lunes, 30 de enero de 2017

El Melodrama de la Intolerancia Sexual.


       Estrenada en 2015 y con una segunda temporada el año pasado, ha vuelto para un festival de teatro veraniego en nuestro país, una bastante singular pieza teatral nacional.  Se trata  de un título correspondiente a las nuevas tendencias dramáticas, que hacen uso de la cultura pop y la mezcla de distintas expresiones artísticas (comedia, canto, caricaturización, parodia, intertextualidad, policial y teleseries), para contarnos una historia de carácter universal: Heterofobia.  Pues tal como dice su nombre, tanto un juego de palabras como un vocablo de corte irónico, que atiende al humor negro propio de esta obra,  tiene que ver con la intolerancia hacia quienes no comparten con uno las mismas preferencias sexuales (las también llamadas minorías sexuales o grupos LGTB).   Es así que el término original y/o correcto viene a ser homofobia, ya que corresponde más bien al desprecio de la gente heterosexual hacia homosexuales, lesbianas y otros; no obstante como ya quedará claro, en este caso se invierte todo esto y aquí el recelo pasa ahora a los antiguos “opresores”.
       Su argumento puede resultar sencillo, pues más bien su fuerza radica en las ramificaciones de lo que en ella sucede, como en el muestrario de la misma diversidad de la comunidad gay, que tal como se manifiesta en su desarrollo, posee los mismos vicios que el resto de la sociedad.  Por ende no se trata de una historia proselitista (los gays no quedan como los buenos de la trama, ni tampoco como las víctimas), ni mucho menos atenta contra las minorías… ¡Para nada! En cambio lo que sí pretende es desenmascarar aquellos defectos y prejuicios que son comunes a todos los humanos, en cuanto a la manera de abordar la sexualidad de uno mismo y la del resto de la gente (atentos al simbolismo recurrente de las máscaras, el encubrimiento y el doble discurso en la obra).  De este modo nos encontramos con un mal ya bastante criticado de nuestra idiosincrasia: el gusto por las apariencias y el qué dirán, algo caro supuestamente a la mayoría de los chilenos.
     
      La trama nos muestra a un colectivo LGTB que representa buena parte de la diversidad sexual (eso de que todos sus integrantes son iguales es una verdadera falacia, pues suena a lo mismo que decir que todos los  heterosexuales tienen las mismas costumbres en la cama), quienes desean montar una obra de teatro de temática gay, por supuesto que reivindicando sus derechos.  Para conseguir éxito en su empresa, contactan a una otrora famosa actriz de teleseries de capa caída (heterosexual más encima), quien arribista como muchos de los otros personajes, no duda en sacar provecho de la situación.  El panorama se complica cuando la artista comienza a sospechar de sus nuevos compañeros, quienes al parecer han secuestrado al único histrión con el que no ha podido conversar, ni verle la cara; pues los vejámenes a los que lo someten se ven demasiado reales.
      Tal como se dijo en el párrafo anterior, entre los personajes encontramos todo un registro variopinto de las minorías sexuales, quienes junto a la actriz en decadencia comparten el protagonismo, de modo que en la práctica nadie sobresale por sobre otro; por lo tanto estamos frente a una obra coral.  En lo que concierne a los miembros del colectivo, podemos hallar:
     Una lesbiana mayor masculina (la mal llamada camiona) y quizás el personaje más noble dentro de este grupo de seres viciados.
     Otra lesbiana mucho menor, la ex pareja de la de arriba, más provocativa que su antigua amante y femenina (una clara “hija” de hoy en día, de las generaciones actuales con su open mind, sin dudas rupturistas).
      Un travesti que se dedica al oficio de la costura (algo bastante arquetípico, por cierto, en lo que concierne a su biotipo) y que en su actitud deslenguada representa a la típica loca de patio.
       Una pareja de hombres que lleva años juntos.  Uno de ellos más masculino que el otro, el tipo piola, profesional y que vive en la práctica una existencia más parecida a la de un heterosexual acomodado.  Su pareja, afeminado y “artista”, materialista y superficial que ostenta pertenecer a la elite intelectual.  El “matrimonio” entre estos dos es supuestamente idílico, no obstante como luego queda demostrado, la verdadera felicidad no existe entre ellos.
      Un gay que o bien está saliendo recién de la adolescencia o está en los primeros años de sus veinte, afeminado y delgado (andrógeno), que ejerce de prostituto.
       Otro gay, también joven, pero masculino, guapo y deportista, quien recién está descubriendo su sexualidad como homosexual, tras haber tenido bastante experiencia con mujeres en el pasado.


       Luego de un significativo comienzo que impacta por su crudeza ante el tema de la violencia (los llamados crímenes de odio sexual), escena que además resulta ser valiosa para el gran misterio que se esconde en su guión,  Heterofobia continúa con una intervención musical de todos los de arriba y encarnado sus distintos papeles, de manera de presentarlos a través del sarcasmo la intolerancia y la discriminación sexual.  En repetidas ocasiones se hace uso del canto, lleno de letras humorísticas y aun así sin dejar de lado la crítica social, para referirse a los males chilenos actuales concernientes al respeto (o más bien falta de respeto) por la diversidad.  No obstante como ya se dijo en este texto, luego nos damos cuenta que todo el mundo, pues nadie se salva, tiene los mismos defectos de los que culpan a sus acosadores.
       Siendo una obra de temática gay, en plan comedia, no falta la burla hacia la misma comunidad LGTB y su propia sectorización.  Es así que los llamados grupos culturales, intelectuales y/o artísticos que promueven la diversidad sexual, no quedan muy bien caracterizados si se toma en cuenta a sus personajes: pues encontramos egoísmo, envidia, cinismo y lo peor de todo, intolerancia hacia los otros (a todos aquellos que son distintos); algo que como ya se dijo más arriba, al final forma parte de nuestra propia naturaleza humana.  No obstante la mirada irónica detrás de todo esto, no sólo pretende restregar en la cara de quien le corresponda sus bajezas, sino que también es una invitación para la autoexaminación y dejarnos claro de que la única manera de convivir todos juntos en armonía, es aceptando a los demás tales y como son.  Pues la tolerancia es otro tipo de discriminación, una en la cual se es condescendiente con el otro, porque se le mira en menos y se supone que ya no puede cambiar; en tanto que la verdadera plenitud de las relaciones interpersonales, va de la mano la aceptación de la otredad del resto. Por lo tanto, no existe un verdadero sentido de lo que es normal o anormal, pues nadie es una por completo igual a su prójimo y lo valioso son los elementos en común que nos unen con los demás.
      Siguiendo con esta atmósfera de humor negro hacia las convenciones y costumbres de la diversidad sexual, resulta interesante cómo se ríen en la obra al respecto, usando un montón de palabras que forman parte de todo ello (algo de seguro solo apreciado por los entendidos en la materia).  La evidente sexualidad de todo esto, no deja de ser el muestrario de una dimensión humana que no se puede negar, la que por supuesto es llevada a los extremos, para crear identificación con buena parte de su público.
       No solo risas hay en este melodrama, también hay momentos para la sublimidad.  En este sentido, cuando se pone la acción más emotiva, viene a ser cuando el personaje del travesti realiza un significativo monólogo.  Pues con sus palabras, quedan de manifiesto los verdaderos crímenes provocados en el pasado, no muy atrás en el tiempo, motivados por la verdadera intolerancia sexual en Chile y en especial durante el gobierno dictatorial de Pinochet.  Este es el momento más serio de toda la obra que dura casi dos horas y donde un personaje tan visceral como este, hace su homenaje a estas víctimas anónimas.  Hay otros monólogos en Heterofobia, lo que sigue una rancia tradición en el género dramático, no obstante este es lejos el mejor.
En la versión que vi yo los dos actores de pie eran otros.
       En cuanto al escenario, este es sencillo y lo que más destaca en él son una especie de lienzos que cubren el fondo, que debido a las luces se ven casi transparentes, detrás de los que hay un mural con imágenes más o menos reconocibles que asemejan cuerpos.  La disposición de todo esto permite que los actores desaparezcan durante breves momentos y puedan cambiarse de ropa, si bien en muchas ocasiones lo hacen a un costado frente al público (ojo: no hay desnudos, aunque sí varios besos entre personas del mismo sexo y una que otra “tocación”).  También hay varias sillas que se van acomodando a medida que transcurren los acontecimientos y en los costados encontramos unas perchas llenas de ropa, que los histriones usan bastante, pues cabe recordar que como se trata en la ficción de un grupo de actores que desea montar una obra, esto ayuda a crear la ilusión de los distintos ensayos que realizan.   La ropa usada puede ser considerada como actual, la típica utilizada por las personas representadas, de modo que igual no faltan los diseños provocativos y estereotipados (como el de mecánica de la camiona). 
      Con respecto a la música, no es gran cosa y en ese caso llama más la atención unos cuantos efectos sonoros que ayudan a mantener la expectación, en especial cuando se juega con los elementos del policial, al querer desentrañar el misterio sobre el “raptado”.  Por otro lado, las varias canciones que aquí aparecen son casi a capela.
       Mis palabras finales para Heterofobia es que se trata de un título divertido, cuya larga duración se pasa con rapidez y en todo momento mantiene al espectador atento a lo que pasará (la sala estaba llena, debido justamente al atractivo que tiene para mucha gente).   Quizás puede resultar chocante por la violencia que aparece en ella (muy buen el maquillaje utilizado para el personaje que pasa por esta tortura), no obstante las actuaciones más cercanas a la comedia del resto, le quitan dramatismo a ello (a propósito en todo caso). Otorga muchas risas, pues es una alegoría ácida acerca de nuestra realidad como chilenos, en un momento en el que el país se está abriendo a reconocer la diversidad sexual, aunque, claro, con los problemas ya señalados…Pues nadie es perfecto ¿No?


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