La cuarta novela del escritor chileno Roberto Ampuero dedicada a su ya célebre detective privado Cayetano Brulé, recibe el
nombre de Cita en el Azul Profundo, siendo publicada en el año de
2002. Su evocador nombre bien atiende a
los siguientes tres aspectos:
·
En
primer lugar porque la aventura en la que se ve envuelto acá su protagonista,
parte en un restaurante llamado justamente Azul Profundo. Es en este sitio en el cual el cubano
residente ya hace años en Chile, debe vérselas con un nuevo cliente y donde un
evento inesperado, lleva a Brulé a embarcarse en otra de sus investigaciones
llenas de emoción.
·
En
segundo lugar la labor que debe cometer el personaje principal, lo hace viajar
a más de un lugar, periplo en el cual el mar cumple un papel significativo (de
ahí la referencia poética a este Azul Profundo), ya que sus aventuras
lo hacen desplazarse por las aguas de tres países diferentes, con el propósito
de descubrir la verdad que se esconde detrás del misterio al que ahora se
enfrenta.
·
En
tercer y último lugar, corresponde a una referencia indirecta a la ya clásica
película del francés Luc Besson Le Grande Bleu (1988) y titulada en estos lares como Azul
Profundo.
¿Y
de qué trata esta obra? Pues en ella Cayetano Brulé es citado por un hombre al
que no conoce para que le preste sus servicios, cuyo encuentro jamás llega a
realizarse y a lo cual el detective por razones de honor, se aplica a desentrañar
las razones de por qué todo se complicó más de la cuenta, puesto que más encima
se le ha implicado en una muerte de la cual es por supuesto inocente; de este
modo tanto para evitar caer preso, como para mantenerse vivo, a la par de que
va tras la pista de una ominosa frase en latín que dice Delenta est Austrolopitecus,
este singular investigador se convierte en un prófugo de la ley. Entre medio conoce a dos bellas damas por las
que se siente atraído, cada una de ellas relevante en el proceso de revelar la
verdad, también entra en conocimiento del destino de muchos de quienes antaño
estuvieron en la lucha armada contra la dictadura de Pinochet, descubre además
un complot de carácter mundial y se entera de que en Chile existe una secreta
rama del poder gubernamental, que vela por los intereses del país de la manera
más maquiavélica, si la ocasión lo amerita.
“Cayetano hizo girar el taburete y fijó la
atención en una pared amarilla con retratos de escritores. Bajo los rostros de
Whitman, Hemingway y Coloane cenaba tranquilamente una pareja con aspecto de
diplomáticos. Más allá varias mujeres saboreaban un curanto acompañado de vino
blanco, mientras en un rincón cuatro hombres, al parecer ejecutivos, reían
alrededor de unas copas de champán y una fuente de picorocos. Justo cuando
Coleman Hawkins comenzaba a interpretar «La Rosita», la mirada del detective
tropezó con la única mesa vacía. Estaba junto a la ventana abierta que daba a
la calle.
Tuvo la certeza de que había sido
reservada por el hombre a quien esperaba. Bajó del taburete y, vaso en mano, se
aproximó a la mesa. Una tarjeta apoyada contra una copa decía «Sr. Sami» y
debajo, en números, veintidós horas. Miró a través de los barrotes hacia los
automóviles estacionados en la calle y luego consultó su Poljot adquirido en La
Habana, una reliquia que podría vender a buen precio en el Persa si la
necesidad era mucha. Faltaban dos minutos para las diez. Regresó a la barra
imaginando que pronto descifraría aquel misterio.
A la hora en punto emergió en el umbral un
hombre de aspecto distinguido y ojos vivaces, que vestía chaqueta de lino
negro, camisa de cuello abierto y pantalón claro, y cargaba un maletín ataché.
Constituía una presencia singular, por lo que durante algunos instantes cautivó
la atención de las mujeres.
Sonriendo amable, la mesera negra lo guió
hasta la mesa junto a la ventana. El hombre colocó el ataché sobre una silla,
ocupó la de enfrente y ordenó algo de beber. Desde allí, con la calle a su
izquierda, contempló con disimulo el local y por una fracción de segundo sus
ojos se cruzaron con los de Cayetano, que lo observaba a su vez acodado en la
barra. Le calculó treinta y cinco años, registró sus facciones finas y su aire
deportivo, mas permaneció inmóvil, a la expectativa, tal como la voz le había
indicado por teléfono.
Y fue mientras el barman agitaba la
coctelera que las circunstancias se precipitaron con una celeridad tan pasmosa
como indescriptible: una moto con dos ocupantes de casco con mirilla se detuvo
junto a la ventana, uno de ellos desenfundó una pistola con silenciador y
disparó varias veces contra Sami. Luego, antes de que la víctima se desplomara
sobre la mesa con estruendo de copas y platos, cogió el maletín por entre los
barrotes y el vehículo se dio a la fuga sin que nadie, excepto Cayetano y el
barman, pudiera percatarse de lo ocurrido.
En cuanto comenzó a escurrir la sangre
sobre las tablas del piso, estallaron los gritos, las carreras y el pánico.
Cayetano Brulé aprovechó la confusión para abandonar discretamente el Azul
Profundo”.
La
novela posee varias aristas interesantes a la hora de abordarla de manera
crítica. Por un lado es posible
encontrar en ella mayores elementos propios del género de la narrativa policial
y de los cuales se apropia el autor con soltura. Es así como la existencia de La Casa, secreta
división de inteligencia apoyada por el gobierno de Chile, trae ecos de las
hollywoodenses historias de espías, aunque ingeniosamente adaptado todo al
contexto sociocultural criollo. Es a su
vez que la aparición constante de “espías” de un orden u otro, con los correspondientes
enredos que implica la existencia de estos, le entrega una dosis de intriga al
texto, que tal vez en esta ocasión se saborea más que nunca, si se recuerdan las
anteriores entregas sobre este carismático detective; a ello se suman las
identidades secretas, debido a los pasados ocultos de varios de sus personajes,
así como también ante propósitos poco amistosos, todo esto tan propio de las convenciones del género. La existencia de una confabulación de “las
tinieblas”, en la que los intereses de unos pocos atentan contra el destino de
millones, con todo el corpus que le otorga Ampuero a estos desconocidos autores
intelectuales de muchos de los males que asolan el mundo y que solo unos pocos
saben de su verdadero origen, nos muestra a un escritor que ahora juega con las
teorías conspirativas; de este modo el autor crea su propia versión de la
llamada organización secreta y siniestra, haciéndolo todo tan verosímil, al
armar el rompecabezas de la trama, con los eventos propios del Chile de la
época en la cual escribió su obra. Por
último, en cuanto al mayor carácter de thriller
de Cita en el Azul Profundo, destaca la inclusión de hasta un
código igualmente secreto y que Cayetano debe descifrar para conseguir el éxito
de su misión. Por lo tanto, siendo el
más “policial” de todos los títulos que comprenden esta saga hasta el momento
de editada, abundan acá los hombres y mujeres de pasados inconfesables, las
damas de belleza exótica, persecuciones varias, asesinatos a sangre fría, los
villanos de variada calaña y, no podían faltar, los valiosos aliados.
De
igual modo resultan ser atractivos los diferentes viajes que realiza el
protagonista, desde su patria de acogida en Chile, con la descripción casi
costumbrista de las ciudades de Valparaíso y Santiago, si bien vecinas, aunque
tan distintas entre sí. Por medio de
todo esto, el narrador nos transporta a otros mundos y realidades, que Ampuero
recrea hasta hacernos creer que sin duda nos encontramos junto a Cayetano en
dichos parajes. Es así como una vez que
el detective llega a las frías tierras de Suecia, a las que dedica varias párrafos
en contarnos cómo son, resulta imposible no sentir su gélida belleza y en
especial cuando el investigador debe llegar hasta una de sus inhóspitas islas,
en las que solo los más valientes resisten su polar clima. Si bien México con una de sus preciosas
playas de igual modo se hace presente, es la Cuba que tan bien llegó a conocer
el novelista durante su juventud, el otro país (“extranjero”) que sobresale en
el libro; siendo este un sitio al que Brulé regresa una y otra vez luego de su
exilio, puesto que su corazón se encuentra tanto en el caribeño país, como en
la última nación del mundo. Es entonces
que Cuba vuelve a cobrar vida en las páginas de una novela de Roberto Ampuero,
con toda su magia, belleza y, por qué no, sus miserias.
El
libro también se presta para una crítica nada velada a cierto sector de la
izquierda chilena, en el sentido de que siendo Roberto Ampuero un ex miembro de
las juventudes comunistas y por ello un fiel creyente en sus ideales, hasta que
se decepcionó de todo ello, se refiere en novela a lo que sucedió con otro
grupo de sus compañeros tras el regreso a la democracia (o sea, luego de
finalizar el régimen dictatorial de Pinochet).
Pues si bien el propio escritor llegó a “darse vuelta la chaqueta”, como
muchos de sus detractores ideológicos le achacan, ya que de ser un izquierdista
llegó a apoyar públicamente el gobierno de derecha del presidente Piñera, otros
según lo expuesto en su novela, a través de varios de sus personajes, se
dedicaron a traicionar a sus antiguos compañeros que no se aliaron al nuevo régimen
de izquierda, tras la finalización del gobierno militar (esto es
considerándolos ahora terroristas y una amenaza latente, de ahí la aparición de
La Casa en el argumento, que cumpliría esta función de desarticular con
violencia a tales grupos de la otrora resistencia a Pinochet). Por otro lado, la novela hace mención a
otros izquierdistas que tras este actual gobierno, se aprovecharon de las
circunstancias, haciéndose ricos, o sea aburguesándose por completo, y
olvidándose de sus ideales de utopía social en beneficio propio. Sin embargo en contraposición a estos
sujetos, el escritor muestra también a unos cuantos que todavía siguen abrazando
sus creencias, ya sea con humildad o con cierta soberbia, pero que no por ello
se han dejado seducir por los caminos más facilistas de la democracia.
Ligado a lo expuesto en el párrafo de arriba, es que el tema del pasado
como algo que llevamos a cuesta con nosotros, define a varios de los personajes
del libro, incluyendo al propio Cayetano Brulé.
Es así como para algunos su historial resulta algo que los define y
lleva a mantenerse dignos, mientras que para otros el peso de la culpa y/o de
la vergüenza, los convierte en personas acomplejadas, que han optado por una
nueva vida y en la cual dichos años supuestamente no existen.
Dentro de otro terreno, se evidencia un
malestar hacia la llamada “literatura seria” o hacia aquellos que la defienden y
en desmedro de la considerada como “literatura de evasión” (dentro de la cual
supuestamente estaría enmarcada la producción de Roberto Ampuero). Todo esto gracias a interesantes charlas de
Brulé con una experta en literatura y sus propias reflexiones al respecto, donde
queda clara la crítica hacia quienes creen que el arte debe ser algo elitista y
hermético, por lo que mientras más difícil sea entenderlo (y más aburrido, tal
vez) tendría mayor peso estético.
Por
último, no deja de ser interesante el juego con la realidad y la ficción que
hace el artista, cuando hace que su protagonista se cuestione su propia
existencia y llegando a pensar que es un ser salido de una novela policial y
sujeto por ello a la caprichosa imaginación de su autor. Este especial guiño que llega a la
autoparodia y sigue la tradición de clásicos como la segunda parte de El
Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes y de Niebla de Miguel de
Unamuno, llega a su punto máximo cuando Cayetano Brulé observa desde su
posición a un escritor de este tipo de obras, quien se dedica a la diplomacia y
acostumbra a plasmar en sus textos hechos reales que ficciona sin tapujos
(clara alusión a sí mismo).
Muy buena crítica... hay aspectos que mencionas que pueden pasarse por alto cuanto uno esta inmerso en la historia...
ResponderEliminarA qué aspectos haces mención, Víctor. Gracias por comentar.
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