1. Primeras
palabras.
Casi un año exacto pasó entre que me vi
la primera temporada de El Cuento de la Criada y la segunda,
ambas durante el relajo de vacaciones de verano (mientras estaba en la playa,
más encima), así que imposible no relacione este programa tan dramático con una
época que para mí es tan grata; algo dicotómico, la verdad, puesto que nadie
puede negar lo impactante que es contemplar las vicisitudes de su protagonista
y el resto de los personajes. Tanto
dolor y atentados contra la dignidad de las personas, en especial hacia el sexo
femenino, no pueden dejar de hacer que mire mi vida y la de la gente con la que
comparto, para agradecer con mayores razones la libertad que podemos gozar.
La segunda temporada responde a la
interrogante, con la que quedamos quienes leímos la novela de Margareth Atwood:
acerca del destino de June Osborne/Defred, aunque para ser sinceros ello lo
hice cerca de los 17 años, así que apenas me acuerdo de sus
acontecimientos. Ver la primera
temporada fue refrescar en mi cabeza la grandeza del libro y me llevó a querer
leerla de nuevo (algo que en todo caso a más de un año de apreciarla, aún la
tengo pendiente) y eso que hace un tiempo la usé en un trabajo que hice para aprobar un ramo de postgrado (en el que me fue bastante bien, por cierto). Mucho pasa a lo largo de este segundo año del
programa, que contó con 3 episodios más que el anterior, así que en total se
trata de 13 razones para seguir amando este show. En pocas palabras, puedo decir que sus
responsables hicieron algo lejos superior a lo ya visto, que tenían “la vara
bien alta” y por esto he quedado más que satisfecho con ello.
Recuerdo que mi mejor amiga y comadrita
Ledda (otra que apenas se da tiempo de leer y comentar estas palabras, que como
muchos de mis cercanos rara vez se pasan por acá, por lo que casi solo desde el
extranjero me dan ese gusto) contempló esta segunda temporada muchos meses antes
que yo y cuando le pregunté qué le pareció, su respuesta fue bien poco
comprometida; la verdad es que me dio la impresión de que no fue de su agrado,
porque uno espera de alguien elocuente como ella que se explaye de lo que le
gusta (¡Pelador me he puesto!). No
obstante, prefiero hacerme mi propia impresión sobre aquello que me interesa y no prejuiciarme al respecto, que
mil veces prefiero experimentar por mi cuenta las cosas ¿Alguien más piensa
como yo? Creo que siendo mujer, sensible y feminista más encima, alguien como
ella debería haberla apreciado más que yo, incluso…Y les aseguro que no dejé de
decírselo mientras gozaba la serie entre guasapeo y guasapeo.
Mejor basta de preliminares y a comenzar a
desglosar esta tremenda segunda temporada.
2. Lo que sucede
en esta ocasión.
13 capítulos, 3 más que la primera
temporada, permiten contarnos mucho más acerca de los pesares de sus
protagonistas y sobre qué está pasando en esa horrible antiutopía teocrática
fundamentalista que es Nueva Gilead (la descripción y/o categorización de tal
país ficticio, la saqué de mi vieja edición de El Cuento de la Criada, que
me compré ille tempore cuando tenía
17 años, o sea, hace mucho, mucho tiempo atrás); es así que bien podríamos
decir que en esta ocasión, la serie se encuentra dividida en dos partes: la
primera de 3 capítulos, que nos muestra a June inmediatamente después de que
los “Ojos”, o la fuerza policial, se la han llevado por haber atentado
repetidas veces contra el sistema que impera; con posterioridad, el resto de la
temporada, la tenemos de vuelta con el matrimonio que la tiene de Criada.
La heroína, que nadie puede negar la
valiente y admirable mujer que es, ha conseguido embarazarse en esta realidad,
donde la infertilidad es algo que atenta contra la sobrevivencia de la raza
humana y por esa misma razón todo el mundo, bajo cualquier precio, quiere que
su proceso se desarrolle lo mejor posible, para luego quedarse con el bebé; por
supuesto que los Waterford, la familia que se ha apropiado de June, son quienes
más que nadie desean que nazca el bebé y para ello cuentan con la fuerte
presencia de la Tía Lydia para que la Criada logre “domesticarse”. Las desavenencias
entre todos estos, en especial entre June y Serena, forman otra vez parte
importante de la trama, que estamos hablando de la confrontación entre un par
de féminas de enorme voluntad; lo mismo viene a suceder con la mencionada Tía
Lydia, un personaje tan complejo como las otras dos mencionadas antes (que en
el caso de Serena Joy y esta otra, no estamos hablando de mujeres malvadas por se, si no que se nos humanizan de
tal manera que resulta difícil no sentir algún tipo de simpatía por ellas y
pese a sus actos más reprobables). En cuanto al comandante Fred…su relación con
June tiene sus propias características, que como muchos hombres como él que
apoyaron el alzamiento de Gilead, es un tipo enfermo y que para nada nos merece
nuestra simpatía.
Por otro lado, se realza el papel de
personajes como Emily, una de las amigas que tiene June entre las Criadas y a
quien la última vez que la vimos en la temporada anterior, habían destinado a
“Las Colonias”, zona contaminada por la radiación donde mandan a todas las
mujeres consideradas como enemigas acérrimas para la dictadura y a trabajos
forzados, hasta que mueren producto de la exposición a los tóxicos. Las escenas que transcurren en este lugar son
desgarradoras, pero además nos muestran el valor del corazón de gente como
Emily y sus compañeras de infortunio, con demostraciones de una nobleza
tremenda (así como de lo que puede llevar al ser humano el dolor y el odio). Nos es posible seguir a Emily luego de su
salida del campo de concentración, que mucho le toca por pasar aún; asimismo,
llegamos a conocer su pasado, otra pieza que ayuda a comprender el proceso que
produjo la guerra civil y la pérdida de los derechos femeninos y civiles en
general, en el otrora orgulloso Estados Unidos de América.
También regresa con nosotros Janine, la
criada que luego de June se ganó al aprecio de buena parte de la audiencia durante
la temporada pasada y cuyo destino seguimos ahora unida a Emiliy, como a su
vieja amiga June. La desequilibrada
mujer en su fragilidad mental, resulta en muchos sentidos más fuerte que el
resto de sus compañeras, entregando a esta historia tan dramática algo de humor
(fíjense en su graciosa alusión a Alien y otra película que no
recuerdo, primeras referencias a la cultura pop
en el programa) y, lo más hermoso de todo, cierta creencia en que pese a la
desgracias la esperanza y el amor pueden superar lo peor (al respecto,
inolvidable viene a ser su reencuentro con su hija).
De igual manera podemos ver qué sucedió
con los refugiados norteamericanos en Canadá, a través de la figura del marido
de Emily y su mejor amiga; la lucha para recuperar a sus seres queridos, vivir
luego del trauma que significó conocer en carne propia el fanatismo de los
gideleanos (¿Ese sería, acaso, el gentilicio en español?) y desenmascarar
frente al resto del mundo los abusos de Gilead, queda detallado en las varias
escenas dedicados a estos y que también profundizan en su pasado, como bien
sucede con el resto de los personajes mencionados.
La trama se completa con el arco
argumental centrado en Nick, el empleado asignado a los Waterford y quien ha
llegado a entablar una secreta relación sentimental con June. Ahora lo llegamos a conocer mejor, quedando
demostrado que se puede confiar en él; su historia se completa cuando es
obligado a casarse con una jovencita de 15 años, Eden, una dulce muchacha que
cree firmemente en los ideales de Gilead, además humilde, a diferencia de la
muchas veces “perra” de Serena Joy. Este
forzado enlace ayuda a desarrollar mejor la idea de un mundo trastocado por el
machismo y la pérdida de la libertad, siendo que la misma Eden no da varios
momentos intensos y emotivos.
3. El poder
femenino.
El amor que sienten personas como June,
Emily y Janine hacia sus retoños es tan grande, que queda demostrado sin lugar
a dudas el valor de la maternidad, como una fuerza a la que no hay que
menospreciar, si en verdad queremos apreciar nuestra humanidad. De tal modo, que solo mencionaré el caso de June
(para no spoilear tanto), quien desea
volver a tener frente a sus brazos a su primera hija y tampoco quiere que su
próximo bebé crezca en medio de la patriarcal sociedad de Gilead; por esto
mismo, no vacila en luchar con todo su corazón, exponiéndose a muchas cosas sin
vacilar la mayor parte de las veces.
June y Emily aprenden a hacerse duras para
enfrentar la adversidad, aunque sin perder la dulzura que las caracteriza. La primera debe vérselas con su
contrapartida, Serena, varias veces y los choques entre ambas son memorables;
no obstante, pese a todo lo maldita que puede llegar a ser la cegada dueña de
casa, en su abrazo de los dogmas gideleanos, la criada es capaz de ver más allá
de ello y se da cuenta de que Serena es otro tipo de víctima del verdadero
enemigo; los acercamientos entre ambas mujeres son conmovedores y de ese modo
queda claro que cuando hay compasión es posible remediar las cosas o al menos
reconocer en el “otro” la belleza que existe detrás de las apariencias.
Poco a poco Serena va abriendo los ojos
frente a lo que sucede a su alrededor, donde justamente June tiene mucho que
ver. Su maternidad frustrada, que la ha
hecho llevar a desear con toda su alma ser madre del bebé que espera su Criada,
nos revela de igual manera que aún es capaz de amar esta mujer y que pasó de
ser otra independiente fémina, a ser una sometida más en una sociedad donde
solo los hombres toman las grandes decisiones.
Su viaje a la aún emancipada Canadá junto a su marido, es uno de los
mejores momentos de la temporada, transformándose en una instancia vital para
su proceso de epifanía; por otro lado, los contrastes entre ese mundo tan real
que acá se nos muestra, en comparación con la pesadilla antiutópica de la que
proviene Serena, no deja de impactarnos y eso que Canadá aparece tal y como es
en la vida que conocemos (y, sin embargo, lejos de la ficción existen o han
existido horrores sociales que se les asemejan, tal como lo que hoy en día
sucede en Venezuela y la dictadura de Pinochet, hace unas pocas décadas en mi
propio país).
Destacable es también que llegamos a
conocer a la madre de June, una entrañable mujer y de la cual se nota heredó su
enorme talante. Los flashbacks dedicados a la vida entre estas dos, por igual nos
permiten vislumbrar la complicada relación real que hay muchas veces entre
madre e hija, pese al amor incondicional que pueda haber entre ambas y cómo se
crea un lazo irrompible entre las generaciones sucesivas femeninas.
Si los hombres actúan como verdaderos
carceleros de las mujeres de Gilead, lo que hacen otras de ellas a sus mismo
género resulta más cruel… ¿Cómo es posible esto? No obstante, aunque estemos
tratando de una obra de ciencia ficción, lamentablemente todo esto ocurre en el
mundo real. Puede resultar misógino de
mi parte decirlo, pero lo he vivido por
mi propia experiencia y/o he sido testigo de ello: cuando una mujer quiere
odiar y lastimar a otro/a, puede ser mucho más salvaje que un varón y si se
trata de dañar a alguien de su mismo sexo, la cosa se pone más que fea.
Para bien o para mal las mujeres son una
verdadera fuerza de la naturaleza, que debemos respetar y apreciar, como queda
demostrado sin lugar a dudas en este programa.
4. Palabras
finales…Por ahora.
Mucho sucede a lo largo de esta tremenda
segunda temporada, que termina dejándonos sorprendidos, incluso mucho más que
la vez anterior. Evaluando todo lo que
pasa entre medio, creo que hay que ser valiente para verla, que es dura no en
el sentido del gore de programas como
Spartacus,
Hannibal
o Dexter, aunque su tipo violencia es tan realista, que
fácilmente no cuesta maldecir ante las penalidades de nuestras heroínas (si
incluso la misma Serena Joy, en más de una ocasión, nos hace sentir lástima por
ella y hasta sentirnos identificados); no está demás decir, que a menos que se
tenga un corazón de piedra, por lo menos un par de veces el espectador
promedio, sea mujer y hombre, derramará una que otra lágrima: a veces producto
de la pena, que nos pueden provocar las penurias de las protagonistas, otras
veces por contemplar tanta belleza y que le debemos a los artistas detrás de
este espectáculo (actrices, directores/as y guionistas). No puedo dejar de mencionar, que la
sensacional música compuesta por Adam Taylor, ayuda mucho a crear el emotivo
ambiente que lo lleva a uno a engancharse tanto con lo que está pasando y a
sufrir conjuntamente con June y compañía.
Uno a veces da por supuesto todo lo que
tiene, en especial la libertad con la que se cuenta para decidir lo que más te
hace feliz; por eso mismo, ver cómo En el Cuento de la Criada la gente
ha perdido dicho derecho y muchos luchan hasta dar su vida por ello, hace que
valores mejor que nunca lo que tienes. Si bien la siguiente idea la he repetido una que otra vez por acá, que no me cansaré de decirlo, con respecto a todo lo anterior, programas como este nos ayudan a tomar conciencia de
quiénes somos y qué aporte hemos hecho al mundo para hacerlo mejor (o
peor). Gracias por contar con historias
y producciones como la que hoy nos reúne, que nos invitan a ser mejores
personas.
Tráiler de la segunda temporada.
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