domingo, 10 de mayo de 2020

¡Maldito Coronavirus!


Juan Giménez.
1. Para comenzar.
     Mientras escribo estas palabras y mis lectores las leen una vez que termine este texto y lo suba a mi blog, gran parte del mundo seguimos con la cuarentena para protegernos de la pandemia que ahora nos asola (y que ahora a la gente le da por llamar cursimente Covid-19, cuando ya hace rato se había conocido a la enfermedad o al bicho como Coronavirus).  Por mi parte ya llevo casi dos meses, desde la quincena de marzo en la que se cerraron hasta nuevo aviso todos los establecimientos educacionales, haciendo clases online y a lo más habré salido unas 4 veces de casa desde aquel entonces y siempre protegido.
     Mucha gente ha ido muriendo a lo largo del orbe debido a esta desastrosa enfermedad, a la ineficacia de las medidas de los gobiernos y, en muchos casos, por la propia irresponsabilidad de los mismos ciudadanos o, también, por pura mala suerte tras contagiarse quién sabe cómo.  Y entonces los fanáticos de los cómics nos enteramos que una de sus primeras víctimas famosas, fue nada menos que el argentino Juan Giménez, un artista de renombre al cual vine a conocer cuando años atrás me regalaron para un cumple dos volúmenes de La Casta de los Metabarones, preciosa saga de ciencia ficción que realizó junto a mi compatriota Alejandro Jodorowsky (este último a cargo del guión).  Solo muchos años después pude comprarme el integral de lujo y en tapa dura, más encima a un precio maravilloso, de modo que por fin conseguí apreciar en plenitud el talento de este para lo que vendría a ser (tal vez) una de las mejores obras del cómic de ciencia ficción.  Antes de poder disfrutar de esta saga completa, en la cual cada viñeta es un deleite lleno de detalles para la vista, llegaron a mis  manos y también muy baratos otros dos pequeños trabajos suyos, que de inmediato me leí, uno de ellos Ciudad y el otro no recuerdo su nombre (que ambos los tengo por ahí y por ahora no me doy el tiempo para buscarlos y repasar), de la desaparecida editorial Toutain.  Como se habrán dado cuenta no he podido disfrutar mucho del talento de este genio, que mayormente realizó en Europa y alejado de los populares superhéroes, que la historieta es mucho más que hombres y mujeres guap@s en mallas; así que tengo pendiente profundizar más en su legado.


    Cuando la muerte le llegó a Giménez, contaba con 76 años de edad, encontrándose por ello en el mayor grupo de riesgo entre quienes son vulnerables a este flagelo.  Por otro lado, hace rato que  España lo había acogido entre sus ciudadanos más ilustres, país que ha sido uno de los más afectados con todo esto.  Y las mismas circunstancias se dieron, lamentablemente, con Luis Sepúlveda, querido escritor nacional que como muchos otros autores chilenos reconocidos a nivel mundial, desde el exilio tras el Golpe Militar de Pinochet hicieron sus carreras fuera de nuestra patria (como Isabel Allende, Roberto Ampuero y Roberto Bolaño).  El 16 de abril abandonó este mundo el escritor, tras llevar más de 40 días en coma, puesto que ingresó bastante afectado por el Coronavirus.  “Solo” 70 años tenía y ya llevaba décadas en la Península, como Giménez.  Apenas se supo de su condición, la prensa internacional cubrió el asunto (quizás mucho más célebre que el historietista) y en Chile el pesar se hizo notar, que era todo un orgullo nacional; para qué les voy a hablar de quienes nos emocionamos con sus obras y las disfrutamos, en especial los profesores que hicimos leer sus libros a nuestros alumnos, ya que muchos de ellos corresponden a títulos ideales para entusiasmar en la lectura a las nuevas generaciones…Y me acuerdo muy bien de cuando fue su deceso, que los de mi comunidad y “colemigos” no dejamos de manifestar en las redes sociales el pesar que sentíamos.
    La verdad es que ha pasado más de una década (¿Quizás dos?) desde la última vez en que tuve en mis manos una de sus obras, que más encima le perdí el rastro sobre sus nuevos trabajos y solo ahora me doy cuenta de que publicó bastante más luego de Los Peores Cuentos de los Hermanos Grimm (2004), una novela que realizó en coautoría junto a su colega uruguayo Mario Delgado Aparain (de quien nada sé) y que varias veces pillé por ahí; no les voy a mentir, que tampoco me he leído este título y varias veces estuve a punto de comprarme en una linda edición en tapa dura de su libro Hot Line (2002), que al final quedó entre mis “pecados de omisión” y que según mi comadrita Ledda es muy divertido.  Pero en final, pese a mis faltas con Sepúlveda, igual no deja de ser un artista que forma parte de mi propia historia personal, como ávido lector y maestro de literatura…Así que para él van por igual estas palabras.

Luis Sepúlveda.
  2. Los dos libros de Luis Sepúlveda que amo.
    Si la memoria no me falla, conocí a Sepúlveda gracias a las recomendaciones de unas amigas, en especial de Bernardita, quien en su casa tenía varios libros suyos (¿O fue otra de mis amistades femeninas?) ille tempore.  Era una era muy anterior a que empezara a usar Internet y yo todavía era un estudiante universitario y la poca plata que tenía, que tampoco trabajaba en aquellos años, cuando se trataba de comprar libros la usaba en su mayoría para adquirir todo lo que podía de Stephen King u otras volúmenes de mi género favorito (el terror), ciencia ficción o fantasía (por lo general, ofertas).  Como en aquel entonces recién me estaba haciendo mi propia biblioteca, no tenía dudas en pedir prestado algún texto que me pudiera interesar (tal como sucedió con mis primeras lecturas de Harry Potter, gracias a mi otra querida amiga María Elena).  Fue así como me facilitaron Un Viejo que leía Novelas de Amor (1988), si no me equivoco el libro que le dio la fama en el extranjero, que publicó cuando ya llevaba tiempo viviendo fuera (puesto que todavía en Chile seguíamos en la dictadura de Pinochet) y que tal vez sea su novela más famosa.
    Un Viejo que leía Novelas de Amor es una preciosa historia heredera del realismo mágico que popularizó por estas tierras el colombiano Gabriel García Márquez, dándole algunas de las mayores glorias a la literatura latinoamericana. Se trata de una narración ágil, divertida, amena y emotiva, no exenta de humor y de un contenido ecológico que aún ya luego de décadas de haberlo leído todavía tengo bien claro.  En breves palabras, nos cuenta la vida de un “hombre blanco”, que ha decidido pasarla aislado del mundo civilizado en plena selva y su único contacto con el resto del mundo corresponde a su amigo dentista y a los libros románticos que gusta leer.  Un día acuden a él para que se deshaga de un peligro que acecha a la región, un animal que está matando gente y es que él es la única persona que puede ayudarlos con dicho dilema.  Más no les voy a contar, que mejor descubran ustedes por qué razón adoro tanto esta obra.
    Como ya dije antes de cierta manera, esta novela ha sido uno de mis “caballitos de batalla” para tener una lectura complementaria atractiva entre mis estudiantes, que igual es un texto corto (no alcanza a tener las 300 páginas de extensión, bueno, poco para mí, je) y además es muy buen ejemplo del mencionado realismo mágico, que no hay que olvidar sus llamativos personajes y ambientación tan bien descrita y que lo transporta a uno a ese mundo que pese a ser tan distinto a nuestra realidad sí existe.
    Se hizo una versión cinematográfica de este título, estrenado en 2000 y que tuvo entre sus protagonistas a actores de la talla de Richard Dreyfuss en el papel principal, Hugo Waeving y Timothy Spall.  Este filme nunca se exhibió en los cines chilenos y quien acá escribe aún no la ve, así que creo que ya es hora de darle su oportunidad; solo espero que no me decepcione.

    Luego me leí Historia de una Gaviota y del Gato que le enseñó a volar (1996), la que sería su primera incursión en la narrativa infantil y que demostró su versatilidad para pasar de un género o estilo a otro sin problemas. Se trata de otra inolvidable historia suya cuyo nombre logra sintetizar a la perfección de qué trata y que viene a ser una celebración sobre la amistad y la tolerancia, por no mencionar su marcado mensaje ecológico (aún más potente que en el caso anteriormente nombrado).  Por cierto, tuve la suerte de ver unas dos o tres veces una preciosa versión teatral de este libro, que más encima lo compartí con mi sobrina Natalia cuando era más chiquitita y en otra ocasión como mi comadrita Ledda; se me vienen a la memoria los preciosos trajes y maquillajes de los actores que hacían de los gatos…¡Una verdadera delicia!. La verdad es que tengo aún más bellos recuerdos de este obra, que me gustaría compartir algún día con mis regalones Amilcar y Brunito (por supuesto que tanto el libro y la película animada, que también la tengo pendiente, puesto que tampoco llegó a estos lares).
3. Para terminar. 
    Me habré leído otros 3 libros suyos más o menos, pero no logro retener ni un retazo en mi cabeza de esos textos, que han pasado casi dos décadas desde aquel entonces.  Les estoy hablando de Patagonia Express (1995), Diario de un Killer Sentimental & Yacaré (1998) y, no estoy seguro, Mundo del Fin del Mundo (1996)…En todo caso eso lo bueno de los grandes autores, que han dejado su legado tras pasar el umbral, es que con solo proponérselo uno puede reencontrarse con su pluma y recrearse con ellos. 
    En verdad lamenté mucho la partida de Luis Sepúlveda, que me habría hecho muy feliz conocerlo y sacarme una foto con él (como tuvo el honor de hacerlo mi comadrita); lo mismo digo sobre Juan Giménez, que tanto al uno como con al otro les debo más tiempo con sus herencias tan preciadas.  Por ahora solo me queda pedir que este maldito Coronavirus no se lleve más gente y en especial a mis propios seres queridos  y a otros artistas a los que aprecio (que lo único que quiero, es que a la vuelta de todo esto podamos juntarnos y celebrar la vida, pues en verdad se entraña la compañía); por igual sé que debo cuidarme para no enfermar de gravedad y así cumplir mi palabra de tener entre mis manos todas esas historias, que quiero disfrutar de los genios que hoy he querido honrar.   


6 comentarios:

  1. Lindo artículo para conmemorar la muerte de dos grandes y recordarnos lo frágiles que estamos frente a esta enfermedad. Tal como dices a cuidarnos a nosotros mismos y a los demás.
    Cariños querido amigo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, linda, por pasarte por acá y compartir estos recuerdos conmigo. Espero nos podamos ver apenas acabe la cuarentena.

      Eliminar
  2. Muy buen recuerdo a estos dos grandes, aunque a Sepúlveda no llegue a leerlo. Sí disfruté, y mucho a Gimenez, con sus inolvidables sagas como "As de Pique", sus trabajos en aquellas revistas de culto como "Zona 84" o su historia del taxista en la película Heavy Metal. Un terrible dibujante. Una pena, ¡maldito virus! Hay que cuidarse y quedarse en casa todo lo posible.

    Saludos,
    RICARDO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nos echaron la maldición de vivir "tiempos interesantes" y mientras tanto nos queda honrar a quienes nos han dejado y seguir su ejemplo: vivir dando lo mejor de nosotros, tal como lo hicieron personas admirables como Juan Giménez y Luis Sepúlveda.

      Eliminar
  3. Muy sentido el texto que le dedicas a estos dos artistas. Yo también estoy esperando que este desgraciado virus (que me late fue creado, no puede ser algo accidental que medio mundo se haya infectado y nunca Pekin, Shangai y Hong Kong que están allí mismo, pero no caigamos en conspiranoia) no se lleve a ningún artista apreciado o ser querido cercano mío. Muy buen texto, Elwin.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En efecto estamos pasando por una crisis a nivel mundial como no nos había tocado en generaciones y a eso le sumamos los inútiles gobiernos que hay en nuestros respectivos países. Es de esperar no tengamos que enterrar a otros de nuestros ídolos por esto y mucho menos a nuestros seres queridos.
      Por mi parte, hago lo posible por no preocuparme más de la cuenta, que también a veces me asusto por mí mismo.

      Eliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...