Nota: Termino acá mi revisión de Crónicas Marcianas de Ray Bradbury.
10. Las langostas
Más que un microcuento (el de
mayor brevedad en lo que lleva el libro), veo a este texto como una mirada
sobre lo que significa el "triunfo" del ser humano de en su conquista
de Marte. Hombres y mujeres
acostumbrados a hacer lo mismo siempre, a cumplir sus patrones (heteronormados)
y a ello a costa de muchas cosas...
Qué simbólico y significativo resulta este título, que nos dice que el avance y progreso no necesariamente son algo bueno; porque implican, también, avaricia y destruir todo lo natural y bello que hay desde antes de su llegada (como bien ha quedado registrado en la historia real y en estos cuentos que ficcionizan la verdad).
11. Encuentro nocturno
Debe ser otro de los cuentos más
logrados y célebres de este tomo...
Un colono realiza un viaje a solas por su ruta acostumbrada, en el Marte ya conquistado por la Tierra. Es cuando se encuentra nada menos que con un marciano; se supone que todos estos han muerto, pero el autóctono se muestra de lo más activo, dialogante y hasta amistoso. El uno y el otro tienen una entretenida conversación, aunque hay algo más raro aún en todo esto: no se pueden tocar y es como si fuesen un fantasma desde el punto de vista de su compañero.
Bellísimo texto que nos habla de la otredad, o sea, sobre el descubrimiento y conocimiento de lo distinto en los demás respecto a nosotros, en especial cuando se trata de una cultura diferente a la nuestra; sin embargo, lo anterior en el caso de ambos interlocutores, en vez de separarlos, les hace darse cuenta de sus puntos en común.
Rescatable, también, en esta obra viene a ser que el humano es latino; un punto a favor para el gran Bradbury, que nos muestra que Estados Unidos no solo está compuesto de blancos y trata a su personaje con naturalidad, quizás hasta adelantado a su época en lo que a literatura gringa concierne (bueno, la ciencia ficción desde sus principios ha sido vanguardista y rupturista).
Para terminar con este relato, el texto aborda, además, la naturaleza del tiempo ¿Qué pasó en realidad respecto al devenir de sus personajes? Puede ser, lo más probable, que uno de ellos esté muerto. Sin embargo, este encuentro nocturno es el mejor ejemplo del sentido de maravilla en la narrativa bradburyana y que cuando se trata de encontrarse con misterios hermosos como este, lo mejor es disfrutar de nuestra ignorancia y de saber que pese a todo, por sobre la ciencia y la tecnología, la vida nos sigue deparando sorpresas.
12. Intermedio
Otro microcuento que sirve como
enlace a todo lo que vendrá y que nos muestra lo rápido que se están asentando
los humanos en Marte, cada vez repitiendo los mismos códigos de antes (los
buenos y los malos también).
13. Los músicos
Los niños no podían faltar en
estas crónicas y es que la inocencia de la infancia es uno de los temas
predilectos de Ray Bradbury.
Grupos de pequeños juegan en las casas abandonadas de los marcianos, edificios en los que siguen allí sus huesos y nadie se preocupa de sacarlos de la vista, muchos menos estos muchachos.
La vida sigue su curso y la mayor parte de la gente sigue con esta como si nada. La entropía sigue su curso y la rueda del destino también; quien hoy está arriba, mañana le tocará abajo.
14. Un camino a través del aire
En lo que va del libro, he
releído ya varios cuentos preciosos, muy emotivos y cargados de una lírica tan
grande, que me deleita cada palabra e idea.
No obstante, este es mi favorito hasta ahora y si bien hay dos que algo
recuerdo de hace mucho tiempo, por los cuales tengo un gran cariño, veo difícil
que me conmuevan tanto como este.
Estamos en 2003 y en este futuro, que para nosotros sería el pasado (claro que se trata de una cronología ficticia y no la real, pues con suerte hemos mandado una sonda al Planeta Rojo) y si bien en apariencia los humanos pudimos conseguir harto con nuestra ciencia y tecnología, en muchos puntos seguimos igual con las mismas miserias de siempre; como bien quedará demostrado en este relato, que nos muestra cómo no ha habido tanta evolución social y los viejos parámetros siguen vigentes (lo que en el mundo real, desgraciadamente, también sucede en muchos casos).
La gente negra del Sur de Estados Unidos, sitio donde abundó más el racismo y la esclavitud de la comunidad afroamericana en ese país, ha decidido abandonar en masa la Tierra para buscar una mejor vida en Marte. Los blancos que ya no son sus amos, aunque sí sus empleadores a los que explotan, se inquietan por esto y de ese modo uno de ellos está decidido a impedirlo.
Teniendo en cuenta que esta pieza fue escrita en los cincuenta, años antes de la lucha por los derechos civiles y la inclusión efectiva de esta etnia dentro de la sociedad gringa, sin ningún tipo de discriminación y todos sus privilegios, se trata de un texto valiente que, escrito por un blanco, denuncia uno de los rasgos más espantosos de la sociedad yanqui.
Diálogos de honda humanidad, con un protagonista detestable y que, pese a todo, no deja de ser realista, completados por una narración que nos parte el alma.
Gracias, Ray, por tanta belleza.
Qué simbólico y significativo resulta este título, que nos dice que el avance y progreso no necesariamente son algo bueno; porque implican, también, avaricia y destruir todo lo natural y bello que hay desde antes de su llegada (como bien ha quedado registrado en la historia real y en estos cuentos que ficcionizan la verdad).
Un colono realiza un viaje a solas por su ruta acostumbrada, en el Marte ya conquistado por la Tierra. Es cuando se encuentra nada menos que con un marciano; se supone que todos estos han muerto, pero el autóctono se muestra de lo más activo, dialogante y hasta amistoso. El uno y el otro tienen una entretenida conversación, aunque hay algo más raro aún en todo esto: no se pueden tocar y es como si fuesen un fantasma desde el punto de vista de su compañero.
Bellísimo texto que nos habla de la otredad, o sea, sobre el descubrimiento y conocimiento de lo distinto en los demás respecto a nosotros, en especial cuando se trata de una cultura diferente a la nuestra; sin embargo, lo anterior en el caso de ambos interlocutores, en vez de separarlos, les hace darse cuenta de sus puntos en común.
Rescatable, también, en esta obra viene a ser que el humano es latino; un punto a favor para el gran Bradbury, que nos muestra que Estados Unidos no solo está compuesto de blancos y trata a su personaje con naturalidad, quizás hasta adelantado a su época en lo que a literatura gringa concierne (bueno, la ciencia ficción desde sus principios ha sido vanguardista y rupturista).
Para terminar con este relato, el texto aborda, además, la naturaleza del tiempo ¿Qué pasó en realidad respecto al devenir de sus personajes? Puede ser, lo más probable, que uno de ellos esté muerto. Sin embargo, este encuentro nocturno es el mejor ejemplo del sentido de maravilla en la narrativa bradburyana y que cuando se trata de encontrarse con misterios hermosos como este, lo mejor es disfrutar de nuestra ignorancia y de saber que pese a todo, por sobre la ciencia y la tecnología, la vida nos sigue deparando sorpresas.
Grupos de pequeños juegan en las casas abandonadas de los marcianos, edificios en los que siguen allí sus huesos y nadie se preocupa de sacarlos de la vista, muchos menos estos muchachos.
La vida sigue su curso y la mayor parte de la gente sigue con esta como si nada. La entropía sigue su curso y la rueda del destino también; quien hoy está arriba, mañana le tocará abajo.
Estamos en 2003 y en este futuro, que para nosotros sería el pasado (claro que se trata de una cronología ficticia y no la real, pues con suerte hemos mandado una sonda al Planeta Rojo) y si bien en apariencia los humanos pudimos conseguir harto con nuestra ciencia y tecnología, en muchos puntos seguimos igual con las mismas miserias de siempre; como bien quedará demostrado en este relato, que nos muestra cómo no ha habido tanta evolución social y los viejos parámetros siguen vigentes (lo que en el mundo real, desgraciadamente, también sucede en muchos casos).
La gente negra del Sur de Estados Unidos, sitio donde abundó más el racismo y la esclavitud de la comunidad afroamericana en ese país, ha decidido abandonar en masa la Tierra para buscar una mejor vida en Marte. Los blancos que ya no son sus amos, aunque sí sus empleadores a los que explotan, se inquietan por esto y de ese modo uno de ellos está decidido a impedirlo.
Teniendo en cuenta que esta pieza fue escrita en los cincuenta, años antes de la lucha por los derechos civiles y la inclusión efectiva de esta etnia dentro de la sociedad gringa, sin ningún tipo de discriminación y todos sus privilegios, se trata de un texto valiente que, escrito por un blanco, denuncia uno de los rasgos más espantosos de la sociedad yanqui.
Diálogos de honda humanidad, con un protagonista detestable y que, pese a todo, no deja de ser realista, completados por una narración que nos parte el alma.
Gracias, Ray, por tanta belleza.
Por otro lado, considérese el valor de la palabra, de nominar todo para crear realidad y mantener la tradición.
Un millonario excéntrico que se ha venido a vivir a Marte se ha hecho construir una mansión aterradora (alrededores incluidos) que rememora el clásico cuento de Poe La Caída de la Casa de Usher. A través de este edificio, se decide llevar a cabo un plan largo tiempo ideado.
Elementos que mezclan muy bien la ciencia ficción con lo gótico y algo de humor negro, en esta tremenda narración que es todo un gozo para el lector culto y más si también adora los antecedentes mencionados.
A su vez, el autor se permite criticar acá la censura, el puritanismo gringo y llevar a cabo su propia venganza literaria, en contra de las mentes estrechas de los moralistas que desean imponer a otros su ceguera.
El relato más dramático y/o triste del volumen, que retoma la idea de qué ha pasado con los habitantes originales de Marte, sus capacidades extraordinarias y ahonda en los temas del efecto de la soledad.
Llamativo resulta ser que se considere a alguien de 55 años como a un anciano ¿En verdad a mediados del siglo pasado, a esa edad, la generalidad de la gente estaba envejecida?
Acá tenemos la significativa conversación entre un vendedor de maletas, en pleno suelo marciano, y un sacerdote (no queda claro si católico o no), a través de la cual nos enteramos de lo que está pasando con la Tierra.
La maestría de Bradbury radica en el hecho de que en tan poco espacio, nos entregue personajes bien delineados, espontáneos diálogos y una que otra reflexión que nunca es gratuita (el conocimiento de los recovecos de nuestra alma, bien claro es entre artistas, como el que ahora nos reúne).
Por cierto: A través de este breve texto, nos enteramos sobre qué fue del sabio capitán de Aunque siga brillando la luna.
Ignoro si estaré "hilando demasiado fino", pero para mí resulta valioso el detalle de que el protagonista de esta pieza, se llame Sam (bueno, en realidad ese es un diminutivo, si bien bastante yanqui). Un tocayo del paternal Tío Sam, de la propaganda nacionalista estadounidense, alguien que se viene a adueñar de una tierra que no hace mucho pertenecía a otro pueblo, cuya tradición ha sido "desmantelada" por sus pares y que él mismo no respeta. Un sujeto violento y miedoso de la otredad, casi o más detestable que el sureño de ese otro cuento hermoso que es Un camino a través del aire.
La descripción de los marcianos y todo lo que los conlleva es bellísima, como sucede por lo general con la narrativa de este escritor (los mismos a los Borges consideraba espantosos en su sobrevalorado Prólogo, lo que ahora me hace pensar que era un racista de mierda), más propia de la fantasía puramente onírica y evocadora, que de la ciencia ficción llena de rarezas alienígenas y máquinas aparatosas.
El desenlace es increíble. Algo recordaba de esta historia, que de muy niño me impactó mucho (ya les contaré cómo la conocí); si bien ahora la veo con otros ojos: como un relato sobre justicia poética, con una ironía exquisita, que nos muestra a los marcianos no tan pasivos como en primera instancia recordaba en este caso. Hay una especie de venganza, de desquite burlesco por parte de un pueblo que fue casi extinguido por los conquistadores, centrándose en uno de sus representantes, que encarna lo peor de los humanos: Prejuicioso, avasallador y violento.
Por último, increíble cómo el destino de marcianos y humanos se llega a entrecruzar tanto.
Seguimos con la cronología ficticia de este "pasado literario nuestro" (y el posible fututo que imaginó su autor): Muchos de los nuevos habitantes de Marte, ya llevan unos dos a tres años en su actual hogar; no obstante, siguen manteniendo contacto seguido con su vieja patria y en especial con la gente de allá. Por lo mismo, de manera casi "mágica" todos alzaron la vista y fueron testigos del terrible momento, que habían predicho los marcianos en el relato anterior.
La pluma de Bradbury para describir todo esto, tan poética y efectiva, se disfruta mucho.
Un relato muy divertido con un clímax humorístico impensado. Igual encontramos acá un discurso que nos podría parecer sexista, que hoy difícilmente podría ser aceptado. No obstante, tras tanto drama, se agradece este cuento novedoso.
Una historia que de forma estremecedora nos habla de la soledad (en contraste al cuento que le precede, que toma este mismo tema de forma humorística... ¡Y de hecho nombra s su protagonista!) y sobre la necesidad que tenemos de hacer comunión con otros.
Por cierto: También nos enteramos acerca de qué fue del detestable protagonista de Fuera de Temporada.
Las virtudes de Ray quedan en evidencia por un significativo detalle: En sus páginas no aparece ningún personaje, al menos ninguno humano o al menos humanoide (como un marciano, por ejemplo).
La narración nos habla de una casa automatizada, supongo una de las tantas que habían en Marte diseñadas para hacer más cómoda la vida de sus dueños. Ingeniosos aparatos posee esta construcción. Lo que parece un dïa "normal" más, a partir de la mañana y muy temprano, de esta casa, se convierte luego en otra cosa.
Una familia compuesta por madre, padre y tres hijos varones menores de edad, ha llegado a Marte para dejar de lado el pasado y optar así a una nueva y mejor vida.
El relato cierra con broche de oro esta saga, sembrando la esperanza y estrechando los lazos del amor, tras tanto odio, violencia y muerte.
Poco se puede decir después de tu reseña... excepto que el cuento que me tocó leer en mis años escolares fue Vendrán lluvias suaves, pero yo recuerdo que la casa estaba en la Tierra, no en Marte, de ahí las "sombras" en la pared.
ResponderEliminarA todo esto, mentí: también me tocó leer Encuentro Nocturno, pero éste, en la época que lo leí, me quedó grande (igual que el Picnic de un Millón de Años, de viejo vine a entender quiénes eran los marcianos). Creo que fue un error habérmelos hecho leer en la básica, este texto es demasiado poético para aprehenderlo estando tan chico.
Eliminar¡Qué hermoso conocer a Bradbury en la infancia! Es el autor ideal. Yo lo conocí gracias a la miniserie y lo leí por primera vez en la adolescencia. Desde entonces se volvió alguien muy importante para mí.
EliminarNo importa que no hayas entendido a cabalidad esos cuentos; lo valioso es que de seguro estimularon tu imaginación y eso no es algo para despreciar.
EliminarPuede que sí, pero insisto, no los entendí y por eso no los aprecié en su justa medida... Ahora que recuerdo, vi un cómic de Encuentro Nocturno, bastante fiel, pero no recuerdo el autor del mismo.
EliminarPor otro lado, leyendo tu comentario de la edad en la reseña de El Marciano, sé que en la antigüedad, cuando pasaban de los 40 más o menos, alcanzaban edades provectas sin tanta merma en sus facultades físicas: ahí está el relato de un romano anónimo reclutando legionarios para que lo acompañen en la próxima campaña, con 60 años; y el Agesilao de Esparta, que murió en combate a los... ¡85 años! Pero por otro lado, mirando tiempos relativamente contemporáneos, hay que recordar que Pat Morita interpretó por primera vez al Sr Miyagi con 52 años, y se veía bastante... teclo. Así que supongo que dependerá de la vida de cada uno el ser considerado anciano o no.
Era Rey Agesilao II de Esparta...
EliminarCiertamente no tod@s envejecemos igual (lo digo por experiencia propia) y depende de muchos factores, tanto biológicos como en la forma en que enfrentamos la vida. En cuanto a Pat Morita y lo viejo que se veía... ¿Habrá sido maquillaje?
Eliminar