenitores, de este modo los nombres son
significativos en el filme, porque permiten que no solo Richard Parker tenga
verdadera preeminencia en él, sino que también los otros seres vivos con los
que tuvo que compartir su bote (aunque fuese solo por un breve periodo); a su
vez tal como sería revelado hacia el final de esta historia, ellos bien podían
ser más que lo que aparentaban en primera instancia (cabe recordar que la
elección del protagonista por hacerse llamar Pi y lograr que todo el mundo aceptase
su autobautizmo, demuestra el poder que tienen los nombres para crear realidad
y reafirmarnos como seres humanos). Una
vez que el adolescente inicia su odisea para regresar a la civilización, se abre
ante él toda la belleza de la naturaleza, siendo que además el mismo mar viene
a ser nada menos que la cuna de la vida; de este modo, Pi logrará ser testigo
como nadie de las maravillas que hay a nuestro alrededor. Cada expresión de la biodiversidad y de los
distintos fenómenos naturales (incluso los que muy bien podrían tener un
carácter “sobrenatural”) acá, son plasmados en esta obra con un encanto, como
pocas veces se ha visto en el cine o que al menos solo es posible verla en
otras producciones, donde el talento oriental se deja ver (tal cual los filmes animados de Hayao Miyasaki); por lo
tanto los espectadores, también somos
testigos del espectáculo que significa contemplar en todo su esplendor a la
Madre Naturaleza.
Relacionado con lo anterior y con el papel que cumplen la religión y
Dios en la vida de Pi, es que en más de un momento el héroe reconoce a la
naturaleza como una manifestación de la divinidad; por lo tanto no duda en
dirigirse a su Creador mientras realiza su particular viaje (y es así como en
uno de sus momentos más desgarradores, Pi le habla a Dios con una franqueza tal,
que muchos quisieran poseer una amistad tan estrecha con Él). A su vez en la película se hacen presentes de
forma directa cuatro de las religiones más importantes del orbe: el Hinduismo, el
Islam y el Cristianismo, que son a su vez los tres dogmas que profesa Pi. Por su parte, el Budismo (la propia fe del director)
cumple su rol en esta obra. Luego debido al papel que cumple la naturaleza en
este largometraje, se podría afirmar que también existe una postura panteísta en
él, puesto que a los ojos del mundo creyente, resulta difícil no reconocer a
Dios en el vasto mundo por el que se mueve el protagonista. La hermandad que tiene Pi con cada uno de los
seres de la creación, viene a ser un ejemplo de amorosa empatía con la vida y,
por ende, una manera más de amar a Dios.
Cuando el aspirante a escritor llega hasta el Pi maduro, con la
intención de que este le cuente la historia ideal para inspirarlo, no tiene
idea de la manera en que su relato va a llegar a conmoverlo (y de seguro
cambiarlo). Uno mismo tras ver este
filme no puede quedar indiferente, pues la historia de Pi revela que en
realidad la vida vale la pena vivirla y que la esperanza y el amor sí existen
(y que nos pueden convertir en mejores personas). No obstante a todo este bello mensaje, hacia
el final de la cinta es posible encontrarse con una mirada distinta a todo lo
que le pasó a su protagonista y donde queda de manifiesto, que somos nosotros quienes
escogemos qué sentido tendrán en realidad nuestras vivencias y nuestros recuerdos. Por lo tanto la única manera de ser felices y
plenos, es haciendo un acto de fe al darle el sentido que deseamos a nuestra
existencia.
A la
hora de hacer de esta obra toda una experiencia para los sentidos, cumple un
rol fundamental su actor principal, Suraj Sharma, quien antes de rodarla nunca había hecho cine. Suraj fue acogido por el maestro Ang Lee,
quien compartió con él toda su sabiduría y logró sacar a flote al artista que
había en él. Considerando que le tocó
realizar gran parte de sus escenas a solas, en medio de una pantalla azul e
imaginándose que estaba junto Richard Parker, el joven actor indio logró
cautivar al público transmitiendo su dulzura, inocencia y perseverancia, como
en su momento otro novato, Michael Clarke Dunkan, en La Milla Verde destacó. Sus monólogos y proezas físicas hicieron de su
desempeño algo soberbio, algo pocas veces visto en alguien de su edad.
Por
último, la bella música hecha por Michael Danna, con sus acordes que en varios
momentos se inspiraron en las melodías indias, resulta ser el fondo ideal para
llevarnos junto a Pi en su periplo.
Lo que hace real a una historia... es que lo increíble que es. Algo que no parece ser real, esas son las mejores y verídicas historias.
ResponderEliminarMuy sabias palabras de tu parte, Kylliam, razón por la cual me honras al visitarme y regalarme tu comentario, que me evidencia la gran cantidad de gente que amamos las buenas historias.
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