Ya en la Antigüedad existían personajes de gran poder, inmortales que en
muchos casos pese a su condición sobrenatural y/o superior a la de los humanos,
ostentaban un dejo de tragedia; de este modo, eran descritos como seres con una
naturaleza que poseía su propia cuota de congoja y soledad, estando marcados
por una vida de violencia y el sentimiento del culpa resultante de unas cuantas
decisiones mal hechas. En este sentido,
los griegos fueron los “expertos” a la hora de dotar a sus dioses y héroes de
grandes virtudes, pero agregándoles una humanidad tal en la que se podía observar
que nadie era inmune a las pasiones, miedos y a todo tipo de achaques que
conlleva la existencia; así es cómo se puede hablar de personajes tan
arquetípicos como Jason, Prometeo, Orfeo y el mismísimo Edipo, para quienes la
desgracia llegó sin vacilaciones (debemos recordar que el “pobre” Prometeo
estuvo larguísimo tiempo encadenado a un padecimiento que se aprovechaba de su
inmortalidad, hasta que el heroico Hércules se apiadó de él y lo liberó de sus
cadenas). En otra parte del mundo, los
nórdicos contaban la historia de Sigfrid, mientras que en la Biblia nos podemos
encontrar con Sansón, siendo ambos los mortales más poderosos de sus propias
teologías, hasta que fueron traicionados por el amor de una mujer. Luego en los relatos medievales que le
sucedieron, podemos hallar el célebre Ciclo Artúrico, en el cual ni el propio
Merlín se salvó del sufrimiento…Y así con el paso de los siglos el arte recogió
la semilla de todas estos maravillosos y nobles personajes, usándolos como
fuentes de inspiración para crear héroes más cercanos a la actualidad, pero que
a la larga eran herederos de toda una tradición aventurera y fatalista; pese a todo
nunca dejaban de brillar sus dotes
humanas, al mostrarnos cómo se enfrentaban a la adversidad con dignidad. Así pasó el tiempo y con la llegada de los
cómics en 1938, con la primera revista de Superman, apareció toda una camada
de personajes que retomarían todas estas ideas, renovándolas…
Desde su primera aparición en los ya “lejanos” años setenta a través de
las páginas de El Increíble Hulk, el mutante canadiense de esqueleto reforzado
por adamantium (el metal terrestre más poderoso en el universo Marvel) y garras
retractiles, Wolverine, por aquel entonces conocido como Arma-X, acaparó de
inmediato la atención del publico; fue sí como este bajito, peludo, musculoso y
varonil personaje de pasado misterioso que solo con los años fue develándose en
innumerables historias, debido a su gran carisma, fue incorporado dentro del
equipo de los X-Men y luego ya a finales de los 80, consiguió su propia
revista. No pasaron muchos años para que
Logan, el nombre con el que también se le conoce, se convirtiera en el X-Men
más popular, sobrepasando incluso a los “clásicos” de los primeros años del
grupo de mutantes, como a su mismísimo fundador Charles Xavier y sus chicos
buenos Cíclope, Jean Gray y Bestia.
Cuando se realizó la primera película para el cine de los X-Men, el
mayor deseo y expectación de los seguidores de estos singulares superhéroes,
radicaba en ver en carne y hueso al mismísimo Wolverine; además estaba la
interrogante de quién haría de tan querido personaje. Fue así como desde los primeros minutos de
esta exitosa y elogiada película de Bryan Singer en el 2000, se mostró a un en aquel
entonces desconocido Hugh Jackman, encarnando con solvencia al aguerrido
mutante canadiense (a su vez al personaje se le convirtió en parte esencial de
la trama de la película, lo que también sucedió con las dos siguientes cintas,
hasta que en el año 2009 logró su propio largometraje con X-Men Origens: Wolverine).[1]
Este año, tan solo a finales de julio, se estrenó el segundo filme
dedicado a Wolverine, el cual fue hecho como continuación directa de la tercera
película de la saga mutante, puesto que en The Wolverine (conocida en
Latinoamérica como Wolverine: Inmortal) se hacen constantes referencias directas a
los eventos acaecidos durante X-Men: The Last Stand (mientras que
la primera película dedicada en exclusiva al superhéroe, fue una precuela,
mostrando hechos bastante anteriores a la primera cinta). Supuestamente inspirada/basada en una popular
novela gráfica escrita por Chris Claremont y dibujada por Frank Miller en
1982, la película comienza
magistralmente mostrando a Logan/Wolverine en Japón, donde es partícipe de un
importante (y lamentable) hecho histórico; décadas después y viviendo en el
anonimato y la miseria, tras los eventos mostrados en la ya mencionada tercera
película, Wolverine se ve obligado a regresar al país del Sol Naciente y todo
debido a que un amigo de su pasado está por morir y desea despedirse de él, no
sin antes pagarle una antigua deuda de honor.
De vuelta a Asia, Wolverine, quien hasta el momento había perdido toda
razón de vivir, redescubre su espíritu de guerrero (o soldado), al verse
involucrado en un complot que implica a la familia de su amigo, con la yacuza
(mafia japonesa), ninjas, otros mutantes y corrupción política entre
medio. Durante su estancia en este país,
a su vez llega a conocer por primera vez en su larga vida el dolor físico por
el que pasa el común de la gente, recupera la confianza en la amistad, como
también la fe en el amor, si bien descubre que la traición y el egoísmo siempre
estarán presentes en lo más oscuro del alma humana. Por último, Logan logra irse del lugar
consiguiendo pese a todo (o gracias a todo lo vivido durante su visita) la paz
y la serenidad que un alma atormentada como la suya necesitaba.
Ilustración del recomendable animé sobre Wolverine. |
La película dirigida con maestría por James Mangold (quien posee a su
haber una más que respetable carrera fílmica, contando con cintas de enorme
peso artístico y comercial como lo son su potente thriller Identidad, su drama
carcelario Girl, Interrupted, el cual le valió un Oscar a Angelina Jolie,
y el remake del western 10 to Yuma; por todo lo anterior,
Mangold ha demostrado ser lo suficientemente versátil al desenvolverse con
soltura en numerosos géneros, incluyendo la comedia romántica, aparte de los ya
mencionados casos), logra adaptar bastante bien varios hitos importantes en la
ficticia cronología de Wolverine, destacando así su tormentoso amorío con
Mariko, su estancia en Japón y enemistad con el Samurai de Plata; no obstante
todo ello es representado acá de una forma propia para el cine y no siendo 100% tal
como se mostró en las historietas originales (a su vez toda esta trama del
viaje a Japón de Wolverine y su romance con Mariko, fue antes espectacularmente
adaptado por los mismos nipones en una serie animé de 12 episodios, producida
por Mad House en colaboración con Marvel en el año 2010). Así es como la cinta de Mangold se permite
desde el comienzo mostrar con respeto la cultura japonesa, poniendo énfasis en
su código de honor y costumbres, siendo que además contó en su mayoría con
actores nativos de gran trayectoria y bastantes diálogos en su idioma, aparte
de estar hecha en gran parte en las islas japonesas; en este sentido lo único
que se lamenta del filme, es que el guión no respetara la idea de un Wolverine
conocedor perito de la tradición e historia japonesas, hablando con soltura su
lengua, si no que acá se muestra como todo un gaijin (“extranjero” en japonés, si bien para este
hermoso pueblo la expresión también posee una connotación negativa).
Puede resultar interesante saber que en The Wolverine abundan las
escenas de acción y persecución, habiendo dos de larga duración bastante
admirables (la del funeral y la del tren bala respectivamente). Considerando además que el largometraje
transcurre en un país famoso por sus hermosos paisajes, en los momentos
respectivos su belleza es resaltada de tal forma que hace recordar el arte
contemplativo de esta nación (de seguro hecho de adrede por el director, quien
además empleó una fotografía adecuada para provocar el efecto que permitiera
apreciar en su esplendor los parajes naturales). La cinta posee también humor, aunque harto
dosificado, si se le compara con las películas de la saga que le
precedieron. Al tratarse de un filme
basado en cómics Marvel, siendo estos mucho más violentos y realistas que los
de DC (aunque no al nivel de los de Dark Horse, claro), se había criticado con
anterioridad la falta de sangre en las batallas cuerpo a cuerpo que acostumbra
tener Wolverine…Pues bien, en esta ocasión la hemoglobina abunda y en especial
la proveniente del propio Logan, quien acá debe sufrir en carne como nunca
antes a consecuencia de sus múltiples batallas.
Por último, otro aspecto técnico a tener en consideración de la
película, resulta ser su música, a cargo de Marco Beltrami, compositor
irregular quien no logra dar con los acordes heroicos y épicos para un
personaje de la talla de Wolverine, si bien en momentos veló por hacer algo que
emulara los ritmos propios de Japón (en este sentido, cabe recordar que por lo
general las películas de los X-Men no han tenido muy buenas bandas sonoras que
digamos, destacando en todo caso la bella partitura de Harry Gregson-Williams
para el primer filme centrado en Logan, donde sí se pudo alcanzar la atmósfera
heroica que correspondía).
Teniendo en cuenta la trama de este filme, aquí se aborda desde un punto
de vista diferente la naturaleza superheroica de Wolverine: si su primera
película nos contó su génesis y largo proceso de convertirse en un individuo
admirable, pasando por un montón de penurias, ésta última muestra cómo el carismático
personaje debe enfrentar su propia existencia de hombre extraordinario,
luchando tanto contra sus demonios internos, como contra enemigos reales; en
este sentido, The Wolverine es una cinta que trata acerca del viaje continuo
que realizamos hacia la búsqueda de la felicidad y de la redención. Por todo esto una vez más Logan se muestra
como uno de los grandes personajes de la historieta, quien debe aprender a
asumir su papel en el mundo, sobreponiéndose ante cualquier tribulación y aún
así no perdiendo nunca su calidad como sujeto.
Para terminar un consejo: ¡No se vayan de la sala de cine apenas termine
la cinta! Esto, puesto que poco después de iniciar los créditos viene un
importantísimo y algo extenso epílogo que viene a ser la antesala del próximo
filme de mutantes, que estrena el mismísimo Bryan Singer para el año que viene
(basado en la ya mítica saga escrita por Chris Claremont y dibujada por John
Bryrne Días del Pasado Futuro y donde los X-Men deben enfrentarse en
un futuro distópico a la amenaza de los Centinelas y sus campos de
concentración mutante).
[1] Y no se puede olvidar además que la
interpretación hecha por el guapo y talentoso actor australiano, lo convirtió
de la noche a la mañana en uno de los actores más cotizados en la industria del
cine, además de ponerlo en la lista entre los más sexys (y deseados) hombres de
la industria cinematográfica (no en vano vez que actúa, en especial en las
distintas cintas de los X-Men, explotan su enorme atractivo mostrándolo si no
con muy poca ropa, a torso desnudo en numerosas ocasiones).
¡Cuando sea grande quiero ser como Wolverine/Hugh Jackman! |
No hay comentarios:
Publicar un comentario