La segunda novela de Hugo Correa, el escritor chileno de ciencia ficción más valioso que hemos tenido en nuestras tierras, corresponde a El que Merodea en la Lluvia (1962), otro ejemplo del género que tan bien supo cultivar, aunque tratándose de una obra muy distinta a su ópera prima (que, en todo caso, la llamada “fantasía científica” da para muchos tópicos y variantes y eso es lo bueno de sus grandes escritores, que no se repiten en un mismo modelo narrativo).
Ambientado en nuestro campo chileno, juega con las creencias de los llamados “huasos” (nombre dado a los campesinos de acá), tanto de tipo religioso, como en el terreno sobrenatural, para contarnos una historia donde la ambigüedad y la ignorancia cumplen un papel fundamental acerca de la presencia de un extraterrestre, caído por error, en esta zona. Es así que los lugareños le otorgan una naturaleza demoniaca a la criatura, a la que nunca logran ver, aunque sí percibir y en especial debido a los fenómenos ligados a ella. Casi nada llegamos a saber del ser, solo suposiciones, unas más cercanas a la verdad que otras; destacando en especial un grupo de personas interesadas en ella, cada una con sus propias razones, quienes intervendrán en la trama de manera dramática. Asimismo, uno de estos humanos es observado por el mismo alienígena, aunque sus propios motivos solo serán revelados, con gran sorpresa para el lector, en las últimas páginas del volumen.
Considerando la época en la cual escribió su obra, Correa juega muy bien con el tema de la Guerra Fría, en cuanto al miedo a la “Amenaza Roja”, puesto que nos encontramos que todo esto se debe a un aparato espacial ruso que ha caído; más encima, uno de los secundarios es un especialista soviético que desertó de entre quienes vinieron a rescatar el objeto ultrasecreto. De este modo, se entrega un nuevo nivel de intriga al texto, sumado a los otros arcos argumentales que se van desarrollando y que, como no, están entrelazados. Por otro lado, la introducción del ingeniero extranjero (que su identidad de foráneo y de paria lo homologan de manera muy interesante a la entidad que andan buscando) también nos da uno de los diálogos más interesantes del libro, por no decir monólogo y donde encontramos un interesante análisis a la situación de países como Chile, en comparación con aquellos del “Primer Mundo” (crítica social que bien podría ser una velada mirada ácida al desinterés criollo por la ciencia ficción, en una nación donde el propio Correa fue un autor relegado por la ignorancia cultural/literaria de sus coetáneos, por parte de la crítica especializada, las editoriales y el público en general, sumidos todos en la tradición realista).
El protagonista es, tal como el antihéroe de Los Altísimos, un hombre de oficina y de origen humilde, quien ha hecho amistad con una chica de “buena familia”. Esta lo ha invitado junto a dos amigos y a su hermano, todos ellos de posición acomodada, a diferencia del protagonista, a pasar una temporada en la hacienda de un pariente anciano (este, digamos, el único verdadero personaje por quien podemos llegar a sentir verdadera simpatía). Los “ricachones” contemporáneos al personaje principal, aunque no personas malintencionadas, aparecen en las páginas como sujetos sibaritas, para quienes el mundo campesino es solo un medio de relajarse y pasarlo bien, si bien el trato que tienen los dos varones con el menos afortunado del grupo es siempre amable y en la práctica lo tratan como a un igual.
En cuanto a las mujeres, estas son retratadas como “espíritus libres”, féminas que llevan su sexualidad con desenvoltura, algo que de seguro pudo despertar resquemores en su tiempo a los lectores más conservadores; en especial, la supuesta enamorada secreta del protagonista es alguien con una vida erótica muy activa. En todo caso, no queda claro si el autor presenta a ambas damas como ejemplos de mujeres emancipadas (y a seguir) o su mirada es moralista, al darles con ello un defecto más con el cual se burla de la clase alta.
Sin embargo, el representante del trabajador asalariado tampoco se salva de la mirada ácida del escritor, puesto que sale como un hombre con el típico resentimiento de la clase baja; quien más encima es en verdad despreciable, por cuanto resulta ser machista y hasta misógino, por no decir también arribista. Y es que el protagonista no demuestra verdadera lealtad hacia sus amigos, siendo que su supuesto amor es solo una calentura que lo hace convertirse en un celópata, quien siempre está pensando mal de las muchachas, que disfrutan lo que a él muy bien le gustaría gozar (incluso en determinado momento, piensa seriamente en llevar a cabo un acto que tanto en aquellos años, como en el pasado y ahora mismo, no podemos aprobarlo).
Ante lo mencionado más arriba, queda de manifiesto que la novela posee una fuerte carga erótica, donde son las mujeres quienes llevan la batuta a la hora de dar rienda suelta a los impulsos sexuales, objetos del deseo que, en todo caso, son dueñas de sus cuerpos en el libro y que lejos son más auténticas que el desgraciado protagonista.
Otro aspecto sobresaliente del libro, viene a ser la naturaleza del visitante forzado, un organismo bastante diferente a los seres humanos y que el narrador describe de tal manera que nos mantiene expectantes, tal como a quienes se cruzan en su camino; es así que resulta casi imposible no sentir temor ante este ser, que apenas se logra ver en toda su magnitud. Hay un sentido de extrañeza que no solo vemos en este, si no que comparten a su propio modo el citado ruso y el personaje principal, quienes tal como “El que merodea en la lluvia” se encuentran transplantados en un lugar que no es el suyo y que tampoco tienen a un verdadero par con ellos, siendo por esto mismo sujetos incompletos que buscan algún tipo de comunión con otros; por lo tanto, naturaleza alienígena y alienación van muy de la mano, tal como demuestra esta pieza altamente recomendable.
Cabe destacar el ejercicio literario de Hugo Correa, al jugar con las técnicas narrativas, incluyendo diálogos en formato propio de las obras teatrales y corriente de la conciencia (pensamiento de los personajes sin uso de signos de puntuación), con los cuales nos demuestra sus habilidades artísticas.
El final del texto es por completo inesperado y pareciera tener moraleja: somos insignificantes frente a la vastedad del cosmos, de modo que nuestra voluntad no es nada, si la oponemos a las fuerzas que están por encima de nosotros.
Por último, si comparamos esta obra con la que le precedió o sus colecciones de cuentos (Cuando Pilatos se opuso y Los Títeres), al menos para mi humilde opinión queda en el último lugar, quizás no por su valor literario, si no que más bien porque carece de ese sentido de maravilla que encontramos en la opera prima del libro y en muchos de los relatos contenidos en las colecciones mencionadas, que los hacen tan divertidos; sin embargo, independientemente de los gustos personales, no quepa duda de las virtudes de este escritor nacional, que bien merece ser conocido y reconocido no solo por sus compatriotas. Respecto a esto último, la editorial Alfaguara sacó una edición moderna de este título, acompañado por otra novela suya, Los Ojos del Diablo, trabajo suyo que este servidor aún tiene pendiente (y eso que tengo la primera edición desde hace años); por mi parte, daré a leer para septiembre (mes de la Patria en Chile) este escrito y Los Altísimos a mis alumnos, a quienes más bien les pondré ambos títulos dentro del listado a elegir de autores nacionales y espero que quienes los escojan, queden tan encantados como yo, cuando de adolescente tuve el gusto de conocer en el colegio a este gran maestro.
Nótese cómo esta portada es una especie de "remasterización" de la primera edición. |
Interesantísima reseña, que se suma a los otros dos posts que publicaste sobre Hugo Correa, autor del que no he leído nada, pero soy gran fan de la ciencia ficción argentina, asi que lo tengo que sumar a Correa a mis lecturas, sin falta. Por suerte conseguí en digital varias de sus obras: El valle de Luzbel, Los Altísimos, Cuentos reunidos, Donde acecha la serpiente, El que merodea en la lluvia y Los ojos del diablo. Espero ponerme pronto con alguna de ellas.
ResponderEliminarSaludos,
RICARDO
Lamentablemente es uno de esos grandes autores que no escribió mucho por no contar con el apoyo que se merecía (nació antes de tiempo).
EliminarEn un principio pensé que podía tratarse de algo similar a "El color que cayó del cielo", pero cuando comenzaste a mencionar la gran carga erótica que tiene esta novela lo descarté por completo. Sin embargo, cerca del final si mencionaste algo con lo que Lovecraft hubiera estado de acuerdo: "somos insignificantes frente a la vastedad del cosmos".
ResponderEliminarQué buena observación respecto al cuento de Lovecraft; igual sabemos que el Soñador de Providence reuhía del tema sexual en sus obras.
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